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LO QUE APRENDIMOS EN MEDIO DE LA PANDEMIA

-Una clínica diferencial entre autismo y neurosis –

Por: Marlon Cortés1

Preliminares

El contexto de este capítulo son dos investigaciones alrededor del autismo y la educación
inclusiva. La primera, “Vicisitudes en el encuentro entre estudiantes con TEA y sus
universidades”; y la segunda, “Experiencias de educación inclusiva con autistas en el aula
regular”. La primera, prontamente sale el libro, y la segunda, apenas está iniciando. En los
estados del arte previos a las dos investigaciones mencionadas, aparece una tendencia clara
alrededor de que las articulaciones entre el autismo y lo educativo suelen ir en dirección a
construir estrategias educativas para el trabajo con estudiantes autistas. La mayoría de ellos
tienen un marco teórico en el que, a nuestro juicio, se ubica en el lugar de objeto al
estudiante autista, y en el centro de lo educativo, la transformación de los comportamientos
de los estudiantes. Es la perspectiva conductista, en la cual Skinner es su mayor
representante.

En el marco teórico de nuestras dos investigaciones aparece la articulación entre el autismo


y lo educativo, pero con la particularidad de que la pregunta que se responden es la
siguiente: ¿qué les enseña el autismo a los maestros? Teniendo de fondo esta pregunta, el
estudiante autista ya no está en el lugar de objeto, sino en el lugar de enseñante. Es un
marco teórico que le da el estatuto de sujeto al autista, y al maestro el lugar de aprendiz. Por
eso para nosotros es válida la expresión de Donna Williams (1994): “Necesito un guía que
me siga”. El saber no está del lado del maestro, sino del lado del estudiante autista.

1
Profesor Titular de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia. Miembro del Grupo de
investigación DIVERSER. Psicoanalista, Asociado a la NEL-CF Medellín. Doctor en Ciencias Humanas de la
Universidad Nacional de Colombia. Estudios postdoctorales en Educación Inclusiva, en el Centro
Latinoamericano de Educación Inclusiva (CELEI), en Chile. Magister en Ciencias Sociales y Humanas de la
Universidad de Antioquia. Licenciado en Filosofía y Letras, de la Universidad Santo Tomás de Aquino de
Bogotá.
La pandemia para todos tuvo un estatuto de real2 que se nos impuso y, como buen real, le
puso zancadilla, de una novedosa forma, a los caminos ideales que todos teníamos en
nuestros proyectos de vida. En lo educativo en específico afectó de muchas maneras, pero
principalmente de la manera más radical que pudo: llevó la escuela a la casa. Rompió los
límites que se instauraron cuando se pensó fundacionalmente en que los niños y niñas
salieran de la casa para ir a otro sitio a estudiar, a encontrarse con otros adultos que les
enseñaran, y con otros niños y niñas para socializar. A los profesores nos tocó inventar
sobre la marcha eso que estaba por inventarse: la educación por Zoom (o alguna otra
plataforma de videollamada)3. Y entonces, como lo sabemos hacer muy bien los
educadores, construimos nuevas estrategias disciplinarias: obligar a prender la cámara,
silenciar todos los micrófonos, expulsar a quien escriba sin permiso sobre la pizarra digital,
etc. Algunos dijeron que lo que estábamos haciendo los profesores era la más completa
innovación¸ pero la verdad, los educadores sostuvimos como pudimos el mismo paradigma
educativo tradicional, pero con herramientas tecnológicas distintas.

¿Qué pasó con los estudiantes autistas?

Como nuestra mente está programada para recordar lo mediáticamente visible, entonces,
muy seguramente, los lectores recuerden que hubo una campaña en las redes sociales para
que los niños con autismo, en pandemia, portaran un lazo azul, y con él, se les autorizaba a
salir a la calle, con la idea, loca por cierto, de que los niños y niñas autistas estaban
entrando en crisis por no poder salir a dar paseos por las calles y parques4. Quienes estamos
cerca, en la cotidianidad, de personas autistas, sabemos que esto es más de lo mismo. La
creencia, insisto, loca, de creer que se conoce al ser humano cuando se enuncian estrategias
e imperativos universales con la capacidad de responder a las angustias humanas. La verdad
sea dicha, el lazo azul como permiso para salir a la calle mientras la pandemia, lo usaron

2
El concepto de real para el psicoanálisis tiene muchas definiciones, y a lo largo del texto se irán mostrando
sus matices. En este párrafo, asumimos como real lo que se impone de la vida psíquica del sujeto como
opuesto a los ideales que construimos, las más de las veces, en concurso con quienes nos acompañan en los
grupos que constituyen la vida social. Las manifestaciones de este real fractura el vínculo del sujeto con los
otros. Por ejemplo, una adicción a las drogas, una depresión, etc.
3
No digo educación virtual, pues eso ya existía de antes con propósitos, metodologías y herramientas
didácticas específicas.
4
La noticia salió en varios periódicos, sobre todo de España. Aquí uno de ellos:
https://www.20minutos.es/noticia/4209021/0/que-significa-brazalete-azul-confinamiento-ninos-calle/
(Fecha de consulta: 3 de septiembre de 2022)
algunos autistas, pero creer que esta solución abarca a “todos los autistas” es iluso. ¿Todos
los autistas querían salir a la calle todos los días? Sabemos que no.

En este texto presentaremos el autismo desde una perspectiva psicoanalítica, la cual plantea
como principio innegociable el imperativo de escuchar a los autistas5, pues ellos no esperan
de nosotros una solución a sus angustias, sino que todo el tiempo construyen maneras
singulares de estar en este mundo. En este punto en particular, los autistas nos llevan una
ventaja enorme. De ese modo, podremos aprender, no solo acerca del autismo en medio de
la pandemia, sino acerca de la vida como un empuje que busca su lugar, a pesar de que, con
nuestra cultura moderna y desarrollada, pareciera que buscamos más bien poner diques de
muerte a sus soluciones.

El autismo

No vamos a hablar del autismo en tanto trastorno. Eso lo pueden leer en el DSM – 5, que es
el punto de partida de cualquier persona que se quiera acercar a este tema. Les voy a hablar
de la perspectiva desde la cual me acerco a estudiantes, pacientes, y conocidos que dicen
tener este diagnóstico; la siguiente: cada uno encontró una manera singular de estar en
este mundo, poniéndole un límite a los imperativos de normalidad en los que está montada
nuestra cultura.

¿A qué me refiero con “manera singular”?

En principio, la manera neurotípica (normalizada) de estar en este mundo se puede pensar


con la noción de identificación, que, definida de manera amplia, es un proceso subjetivo
por medio del cual un sujeto se percibe como parte de un grupo, y a la vez, se percibe
también poseedor de una identidad. En cualquier etapa de la vida se puede ver este proceso,
pero la adolescencia es un momento subjetivo especial para ello. Es el momento en el cual
el sujeto se está preguntando por sí mismo, por quién es, a dónde pertenece, y entonces
hace todo un trabajo de búsqueda de lo que podríamos llamar su etiqueta. ¿Quiero ser
ingeniero? ¿Soy lesbiana? ¿Soy emo? ¿Soy artista? Etc. En medio de este proceso, la
inquietud por encajar en la sociedad se ve de manera evidente, distinto de la infancia,

5
Esta idea la presenta Jean Claude Maleval en su libro titulado: “¡Escuchen a los autistas!”.
cuando el encajar, simplemente sucede por el proceso de alienación básico en la
constitución del sujeto.

En esta dirección podría uno pensar que la escuela tiene como función favorecer los
procesos de identificación, por la vía de la evaluación. Cuando alguien recibe un diploma, o
lo que es lo mismo, cuando alguien es bien evaluado por la institución educativa, lo que le
están diciendo es que cumple los requisitos indispensables para ser parte de “los
ingenieros”, “los arquitectos”, “los bachilleres”, etc. Todo el sistema educativo, por lo
menos de Occidente, por más progresista que sea, en tanto que está montado en una
estructura evaluativa, apunta en dirección a que los sujetos moldeen sus vidas teniendo
como referentes unos estándares establecidos por quienes gobiernan la institución
educativa.

En la mayoría de los casos de autismo, sobre todo en sus manifestaciones más explícitas6,
este proceso de identificación no sucede7. Al clásico niño autista no le interesa si lo ven
jugando con sus mocos, con sus heces, con su orina; no le interesa seguir las instrucciones
que el profesor le indica; no le interesa lo que el otro piense alrededor de si lo que está
haciendo es “normal” o no. Desde la perspectiva psicoanalítica hay un reconocimiento de
que el autista todo el tiempo está haciendo un trabajo, en primera medida, para hacerse a un
cuerpo. Y todo este trabajo corporal suele no encajar con los estándares identificatorios
normalizados que espera encontrar la escuela tradicional en los niños. Todo este trabajo
corporal se sale de lo esperado por los teóricos piagetianos acostumbrados a ubicar ciertas
habilidades en ciertas edades específicas. A esta dimensión es a la que llamamos “manera
singular” de arreglárselas en la vida; y “singular” porque puede ser que finalmente el niño
construya un cuerpo, y construya saberes y vínculos con los otros, pero no en los tiempos,
ni en los lugares ni en los modos esperados por la escuela y la familia tradicional.

El niño “normalizado” (neurótico) desde muy temprano construye recursos simbólicos para
arreglárselas consigo mismo y con quienes lo rodean. Por ejemplo, ante la ausencia de su
6
Llamo “manifestaciones explícitas” a lo que estandarizadamente se ha llamado autismo, que son los casos
de mayor dificultad para la familia y la escuela.
7
Un asunto de finura conceptual psicoanalítica: En términos generales, en el autismo no sucede el proceso
de identificación, pues para que suceda esto se necesita la alienación en el orden de lo simbólico; es decir, se
necesita que el parletre consienta al agujero que queda como marca en su encuentro con el lenguaje.
Podemos encontrar a autistas adultos que se reconozcan con alguna etiqueta (soy profesor universitario,
por ejemplo) pero su relación con dicha etiqueta tiene una dimensión más real que simbólica.
figura materna, representa un juego escénico en el que uno de sus muñecos es su mamá;
ante la angustia que le trae la separación de sus padres, puede cantar y bailar; ante el miedo
que le da su profesora de matemáticas, entonces dibuja; y ante el rechazo que sufrió por su
primer amor, puede hacer un diario donde escribe sus tristezas; etc. Todos estos son
recursos simbólicos que dan cuenta de la manera neurótica de articularse con el lenguaje, y
que los psicoanalistas llamamos una articulación significante. El sujeto neurótico, con esta
dimensión del lenguaje se las arregla frente a sus encuentros con lo real de la existencia, o
lo que es lo mismo, con el desencuentro estructural entre los sujetos.

El sujeto autista construye otros recursos a partir de la manera sonora y unívoca de


estructurarse en el lenguaje. Detengámonos un poco en estos dos puntos:

- El lenguaje en tanto sonoridad: Esta es una dimensión de la cual no tenemos muchas


noticias, pues nuestros marcos teóricos suelen ser muy de Ferdinand de Saussure;
pero en Jacques Lacan es claro que el lenguaje no sólo sirve para la comunicación,
sino también para gozar de él. Una manera de identificar este asunto es cuando un
bebé muestra su cara de gozo y satisfacción con alguna palabra en especial, o
alguna honomatopeya. Allí hay sonidos que para el niño son asemánticos, y que por
lo tanto lo que se pone en juego allí no es la dimensión comunicativa del lenguaje,
sino simplemente su sonoridad. Es usual encontrar a personas autistas que repiten
palabras, no para transmitir un mensaje, sino por el simple hecho de repetir y gozar
de esta dimensión sonora8.
- El lenguaje en tanto univocidad: Esto es lo que tradicionalmente se ha dicho de los
autistas; usan el lenguaje de manera literal o unívoca, es decir, con un solo sentido.
Tratan las palabras como cosas. Y por eso necesitan que quien se comunique con
ellos, no lo haga con dobles sentidos, o suponiendo que todo el mundo puede captar
la equivocidad del mensaje entregado. Por ello, por ejemplo, el lenguaje de la
programación y los sistemas tecnológicos les vienen tan bien, pues con un
computador no es posible utilizar la dimensión equívoca del lenguaje, sino solo la
unívoca. Tal instrucción es solo esa instrucción, y no da pie a interpretar de dos

8
Segundo asunto de finura psicoanalítica: Esta dimensión sonora del lenguaje, Lacan la denomina lalangue.
Y no está presente solo en los autistas sino en la dimensión autista de cualquier sujeto. De ello dan cuenta
los testimonios de los Analistas de la Escuela (AE).
maneras distintas. Temple Grandin, cuando le mencionaban la palabra perro, traía a
su mente la imagen de todos los perros que había conocido en su vida, pues cada
perro es distinto. He aquí el modo unívoco de usar el lenguaje.

Sonoridad y univocidad son dos dimensiones del lenguaje a partir de las cuales se
estructura el sujeto autista. Y con ellas han sabido hacerse un lugar en el mundo. Es lo que
demuestran los autistas adultos que van a la universidad, se enamoran, se casan, consiguen
un trabajo, etc. Ellos han sabido negociar consigo mismos y con quienes los rodean, para
sostenerse con su invención singular (usando estas dos dimensiones del lenguaje), pero,
como modo de supervivencia, jugándosela también a enmascararse en medio de los
neurotípicos.

¿Y la pandemia?

Aunque la pandemia removió muchos estilos de vida, la institución educativa se sostuvo en


las mismas prácticas, a pesar de que en apariencia haya habido mucho cambio y mucha
innovación. ¿Cuáles prácticas se sostuvieron? Las que definen una institución educativa: un
lugar al que se acude para cumplir ciertos requisitos necesarios para ser evaluado
positivamente, y así, avanzar año a año hasta llegar a la ceremonia de graduación.
Cambiaron los espacios, las herramientas, las didácticas, la distribución de los tiempos,
pero la oferta siguió siendo la misma.

Detengámonos a pensar lo que implicó que la institución educativa siguiera sosteniendo


dicha oferta, pero fusionando la espacialidad de la casa y la escuela. En medio de esa
situación, nos dimos cuenta de la importancia que tiene esta institución en tanto,
llamémoslo así, guardería para los niños y niñas. Adjudiquémosle a esta dimensión de
guardería, una función crucial para la estructuración de la subjetividad de los estudiantes, y
para la vida cotidiana de la familia: la socialización exogámica9. Y esto tiene que ver con la

9
Está también la socialización endogámica que sucede fundamentalmente en el encuentro de la nueva
criatura humana con sus más cercanos, las más de las veces, su familia.
importancia que tiene para la familia (no sólo los niños y niñas), el hecho de que muchas
horas del día, cada quien, esté en una espacialidad distinta.

En la pandemia, sin la posibilidad de alternar dicha espacialidad, hubo demasiada cercanía


entre los integrantes de la familia, y con ello, salió a flote de manera más clara lo que el
psicoanálisis nombra como no hay relación sexual, pero que también podemos nombrar
como la no existencia de la armonía entre los sujetos. Esos que se aman tanto, y que luchan
día a día, el uno por el otro, empezaron a discutir (e incluso pelear, y hasta maltratarse) a
unos niveles muy altos no experimentados con anterioridad10. El encierro y el continuo
relacionamiento hicieron más difícil la cotidianidad. En este punto es que la función de
guardería que cumple la escuela se visibilizó como un elemento muy importante para la
vida actual de los seres humanos. Muchos padres de familia deseábamos con todas las
fuerzas, que los hijos volvieran a irse a la escuela sus 6, 7, u 8 horas al día. E igualmente
muchos niños estaban cansados de estar todo el tiempo, pegados a un computador, sin
posibilidad del contacto entre los cuerpos con sus profesores y compañeros, sin que
sucediera eso que estamos llamando la socialización exogámica11.

¿Y los autistas en la pandemia?

En principio, sostengamos lo que tal vez pueda ser el único universal posible: en medio de
la pandemia, cada sujeto se las arregló como pudo con los recursos subjetivos que tenía a su
disposición.

Los neuróticos, entonces, para hacerle frente a lo real de la cercanía (inevitable por el
encierro), se sostuvieron en que el camino era la construcción de ideales para seguir
dándole consistencia a los procesos de identificación de los que hablé arriba. Por las redes

10
Esto es lo que plantea la UNICEF en un artículo titulado: “La pandemia incrementó la violencia contra los
niños y niñas en América Latina y el Caribe”. Disponible en: https://www.unicef.org/lac/comunicados-
prensa/la-pandemia-incremento-la-violencia-contra-los-ninos-y-ninas-en-america-latina-y-el-caribe . Fecha
de consulta: 4 de septiembre de 2022.

11
Sobre esta función de guardería, tuve la oportunidad de publicar un artículo en la revista LECTIVA de la
Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia, # 31, diciembre de 2021. Su título: “Las
instituciones educativas y su función de guardería”.
sociales, estos ideales se multiplicaron a la n potencia: hay que reinventarse, hay que hacer
ejercicio, hay que hacer yoga, hay que hacer mandalas, hay que hacer cursos de culinaria,
hay que emprender, hay que cuidar las horas de sueño, hay que, hay que, hay que. Los
ideales son el camino neurótico para enfrentar la angustia, que es el afecto que se pone en
juego cuando lo real del desencuentro se pone en el primer plano.

Y los autistas, cada uno, siguieron construyendo su manera singular de vérselas con el
desencuentro. Subrayaré la palabra siguieron, pues el autista todo el tiempo está en ese
nivel del desencuentro12 estructural de todo sujeto, y, por lo tanto, siguieron construyendo
sus respuestas a lo real, pero no en la vía neurótica de enunciar ideales para todos, o para
los grupos, sino en la vía de lo singular. Es importante entender que en esta dimensión de lo
singular no hay una enseñanza generalizable alrededor de cómo responder a la pandemia, a
la postpandemia, o a cualquier cosa. En esta dimensión lo que existe son las soluciones uno
a uno: está la niña que, ya cuando volvió a clases presenciales, extraña la pandemia como
un tiempo feliz en el que toda su comunicación con la institución educativa era mediada por
las plataformas virtuales; está el niño feliz que por fin le tuvieron que conseguir su
computador personal, y por lo tanto, no tenía que compartir los tiempos de estar frente al pc
con su hermano; está el joven que consiguió sus primeros amigos jugando on line con sus
compañeros de clase; está la joven que entró en crisis porque todo el tiempo tenía a la
madre a su lado mirando cómo se desenvolvía en las clases virtuales; etc.

A los neuróticos nos cuesta entender esto de las soluciones singulares, pues nos
estructuramos subjetivamente en la articulación significante. Y estructurados así, es como
si estuviéramos programados siempre para buscar articularnos, para juntarnos, para estar en
grupos, para buscar que no haya fisura, etc. Es por esto que, fácilmente, nos inventamos el
cielo, las religiones, los estados paradisíacos, las instituciones educativas, los deportes, los
centros comerciales, en fin, nos inventamos la vida en grupo. Invenciones neuróticas que
tienen en el centro lo que en términos psicoanalíticos llamamos la creencia en la existencia
de la relación sexual; o lo que es lo mismo, la creencia en la ilusión de Saussure de que el
lenguaje cumple cabalmente su función de comunicarnos y vincularnos.

Queda por pensar dos asuntos:

12
Jacques-Alain Miller dice: “El niño autista está en lo real”.
Uno: ¿cómo hacen grupo los autistas?

Y dos: ¿El neurótico no experimenta la dimensión sonora y unívoca del lenguaje?

La primera pregunta puede ser todo un trabajo de investigación, pues creo que poco se sabe
de ello; y con respecto a la segunda pregunta, el psicoanálisis, con lo que llamamos el
último Lacan, comenzó a responder de manera afirmativa13.

A modo de conclusión

- De los autistas aprendemos que la construcción de ideales por la vía de la


identificación no es el único camino para hacerle frente a la angustia que
experimentamos en la ausencia de la armonía paradisíaca entre los sujetos.
- De los autistas aprendemos que es posible ponerles un límite a los procesos de
identificación, con el objetivo de reafirmar el goce singular que nos habita por el
simple hecho de ser humanos.
- Los neuróticos, unos más que otros, tendemos a alejarnos del estructural
desencuentro entre sujetos, por la vía del ideal y el engaño que ello conlleva.
- Este mundo está hecho fundamentalmente por neuróticos, y por ello las
instituciones tienen el rostro de la homogenización. Por suerte lo real siempre
insiste, en autistas y neuróticos, y nos recuerda que la singularidad existe.

13
Si alguien quiere profundizar sobre el asunto debe buscar lo que en la Asociación Mundial de Psicoanálisis
se llama como los testimonios de los AE. Son un conjunto de textos escritos por analistas dando cuenta de su
final de análisis, articulado a la dimensión sonora y unívoca, es decir, la dimensión de lalangue.

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