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Trastorno de apego: Consecuencias

Unidad II

TRANSMISION TRANSGENERACIONAL DEL APEGO


La relación afectiva que en la
infancia se establece con las figuras
de apego proporciona el prototipo
de las relaciones afectivas en
etapas posteriores a través de las
representaciones mentales que los
niños van formando y que incluyen
tanto los recuerdos de la relación,
el concepto de la figura de apego y
de sí mismo y las expectativas
sobre la propia relación. Estas
representaciones mentales han
sido denominadas "Modelos
Internos Activos". Éste es definido
por Bolwby como una
representación del sí mismo,
interactuando con una figura de
apego en un contexto o entorno con
carga emocional.
Estos modelos influyen directamente en el modo en que un ser humano se
siente con respecto a cada progenitor y con respecto a sí mismo, el modo
en que espera ser tratado y el modo en que tratará a los demás cuando
niño y posteriormente cuando adulto. Una vez construido, estos modelos
tienden a persistir de manera más o menos estable a lo largo del tiempo y
a operar a nivel inconsciente.

La activación de conductas de apego depende de la evaluación por parte


del infante de un conjunto de señales del entorno que dan como resultado
la experiencia subjetiva de seguridad o inseguridad. La experiencia de
seguridad es el objetivo del sistema de apego, que es, por tanto, primero y
por encima de todo, un regulador de la experiencia emocional. En este
sentido, se encuentra en el centro de muchas formas de trastornos
mentales y de la totalidad de la tarea terapéutica.

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Una historia infantil caracterizada por el rechazo, la desatención y la falta
de apoyo afectivo puede influir en la transmisión del maltrato infantil en
la siguiente generación a través de la influencia que ejercen los modelos
internos de apego en forma de "esquemas cognitivos preexistentes”.

Las investigaciones sobre la transmisión intergeneracional del apego han


asociado fuertemente los patrones de apego de los padres con los
patrones de apego infantiles. La evidencia ha mostrado que la
sensibilidad de los padres es un importante precursor del apego seguro
infantil

René Kaës comenzó sus estudios sobre la transmisión psíquica en la


década de 1980. Se interesó, como Freud lo había hecho, tanto por la
transmisión que se opera entre las generaciones como por la que tiene
lugar entre los contemporáneos. Distinguió dos modalidades de la
transmisión: por una parte, aquella en la que hay una transformación de
lo transmitido, y por lo tanto el sujeto receptor encuentra a la vez que
crea lo que recibe en un terreno que es transicional, y por otra parte,
aquella donde lo transmitido no es objeto de transformación y la
transmisión resulta entonces traumática. Es siguiendo esta última
modalidad que se producen las patologías de la transmisión.

Kaes considera que desde el pensamiento freudiano lo que se transmite


es el afecto y el representante de la pulsión. La memoria del afecto y de la
representación será una huella que podrá seguir un destino en lo
inconsciente; se mantendrá viva, más allá de la represión, fuera de la
consciencia del sujeto, "nada puede ser abolido que no aparezca, algunas
generaciones después, como enigma, como impensado, es decir, incluso
como signo de lo que no pudo ser transmitido en el orden simbólico".

En los últimos años se ha trabajado sobre la idea de la importancia de la


“Función Reflexiva” de los padres como un nuevo concepto que podría
contribuir a entender el mecanismo que explica la transmisión del apego
de padres a hijos, cuestionando la sensibilidad materna en el primer año
de vida, como principal mediador del apego seguro infantil.

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Ésta permitiría a la madre distinguir entre sus propios afectos y los
afectos de su hijo, y por tanto la capacitaría mejor para manejar y regular
los afectos negativos del bebé, manteniendo controlada su propia
hostilidad y temor.

Fonagy nos habla de la “mentalización”. Mentalizar es la capacidad de


significar la experiencia de uno mismo y de los otros en términos de
estados subjetivos y procesos mentales. Esta capacidad se ha descrito
como uno de los mayores logros del desarrollo, y se propone que
alcanzarla es facilitado por relaciones de apego seguro. Es así como el
entendimiento de sí mismo o de los otros, en términos de pensamientos,
sentimientos y deseos, depende crucialmente de que se haya sido
adecuadamente entendido por los propios cuidadores. En este contexto la
mentalización no es sólo un proceso cognitivo, sino un proceso en el cual
la regulación afectiva tiene un rol fundamental, siendo ésta un preludio de
la mentalización. Es así como una vez que la mentalización ha ocurrido, se
transforma la naturaleza de la regulación afectiva, surgiendo la
llamada afectividad mentalizada que consiste en una capacidad madura
de regulación afectiva que permite descubrirlos significados subjetivos de
los propios estados afectivos.

Sin embargo, es importante considerar que el fenómeno de la transmisión


intergeneracional es de una alta complejidad. No sería razonable esperar
que ésta fuese explicada en su totalidad por una sola dimensión, sea ésta
la sensibilidad o bien la función reflexiva. Mucho más probable, y así lo
sugiere la evidencia hasta la fecha, es que la transmisión esté afectada por
múltiples dimensiones, y que cada una de ellas explique cierto monto de
la varianza. Ahora bien, los nuevos hallazgos evidencian la necesidad de
revisar la hegemonía de la sensibilidad materna como precursor del
apego, sobre todo cuando se trata de diseñar intervenciones clínicas y de
promoción del apego seguro.

Lebovici al describir el concepto de la transmisión intergeneracional del


vínculo, señala que el foco ha sido puesto sobre los conflictos infantiles de

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los padres, con su respectiva infancia de los abuelos, constituyéndose así
lo que él designa como "el mandato transgeneracional”. Nos hace notar
que la transmisión intergeneracional hace posible comprender los efectos
de los conflictos de la infancia de los padres en el desarrollo de sus hijos.
La transmisión intergeneracional también introduce a las generaciones de
los abuelos dentro de la vida psíquica de los hijos, a través de los
conflictos infantiles de los padres, ya sea preconsciente o reprimido.

Un autor muy interesante dentro del Psicoanálisis y la teoría de las


relaciones objétales fue Ferenczi quien recupera el concepto de trauma
como factor etiológico, en un trabajo titulado “la confusión de lenguas
entre los adultos y los niños EL lenguaje de la ternura y el lenguaje de la
pasión”, en este texto se refiere al “malentendido” traumatizante que se
produce cuando los niños se expresan con ternura, y los adultos
responden de una manera que resulta violenta para aquéllos porque
traducen las expresiones infantiles a su lengua, que es la de la pasión de la
sexualidad adulta. “El niño habla el lenguaje de la ternura y el adulto le
responde en el lenguaje de la pasión”.

Describe tres tipos de traumatismos producidos por la pasión de los


adultos:1) el de la “seducción incestuosa”, que no activa defensas en el
niño sino “identificación con el agresor” (expresión de Ferenczi); 2) el
“insufrible castigo”, que induce fijaciones y escisiones causadas por el
miedo; 3) el “terrorismo del sufrimiento”, causado por adultos
significativos, de quienes el niño aprende expresiones y experimenta
vivencias que hacen, por ejemplo que “una madre sufriente pueda hacer
de su hijo su niñera vitalicia” (Ferenczi)¸estaba muy atento a la capacidad
extraordinaria que pueden desarrollar los chicos para asumir como tarea
de su vida la “curación” de los padres. Esta hipótesis se encuentra en un
breve trabajo llamado “El Sueño del Bebé Sabio”; allí cuenta cómo ciertos
niños se fueron transformando en improvisados terapeutas de sus padres
neuróticos, psicóticos o perversos, y que de adultos padecen las
consecuencias de aquel esfuerzo.

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Ferenczi consideraba traumática toda situación en la que el adulto no
hacia su función protectora, sino que utilizaba al niño para sus fines, sin
tener en consideración las auténticas necesidades del niño.

En el artículo “El niño no bienvenido y su impulso de muerte


“(Ferenczi.1929), estableció un nuevo tipo de neurosis, llamada”neurosis
de frustración”, donde el trauma no consiste sólo en acciones y eventos,
sino en la desiderativa parental, fundamentalmente en la no investidura:
los padres que no desean ni quieren al niño. Este trauma, o frustración, es
el generador de las más variadas patologías mentales, y puede ser
inductor de complicaciones orgánicas, hasta llevar al sujeto, en algunos
casos, a la muerte.

Esta idea de trauma, como efecto de los procesos psíquicos del otro,
desplaza la idea hacia la cualidad del vínculo interpersonal. En “el
terrorismo del sufrimiento”, los niños se ven obligados a soportar todo
tipo de conflictos familiares y llevan sobre sus frágiles hombros el peso de
los restantes miembros de la familia. No lo hacen por desinterés, sino
para poder disfrutar de nuevo de la paz desaparecida y de la ternura que
se deriva de ella. Una madre que se lamenta continuamente de sus
sufrimientos puede transformar a su hijo en una ayuda cuidadosa, es
decir, convertirlo en un verdadero sustituto maternal, sin tener en cuenta
los intereses del niño.

Balint, depositario directo del legado de Ferenczi, explica muy claramente


la idea central de su maestro sobre lo que consideraba traumatógeno: La
desproporción esencial entre la limitada capacidad para gestionar la
excitación que tiene el niño y la estimulación de los adultos, excesiva o
insuficiente, inconsciente, y por lo tanto incontrolada, cargada de pasión y
simultáneamente de culpa. Al niño le da lo mismo que los adultos
denominen a esta estimulación, cuidados corporales, juego divertido,
educación para la libertad, dar ejemplo, moralidad estricta, premio o
castigo, o la distinta manera en que se disfraza esta modalidad...

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El concepto que aporto Ferenczi “identificación con el agresor” se refiere
a nuestra respuesta defensiva cuando nos sentimos presionados por la
amenaza, cuando hemos perdido la sensación de que el mundo nos
protegerá, cuando estamos en peligro sin posibilidad de escapar.
Entonces hacemos desaparecer nuestro self. Disociamos la experiencia
presente, como los camaleones, nos mimetizamos con el mundo que nos
rodea, exactamente con aquello que nos da miedo, para protegernos.
Dejamos de ser nosotros mismos y nos transformamos en la imagen que
otro tiene de nosotros. Y todo esto de una manera automática. Es una
defensa autoplástica al trauma. Esta idea es mucho más amplia que la que
Anna Freud utiliza sobre este concepto en donde sostiene que el niño
asume los atributos, o imita al agresor, transformándose en la persona
que amenaza.

Ferenczi habló de tres acciones simultáneas: el niño se somete


mentalmente al agresor; este sometimiento le permite saber los deseos
del agresor; y, el niño hace una especie de pseudo-progresión traumática
o pre-maduración patológica que le permite saber aquello que le salvaría.

Según Ferenczi el niño traumatizado siente mucha confusión, se siente


inocente y a la vez culpable, pero el efecto traumático se hace todavía más
patente cuando el niño lo explica a otro adulto y este no soporta lo que le
explica, lo minimiza, o incluso lo niega y lo desmiente. Si esto se da por
parte de los dos padres, ello lleva al niño a la retirada narcisista. Por lo
tanto consideraba que los niños podían superar fuertes situaciones, sin
amnesia o consecuencias neuróticas, si la madre está disponible con su
comprensión y ternura, y con su total sinceridad.

Cuando el niño acude a otro adulto (victima de alguna situación de abuso)


para aclarar y encontrar un sentido a lo que ha pasado, recibe por parte
de este adulto, que no puede soportar el discurso del niño, una
desmentida que interrumpe todo proceso introyectivo y paraliza el
pensamiento. El adulto, que se comporta casi siempre como si no hubiera
pasado nada, prohíbe al niño no sólo la palabra, sino también la

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posibilidad de representación y fantasmatización. Las palabras quedan
enterradas vivas.

Ferenczi nos advierte a los terapeutas, de forma reiterada, que la


situación traumática puede volverse a repetir en la situación analítica,
cuando el terapeuta: desconoce la realidad del trauma, desestima las
percepciones reales del paciente con respecto al terapeuta, o cuando, por
falta de empatía, no es receptivo a sus necesidades, y le impone sus
propias percepciones y valores. Es entonces cuando se produce la re-
traumatización; sin lugar a dudas, percibió que la interpretación, de los
contenidos de las fantasías inconscientes del paciente, no era suficiente.
Por lo que queda claro que reconocer la percepción de la realidad
psíquica del paciente y el encuentro empático será clave para el
encuentro terapéutico.

Tanto Winnicott (1963) como Kohut (1959) remarcaron la importancia


terapéutica del reconocimiento por parte del analista de la validez, desde
la perspectiva del paciente, de estar re experimentando en la relación
transferencial el trauma original. “Para el paciente gravemente
traumatizado el analista no es la pantalla que sirve para proyectar la
estructura interna; sino la continuación directa de una realidad temprana
que fue demasiado distante, demasiado rechazante, o poco merecedora de
confianza. El analista es el antiguo objeto con el que el analizando trata de
mantener contacto” (Kohut, 1959).

La influencia de Ferenczi fue muy importante para aquellos autores que


consideran que la inadecuación de los objetos primarios a las
necesidades del niño y una atención precoz inadecuada son causantes de
patología mencionaremos solo algunos : Balint (trauma y falla básica),
Winnicott (trauma relativo cuando la madre no es suficientemente buena,
holding, falso self), Fairbairn, Guntrip, Bowlby; y también entre los post-
kleinianos encontramos raíces ferenczianas en Bion (cuando destaca la
importancia de la rêverie materna y la función continente para poder
transformar los elementos beta en alfa), en Esther Bick (con el papel

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destacado que da a la observación de bebés a la hora de comprender lo
que se juega en la relación entre el niño y sus primeros objetos) y en
Meltzer (cuando se refiere a las funciones emocionales de la familia y a su
papel educativo); en el transcurso del seminario los iremos trabajando.

Cuando esta figura de apego traumatiza al niño, éste inhibe su función


crítica y se vincula ansiosamente aún más a ella. La capacidad de
mentalización del niño disminuye. Y aquí podríamos encontrar la
explicación de la identificación con el agresor; se trata de recuperar el
self destruido desde dentro por identificación con el agresor.

Fonagy nos dirá: “Para escapar de las garras del trauma, el individuo
necesita ayuda para recuperar la mentalización. Por suerte hay muchos
caminos para ello; recordar en el contexto de una relación analítica
contenedora es uno de ellos, aunque no el único”

En circunstancias no traumáticas, el apego es el terreno de juego ideal


para el desarrollo de la mentalización, porque es un terreno seguro y el
niño puede permitirse explorar, equivocarse y rectificar sin un miedo
excesivo. Pero cuando se produce el trauma justamente porque la
persona en la que el niño busca seguridad y protección es la que da
miedo, el impacto psíquico es devastador. Y se crea un círculo vicioso
psicobiológico.

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DISFUNCIONES EN LA PARENTALIDAD

La reacción inapropiada de la
madre a las iniciativas del bebé
altera el proceso de regulación
mutua y constituye una fractura
en la intersubjetividad.
El fracaso materno en reparar los
fallos interactivos no sólo se
caracteriza por la retracción sino
también por la intrusión. El
exceso de estimulación ofrecido,
a veces ansiosamente, no logra
ser regulado por la capacidad
regulatoria lograda por el bebé a
diferentes edades y se convierte
en negativo.
Los patrones interactivos de intrusión y retracción alteran de forma
diferenciada el proceso regulador.

Los niños de las madres retraídas no logran obtener una conexión social
por la falta de respuesta de la madre y por su propia imposibilidad de
reparar la interacción. Se desregulan y esto hace que empleen sus
recursos para controlar este estado. A largo de cierto plazo, se auto-
calman y se retraen para vérselas con su estado. El éxito logrado en
estabilizar su estado afectivo, se emplea automáticamente y se vuelve
defensivo.

Los niños de las madres hostiles e intrusivas no pueden reparar la


interacción porque la madre constantemente altera las actividades del
niño. Estos bebés al principio se enojan y se alejan de la madre, sin
embargo, a diferencia de los niños con madres retraídas, estas conductas
pueden tener éxito en limitar la intrusividad materna. Finalmente estos
niños internalizan un estilo para manejarse que es enojoso y protector y
se emplea defensivamente, anticipándose a la intrusividad materna.

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Podríamos concluir que en el primer caso (madres hostiles e intrusivas)
se observarán bebés más retraídos y menos comunicativos con su
ambiente y en el segundo (madres retraídas) observaremos bebés más
irritables y menos consolables.

El psicoanálisis actual está redescubriendo la importancia del factor


traumático en el origen de la psicopatología, siguiendo los pasos de
Ferenczi. No se trata de un retorno a la teoría del trauma y la seducción
que Freud sustituyó por la teoría de la psicosexualidad infantil y la
fantasía edípica, sino de una concepción más amplia en la que se
considera traumática toda situación en la que el adulto no ejerce su
función protectora y que utiliza al niño para sus fines e ignore sus
auténticas necesidades.

Otro autor que hemos mencionado, Bion que subrayó la importancia de


la“ rêverie materna” , la describió como la capacidad de la madre para
devolver al bebé la experiencia emocional insoportable (elementos beta),
en forma de pensamientos adecuados para ser contenidos y pensados por
él (elementos alfa). La llamó rêverie en alusión al estado mental
requerido, en la madre, para estar en sintonía con las necesidades del
bebé.

Bion planteó tres ejemplos de relación que pueden establecerse entre


ambos:

1) Un lactante que llora de ansiedad por temor a morir, y encuentra una


madre afectuosa y comprensiva que levanta al niño, le sonríe y le hace
entender que está ahí. El niño se calma porque ha logrado, a través de la
identificación proyectiva, colocar en la madre su temor a la muerte, y ese
temor queda desintoxicado, metabolizado por la capacidad de rêverie de
la madre, y es devuelto al niño como un temor leve y soportable.

2) Un segundo caso es aquel en que la madre reacciona con ansiedad e


incomprensión, y no sabe qué le pasa al niño, habiendo distancia afectiva

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entre ella y el bebé que llora. La madre ha rechazado la proyección del
niño, y le devuelve su temor a morir sin modificarlo.

3) En un tercer caso, puede ocurrir que se trate de un bebé perturbado o


de una madre trastornada. En este caso, la fantasía subyacente a la
identificación proyectiva es que la madre, en lugar de desintoxicar el
temor a morir, proyectado por el niño, actúa como un objeto malo que
despoja a la proyección del bebé de un significado específico y le devuelve
un “terror sin nombre”.

Para Bion, si esta sintonía falla, la madre puede producir un bebé


psicótico, o bien, si es incapaz de contener la experiencia emocional del
bebé, puede suceder que deje perdido en el aire el contenido proyectado,
y devenga un autismo, o la inicial formación de un carácter esquizoide, o,
en el mejor de los casos, dificultades menores en el aprendizaje.

Por tanto, el proceso de revêrie equivale a un metabolismo mental, donde


el bebé descarga en la madre lo intolerable, lo que le provoca displacer, lo
incomprensible, ocasionado por sensaciones, percepciones o
sentimientos que le generan ansiedad, donde la madre los contiene y
ayuda a elaborarlos. Según Bion, cuando se da este tipo de intercambios
repetidos entre la madre y el bebé, van transformando la estructura del
yo, y de esta manera, se forma un yo realista, que ha internalizado,
inconscientemente en su núcleo, a un objeto con capacidad para pensar y
reconocer las cualidades psíquicas en uno mismo, y en los demás

Por lo tanto entendemos el inconsciente dinámico como constituido en el


sistema de influencia mutua niño-cuidador, se hace evidente que la
frontera entre consciente e inconsciente es el producto de un contexto
intersubjetivo específico.

De aquí se derivan dos formas parecidas de contenidos inconscientes que


se dan cuando falta la respuesta validadora en el entorno: una forma
sería, cuando las experiencias infantiles no son respondidas o son
activamente rechazadas, entonces el niño percibe que hay aspectos de él

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que no son bienvenidos o son peligrosos para el cuidador, por tanto estos
aspectos los ha de reprimir para salvar la relación que es necesaria para
la supervivencia; este es el origen del inconsciente dinámico

La otra forma sería cuando aspectos de la experiencia del niño


permanecen inconscientes, no porque hayan sido reprimidos, sino porque
al no haber recibido validación por parte del cuidador, el niño no los ha
podido hacer suyos y, por tanto, no puede disponer de ellos. Esta forma
correspondería al inconsciente invalidado. Desde la perspectiva
intersubjetiva, el límite entre consciente e inconsciente es flexible, va
cambiando en función de la sensibilidad del entorno hacia diferentes
aspectos de la experiencia relacional. La idea de un límite flexible
contrasta con la noción tradicional de barrera represiva como una
estructura intrapsíquica rígida que separa los contenidos conscientes e
inconscientes.

Podemos distinguir tres formas interrelacionadas de inconsciente: (1) el


inconsciente pre reflexivo –los principios organizadores que dan forma a
las experiencias de una persona; (2) el inconsciente dinámico –
experiencias que han quedado disociadas porque fueron percibidas como
amenazas para las relaciones que son vitales; y (3) el inconsciente
invalidado –experiencias que no han podido ser articuladas porque nunca
evocaron respuesta del entorno. Estas tres formas de inconsciente
derivan de contextos intersubjetivos específicos. Esta conceptualización
del inconsciente deja de lado los conceptos metapsicológicos para hacer
una formulación en términos cercanos a la experiencia intervincular.

El tipo de acción terapéutica en el tratamiento psicoanalítico difiere en


cada una de las tres áreas del inconsciente.1) El inconsciente pre reflexivo
se aborda investigando cómo el paciente organiza la relación con el
analista en base a sus principios organizadores. Este análisis se hace
siempre desde la subjetividad del paciente y siempre teniendo en cuenta
la contribución del analista. Esto facilita la reflexión del paciente sobre sí
mismo y propicia que establezca modos alternativos de relación.

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2) El inconsciente dinámico se trasforma a través del análisis de las
resistencias, es decir, a través de la investigación de la expectativas y
miedos del paciente a ser re traumatizado nuevamente, como lo fue en su
infancia, si comunica al analista sus estados afectivos y sus necesidades.
El analista tiene muy en cuenta aquello que el paciente percibe en él que
hace que anticipe una posible re traumatización. Este tipo de análisis va
proveyendo de experiencias de seguridad, de manera que los estados
afectivos que habían quedado disociados pueden ser integrados.

3) El Inconsciente invalidado. El análisis de esta área del inconsciente es


especialmente importante en pacientes que presentan estados de
fragmentación, de desorganización o psicosomáticos. Son pacientes que
vivieron una infancia en la que muchas de sus experiencias no
consiguieron evocar una sintonía validadora por parte de sus cuidadores,
en consecuencia, sus percepciones han quedado poco definidas y son
difíciles de sostener, fácilmente quedan anuladas por los juicios de los
demás y, tienden a sentir los afectos más como estados corporales difusos
que como sentimientos elaborados simbólicamente. La investigación y
sintonía del analista con la experiencia interna del paciente, siempre
desde la perspectiva del paciente, sirve para reforzar la confianza del
paciente en la validez de su experiencia y, por tanto, es vital para la
consolidación del sentimiento de sí.

Debemos destacar el papel importante que juega en este proceso la


habilidad del cuidador para identificar correctamente y para verbalizar
los afectos tempranos del niño. Las respuestas de sintonía empática
propician que sensaciones que en un principio son corporales, pasen a
codificarse simbólicamente y después cristalicen en los distintos
sentimientos.

Por tanto, el grado en que una persona puede llegar a experimentar los
afectos como mente (es decir, como sentimientos) en lugar de únicamente
como cuerpo, dependerá de la presencia de un contexto intersubjetivo
facilitador. Cuando esto falta, es fácil que los afectos continúen

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experimentándose como estados corporales. En estos casos, la división
entre mente y cuerpo se hace de forma que el campo de experiencia
vivido como corporal es comparativamente muy grande e incluye estados
afectivos que ordinariamente se viven como mentales. Los problemas
psicosomáticos en los adultos se entienden, desde esta perspectiva, como
la consecuencia de la detención del desarrollo afectivo.

La experiencia subjetiva de estar en el cuerpo, a lo que Winnicott se


refiere como “indwelling” (habitar en lo interno), hace que la piel se
convierta en la frontera subjetiva entre el self y el no-self y que se
vivencie a la psique residiendo en el soma. Esta unidad entre mente y
cuerpo se consigue a través de estímulos, sensuales y de otro tipo, de la
superficie corporal del niño que se dan en la interacción temprana entre
niño y cuidador, lo que Winnicott describe como “handling”
(manipulación) y “holding” (sustentación). La sintonía afectiva del
cuidador con estos estados se comunica principalmente a través de
contactos sensorio motores con el cuerpo del niño (como el “holding”, o el
“tener en brazos”).

Los déficits en esta sintonía comportarán diferentes deformaciones del


self corporal del niño o un desarrollo incompleto del sentido
deindweling (habitar el propio cuerpo). La unidad de mente y cuerpo
queda así vinculada a un entorno de self objetos sustentadores.

En los estados extremos de desconexión mente-cuerpo suele haber fallas


importantes en la sintonía afectiva temprana, intrusiones físicas que
dañan, privación de necesidades de contacto y sentimientos de amenaza a
la supervivencia física. Se distinguen dos tipos de experiencias que
pueden generar una separación radical entre mente y cuerpo:

1. Las que reflejan un fracaso inicial en lograr un sentimiento de que la


psique habita en el cuerpo, este fracaso deja a la persona vulnerable a los
estados de despersonalización y desintegración entre mente y cuerpo. Se
daría en contextos intersubjetivos caracterizados por déficits en la
sintonía afectiva temprana junto con intrusiones destructivas.

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2.- Las que hacen que uno no se sienta identificado con el propio cuerpo y
que tienen como objetivo protegerse de los peligros que comportaría el
sentimiento de existir dentro del cuerpo. Se darían en contextos
intersubjetivos que incluyen amenazas inmediatas al self físico,
experiencias traumáticas de estar cerca de la muerte y peligros
provenientes de otras personas que son percibidas como amenazas a la
supervivencia psicológica del self.

Habría otras formas intermedias de trastornos en la cohesión mente-


cuerpo. Por ejemplo, en casos de abuso sexual infantil, se da el
sentimiento que la mente es algo que flota fuera o por encima del cuerpo.
En otros casos la persona experimenta que la mente está localizada en su
cabeza y separada del resto del cuerpo. Esta división suele surgir
defensivamente cuando la expresión de necesidades y deseos corporales
(como la necesidad de ternura, de contacto sexual, etc.) es rechazada por
el entorno, con lo cual el cuerpo y sus necesidades pasan a
experimentarse como algo defectuoso y repugnante para los otros.

Un tercer grupo de experiencias que ejemplifican este nivel intermedio de


desunión cuerpo-mente lo vemos en la identificación de la persona con
algo externo, normalmente un punto de vista crítico hacia el propio self.
En este caso, en el pasado no había amenazas a la integridad del self, sino
que el niño, para mantener lazos seguros con sus cuidadores, había de ser
muy hábil en poder satisfacer las expectativas estrictas que se le
imponían desde fuera. Para preservar los lazos con el cuidador el niño
abandona su propia experiencia (no reconocida especularmente desde
fuera) y en su lugar abraza una perspectiva externa. Esta acomodación
puede dar lugar a un sentimiento de existir fuera del propio cuerpo; el
cuerpo se convierte en el foco de un juicio crítico que da lugar a una
autoconciencia muy vergonzante.

Lo que hace que un afecto se vuelva insoportable no es la intensidad de


los sentimientos dolorosos que un acontecimiento puede generar, el
afecto doloroso se vuelve traumático cuando no se da por parte del

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entorno la respuesta empática que el niño necesita, como ayuda, para ser
capaz de tolerar, contener y aliviar el impacto doloroso.
Es importante destacar que las experiencias infantiles dañinas –pérdidas,
por ejemplo- no son por sí mismas necesariamente traumáticas (o al
menos no de forma duradera) o patogénicas, siempre que haya un medio
con capacidad de respuesta empática. Es la ausencia de sintonía y de
respuesta adecuada a las emociones dolorosas del niño lo que las hace
insoportables y por tanto traumáticas. Aquí se incluyen tanto los
acontecimientos traumáticos aparatosos y claros como los más sutiles,
por ejemplo, los traumas acumulativos que tienen lugar de forma
continuada a lo largo de la niñez y que a menudo provienen de una
patología de carácter específica de los padres, los cuales utilizan al niño
de forma narcisista en lugar de brindarle reconocimiento y aceptación.
Uno de los principales postulados de la teoría psicoanalítica es la
existencia de una concordancia intergeneracional en los patrones de
relación, en donde el vínculo temprano con la madre se internaliza, y se
activa posteriormente cuando se reedita y revive en otras relaciones
significativas; como se aprecia en la relación de pareja y en la liga
emocional que se establece con los hijos
Lo importante no es el tipo de relación que el adulto sostuvo durante su
infancia con sus figuras de apego, sino la posterior elaboración e
interpretación de estas experiencias. Es decir, no es tan determinante el
tipo de apego que se tuvo con los padres propios sino la reelaboración
consciente e inconsciente que luego, durante la vida y el cumplimiento del
rol de padres se haga de aquella experiencia.
El hecho de que exista la transmisión generacional del apego no debe
llevarnos a pensar que siempre es una copia exacta del apego materno. Si
bien los modelos representacionales del tipo de apego parecen tener
mucha estabilidad, algunos acontecimientos en la vida de los padres,
pueden provocar cambios.

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SEPARACION COMO EXPERIENCIA TRAUMÁTICA


Aunque Bowlby admitió que el
niño puede llegar a establecer
vínculos afectivos con distintas
personas, pensaba que los niños
estaban predispuestos a
vincularse especialmente con una
figura principal, y que el apego
con esta figura sería especial y
distinto cualitativamente del
establecido con otras figuras
secundarias.
A esto lo llamó monotropía o monotropismo y planteaba que era lo más
conveniente para el niño/a. Consecuentemente, una situación donde los
niños fueran criados por varias personas no sería adecuada. Más tarde
Bolwby afirmó haber sido malinterpretado sobre este particular. Este
planteo surgió ante la fuerte oposición que le hicieron movimientos
feministas

Es común que cuando un niño/a está triste o enfermo busque la


compañía de su madre preferentemente, pero también es posible que
prefiera al padre. Investigaciones realizadas en este sentido prueban que
en el momento del nacimiento los padres pueden comportarse tan
sensibles y dispuestos a responder a los bebés como las madres. Es
importante tener en cuenta este punto en la capacidad de adopción
homoparental.

El apego no sólo se produce con relación a las figuras parentales. Aunque


se admite que hay poca investigación al respecto, se sabe que con los
hermanos se logran verdaderas relaciones de apego. Los niños se ofrecen
unos a otros ayuda y consuelo en situaciones desconocidas o
amenazantes. La clínica nos muestra la cooperación que existe entre los
hermanos en familias disfuncionales así como la particularidad de

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
violencia entre hermanos como manera inconsciente de elaborar los
conflictos que existen entre la pareja parental.

Apego madre-apego padre. Bretherton, plantea que hay una concordancia


entre el tipo de apego que el niño establece con ambos progenitores.
Cuando el niño muestra un tipo de apego seguro en la” Situación del
Extraño” con la madre, es muy probable que también sea clasificado como
de apego seguro cuando es el padre quien acompaña al niño en esta
situación. También hay una clara similitud en cuanto al tipo concreto de
apego inseguro mostrado hacia ambos padres. .

SEPARACION POR INTERNACION

El elemento esencial en una internación parece ser la calidad de los


cuidados que se ofrecen al niño como alternativa a los cuidados de los
padres. Esto será lo que determinará la seguridad del apego. Si los
cuidados son adecuados y promueven que el niño pueda interactuar con
los padres sin ansiedad, no se espera que aparezcan problemas
emocionales.

Por otra parte, la experiencia clínica ha aportado sobre ciertos elementos


a tener en cuenta en estos casos. Brazelton (1992) indica la importancia
de que los padres reconozcan los sentimientos dolorosos asociados a
dejar al bebé en una institución (jardín maternal etc.); el tenerlos claros
puede ser muy útil para manejar la situación emocional que se genera en
el ambiente familiar. Este autor recomienda para facilitar la transición del
hogar a la institución, que los padres deben prepararse para ese proceso,
deben comentar al niño/a, sobre lo atractivo de jugar con otros niños,
presentarlo a su cuidador/ra, permitirle que lleven consigo un objeto de
casa y recordarle cuándo regresarán a buscarlo.

En conclusión, los niños son capaces de establecer vínculos de apego con


distintas figuras, siempre que éstas se muestren sensibles y cariñosas. No
es de antemano negativa la existencia de varias figuras de apego. Por el
contrario puede ser muy conveniente, pues facilita elaboración de los

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
celos, el aprendizaje por imitación y la estimulación variada. Incluso es
una garantía para una mejor adaptación en caso de una inevitable
separación de los padres en caso de accidente, enfermedad o muerte.

Hay varias hipótesis entre las cuales la que parece recibir mayor apoyo es
la que se conoce como: “el modelo de bondad de ajuste”. Éste postula que
el factor clave es la interacción entre las características temperamentales
del niño y las características de los padres. Es decir, ciertos rasgos del
niño pueden influir en el tipo de interacción adulto-niño y, por tanto, en la
seguridad del apego, pero en función de la personalidad y circunstancias
del adulto. Por ejemplo, la irritabilidad en el niño puede suscitar
respuestas completamente diferentes en dos personas de distintas
características de personalidad.

Las experiencias de separación son un sin fin en la vida de los niños y son
una parte esperable en el desarrollo. El permitir a un padre irse al trabajo
o decir adiós en la puerta del colegio, dormir en casa de un amigo y
aceptar el cuidado de otro miembro familiar, o de otros menos familiares
o conocidos son ejemplos de estas separaciones esperadas, de hecho, bajo
circunstancias óptimas, las separaciones promueven el desarrollo en los
niños preescolares y en los niños en edad escolar.

Experiencias potencialmente más disruptivas, que incluyen la pérdida del


padre o la madre, también el divorcio o una enfermedad severa
debilitadora o la muerte, tendrán otra dimensión emocional, pero
siempre dependerá del sostén emocional con que cuente el niño.

Del mismo modo, que las separaciones que ocurren dentro de un contexto
de abuso infantil o negligencia, imponen múltiples problemas y retrasos
en el desarrollo, además de la pérdida de un padre, que puede o no haber
sido el abusador (Cuando el abuso corre por cuenta de alguna de las
figuras paternas, tenemos que pensar que no solo hay que elaborar el
abuso en si mismo sino la perdida de la figura que debería haber
proveído cuidado y protección.

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
Incluso en las tipologías más superficiales es realmente extraño que la
separación sea una experiencia de una sola dimensión. El campo de
trabajo ha cambiado a través del tiempo cuando la separación era vista
como un suceso que tenía un efecto predecible cuando ocurría en los
primeros años de vida... Se sabe que un trastorno clínico particular puede
ser el resultado de múltiples factores y de perturbaciones similares (por
ejemplo: la deprivación y la separación traumática) pueden ser
consecuencia de diferentes resultados.

MENTALIZACION - ABUSO

En adultos con una historia de trauma en el apego en la infancia, a


menudo parece presentarse una falla adquirida de la capacidad de
concebir cómo piensan o sienten las personas. Llamamos a esto “fracaso
en la mentalización”. “Mentalización” es un concepto introducido
originalmente por psicoanalistas franceses en su trabajo con pacientes
psicosomáticos

El primero de éstos es la hiperactivación del sistema de apego. El apego


es el campo de entrenamiento ideal para el desarrollo de la mentalización
porque es seguro y no competitivo. Esta configuración biológica, que es
tan adaptativa en el contexto del desarrollo normal, se vuelve
inmensamente destructiva en presencia del trauma en el apego

El trauma en el apego híper-activa el sistema de apego porque la persona


a quien el niño busca para protección y consuelo es quien causa temor. El
devastador impacto psíquico del trauma en el apego es por lo tanto el
resultado combinado de la inhibición de la mentalización por el apego y la
hiperactivación del sistema de apego por el trauma. Este contexto
demanda una extraordinaria capacidad de mentalización por parte del
niño, pero la hiperactivación del sistema de apego habrá suprimido la
(limitada) capacidad que posee.

La coincidencia del trauma y el apego crea un círculo vicioso biológico. El


trauma normalmente lleva a un niño a buscar seguridad en la cercanía de

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
la figura de apego. Esto genera una característica dependencia de la
figura maltratadora, con el riesgo real de una secuencia creciente de más
maltrato, incremento de la angustia y una aún, mayor necesidad interior
de la figura de apego. La inhibición de la mentalización en una relación de
apego hiperactivada traumatizante es siempre probable que conduzca a
una realidad psíquica pre-mentalistica, en gran medida dividida entre la
equivalencia psíquica y el modo “hacer de cuenta”. El recuerdo del
trauma se siente real, por lo tanto hay un peligro constante de
retraumatización desde el interior.

El niño traumatizado comienza con frecuencia a tener miedo de su propia


mente, necesitando aún más de la figura de apego. La inhibición de la
mentalización es a menudo una adaptación intrapsíquica al apego
violento traumático. El estado mental francamente malévolo del
abusador aterroriza al niño indefenso. El abuso por parte de los padres
socava la capacidad de mentalizar del niño, porque ya deja de ser seguro
para éste, por ejemplo, pensar acerca del desear, esto implica reconocer
el deseo de sus padres de hacerle daño. En realidad, por supuesto, nunca
es una única figura quien está involucrada sino una dinámica familiar
entera, que es no-mentalizadora. Sabemos por estudios transversales que
la atmósfera familiar es un potente predictor de la precocidad en la
mentalización

En esta clase de escenario familiar el problema tiene inevitablemente


múltiples niveles, así como también está múltiplemente determinado. El
miedo a la mente del abusador se acrecienta por la evidente incapacidad
de la figura de apego primaria, (a menudo la madre), para proteger al
niño. Éste invariablemente lo experimenta como un fracaso por parte de
la madre para percibir su sufrimiento.

La experiencia de ser enfrentado al vacio mientras se padece un terror


extremo puede por sí misma generar un deseo intenso de evitar a las
mentes, o ver a la figura de apego como incapaz de reflejar el propio
estado mental. Así, un componente importante de la violencia

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
interpersonal es el rechazo explícito de la persona violenta por el
conocimiento de los estados mentales. La tragedia de la transmisión
transgeneracional del trauma en el apego se basa en el socavado de la
mentalización en el niño abusado, quien entonces llegará a ser el
abusador de sus propios hijos. El tercer y último aspecto del trauma en el
apego, que clínicamente es el más significativo, es la identificación
proyectiva, que puede convertirse en un asunto de vida o muerte. El
primero de los elementos de psicoanálisis de Bion es “la característica
esencial de la concepción de la identificación proyectiva de psíquica que
el trauma en el apego deja a su paso; afecta la capacidad de hacer frente a
todas las vicisitudes comunes de la vida mental: conflictos inconscientes
relacionados con la agresión, deseos edípicos y defensas montadas en
contra de los mismos, vulnerabilidades narcisistas, conflictos en relación
con objetos ambivalentemente catectizados, etc.

Todos los dolores inexorables de la condición humana son vividos con la


crudeza de una herida abierta sin la protección de la “piel” que provee la
mentalización. Aun cuando estos derivados interactuarán con el trauma
sufrido, la intensidad de los sentimientos asociados no debe inducir al
analista al error de pensar que estos últimos conflictos, son la causa
subyacente de la angustia psicológica del paciente; han sido amplificados
y prolongados por la dificultad que tiene el paciente para procesar
mentalmente todas las experiencias dolorosas

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II

El CONCEPTO DE MADRE MUERTA DE ANDREE GREEN


Andree Green nos habla del
concepto de “madre muerta” no
se trata de las consecuencias
psíquicas de la muerte real de la
madre, sino de una imago
(representación interna)
constituida en la psique del hijo
a consecuencia de una
depresión materna, que
transformó brutalmente el
objeto vivo, a su fuente
principal de apego, en una
figura lejana.
La madre muerta es entonces, contra lo que se podría creer, una madre
que sigue viva, pero que por así decir, está psíquicamente muerta a los
ojos del pequeño hijo a quien ella cuida.

La cuestión del duelo y su definición se problematiza, ya que justamente


en el caso del “complejo de madre muerta”, lo que se pierde no es “una
persona amada”, sino “el amor de la persona”; dicho de otra manera, la
persona (“madre física”) sigue allí, pero no así el amor (“madre psíquica”),
ya que los lazos afectivos y libidinales hacia el bebé, se han retirado y en
ese sentido, ella ha muerto para el bebé a pesar de que la madre sigue allí.

La variedad de los factores desencadenantes para que una madre padezca


este estado, señala Green, es muy grande; entre las causas principales de
esa depresión materna se puede relacionar la pérdida de un ser querido
investido fuertemente por la madre; también se puede tratar de una
depresión desencadenada por una decepción que inflige una herida
narcisista, como un quiebre en la economía familiar, una infidelidad del
padre que abandona a la madre, una humillación, etc... En todos los casos
la TRISTEZA DE LA MADRE y la disminución de su interés por el hijo se

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
sitúan como centro del conflicto, produciéndose un cambio en la imagen
de la madre. El amor se ha perdido de golpe, lo que implicaría una
transformación en la vida psíquica del infante, ya que el duelo repentino
de la madre desenviste al hijo y éste lo vive como una catástrofe que
instala un” núcleo frío”, que a su vez deja una marca indeleble sobre las
posteriores relaciones de objeto que tendrá el niño en su vida de adulto.

El trauma narcisista constituye además de la pérdida de amor, una


pérdida de sentido, pues el bebé no dispone de explicación alguna para
dar razón de lo que ha pasado.

Después de que se ha vinculado la pérdida del amor de la madre, el hijo


intenta una” reparación” de la madre absorbida por su duelo, lo que le
hace sentir una gran impotencia. El yo del niño pondrá en práctica
diversas defensas, tal como la desinvestidura del objeto materno o la
identificación inconsciente con la madre muerta.

Sostiene Green que de esta operación de desinvestidura de la imagen


materna el resultado es la constitución de un agujero en la trama de las
relaciones de objeto con la madre. En el caso de la identificación con la
madre muerta, no hay reparación verdadera, sino mimetismo; como ya no
se puede tener al objeto, el objetivo es seguir poseyéndolo
transformándose en él mismo.

En la queja que escuchamos de los pacientes sobre cómo se vincularon


con este tipo de madres, se observa la sombra de su ausencia. Madre
absorta, indisponible, sin eco, siempre tristes. Una madre muda, aunque
sea locuaz. Cuando está presente, se mantiene indiferente.

El texto de la madre muerta está dentro de la así denominada por Green


“clínica del vacío”, que remite a la clínica del sujeto que si bien
inicialmente acude a análisis sin una franca “depresión” manifiesta (lo
que Green llama depresión “negra” refiriéndose a la melancolía) tiene
una experiencia del self de “futilidad” , de “vacío mental” y de

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
“inexistencia” (lo que Green llama “depresión blanca”) que ha
permanecido ego sintónica a lo largo de su vida

Este “duelo blanco” sólo puede manifestarse en el vínculo paciente-


analista, por lo que resulta para Green “una revelación de la
transferencia”, revelación de que algo siempre ha estado allí, algo “sabido
pero no pensado.

En síntesis, el tatuaje imborrable del abandono primario (padres


originarios) se manifestaba en el paciente en forma “muda” y le dictaba la
necesidad de un patrón vincular que lo acercaba a sus orígenes, situación
que durante mucho tiempo permaneció en el campo de lo experiencial,
fuera de lo representacional, es decir, en el campo de lo “sabido no
pensado”.

La incapacidad para amar de estos pacientes, no obedece a la


ambivalencia, -rasgo fundamental de las investiduras de los depresivos,
es decir a la sobrecarga de odio-, sino en la medida en que lo primero es el
AMOR HELADO por la desinvestidura. El objeto está en una suerte de
hibernación, conservado en frío. Un amor hipotecado por la madre
muerta.

El amor permanece indisponible, en efecto, estos sujetos llevan una vida


profesional más o menos satisfactoria, se casan y tienen hijos; por un
tiempo, todo parece en orden. Pero pronto la repetición de los conflictos
hace que los dos sectores esenciales de la vida, amar y trabajar resulten
unos fracasos: la vida profesional, aun cuando está profundamente
investida, se vuelve decepcionante, y las relaciones conyugales llevan a
perturbaciones profundas del amor, de la sexualidad, y específicamente
de la comunicación afectiva. El amor es siempre incompletamente
satisfecho. No debe de haber demasiado: demasiado amor, demasiado
placer, mientras que por el contrario la función parental es
sobreinvestida. Sin embargo, esta función casi siempre está infiltrada por
el narcisismo. Los hijos son amados a condición de que satisfagan los
objetivos narcisistas que los padres mismos no lograron cumplir.

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
El rostro de la madre constituye el primer espejo. La creación del objeto
subjetivo puede perturbarse por un rostro materno inexpresivo, que solo
refleja el propio estado de ánimo de la madre. Todo este material no
representado estará presente como si de un “tatuaje psíquico” se tratará;
Christopher Bollas lo denomino: “lo sabido no pensado” (1987) que es
una importante fuente de materia prima inconsciente que influirá en todo
sujeto psíquico y a la que se podrá tener acceso gracias a la regresión en
la situación analítica.

Green considera que el bebé se vive como centro del universo materno e
interpreta cualquier retraimiento materno como la consecuencia de sus
pulsiones hacia ella. Cuando una madre está deprimida o de duelo se
produce un cambio brutal mutativo de la madre internalizada, que
aparece lejana cuasi inanimada generando un “núcleo frío” en la
constitución narcisista. Aunque el bebé siga invistiendo otros objetos de
su mundo y mantenga su vitalidad este núcleo gravitará en el futuro
libidinal del sujeto generando zonas psíquicas desinvestidas que muchas
veces son” los núcleos duros” con los que se topa un análisis en
adolescentes o adultos. Estados de vacío difíciles de poner en palabras.

La identificación empática de la madre y que están en juego en los


momentos de constitución del aparato psíquico del bebé, mostrará que
una madre viva pero psíquicamente muerta va a dificultar los procesos
intersubjetivos de identificación primaria generando una predisposición
a lo que Green llama “duelo blanco”. Esto entrará en la línea de “lo
negativo”, alucinación negativa, que puede hallarse más frecuentemente
en los procesos analíticos de las llamadas patologías de vacío. En estos
cuadros, una desinvestidura masiva y temporaria en los primeros
tiempos de la vida, deja huellas en lo inconsciente en forma de “agujeros
psíquicos” que serán colmados por reinvestiduras.

Winnicott agrega que la madre es quien presenta los objetos del mundo
instrumental a su hijo. De este modo, hacer real el impulso creativo del
niño promueve en el bebé la capacidad de relacionarse con objetos,

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
explorar el ambiente y dominar instrumentos. Las fallas en la integración
del sí mismo también pueden llevar a bloquear la capacidad del niño para
sentirse real al relacionarse con el mundo concreto de objetos y
fenómenos, llevando a una disminución en la experiencia cognitiva.

La depresión materna puede influir en el desarrollo del bebé tanto desde


el punto de vista de la maduración psicomotriz como del desarrollo de la
afectividad y la capacidad de relacionarse con estímulos exteriores y
realizar aprendizajes.

Winnicott (1971) encuentra que las madres que atraviesan procesos


depresivos interrumpen el proceso de diferenciación, los bebés miran y
no se ven a sí mismos, perturbándose el proceso de integración psique-
soma.

TRAUMA ACUMULATIVO
El concepto de trauma en
términos económicos se funda,
como enunció Freud (1926), en
el fracaso de la barrera contra
estímulos de gran intensidad,
frente a los cuales la psique se
halla impotente para procesar
la sobrecarga emocional.
Posteriormente, los trabajos de
Balint (1969) y Winnicott
contribuyeron a situar la
barrera contra los estímulos
traumáticamente ansiógenos en
las condiciones ambientales.
En esa línea se inscribe la teoría de Masud Khan (1963) sobre el” trauma
acumulativo”, como uno de los antecedentes en la teoría psicoanalítica de
la concepción actual sobre el rol fundamental que cumple la figura de
apego en la regulación de la ansiedad patogénica. Khan sostenía que "el
escudo protector del infante es el yo auxiliar que provee la madre".

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
La madre funcionó, hasta el nacimiento, como barrera protectora contra
los estímulos excesivos. Pero ya no está.

¿Cómo dominar la cantidad de estímulos que han penetrado la barrera


protectora?

Winnicott llama impactos (impingements) a los fracasos de la madre en


dosificar los estímulos, tanto externos como internos. Masud Khan, en su
concepto de trauma acumulativo, toma en consideración sucesos psico-
físicos que ocurren en la etapa pre verbal de la relación madre-hijo.
Aclara que no incluye solamente las fisuras en el rol de la madre en el
momento o en el contexto en que ocurre el hecho; Incluye también una
revisión de todo lo acontecido antes del hecho.

En el caso de un nacimiento prematuro se daría una mirada hacia atrás


que resignifica todo el embarazo y la relación con los propios padres.

Las modalidades de esta peripecia estructural aparecen en la literatura


psicoanalítica en diversas propuestas: el trauma de la hospitalización en
R. Spitz; el trauma de la separación prematura de Bowlby; o los conceptos
de la continuidad existencial de D. Winnicott, con todos los aportes
significativos de la importancia del “otro “para la vida psíquica.

También, el concepto de “trauma puro” de Willy y Madélene Baranger


(1987), refiere a momentos estructuradores, donde la idea de angustia
automática desborda al sujeto en su desvalimiento. Los aportes de P.
Aulagnier, de indudable vigencia, refieren también en su modelo
metapsicológico a la violencia del discurso adulto. Recordemos también
los aportes de S. Ferenczi (1933) con un fuerte énfasis en la indefensión
psíquica en el proceso de estructuración (que ya hemos visto en el
principio del capítulo)

Muchos de los cuadros descritos por los autores citados se enmarcan en


la perspectiva metapsicológica que describe momentos traumáticos que
recaen sobre la dialéctica presencia - ausencia, organizadora a su vez de
la vida psíquica; serían momentos donde la lastimadura narcisista es

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Trastorno de apego: Consecuencias
Unidad II
grávida de consecuencias, siempre insisto en que más que una falla de la
continuidad, debemos considerar las fallas en la separación, en la
discontinuidad, que son testimonio de las dificultades en la elaboración
de la ausencia.

Es mérito de Mazad Kan, el haber introducido la noción acumulativa del


trauma y diluir el concepto de trauma puntual. Kan introduce la
cronicidad de las sucesiones prospectivas y retrospectivas de
confirmación y rectificación de la vivencia sobre los acontecimientos y
sobre sus efectos. Esta noción de repetición permite comprender que no
es suficiente con una única situación traumática, así como no siempre son
éstas evidentes sino silenciosas e imperceptibles, sucediéndose en formas
diversas y en una espiral que las une.

El concepto de traumatismo acumulativo y repetitivo, es especialmente


útil para comprender el efecto traumático y traumatógeno que tienen
para la madre y su bebé, los desencuentros interactivos, repetitivos,
dolorosos y frustrantes, vividos.

Este aspecto acumulativo de la experiencia es válido también para la


experiencia de satisfacción, y por ello no se da por cierto el hecho de un
acontecer por única vez, sino la sucesión de hechos que aportan
cualidades perceptivo-sensoriales, propioceptivas, de movimiento y de
exploración, que acumulan estímulos placenteros que terminan de dar
forma al placer como experiencia originaria que se inscribe como huella
mnémica. (Freud S. 1915).

Seguimos el debate en el foro.

Lic. María Casariego de Gainza

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