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¿Qué queremos decir realmente con la expresión “atención plena”?. Atención plena
significa prestar atención de forma deliberada, en el momento presente y con aceptación.
Solemos pensar que estamos atentos y conscientes aunque nada más lejos de la realidad. Los
humanos pasamos la mayor parte del tiempo sumidos en recuerdos del pasado o en fantasías
sobre el futuro. Estamos inconscientes, “dormidos” y la atención plena nos ayuda a despertar
de este sueño caracterizado por el funcionamiento automático y la inconsciencia.
Ser conscientes implica observar donde esta puesta nuestra atención, minuto a
minuto. Incluye darnos cuenta de las muchas maneras en que nuestras mentes se distraen o se
preocupan. Casi todos nosotros estamos tan acostumbrados a no prestar atención que no
reparamos en que nuestra mente está abandonando el momento presente sencillamente
porque es algo que hace todo el tiempo.
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A pesar del hecho de que la mayor parte de las experiencias comportan el estar
presente, nuestras mentes suelen intentar huir del momento –generalmente deseando llegar a
“lo que es bueno”-. He aquí algunas formas de inconsciencia particularmente corrientes:
¿Nos ha ocurrido alguna vez comer a toda pastilla pensando en nuestra taza de café,
nuestro libro o nuestro programa de televisión? ¿Nos ha ocurrido alguna vez en el trabajo
mirar sin parar el reloj, deseando que el tiempo pasase más deprisa?
Es el resultado del principio del placer que guía nuestra vida. El incesante impulso a
buscar el placer y evitar cualquier incomodidad nos hace volcarnos hacia lo que imaginamos
que va a ser un momento mejor: el siguiente. Por extraño que parezca, esto nos convierte en
unos individuos precipitados hacia la muerte, al perdernos los momentos -presentes – en los
que estamos vivos y nos impide “saborear” la vida y disfrutarla.
Hay otra forma de inconsciencia, también dictada por el principio del placer, que nos
hace perdernos la vida al empeñarnos en que todo salga según nuestros planes.
Según Jon Kabat-Zinn, vivir en un estado de atención plena es abrazar la vida con toda su
riqueza, encontrando en ella el espacio para crecer tanto en fuerza como en sabiduría.
Nuestros condicionantes, nuestra educación, ciertos automatismos…nos empujan a rebelarnos
y a luchar cuando la vida es difícil y a no disfrutarla (siempre) cuando es agradable. Además
nuestro poderoso cerebro, como ya hemos visto, nos lleva muchas veces a momentos distintos
del que estamos viviendo (o al pasado y o al futuro), y el resultado es que en numerosas
ocasiones no estamos conscientes de lo que nos está pasando y no los vivimos.
La mayor parte del tiempo funcionamos de manera mecánica, automática, sin ser
realmente conscientes de la experiencia que estamos viviendo. Este piloto automático tiene
consecuencias importantes sobre nuestra calidad de vida, tanto en los momentos difíciles
como en los gratos.
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estamos con ellos. Justo ahora significa darnos cuenta de nuestro cuerpo y de cómo reacciona
nuestra mente a lo que sucede, la plena conciencia es hacer una sola cosa y estar
incondicionalmente presentes en nuestras vidas.
La atención plena es una forma de relación hacía sí y hacia el mundo, que se cultiva y
que requiere un entrenamiento, es un “entrenamiento de la mente y del espíritu”. Es lo que
con otras palabras, el monje budista Matthieu Ricard denomina “entrenamiento del espíritu”.
Practicar la atención plena es prepararse, día a día, para cuando llegue el momento en
que tengamos que afrontar los retos de la vida. La atención plena puede cultivarse. Consiste
en una forma de meditación apenas conocida en Occidente hasta hace poco tiempo y es tan
sencilla que podemos utilizarla todos para desvelar nuestra alegría de vivir innata.
Mindfulness trata sobre la observación sin crítica, de ser compasivos con uno mismo.
Cuando la infelicidad o el estrés nos acompañan, en lugar de tomarlo como algo personal,
aprendemos a tratarlos como si fuesen nubes negras en el cielo y a observarlos con curiosidad
sana a medida que pasan y se alejan. Esto te permite darte cuenta y atrapar los patrones de
pensamiento negativo antes de que te arrastren en una espiral descendente. Es el comienzo
del proceso que te devuelve el control de tu vida. Con el tiempo aporta cambios a largo plazo
en el estado de ánimo y en los niveles de felicidad y bienestar.
¿Cómo suceden estos cambios? Nuestro estado de ánimo sube y baja de manera
natural. Somos así. No obstante, determinados patrones de pensamiento pueden convertir un
pequeño bajón de la vitalidad o el bienestar emocional en periodos más prolongados de
estrés, ansiedad, infelicidad y agotamiento. Un momento pasajero de tristeza, ira o ansiedad
puede acabar sumergiéndote en un estado de “mal humor” prolongado según los estudios
científicos recientes.
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Estos estudios también demuestran que:
Cuando entendemos cómo funciona la mente vemos que es normal, cuando empiezas
a sentirte infeliz, intentar pensar cómo salir del problema. Tratas de determinar que te hace
sentirte infeliz y buscas una solución. Es muy fácil que en este proceso desentierres lamentos
del pasado por asociación y se desencadenen preocupaciones futuras. Eso hace que tu ánimo
decaiga todavía más. Empiezas a sentirte mal por no poder recuperar la alegría. El “critico
interior” que vive dentro de todos nosotros empieza a susurrarte que es culpa tuya, que
deberías esforzarte más cueste lo que cueste. Y entonces te sientes separado de tu yo más
profundo y más sabio. Te pierdes en un ciclo de recriminaciones y de juicios, te culpas por no
ser la persona que desearías ser y no satisfacer tus ideales.
Esto se debe a que nuestro estado mental está íntimamente conectado con la
memoria y busca constantemente entre los recuerdos para encontrar aquellos similares a
nuestro estado emocional actual. Busca encontrar similitudes para encontrar una solución al
problema actual. Sucede de forma automática antes de ser consciente. Es una habilidad de
supervivencia básica, muy poderosa y casi imposible de detener. No puedes detener lo que
desencadena los recuerdos infelices, los pensamientos de autocritica y los juicios, pero si
puedes parar lo que ocurre después. Puedes evitar que la espiral se alimente a sí misma y
desencadene el siguiente ciclo de pensamientos negativos y parar la cascada de emociones
destructivas que pueden desembocar en estados de infelicidad, ansiedad, estrés, irritabilidad o
agotamiento.
Nuestra mente también cuenta con un modo distinto de relacionarse con el mundo:
es el modo “ser”. El modo “ser” funciona de modo diferente: No tiene otra finalidad que
apreciar plenamente la experiencia del momento. Es un modo que se vive en el presente. En el
modo ser nuestra experiencia puede desplegarse con toda su riqueza. Se parece a un cambio
de perspectiva pero es mucho más. Se trata de una manera distinta de conocimiento que te
permite ver como tu mente tiende a distorsionar la “realidad”. Y puedes cambiar tu paisaje
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interior con independencia de lo que ocurra a tu alrededor. Tu felicidad ya no depende de las
circunstancia externas. Has recuperado el control de tu vida. Si el modo “hacer” es una
trampa, el modo “ser” es la libertad. La atención plena surge espontáneamente del modo “ser”
cuando aprendemos a prestar atención a las cosas como realmente son, a propósito, en el
momento presente y sin juzgar. Con la atención plena empezamos a ver el mundo tal como es,
no como esperamos que sea, ni cómo queremos que sea, ni como tememos que pueda llegar a
ser.
El modo “hacer” implica juzgar y comparar el mundo real con el mundo que nos
gustaría en nuestros pensamientos y en nuestros sueños. Limita la atención al hueco entre
esos dos mundos. El modo “ser” te invita a observar como transcurre la vida dejando que sea
tal como es durante ese momento de observación. La aceptación plena no significa que tengas
que resignarte a tu destino, pero en lugar de juzgarla, o atacarla te permite observarla de
manera simple y compasiva y detener las espirales negativas desde el principio, te brinda la
posibilidad de elegir, y en ese proceso te libera de la infelicidad, del temor, de la ansiedad y del
agotamiento para enfrentarte a los problemas del modo más eficaz posible y en el momento
más adecuado.
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4. Ver los pensamientos como algo solido y real versus tratarlos como hechos mentales
La atención plena nos enseña que los pensamientos son solo pensamientos, que son
hechos que existen en la mente. En muchos casos resultan valiosos pero no son “yo” o la
realidad. Son tus comentarios interiores continuos sobre ti mismo y el mundo. Y reconocerlo te
libera de la realidad dislocada que nos construimos mediante preocupaciones interminables,
dando vueltas a las cosas, pensando sin parar. Recuperas la capacidad de ver un camino claro
en la vida.
En el modo “hacer” resuelve los problemas teniendo en mente los objetivos, pero
también los “antiobjetivos” y los lugares a los que no quieres ir. Esto se convierte en un
problema si utilizas la estrategia de evitar determinados estados mentales como el cansancio y
el estrés porque al intentar evitarlos empiezas a crear nuevos temores, lo que incrementa tu
ansiedad y tu estrés y con ello tu agotamiento.
El modo “ser” te anima a acercarte a las cosas que te apetece evitar. No te dice “no te
preocupes “o “no estés triste”. Reconoce tu miedo o tu tristeza, tu fatiga y tu desgaste y te
anima a “dirigirte” a estos sentimientos y a las emociones que amenazan con anularte. Este
enfoque compasivo reduce gradualmente el poder de tus sentimientos negativos.
El modo “ser” restaura el equilibrio ayudándote a sentir con más claridad las cosas que
te aportan energía y las que te despojan de tus recursos internos. Te ayuda a sentir la
necesidad de tiempo para alimentar tu alma y te brinda el valor y el espacio necesarios para
hacerlo y te ayuda a enfrentarte mejor a esos aspectos inevitables de la vida que pueden
llevarse tu energía y tu felicidad innata.
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8. Cambiar el ritmo conscientemente
Los beneficios derivados de ello son de gran alcance. Puede ayudarnos a ver y a
aceptar las cosas como son. Lo que significa que podemos vivir en paz con la inevitabilidad del
cambio y la imposibilidad de ganar siempre. Las preocupaciones por las cosas que van mal, que
ocupan nuestra mente cada día empiezan a perder fuerza. Al dejar de empeñarnos en
controlarlo todo, ya somos menos vulnerables a los altibajos de la vida y menos susceptibles
de vernos arrastrados por problemas emocionales como la depresión, la ansiedad u otros
problemas físicos relacionados con el estrés, como el dolor crónico y el insomnio. Nos
preocupamos menos del “yo”. Además de reducir así el sufrimiento, la atención plena nos
permite experimentar la riqueza de los momentos de la vida. El aburrimiento desaparece al
despertar a la rica complejidad de cada momento. También nos deja libres para actuar de
manera más sabia y más hábil en las decisiones cotidianas al estar más conscientes y tener una
visión más general. La meditación mindfulness no niega el deseo natural del cerebro de
resolver los problemas. Simplemente nos brinda tiempo y espacio para elegir la mejor manera
de solucionarlos.
Los programas de entrenamiento para la atención plena han sido validados por
numerosos estudios científicos. Contrariamente a lo que se venía creyendo durante mucho
tiempo, el cerebro es “plástico”, y ello incluso en la edad adulta. Es una noticia revolucionaria:
mediante la práctica podemos influenciar y modificar nuestra arquitectura cerebral para
aumentar nuestro bienestar y nuestra calidad de vida. Algunos estudios realizados, en
concreto sobre monjes budistas (a los que se les han realizados resonancias magnéticas
funcionales en plena meditación) han mostrado cambios mensurables en regiones del
cerebros asociadas a la memoria, a la autoconciencia, a la empatía y al estrés. Incluso en
personas que han seguido la práctica de la atención plena durante dos meses y medio, son
perceptibles ya los cambios.
¿Puede cambiar tan profundamente nuestras vidas el simple cultivo de una actitud
diferente hacia la experiencia cotidiana? Una de las características más sorprendentes de la
meditación mindfulness es que está demostrado que sus efectos profundamente positivos
producen cambios en el cerebros. Avances científicos recientes nos permiten ver que las
partes del cerebro relacionadas con emociones positivas como la felicidad, la empatía y la
compasión se fortalecen y son más activas en las personas que meditan.
Existen toda una serie de pruebas científicas que sustentan la respuesta afirmativa.
Ocho semanas de meditación pueden provocar cambios físicos en regiones cerebrales
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relacionadas con el estrés, la depresión, la memoria, el aprendizaje, la empatía y la compasión
como lo demuestran los estudios realizados llevados a cabo por psiquiatras del Hospital
General de Massachussets (EE.UU.)sobre los efectos de la meditación en el cerebro.
Otra de las aéreas que presentaron un aumento significativo de materia gris fue el
hipocampo que está implicado en la memoria. Pero también en la regulación de las
emociones. Las personas que meditan señalan que se sienten más relajados. El hecho de que
la materia gris aumente explicaría desde la neurociencia los beneficios psicológicos de la
meditación en la depresión o el estrés postraumático, patologías en las que se observa un
menor volumen del hipocampo.
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Richard Davidson, psiquiatra de la Universidad de Wisconsin, junto con uno de los
responsables de la introducción de la meditación en el campo de la psicología, Jon Kabat-Zinn,
médico y director del Centro para la Atención Plena de la Universidad de Massachussets, han
demostrado que las personas que están desasosegadas presentan mayor actividad en la
corteza prefrontal derecha del cerebro y esto se observa fundamentalmente cuando las
personas están ansiosas, deprimidas o hipervigilantes. Por otra parte, las personas que están
contentas y con menos estado anímicos negativos presentan una mayor actividad en la corteza
prefrontal izquierda. Después de un curso de 8 semanas los meditadores presentaban una
mayor activación del lado izquierdo y su estado anímico había mejorado en relación con el
grupo de control. Y además la práctica de la meditación también había mejorado su respuesta
inmunológica.
La doctora Sarah Lazar, del Hospital General de Massachussets, descubrió que cuando
se practica la meditación durante varios años, estos cambios positivos cambian la estructura
física del cerebro. Este cambio en los circuitos del cerebro resulta más pronunciado en una
zona de la superficie cerebral conocida como ínsula, que controla muchos de los rasgos
considerados fundamentales en la naturaleza humana como la empatía y los sentimientos de
bondad, generosidad que ejercen unos efectos muy beneficiosos en la salud y en el bienestar,
las emociones positivas y el gusto por la vida.
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Meditación y depresión
Se ha demostrado que mindfulness reduce las posibilidades de recaídas del 68% al
30% y que los efectos sobre las personas que dejaban la medicación y realizaban un
curso de 8 semanas obtenían los mismos o mejores resultados que las que seguían con
la medicación.
Mindfulness y resilencia
Se ha demostrado que mindfulness fomenta la resilencia, es decir la capacidad de
soportar los golpes y las dificultades de la vida considerablemente.
Habitualmente es nuestra mente la que lleva el control de nuestra vida, le dimos ese
papel al descubrir el valor de recordar el pasado para prevenir el futuro. Eso nos daba
información válida para la supervivencia. Pero la mente es incapaz de capturar el presente, es
demasiado fugaz para ella. Así, los que marcan nuestra vivencia del presente son los
recuerdos (de algo que sucedió o creemos que sucedió) y las previsiones (de algo que no ha
sucedido y puede que nunca suceda como prevemos). Entre tanto, el presente real va
sucediendo sin que nosotros nos enteremos.
La Atención Plena nos trae a vivir la vida que realmente está sucediendo. Si
conseguimos estar realmente presentes el timón cambia de manos y pasa a la consciencia que
observa. Se forma parte de lo que está sucediendo. Incluso nuestros recuerdos serán más
acordes a la realidad, más objetivos, porque el presente ha sido observado de lleno.
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Nos permite enfocar nuestra energía y darnos cuenta del alcance de lo que hacemos.
Permite disfrutar de todos los momentos de la vida, de cada aliento, de lo que nos trae y lo
que nos sucede. Permite observar los acontecimientos y participar en ellos con plena
aceptación, abiertos a lo que suceda. Incluso ante un hecho catastrófico, permite vivirlo como
corresponda, con el dolor que corresponda, pero con plena consciencia, tolerancia y respeto,
dueño de uno mismo. Esa serenidad contribuye a optimizar nuestro estado de salud físico y
mental, evitando el estado de estrés y las somatizaciones habituales en nuestra forma de vida
alterada.
Sea cual sea el problema del paciente, posiblemente, al menos una parte se deberá al
recuerdo subjetivo de un pasado o a la preocupación de un hipotético porvenir. No se pueden
modificar los hechos sucedidos y tampoco podemos anticipar con certeza, ya que puede que
tomar un autobús en vez del siguiente o el anterior cambie más nuestro futuro que una
entrevista de trabajo o un examen, pero podemos elegir la actitud actual ante esos sucesos
pasados o previstos. Así evitamos el sufrimiento estéril. Y valorar el problema sin la carga de
las emociones alteradas permite afrontarlo con mucha más claridad y efectividad. Ahora
puede actuar la mente sin contaminar ni ser contaminada por los sentimientos, bajo la mirada
atenta de la consciencia observadora.
La atención plena nos invita a que observemos lo que ocurre sin juzgarlo. Observar sin
juzgar es ponerse en la piel de un investigador que tuviese su laboratorio… entre las dos
orejas. Es observar con curiosidad y sin esperar nada.
De manera (casi) automática, analizamos las situaciones, las experiencias y las personas
con las que nos encontramos, y las clasificamos, las comparamos, las juzgamos como buenas o
malas…Muchas veces nos son uno, sino diez los análisis que nuestro cerebro empieza al mismo
tiempo. Además de consumir energía, disminuye nuestra capacidad de estar presentes en el
aquí y ahora, y también con las consecuencias de restringir nuestras posibilidades de
responder de manera apropiada a la situación.
Observar una situación sin juzgarla, tal y como es, da un nuevo espacio de libertad. Esta
libertad se revela un muy buen instrumento para decidir, por ejemplo, si un comportamiento o
una acción es adecuada.
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¿CÓMO VAMOS A TRABAJAR PARA APRENDER A INTEGRAR LA ATENCIÓN PLENA EN
LA VIDA COTIDIANA?
En primer lugar, darme cuenta de ese aspecto de mí mismo que llevo siempre subido a
un hombro. Es el observador permanente, que lo ve todo tal como es, pero a quien se ignora
siempre, Para ello vamos a empezar con unas cuantas herramientas para acecharse y
descubrirse “enganchado” en pensamientos, fuera del momento presente. Vamos a
trabajar semanalmente, durante ocho semanas, con las siguientes prácticas:
UNA PRACTICA INFORMAL que consiste en que nos acordemos a lo largo del día de
prestar atención a todo lo que nos ocurra en cada momento. Practicar la atención
plena significa darnos cuenta de la sensación de andar cuando estamos andando,
reparar en el sabor de la comida cuando estamos comiendo y reparar en las nubes y
en los arboles cuando estamos caminando. Para ello vamos a proponer una serie de
“practicas informales” mediante las cuales se trata de desarrollar la atención plena.
Todas están destinadas a contrarrestar nuestra tendencia a la multitarea o a hacer las
cosas de manera mecánica mientras estamos sumidos en algún pensamiento.
UNA PRACTICA FORMAL DE MEDITACIÓN que supone reservar un tiempo cada día
para ir al “gimnasio mental” y sentarnos a meditar tranquilamente para cultivar la
atención plena. Se pueden utiliza muchos tipos de meditación. Este tipo de meditación
trata de ser conscientes de nuestra experiencia presente con aceptación. Podemos
practicarlo en cuatro posturas distintas: sentados, de pie, caminando y tumbados.
La meditación ya no necesita defensores pues la ciencia ha demostrado que solamente
trae beneficios pues brinda la posibilidad de encontrarse con nuestro interior
profundo. Por eso es tan importante aprender a meditar y así disfrutar plenamente de
la vida. Aprender a meditar permite equilibrar las emociones, poniéndote en contacto
con tu subconsciente, relajándote por medio de dejar tu campo mental libre de
pensamientos. Si practicas de manera constante la meditación, lograrás desarrollar la
concentración y el autocontrol, lo que traerá como resultado un mejor desempeño en
el trabajo y mejores relaciones personales pues sabrás cuándo hablar y cuándo callar.
La meditación puede convertirse en colaborador de tu desarrollo mental y espiritual,
dándole sentido de tu vida y permitiéndote entonces disfrutar de ella. “Llegar a una
perspectiva más amplia es como abrir una ventana en una habitación mal ventilada,
toda la atmósfera se renueva y la brisa fresca trae alternativas para nuestras maneras
habituales de reaccionar. Por medio de la práctica de la auto-observación en la
meditación y en la vida diaria, incluso nuestros cuestionamientos más profundos
pueden ser contestados. Sin darte cuenta de cómo sucede, verás tu vida desde nuevas
perspectivas, adquiriendo otras formas de resolver los problemas, y abriendo el canal
de la intuición y de la comunicación con energías sutiles y ocurre el milagro
transformador de la meditación, llevándote al autocontrol y el disfrute de la vida.
UNA PRÁCTICA LIBERADORA DE HABITOS. Son prácticas muy sencillas que rompen
con los hábitos que pueden atraparte en los patrones de pensamientos negativos. Te
sacan de tus viejas rutinas. Somos seres de hábitos, y es extraordinario hasta que
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punto nos sentimos seguros con estas repeticiones. Facilitan el no dar valor a las cosas
y dejar vía libre al piloto automático. Es posible que dejes de percibir lo que ves, los
sonidos, los olores de lo que te rodea y con ello no puedes “saborear la vida” que te
pasa de largo sin que te des cuenta.
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