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1. Introducción
1G. Aschenbrenner: Examen de conciencia-Examen Discernimiento. En: Conciousness Examen. Review for
Religious. 31 (1972) pp. 14-21.
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día– un papel central; y este mismo papel lo juega, en cualquier momento del
día, la vigilancia espiritual.
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el Padre nos hace de sus “caminos”, diferentes de los nuestros (Cfr. Is. 55, 8 – 9),
el examen se convierte en una simple manera de “mantenernos en forma”, en
una búsqueda de la propia perfección humana y natural o, lo que es aún peor,
en la búsqueda de un compromiso egoísta y solipsista de nosotros mismos en
nuestros propios caminos.
Cuando se nos habló por primera vez del examen de conciencia, se nos lo
presentó –casi seguro– como un determinado ejercicio de oración que duraba
aproximadamente un cuarto de hora. Y –sin duda– en ese primer momento nos
pareció muy estilizado y bastante artificial.
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3. 1. Pedir Luz...
3. 2. Dar Gracias...
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Tal gratitud debiera tener por objeto los dones concretos y absolutamente
personales con que cada uno de nosotros es gratificado, así sean ellos
manifiestamente importantes y considerables, o bien pequeños y aparentemente
insignificantes.
3. 3. Demandar cuenta...
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Esta parte del examen supone que nos hayamos vuelto atentos, en
nuestro interior, a nuestros sentimientos, a las disposiciones interiores, a las
muy delicadas percepciones que se dan en nuestra conciencia, y que no nos
deben espantar, sino que hemos de tomar muy en serio.
Esto supone una verdadera aproximación, en la fe, a la vida; vida que es,
en primer lugar, un atento escuchar, y luego una respuesta activa. La actitud
fundamental del cristiano es la del que escucha: escucha lo que le dice el Señor.
Bajo las variadas formas y en todos los niveles en que él discierne la palabra y la
voluntad que Dios le expresa, debe responder, como S. Pablo, en total
“Obediencia de la fe” (Cfr. Rom. 1,5, con notas de la Biblia de Jerusalén). Es la
actitud de receptividad y de pobreza de aquel que siempre está en estado de
necesidad, de dependencia radical, y que es plenamente consciente de su
condición de creatura.
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criterio o norma para el Reino de Dios), esta mirada de fe es en cada recodo del
camino, implícita si no explícitamente, puesta en tela de juicio.
Este aspecto del examen – que hace se lo llame “particular” -, más aún
quizá que los anteriores, ha sido mal entendido. A menudo se ha hecho de él un
esfuerzo de división y de conquista – “divide y vencerás”, decían los estrategas
antiguos – que desciende a lo largo de una lista de vicios o remonta la de las
virtudes, en una búsqueda planificada y como mecánica de la perfección
personal. Se dedicaba un determinado tiempo a un vicio o virtud, y luego se
pasaba al que seguía en la lista... y así reiteradamente.
Dios, comenzamos a darnos cuenta de que hay cosas que deben cambiar en
nuestra vida. Pero el Señor no nos pide que hagamos todo de un solo golpe. De
ordinario tenemos en el corazón una zona en la que especialmente Dios nos
llama a la conversión, al comienzo de una vida nueva: es, en nuestra vida, un
rincón de la misma en el cual el Señor – por así decirlo – nos da un “codazo”, y
nos recuerda que, si queremos portarnos como debemos con Él, eso tiene que
cambiar. A menudo es justamente el punto que quisiéramos olvidar y aún
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3. 4. Pedir perdón...
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3. 5. Proponer enmienda...
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sentimientos que este porvenir nos inspira, porque el querer negarlos no los
hace desaparecer.
Esto debiera ser verdad sobre todo respecto de la íntima experiencia del
llamado del Señor a una conversión dolorosa en ese determinado rincón de
nuestro corazón sobre el cual recayó nuestro examen particular.
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“Hallar a Dios en todas las cosas...” es, para S. Ignacio, todo en su vida.
Hacia el final de su vida decía que “...siempre y a cualquier hora que quería
encontrar a Dios lo encontraba” (Autobiografía, n. 99). Era el Ignacio de la
madurez que tan plenamente había dejado tomar posesión al Señor de todas las
fibras de su ser, diciendo al Padre un “sí...” sin reservas, brotando de lo más
profundo de su corazón, que podía experimentar, cada vez que lo deseaba, la
paz profunda, la alegría y el contento en los cuales experimentaba a Dios en lo
más íntimo de su ser.
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Iluminar las relaciones íntimas entre estos dos sentidos –el de conciencia,
en ciertos momentos del día, y la vigilancia mucho más frecuente -, tal ha sido
el propósito de este trabajo.
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