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ADRIENNE RICH Después de leer el libro de mitología,

y de ponerle rollo a la cámara,

Bucear en el y de verificar que la navaja estuviese afilada,


me puse

naufragio
la armadura de caucho negro
las absurdas patas de rana
la máscara solemne e incómoda.
Tengo que hacer todo esto,
no como Cousteau con su
fiel tripulación
en su barquito bañado de sol,
sino acá sola.

Hay una escalera.


La escalera siempre está ahí,
cuelga inocente
a un costado del barquito.
Quienes la usamos
sabemos para qué sirve.
Fuera de eso,
es un pedazo de hilo dental marítimo,
o alguna especie de equipo.

Bajo.
Peldaño por peldaño y aún así
me sumerge el oxígeno
la luz azul
los nítidos átomos
de nuestro aire humano.
Bajo.
Las patas de rana me estorban,
me arrastro como un insecto por la escalera
y no hay nadie
que me diga donde empieza
el mar.

Miss Yolis E. Vega Al principio el aire es azul y después


es más azul y después verde y después
Ma. Fernanda Jauregui Gomez
negro yo veo todo negro pero
T.L.R mi máscara es potente
me llena de poder la sangre
el mar es otra cosa
el mar no es cuestión de poder
Tengo que aprender sola
a mover el cuerpo sin fuerza
en la profundidad del elemento. oro
que yace a oscuras dentro de barriles
Y ahora: es fácil olvidarse mal amarrados que se pudren
para qué vine somos los instrumentos medio destruidos
entre tantas criaturas que han vivido que alguna vez siguieron un rumbo
siempre acá la bitácora mordida por el agua
que se abanican la brújula arruinada
entre los corales
y además Somos nosotros, soy yo, son ustedes
acá se respira diferente. por cobardía o por valor
quienes terminamos
Vine a explorar el naufragio. por volver a esta escena
Las palabras son finalidades. con una navaja, una cámara
Las palabras son mapas. un libro de mitología
Vine a evaluar el daño que se hizo en el que
y los tesoros que quedan. no aparecen nuestros nombres.
Recorro lentamente con la luz
de la linterna el flanco
de algo más permanente
que los peces o las algas

lo que vine a buscar:


el naufragio y no la historia del naufragio
la cosa y no su mito
la cara ahogada que siempre mira
al sol
la prueba del daño
gastada por la sal y la corriente, una belleza
carcomida
el costillar del desastre
que comba su reivindicación
entre los parroquianos tentativos.

Es acá.
Y yo estoy acá, la sirena de cabellera
azabache
que ondea, el tritón con su armadura.
Damos vueltas en silencio
alrededor del naufragio,
bajamos a la bodega.
Soy ella: soy él
con la cara de ahogado que duerme con los
ojos abiertos
con los pechos que aún soportan la tensión
con la carga de plata, cobre, plata bañada en

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