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Acceso a la Justicia ha elaborado este especial para que se comprenda mejor cómo ha sido el
camino del Ejecutivo Nacional para la toma absoluta del poder desde la elección de la Asamblea
Nacional (AN) en diciembre de 2015. En esta sección introductoria te ponemos en contexto y te
mostramos los efectos principales del dominio creciente del Gobierno. Además, en tres secciones de
nuestro material: golpe judicial, constitucional y electoral, te explicamos cómo se ha configurado un
verdadero golpe de Estado en Venezuela con la “violación deliberada de las formas constitucionales
por un grupo que detenta el poder” (definición del Diccionario Larousse, citada por Bobbio et al en su
Diccionario de Política).
En 2015 hubo un golpe de Estado que se desarrolló sin tanquetas ni ruidos de sables y que
comenzó con un zarpazo letal a la Constitución en diciembre de ese año por parte del Ejecutivo
nacional y su brazo político, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), con apoyo de otros
poderes públicos, en particular, del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Todo esto, luego del triunfo
de la coalición opositora en los comicios para elegir a los representantes de la Asamblea Nacional
por primera vez en 17 años de “chavismo”.
El verdadero golpe de Estado ha sido institucional y se ha dado en los ámbitos judicial,
constitucional y electoral, configurándose con la violación deliberada de las formas constitucionales
por un grupo que detenta el poder, de acuerdo con la definición del jurista y politólogo italiano
Norberto Bobbio et Al en su Diccionario de Política.
A pesar de que es cada vez más evidente que Venezuela está bajo un régimen autocrático, el
camino que emprendió el gobierno de Nicolás Maduro para llegar a ello no ha sido sencillo ni directo,
y menos aún el tradicional ya que tuvo un origen democrático: elecciones.
En Venezuela, como en otros casos en América Latina –un ejemplo es el de Perú durante el
régimen de Alberto Fujimori (1990-2000) – los gobiernos han llegado al poder a través de elecciones
democráticas y han “evolucionado” para mutar en dictaduras a través de prácticas de control social y
político, ayudados por la corrupción y la impunidad.
En el especial El Camino a la Dictadura, la ONG Acceso a la Justicia describe los pasos que el
Ejecutivo nacional ha transitado para socavar el sendero democrático y ejercer la toma absoluta del
poder, especialmente desde diciembre de 2015, luego de la elección parlamentaria.
La amenaza al único poder legítimamente electo
Lograr las 2/3 partes del Parlamento –112 de los 167 escaños en la Asamblea Nacional, la
mayoría calificada– en diciembre de 2015 se convirtió para la oposición, congregada en ese
momento en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en un triunfo pero también en una espada
de Damocles.
Por lo menos 28 diputados han sido perseguidos, separados de sus cargos, encarcelados o
enjuiciados, violentándoseles el debido proceso con un único propósito: desmantelar la AN, único
poder legítimamente electo con 56,2% del voto ciudadano.
A solo días de los comicios comenzaron los artilugios jurídicos y el gobierno de Maduro dio un
primer zarpazo al bloque opositor. El TSJ ordenó suspender la proclamación de los cuatro diputados
indígenas del estado Amazonas, de los cuales tres eran de oposición –Julio Ygarza, Nirma Guarulla
y Romel Guzamana– ante una solicitud de nulidad con amparo cautelar (suspensión temporal de
efectos del acto de proclamación), hecha por miembros del PSUV, en la cual se argumentaban
irregularidades en esa elección basadas en un audio de origen incierto e inválido según lo que exige
la Constitución en la materia. Por ello, los tres parlamentarios de oposición fueron incorporados a la
Asamblea Nacional. El TSJ emitió una sentencia calificando el hecho como desacato por parte de la
AN y declaró nulas todas sus actuaciones mientras los diputados de Amazonas no fuesen separados
de su cargo. Después de un año de múltiples sentencias del TSJ en una verdadera guerra contra el
parlamento, en marzo de 2017, el máximo tribunal anunció que asumiría las competencias de la
cámara legislativa por considerar que se encontraba en desacato desde ya hace un tiempo.
La situación se agravó con la implantación de una nueva Asamblea Nacional Constituyente (ANC)
–convocada por el presidente de la República y no por el pueblo como establece la Constitución– y
erigida como un súper poder por encima de los constituidos, con la potestad de dictar normas
supraconstitucionales y de destituir a las autoridades o funcionarios que considerara.
Así se instaló una fraudulenta ANC que empezó a gobernar, juzgar, legislar y que destituyó a la fiscal
general de la República, nombró al defensor del Pueblo como encargado del Ministerio Público y a
su adjunto como defensor sustituto, y creó una comisión de la verdad para amedrentar a los
familiares de los manifestantes que murieron durante las protestas de abril a julio de 2017.
La ANC, en la práctica, sustituyó al Parlamento, aunque la AN siguió funcionando. Sus actos, sin
embargo, desde su elección en diciembre de 2015 no han tenido validez alguna, ya que el TSJ se ha
encargado de anularlos uno por uno. Para mediados de julio de 2019, a tres años y medio de su
elección, ha emitido 100 sentencias en su contra. Por otra parte, las leyes que hasta ahora ha
promulgado el organismo fraudulento, la ANC, casi todas propuestas por el Ejecutivo, mantienen y
profundizan el modelo socioeconómico existente que implica un control absoluto del Estado de los
medios de producción y de la economía, además de estar dirigidas a reprimir aún más a la población
y acallar la disidencia política.
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