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CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO
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CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO

1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN.

Los antecedentes reflejan los avances y el estado actual del

conocimiento sobre un área determinada, sirviendo de modelo o ejemplo

para futuras investigaciones. Según Arias (2004, p. 121) los antecedentes se

refieren a todos los trabajos de investigación que antecedan a la

investigación que se pretende desarrollar; es decir, aquellos trabajos donde

se hayan manejado las mismas variables, categorías o se propusieran

objetivos similares; además sirven de guía al investigador permitiendo hacer

comparaciones, proporcionando ideas sobre cómo tratar el problema en esa

oportunidad.

Durante la revisión de las investigaciones relacionadas con el tema, se

hallaron algunos estudios previos vinculados al objeto del estudio, razón por

la cual constituyen elementos esenciales, bases de la presente investigación,

describiéndose a continuación dichos aspectos conceptuales, metodológicos

y teóricos que le son afines.

Atendiendo lo antes planteado, López, (2014) presentó un estudio

titulado “Análisis del Retardo Procesal como elemento que afecta al Sistema

Penitenciario Venezolano” como requisito para optar al título de Abogado en

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la Universidad José Antonio Páez, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas,

Escuela de Derecho, San Diego estado Carabobo.

La investigación tuvo como objetivo analizar del retardo procesal como

elemento que afecta al sistema penitenciario venezolano, identificando los

elementos que generan el retardo procesal, así como los efectos que se

derivan del mismo en las diversas fases del proceso penal venezolano, la

misma se basa en fundamentos de carácter normativos como la Constitución

de la República Bolivariana de Venezuela (1999), Código Orgánico Procesal

Penal (2012), también se fundamenta doctrinalmente en investigaciones de

perfil jurídico y social realizadas por Heuyer (1990), Martínez (2005), Flores

(2005), así como algunas publicaciones del Tribunal Supremo de Justicia

entre otros.

El tipo de investigación es de carácter documental, porque estuvo

dirigida a la recolección de información extraída de textos, leyes, artículos

arbitrados, entre otros; el diseño de la investigación es de tipo documental-

descriptiva y de este modo será tratada la información. La población de

estudio estuvo conformada por libros, diccionarios jurídicos y las leyes

relativas a la materia. la técnica utilizada es la observación documental y el

instrumento la guía de observación documental.

Los resultados arrojados por la investigación indican claramente que los

factores generadores de retardo procesal son múltiples y cada vez más

frecuentes, en ocasiones al extremo de considerarse “normal” la ocurrencia

de la administración tardía de justicia, en todas las fases del proceso penal

venezolano.
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La investigación constituye un material doctrinal relacionado con la

presente investigación, pues permite visualizar que la actuación errática de

los fiscales del Ministerio Público, la excesiva cantidad de causas asignadas

a un tribunal, los indicies de criminalidad, la deficiencia en la logística

tribunalicia, el número de tribunales, la abulia del recurso humano que labora

en el sistema judicial, y finalmente el diferimiento indiscriminado de

audiencias, constituyen factores que se conjugan para producir

consecuencias en el proceso penal venezolano; siendo necesario abordar las

circunstancias mencionadas para poder erradicar o al menos disminuir

sustancialmente este flagelo administrativo que afecta la administración de

justicia en el país.

En este mismo sentido, se considera la investigación realizada por

Villamizar, (2010) titulado “El Retardo Procesal, bajo una Orientación

Propedéutica, como un Fenómeno Social” Trabajo Especial de Grado para

optar al título de Abogado, presentado en la Universidad del Zulia, Facultad

de Ciencias Jurídicas y Políticas, Escuela de Derecho, Maracaibo

La investigación realizada tuvo por objeto, analizar el retardo procesal

como un fenómeno social, al estudiar el sufrimiento del retardo procesal por

parte de la familia como un núcleo de socialización del individuo desde el

momento de su detención y el nexo entre las instituciones encargadas de

administrar justicia y garantizar los derechos de cada ciudadano.


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La investigación permitió el estudio de material bibliográfico conformado

por la Constitución de la República bolivariana de Venezuela (1999), Código

Orgánico Procesal Penal (2010), Código Penal (2005), así como textos de

autores como Urdaneta (2003), Valdés (2005), Materan (2008), Puente y

Gutiérrez (2010) y Fernández (2004).

El estudio fue de tipo documental, en vista que la información

recolectada se encuentra en documentos y escritos; la técnica de

observación aplicada ese la documental directa, la cual se ejecuta de manera

inmediata a través del Instrumento, que en el caso en cuestión se generó

como una guía de observación y cuya validez fuese determinada por el

Jurado Académico designado por la Coordinación de Trabajos Especiales de

Grado, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad del

Zulia.

Los resultados permitieron constatar que el retardo procesal es un

fenómeno que no solo sufren los imputados en el proceso penal, sino que

además la familia y por ende la sociedad resulta desorganizada e inestable

ante tal circunstancia, en la cual se devela el importante rol protagónico de

los órganos judiciales en el proceso para evitar las causas que propician el

retardo procesal.

La anterior investigación se encuentra muy relacionada con la presente,

todo ello debido a que permite determinar desde la investigación penal,

cuales son los problemas que se derivan y reflejan en la práctica forense, con
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los retardos procesales efectuados en las personas de los procesados,

violentando los derechos humanos del mismo, aumentando la impunidad.

De igual forma, contribuye la aplicación de una pena anticipada sufrida

por los imputados o procesados, haciendo padecer a los familiares de los

involucrados fuera de las jurisdicciones de reclusión, un atentado contra el

principio de responsabilidad personalísima de la acción penal y la justicia

expedita que el tratado penalmente merece.

Siguiendo la misma recolección de antecedentes se consideró el trabajo

especial de grado realizado por Pérez, (2012), titulado, “Morosidad Procesal,

Deuda Penal del Estado”. Trabajo Especial para optar al grado académico de

Magister en Derecho Penal, presentado en la Universidad Santa María,

División de estudios para graduados de la ciudad de Caracas

La investigación realizada tuvo por objeto analizar la morosidad

procesal y establecer las diferencias con el retardo procesal, desde el punto

de vista de la justicia pronta y cumplida. La investigación permitió el estudio

del material bibliográfico conformado por la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela (1999), Código Orgánico Procesal Penal (2012),

Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia (2010), así como documentos

legales y doctrinales, tanto nacionales como internacionales.

El estudio fue de tipo documental, en vista que la información

recolectada se encuentra en documentos y escritos; la técnica de

observación aplicada es la documental-descriptiva, la cual se ejecuta de

manera inmediata a través del Instrumento, que se generó como una guía de
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observación, validada por la división de estudios para Graduados de la

Universidad Santa María.

Los resultados permitieron constatar que la Morosidad Judicial no

necesariamente genera retardo procesal, siendo legalmente permitido el

diferimiento de audiencias y la reposición de las causas a algunos estadios

de investigación cuando se considere que está siendo violentado un derecho

fundamental, sin embargo, el acceso a la justicia, como derecho de acción,

es la facultad que tiene toda persona de poder acudir ante los órganos

jurisdiccionales, para ser protegidos cuando se han violado sus derechos o

para garantizar la plena vigencia o eficacia de los mismos, pero de una

manera pronta y efectiva, lo cual pareciera entrar en contradicción con lo

primero.

Lo anteriormente investigado permite aportes al presente estudio, al

determinar que el atributo esencial de la justicia es la eficacia, siendo el

punto de encuentro entre la afirmación que sostiene que, la justicia aplazada

no es justicia. En tal sentido, la justicia, por tanto, ha de ser diligente y rápida,

tanto en la tramitación de la resolución de litigios como en la ejecución de lo

sentenciado.

Por último, finalmente se consideró el trabajo especial de grado

realizado por Carrero (2012), titulado: “Análisis de las penas corporales e

incorporales en el proceso penal venezolano” Trabajo Especial de grado para

optar al título de Abogado, presentado en Facultad de Ciencias Jurídicas y

Políticas de la Universidad Privada Dr. Rafael Belloso Chacín de Maracaibo.

La investigación realizada tuvo por objeto, analizar el retardo procesal como


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pena adicional a la sanción impuesta al reo de condena, considerando que

en el ámbito procesal existe un mal manejo de los criterios de aplicación de

las penas por parte de los órganos del sistema de justicia.

La investigación permitió el estudio del material bibliográfico conformado

por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), Código

Orgánico Procesal Penal (2012), Código Penal (2005), así como textos de la

autoría de Sandoval (2005), Zaffaroni (2005), Piva (2010) y Grisanti (2008)

entre otros documentos legales y doctrinales, tanto nacionales como

internacionales. Fue de tipo documental, en virtud que la información

recolectada se encuentra en documentos y escritos; la técnica de

observación aplicada ese la documental-descriptiva, la cual se ejecuta de

manera inmediata a través del Instrumento, que se generó como una guía de

observación, cuya validez estuvo a cargo del Comité Académico de la

Universidad Rafael Belloso Chacín.

Los resultados permitieron constatar que el sistema judicial venezolano

se encuentra viciado por factores que inciden directamente en el retardo

procesal, y que tal retardo procesal, incide directamente en la aplicación y

cumplimiento de las penas impuestas por los juzgados, pasando sobre los

reos de condena como una pena accesoria que en ocasiones se hace más

difícil de llevar que la propia sanción.

En tal sentido, se consideró el estudio antes descrito, puesto que el

análisis desarrollado por el autor, constituye un aporte a la presente

investigación, toda vez que permite establecer que el objetivo fundamental de

la pena es el de corregir la norma infringida, incrementando en la sociedad la


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sensación de seguridad y la confianza en su sistema de justicia, sin embargo,

tal confianza se ve diezmada, al encontrarse el ciudadano ante una justicia

tardía, administrada negligentemente por los órganos de justicia, encargados

como parte del Estado de velar por el cumplimiento de los principios

constitucionales y legales; negligencia esta que presuntamente tiene

fundamento en la politización de los órganos del poder público judicial.

2. FUNDAMENTACIÓN LEGAL-DOCTRINAL Y JURISPRUDENCIAL.

En el Marco Teórico, se desarrolla una serie de doctrinas de naturaleza

legal que sirven de explicación al estudio, proporcionando documentalmente

una visión de cada uno sobre el retardo procesal y sus implicaciones en el

cumplimiento de las penas en el proceso penal venezolano. Del mismo modo

se hace necesario presentar conceptos, teorías y argumentos que se

consideran relevantes y necesarios para sustentar dichos datos, tomando

como punto de partida desde normativas, doctrinas y jurisprudencias,

relacionadas con los aspectos abordados en el estudio.

2.1. RETARDO PROCESAL Y SUS IMPLICACIONES EN EL


CUMPLIMIENTO DE LAS PENAS EN EL PROCESO PENAL
VENEZOLANO.

El proceso penal venezolano, contempla la celeridad de la decisión

jurisdiccional con carácter y rango constitucional, en tal sentido su

incumplimiento produce, lo que hoy se conoce como justicia tardía, la cual,

lejos de dar respuesta a los procesos en cursos generan nuevos conflictos


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humanos, en la instancia jurisdiccional siendo el más grave de ellos, un

detenido sin condena, sometido a retardos en su proceso de justicia.

Históricamente hablando uno de los motivos de rechazo social al sistema

penal lo constituye precisamente el retardo procesal, pese a los importantes

avances legislativos logrados, a saber: Código Orgánico Procesal Penal

(2012), y Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de (1999),

considerando que en materia procesal penal aún persiste el referido

fenómeno, lo cual afecta la fase de investigación, la intermedia la de juicio y

ejecución.

Sobre la base de los antes dicho, el artículo 26 constitucional consagra el

derecho a obtener con celeridad y prontitud, reclamos e intereses, siendo el

estado garantizará una justicia sin dilaciones indebidas, así mismo, el artículo

257 de la carta magna, establece las omisiones de formalidades esenciales,

puesto que se pueden sacrificar las no esenciales, con el fin de evitar las

dilaciones indebidas en el proceso, aspecto que de una u otra forma

proporcionará celeridad a cualquier instancia y grado del proceso, haciendo

que la justicia sea realmente expedita.

En virtud del planteamiento anterior, Rivera (2003, p. 103) señala que

luego de transcurrido el tiempo de acceso a la justicia, la oportunidad de

realizar un acto se pierde, ya que los órganos jurisdiccionales también tienen

plazos para dictar las resoluciones. Del mismo modo, precisa que existen

criterios para determinar si hay dilaciones indebidas, a saber, los lapsos

ordinarios de duración del asunto, la conducta procesal de las partes, las


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actuaciones de los órganos, defectos de organizaron o falta de medios, así

como retrasos estructurales.

En ese orden de ideas, el Manual de Actuación del Fiscal del Ministerio

Público en el Proceso Penal, señala que la tutela judicial no solo comprende

el derecho a acceder a la justicia, sino que entre otros también se encuentra

la garantía de una justicia expedita, sin dilaciones indebidas y sin

formalismos ni reposiciones inútiles, todo ello en concordancia con el artículo

26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999).

Sobre la base documental cabe en tal sentido señalar que quienes

investigan, consideran que el retardo judicial se debe a múltiples factores, y

entre ellos un importante elemento, la abstención de los jueces de pronunciar

o ejecutar decisiones definitivamente firmes, y que tal conducta es imputable

directamente a los jueces, como parte de su responsabilidad en administrar

justicia.

2.1.1. RETARDO PROCESAL EN LA DOCTRINA

La práctica de una actividad judicial que no vaya en correcta sintonía con

la tan anhelada celeridad a que hacen alusión los cuerpos normativos que en

materia procedimental se han sancionado en la República Bolivariana de

Venezuela, quebranta los más indispensables principios que impulsan el

Derecho Procesal Constitucional.

Ossorio (2010, p. 289) considera semejante el retardo procesal con el

retardo de justicia y lo define como la prolongación maliciosa, por parte del


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juez, de la administración de justicia, pese al requerimiento de las partes y al

vencimiento de los términos procesales. Este delito afecta también al

funcionario público que, faltando a la obligación de su cargo, dejare de

promover la persecución y represión de los delincuentes, salvo algún

inconveniente insuperable.

Por su parte Carnelutti, citado por Gonzáles (1999) lo define como “la

crisis procesal que vienen a ser aquellas alteraciones que se producen en el

curso o desarrollo normal de un proceso”. (P.59). Según Sarmiento (2000, p.

121) es uno de los problemas de mayor gravedad que afecta la recta

administración de justicia no solamente en Venezuela sino en gran cantidad

de países.

Los criterios antes planteados son concordantes con los argumentos de

Echandia (2006, p.73), al asegurar que la duración anormal del proceso

comporta una denegación de justicia, por lo cual debe reducírsele al mínimo

posible, pero sin mengua del derecho de defensa sobre la base garantías del

debido proceso, es por ello que no podría decirse que una causa que fue

decidida con justa administración de justicia, luego de haber transcurrido un

lapso de tiempo injustificable, en la que se debió imperar expeditamente el

debido proceso y los principios que lo rigen.

No obstante, en relación al argumento de Echandia, el procesalista

Morales (2007, p. 51, asegura que, frente a tal aberración jurídica cabría la

pena preguntarse ¿hasta qué punto puede ser calificada de justa esa

decisión? o ¿qué derechos se tutelaron en desmedro de otros?; frente a esto


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la doctrina ha sido enfática en esbozar el aforismo anónimo que reza: "que

una justicia alargada en el tiempo no es justicia", y así definitivamente debe

ser interpretada tal aseveración por todos los órganos que rigen el destino

del Poder Judicial.

Como corolario de los criterios aquí citados, cabe decir que no existan

dudas que, lamentablemente en los estrados judiciales todavía conviven un

grupo de letrados, que atienden más a la instauración de tácticas malsanas y

por demás condenables de dilatar a ultranza todos los juicios en los que

representen o asistan a su poderdante cuando saben o les consta que su

contraparte es un ciudadano que apenas puede tímidamente acudir a un

órgano jurisdiccional o sostener un litigio, por temor a verse atrapado en una

dilación indebida que termina en incertidumbre.

2.1.1.1. NOCIÓN DE RETARDO PROCESAL

Para que los interesados en el litigio puedan recibir pronta respuesta, el

proceso se debe desenvolver en condiciones de normalidad dentro de los

plazos requeridos para cada acto o petición procesal en el ordenamiento

jurídico.

Liebman (1980, p. 91), reseña que si bien en el proceso se desarrolla

una lucha en la que cada uno se vale libremente de las armas disponibles,

esta libertad encuentra un límite en el deber de observar "las reglas del

juego", estas exigen que los contendientes se respeten recíprocamente en su

carácter de contradictores en juicio, según el principio de la igualdad de sus


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posiciones respectivas; por eso cada parte debe evitar recurrir a maniobras o

artificios, que podría impedir a la otra hacer valer sus razones ante el juez en

todos los modos y con todas las garantías establecidas por la ley.

Estos planteamientos nos llevan a inferir que, al parecer los enjuiciadores

desconocen que por tales conductas omisivas al no hacer valer la correcta

probidad y lealtad de las partes en juicio, desencadenan responsabilidades

personales por los daños que por su conducta subjetivas le han generado a

los administrados, más aún cuando la misma puede ser interpretada como

una denegación explicita de sus derechos a una justicia breve, expedita, sin

dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles y por tanto una

clara violación del precepto constitucional establecido en el artículo 26.

Sobre este particular, Mayaudon (2014, p. 231), considera que el retardo

procesal es sencillamente un proceso en el cual se han hecho presente las

dilaciones, y que esta especialísima garantía está aludida en el único aparte

del artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

(1999)., el cual expresa: “…el Estado garantizará además de una justicia

gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente,

responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas”.

En concatenación a lo establecido en el artículo 49.3 ejusdem, “Toda

persona tiene derecho a ser oída en cualquier clase de proceso, con las

debidas garantías y dentro de un plazo razonable...” Del mismo modo el

artículo 1 del Código Orgánico Procesal Penal, que consagra el juicio previo

y debido proceso, dispone lo siguiente: “…Nadie podrá ser condenado sin


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juicio previo, oral y público, realizado sin dilaciones indebidas, sin formalismo

ni reposiciones inútiles…”.

En este aspecto Revenga (2002, p. 16), para considerar cuando

efectivamente las dilaciones son indebidas hace una diferencia aclarando

que:

En su manifestación óptima, el despliegue temporal del proceso


debiera ajustarse a las previsiones temporales de los plazos.
Cuando se sobrepasa el tiempo legalmente previsto para la
emanación de actos de impulso o terminación del proceso,
estamos ya ante un supuesto de dilación. Otra cosa es que tal
dilación conculque el derecho fundamental, es decir, que sea
indebida

Por su parte la Sala Constitucional del TSJ en sentencia Nº 2.198 de

fecha 9-11-01, señala:

“Debe recordarse, no obstante, que el concepto de proceso sin


dilaciones indebidas es un concepto jurídico indeterminado, cuyo
contenido concreto deberá ser obtenido mediante la aplicación, a
las circunstancias específicas de cada caso, de los criterios
objetivos que sean congruentes con su enunciado genérico.
Podrían identificarse como ejemplo de tales criterios objetivos: la
complejidad del litigio, los márgenes ordinarios de duración de
los litigios del mismo tipo, la conducta procesal del interesado y
de las autoridades implicadas y las consecuencias que de la
demora se siguen para los litigantes. Así pues, criterios de
razonabilidad pesarán sobre la decisión que se tome en cada
caso concreto”

En el orden de las ideas anteriores, la Sala Constitucional del Tribunal

Supremo de Justicia en sentencia Nº 1565 de fecha 11 de junio del 2003,

estableció las dilaciones indebidas de la siguiente manera:

La expresión “sin dilaciones indebidas” (artículo 26), indicar que


la misma debe ser entendida como el derecho de toda persona a
que su causa sea oída dentro de un plazo razonable, por lo
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tanto, la falta de cumplimiento del órgano jurisdiccional de los
lapsos procesales es una condición necesaria más no suficiente
para declarar que hubo dilación indebida o retardo judicial. Ahora
bien, la determinación de ese plazo razonable no es posible
hacerla a través de una regla concreta, pues cada caso reviste
peculiaridades que lo distinguen de otros.

Sobre la base doctrinal aquí descrita anteriormente, quienes investigan

señalan que el retardo procesal, no es más que la dilación indebida que

comporta la extralimitación del plazo procesal, a ultranza, la demora en el

cumplimiento de los lapsos que establecen la ley para el desarrollo del

proceso penal, todas bajo el imperio de una razón no justificable, en un

estado social de derecho y de justicia con autonomía de los poderes.

2.1.1.2. EL PROCESO PENAL

Con referencia al proceso penal, se observa que tiene por finalidad,

establecer la verdad de los hechos por las vías jurídicas y la justicia en la

aplicación del derecho con la debida observancia de sus principios.

Ossorio (2010, p. 523), define el proceso penal como el que tiene por

objeto la averiguación de un delito, el descubrimiento del que lo ha cometido

y la imposición de la pena que corresponda, o bien la absolución del

inculpado.

En este particular, señala Pérez (2014, p. 31), que el proceso penal es el

conjunto de actos sucesivos y ordenados, regulados por el derecho, que

deben realizar los particulares y el Estado para la investigación y el

esclarecimiento de los hechos punibles, y para la determinación de la

responsabilidad de las personas involucradas en aquellos, con el objeto de


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resolver, mediante un juicio de la autoridad, el conflicto sometido a su

decisión. Es el modo legalmente regulado de la realización y la

administración de justicia.

Por su parte Merino (2015, p. 4) afirma que el proceso penal es el

procedimiento de carácter jurídico que se lleva a cabo para que un órgano

estatal aplique una ley de tipo penal en un caso específico. Las acciones que

se desarrollan en el marco de estos procesos están orientadas a la

investigación, la identificación y el eventual castigo de aquellas conductas

que están tipificadas como delitos.

Atendiendo dichos criterios teóricos, es menester mencionar que, el

Proceso Penal Venezolano está constituido por varias fases, las cuales,

tienen su fundamento en el Procedimiento Ordinario previsto en el Código

Orgánico Procesal Penal (2012), teniendo como finalidad, el establecer la

verdad de los hechos por las vías jurídicas y la justicia en la aplicación del

derecho con la debida observancia de sus principios.

En tal sentido, la fase preparatoria, fundamentalmente investigativa, en la

que destaca la intervención del Ministerio Público. Corresponde al fiscal la

dirección de esta fase y, en consecuencia, los órganos de policía dependen

funcionalmente de aquel. La fase intermedia cuyo acto fundamental lo

constituye la denominada audiencia preliminar en la que se delimitara el

objeto del proceso, así, en esta etapa se determina si hay elementos

suficientes para decretar el enjuiciamiento de la persona imputada o, si, por

el contrario, procede el sobreseimiento del proceso concordantemente. La


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fase de juicio, fase en la que se debe emitir el pronunciamiento definitivo

sobre el fondo del asunto planteado.

Por otro lado, la fase de impugnación, fase en la que se debe emitir el

pronunciamiento definitivo sobre el fondo del asunto planteado, que junto a la

fase de impugnación o recursiva en la que se cuestionara la decisión de

fondo emitida por los tribunales de juzgamiento. Cabe destacar que también

son recurribles las decisiones interlocutorias con fuerza o no de definitiva

dictadas por cualquiera de los tribunales de primera instancia (control, juicio y

ejecución), también forman parte del proceso para finalmente citar la fase de

ejecución de las penas o medidas de seguridad impuestas, a cargo de un

funcionario judicial, juez de ejecución.

Es criterio de quienes realizan en el presente estudio señalar en virtud de

lo anterior, que el artículo 257 de la Constitución de la República Bolivariana

de Venezuela (1999), establece que el proceso constituye un instrumento

fundamental para la realización de la justicia y el artículo 13 del Código

Orgánico Procesal Penal (2012), dispone que el fin del proceso es la

búsqueda de la verdad por las vías jurídicas y, una vez encontrada ésta,

debe arribarse a la justicia mediante la aplicación del derecho. Es así que a

esta finalidad deberá atenerse el juez al adoptar su decisión.

(A) CARACTERÍSTICAS

Una de las características esenciales del proceso penal, que lo distingue

de los procesos civiles, mercantiles, laborales y administrativos, es que


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presenta una fase de instrucción o introductoria, previa al debate penal

propiamente dicho, durante la cual debe comprobarse la existencia del hecho

punible y acopiarse los elementos de convicción que vinculen a las personas

sindicadas con dicho hecho punible.

En palabras de Arteaga (2008, p. 16) el proceso penal venezolano está

impregnado de los caracteres del Derecho Procesal Penal, y en virtud de

ello, el proceso penal es de Orden Público, porque regula la actividad

jurisdiccional del Estado, la intervención estatal para mantener la convivencia

social resolviendo los conflictos entre particulares. La inevitable mediación

del Estado en la efectiva realización de la justicia por intermedio de los

órganos establecidos para tal efecto. Además, es público porque estructura

los órganos estatales en sus funciones de solución de conflictos.

Asegura el precitado autor que es instrumental debido a que sirve para

que se pueda tutelar los derechos no sólo de los ciudadanos, sino también

de todos los integrantes de una comunidad organizada, es autónomo porque

tiene individualidad propia, está basado en un conocimiento metódico,

porque constituye un conocimiento ordenado y orientado a obtener la verdad,

es de carácter oficial Ya que se cumple por medio de un órgano público y se

inicia de oficio por intermedio del Juez o Ministerio Público, quien en el

ejercicio de sus funciones debe proceder a formular la denuncia, sin que por

ello se recorte el derecho de las personas que puedan hacerlo directamente.

Por otro lado, indica Mayaudon (2014, p.33), que el proceso penal es

irretractable, toda vez que producida la denuncia o iniciando el proceso no


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puede ser modificado, suspendido o revocado; la acción continúa hasta su

terminación, y solo se extinguirá cuando la Ley lo permita como es la

sentencia, el sobreseimiento, muerte del imputado o por declaración de

alguna de las excepciones establecidas por Ley. Así mismo es obligatorio,

siendo que el Estado no puede renunciar a su potestad soberana, pues es él,

quien tiene el poder de la tutela jurídica, y aplica la sanción por medio del

órgano jurisdiccional, en forma indiscriminada, sin tener en cuenta diferencia

de persona alguna.

(B) SITUACIONES ANORMALES DEL PROCESO PENAL

Los fenómenos anormales que retardan el proceso aún son ignorados en

detenimiento por una gran parte de la doctrina: sin embargo, se puede definir

como aquellas alteraciones o situaciones anormales que se producen en el

curso o desarrollo de un proceso, con base en lo sostenido por Rincón (2010,

p. 184), estos fenómenos se pueden clasificar en tres categorías, según la

alteración concreta que suponen en el curso normal del proceso: un avance

anormal; un retroceso anormal; una suspensión, detención o paralización del

proceso.

I. Avance Anormal

Se produce un avance anormal en el proceso en los supuestos de,

inimputabilidad del acusado en la calificación provisional o en el juicio

oral. En estos casos, se produce la terminación del procedimiento con

sentencia, sin necesidad de celebrarse el juicio oral.


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II. Retroceso Anormal

El retroceso anormal se produce cuando el órgano jurisdiccional declara

la nulidad de actuaciones, no obstante, la nulidad de un acto no implicará

la de los sucesivos que fueren independientes de aquél ni la de aquellos

cuyo contenido hubiese permanecido invariable aún sin haberse

cometido la infracción que dio lugar a la nulidad.

III. Suspensión, Detención O Paralización

La suspensión del proceso se da cuando se paraliza o detiene el curso

del proceso por alguna de las causas establecidas en la ley, lo que

Carnelutti (1954, p.369) llamaba crisis del procedimiento. En este

concepto se incluye como supuestos de suspensión tanto aquellos que

suponen la paralización de toda actividad procesal, como aquellos otros

en los que se detiene el curso del proceso para dar paso al desarrollo de

otra actividad procesal previa.

Las causas más importantes que provocan la suspensión del proceso

son las siguientes: (a) La declaración de rebeldía del imputado al no

comparecer a la audiencia, (b) La enajenación mental del imputado,

sobrevenida después de cometido el delito, (c) La falta de uno de los

imputados en la audiencia, (d) La falta de abogados de la defensa, (e) La

presencia de un abogado nuevo en la audiencia, (f) La falta del Ministerio

Publico, entre otros

A juicio de los investigadores, estas situaciones anómalas dentro del

proceso penal, podrían derivar en ilegalidad, en negligencia, en mala


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conducta o en abuso no corregido, o bien sancionado por el sistema legal y/o

sistema judicial, y por ende al no respeto por los derechos tanto de los

individuos como de la sociedad en conjunto, lo cual ocasionaría como

corolario un fallo sistémico en el ordenamiento jurídico, redundando en

justicia mal aplicada o injusticia.

(C) CIRCUNSTANCIAS Y COMPLEJIDADES DEL PROCESO PENAL

Con respecto a las circunstancias y complejidades del proceso penal,

Escudero (2005, p. 265), indica que un proceso puede ser complicado, y que

dicha complicación puede justificarse, puesto que en ocasiones, una

determinada demora judicial o el transcurso de los plazos procesales, a

pesar que las causas penales por mucha aproximación que puedan tener, no

todos los procesos y todas las fases procesales son iguales y pueden variar

en cuanto a su dificultad, calificación jurídica, cantidad de personas

acusadas, cuando hay gran numerosidad de las partes intervinientes, cuando

los hechos aparecen vinculados al interés nacional, entre otras

circunstancias del caso que afectan su celeridad.

Todas estas situaciones han de considerarse para medir el tiempo

conforme al cómputo de la duración del proceso, ya que, según el precitado

autor, para precisar la complejidad es necesario atender a las circunstancias

fácticas y jurídicas de cada caso concreto.

En consecuencia, es preciso considerar el momento en que se detiene el

proceso penal, para iniciar un análisis detallado de la causa penal y


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características de la tardanza del mismo, dicho análisis permita calcular el

equilibrio necesario entre el tiempo de dilación y el contenido del proceso, y

así poder fijar la razón de su complejidad, ya que pudiera pasar la dilación no

fuera indebida, y que se parta de la presunción de una dilación pero

justificada, por causas ajenas a la voluntad de las partes, del Estado y que

sea producto de la misma naturaleza del tipo de delito .

Ahora bien, la Sala Constitucional del TSJ en sentencia Nº 1565 de fecha

11-06-2003, al pronunciarse sobre la constitución de la complejidad del litigio,

indica que debe considerarse así la complejidad del asunto, esto es, aquellos

elementos de derecho y a los de prueba de los hechos que dificultan o

complican la labor del órgano jurisdiccional, al implicar mayor actividad para

la resolución del supuesto planteado.

En el mismo orden de ideas, Mayaudon (2014, p. 174), sostiene que es

preciso tener en consideración la conducta de los actores del litigio, esto es,

la conducta desplegada por el Estado a través del Ministerio Público cuyas

conductas pudiesen considerarse tácticas dilatorias; la conducta contumaz

del imputado para hacerse presente bien porque este siendo juzgado en

libertad, o bien porque estando bajo el régimen de privación preventiva de

libertad, este se niegue reiteradamente a ser trasladado al tribunal; la

conducta de la defensa en su afán por impedir el normal desarrollo del litigio

para alegar que ha trascurrido el tiempo legal para haberse desarrollado el

debate, entre otras.


42
Con respecto a este tema, es criterio sostenido de la Sala de Casación

Penal del Tribunal Supremo de Justicia, que debido a que la ley no puede

favorecer a toda aquella persona que intente desvirtuar el espíritu de la ley, y

obtener un provecho de su propia torpeza, como son las estrategias

dilatorias, es fundamental para determinar un posible retardo procesal,

someter a análisis la conducta del Ministerio Publico, la del Imputado

contumaz, así como la defensa del imputado, sobre todo cuando el defensor

ha hecho uso abusivo de diferentes actos para obtener un provecho a

beneficio de su representado.

Tal es el caso de alargar el proceso a los efectos de posteriormente

solicitar libertad del imputado por haberse extralimitado el plazo según lo

establecido en el artículo 230 Código Orgánico Procesal Penal (2012).

2.1.1.3. EL PAPEL DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL

La tutela judicial efectiva es un derecho complejo, porque abarca un

conjunto de derechos constitucionales procesales que permiten obtener una

justicia tutelada por el Estado de manera efectiva, Bello y Jiménez, (2009 p.

42). Por ello no es sencillo dar una definición única.

Los autores mencionados (2009, p.41) en una primera aproximación al

concepto de tutela judicial efectiva, la definen como:

un derecho constitucional procesal de carácter jurisdiccional, que


ostenta todo sujeto de obtener por parte de los órganos del
estado (especialmente del judicial) en el marco de procesos
jurisdiccionales, la protección efectiva o cierta de los derechos
43
peticionados y regulados en el estamento jurídico, no sólo
fundamental sino de menor categoría

Es decir, la tutela judicial efectiva es un derecho a la protección

jurisdiccional de los derechos constitucionales. Aunque muchos autores

como el caso de Molina (2002 p.189), va más allá y afirma que la tutela

judicial efectiva no es sólo el derecho a la protección jurisdiccional de los

derechos constitucionales, sino además los siguientes derechos:

 El derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales.

 Los derechos constitucionales procesales.

 El derecho a un debate judicial protegido y tutelado de manera

segura y efectiva.

 El derecho a defenderse o a ensayar defensas.

 El derecho a producir la prueba de los hechos.

 El derecho a revelarse contra cualquier decisión adversa, y en

definitiva.

 El derecho a obtener del Estado un pronunciamiento judicial.

Ahora bien, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

(1999), consagra el derecho a la tutela judicial efectiva en su artículo 26, que

no se agota, como normalmente se ha difundido, en el libre acceso de los

particulares a los órganos de administración de justicia para defenderse de

los actos públicos que incidan en su esfera de derechos.

Además, este principio fundamental comporta; el derecho a obtener

medidas cautelares para evitar daños no reparables por el fallo definitivo;


44
derecho a asistencia jurídica en todo estado y grado del proceso; derecho a

exponer las razones que le asistan en su descargo o para justificar su

pretensión; oportunidad racional para presentar las pruebas que le

favorezcan y para atacar el mérito de las que lo perjudique; obtener un fallo

definitivo en un tiempo prudente y, otra garantía, hoy por hoy más necesaria

ante órganos o entes contumaces a cumplir con las decisiones judiciales, el

derecho a obtener pronta y acertada ejecución de los fallos favorables.

De lo anterior se puede afirmar que la tutela judicial efectiva es un

derecho que permite al ciudadano: acceder a los órganos jurisdiccionales;

obtener un pronunciamiento judicial que resuelva sus conflictos judiciales

mediante el dictado de sentencias que sean el producto de un proceso libre

de vicios, y recurrir contra esas sentencias.

2.1.1.4 SISTEMAS DE GESTIÓN JUDICIAL

La gestión judicial tiene como propósito viabilizar la posibilidad de hacer

cumplir el principio de legalidad, por el cual los órganos del Estado deben

actuar de conformidad con las estipulaciones constitucionales y legales

previamente fijadas. Es el control de la competencia de los órganos del

Estado, entendida como una habilitación normativa, por ello previa y expresa,

que les permite ejercer sus funciones frente a los particulares y a otros

órganos del Estado. Permitiendo, a la vez, la protección de los derechos de

los individuos. La consecuencia de la violación de este principio es la nulidad


45
del acto con la posible desaparición de sus efectos, lo que será declarado por

la administración de justicia.

Pero este control, además de formal, también es de carácter material,

según sostiene Brewer (2008, p.74), sobre todo teniendo en cuenta los

contenidos de las políticas públicas del Estado que expresan los actos

controlados. Se alza así el Poder Judicial como un garante del Estado de

Derecho, con sus contenidos sociales y democráticos.

La gestión judicial es la traducción del poder del Estado que debe decidir

quién tiene la razón, cumpliendo con ello, un papel de pacificador e

integrador social, a la vez que otorga justicia a las personas.

En este orden de idea, asegura Duque (1998, p.30), que, si bien el ser

humano es gregario, también posee intereses y sentimientos individuales que

defiende frente a las otras personas. Esa confrontación entre individuos,

entre sectores sociales, o entre éstos y el Estado crea una gran tensión que,

de no ser atendida convenientemente, puede ser causa de disgregación de la

sociedad y de la aparición de la violencia como respuesta. Al suministrar

justicia, los organismos encargados de la gestión judicial, no sólo aplican el

derecho mediante fórmulas de interpretación de la ley y medios alternativos

de resolución de conflictos, sino que, además, expresan determinados

valores sociales.

En virtud de lo anterior, los investigadores infieren que la administración

de justicia, a través de los órganos de gestión Judicial, debe proteger por

todos los medios permitidos, los derechos de las personas frente a su


46
violación, cierta o probable, por actos de otras personas o por la actividad del

estado. También debe intentar recomponer la situación jurídica de la persona

al estado en que se encontraba antes de que se le violentara su esfera

jurídica particular, de forma que no se vean menoscabados sus derechos e

intereses

2.1.2. CRITERIOS DISCIPLINARIOS EN MATERIA DE RETARDO

PROCESAL

El juzgador como intérprete tiene una función sociológica, además de

jurídica, importante. De manera que el juez, a la hora de decidir sobre las

resoluciones que ha de dictar, ha de tener presente que sus decisiones han

de basarse en una trípode que responde a estos apoyos: responsabilidad

profesional, motivación lógico-jurídica y entorno sociológico. La

responsabilidad en sentido amplio consiste en la capacidad de las personas

de conocer y aceptar las consecuencias de sus actos u omisiones, en tanto y

en cuanto éstas ocasionen daños o perjuicios en los derechos o intereses de

terceros. La responsabilidad del Estado radica en la sujeción al control del

ejercicio de toda potestad pública.

En este orden de ideas, Romero (2011, p.59), aduce que la

responsabilidad judicial ha sido definida por numerosos autores como la

obligación o deuda moral que pesa sobre los magistrados y jueces que

infringen la ley o sus deberes en el ejercicio de sus funciones específicas el

proceso. Existen varios tipos de responsabilidad de los jueces.


47
El ejercicio de la jurisdicción en muchos países está sometido al principio

de legalidad, lo que significa que sus actuaciones sólo pueden desarrollarse

conforme a lo establecido en el ordenamiento jurídico. Si esto no fuese así,

además de ser susceptible de recursos, puede generar responsabilidad si

esta actuación lesiona a alguno de los intervinientes.

En lo que se refiere directamente a la responsabilidad del Estado por las

actuaciones judiciales, destaca, en primer término, el artículo 49, numeral 8:

El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y

administrativas y, en consecuencia (…) 8. Toda persona podrá solicitar del

Estado el restablecimiento de la situación jurídica lesionada por error judicial,

retardo u omisión injustificados. Queda a salvo el derecho del o de la

particular de exigir responsabilidad personal del Magistrado o Magistrada,

Juez o Jueza y del Estado, y de actuar contra éstos o éstas.

En el último aparte del artículo 255 también de la Constitución se

establece: «Los jueces o juezas son personalmente responsables, en los

términos que determina la ley, por error, retardo u omisiones injustificadas,

por la inobservancia sustancial de las normas procesales, por denegación,

parcialidad, y por los delitos de cohecho y prevaricación en que incurran en el

desempeño de sus funciones.

Por su parte la Ley Orgánica de Drogas (2010), establece en el artículo

171 del capítulo IV, referido a los delitos contra la Administración de Justicia

en la aplicación de esta ley, lo siguiente:

El juez o jueza que omita o rehúse decidir, bajo pretexto de


ambigüedad, insuficiencia, contradicción o silencio de esta Ley,
que retarde la tramitación del proceso, con el fin de prolongar la
48
detención del procesado o de que prescriba la acción penal
correspondiente será penado o penada con prisión de cuatro a
seis años. Si obrare por un interés privado, la pena se
aumentará al doble. El juez o jueza que viole esta Ley o abuse
del poder, en beneficio o perjuicio de un imputado o imputada,
será penado o penada con prisión de seis a ocho años

2.1.2.1. NOCIÓN DE ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

La administración de justicia se concibe de forma sistémica, de hecho, la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) se refiere al

Sistema de Justicia del cual forman parte todos los sujetos y órganos que

participan o se relacionan con la administración de justicia que son: “el

Tribunal Supremo de Justicia, los demás tribunales que determine la ley, el

Ministerio Público, la Defensoría Pública, los órganos de investigación penal,

los auxiliares y funcionarios de justicia, el sistema penitenciario, los medios

alternativos de justicia, los ciudadanos que participan en la administración de

justicia y los abogados autorizados para el ejercicio” (artículo 253).

En palabras de Brewer (2000, p.36) la Constitución de 1999 mantiene la

concepción de la anterior Constitución de que la potestad jurisdiccional debe

ejercerse sólo a nivel nacional, es decir, es competencia exclusiva del Poder

Público Nacional, por ello, a nivel estadal y municipal no existe Poder Judicial

en Venezuela.

En cambio, en relación con la organización y competencias del Poder

Judicial, la nueva Constitución es innovadora, al eliminar el Consejo de la

Judicatura y otorgar al Poder Judicial, y particularmente, a su máxima

autoridad, el Tribunal Supremo de Justicia, el poder necesario para formular


49
sus políticas y ejecutarlas. En efecto, además de las funciones típicamente

jurisdiccionales del máximo tribunal del país, la nueva Constitución asigna al

Tribunal Supremo de Justicia importantes competencias administrativas,

constituyéndole en el único órgano rector del Poder Judicial, y para

garantizar su eficiencia de gestión, le otorga autonomía funcional, financiera

y administrativa, con base en lo dispuesto el artículo 267 constitucional.

Ahora bien, La Sala Político Administrativa es competente para resolver

en primera, segunda o última instancia, según el caso, los reclamos del

ciudadano contra el Estado, cuando éste afecte sus derechos subjetivos y

patrimoniales, y en tal sentido, es competente para anular los actos

administrativos generales o individuales contrarios a derecho, incluso por

desviación de poder; condenar al pago de sumas de dinero y a la reparación

de daños y perjuicios originados en responsabilidad de la Administración;

conocer de reclamos por la prestación de servicios públicos y disponer lo

necesario para el restablecimiento de las situaciones jurídicas subjetivas

lesionadas por la actividad administrativa.

2.1.2.2. LA EJECUCIÓN PENAL Y LOS DERECHOS HUMANOS

En la opinión de Vásquez (1996, p. 122) se podría definir la ejecución

penal como la actividad tendiente a cumplir los mandatos de una sentencia

firme, es decir, son un conjunto de actos necesarios para la realización de la

sanción contenida en una sentencia condenatoria definitiva, emanada del

juez o tribunal competente. La privación de la libertad es un espacio en el


50
que existe una situación de evidente control y autoridad sobre las personas.

Desde el momento mismo en que una persona es detenida pasa a estar bajo

la vigilancia y autoridad de quien lo resguarda. Esta circunstancia es la que

coloca a la persona privada de la libertad en una situación de alta

vulnerabilidad en la que sus derechos pueden ser violados o limitados.

Entre los derechos fundamentales de la persona, establecidos en las

Constituciones de la gran mayoría de los países del mundo, arguye

Albergaría (1987, p. 111), se encuentra el de no ser condenado a una pena

que no esté prevista por ley anterior, ni sufrirla, si no ha sido impuesta por,

sentencia y ejecutada por autoridad, por lo que se está frente al principio

básico de la legalidad de la ejecución del cual se origina el de legalidad de la

pena (nula poena sine lege) la que se enuncia del siguiente modo:

La ejecución de las penas y medidas de seguridad no debe


quedar al arbitrio de la autoridad judicial y/o administrativa, sino
que deberá llevarse a cabo de acuerdo a lo dispuesto en leyes y
reglamentos.
(...)
Esto ubica la ejecución penal en el ámbito del Derecho Penal,
Procesal y Penitenciario, entendiéndose por este último un
conjunto de normas que regulan las relaciones entre el Estado y
la persona condenada, desde el mismo momento cuando la
sentencia legitima la ejecución, hasta la finalización de la pena.
(...)
Efectivamente, en un Estado de Derecho la relación entre el
Estado y el sentenciado no se define como una relación de
poder, sino como una relación jurídica con derechos y deberes
para cada una de las partes para cuya observancia y garantía,
deben estar especificados en leyes y reglamentos.

Ahora bien, Urrutia (2004, p. 29) al respecto manifiesta que, en el ámbito

del Sistema Interamericano, la Convención Americana de Derechos


51
Humanos contempla el derecho de toda persona a que se respete su

integridad física, psíquica y moral y, al mismo tiempo, establece que la tortura

y los tratos o penas crueles inhumanos y degradantes son conductas que

violan este derecho.

Por su parte Cuello (1978, p. 262) señala que el condenado no es un

aliene juris, no está fuera del derecho, se halla en una relación de derecho

público con el Estado y descontados los derechos perdidos o limitados por la

condena, su condición jurídica es igual a la de las personas no condenadas,

se trata de una relación de derecho en la que debe ser impuesta al

condenado sólo aquella limitación que corresponda a la pena pronunciada

por el juez.

Los uti cives son los derechos de los ciudadanos que los condenados

conservan, excepto los que expresa o necesariamente son vedados por ley o

por la sentencia, asegura Arteaga (2005, p. 271), además añade que en esa

categoría se incluyen los derechos de la persona humana, tales como el

derecho a la vida, a la integridad física, psíquica y moral, a la dignidad

humana, al honor, a la intimidad, a la libertad de conciencia y religión, salud,

trabajo, entre otros. Esos derechos, reconocidos en varias Declaraciones,

Pactos y Convenciones internacionales sobre Derechos Humanos, recogidos

en las Constituciones de los países, por lo cual se puede afirmar que la

fuente primaria de los derechos del condenado suele ser la Carta Magna.

En efecto, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

(1999), comprometida desde su preámbulo con el amparo de la dignidad y


52
libertad humana, no hace ninguna excepción en cuanto a los derechos

fundamentales que corresponden a todos los venezolanos y que, por lo tanto,

se extienden también a los que están condenados por sentencia firme.

Para Moráis (2002, p. 149) los tratados internacionales, además de no

hacer tampoco la mencionada distinción, establecen la obligación general y

expresa de garantizarlos, sin discriminación alguna.

En el mismo orden de ideas, Salas (2016, p. 8) indica, los derechos

específicamente penitenciarios son los derivados de la sentencia

condenatoria. Estos derechos que se corresponden con las obligaciones del

Estado, están vinculados al régimen penitenciario y a las estrategias del

llamado tratamiento resocializador. Son los derechos, por ejemplo:

 A que la vida del condenado se desarrolle en condiciones dignas, lo que

incluye instalaciones adecuadas e higiénicas, dieta alimenticia suficiente y

balanceada, una vestimenta desprovista de todo signo distintivo,

degradante o humillante;

 tener asistencia a su salud física y mental, asistencia jurídica, educativa y

religiosa;

 recibir visitas de familiares y amigos y con el mundo exterior, a ser

informado sobre la vida nacional e internacional;

 ser incluido en las diversas actividades y programas propios del

tratamiento reeducativo;

 a que se respete la práctica de su culto;


53
 mantener una vida sexual digna;

 ser custodiado y tratado por un personal especializado;

 a la progresividad, es decir a solicitar los avances de libertad anticipada

según sus progresos en el régimen. Incluso, según lo dispuesto en el

artículo 64 de las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, el

condenado tiene derecho a la asistencia post-penal, es decir, el Estado

estaría obligado a asistirlo moral y materialmente, cuando regrese a la

vida libre.

Observan quienes investigan que la sentencia penal condenatoria y

especialmente la pena privativa de libertad impide, al menos temporalmente,

el ejercicio de algunas prerrogativas de rango constitucionales, el reo de

condena continúa siendo sujeto titular de derechos fundamentales, pero el

ejercicio de estos derechos encuentra su límite en el fallo condenatorio, en el

sentido de la pena, y en la propia situación de reclusión en que se halla, no

obstante, la regla ha de ser el pleno reconocimiento, ejercicio y tutela de sus

derechos fundamentales y garantías. La restricción de algunos de ellos, será

la excepción

(A) LOS DERECHOS DEL CONDENADO EN LA LEGISLACIÓN


VENEZOLANA

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999) no

especifica cuáles son los derechos de los condenados, pero constituye el

marco fundamental de la ejecución de penas en el país, por cuanto concede


54
rango constitucional a los tratados sobre derechos humanos suscritos y

ratificados por la República a tenor de lo dispuesto en sus artículos 19 y 23.

De igual manera, la Constitución patria no hace ninguna excepción en cuanto

a los derechos fundamentales que corresponden a todos los venezolanos y

que, por lo tanto, se extienden a los condenados por sentencia firme. La

Carta Magna, además de no hacer distinción, establece la obligación expresa

y general de garantizar dichos derechos, sin discriminación alguna.

Por otra parte, Salas (2016, p. 9) asegura que el artículo 272 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), se refiere a

los derechos del condenado, cuando dice que “el Estado garantizará un

sistema penitenciario que asegure la rehabilitación del interno o interna y el

respeto a sus derechos humanos”.

Complementa la precitada autora, al indicar que la misma disposición

constitucional, en lo relativo a la finalidad de la ejecución de la pena “la

rehabilitación del interno”, establece cuáles son las estrategias, mediante las

cuales, aspira lograr los objetivos anteriormente enunciados. Dichas

estrategias serían:

a) Los jueces deben adoptar, preferentemente, fórmulas de cumplimiento

de penas no privativas de libertad.

b) Se debe descentralizar el sub-sistema penitenciario, encargando a los

gobiernos estatales y municipales de la gestión penitenciaria que, asimismo,

puede privatizarse.
55
c) Una vez cumplida la descentralización, se debe crear un ente central,

de carácter autónomo y con personal técnico, para el diseño de políticas

penitenciarias.

d) Los establecimientos penitenciarios deberán estar dotados de

espacios para el trabajo, el estudio, el deporte y la recreación, y ser dirigidos

por profesionales con credenciales académicas universitarias.

e) Se brindará a los egresados de los establecimientos penitenciarios,

asistencia post-penitenciaria.

En tal sentido, el Código Orgánico Penitenciario (2015) en su artículo 4

establece:

El Estado, a través del Ministerio del Poder Popular con


competencia en materia penitenciaria, garantiza a las personas
privadas de libertad el ejercicio y goce de los derechos humanos
consagrados en la Constitución, así como en los tratados y
convenios internacionales sobre derechos humanos, suscritos y
ratificados por la República, excepto aquellos cuyo ejercicio esté
restringido por la pena impuesta o por la medida de privación
judicial preventiva de libertad, y por las establecidas en el
presente Código

En cuanto a los derechos «uti cives», se observa que el artículo 7°

desarrolla el derecho de igualdad, estableciendo la prohibición de cualquier

forma de discriminación. Ese derecho se encuentra establecido en los

Convenios y Pactos Internacionales anteriormente mencionados y en el

artículo 24 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

(1999).

En sentido opuesto a lo anterior Vásquez (2009, p. 198), asegura que la

persona no es condenada a cumplir simplemente con la pena descrita,


56
cualitativa y cuantitativamente, en la ley. Si bien la pena establecida en la

legislación es la privación del derecho a la libertad de movimiento durante un

determinado tiempo, existen una serie de medidas y castigos no legales que

modificaran dicha pena.

Por un lado, el Código Orgánico Procesal Penal (2012), establece un

tratamiento individualizado que dependerá de las características de cada

persona, dicho tratamiento será determinado por un grupo de especialistas,

luego de una etapa de observación y diagnóstico, así, la calidad de la pena

se determina por una instancia administrativa, un comité interdisciplinario que

considerará no las circunstancias objetivas del delito previamente

establecidas en la ley sino la personalidad del condenado o condenada.

Continua Vásquez (2009, p. 198), argumentando que además de la

modificación de la pena luego de la sentencia condenatoria, que en última

instancia podría considerarse con base legal, aunque no por ello menos

discrecional e ilegítima, existen una serie de vejaciones y violencias que

acompañan a la ejecución de la pena. El problema de estos castigos extra

legales y extrajudiciales es que la actual legislación en la materia no prevé

mecanismos idóneos para evitar tales castigos y garantizar que la pena

consista únicamente en aquella preestablecida por la ley.

A juicio de los investigadores, el régimen disciplinario contemplado en el

Código Orgánico Penitenciario (2015) es otro elemento violatorio de la

estricta legalidad, pues define infracciones y crea sanciones aplicables a

tales conductas que además serán impuestas sin seguir un debido proceso
57
establecido en la ley, convirtiendo la disciplina más que en un medio, en un

fin en sí misma, radicando el problema, no en el establecimiento de pautas

de convivencia que permitan a todos ejercer sus derechos en armonía, sino

cuando el poder disciplinario vulnera arbitrariamente los derechos de las

personas sin respetar la reserva de ley.

(B) MECANISMOS DE ASEGURAMIENTO DE LOS DERECHOS DEL


CONDENADO

Con relación a los mecanismos de aseguramiento de los derechos del

condenado Moraís (2002, p. 45) aduce, el Código Orgánico Procesal Penal

no es claro, no asume posición definida, es pacato en cuanto a la protección

de los derechos del condenado, confiriéndole al juez, sobre el particular, una

discrecionalidad tan amplia que puede generar nefastas consecuencias.

En palabras de la precitada autora, es tímido el código toda vez que,

entre las competencias del Juez de Ejecución, allí establecidas, no aparece

expresamente la de salvaguardar, proteger los derechos de los condenados,

aun cuando ese cometido se puede desprender del art. 471 que dispone:

El condenado o condenada podrá ejercer, durante la


ejecución de la pena, todos los derechos y las facultades que
las leyes penales, penitenciarias y reglamentos le otorgan.
En el ejercicio de tales derechos el penado o penada podrá
solicitar por ante el tribunal de ejecución la suspensión
condicional de la ejecución de la pena, cualquier fórmula
alternativa de cumplimiento de la pena y la redención de la pena
por el trabajo y el estudio, conforme a lo establecido en este
Código y en leyes especiales que no se opongan al mismo.
(Destacado Propio).
58
Insiste Moráis (2002, p. 45), a pesar de los varios atropellos a la técnica

legislativa y de la inadecuada utilización del vocabulario del artículo se

deduce que: a) los condenados tienen derechos; b) que los pueden exigir y

defender durante la ejecución de la condena; c) que el tribunal de ejecución

es competente para decidir, en caso de que estos derechos sean

conculcados. Vistas, así las cosas, el Código reconoce que el condenado

tiene derechos y el derecho a defenderlos, en dos instancias, porque de las

decisiones de los Jueces de Ejecución, cabe Recurso de Apelación, que será

resuelto por las Cortes de Apelaciones del delito previamente establecidas en

la ley sino la personalidad del condenado o condenada.

En la opinión de la precitada autora la derogada Ley del Régimen

penitenciario reformada salva la timidez del COPP, cuando el artículo 2°

reconoce expresamente que los condenados tienen derechos, que éstos

deben ser respetados y que el Juez de Ejecución es el competente para

ampararlos, hoy en día el Código Orgánico Penitenciario (2015) consagra el

reconocimiento de tales derechos en los artículos 4° y 5°.

La mayor debilidad del Código Orgánico Procesal Penal (2012), en el

asunto materia de derechos delos penados, se encuentra en los mecanismos

que garanticen una efectiva protección de los derechos del condenado, tanto

los colectivos como los individuales, tanto de los fundamentales como los

derivados de su condición de penado. Es posible inferir que los mencionados

mecanismos de aseguramiento se dividen en dos categorías: a) mecanismos

esencialmente administrativos y, b) mecanismos procesales. En cuanto a los


59
primeros, el Código se caracteriza por la indefinición y por la

discrecionalidad, y en cuanto a los segundos, por la casi inexistencia.

a) Mecanismos esencialmente administrativos; el mecanismo administrativo

por excelencia, concebido para la salvaguarda de los derechos del

condenado se encuentra en el artículo 471 numeral 3°, que dispone la

realización periódica de inspecciones de establecimientos penitenciarios

que sean necesarias y podrá hacer comparecer ante sí a los penados o

penadas con fines de vigilancia y control.

La norma transcrita menciona dos estrategias de control: i) las

inspecciones y ii) la comparecencia del penado, además concede al juez

una amplísima discrecionalidad para tomar cualquier otra medida. Le

concede también toda discrecionalidad para hacer el número de

inspecciones que le parezca conveniente. El mismo poder discrecional se

observa en la parte in fine del ex artículo 471 donde se establece que,

una vez realizadas las visitas, el juez dictará los pronunciamientos que

juzgue convenientes para prevenir o corregir las irregularidades que

observe.

Evidentemente, apunta Morais (2002, p. 47) la discrecionalidad es

inherente a la propia naturaleza de la función judicial, no obstante, por

estarse estrenando en Venezuela la figura del Juez de Ejecución, es

necesario advertir sobre el peligro del uso inadecuado de esa

discrecionalidad, porque puede generar dos modelos opuestos de

intervención, ambos inconvenientes: el modelo invasivo o el modelo


60
omisivo. El juez invasivo podrá sentirse tentado a convertirse en un super

director de prisiones y usar su discrecionalidad, por ejemplo, para

inspeccionar un establecimiento diariamente, aunque no sea necesario.

Al contrario, el juez omisivo escasamente considerará necesario

inspeccionar una prisión. Los dos modelos son nefastos porque, si se

adopta el primero serán inevitables los conflictos con la administración

penitenciaria, adoptándose el segundo se desprestigia, es más, se

decreta la muerte del instituto de la ejecución penal

b) Mecanismos Procesales; con referencia a este punto, afirma Morais

(2002, p. 50), el Código Orgánico Procesal Penal es huérfano de tales

mecanismos. Si bien es cierto que en su texto se encuentran,

indicaciones procedimentales referidas a otros aspectos de la ejecución

penal, diferentes a la salvaguarda de los derechos de los condenados, en

este particular observamos una evidente fragilidad, más bien la carencia

de un desarrollo procesal adecuado.

En tal sentido la autora in comento, aduce que es importante hacer

notar que salvaguardar derechos de los sentenciados supone: i) una

tarea preventiva, ii) accionar para restituir el derecho amenazado o

violado y, iii) establecer la responsabilidad del funcionario que vulneró el

derecho.

Además, el Juez de Ejecución podría encontrarse con varios

escenarios diferentes, de acuerdo al tipo de derechos que debe

salvaguardar, es decir sean estos fundamentales, o derivados de la


61
particular condición del condenado; según se trate la afectación de

derechos individuales o colectivos; dependiendo de cómo se origine el

conflicto, es decir si es instado o su actuación se deriva del conocimiento

directo de la violación o amenaza del derecho y finalmente, dependiendo

de quién sea el afectado por su actuación, es decir el propio condenado

o la administración.

Todos esos escenarios se pueden entrecruzar y para ellos el COPP

no dispone más que de dos artículos: el 471 y el 475, que establecen:

Artículo 471
(...)
En las visitas que realice el Juez o Jueza de ejecución
levantará acta y podrá estar acompañado por fiscales del
Ministerio Público.
Cuando el Juez o Jueza realice las visitas a los
establecimientos penitenciarios, dictará los
pronunciamientos que juzgue convenientes para prevenir o
corregir las irregularidades que observe.

Artículo 475
Los incidentes relativos a la ejecución o a la extinción de la
pena, a las fórmulas alternativas de cumplimiento de la
misma, y todos aquellos en los cuales, por su importancia, el
tribunal lo estime necesario, serán resueltos en audiencia
oral y pública, para la cual se notificará a las partes y se
citará a los testigos y expertos o expertas necesarios que
deban informar durante el debate. En caso de no estimarlo
necesario, decidirá dentro de los tres días siguientes y
contra la resolución será procedente el recurso de apelación
el cual deberá ser intentado dentro de los cinco días
siguientes, y su interposición no suspenderá la ejecución de
la pena, a menos que así lo disponga la corte de
apelaciones.

El procedimiento establecido en el artículo 475 parece servir para

todo, argumenta mOraís (2002, p. 51), porque si bien es cierto, en


62
principio estaría restringido a “los incidentes relativos a la ejecución o

extinción de la pena, a la Libertad Condicional”, luego se extiende a

todos los incidentes, “en los cuales, por su importancia el tribunal lo

estime necesario”. Es así como ese procedimiento podría aplicarse a los

casos de violación de derechos humanos, donde haya instancia de parte,

contradictorio, y afecte, principalmente derechos individuales.

Con base en los presentado, quienes investigan consideran que de nada

valdrá la contribución de la política legislativa, es decir el remozamiento de

leyes penales, procesales y penitenciarias si no interviene la política judicial,

dispuesta a poner todo su empeño para que el Juez de Ejecución ejerza su

importantísimo rol con la mayor eficacia posible, brindándole todo el apoyo

que requiera.

2.1.2.3. LA FUNCIÓN DEL JUEZ DE EJECUCIÓN EN EL PROCESO


PENAL

A juicio de Rincón (2011, p. 116), la ejecución de la sentencia penal

consiste en dar cumplimiento práctico a todas las disposiciones en ella

contenidas una vez que está definitivamente firme, tanto en lo referente a la

sanción principal, como a las accesorias y a lo relativo a las costas

procesales, así como respecto a medidas de seguridad impuestas. La

ejecución comprende igualmente la solución de los incidentes que se

suscitan con motivo del cumplimiento de los extremos mencionados. Como


63
bien dice Florian (1941, p. 144), lo establecido en la sentencia “debe

traducirse en una realidad y en un estado de hecho adecuado”.

En la opinión de Jiménez (2013, p. 246):

Cuando se piensa en la ejecución de la sentencia penal, a


menudo lo que viene de súbito a la memoria, es el cumplimiento
de las penas impuestas por la sentencia condenatoria, pero no
se debe olvidar que una sentencia absolutoria contiene de
ordinario una serie de pronunciamientos favorables al acusado
absuelto, tales como devolución de objetos ocupados, pago de
indemnización por tiempo en prisión provisional, publicación de
carteles exculpatorios, los cuales deben ser cumplidos para
intentar mitigar los efectos que el proceso pudiera tener sobre el
declarado inocente.

Por otra parte, la ejecución en materia penal se ha concebido siempre de

oficio, conforme a un principio inquisitivo, pues el restablecimiento de la

legalidad quebrantada por el hecho punible o por el proceso mismo, es de

interés público y no puede esperar a instancia de parte.

El Código Orgánico Procesal Penal (2012), establece un moderno

sistema de ejecución de la sentencia penal, fundado en una extensión

amplísima de las facultades jurisdiccionales en esta fase, a través de la figura

del juez de ejecución, cuyas competencias son muy amplias y abarcan

prácticamente todas las incidencias de esta fase del proceso penal.

En este orden de ideas, los tribunales de ejecución establecidos en el

Código Orgánico Procesal Penal (2012), en tanto tribunales especializados y

escindidos de los tribunales de conocimiento, quedan facultados para

conocer de todas las incidencias que pudiera generar la ejecución de la

sentencia penal, tanto en lo que se refiere a las penas corporales como a las

patrimoniales y otras medidas conexas o accesorias.


64
De acuerdo al contenido del artículo 471 del Código Orgánico Procesal

Penal (2012), los tribunales de ejecución conocen de:

1. Todo lo concerniente a la libertad del penado o penada, las


fórmulas alternativas de cumplimiento de pena, redención de
la pena por el trabajo y el estudio, conversión, conmutación y
extinción de la pena.
2. La acumulación de las penas en caso de varias sentencias
condenatorias dictadas en procesos distintos contra la misma
persona, si fuere el caso.
3. La realización periódica de inspecciones de establecimientos
penitenciarios que sean necesarias y podrá hacer comparecer
ante sí a los penados o penadas con fines de vigilancia y
control. Cuando por razones de enfermedad un penado o
penada sea trasladado o trasladada a un centro hospitalario,
se le hará la visita donde se encuentre.
(...)

Ahora bien, de acuerdo a la premisa esgrimida por Jiménez (2013, p.

250) los tribunales de ejecución, aparte de las competencias expresas

contenidas en el 471 del Código Orgánico Procesal Penal (2012) (COPP),

tiene competencias tacitas. Ésta es la que, no estando expresamente

establecida en el COPP, resulta forzoso atribuirla a este órgano en razón de

su naturaleza. Debe ser competencia tácita del juez de ejecución, todos los

pronunciamientos restitutorios que emanen de la sentencia absolutoria, tales

como la tramitación de las órdenes de pago respectivas o la instancia al

Ejecutivo para que incluya la deuda en el ejercicio presupuestario

correspondiente.

La competencia del juez de ejecución para conocer todos y cada uno de

los asuntos sometidos a su decisión y control es independiente y

concurrente, respecto al posible conocimiento que la persona de quien se


65
desempeñe como tal, haya tenido en las diversas fases, grados o estadios de

conocimiento y decisión de cualquier causa con anterioridad, por cuanto las

decisiones ejecutorias están escindidas racionalmente de las cuestiones de

hecho y de derecho del introito, toda vez que estas últimas están referidas a

la existencia o no de delito y a la participación en éste del imputado, en tanto

que las primeras se refieren a situaciones producidas ex post poena.

Con base en los argumentos anteriores, quienes investigan pueden

inferir que el juez de ejecución no puede inhibirse por el hecho de que se

haya desempeñado anteriormente como juez de juicio o de control en el

mismo proceso o en otro relacionado con el imputado cuyo cumplimiento de

penas e incidencias relacionadas deba controlar y decidir.

(A) GARANTÍA DE PROCESO EXPEDITO

En opinión de Mayaudon (2009, p. 29), el cumplimiento estricto de los

lapsos y términos es una de las bases del debido proceso y del derecho de

igualdad de las partes y en tal razón la Constitución estableció que su

incumplimiento acarrea sanciones; pues bien la tardanza por parte de los

órganos de administración de Justicia, constituyen una evidente violación al

artículo 26 Constitucional, que establece el derecho de toda persona a la

obtención de una tutela judicial efectiva y a una justicia oportuna y expedita,

sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.

En ese orden de ideas, la dilación del acto conclusivo, constituye

evidentemente una contrariedad al espíritu y propósito del legislador, según


66
el cual se tiene que velar por un proceso expedito, con la finalidad de

establecer si realmente existe alguna responsabilidad o no por parte del

procesado, por lo cual, existiendo un retardo procesal, en lo referente a las

investigaciones, se podría crear un estado de inseguridad e incertidumbre y

en expectativa del correspondiente acto conclusivo.

Al respecto, la Sala Constitucional ha señalado en sentencia N° 1399 del

17 de julio de 2006 que el primer aparte del artículo 230 del Código Orgánico

Procesal Penal, establece que la medida de coerción personal en ningún

caso podrá sobrepasar la pena mínima prevista para cada delito, ni exceder

del plazo de dos años. La norma in comento vinculó el límite temporal de la

medida de coerción personal ordenada, en primer lugar, a la pena prevista

para cada delito, y en segundo lugar, de forma general y concluyente al

término de dos años, se trata de una norma precisa, que no previene de

cumplimiento de requisito de otra clase, distinto a los señalados, para poner

fin a las medidas de coerción personal decretadas.

En la opinión de los investigadores, la garantía de un juicio expedito es

una de las principales premisas del proceso penal, y con mayor razón si el

imputado se encuentra bajo la medida de privación preventiva de libertad, por

lo cual el juez está en la obligación de honrar tal garantía, y a su vez, ejecutar

todo cuanto esté a su alcance en el límite de sus competencias para resolver

la controversia plateada en el menor tiempo posible, atendiendo los lapsos

máximos establecidos en la norma adjetiva penal.


67
2.1.2.4. RETARDO PROCESAL EN SEDE JURISDICCIONAL

En la opinión del procesalista Colombiano Arboleda (2004, p. 46), una

justicia tardía, cuando ya la sociedad se ha olvidado inclusive del delito,

cuando ya se ha apagado la conmoción pública que aquel produjo, no es

exactamente la justicia a la cual propende un derecho procesal penal

garantizador de la libertad individual y del debido proceso.

El retardo procesal se puede producir en cualquiera de las fases del

proceso, bien sea en investigación, fase intermedia, juicio e incluso en la

ejecución de la sentencia, todo ello en detrimento del principio y garantía

constitucional, según el cual los ciudadanos tienen derecho a una justicia sin

dilaciones.

Arteaga (2013, p. 3), afirma que el sistema de justicia venezolano se ha

convertido en un sistema de penas anticipadas. El retardo procesal es parte

de eso, porque se mantienen privadas de libertad por largos períodos a

personas que aún no han sido condenadas, y que no tienen razones para

estar presas mientras enfrentan el juicio, asegura el autor que es una

situación muy grave e inconstitucional, toda vez que, con este sistema se

viola la presunción de inocencia a la que tienen derecho todos los

ciudadanos.

En una entrevista realizada a Nizar El Fakih, abogado del Centro de

Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello (CDHUcab), en

el diario Tal Cual, disponible la versión electrónica en la dirección


68
http://www.talcualdigital.com/Nota/120582, consultada el 17 de julio de 2016;

asegura que es delicado referirse al retardo procesal como una forma de

tortura

Se puede hablar de una violación sistemática del derecho


humano al debido proceso, pero para reconocer tortura habría
que estudiar caso por caso. por ejemplo, en un caso en el que
un manifestante detenido requiera asistencia médica por un
problema grave de salud, y el juez omita esa petición, la
violación al debido proceso implica que se agrave la situación de
salud e incluso que pueda generarse un daño irreparable. Eso
pudiera constituir un hecho de trato cruel. Pero no puede
generalizarse como método de tortura.

Según el artículo 44 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela (1999), ninguna persona continuará detenida una vez que sea

dictada orden de excarcelación, pero eso tampoco es lo que sucede, asegura

la periodista María Alesia Sosa, en la publicación electrónica del diario Tal

Cual del 20 de noviembre del 2015, consultada el 17 de julio de 2016,

disponible en http://www.talcualdigital.com/Nota/120582

Un caso memorable fue el del ex fiscal José Isaías Roa,


detenido el 13 de agosto de 2014. En diciembre de ese año
recibió la boleta de excarcelación dictada por el tribunal pero el
Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) no lo dejó
salir del Helicoide, hasta cinco meses después de que le
dictaran libertad. “La boleta de libertad tenía acuse recibo y
estaba sellada. Pero el Sebin hizo caso omiso, desacató por
cinco meses la orden de libertad.

Por su parte la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justitica

venezolano, en decisión N° 30 del 15 de febrero de 2000, con Ponencia del

Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 00-027, expreso con respecto

a la justicia oportuna y eficaz lo siguiente:


69
Observa asimismo esta Sala que, en efecto, el artículo 607 del Código de
Procedimiento Civil, contempla el procedimiento aplicable, conforme al
artículo 533 ejusdem, a cualquier incidencia que surja durante la fase de
ejecución de sentencia que no se corresponda con los supuestos
contemplados en el artículo 532 del mismo Código, y que tal
procedimiento debió ser aplicado, y aunque el auto que declaró
suspendida la ejecución de la sentencia sin abrir el procedimiento
previsto en el artículo 607, pudo ser objeto de apelación por la parte
afectada, de acuerdo con el artículo 289 del Código de Procedimiento
Civil, el procedimiento de amparo efectivamente resulta un medio
procesal breve, eficaz y sumario más apropiado para restablecer la
situación jurídica infringida. Siendo así, considera esta Sala que, puesto
que el derecho a la defensa invocado por el accionante, recogido en la
Constitución de 1961 en su artículo 68 y contemplado en el artículo 49 de
la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
comprende el derecho a la tutela judicial efectiva y comporta tanto el
derecho de acudir a la jurisdicción como el derecho al debido proceso y a
la obtención de una decisión eficaz, y aunque se ha considerado preciso
que los recursos que la ley otorga como vías de ejercicio de esos
derechos sean efectiva y oportunamente ejercidos por el legitimado para
ello, en el caso de autos, la acción de amparo resulta la vía más expedita
para lograr el restablecimiento de la situación jurídica infringida.

Quienes investigan coinciden con el criterio del constituyente venezolano

en la redacción de la Carta Magna, al plasmar en el artículo 257

constitucional el principio rector, según el cual, las leyes procesales

establecerán la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y

adoptaran un procedimiento breve, oral y público y no sacrificará la justicia

por la omisión de las formalidades no esenciales.

2.1.3. NORMAS QUE REGULAN EL CUMPLIMIENTO DE LAS PENAS

El concepto de pena constituye el punto de partida para definir cualquier

modelo de ejecución punitiva. Según Sandoval (1982, p. 158), las

definiciones jurídicas de la pena parten de su consideración como un mal


70
que se inflige a un individuo penalmente responsable como consecuencia de

la realización de un hecho delictivo, coincidiendo con la postura de Carrara

al definirla como el mal que la autoridad pública le inflige a un culpable por

causa de su delito.

Se ha coincidido también en definir a la pena como una privación o

restricción de bienes jurídicos o de derechos, lo que resulta técnicamente

más exacto si se configura una distinción del mal sufrido mediante la

privación de un derecho y el mal sufrido por aflicción física correspondiente a

los antiguos castigos, de los que aún subsiste la pena de muerte en algunos

países.

Por su parte, Ferrajoli (1997, p. 319), afirma que, la pena como privación

de derechos es una concepción que se establece a partir del Estado

Moderno y que responde a la necesidad de la determinación general,

abstracta e igualitaria de la pena en la ley; plausible de cuantificarse y en

consecuencia, de predeterminarse legalmente y determinarse en la

sentencia judicial, en función de la gravedad del delito y la culpabilidad de su

autor

En este sentido, la sanción penal versa sobre tres bienes básicos para el

individuo: la vida, la libertad y la propiedad, cuyos correlatos son la pena de

muerte, la privación de un tiempo de libertad o la pérdida (temporal o

permanente) de alguna capacidad de obrar o de intercambio (inhabilitación


71
civil o política, suspensión del ejercicio de alguna profesión, etc.) y las penas

patrimoniales.

La privación de derechos supone, a juicio de Rodríguez (2008, p. 95), la

posibilidad de mensuración, en cuanto cada uno de ellos puede tomarse en

abstracto para determinar cualitativa y cuantitativamente la pena según el

valor del bien y su medida de privación, y se contrapone a la imposibilidad

de hacerlo en las penas corporales de carácter retributivo a pesar de los

esfuerzos realizados para ello mediante leyes, sentencias o criterios teóricos

sobre la determinación de la calidad de la pena.

Por otra parte, el proceso de formalización y tipificación de las penas

tiene, además del sustrato político expresado por el principio de legalidad e

igualdad formal, un sustrato de carácter ético que se expresa en la relación

entre delito y pena. La Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela (1999) establece la preeminencia de la norma constitucional

como fundamento rector de cualquier actividad del Poder Público. Así, el

artículo 7 de la Carta Magna establece:

La Constitución es la norma suprema y el fundamento del


ordenamiento jurídico. Todas las personas y órganos que
ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución.

En concordancia con lo anterior, el artículo 25 ejusdem prevé lo

siguiente:

Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o


menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la
ley es nulo; los funcionarios públicos o funcionarias públicas que
lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y
72
administrativa, según los casos, sin que les sirvan de excusa
órdenes superiores.

Dicha supremacía tiene que ver con los supuestos sustanciales que

enmarcan la actividad de los poderes públicos y la necesaria observación de

ciertos requisitos formales que facultan dicha actividad y en este sentido, el

segundo supuesto a considerar es el principio de legalidad.

En Venezuela La potestad de administrar justicia emana de los

ciudadanos o ciudadanas y se imparte en nombre de la República por

autoridad de la ley, corresponde entonces a los órganos del Poder Judicial

conocer de las causas y asuntos de su competencia mediante los

procedimientos que determinen las leyes, y ejecutar o hacer ejecutar sus

sentencias, a tenor de lo dispuesto en el artículo 2 del Código Orgánico

Procesal Penal (2012).

2.1.3.1. FUNDAMENTO CONSTITUCIONAL

El Estado debe hacer cumplir los fines establecidos en nuestra Carta

Magna, el artículo 3 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela (1999), consagra “…cumplimiento de los principios, derecho, y

deberes…”, esto hace referencia, que en un Estado de derecho, la primera

obligación que debe tener el Estado es respetar estrictamente el

cumplimiento de los fines establecidos constitucionalmente, mientras que,

otra de sus obligaciones es garantizar el pleno ejercicio de las garantías y

derechos, además de proveer de mecanismos efectivos para lograr un juicio


73
en plazo razonable, es decir, su obligación consiste no solamente a respetar

los derechos, sino también hacerlos efectivos.

Por su parte el órgano jurisdiccional y el representante del Ministerio

Público, como órganos representantes del Estado en la administración de

justicia, deben cumplir dentro del marco jurídico con sus respectivas

competencias, evitando durante el desarrollo de proceso cualquier

afectación a los derechos de los imputados los cuales no pueden ser

restringidos bajo ningún concepto. En efecto, la Exposición de Motivos de

nuestra Constitución (CRBV, 1999), establece que:

…La Constitución exige al Estado garantizar una justicia gratuita,


accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma,
independiente, responsable, equitativa, y expedita, sin dilaciones
indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles. De esta forma
se consagra la justicia gratuita como un derecho humano que
encuentra su principal fundamento en los derechos a la igualdad
y a la tutela judicial efectiva que reconoce la Constitución, y que
tiene por objeto permitir el libre acceso de toda persona a la
justicia, sin discriminación alguna.

En este mismo orden de ideas, es muy acertado lo que afirma Rosell

(2004, p. 283), con respecto a los derechos humanos el cual manifiesta que

los mismo le corresponden al ser humano por su misma condición, por lo

que el Estado no es el que otorga dichos derechos, sino el que debe crear

las condiciones para su realización, pues son propios del individuo, previos e

independiente de la existencia del Estado.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999),

patrocina un Estado Social de Derecho y de Justicia, otorgándole a ésta

especial tratamiento en todo lo relacionado con ello, instaurándolo como uno


74
de los valores superiores del ordenamiento jurídico venezolano que, al

traspasar el ámbito jurídico, específicamente el ámbito jurídico-penal, tiene

relevantes consecuencias. Asimismo, el derecho procesal penal y el derecho

penal, positivamente debe ir a la par del modelo de Estado que eligió nuestro

país, indudablemente un Estado Social de Derecho y de Justicia.

En la opinión de Brewer (2010, p. 272), el Estado de Derecho constriñe a

las autoridades , primero a no conculcar los atributos innatos que se inspiren

en el respeto a las personas por tener la condición de ser humano, y actuar

para promover la creación de condiciones que permitan alcanzar de manera

tangible los fines esenciales del Estado, señalados en el artículo 2 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), en particular,

la efectividad de los principios, derechos, garantías y deberes consagrados

en su cuerpo normativo, la convivencia pacífica y la vigencia de un orden

justo.

Desde luego, aduce Aponte (2008, p. 139), no es suficiente que las

garantías se encuentren proclamadas en el texto constitucional, sino que

también se precisan condiciones reales y objetivas para poder acceder a

esas garantías de forma idónea, porque la existencia de la normativa que

establece la efectividad del cumplimiento del pleno ejercicio de los derechos,

no se agota con la simple estipulación, sino comporta una conducta

gubernamental que se adecue a la realidad.

Por su parte Brewer (2010, p. 349), reconoce expresamente la

responsabilidad por parte del Estado venezolano por el mal funcionamiento


75
de la administración judicial, siendo una particularidad inherente en un

Estado de Derecho. Ahora bien, dentro de los principios fundamentales,

relativos a la forma de gobierno consagrado en el artículo 6 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), señala que:

(…)el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y las


entidades políticas que la componen es y será siempre
democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo,
responsable, pluralista y de mandatos revocables(…).

En este sentido de la responsabilidad por parte del Estado, también se

encuentra el artículo 140 Ejusdem, el cual indica que,

El Estado responderá patrimonialmente por los daños que sufran


los o las particulares en cualquiera de sus bienes y derechos,
siempre que la lesión sea imputable al funcionamiento de la
Administración Pública.

De igual modo, se encuentra inserto en la garantía constitucional del

debido proceso, donde se consagra claramente la responsabilidad del

Estado por las actuaciones judiciales, en su artículo 49 la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela (1999), establece que el debido proceso

se aplicará a todas las actuaciones judiciales y administrativas y, en

consecuencia:

(…)
8. Toda persona podrá solicitar del Estado el restablecimiento de
la situación jurídica lesionada por error judicial, retardo u omisión
injustificados. Queda a salvo el derecho del o de la particular de
exigir responsabilidad personal del magistrado o de la
magistrada, del juez o de la jueza; y el derecho del Estado de
actuar contra éstos o éstas.

De estas normas, asegura el precitado autor, se desprende que, toda

persona que pudiera sufrir un perjuicio por error judicial, retardo u omisión
76
injustificada tiene la facultad de requerir ante el Estado la restitución del

daño ocasionado. En este supuesto, para que el Estado sea atacado como

responsable de la anormalidad del desarrollo del proceso, deberá haber

altos niveles de irregularidad en el cumplimiento de sus funciones, pues el

mero agotamiento de plazo legal, no es constitutivo de lesión a un proceso

sin dilaciones indebidas, o en su caso no comprometerá la responsabilidad

del mismo.

En la misma dirección, cualquier ciudadano común tiene la facultad de

solicitar ante el Estado, la responsabilidad judicial que quebrante sus

derechos, imputando la responsabilidad por parte del poder judicial,

implicando responsabilidad directa del Estado para reparar el derecho

conculcado, sin descartar la facultad de pedir restablecimiento por la

responsabilidad de los jueces, en este caso, por su propia responsabilidad

personal de funcionario judicial, estatuida en el segundo aparte del artículo

255 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), de

la siguiente manera:

Los jueces o juezas son personalmente responsable, en los


términos que determine la ley, por error, retardo u omisiones
injustificados, por la inobservancia sustancial de las normas
procesales, por denegación, parcialidad y por los delitos de
cohecho y prevaricación en que incurran en el desempeño de
sus funciones.

Bajo estos mandatos constitucionales, observan los investigadores, que

es innegable el derecho que le asiste a toda persona de acudir directamente

ante el Estado, para exigir restablecimiento o reparación por motivo del daño

ocasionado como resultado del anormal funcionamiento de la administración


77
de justicia, así como también de exigir la responsabilidad personal del juez

de indemnización en caso de lesión por su función irregular, lo que se

traduce a la seguridad del afectado de su respectiva lesión a sus derechos.

2.1.3.2. COPP FRENTE A LAS INSTITUCIONES ENCARGADAS DE

HACER CUMPLIR LA NORMA

Con referencia al tema, Maire (2013, p. 3), asegura que a pesar de los

esfuerzos del gobierno nacional de implantar con la entrada de vigencia del

Código Orgánico Procesal Penal (2012), un sistema de justicia expedito, ha

quedado en suspenso la justicia eficiente, en virtud que en la actualidad el

sistema de administración de justicia continua padeciendo de serios

problemas de congestionamiento, lo que pone en evidencia que la sola

promulgación y entrada en vigencia de dicha normativa legal, sólo es uno de

los elementos necesarios, más no suficiente para el logro de tal fin,

traduciéndose como un avance de forma.

De otro modo, insiste la precitada autora, que de nada sirve contar con

un sistema de protección normativo ya sea de carácter nacional o

internacional, si no son incorporados mecanismos para prevenir o erradicar

las ocasionales violaciones por demora injustificada, el efecto es hacer nulo

una eficiente justica, porque se supone que el Estado debe actuar para

brindar seguridad jurídica.

En el marco de las observaciones anteriores, Pérez (2012, p. 87), alega

que la simple reforma de algunos artículos del COPP (2012), en cuanto al


78
aumento de los lapsos previstos en la ley referente a la celebración de la

audiencia preliminar, suspensión del juicio oral, así como también el aumento

significativos para optar a las alternativas a la prosecución del proceso, entre

otras, sólo cumple la labor de minimizar el retardo procesal, pues de nada

sirve modificar los lapsos previsto en el Código Adjetivo Penal, sino no hay

las suficientes salas, personal calificado enfocado al grave problema

disponibles para materializar los diversos actos procesales previsto en la ley.

A tal efecto asegura Pérez (ibid.), de esa manera, se brinda una solución

al problema que afecta el derecho de las personas sometidas a este tipo de

conflicto, pues su enfoque primordial, necesario y urgente es obtener la

materialización efectiva de la justicia, a través de un proceso rápido, y así dar

cumplimento al pedimento de la población carcelería la cual es ser juzgado

en un plazo razonable.

Con base en lo anterior, los investigadores infieren que existe un

perjuicio llevado a cuesta por los acusados con ocasión a la sujeción de un

proceso penal, como consecuencia de los retardos procesales, constituyendo

unos de los graves problemas que afectan a la administración de justicia al

acusado, haciéndose extensivo a la familia, por cuanto el camino esperado

es la adaptación de sistema humanitario donde se materialice un concepto

de protección y de extremo cumplimiento de los derechos y las garantías, y

se sienta comprometidos moralmente todos los actores que participan en la

consecución de la justicia.
79
Todo ello a pesar de existir una normativa garantista de derechos y que

propugna la humanización del procedimiento penal en aras del respeto a los

derechos humanos y al establecimiento de pautas que permitan a los

organismos encargados de la administración de justicia velar por el normal

desenvolvimiento de dicho proceso.

2.1.4. CAUSAS IMPUTABLES AL TRIBUNAL QUE ORIGINAN EL


RETARDO PROCESAL EN EL CUMPLIMIENTO DE LAS PENAS EN EL
PROCESO PENAL, ASÍ COMO LAS IMPUTABLES A OTROS
ORGANISMOS O INSTITUCIONES INTERVINIENTES EN LA EJECUCIÓN
DE LA PENA

Sabido es que Venezuela, de conformidad con el artículo 2 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), es un estado

democrático y social de derecho y de justicia, con un Poder Público que se

distribuye en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral y que, en

función de las leyes que fundamentan el Estado de Derecho, cada uno de los

poderes tiene asignada una función específica.

Así, encontramos entonces al Poder Judicial, en la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela (1999), inserto dentro de la esfera del

Poder Público Nacional y, asegura Brewer (2010, p. 322), al mismo tiempo,

como uno de los elementos de un sistema al cual la Constitución denomina

Sistema de Justicia, constituido por el conjunto de organismos, y por las

actividades y funciones que éstos realizan, destinados al ejercicio del

Derecho, esto es, a la labor de mantenimiento de la legitimidad de las


80
actuaciones de los poderes públicos y de los particulares, y a la resolución de

las controversias hasta su etapa definitiva, que es la ejecución de las

decisiones que a tal efecto se dicten.

Por su parte, el contenido del artículo 272 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela (1999), señala que el Estado debe

garantizar un sistema penitenciario que asegure la rehabilitación del penado

y en ese mismo orden; la Ley de Régimen Penitenciario implanta como

objetivo fundamental de cumplimiento de la pena, la reinserción social del

penado. La ley de Redención Judicial de la Pena por el Trabajo y el Estudio

considera estos dos postulados como formas o tratamientos necesarios para

la rehabilitación del penado.

La ejecución de la sentencia penal consiste en dar cumplimiento práctico

a todas las disposiciones en ella contenidas una vez que está definitivamente

firme, tanto en lo referente a la sanción principal, como a las accesorias y a lo

relativo a las costas procesales, así como respecto a medidas de seguridad

impuestas.

En otro orden de ideas, Aponte (2012, p. 10), indica que entre las causas

que originan el decadente retardo procesal emana la carente infraestructura

existente en Venezuela, para el normal funcionamiento de las actividades a

realizar por los Tribunales Penales. Es así como existe insuficiencia de las

salas para efectuar audiencias, que impiden la realización de las mismas,

acarreando el diferimiento o suspensión del acto, insuficiencia de


81
representantes del Ministerio Publico, incomparecencia de los sujetos

procesales como testigos, expertos, órganos de investigación policial, falta de

recursos económico, falta de traslado de los procesados a los Tribunales,

entre otras numerosas.

La afirmación anterior es reforzada por el argumento de Mayaudon

(2014, p. 160), según el cual, el Estado debe lograr un conocimiento reflexivo

entre los diferentes entes que materializan diariamente la administración de

la justicia, y de esta manera ellos asuman seriamente la gravedad del

sistema penitenciario responsabilizándose por cada acto diferido

injustificadamente, en donde debe comprometerse a contrarrestar el retardo

procesal, y de esta manera los procesados gocen efectivamente de sus

garantías, evitando atribuirse la responsabilidad de tal calamidad entre sí,

púes todos los organismos que conforman el sistema penal deben trabajar de

manera engranada.

En la misma dirección los investigadores consideran necesario el trabajo

mancomunado del Estado, Poder Judicial, el Ministerio Publico, Poder

Ciudadano en general; en conjunto con el legislador, formando parte de un

todo, y obligarse a devolver la confianza en la justicia.

2.1.4.1. DECRETO DE MEDIDAS ALTERNATIVAS AL CUMPLIMIENTO DE


LA PENA

Las medidas alternativas al cumplimiento de la pena, surgen a partir de

los años setenta (70) en los países del mundo occidental, específicamente en
82
los de América y Europa, ante una profundización de las críticas referidas a

la prisión. Estos medios alternativos al cumplimiento de la pena, según

Jiménez (1993, p. 20) “son aquellas que, por su naturaleza y aplicación, se

desprenden tanto desde el punto de vista normativo como práctico de la pena

privativa de libertad y que generalmente se conciben para delitos leves que

conllevan penas cortas de prisión”.

Así mismo, esta autora infiere, que dichas medidas son también

denominadas por la doctrina, Medidas Sustitutivas a la Prisión, las cuales se

contemplan para delitos que impliquen penas cortas de privación de libertad,

cuya característica esencial se fundamenta en razón de que a pesar de estar

contemplada la privación de libertad, esta es sustituida bajo ciertas

condiciones por formas de programas comunitarios o no, fuera de la prisión

(desinstitucionalización).

Dentro de estas medidas se encuentra inmersa las siguientes:

Suspensión Condicional de la Ejecución de la Pena, Acuerdos Reparatorios y

El Principio de Oportunidad. En este sentido, las Fórmulas Alternativas a la

Prisión, son aquellas que se inician en el ámbito de la Política Criminal

Alternativa, pues con la aplicación de ellas, se logra la integración y

resocialización del sujeto a la sociedad, y se evitan procesos

desocializadores y deshumanizadores.

Es importante destacar, que según Leal y García (2004), dentro del

ordenamiento Jurídico Penal Venezolano además de encontrar fórmulas

alternativas a la pena privativa de libertad, de la misma forma se establecen


83
fórmulas de cumplimento de pena o excarcelación, las cuales tienen como

presupuesto la imposición de las penas privativas de libertad y a las que el

recluso puede optar bajo ciertos condicionantes, al reemplazo de un periodo

de la condena por cumplimiento en medio semi abierto o libre, bajo

supervisión. Dentro de estas medidas encontramos, Régimen de

Establecimiento Abierto, El Trabajo Fuera del Establecimiento, Libertad

Condicional y la Redención Judicial de la Pena por el Trabajo y el Estudio

contempladas en el Código Orgánico Procesal Penal (2012).

Ahora bien, el artículo 482 del Código Orgánico Procesal Penal (2012),

preceptúa:

Suspensión Condicional de la Ejecución de la Pena.

Para que el Tribunal de Ejecución acuerde la suspensión


condicional de la ejecución de la pena, se requerirá:
1. Pronóstico de clasificación de mínima seguridad del penado o
penada, emitido de acuerdo a la evaluación realizada por un
equipo técnico, constituido de acuerdo a lo establecido en el
numeral 3 del artículo 488 de este Código.
2. Que la pena impuesta en la sentencia no exceda de cinco
años.
3. Que el penado o penada, se comprometa a cumplir las
condiciones que le imponga el tribunal o el delegado o delegada
de prueba.
4. Que el penado o penada presente oferta de trabajo, cuya
validez en términos de certeza de la oferta y adecuación a las
capacidades laborales del penado o penada, sea verificada por
el delegado o delegada de prueba.
5. Que no haya sido admitida en su contra, acusación por la
comisión de un nuevo delito, o no le haya sido revocada
cualquiera fórmula alternativa de cumplimiento de pena que le
hubiere sido otorgada con anterioridad.

Según Pérez (2006, p. 656), la Suspensión Condicional de la Ejecución

de la Pena, es una institución que por definición implica “cero pena”, desde el
84
momento mismo en que se le otorgue este beneficio, y no lo hará

definitivamente, si cumple las condiciones alternativas que el tribunal le

imponga. El que reciba este beneficio deberá someterse a un control que

vigilará el cumplimiento de las condiciones impuestas e informará al tribunal

al respecto.

La Suspensión Condicional de la Ejecución de la Pena en el Sistema

Penal Venezolano conlleva a conocer su correspondencia con los principios

que rigen en el ámbito de los derechos humanos y su función resocializadora

frente a la privación de libertad.

De lo preceptuado infra, Jiménez (citado por Vera 2006, p. 40) infiere

que, la medida de la Suspensión Condicional de la Ejecución de la Pena, es

contemplada para penas cortas de prisión, la cual implica que el proceso al

cual se somete un individuo privado de libertad, ha terminado, en tanto que

hay una sentencia de por medio, y ésta es la que debe contener algunos

requisitos para que el condenado pueda optar a la medida

Es importante destacar, que la imposición de ciertos requisitos para

poder optar a este beneficio, como el de la no reincidencia, atenta de manera

directa contra algunos principios fundamentales de los Derechos Humanos,

en especial al Principio de Igualdad, pues ante un mismo delito, coloca a un

tipo determinados de sujetos en condiciones de desigualdad frente a este

beneficio, permitiendo se dé claramente una discriminación de oportunidades

frente a un mismo beneficio.


85
Así mismo, se pone de manifiesto la incompatibilidad del establecimiento

de dicha medida, en el caso de algunos principios que deben regir un debido

proceso. De la misma forma, Jiménez (citado por Vera 2006, p. 48) afirma

que este requisito de la no reincidencia compromete de manera directa el

“Principio de la Racionalidad de la Pena”, ya que universalmente se acepta

que la aplicación de la pena privativa de libertad, es nociva para el sujeto,

sobre todo en el caso de las penas cortas de prisión, pues tienen efectos

desocializadores en contravención de la función resocializadora.

Es decir, con la aplicación de este requisito, en función de la racionalidad

de la pena, se cumple un efecto contrario a los fines propuestos por la ley.

Así mismo, se atenta contra los requisitos de un debido proceso, en especial

al principio “non bis in idem” (Latín: No dos veces por lo mismo), toda vez

que para la procedencia de la Suspensión Condicional de la Ejecución de la

Pena, es menester que no exista la comisión de un delito anterior, ya que de

ser así, es imposible negarlo, ya que la reincidencia hace ineludible

referencia del anterior delito, esto además de las consecuencias que acarrea

la culpabilidad del autor y la peligrosidad en cuanto a que también se atenta

contra los derechos humanos.

En este sentido, esta medida representa una alternativa que contribuye a

la reeducación del prisionero, son los requerimientos de los propios internos

dentro de la institución, es por ello que un establecimiento penal debe ser

construido según los conocimientos modernos de las disciplinas

penitenciarias y arquitectónicas, así como también darle importancia a la


86
seguridad, la cual debe ser una institución que responda a un diseño de

arquitectura contemporánea de acuerdo al ámbito social de sus reclusos, que

tengan un gran parecido o se asemejen más a residencias que a las antiguas

prisiones, ya que la vida del reo debe acomodarse a los cánones más

próximos a la normalidad, preparándolo así para su futura libertad.

Si bien, las fórmulas alternativas al cumplimiento de la pena, permiten

observar el comportamiento del penado en el desarrollo de actividades

cotidianas tendientes a reinsertarlo en la sociedad, no es menos cierto que

los excesivos requisitos y la severidad de las condiciones para otorgarlos van

en contra del principio de progresividad contemplado constitucionalmente.

Tal reflejo de ello lo constituyen la notoria disminución en el otorgamiento de

medidas a los reos de condena.

Aunado a lo anteriormente planteado, se encuentra la problemática de la

autoridad en materia carcelaria, a saber, Ministerio del Poder Popular para el

Sistema Penitenciario, creado de manera intempestiva, sin la planificación

necesaria y absorbiendo unas instituciones y figuras que se encontraban

contaminadas de vicios administrativos y funcionariales que aletargan aun el

penoso proceso penal del cumplimiento de las penas al que son sometidos

los privados de libertad. Una cantidad sumamente escasa de delegados de

prueba, y una centralización de la revisión de los expedientes de solicitud de

otorgamiento de medidas recrudece, como ya se mencionó, el retardo

procesal en el cumplimiento de las penas.


87
Ahora bien, la reinserción social del penado constituye el objetivo

fundamental del periodo de cumplimiento de la pena; tal como lo contempla

la Ley de Régimen Penitenciario. Tal modalidad no tiene que ver con la

sanción penal o el castigo institucional propiamente dicho, sino con las

formas de tratamiento clínico a ser aplicadas a determinados agentes del

acto delictivo.

Sobre la base de lo investigado, es posible apreciar que las medidas de

seguridad atienden a la peligrosidad del sujeto (prevención especial): El

sujeto que comete un injusto (hecho típico y antijurídico) es susceptible de

recibir una medida de seguridad para evitar nuevos injustos, el pronóstico de

seguridad mínima es originado por una conducta favorable; pronóstico, este

que es otorgado única y exclusivamente por la Junta de Clasificación y

Tratamiento, integrada por un criminólogo, un psicólogo y un médico, de

cada centro de reclusión, vale decir; que en todo centro penitenciario debe

constituirse dicha junta, a los fines de que los penados sean clasificados de

acuerdo a la normativa pautada en el artículo 488 numeral 3 del Código

Orgánico Procesal Penal (2012).

No obstante, la realidad es otra, si bien los expedientes son elaborados

por un equipo adscrito a la autoridad penitenciaria, específicamente la

Unidad Técnica de Supervisión y Orientación, no son ellos quienes

determinan la procedencia o no de la medida. Estos funcionarios envían la

información al Ministerio del Poder Popular para el sistema Penitenciario en

la ciudad de Caracas; haciendo más letárgico aun el procedimiento al


88
centralizar la elaboración de las recomendaciones que le serán enviadas al

Juez de Ejecución quien sentenciara, según la percepción de alguien más, el

otorgamiento o no de la medida.

Ésta clasificación debe ser muy cuidadosa puesto que cualquier

irregularidad puede ser considerada como una violación flagrante al principio

de igualdad y no discriminación que tienen todos y cada uno de los penados

que se encuentran privados de libertad como derecho humano fundamental.

En este orden de ideas, es preciso acotar que, según expresa Pérez

(2006, p. 652), la competencia del Juez de Ejecución para conocer todos y

cada uno de los asuntos sometidos a su decisión y control es independiente

y concurrente, respecto al posible conocimiento que la persona de quien se

desempeñe como tal, haya tenido en las diversas fases, grados o estadios de

conocimiento y decisión de cualquier causa con anterioridad, por cuanto las

decisiones ejecutorias están escindidas racionalmente de las cuestiones de

hecho y de derecho del introito.

De lo anteriormente señalado, los investigadores observan que se

evidencia que existen restricciones y limitaciones para optar a ciertos

beneficios procesales que consagra el Estado, donde la suspensión

condicional de la pena se configura, cuando los penados condenados por

delitos merezcan pena no superior a los tres años de privación de libertad; es

por lo que se denota que no existe una real y verdadera suspensión

condicional de la pena, sino una libertad condicional que está supeditada al

control que ejerce el delegado de prueba, encargado de vigilar el


89
cumplimiento de las condiciones impuestas por el Código Orgánico Procesal

Penal.

2.1.4.2. ESTRUCTURA JUDICIAL VENEZOLANA

Dentro del poder Público Judicial, conforme a lo previsto en el artículo

253 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), se

encuentra el sistema de justicia, constituido por el Tribunal Supremo de

Justicia, los diversos órganos jurisdiccionales que determine la ley, por el

Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo, los órganos de investigación

penal, auxiliares y funcionarios de justicia, el sistema penitenciario, los

medios alternativos de justicia, los ciudadanos que participan en la

administración de justicia, y los profesionales del Derecho autorizados para

ejercer.

En la opinión de Puppio (2004, p. 167), la organización judicial es el

conjunto de normas que establecen los órganos y el sistema para la

administración de justicia, señalando la competencia de los jueces, sus

facultades, obligaciones, la forma de su designación y de sustitución, así

como las garantías de su independencia.

Mediante la organización de los tribunales se determina la manera de

constituirlos, las personas que intervienen en su constitución, la jerarquía de

los tribunales y las relaciones de subordinación entre ellos, y su composición

interna. Todo de acuerdo a los poderes y deberes señalados en la ley, para

el ejercicio de la función jurisdiccional por parte del órgano judicial (el


90
respectivo tribunal) y la persona natural que actúa en nombre del tribunal (el

juez).

Sin embargo, con base en el criterio de Pastor (2013, p. 152), si bien el

Estado puede lograr una estricta organización interna en la justicia penal,

esto es enfocándose primordialmente a la planificación y organización de los

organismos gubernamentales encargados de velar por la celeridad del

debido proceso, también debe ir de la mano el fortalecimiento de las

instituciones al servicio del sistema de administración de justicia,

indispensable para aliviar el gran flagelo del retardo procesal, así como la

instauración de nuevas tecnologías, el derecho de todo procesado a ser oído

y a obtener una sentencia definitiva por parte de un Juez natural e imparcial

se convertirá en una falacia.

(A) LOGÍSTICA TRIBUNALICIA

El artículo 60 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (1998) señala que el

Poder Judicial lo ejerce el Tribunal Supremo de Justicia, los Tribunales de la

Jurisdicción Ordinaria; y los Tribunales de Jurisdicción Especial y va a estar

determinado de acuerdo a la competencia y jurisdicción. Pueden ser

Colegiados o Unipersonales, según su estructura interna.

Los colegiados están conformados por varios jueces, tales como: el

Tribunal Supremo de Justicia, formada por seis salas y una sala Plena, cada

sala se encuentra integrada por cinco magistrados, salvo la sala

Constitucional, que se encuentra integrada por siete magistrados; y las sala


91
Plena que se encuentra compuesta por los 32 magistrados del más alto

tribunal de la República. La Corte Marcial está conformada por cinco

magistrados militares. Las Cortes de Apelaciones se encuentran integradas

por tres jueces profesionales, las cuales tiene la función de conocer en

apelación de las sentencias de los tribunales de primera instancia.

En la página del Tribunal Supremo de Justicia, figura una división de los

tribunales en Venezuela; disponible www.tsj.gob.ve, consultado el 19 de julio

de 2016; según la medida del poder que ejercen, los tribunales se pueden

clasificar en:

 Ordinarios. Son los que ejercen la jurisdicción civil, mercantil y penal.

Conocen en principio todo tipo de causa civil o penal.

 Especiales. Son aquellos cuyos conocimientos de causas están limitadas

a cierto tipo de controversias, tales como aquellos asuntos mercantiles,

del niño y del adolescente, laborales, agrarios, etc.

 Contencioso-administrativos. Ejercen la jurisdicción en los asuntos

relacionados con las controversias frente al Poder Público nacional,

estadal, municipal, específicamente frente a la Administración Pública.

Ahora bien, aun y cuando la logística organizacional de los tribunales

está elaborada y puesta en funcionamiento, ha quedado demostrado la

insuficiencia de los tribunales, jueces y alguaciles para lograr decidir con

respecto a los numerosos casos sometidos a su consideración. Es así como

existe insuficiencia de salas para efectuar audiencias, que impiden la

realización de las mismas, acarreando el diferimiento o suspensión del acto.


92
En este orden de ideas, un estudio publicado en la página

www.tsj.gob.ve (04 de noviembre de 2011), asegura que durante los años 80

y 90 el descrédito del Poder Judicial venezolano alcanzó niveles alarmantes.

En virtud de una encuesta realizada por el Banco Mundial, a mediados de los

años 90, arrojó que el 94% de la población desconfiaba de los tribunales de

la República. La mencionada encuesta determino que los factores del

rechazo se constituían por el bajo nivel de las decisiones judiciales, el retardo

judicial y la corrupción. Con lo que se entiende que este es un problema que

tiene vieja data.

La conflictividad y la impunidad se han multiplicado en el país, pero la

eficiencia del sistema y la cantidad de jueces se ha reducido. Así lo

demuestra el estudio “Opacidad e ineficiencia del Poder Judicial en

Venezuela”, presentado por el investigador Alí Daniels en el Seminario

Radiografía de la justicia en Venezuela, consultado el 19 de julio de 2016 y

disponible en http://www.larazon.net/2016/05/20/en-venezuela-hay-mas-

conflictividad-pero-el-sistema-judicial-es-mas-ineficiente.

La serie estadística levantada por la asociación civil Acceso a la Justicia

con información oficial desde el año 2011 al 2015 revela que la conflictividad

se ha reflejado en las cifras del sistema judicial. Lo que se ve diariamente sí

se refleja en los tribunales, hay un aumento en la conflictividad y un

incremento de los casos

Asegura Daniels (2015, p. 6) que desde el año 2007 al 2015 se han

triplicado los asuntos ingresados en los tribunales a nivel nacional, siendo


93
asuntos penales la mitad de estos. En 2010 el número de casos ingresados

no superaba los 600.000, mientras que para 2015 se llegó a más de

1.300.000 casos nuevos.

En el mismo orden de ideas, el precitado informe arrojó que en

Venezuela hay 2.162 jueces que operan en 2.149 tribunales, según datos

recopilados por Acceso a la Justicia de informes oficiales disgregados. De

estos, solo el 33% de los jueces son titulares, es decir que han sido electos

por concursos públicos como establece la Ley. Esta cifra, anunciada por la

presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, Gladys Gutiérrez, significa que

dos tercios de los jueces son nombrados y removidos por oficios

administrativos. Pero desde 2004 no se realizan los concursos de oposición

que permiten la titularidad.

“El poder judicial en Venezuela está constituido de manera

inconstitucional”, afirma, Daniels (2015, p. 7), según los datos levantados por

el investigador en todos los estados la mayoría de los jueces no son titulares,

y entidades como Amazonas y Delta Amacuro solo tienen un juez titular,

mientras que la única jurisdicción donde todos los jueces son titulares es la

jurisdicción militar.

Consideran los investigadores que en tanto dentro del proceso penal

existan violaciones a las garantías procesales constitucionales; aun y cuando

sean generadas por la escasa logística tribunalicia; es decir, que no se

realicen los actos en los términos y lapsos previstos, que no sean designados
94
más jueces y creados más tribunales se estará en presencia de retardo

judicial

(B) ASIGNACIÓN PRESUPUESTARIA

La asignación presupuestaria es un factor determinante en el

cumplimiento de las metas propuestas por los entes y organismos adscritos

al poder público, según indica Brewer (2013, p. 257), toda vez que la

programación del poder público se realiza con base en un plan operativo, es

decir, se planifica con anterioridad, es por ello que los presupuestos

otorgados deben ser acordes a lo programado.

Por su parte, afirma Vazquez (2007, p. 45), el Poder Judicial requiere una

asignación de recursos presupuestarios y financieros acordes con la alta

misión que cumple en beneficio de la población en general, toda vez que la

administración de justicia es pilar fundamental para preservar y fortalecer la

democracia y el Estado de derecho, coadyuvando a la seguridad jurídica.

Para el precitado autor son dos los factores que deberían incidir al

momento de establecer la asignación de los recursos: i) de un lado, la

voluntad política de dotar al Poder Judicial de la capacidad operacional para

la prestación de un servicio eficaz y eficiente; y ii) un estimado de captación

de recursos que permita cubrir lo requerido. Claramente se advierte que,

entre ambos, el primer factor es el determinante, pues implica traslucir la

magnitud que la clase política otorga a la consecución del valor justicia en

nuestra sociedad.
95
La inversión en el poder judicial ha disminuido desde el año 2012,

sostiene Daniels (2015, p. 10), y es que para 2015 se gastó menos dinero en

el poder judicial que en los últimos 15 años, incluyendo ajustes por inflación.

El presupuesto para el sistema judicial tuvo un aumento entre 2004 y 2008,

superando los 3.000 millones de bolívares, pero estos picos no se han vuelto

a presentar. Sumando la ley de presupuesto y los créditos adicionales para el

año 2015, no se llegó a los 1.000 millones de bolívares, mientras que en el

año 2001 la cartera judicial superaba los 1.500 millones.

2.1.4.3. LA EJECUCIÓN DE LA PENA DESDE LA PERSPECTIVA DEL


MODELO CONSTITUCIONAL DEL ESTADO VENEZOLANO Y LA
DESJUDICIALIZACIÓN DE SU CUMPLIMIENTO

A juicio de Ferreira (2007, p. 12) hablar sobre la pena y su ejecución en

el marco de la justicia penal venezolana, implica una precisión del espíritu y

alcance del artículo 272 de la Constitución de la República bolivariana de

Venezuela (1999), en tanto que esta norma además de ser la invocada en la

mayoría de los fallos revisados por la Sala Constitucional, es la que

desarrolla el ideal penitenciario en la Carta Fundamental. Dicha precisión

normativa resultaría incompleta sin la concatenación de la mencionada

norma con los artículos 2 y 3 ejusdem.

En estos, se define el modelo constitucional de Estado acogido por el

Constituyente, democrático y social de derecho y de justicia, además, se

establecen sus valores y fines, cuya inobservancia e incumplimiento lo


96
tornarían irrealizable. Por tanto, al no tenerse en cuenta la vida, la libertad y

la preeminencia de los derechos humanos, como valores del ordenamiento

jurídico y de la actuación de los poderes públicos, concebidos en la idea de

lograr la defensa, el libre desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad,

podrá hablarse de la vigencia de un Estado de fuerza, mas no de un Estado

Democrático y Social de Derecho y de Justicia.

En este orden de ideas, en el marco de lo establecido en el mencionado

artículo 272 constitucional, la garantía de libertades positivas se entronca con

el mandato que el Constituyente ha previsto en dicha norma, al darle

preponderancia a la prevención especial positiva, en lo atinente a la

aplicación de las fórmulas de cumplimiento de penas no privativas de la

libertad con preferencia de las medidas de naturaleza reclusoria, por tanto

privilegiando un programa penitenciario mediante el régimen progresivo

(destacamento de trabajo, régimen abierto y libertad condicional), la

redención de la pena por el trabajo y/o el estudio, y la suspensión condicional

de la ejecución de la pena.

De manera que dicho mandato constitucional, se dirige a procurar y

asegurar que la ejecución de las penas privativas de libertad no asuma una

finalidad desocializadora. Como hemos referido en otra oportunidad, el uso

de la cárcel en el ámbito del artículo 272 de la Carta Fundamental, deviene

subsidiario o de ultima ratio, dado que al preferirse una ejecución penal

extramuros se le da preeminencia a la prevención especial positiva con

relación a la prevención general y la retribución.


97
Ahora bien, con la extinción del régimen penitenciario también se

persigue acabar con el control jurisdiccional sobre el cumplimiento de la pena

de prisión. Este lamentable propósito encuentra su realización en los

artículos 315 y 316, entre otros, del Proyecto de COP. el principio de

legalidad de la pena no se satisface sólo por su aspecto formal, es decir, que

se encuentre prevista en una ley preexistente, sino que también debe

atender a su aspecto material en el entendido que el contenido de la misma

debe responder al principio de humanización.

Sin embargo, las decisiones reiteradas de los tribunales de la República

muestran una realidad distinta, muestra de ello se denota en la decisión

explanada por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en

sentencia 266 del 17 de febrero de 2006, en la cual se pronunciaba sobre la

desaplicación de la parte in fine del artículo 494 del COPP, por parte de la

Sala n° 8 de la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área

Metropolitana de Caracas, a favor de un ciudadano que se le condenó a

cumplir la pena de tres (3) años, siete (7) meses y doce (12) de horas de

prisión, por la comisión de los delitos de posesión ilícita de arma de guerra y

uso de documento falso.

En tal sentido la desaplicación se concretó a los fines de otorgarle la

medida de suspensión condicional de la ejecución de la pena. La Sala de

Corte de Apelaciones, hizo referencia a diversas consideraciones en tanto

que la esencia de tal medida radicaba en impedir los efectos negativos de la

cárcel, prefiriendo el tratamiento penitenciario extramuros conforme al


98
artículo 272 de la Carta Fundamental. Asimismo, advirtió acerca de la

ineludible razón que demandaba la desaplicación de tal norma, consistente

en que la pena impuesta, si bien era mayor de tres no excedía de cinco años,

por lo que seguía siendo una pena privativa de libertad de corta duración.

Sin embargo, la Sala Constitucional arguyó:

no existe ninguna lesión del principio de igualdad, todo lo cual se


reforzaba con el argumento consistente en que la limitación
establecida por el legislador era razonable y proporcional, en el
firme propósito de no acordar la SCEP al condenado mediante
admisión de los hechos con una pena mayor de tres años.
Porque se trataba además de una persona que había obtenido
un beneficio de rebaja por confesar su culpabilidad en la
comisión del hecho punible. De tal manera que permitirle
acceder a la medida, conllevaría al injustificado otorgamiento de
un doble beneficio, favorecedor de la impunidad. Aunado a tal
razonamiento, la Sala llamó la atención al decir que la
prevención especial positiva en cuanto a la rehabilitación y
reinserción del penado, no constituía el único fin a cumplir con la
ejecución de la pena, y que la parte in fine del artículo 494 del
COPP no violentaba el principio de igualdad, al tratarse de una
coherente, en términos de una razonable proporcionalidad con el
fin político-criminal por ella perseguido.

En esa misma línea argumentativa, la Sala realizó un señalamiento en lo

atinente al espíritu y alcance del artículo 272 de la Carta Fundamental. En tal

sentido expresó, en primer lugar, que las penas que no respondieran a los

fines preventivo-especiales de reinserción social, no debían entenderse

contrarias a la Constitución, como en el supuesto de las penas privativas de

libertad de corta duración, en segundo lugar, que la pena responde a otros

fines disímiles de la reinserción social, como el de prevención general en la

creación de un mensaje a la colectividad y lograr así una influencia


99
psicológica en sus miembros y evitar que en el seno de la sociedad no surjan

delincuentes.

En tercer lugar, refirió que de la norma constitucional no se derivan

derechos de reinserción social, que en todo caso tales derechos se

encuentran condicionados en su ejercicio por la relación especial de sujeción,

consecuencia del internamiento en un establecimiento penitenciario.

Así las cosas, la Sala Constitucional, lamentablemente, termina por

desconocer el contenido y la filosofía que orienta a dicha norma

constitucional, sobre todo cuando estima que se trata de una norma

programática dirigida al legislador para que oriente la política penitenciaria.

Estimación comprensiva de una actitud abiertamente deshonesta, pues

no se puede afirmar que se trata de una norma a desarrollar por parte del

legislador y legitimar una reforma penal contraria a la finalidad y al programa

que, a tenor de la Sala, corresponde realizar al legislador. Si el mandato

constitucional de darle prevalencia a una ejecución penal extramuros se

dirige al legislador penal y no a los jueces penales, entonces la Sala estaba y

está obligada a exigir el cumplimiento de ese mandato.

2.1.4.4. EL MINISTERIO CON COMPETENCIA PENITENCIARIAS COMO

FACTOR EN EL RETARDO PROCESAL

Con referencia a este punto, Reyes (2006. p. 21) expresa que los

mayores retos para el cambio de la realidad de los Centros Penitenciarios en

Venezuela, apuntan al Estado como ente responsable de generar formas


100
efectivas que aseguren el cumplimiento de las normas y la aplicación de los

derechos humanos, y que en la actualidad debe entenderse al recurso

humano como el elemento clave para la productividad, único medio capaz de

intervenir su propio entorno para transformarlo.

Ahora bien, Miranda (2014, p. 32) asegura que, como principio

fundamental, el sistema penitenciario venezolano debería responder a la

aplicación y/o ejecución de un programa enmarcado en una política criminal

seria, objetiva y moderna, que facilite al Estado la aplicación de medidas

preventivas destinadas a llevar la criminalidad a su mínima expresión. Lo que

plantean organismos tales como el Observatorio Venezolano de Prisiones, es

que la utilización de medidas penales se constituya en la última alternativa de

tratamiento para personas que quebrantan la ley. La experiencia indica que

éstas, por lo general, no son las más adecuadas para lograr la reinserción de

ese individuo a la sociedad.

Ahora bien, asegura Nieto (2016, p. 45), entre los muchos males que del

sistema penitenciario nacional, el retardo procesal es uno de los más graves,

“de las 96 mil personas que hay en Venezuela privadas de libertad tanto en

cárceles nacionales como en centros de detención preventiva un aproximado

del 70% está aún en proceso, no han sido condenados, son presuntamente

inocentes”. Esto, junto a la falta de construcción de nuevos recintos

carcelarios es la causa del grave problema de hacinamiento que se vive en

todos los recintos carcelarios del país y que ha creado que tengamos un
101
sistema penitenciario paralelo que funciona en los retenes policiales del país,

donde hay 40 mil reclusos del total de privados de libertad del país.

Insiste Nieto (2016, p. 46), a pesar de que desde hace ya cinco años el

Ministerio para el Servicio Penitenciario creo el “Plan Cayapa” con el fin de

disminuir el retardo procesal el mismo no ha dado resultados satisfactorios y

los procesos siguen sin avanzar, incluso en la fase de ejecución con el

otorgamiento de las fórmulas alternativas al cumplimiento de las penas, esto

en virtud, de la alta movilidad de personas privadas de libertad de los sitios

donde se encuentran sus procesos a lugares distantes, lo que imposibilita el

seguimiento de la ejecutoria y ocasiona por consecuencia retardo procesal

en el cumplimiento de las penas.

Asegura Núñez (2006, p. 12) que, a la crisis del tratamiento penitenciario

históricamente han seguido incansables intentos del Ejecutivo de ampliar,

masificar y renovar la institución carcelaria, en lugar de desarrollar y reforzar

el régimen progresivo a través de la aplicación de medidas como el

destacamento de trabajo, régimen abierto y libertad condicional. Dichas

medidas eran concedidas (en muy pocos casos) por el Ministerio de Justicia

(hoy Ministerio del Sistema Penitenciario), mediante resolución.

Sobre la poca frecuencia con que eran concedidas estas medidas,

mucho puede especularse y, atribuírsele a un excesivo retardo procesal que

inutilizaba la aplicación de la fórmula alternativa más próxima a la libertad,

como el destacamento de trabajo, a la inexistencia de sede y personal

suficiente y calificado para velar por el cumplimiento del régimen abierto o


102
incluso, a la desconfianza para otorgar la libertad condicional, por cuanto no

estaba sometida a tutela. Independientemente de las razones, lo cierto es

que el interno era privado del otorgamiento de éstas fórmulas, por fallas

atribuibles al mismo sistema de justicia.

Aduce la precitada autora, que durante la competencia penitenciaria

atribuida al Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores y

Justicia, planteó la desconcentración de las dependencias administrativas

encargadas de la coordinación y ejecución del programa en las regiones, las

Coordinaciones Regionales, de las cuales dependen treinta y una (31)

Unidades Técnicas y diecinueve (19) Centros de Tratamiento Comunitario.

Pues bien, resulta un hecho incontestable, que la desconcentración

conlleva a la regionalización y esta es una primera garantía de éxito para la

gestión pública. Tanto es así, que desde el mismo Ministerio del Interior y

Justicia se alude a la necesidad de crear Coordinaciones Regionales de

Seguridad Ciudadana (de acuerdo a lo establecido en la Ley de Coordinación

de Seguridad Ciudadana, 2001) e incluso se plantea la reapertura de

Coordinaciones Regionales para Prevención del Delito, ante la necesidad de

direccionar mejor los programas en ésta área.

No obstante, con la creación del Ministerio del Poder Popular para el

Servicio Penitenciario, la competencia penitenciaria y la viabilidad de la

ejecución de las penas, así como el otorgamiento de las fórmulas alternativas

al cumplimiento de las penas le fue conferido a un Ministerio que propugna y

defiende la centralización de los procedimientos administrativos.


103
Con base en el argumento anterior, asegura Nieto (2016, p. 58), que la

sede del Ministerio del Servicio Penitenciario está en Caracas, y que desde

allí, se coordina y supervisa el funcionamiento de treinta y una (31) Unidades

técnicas y diecinueve (19) Centros de Tratamiento Comunitario, sin contar

con todos los equipos técnicos que, previa solicitud de los Tribunales,

realizan evaluaciones psico-sociales a aquellos penados y procesados que

(en reclusión o en libertad) optan por alguna medida sustitutiva a la privación

de libertad. Todo ello dirigido desde la sede central, aletargando la

elaboración y consignación de los informes de Pronóstico de Conducta

Favorable, así como el pronóstico de mínima seguridad.

En este sentido, asegura Nieto (2016, p. 59), la separación entre la

administración de justicia y administración penitenciaria, surgida a partir del

Código Orgánico Procesal Penal (2012), debió haberse reducido con el

otorgamiento de competencias a la figura del Juez de Ejecución, sin

embargo, la falta de delimitación entre las funciones jurisdiccionales y

administrativas crean grandes fricciones entre las dos instituciones, sin

mencionar las confusiones generadas debido a la falta de coherencia del

sistema penal y una confusa y desarticulada legislación penitenciaria.

Observan los investigadores, que en Venezuela el desconocimiento en lo

que a la ejecución de medidas alternativas de cumplimiento de pena se

refiere y la falta de afirmación del Programa de tratamiento no institucional,

revierte los efectos de lo poco que pudo haberse avanzado durante los

últimos 24 años en materia de política criminal, y muy específicamente, en el


104
sistema penitenciario. El nivel constitucional y legal bajo el cual se ampara el

otorgamiento de las formulas alternas al cumplimiento de la pena, dista

mucho de su puesta en práctica, ni las reformas legislativas que han tenido

incidencia en lo penitenciario, ni la práctica, dan muestras de una sincera

voluntad de aplicar las formas de cumplimiento de penas no privativas de la

libertad.

2.1.4.5. DIFERIMIENTO DE AUDIENCIAS

Para Mayaudón (2014, p. 225), el diferimiento reiterado de las

audiencias, incumpliendo el estipulado constitucional y legal genera retardo

procesal y trae consigo la caracterización de una dilación indebida que

repercute negativamente en el proceso judicial.

Ahora bien, Hay que analizar si el agravio a la garantía constitucional, se

encuentra enmarcados dentro de una posible dilación indebida o injustificada,

púes suelen suceder situaciones inesperadas que si bien no son deseables,

siempre suceden en el transcurso del proceso, pudiendo ser la enfermedad

del juez, fiscal, imputado o defensa, la incomparecencia de la víctima por

residir distante a la sede del Circuito Judicial Penal, posible diferimiento de

los actos por coincidencia de las diferentes actividades que deben realizar los

litigantes, el operador de justicia, el representante del Ministerio Público,

entre otras, esto según criterio de la Sala Constitucional del TSJ en sentencia

Nº 1914 del 01 de diciembre del 2008.


105
Establece el Código Orgánico Procesal Penal (2012), la posibilidad de

diferir la audiencia, dada la incomparecencia, se acordará el diferimiento del

juicio solo por una vez, por incomparecencia del testigo debidamente citados,

de la representación fiscal, del acusado; y una vez que se continúe con el

debate oral, y testigos citados, no comparezcan, traerá como consecuencia

diferimiento del juicio, y así sea por una sola oportunidad también el efecto

será el retardo procesal.

2.1.4.6. EL LIDERAZGO NEGATIVO EN LOS CENTROS DE RECLUSIÓN

Recientemente, con la entrada en vigencia de la Reforma del COPP

(2012) en su artículo 327, se sostiene que actualmente en el juicio penal no

admite la contumacia del imputado, esto cuando su rebeldía parte de la mala

intención y no existe justificativo auténtico de su incomparecencia, donde es

posible el desarrollo del juicio por rebeldía, el Tribunal entenderá que el

mismo no quiere hacer uso del derecho que por ley le corresponde a ser oído

durante el desarrollo del debate oral y público, impidiendo que a través de las

vías legales se obtenga una sentencia, esto siempre que el imputado rebelde

tenga un defensor o en su defecto, la asignación de uno público. Una vez

que el Tribunal agote las vías legales para la plena participación del

imputado, en caso de incomparecencia del acusado, el Juez de Juicio deberá

examinar los motivos por la conducta del imputado de no asistir a juicio.

Por su parte Clariá (2002, p. 90) al hablar de contumacia del imputado

considera que: La rebeldía del imputado es un estado de hecho en el que


106
éste se coloca con relación al desarrollo del procedimiento en el cual debe

intervenir resistiendo a someterse a la autoridad del tribunal. Es una

actuación omisiva de negarse a comparecer, eludiendo la acción de la

justicia. Puede ocurrir al iniciarse el proceso, mientras se investiga, durante el

juicio o en las etapas impugnativas.

Todos los códigos procesales penales en latino américa, regulan esta

situación procesal estableciendo las causas que provocan la contumacia, su

declaración jurisdiccional y los efectos que produce. Son escasas las

variantes normativas, aunque hay distintos criterios para la ubicación del

capítulo respectivo.

Como puede observarse, el acusado en un estado de contumacia tiene la

voluntad de alejarse del proceso, así como también la negación constante del

acusado a los llamados del tribunal, impidiendo la finalidad del proceso y que

la justicia obtenga su fin, es esa oposición por parte del acusado que radica

la contumacia. Es así que certificando la colocación del sujeto que está en

oposición a los fines de la justicia, se debe evaluar las causas por las cuales

se produce la ausencia, con el fin de corroborar si la conducta corresponde

simplemente a la de un acusado ausente, o a la de un acusado contumaz.

Ahora bien, es necesario aclarar en este punto, que la ausencia del

acusado, no siempre se debe a una conducta contumaz, sino que, como

afirma Parra (2014, p. 89), la ausencia del acusado puede deberse a la falta

de logística del centro penitenciario para el traslado o bien, a la imposibilidad


107
del traslado ocasionada por la conducta desplegada por los lideres negativos

de los centros de reclusión.

En el área de prisiones se observa que la autoridad es totalmente

vertical, funciona piramidalmente de arriba hacia abajo, asegura el precitado

autor, se encuentra centralizada en la mayoría de los casos; toma muy poco

en consideración la participación de los equipos de trabajo, es arbitraria, y en

oportunidades difusa por el cruce de instrucciones. Se delegan funciones y

no la autoridad, por tanto, las tareas no se cumplen, por esta razón y otras,

de un tiempo a esta parte la autoridad se deteriora progresivamente.

Contradictoriamente señala Granadillo (2010, p. 258), si bien es cierto

que la autoridad se relaciona con el ejercicio del poder, no es menos cierto la

vinculación intima que ésta tiene con la credibilidad, la honestidad y la ética,

de allí que no basta con tener la titularidad del cargo o las competencias en

determinadas decisiones para representar autoridad ante terceros, resulta

indispensable que se tengan los mencionados atributos.

El portador del poder de decisión, para dar órdenes y hacerse obedecer,

debe contar con una serie de características y atributos que lo hagan además

acreedor de la credibilidad de las personas que deben cumplir sus órdenes o

mandatos; es decir, debe ser una referencia o ejemplo desde el punto de

vista ético, lo que implica honestidad, conocimientos, habilidades,

cumplimiento de normas, entre otros.

Para Senge (2006, p. 273), tradicionalmente la autoridad consiste en la

capacidad del jefe para mandar y tomar decisiones. Como los directivos
108
pueden ordenar a los demás que hacer, se les considera obligados a ser

"autores" de todas las decisiones críticas, al estilo de dictadores benévolos.

No obstante, la realidad de los centros de reclusión es otra, los

liderazgos no nacen de conductas probas, honestas o enmarcadas en el

cumplimiento de normas de conducta; por el contrario, tienen su génesis en

el terror, la fuerza, y las conductas desapegadas de la normativa legal, pero

estrictamente sujetas a un código de conducta carcelario escrito por los

mismos reos de condena.

Para el director del Observatorio Nacional de Prisiones, Humberto Prado

en declaraciones al diario el Nacional el 30 de abril de 2016; disponible en

www.elnacional.com, consultada el 15 de julio de 2016; existen vínculos

ideológicos que potencian el surgimiento de figuras delictivas que asumen el

poder sin ningún muro que los detenga, y a falta de un modelo positivo, los

antihéroes o lideres negativos se convierten en el modelo a seguir de los

reclusos en el país.

En ese orden de ideas, Sánchez (2015, p. 9), considera que la actitud

desplegada por los lideres negativos de los centros de reclusión al impedir la

salida de los procesados para asistir a sus audiencias no puede considerarse

una actitud contumaz del acusado, aun y cuando esta acción es generadora

de retardo procesal, no es imputable al procesado.

Consideran los investigadores que con ocasión a los retardos procesales,

se convierten en un generador de violencia carcelaria y del hacinamiento,

sobre todo si se toma en cuenta las diversas huelgas de sangre y de hambre,


109
que se originan como resultado de sentirse en una total incertidumbre sin

oportuna respuesta. Es posible apreciar, de los problemas en el sistema de

justicia penal, el que más se destaca es el retardo procesal, con el alto costo

social que lleva consigo, los derechos lesionados de los acusados, y su

consecuente transgresión de la garantía procesal.

3. SISTEMA DE CATEGORÍA.

Según la conceptualización de Thiebaut (1998, p. 13) Las categorías son

las clasificaciones más básicas de conceptualización y se refieren a clases

de objetos de los que puede decirse algo específicamente. Los datos

recogidos necesitan ser traducidos en categorías con el fin de poder realizar

comparaciones y posibles contrastes, de manera que se pueda organizar

conceptualmente los datos y presentar la información siguiendo algún tipo de

patrón o regularidad emergente, a este proceso se le denomina

categorización.

Cerrar o establecer las categorías, facilita la clasificación de los datos

registrados y, por consiguiente, propicia una importante simplificación. La

categorización consiste en la segmentación en elementos singulares, o

unidades, que resultan relevantes y significativas desde el punto de vista del

interés investigativo, se realiza por unidades de registro, estableciendo una

unidad de sentido.

En el mismo orden de ideas, Fernández (1999, p. 7) asegura que las

categorías pueden constituirse utilizando una palabra de una idea que sea
110
similar en otras ideas, o creando un nombre en base a un criterio unificador,

logrando que al final del proceso todas las ideas estén incluidas en alguna

categoría. Al construir las categorías no se deben hacer interpretaciones

previas y siempre respetar la información obtenida. Ahora bien, A partir de

los antecedentes recogidos en el Marco Teórico, se establecen las ideas o

tópicos más sobresalientes que deberían ser consultados e investigados.

3.1. DEFINICIÓN NOMINAL

Retardo procesal y sus implicaciones en el cumplimiento de las penas en

el proceso penal venezolano.

3.2. DEFINICIÓN CONCEPTUAL

Rivera (2003, p. 103) señala que luego de transcurrido el tiempo de

acceso a la justicia la oportunidad de realizar un acto se pierde. En tanto que

los órganos jurisdiccionales también tienen plazos para dictar las

resoluciones. Igualmente, precisa que existen criterios para determinar si hay

dilaciones indebidas, a saber, los lapsos ordinarios de duración del asunto, la

conducta procesal de las partes, las actuaciones de los órganos, defectos de

organizaron o falta de medios, así como retrasos estructurales.

En ese orden de ideas el Manual de Actuación del Fiscal del Ministerio

Público en el Proceso Penal, señala que la tutela judicial no solo comprende

el derecho a acceder a la justicia, sino que entre otros también se encuentra

la garantía de una justicia expedita, sin dilaciones indebidas y sin


111
formalismos ni reposiciones inútiles, todo ello en concordancia con el artículo

26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). El

retardo judicial se debe a múltiples factores, y entre ellos un importante

elemento, la abstención de los jueces de pronunciar o ejecutar decisiones

definitivamente firmes, y que tal conducta es imputable directamente a los

jueces.

3.3. DEFINICIÓN OPERACIONAL

Operacionalmente el retardo procesal y sus implicaciones en el

cumplimiento de las penas en el proceso penal venezolano, viene dado por la

práctica de una actividad judicial que no va en correcta sintonía con la tan

anhelada celeridad a que hacen alusión los cuerpos normativos que en

materia procedimental se han sancionado en la República Bolivariana de

Venezuela, quebranta los más indispensables principios que impulsan el

Derecho Procesal Constitucional.

La duración anormal del proceso comporta una denegación de justicia,

por lo cual debe reducírsele al mínimo posible, pero sin mengua del derecho

de defensa y de las garantías del debido proceso, es por ello que no podría

decirse que una causa que fue decidida luego de haber transcurrido un lapso

de tiempo injustificable, se aplicó correctamente el debido proceso ni los

principios que lo rigen.


112
CUADRO Nº 1
OPERACIONALIZACIÓN DE LA CATEGORIA
OBJETIVO GENERAL: Analizar el Retardo Procesal y sus Implicaciones en el
Cumplimiento de las Penas en el Proceso Penal Venezolano
OBJETIVO
CATEGORÍA SUBCATEGORÍA UNIDAD DE ANÁLISIS
ESPECÍFICO
 Noción del Retardo Procesal
 El Proceso Penal

Retardo Procesal y sus Implicaciones en el Cumplimiento de las Penas en el Proceso Penal


Analizar o Características
Retardo o Situaciones Anormales del
doctrinalmente
procesal en la Proceso Penal
el retardo o Circunstancias y Complejidades
doctrina
procesal del Proceso Penal
 El papel del Órgano Jurisdiccional
 Sistemas de Gestión Judicial
 Noción de Administración de
Justicia.
 La ejecución penal y los Derechos
Analizar los Humanos
Criterios o Derechos del condenado en la
criterios
disciplinarios legislación venezolana.
disciplinarios
en materia de o Mecanismos de Aseguramiento
en materia de de los derechos del condenado
retardo
retardo  La función del Juez de Ejecución
procesal
procesal en el proceso penal.
o Garantía de proceso expedito
Venezolano

 Retardo Procesal en sede


jurisdiccional
Analizar las  Fundamento Constitucional
normas que Normas que  Principios Rectores del Proceso
regulan el
regulan el Penal
cumplimiento de
las penas en el cumplimiento  Copp frente a las instituciones
Código Orgánico de las penas encargadas de hacer cumplir la
Procesal Penal norma
 Decreto de medidas alternativas al
Analizar las
Causas cumplimiento de la pena
Causas
imputables al  Estructura judicial venezolana
imputables al
tribunal que o Logística Tribunalicia
tribunal que
originan el retardo o Asignación Presupuestaria
originan el retardo
procesal en el  La ejecución de la pena desde la
procesal en el
cumplimiento de perspectiva del modelo
cumplimiento de
las penas en el
las penas en el constitucional del estado venezolano
proceso penal, así
proceso penal, así y la desjudicialización de su
como las
como las cumplimiento
imputables a otros
imputables a otros  El Ministerio del Sistema
organismos o
organismos o Penitenciario como factor en el
instituciones
instituciones retardo procesal
intervinientes en
intervinientes en
la ejecución de la  Diferimiento de Audiencias
la ejecución de la
pena  El liderazgo negativo en los centros
pena
de reclusión
Fuente: Lugo, Morales, Mosquera y Nava (2016)

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