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FILOSOFÍA DE

LA EDUCACIÓN

UNIDAD 2.

Análisis de la lectura

“Filosofía
y Educación en la
Postmodernidad”

Alumna: San Juana Elizabeth Campos Alvarado


MATRICULA: 2201M242101203

Catedrático: Marco Antonio López Cortez


En el presente texto se analizará la lectura “Filosofía y Educación en la

Postmodernidad” de Joan-Carles Mèlich

1. INTRODUCCIÓN: UN JUEGO DE MÁSCARAS

El texto Inicia con una breve introducción” Un juego de máscaras” y nos explica

como la postmodernidad nace en el instante en que una única verdad se

descompone en cientos de verdades relativas que los hombres se reparten, esto

hace referencia de como la vieja filosofía metafísica ha llegado a su fin, ya sólo

quedan narraciones que no se sostienen sobre un horizonte de absoluta

inteligibilidad y sentido.

El autor expone que la filosofía postmoderna es aquella que no cree que exista

ningún «punto arquimédico» del conocimiento o de la moral que permita construir

un sistema. Para ella sólo hay historias, relatos, juegos, interpretaciones.

Nos presenta ideas de cinco pensadores que han sido y son importantes para

entender la crisis de la filosofía moderna y la irrupción de la época postmoderna,

son autores que, aunque no han generado estrictamente una reflexión pedagógica,

que para bien o para mal, resulta de enorme interés para meditar acerca de la

educación en el mundo actual: Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Hans-

Georg Gadamer, Odo Marquard y Richard Rorty y concluye su exposición con

algunas ideas filosóficas que, inspiradas en los autores tratados, pretenden dar a

pensar acerca de las formas que adoptan las relaciones educativas en el momento

presente y en los cuales de manera personal agrego una pequeña aportación.


2. EL FINAL DE LA METAFÍSICA (NIETZSCHE)

El umbral filosófico entre la Modernidad y la postmodernidad lo descubrimos en la

obra de Friedrich Nietzsche (1844-1990). En él encontramos la crítica más severa

a la vieja metafísica: si ya no hay verdades absolutas, entonces sólo quedan

interpretaciones.

No hay hechos, sólo interpretaciones; o, como escribirá en el conocido aforismo 125

de La gaya ciencia: «Dios ha muerto». Lo hemos matado nosotros. Vosotros y yo,

pero ¿cómo hemos hecho esto? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Quién nos

ha dado una esponja capaz de borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho para

desprender esta tierra del sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora?... (Nietzsche, 2000,

185). La frase Dios ha muerto significa que el mundo suprasensible ha perdido su

fuerza. La metafísica o, lo que es lo mismo, la filosofía occidental comprendida como

platonismo ha llegado al final.

La muerte de Dios hace posible el gran desenmascaramiento, es aquí donde

considero que el hombre al ya no tener que estar bajo el mandato, leyes, normas o

mandamientos, es capaz de mostrar su propia cara, descubrirse tal y como es, solo

bajo su propia moral y propios valores, esos con los cuales son innatos o que

adquirió bajo cualquiera que sea la circunstancia, también podría ser el punto en el

cual, al no haber Dios, aparte de la perdida de los valores instruidos, porque ya no

estaría Dios ni nadie para decirte que se te castigará o premiará, ahora cada

individuo se regiría bajo su propio ser, también se encontraría en una nueva

búsqueda de su inicio, de su pasado y de su creación, abriendo su mente para


nuevas hipótesis, en las cuales ya no se basará solo en lo que se le instruyó, más

bien ahora sería libre de actuar y de pensar, formando así un Super hombre.

De mucho interés es también la concepción nietzscheana de la voluntad de poder.

No cabe duda de que éste es uno de los temas más controvertidos de su

pensamiento y, asimismo, uno de los que ofrece más posibilidades de manipulación.

Es conocido que se ha entendido la voluntad de poder como voluntad de dominio,

pero a juicio de los exegetas de la obra de Nietzsche esta interpretación es del todo

incorrecta. Poder es, en Nietzsche, relación. Voluntad de poder significa, pues, que

todo lo que es, todo lo que existe, existe en relación. En una palabra: todo es

interdependiente. Si todo lo que es depende de otra cosa, entonces ya no hay cosas

en sí, porque hablar de cosas en sí supone pensar que hay algo que puede

concebirse independientemente del resto y de forma incondicionada.

La voluntad de poder tiene unas consecuencias éticas y pedagógicas enormes. El

bien y el mal también dependen de la relación y de la situación, de cada situación

imprevista e indeterminada. Lejos, pues, de todo universalismo y substancialismo,

la filosofía de Nietzsche abre la posibilidad de una ética y una pedagogía en la que

los contextos, las situaciones y las relaciones resultan decisivas a la hora de educar.

Conclusiones personales: Es importante reconocernos como educadores,

formadores en donde predomine sobre todo nuestra moral y ética, nos veremos

inmersos en un sin número de situaciones en la que más allá del del bien o del mal,

tendremos que actuar a conciencia, a razón, tomando en cuenta todos los aspectos
que conlleven una buena actuación que vaya desde mi propio ser, a ser un educador

que formará, no solo instruirá, enseñará a vivir dando su ejemplo de actitud y vida,

y sobre todo reconociendo el poder que tiene su actuar en la conciencia de los

estudiantes.

3. UNA ONTOLOGÍA DE LA VIDA HUMANA (HEIDEGGER)

Publicado en 1927, Ser y tiempo de Martin Heidegger (1889-1976) es una de las

obras filosóficas más importantes del siglo XX. Para comprender adecuadamente

Ser y tiempo sería necesario referirse al ambiente intelectual y político del momento.

Para Heidegger, el sentido del ser es el tiempo, es decir, el perecer y el acontecer

y podría resumirse en la frase siguiente: el ser es inseparable del tiempo. Para

Heidegger no existe ninguna esfera divina ningún motor inmóvil. El título de Ser

y tiempo ya es un manifiesto. Heidegger proclama su primera gran tesis: el ser es

en sí mismo temporal. La pregunta por el ser y la pregunta por el tiempo son una

sola y una misma cuestión Ser y tiempo tratará, pues, de responder a la vieja

pregunta que ya se formularon los primeros filósofos griegos: ¿qué es el ser?, ¿cuál

es su sentido? Pero Heidegger comienza a partir de lo que él llama la diferencia

ontológica: no hay ser sin entes, ni entes sin ser. El ente es todo lo que es. Las

cosas, los animales, los seres humanos somos entes. Pero al decir esto estamos

presuponiendo que hay algo que no es el ente: el ser, lo que hace que los entes

sean, y sin lo que ningún ente podría ser. El ser no es el ente, pero es el ser del

ente y, como tal, está presente siempre en el ente. Llegados a este punto Heidegger

se pregunta si hay algún ente distinto a los demás. Sólo hay un ente que se pregunta
por el sentido del ser: el ser humano. Exclusivamente los hombres nos interrogamos

por el ser. Sólo para nosotros el ser es problemático. Únicamente los seres

humanos sabemos que somos, por eso sólo los hombres podemos comprender el

ser. Heidegger llamará Dasein (literalmente el «ser-ahí», existencia) a este ente

que somos en cada caso nosotros mismos.

Esto quiere decir que su ser es abierto. Somos lo que decidimos ser, somos un

proyecto para nosotros mismos, una tarea. El Dasein existe, su esencia radica en

su existencia. Lo primero que descubre es que estamos en el mundo, que habitamos

el mundo y que compartimos este mundo con los demás, con los otros. La expresión

ser-en-el-mundo indica la fusión del hombre con su mundo, como una unidad

inseparable e indivisible. El ser-en-el-mundo se caracteriza básicamente como

cuidar. El cuidar, el preocuparse por el mundo, el estar ocupado en algo, es el

modo de ser de cada uno de nosotros en nuestra vida cotidiana.

La noción de cuidado (Sorge) está en el centro de Ser y tiempo, y designa actitudes

como andar a la búsqueda de algo, proponerse algo...

Otro de los capítulos decisivos de Ser y tiempo es el que está dedicado a la muerte.

Para Heidegger la muerte es un fenómeno de la vida (Heidegger, 2003, 267).

Mientras existen, los seres humanos son inacabados, son una posibilidad que nunca

llega a concretarse del todo. La vida humana es inconclusa o, lo que es lo mismo,

le falta algo: La muerte podría interpretarse como la culminación de la vida, pero no

es así. Con la muerte el ser humano no llega a la madurez. Éste es el drama de lo

humano.

La lectura culmina con la siguiente reflexión en cuanto a la relación existente entre


el pensamiento de Heidegger y la educación moderna, en la cual menciona:

No cabe la menor duda de que desde este análisis existencial se abre un inmenso

campo de posibilidades educativas que ahora sólo podemos enumerar: la

inautenticidad, el proyecto, la relación con el mundo, la muerte, en lo cual coincido

y mientras sigamos trabajando de una manera no filosófica, de una forma

tradicionalista, el alumno seguirá “Creyendo” y apropiándose de lo que como

docente ya sea de manera consciente e inconsciente le enseña.

El autor continuo: Sin embargo, los límites de una filosofía de la educación inspirada

en el análisis de Heidegger resultan también muy evidentes. Uno de ellos, el que a

mi juicio es el más problemático y discutible, es que no hay propiamente «ética» en

Ser y tiempo, o al menos no hay voluntad ética en la filosofía de Heidegger. A lo

sumo nos encontramos con una ética del «cuidado de sí», pero en ningún momento

aparece el «cuidado del otro», la responsabilidad o la hospitalidad (en términos de

Lévinas o Derrida). Ésta es, sin duda, una ausencia de la que Heidegger

probablemente fue consciente, una ausencia que limita, a mi juicio, las posibilidades

educativas de Ser y tiempo.

Conclusiones personales:

Basado en el punto anterior, estoy en desacuerdo, puesto que, en el escrito, se

menciona sobre todo que el ser humano se encuentra en el mundo con otros seres,

que aunque tal vez no tengan conciencia de que los son, describe claramente: El

ser-en-el-mundo se caracteriza básicamente como cuidar. El cuidar, el preocuparse

por el mundo, el estar ocupado en algo, es el modo de ser de cada uno de nosotros

en nuestra vida cotidiana. (Guillermo Hoyos Vásquez, 2008) tal vez no de manera
directa, pero si deduzco que al referirse “El preocuparse por el mundo”, nos hace

pensar en la ética en cualquiera de sus aspectos, ética moral, social, ecológica para

llegar al modo SER. Y esto es lo que aún en nuestros tiempos no debemos perder

de vista, en nuestras aulas, con nuestros alumnos y nuestros semejantes e inclusive

con aquellos seres con los cuales compartimos el mundo.

4. UNA HERMENÉUTICA FILOSÓFICA (GADAMER)

La hermenéutica filosófica de Hans-Georg Gadamer (1900-2002) tiene su punto de

partida en el pensamiento de Nietzsche y Heidegg. La idea de la que girará toda la

obra gadameriana es la idea de Nietzsche vivimos siempre en inacabables

interpretaciones.

La interpretación no es un método, sino una manera de ser en el mundo, un

instalarse siempre provisional, siempre cambiante. La hermenéutica defenderá que

hay verdades fundamentales del ser humano en cuanto ser en el mundo que no

pueden descubrirse con los métodos de las ciencias naturales.

Verdad y método «no pretende desarrollar un sistema de reglas para describir e

incluso guiar el conocimiento metodológico de las ciencias del espíritu» (Gadamer,

2001, 10).

Para Gadamer es indudable el punto de partida: los seres humanos están inscritos

en el tiempo y en el espacio, es decir, son seres finitos.

El científico de la naturaleza Helmholtz pronunció en el año 1862 en Heidelberg

sobre la relación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas o

ciencias del espíritu. Mientras que las primeras trabajan con métodos de inducción

lógica que extraen reglas y leyes del conjunto de material empírico recogido, las
segundas obtienen sus conocimientos de lo que se podría llamar tacto psicológico.

El propósito de Gadamer no es sino demostrar que las ciencias humanas necesitan

sus propios lenguajes para elaborar sus discursos y métodos. Las ciencias

humanas no tienen que ver con la aplicación del método sino con el uso del tacto,

de un tacto sin reglas.

Gadamer retomará, al final de Verdad y método, la idea de Platón expresada en El

banquete: ningún dios se dedica a filosofar, porque ya lo sabe todo, porque

todos los dioses están en posesión de la verdad. Los seres humanos, por el

contrario, filosofamos, filosofamos precisamente porque no poseemos la verdad

absoluta, porque somos finitos. Si tenemos un saber claro y distinto es el hecho

justamente de la finitud, el hecho de reconocer nuestra propia finitud. Y es por esta

razón también por lo que ni la interpretación ni el diálogo pueden terminarse.

Siempre, por el mero hecho de ser en el mundo, estamos en inacabables procesos

de interpretación y traducción, así como en relación, en conversación, en diálogo

con los demás.

El capítulo central de Verdad y método es el que está dedicado a la

«experiencia hermenéutica». Cuando alguien lee un texto lo hace, quiéralo o

no, desde unas determinadas expectativas. Es imposible, desde un punto de

vista hermenéutico, olvidar todas las opiniones previas, renunciar a todos los

prejuicios, a todas las posiciones propias. Lo que la hermenéutica exige es estar

abierto a la opinión del otro o a la del texto. Comprender es interpretar y también

aplicar a la situación propia lo que el texto o el otro dicen. Comprender es escuchar

de tal modo que el texto o el otro nos dicen algo. La experiencia hermenéutica es
una experiencia receptiva a la alteridad

Gadamer se separa, pues, claramente de la conciencia ilustrada. Para él la

Ilustración idolatra el conocimiento libre de prejuicios. O, en otras palabras, «existe

realmente un prejuicio de la Ilustración, que es el que soporta y determina su

esencia: este prejuicio básico de la Ilustración es el prejuicio contra todo prejuicio y

con ello la desvirtuación de la tradición» (Gadamer, 2001, 337).

Todo estudiante, por ejemplo, ha tenido, en algún momento de su vida, un profesor

al que ha admirado y querido, y que ha elegido modelo. En otras palabras, desde

una perspectiva hermenéutica es indudable que la autoridad, en la medida en que

usurpa el lugar del propio juicio, es una fuente de prejuicios, pero esto no excluye

que sea o que pueda ser también una fuente de verdad, una fuente de verdad que

la Ilustración ignoró. A partir de la experiencia hermenéutica puede comprenderse

la ética, una ética abierta al diálogo.

Conclusiones personales:

De acuerdo a lo expuesto en el texto, el cual me parece totalmente adaptable a la

educación moderna, ya que desde el punto de vista de Gadamer, nosotros como

docentes tenemos esa facultad de poder filosofar con nuestros alumnos, puesto que

no tenemos verdades absolutas, esto hay que dejarlo bien claro a los alumnos, los

cuales son muy propensos a cuestionar y a nosotros de manera tradicionalista no

nos encanta la idea que los alumnos se salgan del tema o profundicen por que en

cierta manera muchas veces no nos detenemos a pensar que hay más allá de lo

que los libros de texto nos enseñan, aprender a dialogar, en pocas palabras que el
alumno profundice lo que se le enseña.

5. HERMENÉUTICA Y ESCEPTICISMO (MARQUARD)

Aportaciones como las del filósofo alemán Odo Marquard (1928) resultan de gran

interés para una reflexión sobre las relaciones humanas en el mundo postmoderno.

Marquard es un autor que se instala en la hermenéutica, pero su filosofía es una

hermenéutica escéptica de la finitud.

En primer lugar, Marquard define la hermenéutica como el arte necesario a la vida

humana para orientarse comprensivamente en el sendero de contingencias que se

deben conservar y mantener a distancia, puesto que, como vivientes finitos, sólo

podemos liberarnos de ellas hasta cierto límite (Marquard, 2000, 29. Ser finito

significa ser contingente, es decir, que hay algo indisponible en las vidas de los

seres humanos.

la hermenéutica es la respuesta a la herencia de la tradición “ la obligación que

tienen los seres humanos debida a la finitud a permanecer en aquello que ya eran”

Pero los seres humanos se resisten a esta herencia, quieren cambiar, transformar.

En segundo lugar, la hermenéutica es para Marquard la réplica al texto absoluto. La

hermenéutica inventa el texto y el lector no absolutos, y se transforma en

hermenéutica pluralizadora, esto es, literaria. El texto absoluto puede resultar

mortal, en el sentido literal, puede llevar (y llevó) a las guerras de religión, a la pugna

por la Verdad, por la única Verdad, en mayúsculas, absoluta. A partir de aquí surgen

fanatismos, totalitarismos, fundamentalismos... La hermenéutica responde a esta


situación con su exégesis pluralizadora y se pregunta: ¿no cabe otra interpretación

del texto?, ¿no podría leerse de otra manera? La hermenéutica neutraliza los textos

absolutos y los transforma en textos interpretables, que se pueden leer de maneras

diversas. Frente a la muerte que provoca el texto absoluto, la hermenéutica propone

la vida, es una apología de la vida, del diálogo inacabable, sin conclusiones, sin

acuerdos, sin respuestas definitivas. Por esta razón escribe Marquard que «ciencia

triste es toda filosofía incapaz de pensar la misma cosa desde diversas

perspectivas, incapaz de dejar que se piensen y repiensen sus propias

perspectivas» (ibid., 122).

En tercer lugar, hay que tener muy presente que esta hermenéutica de la finitud

lleva consigo una posición escéptica. El escepticismo, como el relativismo, tiene

mala prensa en filosofía (y todavía más en pedagogía), pero creo que la lectura de

Marquard resulta estimulante e interesante para una época en la que mucho peor

que en los escépticos y los relativistas el peligro está en los absolutismos y en los

fanatismos. Entiéndase bien: para Marquard el escéptico no es el que no cree en

nada, sino el que dice adiós a los principios, el que cree que nunca comenzamos

de cero, y el que también, en consecuencia, desconfía del cambio acelerado.

Al ser humano le falta tiempo, su vida es breve, por eso tiene hasta cierto punto que

conservar su pasado histórico, tiene que enlazar. El futuro necesita del pasado, de

la tradición. La elección que yo soy tiene como base la no elección que yo soy. No

hay libertad absoluta, toda libertad es una libertad finita. Por eso es ineludible

conservar.

Desde un punto de vista cultural diríamos que necesitamos costumbres, hábitos,


porque morimos demasiado pronto como para poder transformarnos

absolutamente, totalmente.

Hay aquí una propuesta pedagógica de gran valor para la educación en la

postmodernidad: hay que aprender a despedirnos de los principios. El hombre,

como ser finito, tiene que aprender a vivir sin justificación mediante principios, de

ahí que la conciencia moral se encuentre más próxima a la soledad que a la

universalidad. Ser mayor de edad vendría a significar ser capaz de vivir en soledad,

de decidir en soledad. Un último aspecto que resume la antropología filosófica de

Odo Marquard es la cuestión del carácter histórico del pensamiento, el rechazo a

cualquier punto de vista metahistórico o trascendental o, si se quiere, la

imposibilidad de poder establecer una filosofía atemporal.

No es posible salirse de la historia. La filosofía de Odo Marquard abre las puertas a

una educación en la postmodernidad, una educación escéptica y profundamente

crítica con todos los monolingüismos, con todas las formas totalitarias de

pensamiento y de acción.

Conclusiones personales:

Tan acorde esta filosofía en tiempo modernos, cada vez vemos nos enfrentamos a

alumnos mas incrédulos, mas escépticos, por lo cual de manera personal no

considero sea una problemática, simplemente ahora puedo observar como

nuestros niños y adolescentes ya no se creen a la primera lo que se les dice, ahora

cuestionan y esto en parte es bueno, aunque también como dice la lectura, aprender

a responder a su preguntas a manera de dialogo, comprendiendo que aún no

encontramos de todo la verdad absoluta por lo tanto no hay vida suficiente para
aclararlo todo, por lo que en la mayoría de las ocasiones debemos seguir lo

impuesto o lo tradicional.

6. HERMENÉUTICA Y PRAGMATISMO (RORTY)

El punto de partida del neopragmatismo de Richard Rorty (1931- 2007) es, sin duda

alguna, el rechazo a cualquier forma de metafísica en favor de la narrativa (Rorty,

1991, 18). Ya que la metafísica solo habla de sí mismo, rechaza los planteamientos

religiosos y espiritualistas. Filosofía analítica.

Una narrativa (en ocasiones Rorty hablará de poesía) que ha sido muy maltratada

por los filósofos prenietzscheanos que han creído que los poetas cometían el error

de fijarse en lo individual, en lo contingente, en la apariencia accidental en lugar de

la realidad esencial.

Frente a la metafísica, el pragmatismo sostiene que no existe nada más que lo

condicionado, que los seres humanos no pueden saber nada, aparte de las

relaciones que mantienen entre sí con el resto de los seres finitos. La metafísica,

como la teología, es una huida al tiempo y al azar. Tal vez se podría decir que los

metafísicos son los que creen que hay una manera de ser de las cosas, es decir,

que hay un ser último de las cosas, y, por lo tanto, mantienen con fuerza una

distinción radical entre apariencia y realidad.

El pragmatismo se sitúa en una posición radicalmente antimetafísica.

No hay que mantener la diferencia entre apariencia y verdad sino entre útil e inútil

para un mundo mejor. Para el pragmatismo no hay posibilidad de trascender un


contexto más que situándonos en un contexto distinto. Si no nos podemos situar

fuera del lenguaje es obvio que jamás es posible aprehender la realidad si no es

mediante una descripción lingüística. No hay manera de salirse del lenguaje para

acceder a alguna forma inmediata no lingüística de relación directa con aquello de

lo que estamos hablando. Una palabra, un sustantivo, sólo tiene sentido en el

contexto de una oración, junto a un verbo, un adverbio... Un sustantivo, en sí mismo,

no significa nada. No se puede ir por detrás del lenguaje hasta llegar a una forma

de conocimiento que no sea lingüístico, o, lo que es lo mismo, los seres humanos

nunca pueden escapar a la inacabable interpretación, a su ineludible situacionalidad

e historicidad.

Nos hallamos en un antiesencialismo o, si se quiere, en un narrativismo. De ahí que

Rorty proponga una ética radicalmente antikantiana. La filosofía moral de Kant se

aferra a la idea de que existe algo incondicional y, por consiguiente, no relacional:

el imperativo categórico. Naturalmente esto no implica de ninguna de las maneras

que a Rorty no le interese o no se preocupe por la cuestión de la ética. Existe una

ética pragmatista, más cercana al sentimiento que a la razón, una ética que

sobre todo reacciona frente al dolor de los demás, pero que nada tiene que ver

con la deontología de Kant. El pragmatismo desconfía de la noción de obligación

moral.

Uno se plantea la cuestión de la obligación moral si lo que hace o quiere hacer no

le surge espontáneamente. Rorty pone el ejemplo de que resulta natural compartir

lo que se tiene con un amigo o un colega que está en un momento difícil. O también

el hecho de que en un mundo dominado por el hambre no nos resultaría natural

sacar la comida de la boca de nuestros hijos para dársela a un extraño. Lo que Rorty
se propone, esto es, despojar a la moral de categoricidad, de universalidad, de

racionalidad.

Conclusiones personales.

El pragmatismo duele, separar lo religioso de la razón, de la verdad, duele no creer

en el ser, sin embargo, la filosofía del lenguaje ordinario apoya en comprender, y a

enfocase en los fenómenos y en el objeto en sí, en una verdad objetiva.

Reaccionar frente al dolor de lo demás, no tanto por la moral impuesta, mas bien

desde nuestros propios sentimientos. Se refiere masque nada a la empatía,

trabajarlo con los alumnos para de esta manera relacionarnos de una mejor manera

y lograr la felicidad.

IDEAS PARA UNA EDUCACIÓN EN LA POSTMODERNIDAD

✓ Una educación postmoderna sería aquella en la que maestros y alumnos

están convencidos de que no existe un único lenguaje, o un lenguaje

privilegiado.

✓ Una educación postmoderna sería aquella en la que maestros y alumnos

saben que no existen esencias trascendentales. Lo que hay son tradiciones,

contextos, relaciones. Por eso una educación en la postmodernidad nos

enseña que no hay ni palabra inicial ni palabra final. Y agregaría, hay

palabras intermedias que se van descubriendo.

✓ La educación postmoderna es una educación escéptica. Desde este punto

de vista una educación en la postmodernidad transmitiría un saber que diría

adiós a los principios. (Maestros y alumnos siempre analizando y


preguntando más allá de lo que se enseña y aprende)

✓ Aunque es una educación sin principios absolutos, no es una educación sin

supuestos, sin prejuicios. (sin máscaras)

✓ Una educación en la postmodernidad es aquella en la que maestros y

alumnos cuestionan radicalmente estos mecanismos, pero no en función de

un supuesto ideal positivo, en función de una utopía positiva (o metafísica)

fundada en la idea del Bien, de la Verdad o del Progreso.

✓ Una educación en la postmodernidad no tiene la pretensión de neutralidad,

ni de imparcialidad, ni de objetividad. Los posicionamientos éticos, estéticos

o políticos de una educación en la postmodernidad no renuncian a la

universalidad (especialmente en el caso de la ética), pero sus educadores

saben que no es posible ninguna afirmación universal al margen de la

particularidad, o poniendo entre paréntesis lo particular. De ahí que una

educación en la postmodernidad sea una práctica pedagógica

particularmente atenta a lo insubstituible, al singular, a lo concreto.

✓ Una educación postmoderna es especialmente sensible al otro, a la palabra

del otro, a los otros, y, concretamente, es una práctica atenta al sufrimiento,

al sufrimiento de los presentes y de los ausentes. Los educadores saben que

en los buenos momentos los alumnos no suelen necesitarles. En los malos,

en cambio, su atención, su cuidado, resulta imprescindible. Por eso una

educación postmoderna es una educación compasiva (y empática)

✓ Por último, habría que añadir que una educación en la postmodernidad sería

la que está convencida de que el sentido de la vida nunca se descubre, sino

que se inventa a cada momento. En un mundo en el que las verdades


absolutas han desaparecido, el sentido no puede descubrirse, sino

inventarse. Inventar es siempre reinventar, porque siempre surgen instantes,

sucesos o acontecimientos que nos transforman.

Vivir es transformarse, y el que se transforma sabe que nunca descubrirá El

Sentido, sabe que a lo sumo puede inventarse un sentido (provisional) y que

en el devenir del tiempo no tendrá más remedio que ponerlo en cuestión.

Entonces deberá decidir si se atreve a cambiarlo y, por lo tanto, si quiere ser

otro.

Vivir de la manera que uno desee, siempre y cuando respetando a nuestros

semejantes, creer que lo que quieran creer pero siempre tratando de ser

felices.

Bibliografía

Guillermo Hoyos Vásquez. (2008). Filosofía y educación en la posmodernidad. En J.-C. M. Sangrá,

Filosoía en la educación. (págs. 35-54).

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