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En 1916, el mundo de la lingüística estaba dominado por las investigaciones

comparativas de la Gramática Comparada, las investigaciones diacrónicas de la


Gramática Histórica y las investigaciones positivistas de la Neogramática. Pero
aquel año sería testigo de la publicación del «Curso de Lingüística General», una
obra con la que Ferdinand de Saussure cambió para siempre los fundamentos
de la lingüística, y con la que puso la primera piedra para la aplicación de los
principios estructuralistas al ámbito del análisis de la lengua.
El estructuralismo propuso una forma de análisis basada en la consideración del
lenguaje como un sistema compuesto por elementos que se relacionan entre sí y
forman una estructura. Esta base sirvió después para que distintas escuelas
exploraran todos los caminos abiertos por Saussure: entre ellas destacaron la
Escuela de Ginebra, el Círculo Lingüístico de Praga y la Escuela de Copenhague.
De entre las más importantes aportaciones del estructuralismo, debemos destacar
la separación de diacronía y sincronía de cara al análisis lingüístico. Mientras la
primera atiende a las variaciones que la lengua experimenta a lo largo de un
período largo de tiempo, la segunda se centra en la descripción precisa de una
lengua en un momento determinado. Precisamente es el interés por la sincronía lo
que hace posible el estudio de la lengua desde un punto de vista estructuralista, y
también el que hace posible el estudio diacrónico, que viene a ser el estudio
comparativo entre dos estadios sincrónicos previos.

En la consideración del signo lingüístico –en realidad en la propia consideración


del lenguaje como conjunto de signos– como doble manifestación, como concepto
(significado) y como imagen acústica (significante) se condensa buena parte del
pensamiento estructuralista. El significante es la representación del sonido que
forma el signo, mientras que el significado es la representación mental de la
realidad. Ambos tienen para el estructuralismo una relación completamente
arbitraria, construida socialmente (prueba de ello es que un mismo significado
tenga su propio significante en cada idioma).
En la relación entre los signos se sitúa la estructura del lenguaje, concepto éste
que da nombre a toda esta corriente de análisis y que pone sus cimientos en la
diferenciación de cada signo. El lenguaje, no obstante, no puede considerarse de
una manera atomística, sino únicamente desde una aproximación holística. Es
decir, no podemos aislar los elementos que constituyen la estructura del lenguaje
sino que debemos entenderlos desde sus múltiples conexiones y relaciones, tanto
las que relacionan a unos con otros como las que lo hacen entre cada uno y el
conjunto global o la «estructura».

El movimiento del estructuralismo lingüístico se sitúa a comienzos del siglo XX y


supone ya el arranque de la lingüística moderna. Su iniciador fue Ferdinand de
Saussure con su Curso de lingüística general (1916), que fue una obra publicada
póstumamente por dos de sus discípulos, quienes se basaron en apuntes de clase
de estudiantes que habían escuchado a Saussure durante sus tres últimos años
en la Universidad de Ginebra. Plantea que la lingüística debe tener como objeto de
estudio la lengua en forma sincrónica, es decir, el estudio de la estructura y
funcionamiento de una lengua en un momento dado, sin tener en cuenta su
evolución;a lo que se le denomina estructura externa. El estructuralismo surge
como una reacción frente a las investigaciones lingüísticas comparativistas de la
gramática comparada, frente a las investigaciones diacrónicas de la gramática
histórica y frente a las investigaciones positivistas de los neogramáticos.

Este nuevo movimiento propuso, en cambio, una nueva concepción de los hechos
del lenguaje, considerándolos como un sistema en el cual los diversos elementos
que lo integran ofrecen entre sí una relación de solidaridad y dependencia. De
todos modos la noción de lengua como «sistema» era admitida antes de la
aparición de Saussure; pero Saussure, además de reforzar esa idea, agregó la
idea de que la lengua es «forma» y no «sustancia», y de que las unidades de la
lengua solo pueden definirse mediante sus relaciones.[1] El estructuralismo
fundado por Saussure, que habla de «la estructura de un sistema», continuó
desarrollándose en Europa por lingüistas posteriores, surgiendo más tarde
diversas escuelas estructuralistas, como la Escuela de Ginebra, el Círculo
Lingüístico de Praga y la Escuela de Copenhague.

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