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Citar este artículo así: Caballero García, Luis (2009): “Análisis de la función social de los

museos en la museología crítica”. Conferencia pronunciada en la Mesa redonda Eclecticism


and Polymorfism in Contemporary Museum Policy. Museo Bizantino y Cristiano de Atenas,
Helenic Foundation for Culture, 9 de Octubre de 2007. Publicado en las Actas del VII Congreso
de Museos del Vino de España. Museo de las Ciencias del Vino, Almendralejo, Badajoz. 15-18
de abril de 2009.

ANÁLISIS DE LA FUNCIÓN SOCIAL DE LOS MUSEOS EN LA


MUSEOLOGÍA CRÍTICA

Museos, museologías y narrativas

La historia de los museos puede escribirse como una sucesión de cambios en


su razón de ser social, en su forma de relacionarse con la sociedad. Esta forma
de relación, denominada en inglés mission y en castellano “finalidad” ha
pasado de ser eminentemente representativa en el renacimiento a sancionar la
legitimidad y el poder de los reyes y de la verdad de los preceptos de la Iglesia
Católica en el barroco; a partir de la ilustración los museos adoptan una misión
científica, progresivamente menos elitista y más centrada en la educación de la
sociedad. Esta misión es la que se recogería el ICOM en su primera definición
de museo, a instancias de G. H. Rivière (en 1951). Posteriormente el propio
Rivière y sus discípulos apadrinarían el nacimiento de la Nueva Museología,
que propugna la participación del público y la comunidad en el discurso
expositivo.

La crisis económica vivida por los museos en los años 80, y la imposición del
paradigma neoliberal y de la democracia de partidos como únicas formas de
lectura del mundo durante los 90, supusieron el fin de la visión de los museos
al servicio de la sociedad antes de que se hubiera puesto en práctica. En este
contexto la Museología Crítica significó, a partir de finales de los 90, una
bocanada de aire fresco que vino a denunciar, con extraordinario acierto, el
carácter elitista, reaccionario y opresor de los museos actuales, y a proponer
otra clase de instituciones y exposiciones al servicio de la democracia cultural y
de los discursos de los oprimidos.

Este es el contexto en que quisiera enmarcar mi comunicación. Desde la


Museología Crítica (y, en general, desde la teoría de la misma) ya se ha
debatido en España en torno al tema que hoy nos ocupa: el interés (o no) de
introducir narrativas relegadas en el discurso expositivo de los museos. Aunque
comparto el análisis de la Museología Crítica sobre los museos actuales, y
quisiera que los museos se convirtieran en foros democráticos de expresión de
culturas, etnias y grupos oprimidos, creo que los postulados de esta corriente
teórica deben tener en cuenta las especiales características de la exposición
como medio de comunicación y los conocimientos previos e intereses del
público, so pena de convertir sus exposiciones en meros espectáculos sin
sentido, y en consecuencia sin capacidad subversiva. Por otro lado, pienso
también que el rechazo absoluto de los principios de la Nueva Museología
(ciencia “moderna”, y por tanto denostada por la “postmoderna” Museología
Crítica) comporta también el olvido de sujetos de análisis y problemáticas
sociales de grupo y de clase, vinculadas al marxismo pero aún hoy de plena
actualidad, que deberían también encontrar acomodo en los nuevos museos al
lado de las nuevas temáticas culturales y étnicas.

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Análisis del museo actual desde la Museología Crítica

Para la Museología Crítica, en la actualidad tenemos museos disciplinares o


temáticos, informativos, no polémicos ni comprometidos, al servicio de una elite
intelectual más o menos amplia y del poder que los impulsa. Expongo a
continuación el análisis que efectúa este paradigma, engrosado por mis propias
consideraciones, y que afecta a la práctica totalidad de nuestras instituciones
en mayor o menor medida:

Los museos son instituciones simbólicas al servicio de la comunicación de la


cultura institucional (ideología dominante) y del saber disciplinario
consensuado. Como instituciones simbólicas se presentan como
manifestaciones materiales de una política de estado, espacios para la difusión
de una ideología oficialista (nacionalismos...) o espejo de una gestión cultural
moderna y de un momento de avances para el país. Obedecen también a
conmemoraciones culturales.

Los museos son también símbolos de la cultura dominante. Cualquier discurso


crítico, prospectivo o propio de segmentos de población excluidos es
censurado, en beneficio de la presentación de las formas de vida de élites
pasadas como justas y deseables, sancionando así la forma de vida y los
deseos de sus visitantes reales y vetando cualquier discurso subversivo.

Sociológicamente, los museos son instrumentos al servicio de la reproducción


de las diferencias de clase. Los códigos de interpretación del museo funcionan
como instrumentos de distinción que permiten a sus poseedores reconocerse
como tales frente a otros grupos menos cultos. Así, el museo y sus propuestas
(exposiciones monográficas o con tema desconocido o mediático, museos
itinerantes, propuestas que hacen de la propia exposición motivo de reflexión...)
se enmarcan cada vez más dentro de las oportunidades de ejercicio de ocio de
la clase dominante.

Los museos son también constructos al servicio de la acumulación de capital


intelectual. En numerosas ocasiones responden sólo a un interés científico o
crítico por dar a conocer en el ámbito disciplinar determinada investigación a
través del catálogo, incrementando el curriculum personal. Las exposiciones se
ponen también al servicio del proyecto artístico de determinados artistas
reconocidos.

Como sistema de comunicación, las funciones del museo sirven a la


investigación, comunicación y perpetuación de la comunicación de valores e
interpretaciones dominantes y compartidos. Se desarrollan y emplean
estrategas comunicativas de nuevo cuño para desarrollar una experiencia
expositiva comunicativa, simbólica, complaciente con el presente y acrítica con
cualquier institución o realidad social.

Desde el punto de vista de la finalidad, el museo renuncia a cualquier relación


democrática y dinámica con el público, del que se espera que sea un referente
activo pero complaciente. En este sentido la misión de la institución suele
definirse exclusivamente en términos temáticos (naturaleza), y se contemplan y
potencian los temas y perspectivas acordes a los intereses y conocimientos

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previos compartidos por los visitantes y propios de la ideología dominante. El
museo no plantea problemáticas diversas, conflictivas, prospectivas,
subversivas o críticas. Tampoco existe verdadera comunicación (intercambio
de ideas) porque se excluye a la sociedad de la definición de los temas a tratar
(sólo se la toma en cuenta para partir de y reforzar sus valores dominantes).
Cuando se abordan temas polémicos se hace siempre a través de
exposiciones “de objetos”, evitando así que el público comprenda el mensaje.

A mi juicio, los puntos anteriores describen el verdadero papel que juega el


museo como institución en la sociedad occidental. En este contexto se excluye
por completo la posibilidad de narrativas o problemáticas e interpretaciones
secundarios de grupos o segmentos de población excluidos, tanto de corte
étnico, como las que aquí se discuten, como social.

Este análisis justifica sobradamente el tema de esta mesa redonda. Veremos


cómo abordaría la Museología Crítica el tema, tan propio de su ámbito de
interés, de la función social del museo.

Las narrativas excluidas en la propuesta de la Museología Crítica

Para la Museología Crítica, la Nueva Museología quiso cambiar el discurso


dominante de la burguesía del siglo XX por otro discurso social, que a su vez
se convertiría en dominante. Por ello la Museología Crítica propugna un museo
centro de debate, que facilite la creación de una conciencia crítica propia en
cada visitante, sin proporcionar interpretaciones cerradas de la realidad.

El Museo Crítico en la actualidad, siguiendo los postulados de la


Postmodernidad, intenta ser un manifiesto contra la hegemonía de la ciencia
occidental como instancia única de interpretación de la realidad. Propone al
visitante que se convierta en artífice de su propio discurso, en un ejercicio
didáctico de liberación.

En este museo se proporciona un discurso sugerente, abierto, no dirigido por


un tema. En consecuencia las piezas se relacionan arbitrariamente, sin ningún
criterio explícito. El conservador no se arroga la capacidad de elaborar un
discurso veraz: se entiende que aquél que puedan desarrollar los visitantes es
epistemológicamente válido. Del mismo modo, el objeto se presenta como un
signo polisémico, cuyo significado puede legítimamente fijar cualquier
racionalidad (no necesariamente la occidental científica, sino la de cualquier
visitante).

Aportaciones de la Museología Crítica

El Museo Crítico aporta una finalidad epistemológica y social. Esta Museología


aboga por una finalidad democrática, que hace del Museo una institución al
servicio de la democracia cultural. Para Carla Padró, el museo es un “foro” o
medio de comunicación democrático: “modelo de red en que confluyen
diferentes visiones y versiones que son hechas públicas”. En él las diversas
culturas y subculturas que constituyen nuestras sociedades plantean sus
propios discursos sobre la realidad, así como los conflictos entre sus propias

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interpretaciones y las demás. El museo es un espacio democrático de
controversia, de presentación, toma de conciencia, aceptación y encuentro de
imaginarios, problemáticas y conflictos entre grupos y clases, y de rebelión
contra el discurso dominante. En este sentido, la Museología Crítica hace suya
la temática que nos ocupa.

El museo posee también una finalidad epistemológica, como espacio de


reivindicación de las narrativas oprimidas, de las lógicas, formas de análisis e
imaginarios excluidos y de crítica de estos mismos aspectos en la ideología
dominante.

La temática del Museo Crítico es social y comprometida, la institución se erige


en intérprete de las narrativas excluidas. La Museología Crítica recupera la
función social del museo, poniéndolo al servicio de las problemáticas de las
diversas culturas y subculturas relegadas que constituyen nuestra sociedad, y
de la manifestación de su rebelión, en sus propios códigos, contra la ideología
dominante.

El público se concibe como agente activo (emisor y receptor no mediatizado).


Todos los segmentos, grupos y clases sociales (en este caso, los artistas de
formaciones sociales secundarias) se quieren agentes seleccionadores y
productores de significado. Sus significados se emiten directamente, sin
interpretación que altere su lógica. Del mismo modo (interactividad), el público
receptor es activo también y todas sus interpretaciones son válidas.

Inconvenientes de la Museología Crítica

A mi parecer, en la práctica, el planteamiento museológico crítico da lugar a


una institución cientifista, comparable con la propuesta del primer Rivière
(anterior a los años 70) y con los museos-templo positivistas. El museo crítico
presenta dos problemas: una epistemológico y otro cognitivo. Como medio de
comunicación, su defensa de la subjetividad extrema (y relegada) del discurso
expositivo, junto con el rechazo a hacerlo explícito, impiden la emisión de un
mensaje, colocan al visitante en situación de indefensión cognitiva y en última
instancia configuran una exposición elitista, ineficaz como revulsivo social, y en
consecuencia reaccionaria, un mero espectáculo social.

Desde el punto de vista epistemológico, incorporar a la comunidad como


agentes activo en la construcción del discurso pone a disposición del museo
nuevas problemáticas de investigación y una gran variedad de discursos
interpretativos. Sin embargo, como han puesto de manifiesto numerosos
autores, dar a estos discursos una categoría equivalente a los científicos es
una falacia. El museo no debe renunciar al derecho a negociar con los agentes
sociales de referencia, para reconstruir sus narrativas o para situar, al lado de
estas, su propia interpretación científica.

Comenzando por el análisis cognitivo, la propuesta crítica no explicita tema ni


discurso alguno. La noción de que esto es así para que el público pueda
interpretar a su antojo lo expuesto (tesis que está en la base de la liberadora de
la institución) está sólo al alcance de filósofos. Una vez más el problema reside
en la pretensión de que el museo debe plasmar la lógica y los resultados de la

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investigación científica (postmoderna en este caso), lo que lo hace inaccesible
a los visitantes.

Desde el punto de vista teórico y en mi opinión, efectivamente, la Museología


Crítica parte acertadamente de la conciencia del carácter simbólico dominante
que el museo ha retomado desde los años 80 hasta hoy. Para renovar la
institución, propone una nueva museología que abra la institución a las ideas e
interpretaciones del público y a las “narrativas excluidas” o ideologías
secundarias. Sin embargo el museo crítico, en la práctica, propugna una
museografía espectacular y evocadora que pretende sugerir al visitante el
imaginario de la cultura relegada; se supone que a la vista de los objetos
expuestos el público, sin mediación alguna, podrá conocer diversos aspectos
de otras sociedades, y aún más, formarse una conciencia crítica sobre su
situación en el mundo actual.

Por el procedimiento aludido la Museología Crítica establece una relación


mecanicista, neopositivista, con el visitante; este es su principal inconveniente.
En un contexto informal como es la exposición, la Museología Crítica se niega
a explicitar un tema, a enhebrar un discurso y a proporcionar claves
interpretativas, como resultado de su miedo a crear narrativas absolutas. Sin
los conocimientos previos necesarios para interpretar las creaciones o la
cultura material de sociedades por completo ajenas a él, el público se enfrenta
de facto a una muestra tan positivista como las decimonónicas, con criterios
expositivos y mensajes que no se hacen explícitos y a los que no puede
acceder. Como resultado, el museo no transmite mensaje alguno. El visitante
adquiere una serie de impresiones deshilvanadas, muy alejadas de la
pretendida crítica de la sociedad actual, que le conduce el abandono de una
experiencia que no responde ninguna de sus preguntas.

En este contexto pretender que, además, la exposición nos conduzca a la


reflexión crítica sobre nuestra sociedad parece completamente imposible. La
Museología Crítica nos brinda un acercamiento libre de interpretaciones a
imaginarios secundarios que no podemos comprender y espera que desde
ellos abordemos una crítica a los discursos dominantes. Para acceder a este
discurso relegado, que en ocasiones esconde un metadiscurso (crítica de un
discurso dominante ausente a partir de otro presente pero implícito) el público
debe conocer de antemano las claves interpretativas de ambos, que no posee
y se le niegan. Esta defensa de la subjetividad extrema (y relegada) del
discurso expositivo, junto con el rechazo a hacerlo explícito, impiden la emisión
de un mensaje, colocan al visitante en situación de indefensión cognitiva y en
última instancia configuran una exposición elitista, ineficaz como revulsivo
social, y en consecuencia reaccionaria, un mero espectáculo social.

Epistemológicamente la propuesta crítica presenta las virtudes y los


inconvenientes de la postmodernidad en que se inspira. Al hacer suyas
problemáticas, perspectivas e interpretaciones procedentes de los agentes
sociales relegados, el museo crítico cuenta con una base discursiva
renovadora, que da lugar a productos culturales que presentan nuevas formas
de mirar a la realidad. Sin embargo, una vez más, el miedo a la explicitación e
interpretación de narrativas hace imposible la comunicación de los discursos
innovadores que presenta el museo, y también coarta a la institución a la hora

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de valorar los propios discursos que presenta desde una óptica científica. En
términos de Lakatos, los relatos relegados que el Museo Crítico descubre le
proporcionan una heurística positiva en potencia. Pero, para desarrollarla, el
museo debería investigar e interpretar científicamente estos relatos, cosa que
renuncia a hacer o, al menos, a explicitar.

Por fin, desde el punto de vista ideológico y temático, la Museología Crítica


corre el riesgo de convertirse en un paradigma reaccionario y academicista.
Reaccionario porque, deudor de unos orígenes fraguados contra los grandes
relatos (señaladamente el marxismo de los años 70), reacciona contra ellos
olvidando su intención subversiva, universalista y humanista y las
problemáticas sociales que apoyaban, algunas de ellas de plena actualidad. En
su lugar se privilegia un objeto de análisis vertical (lo étnico). Esto puede dar
lugar a un discurso socialmente irrelevante y falto de compromiso, o a un
discurso relevante pero formulado en términos de la comunidad emisora y en
consecuencia significativo sólo para ella e incomprensible para la receptora. Se
potencian también los juegos semióticos, metadiscursivos, de análisis del
discurso dominante, en una manifestación de voluntad de poder académico,
irrelevancia social y falta de compromiso.

En mi opinión, muchos de los problemas de la Museología Crítica obedecen


paradójicamente a su carácter paradigmático. Prisionera de los principios de la
Postmodernidad, se ajusta mal a una realidad compleja como la del museo,
que en su configuración actual no es un foro de debate elitista sobre el carácter
opresor de la epistemología dominante, sino espacio de ocio y medio del que
se espera un discurso. Probablemente el dogmatismo de los promotores de la
MC responde a su carácter académico, que les lleva a buscar la coherencia en
la propuesta en lugar de adecuarla a la realidad del medio de comunicación
informal, comunicativo y de ocio que es el museo.

La Museología Crítica ha tenido, como la Postmodernidad en filosofía, la virtud


de situar al museo frente a sus contradicciones. Muchas de sus propuestas
resultan válidas, siempre que acepte que el conocimiento y la crítica sólo
pueden darse proporcionando al público las herramientas necesarias; aceptar
este postulado acercaría mucho la Museología Crítica a la Nueva Museología.

Pienso que la Museología Crítica ofrece consideraciones interesantes a la hora


de plantear el nuevo papel social de los museos. Teniéndolas en cuenta, creo
que deben hacerse compartibles con otras aportaciones de la Nueva
Museología en aras de un discurso expositivo democrático, socialmente
relevante y sobre todo comprensible por el “broad public” al que hace alusión la
convocatoria de esta mesa redonda.

Condiciones de posibilidad para un discurso crítico en el museo actual:


comunicación, interpretación y relevancia social

La primera condición para un discurso crítico es que sea comprensible, es


decir, que se apoyen en una exposición concebida como un medio de
comunicación. En otras circunstancias la muestra se convierte en un
divertimento de clase, inaccesible a la mayor parte de nuestro público

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potencial. Veamos por qué.

Condicionantes de la exposición como medio de comunicación

En la actualidad, la exposición se concibe como un medio de comunicación


informal, que parte del objeto para ofrecer al público contenidos de su interés
que pueda integrar fácilmente en su estructura cognitiva en el marco de una
experiencia compartida y agradable.

La exposición comunicativa (capaz de comunicar contenidos) selecciona su


Tema partiendo de la Naturaleza del Museo, pero teniendo en cuenta los
intereses previos de sus públicos. Utiliza estrategias expositivas para exponer
estos contenidos de forma sencilla y atractiva, a través de un discurso
divulgativo que parte siempre de los conocimientos previos de los diversos
segmentos de público. Enuncia objetivos concretos en términos de
accesibilidad cognitiva a los contenidos. Emplea estrategias comunicativas
para verificar, en cada una de las fases de la exposición, hasta qué punto se
han logrado los objetivos propuestos.

Una exposición comunicativa tiene una serie de características y


condicionantes que pasamos a enunciar.

Para que una exposición actúe como un verdadero medio de comunicación es


preciso tener en cuenta los siguientes condicionantes durante su proceso de
concepción:

1. La comunicación es siempre un proceso dinámico. Las tesis de la psicología


constructivista señalan que, para que la comunicación tenga lugar, es
preciso que emisor, mensaje y receptor compartan el mismo código (lo que
supone estar de acuerdo en el significado de los signos que conforman el
mensaje y en la lógica que los asocia en estructuras de significado, es decir:
que todos comprendan el español, sepan leer un gráfico, una fotografía,
comprendan la lógica y los conceptos que se emplean, etc).

2. La exposición es un medio de comunicación informal. Ello aporta nuevos


condicionantes:
- Obliga a que el tema y los subtemas que estructuran la muestra partan de
los intereses previos del visitante, que, de lo contrario, tenderá a ignorarlos.
El conocimiento de estos intereses obliga al museo a llevar a cabo estudios
de público y evaluaciones previas. Así, si hemos de hablar del Greco,
trataremos los temas más cercanos al interés del visitante: su vida
cotidiana, familia, o las circunstancias y significados concretos que dieron
lugar a sus obras, todo lo cual resultó importante para nuestro público
según los estudios realizados.
- Impide la comunicación en ausencia de conocimientos previos sobre el
tema por parte del receptor. Obliga a partir de estos conocimientos previos,
organizándolos y/o ampliándolos hasta el nivel de conocimientos
inmediatamente superior exclusivamente.
- Obliga a que el mensaje interese a priori al visitante y al empleo de
potenciadores de la atención.

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3. Lenguaje objetual. La exposición es un medio de comunicación que parte
de los objetos para explicar su significado. El lenguaje de los objetos
(código objetual) es desconocido para el visitante. Esto hace preciso el
empleo de información complementaria que permita descifrar el sentido de
las obras y sus contextos. La información complementaria se ofrece a
través de diversos códigos conocidos por el visitante, que convierten la
exposición en un sistema de medios de comunicación.

Características de una exposición la exposición como medio de


comunicación

En resumen, las características de una exposición comunicativa son las


siguientes:

1. Utiliza estrategias expositivas que organizan, plasman físicamente y


permiten comunicar eficazmente el mensaje de la exposición. Son las
siguientes: tema, guión conceptual, niveles expositivos (textos
introductorios, título de área, título de sala, subtítulo, cartela descriptiva o
informativa), recorrido, selección de objetos y contextos y criterios
asociativos o expositivos, que se corresponden con los títulos de los
paneles, y señalan significado del contexto o unidad expositiva que
acompañan.
2. Es un sistema de medios de comunicación. La exposición es un sistema de
medios de comunicación que, apoyándose en códigos conocidos por el
receptor, proporcionan información complementaria que permite al visitante
descifrar el significado de las unidades expositivas objetuales.
3. Emplea estrategias comunicativas. Los estudios de público permiten ajustar
los temas, estructura conceptual, léxico y lógica de la muestra a los
intereses y conocimientos previos del público, así como definir objetivos
cognitivos y procedimentales, generales y concretos y evaluar la
comprensión del mensaje. Sus resultados condicionan la museografía
comunicativa. Toda muestra comunicativa debe siempre partir de dos
principios: respeto al rigor histórico y conocimiento de los intereses, errores
y conocimientos previos de los diversos segmentos de nuestro público.

Relevancia social y capacidad subversiva del tema

Definida nuestra exposición como comunicativa, es necesario asegurar la


relevancia social del tema que vertebra el discurso expositivo. Esta relevancia
dependerá de la importancia que tenga para nuestro público objetivo. Su
intención subversiva, apoyada en una perspectiva crítica, deberá explicitarse de
acuerdo con los principios de comunicación aludidos.

Investigación e interpretación de los discursos desde el Museo

A mi entender, el Museo Crítico debería abordar la investigación de los discursos


secundarios que revela. Esta investigación permitiría a la institución “comentar”
en la exposición la narrativa excluida de la que parte, explicitando su sentido,
contextualizándolo y valorándolo desde la óptica científica. Esta estrategia
permite que el museo renueve y enriquezca la ciencia, creando conocimiento
nuevo a partir de problemáticas hasta ahora relegadas.

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Elaborar un discurso crítico socialmente relevante

En las condiciones descritas me parece muy deseable un planteamiento como el


presente en esta mesa redonda. Una exposición de artistas relegados en sus
culturas por la ideología dominante, concebida desde las aportaciones de la
Nueva Museología y la Museología Crítica, podría tener las siguientes
características:

Finalidad comunicativa y democrática. La muestra parte de los intereses de un


determinado grupo, grupos, o artistas relegados, proporcionándoles la
oportunidad (foro) de plantear sus visiones e interpretaciones de la realidad
(finalidad democrática). Además, propugna una relación activa con el público pero
a partir de un discurso explícito, que responde a sus interrogantes sobre el tema,
plantea problemáticas, y le proporciona una primera aproximación al análisis del
sistema dominante y su relación con otros secundarios.

Temática. La temática planteada por los artistas relegados debe puede ser
relevante para el emisor y para el visitante (la exposición ayuda a conocer otras
culturas o sus relaciones con la nuestra) y comprometida o subversiva (el
discurso ayuda a tomar conciencia de la ideología dominante y las existencia de
otros imaginarios y sistemas de interpretación). Pero son también posibles y
deseables otros discursos prospectivos o incluso subversivos, tomados de la
Nueva Museología y vinculados a las contradicciones del sistema de producción
dominante, que proporcionen herramientas para el cambio social democrático
(por ejemplo, el derecho a la vivienda; a la seguridad laboral; la partitocracia y el
fin de la división de poderes en la democracia occidental; las guerras imperialistas
y los intereses que las promueven; etc.)

Exposición. La muestra acepta que la exposición es un medio de comunicación


informal. En este sentido introduce a la sociedad como emisor (artistas, grupos
relegados), éstos crean el mensaje (crítico, secundario), el mensaje es
comentado o transformado para adecuarse a los interrogantes y conocimientos
previos sobre el tema del público en general y la exposición se dota de
estrategias comunicativas y expositivas que hagan posible la comprensión del
discurso crítico por parte del visitante. En el caso de temáticas metadiscursivas
(exposiciones de arte contemporáneo sobre el papel del museo en la sociedad, la
ideología dominante en cualquiera de sus manifestaciones, etc.) ó reflejo de
imaginarios y problemáticas desconocidos por el público en general, es preciso
hacer especial hincapié en el uso de recursos comunicativos, en beneficio de la
comunicación del mensaje y de su recepción crítica por parte del visitante.

Conclusiones: más allá de la Museología Crítica

Hemos visto que los dos paradigmas museológicos actualmente más en boga
proporcionan respuestas a la problemática planteada: hacer del museo un
vehículo para la comunicación de discursos relegados por la ideología dominante.
Creemos que las condiciones de posibilidad de un empeño como este demandan
el conocimiento de las circunstancias que hacen posible la comunicación (crítica
o no) en el ámbito museal, así como la toma de conciencia de que los museos

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deben cumplir un papel social crítico, progresivo y relevante para la sociedad. La
última condición, relativa a la necesidad de un apoyo institucional suficiente,
queda fuera del ámbito de esta conferencia. Valga sin embargo una cita de la
Declaración de la Ciudad del Salvador (Bahía, Brasil, 2006) que se declara
sucesora de los planteamientos de la Nueva Museología plasmados en la Mesa
Redonda de Santiago de Chile de 1972 y que, como aquí propugnamos, defiende
que los museos se conviertan en foros de discusión, interpretación y
transformación social, en espacios de reconocimiento de identidades, pero sobre
todo en ámbitos para la formación crítica y efectiva del ciudadano:

“Los participantes en el I Encuentro Iberoamericano de Museos [se comprometen


a:]

“Asegurar que los museos sean territorios de salvaguarda y difusión de valores


democráticos y de ciudadanía, colocados al servicio de la sociedad, con el
objetivo de propiciar el fortalecimiento y la manifestación de identidades, la
percepción crítica y reflexiva de la realidad, la producción de conocimientos, la
promoción de la dignidad humana y de las oportunidades de esparcimiento”

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