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Introducción:
La creación de los museos y sus colecciones en la Europa del siglo XIX responde a un
proceso de recuperación de la memoria que tenía como finalidad crear vínculos con la
sociedad. La solución que las naciones europeas encontraron para explorar, estudiar y
conservar los vestigios materiales del pasado, fue el establecimiento de instituciones
museísticas, a las que asignaron múltiples funciones como el desarrollo de las artes y las
ciencias (Mendieta, 2015). Para ese entonces, el museo fue entendido como el espacio
más autorizado para explicar cómo sucedieron las cosas a lo largo de la historia, pues
conjugaban, de forma privilegiada, la custodia de las obras de arte con la cientificidad
del conocimiento emanado por la Academia. Esto los convirtió en espacios de poder casi
sacralizado, dominados por un discurso experto que no daba cabida a la interpretación
artística al margen de la oficialidad (Perez Benavides, 2015).
Por casi dos siglos los museos tradicionales decimonónicos se ocuparon de adoctrinar
a sus súbditos mediante relatos, narrativas y objetos de valor simbólico. La legitimación
del discurso a través de estos repositorios de memoria, subordinó a la reflexión ante el
discurso de poder. No obstante, el rito sacro del pasado no perduraría en el tiempo. Para
la segunda mitad del siglo XX, emergen nuevas corrientes museísticas que van a generar
una ruptura en el esquema de culto a los objetos. La nueva museología y la museología
crítica aparecen como antagonistas del museo decimonónico, al inducir un proceso
reflexivo donde se coloca al sujeto sobre el objeto y se inserta una visión pluralista del
pasado. Estas nuevas narrativas, desde la mirada contemporánea, se convierten en
herramientas de discusión que cuestionan la intencionalidad real de los discursos y los
objetos simbólicos propugnados por las hegemonías (Nieto, 2014). En la
contemporaneidad, repensar al museo, partiendo de la re-significación de los objetos,
permite diseñar nuevos discursos museológicos y museográficos que toman como base
las experiencias individuales (Pearce, 2003).
CONCLUSIONES
El dilema que se está evidenciando en la relación del performance con las estructuras
institucionales del museo, es que esta relación se sustenta en una concepción
tradicionalista y atemporal del arte. A través de la programación de performances, las
instituciones museísticas, en lugar de acoger lo efímero del performance, han llegado a
distorsionar su capacidad de transformación temporal del acto en vivo, hasta hacerlo
coincidir con las necesidades de esta institución. Se puede concebir, que esta
atemporalidad se construye a partir de la intervención de lo corporal, ya que es posible
apreciar cómo el cuerpo del performer se ha convertido en un contenedor de
significados, en tanto, se han sustituido los documentos y archivos que transmitían las
performances históricas por el cuerpo humano de profesionales de la representación
para cubrir la misma función; estos cuerpos se han transformado en archivos vivientes
que pueden re-interpretar y re-presentar indefinidamente acciones efímeras, logrando
una relación más compleja y diversa entre el público y el patrimonio museístico.
El museo debe utilizar el performance para atraer nuevos públicos y crear una
audiencia crítica. Debe alejarse de la mirada convencional del museo como mausoleo y
generar propuestas contemporáneas que lo revivan. El performance debe cuidar su
esencia como expresión artística de transgresión y no ceder a las imposiciones de la
institucionalidad pues esto puede provocar la pérdida de originalidad y convertirse en
un mero producto de marketing. La clave está en encontrar ese equilibrio que no solo
permita al performance y al museo cumplir con su intencionalidad, sino que esta
vinculación debe procurar traer públicos diversos que entiendan la función del museo
contemporáneo en la sociedad, y la función del performance o las artes escénicas como
transgresor del discurso del museo. De una u otra manera, el performance ha
transformado la forma en que la sociedad percibe al arte, lejos de las propuestas
convencionales decimonónicas. El museo, en su constante proceso de transformación,
no puede dejar de lado las nuevas propuestas de artes escénicas para cumplir con la
generación de públicos críticos, para que, en conjunto, se logre la deconstrucción de los
cánones tradicionales.
Bibliografía: