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Buscando respuestas a situaciones adversas

Prof. Rosana Ángela Ricciardi

Muchas veces sentimos que la vida nos pone a prueba, en este día a día nos encontramos con situaciones
o cuestiones que debemos enfrentar y en muchas de ellas tenemos la sensación de no estar preparados. Pero
esto que sentimos que nos pasa, les ocurre a todos, para algunos es la ruptura con su pareja, un viaje
postergado, la pérdida de un ser querido o de su situación laboral, una accidente o catástrofe natural
(inundaciones, terremotos, huracanes) y en otros casos, como ahora esta sensación es mundial y nos
encontramos en aislamiento por tiempos de pandemias.
Aquí es donde surgen las preguntas que vuelven con más fuerzas a nuestras mentes, porque tenemos todo
el tiempo a disposición para ello. Surgen las interpelaciones: ¿este barbijo me protegerá bien?, ¿esta persona
estará contagiada?, ¿abre desinfectado bien las cosas?, ¿Qué pasará con mi trabajo?, ¿Qué pasa si me
contagio? Y así surgirán en muchos momentos del día esos cuestionarios, pero el más importante es ¿estoy
preparado/a?. ¿Puedo estar sin salir de casa? ¿Qué pasará cuando pueda salir, podré abrazar a mis seres
queridos que hace mucho no veo?, ¿Qué hago solo/a? y el sin fin de interrogantes se agolpan en la mente.
Y hay dos caminos posibles a seguir, uno es el de proponernos sobreponernos y salir adelante y el otro es
darnos por vencidos y esperar ayuda desde afuera y las respuestas nos llevan a una sola respuesta si optamos
por la primera opción y se llama Resiliencia.
Pero, ¿Qué es la resiliencia?, según la Real Academia Española es la
capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos
otra definición nos habla de que es la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su
estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.
Así podemos decir que nos encontramos ante nuestra capacidad de reformar esos recursos psicológicos
que poseemos, una capacidad que vamos aprendiendo de a poco y que todos lo podemos desarrollar a lo
largo de nuestras vidas. Porque se van reformulando cada vez que surge una respuesta nuestra cuando
pasamos por esas situaciones traumáticas, dolorosas o sorpresivas y se buscan esfuerzos a veces individuales
y otras colectivos para reconstruirnos.
Pero para que haya resiliencia, para poder contar con esa capacidad hay factores que ayudan a que esto
suceda y entre los más importantes están los afectos, esos lazos familiares y sociales, además hay que tener
en cuenta poseer una autoestima alta o la confianza de las fortalezas y los conocimientos de debilidades que
cada uno tiene.
Las personas resilientes se caracterizan por ser creativas, con un alto potencial para aprender y capacitarse,
sumamente positivo como para asumir esa crisis como una oportunidad de crecimiento, cambio y
aprendizaje.
Hablamos de afectos, de fuertes lazos familiares y en estos tiempos de “quédate en casa”, nos
encontramos muchas veces alejados de esos lazos. No podemos mirarlos a los ojos directamente sino a través
de una cámara, si es que se puede, no podemos darnos un abrazo, saludarnos con un beso y tomar unos
mates, algo que era muy cotidiano.
Hoy debemos tener la capacidad de adaptarnos a una nueva forma de socialización, y prestar mucha
atención a esto, porque si los adultos tal vez extrañan esos mates, salidas, encuentros con amigos, familiares,
gente de sus trabajos, ¿Qué pasará por las mentes de los niños? Esos que diariamente compartían la
merienda, un juguete, su útil escolar y también un abrazo.
Este tiempo de aislamiento o distanciamiento tiene que servir para que los padres puedan generar o
reforzar esa capacidad de afrontar las dificultades, construyendo un apego seguro, brindando ejemplos de
cómo actuar ante diferentes situaciones, resolviendo problemas cotidianos y buscando el mejor camino para
no incurrir en errores o contratiempos ya superados.
La resiliencia nos invita a superar las adversidades, esas situaciones que nos desbordan, las que llegan
cuando no estábamos preparados, las que nos sacan del eje y de esos lugares donde nos sentíamos cómodos
y refugiados.
La resiliencia es la capacidad de superar situaciones adversas y en esta situación actual, para algunos es
ver a sus seres queridos, para otros es no encontrarse con amigos y para otros y los que más sufren es superar
la muerte de un ser querido que en estos casos no se pudo acompañar mientras estuvo internado y luego no
se puede despedir en los rituales funerarios.
Resiliencia en latín significa volver atrás, volver de un salto. Kumpfer (1998) nos dice que una de las
habilidades exitosas para afrontarlo, sobre todo en los niños, es el temperamento biológico y las
características internas (inteligencia, temperamento), la familia y el entorno (comunidad en la que vive). Pero
a todo ello no debemos olvidar la intensidad de los acontecimientos y la frecuencia con la que surgen.
Werner, en 1992, realizó por mucho tiempo un estudio a niños en situaciones de vulnerabilidad y en
algunos casos algunos algunos superaban esas circunstancias y se preguntaba ¿Por qué no se enferman los
que no se enferman? Y después de un seguimiento a esos niños todos tenían un mismo denominador: alguien
que les brindaba afecto, que los acompañaban, lo escuchaban y sus acciones valorizadas y reconocidas,
llegando Werner a la conclusión que esta capacidad depende de la interacción de la persona con el entorno.
Ese entramado de lo íntimo con el entorno va creando esa capacidad, no la podemos buscar en cada
una de las personas o por fuera de ellas, sino en esa relación donde se entreteje esa relación con otro.
En las resiliencias relacionales, familiares y/o grupales Froma Walsh (1998) nos propone tratar de
reconocer el problema y sus limitaciones, comunicar abierta y claramente acerca de lo que sucede , organizar
y reorganizar estrategias a implementar y metodologías en las cuales lo llevaremos a cabo revisando y
previendo logros y perdidas.
Así en tanto a lo que concierne a lo familiar como a lo educativo, debemos, en estos tiempos, poner
énfasis en lo que los niños pudieron superar, en los logros, en como superó los obstáculos que encontraba,
buscando marcar el desarrollo de virtudes y fortalezas y cómo lo lograron, en vez de marcar problemas,
déficit, falencias y debilidades. Una de las situaciones a las que los niños se enfrentan en estos momentos
de aislamiento es la realización de sus tareas escolares, el no comprender lo que “las seños” mandan y
muchas veces negarse a realizarlas, otras es la falta de conectividad o no tener acceso a bibliografía sobre el
tema.
El informe Delors de la Unesco, nos habla de elementos imprescindibles en la política educativa de calidad
abarcando 4 aspectos fundamentales: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir con los
demás y aprender a ser.
Para que estos pilares se cumplan Henderson y Milstein (2003) nos dice:” la construcción de la resiliencia
en la escuela implica trabajar para introducir los seis factores constructores de resiliencia:
1. Brindar afecto y apoyo proporcionando respaldo y aliento incondicionales, como base y sostén del
éxito académico.
2. Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas para que actúen como motivadores eficaces.
3. Brindar oportunidades de participación significativa en la resolución de problemas, fijación de metas,
la planificación, toma de decisiones, haciendo que el aprendizaje se vuelva más práctico, atento al mundo
real, donde las decisiones la tomen entre todos los integrantes de la comunidad educativa. Deben aparecer
las fortalezas o destrezas de cada uno.
4. Enriquecer los vínculos pro- sociales con el sentido de comunidad educativa. Buscar una conexión
familia - Escuela positiva.
5. Es necesario brindar capacitación sobre estrategias y políticas de aula que trasciendan la idea de la
disciplina como un fin en sí mismo. Dar participación al personal, a los alumnos y a los padres para lograr
normas y límites claros y consensuados.
6. Enseñar habilidades para la vida: cooperación, resolución de conflictos, destrezas comunicativas,
habilidad para resolver problemas y toma de decisiones. Esto ocurre cuando el proceso de aprendizaje está
fundado en la actividad conjunta y cooperativa de los estudiantes y los docentes.
Pero volviendo al concepto de resiliencia y a este transformar una realidad que nos desacomoda en una
oportunidad de aprendizaje, de crecimiento o superación, debemos pensar en cómo utilizar este tiempo con
los niños para trabajar temas como la muerte de seres queridos, de enfermedades, de aislamiento y de estas
nuevas realidades que deberemos acostumbrarnos cuando todo vuelva a ser algo semejante a lo de antes.
Esta incertidumbre de no saber qué pasará mañana, de no conocer que nos espera el mañana, como
serán las relaciones con el otro, otro a cuál ¿no podremos abrazar?, ¿no podremos compartir un juguete?,
¿no podremos jugar o tomar mates?
Pero ese afrontar los avatares que la vida nos presenta y en este caso, una pandemia mundial, de la cual
todos hablan y lo toman con diferentes medidas, no sólo desde lo político lo toman indistintamente, sino
desde lo social y personal se toma diferente y hay quienes se aíslan y poseen un hogar que se los permite, a
otros los encuentra luchando diariamente por el sustento familiar y otros se encuentran con que ese
aislamiento los perturba o los encuentra lejos de casa o en la calle.
No todos responderán de la misma manera, para muchos los encontrará sin un plato de comida que
poner en la mesa familiar, a otros con que su negocio debe permanecer cerrado, algunos no podrán ir a
trabajar ni hacerlo de forma virtual porque es manual o mecánico y muchas familias no podrá salir a buscar
su sustento cotidiano.
Algunos se abrumarán y no encontrarán soluciones a ese malestar, esa adversidad que los tiene a
contramano del aislamiento y el quédate en casa, o al simple lávate las manos.
Cada uno buscará su forma de salir y responder, salir de esa situación que los moviliza. Los menos
necesitados en cuanto a lo económico y social tendrán que comenzar a repensar prácticas de relaciones
virtuales, otros se encuentran con que las actividades escolares que mandan vía internet no les llegan por
falta de señal, no la pueden realizar si no es en el cuaderno, otros no se pueden comunicar. Ahí, esa capacidad
de acomodarse, de buscar resolver problemas se pone en juego y aparecen las respuestas, y aparecen porque
siempre hay un otro del otro lado que también busca que se supere esa situación.
Hablamos de la resiliencia familiar y educativa y debemos hacer hincapié en la del ámbito público, esa
dificultad que viene de afuera, que nos hace enfrentar a catástrofes climáticas, guerras o como en este casos
a un virus que se propagan entre humanos por todo el mundo y trae millones de infectados y muertos.
Luis Rojas Marcos nos habla en su libro (“Superar la adversidad. El poder de la resiliencia, 2010) que
existen dos tipos de desgracias, las comunes que las define como aquellas que hemos aprendido desde
pequeños a percibir como inevitables y las excepcionales están los siniestros viales, los desastres
desbastadores e imprevisibles.
Esta pandemia fue impredecible, algo que nos llega y nos sobrepasa, y nos pone a pensar en esos seres
queridos que viajaron y se contagian, que contagian a otros sin saber que portaban el virus y pueden
ocasionar más daño. En esos abuelos o personas con enfermedad pre existente más vulnerables al contagio,
en esos niños que decimos y reiteramos que no les ocurre nada pero puedan ocasionarle prejuicios a otros
no fijándonos que muchas veces esos niños escuchan y no todos procesan la información de la misma manera
y podemos estar lastimándolos.
Tanto los niños como los adolescentes y jóvenes necesitan de un adulto que los ayude para desarrollar
la resiliencia, un adulto en quienes ellos confían, quieren, respetan, escuchan y están más ligados. Esa
confianza es el motor, es la llave, porque así sentirán confianza en sí mismos y a su vez saben que hay un
otro que los protege, que a veces pueden cometer errores pero que muchas veces ello deja una enseñanza
y que hay otros que deben evitarse para no causar más daño.
Toda crisis tiene pasos, primero nos encontramos ante un conflicto, que trae consigo un desorden de
nuestra vida cotidiana y luego la adaptación que es como la superamos y la enfrentamos. Abordar la crisis es
abordar el problema y tratar de superarlo. Si el mundo externo nos produjo ese conflicto, ese trauma
debemos saber que en lo externo, también hay otro con cual relacionarnos para afianzar lazos emocionales
que posibiliten superarlo.
Ante la pérdida o la noticia que un ser querido contrajo la enfermedad debemos siempre informar a los
niños y jóvenes de la situación, para ellos como se planteó en un curso de Primeros Auxilios Psicológicos
(PAP), debemos utilizar cinco pasos que se dan después de conocerse la noticia o que perciba que ocurre
algo: contener, calmar, informar, normalizar y consolar.
Es muy importante que puedan darse esos PAP y más en esta situación que no contaran con los afectos
(familiares y amigos) que hoy no pueden acercarse personalmente a brindar un abrazo. Ese abrazo o tomar
de la mano o el hombro que contiene al afligido, hoy esa contención debe ser virtual y en ella no debemos
dejar de lado a los niños que manifestaran ese conflicto de una manera y los adolescentes de otra. Estos
últimos tal vez necesiten la contención de sus pares que tampoco estarán cerca, pero debemos procurar que
lo hagan también virtual.
Y si esa familia no pasó por este dolor, pero si por ese aislamiento preventivo y obligatorio, ellos deberán
ir buscando, rescatando y aprendiendo a convivir en una nueva normalidad que los encontrará cara a cara
con sus conocidos, y no sabemos cuándo sucederá ni cómo, ni dónde y menos en cuanto tiempo, aunque
ahora se vislumbra la llegada de la vacuna.
Otra de las cosas fundamentales a tener en cuenta y de la que hablábamos anteriormente es respecto a
lo educativo. Cada escuela tiene una realidad y cada familia su situación personal y a esto en este momento
debemos sumarle la realidad del docente a cargo y este “acomodarse” nos habla de resiliencia, de cómo se
pudo encontrar reinventar o repensar para seguir aprendiendo teniendo en cuenta aquellas fortalezas que
poseemos y que nos ayudan a crecer y aprender a pesar de las adversidades y la distancia mirando a sus
alumnos y familias “poniéndose en sus zapatos”.
Desde el primer momento surgieron propuestas para esos alumnos y esos docentes de todos los niveles y
modalidades para que lo educativo no se deje de lado, se pensó en la conectividad, en lo virtual, en dar esas
clases donde el docente se adaptó muchas veces con pizarrones y fibrones y explicó temas por videos desde
un espacio de su casa, otras veces mandó los mismos por diferentes plataformas virtuales, otros hicieron
kilómetros entre el campo y la ciudad para acercar ese material impreso que hacia que los niños siguieran
aprendiendo. Cada docente, cada profesor, cada personal educativo buscó la manera de que el alumno
siguiera aprendiendo y en cada hogar cada familia acompañó, ayudó e impulsó que esto sucediera. Cada uno
brindó más que aprendizajes y como muchas veces lo hizo desde la soledad de su aula esta vez quedaron al
descubierto esa palabra de aliento, ese pensar en los alumnos viendo otras problemáticas que no eran las
pedagógicas. Y se encontraron juntando ropa o mercadería para los alumnos más necesitados, juguetes para
esos que no los tienen y están alejados de la ciudad, se vieron entregando los bolsones de mercadería ya que
no podían concurrir al comedor de la escuela y muchos se vieron festejando cumpleaños y llevando tortas o
regalos hasta el frente de sus casas. Esto también nos habla de resiliencia.
En las escuelas el personal se adaptó a esa nueva manera de enseñar y comunicarse con los alumnos. Esos
Ambientes de Aprendizajes Basados en Computador (AABC) apoyaron además el aprendizaje de otros
conocimientos, aportaron esas herramientas donde el alumno tuvo acceso a otros aportes y aplicaciones de
las que estaba acostumbrado a utilizar como es el uso de programas y aplicaciones para ese fin educativo.
Donde ese autoaprendizaje regulado por el docente en muchos casos evidencia que los hay alumnos que de
acuerdo con Paris & Byrnes (1989) este tipo de estudiantes tienen alta motivación hacia el aprendizaje y en
consecuencia, se formulan metas concretas, planifican actividades para el logro de esas metas, monitorean
el desempeño durante la ejecución de tales actividades, se evalúan continuamente de acuerdo con las metas
y criterios fijados y finalmente, valoran el producto del proceso de aprendizaje. Estos aprendices persisten
ante dificultades en el desarrollo de las tareas y de forma continua mejoran y adaptan sus estrategias de
aprendizaje en diferentes contextos y situaciones.
Schunk y Zimmerman (1994) definen el aprendizaje autorregulado como el proceso a través del cual los
estudiantes activan y mantienen cogniciones, conductas y afectos orientados al logro de sus metas de
aprendizaje.
Por tanto, se puede afirmar, que los estudiantes que regulan su aprendizaje son capaces de construir
conocimiento de forma significativa y orientarse intrínsecamente para el logro de metas de aprendizaje. En
el entorno escolar, los estudiantes que se auto regulan son promotores activos de su propio proceso de
aprendizaje y en consecuencia, obtienen mejores resultados en términos de logro académico. Esto se
consigue a través de la puesta en práctica de una serie de estrategias metacognitivas, motivacionales y
conductuales (Zimmerman, 1986).
Esa innovación educativa surgida por la pandemia fue el motor para que docentes, alumnos y familia
tuvieran que readaptarse a una forma diferente de enseñar y aprender. Aquí debemos hablar de propuestas
pensadas para que comiencen a indagar en ellas y puedan utilizarlas en diferentes ámbitos, pero en especial
en lo educativo. Las llamadas TIC (Tecnología de la Información y la Comunicación) tienen como función
inicial la de brindar información permitiéndoles acceder a la información y al conocimiento y a la interacción
con un otro. Las TAC (Tecnologías del Aprendizaje y del Conocimiento), su objetivo es establecer una relación
entre la tecnología y el conocimiento adquirido a través de esa tecnología. Y las TEP (Tecnologías para el
Empoderamiento y la Participación), hacen referencia al mundo social donde se puede trabajar sin límites y
en interacción con el computador, donde los usuarios pueden acercarse y colaborar entre sí como creadores
de contenidos generado por consumidores en una comunidad virtual.
Mayormente las TICs tienen un uso didáctico, en el aprendizaje y las TACs nos permiten explorar esas
herramientas tecnológicas adquiriendo conocimientos de su uso y servicio y las TEP que motivan la
educación, el empoderamiento y reflexión crítica frente al mundo, hace que se unan las personas
y compartan ideas, intereses y propuestas en favor de un objetivo en común. Por ello al momento de
repensar practicas educativas en entornos virtuales no debemos dejar de lado estas ultimas dos mencionadas
porque son tanto o igual de importantes que el uso de las tic.
Por el tiempo por el que estamos viviendo en gran parte del país, muchas veces fue anticipado hablar
de resiliencia, de esa capacidad de reinventarse en el sentido de la vuelta a la normalidad, pero es atinado
hablar en este momento en donde cada uno tuvo que “reinventarse”. En ese re ingeniarse para poder seguir
con sus obligaciones laborales, encontramos a los docentes que debían tener sus tareas en diferentes
formatos y sistemas online, en formato papel buscando la manera de que les llegue y hasta por radio y
televisión. Los comerciantes tuvieron que encontrar esa manera de seguir las ventas a la distancia y
diferentes profesionales buscar esas opciones sin verse cara a cara. Esto nos habla de construir nuevos
métodos a partir de esta pandemia.
Especialistas hablan de que existen dos miradas, corrientes o perspectivas en torno al estudio de la
resiliencia: por un lado la americana donde encontramos a autores como Werner, Rutter, Grotberg y la
europea donde encontramos a Cyrulnik y Manciaux. La primera entendería la resiliencia en términos de
«resistencia-frente-a», fundamentalmente, y la segunda la entendería más en clave de «construcción-a-
partir-de».
Boris Cyrulnik pone en juego en este tiempo la importancia de una pedagogía de la empatía La empatía
nos coloca en ponerse en el lugar del otro, en intentar comprender por lo que esa persona está pasando, que
es lo que piensa y porque realiza los actos que lleva a cabo, pero ese ponerse en el lugar del otro no es cosa
fácil muchas veces, porque somos empáticos cuando nos sentimos reflejados en ese otro pero no somos tan
empáticos cuando hay diferencias y ahí debemos apelar a la necesidad de apartar estereotipos, rótulos y
descalificaciones a las que el ser humano muchas veces está acostumbrado.
Por ello la importancia en ese tiempo en el cual nos encontramos en un espacio en común todo el tiempo
con quienes convivimos es fundamental es arte de saber escuchar y ese escuchar nos lleva a ser empático y
detrás de eso llegan los intereses, la creatividad, los miedos, la curiosidad, los desintereses, pero también los
afectos, los sentimientos y las emociones muchas veces desencontradas.
Joaquín García-Alandete (2016) nos dice “Los seres humanos de todas las edades son más felices pueden
desarrollar mejor sus capacidades cuando piensan que, tras ellos, hay una o más personas dignas de
confianza que acudirán en su ayuda si surgen dificultades. (…) la buena disposición de los padres hacia el niño
y su capacidad de responderle dan lugar a que el niño, el adolescente y el adulto joven dispongan de unas
condiciones en las que se sienta seguro y de una base a partir de la cual tiene la confianza suficiente en sí
mismo como para explorar el entorno. (…) un fuerte y constante apoyo por parte de los padres, combinado
con estimulación de la autonomía del niño y respecto a la misma, en lugar de minar la confianza en sí mismo
proporciona las condiciones dentro de las cuales el niño puede desarrollarse mejor”.
Para poder dar respuesta o cambiar nuestra actitud ante una situación en primer lugar se debe saber
que está pasando, se debe conocer esa realidad por la cual se atraviesa, se debe hablar, según las edades, de
lo que sucede en este caso, no podemos decir, como marcan los primeros auxilios psicológicos que todo
estará bien, no podemos prometerles a los niños y jóvenes eso, solo podemos decirles que estaremos allí
para que lo que pasé lo pueda afrontar de la mejor manera posible, que estaremos allí si nos necesita y hace
falta.
En este punto, los niños y adolescentes pueden reaccionar de diferentes maneras, algunos como si nada
pasase, otros angustiados, preocupados por los seres queridos y amigos que no ve y otros buscaran la manera
de querer colaborar con los adultos. A cada uno hay que darles sus espacios, escucharlos si hace falta,
acompañarlos, informarles si lo piden, no sobrellenarlos de información y buscando alternativas para que
sean ellos quienes logren buscar otras maneras de divertirse, de crear, de desplegar su imaginación y de
superar ese aislamiento que para ellos tal vez sea lo más preocupante.
Dejarles que dibujen, que se expresen a través del juego, que escriban y cuenten, que escuchen música,
que bailen y rían. Estos medios siempre ayudan a liberar esos pensamientos que estresan, que irritan, que
rondan por la mente y no se canalizan y además lograr aliviar esas emociones angustiantes. Un niño con una
alta o buena autoestima se transformará en un adulto con una buena capacidad de resiliencia estando así
preparado para superar los obstáculos que encuentra a lo largo de su vida y podrá ser capaz de superarlos.
Si a los niños los guiamos de forma efectiva durante su primer etapa desarrollará una forma constructiva de
enfrentarse a la vida, que pueda motivarse positivamente para enfrentarse a las diversas situaciones que se
le pueden anteponer, por ellos son los padres y en otros momentos los educadores quienes deben
proporcionarles las herramientas positivas que lo ayuden a lograr esa capacidad de resiliencia.
Buscando ese tiempo de quedarse en casa, en conversar con ese otro si tenemos la suerte de no estar solos
en el hogar, de compartir intereses, gustos, espacios que nos enriquezcan íntimamente y procurar también
ser conscientes que a veces también ese otro necesita un momento a solas, para interactuar con otros a la
distancia, para contactarse con amigos, para escuchar otras voces, para disfrutar de algún interés propio y
que eso no es malo si no daña a otros.
Por otro lado no debemos olvidar de aquellos donde esa palabra “esta contagiado” ha tocado la puerta y
allí también debemos poner en practica además de la empatía los primeros auxilios psicológicos (PAP), la
Organización Mundial de la Salud (2012) menciona que aunque todas las personas que sufren una
emergencia o desastre resultan afectados de una manera u otra en estas circunstancias, hay una amplia gama
de reacciones y sentimientos que cada persona puede tener dependiendo de varios factores que hay que
tener en cuenta. En este escenario debemos pensar en los familiares de los que se contagiaron, en cómo
llevan esos días desde que se anoticiaron y del seguimiento del estado del paciente porque a ellos debemos
también de acompañarlos desde la empatía, desde los primeros auxilios psicológicos y desde la importancia
de que puedan ir construyendo esa nueva realidad más allá de los reportes sanitarios.
Este tiempo de pandemia, de aislamiento obligatorio o de distanciamiento social y de nuevas
normalidades nos debe enriquecer para afrontar las situaciones de otra manera, utilizar este tiempo para
reconstruir eso que en este tiempo se ha desacomodado, de repensar cómo se continua después de…, que
debemos hacer cuando se vuelva a la escuela con esas nuevas normas, pautas y medidas preventivas, como
se regresa a las labores cotidianas, cómo se trabajan con los miedos y angustias de otro que no lo ha pasado
bien o cómo abordamos a todos aquellos que siguen descreyendo en lo que las autoridades nos dicen.

Rosana Ángela Ricciardi de Torga. Profesora en Psicopedagogía, Especialista en Educación y DDHH. Proveedora de Primeros Auxilios Psicológicos.
Impulsora de Red N.A.T. Investigadora. Pcia de Bs As, Argentina.

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