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COM
TIPS PARA
MEJORAR LA
RELACIÓN
CON LOS
HIJOS
EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Matías, Rocío, Vicente son hermanos: tienen 14, 8, 3 años respectivamente. En
su ciudad se ha decretado cuarentena haciendo que todo cambie en su vida
familiar. El padre, Alberto, fue suspendido de su trabajo lo cual ha mermado su
ingreso. La mamá, Ana, es educadora y ha tenido que trabajar bajo presión para
elaborar clases ajustándose a las necesidades de sus alumnos. Matías y Rocío
están recibiendo clases en línea en horarios diferentes pero, Vicente no puede
asistir a su jardín infantil. Matías ha estado irritable y se queja de sus hermanos;
mientras ellos pelean o se molestan. Toda la logística de la casa y la convivencia
ha cambiado. Están pasando por momentos muy lindos y de mucho
crecimiento, pero también han vivido momentos muy difíciles.
(1] Al mencionar “padres”, en todo el texto me estaré refiriendo a los padres y las
madres.
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Es normal que tanto ellos como sus hijos, se sientan sobrepasados en muchos
momentos, pero desde mi punto de vista, si se tiene poca energía disponible, la
mejor inversión, es la relación.
Existen muchos momentos de interacción con los hijos a lo largo de cada día.
Este modelo abarca las formas en que los padres y sus hijos interactúan en
condiciones habituales antes de esta crisis sanitaria y distingue el efecto positivo
mayor que tiene dicha interacción para estos. Describe desde las interacciones
más simples hasta las más complejas o profundas. El esquema original sería así:
Interacciones de Momentos en que padres e hijos Da a los hijos una oportunidad para
conversación hablan sobre algún tema, ya sea de compartir lo que están viviendo,
índole general o personal, en relación revelar lo que piensan y sienten, de
con ellos o terceros. acuerdo a la profundidad que se
logre.
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Después de la pandemia, en que los padres voluntaria u obligadamente, han
debido estar en casa por periodos prolongados y en muchos casos, de manera
permanente, estas interacciones han cambiado su frecuencia, intensidad y
efectos. Cabe preguntarse si el hecho de permanecer juntos en casa
permanentemente aporta de igual manera los beneficios mencionados en el
esquema original o si hay variables que interfieren o dificultan efectos positivos.
He observado que hay tres principales variables que pueden alterar las
interacciones entre progenitores e hijos en este tiempo de pandemia: el estado
emocional de los padres, el manejo que logren de su propio malestar y la forma
en que respondan conductual y relacionalmente.
Algunos padres cuentan con mejores habilidades para lidiar con el estrés y el
malestar; pero siempre hay un límite individual con lo que se puede luchar
satisfactoriamente. Algunas de las maneras adecuadas de aliviar la tensión y el
malestar son imposibles hoy para las familias en cuarentena; por ejemplo, salir a
dar un paseo al parque con los niños, reunirse con amigos a conversar o salir a
hacer deporte al aire libre.
Hasta los padres que están experimentando menos estrés, que se encuentran
emocionalmente mejor y que cuentan con mejores recursos para lidiar con los
cambios y las dificultades, pueden en ocasiones sentirse desanimados o
irritables. Es esperable en estas circunstancias y va a pasar. Es preciso tener
paciencia, esperanza, hacer todo lo posible por mantener una actitud positiva y
buscar ayuda si se necesita.
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Para los hijos, la tensión principal está siendo movilizada por estos tres factores
que menciono y no directamente por la pandemia. Entonces, ¿Qué pasa con las
interacciones entre padres e hijos? ¿Alcanzan sus beneficios de igual forma o se
ven interferidas?
1.- Interacciones de presencia
Estos momentos habituales en que, por costumbre, los padres y los hijos se
“encuentran” en algún momento o actividad, ya sea que conversen o no, se están
dando con mayor frecuencia en este tiempo de pandemia. Es más probable
encontrarse en la cocina, el comedor, los pasillos, turnos para entrar al baño, etc.
Sin embargo, los padres que no se encuentran bien y están interferidos por las
variables que he mencionado, pueden hacer verdadero “corto circuito” con sus
hijos en esos momentos de encuentro. Es fácil que un gesto o comentario
desafortunado genere un roce, un conflicto y que alguien salga herido o molesto.
El problema con ello, es que cuando los padres son desagradables en
condiciones habituales, los hijos los comienzan a evitar; pero en las condiciones
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actuales, no lo pueden hacer más allá de su dormitorio y el efecto podría llegar a
ser devastador.
Estos momentos en que padres e hijos realizan juntos tareas de equipo como,
por ejemplo, preparar juntos una cena, hacer una cama, retirar la mesa o guardar
la mercadería comprada, son comúnmente muy útiles para generar en ambos un
sentido de complicidad, unidad y apoyo. Sin embargo, durante esta crisis estamos
asociando muchas de estas actividades domésticas y cotidianas con obligaciones
desagradables, tediosas o agobiantes.
En esto todos pueden participar, incluso los niños pequeños. Cada uno puede
aportar su granito de arena en el mantenimiento del hogar. Es importante no
caer en extremos de la casa ideal que en este momento es difícil de mantener. Es
conveniente bajar las expectativas a la simple funcionalidad y una casa
suficientemente agradable para todos, considerando que las posibilidades de
todos están reducidas por el cansancio, el desánimo o el estrés.
No sólo se puede ser equipo en el trabajo y las tareas, también se puede ser
equipo planeando cosas divertidas, como una celebración, una sorpresa, un
regalo, una actividad o un juego. Mis sugerencias específicas son:
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Reformular la idea de familia y fundamentar la importancia de cada miembro.
Reconocer, valorar las cualidades y talentos de cada miembro: por ejemplo, el
que pone la cuota de humor, el que es conciliador, el que sabe cocinar rico, al
que le gusta pasar la aspiradora, el que recoge lo que está tirado sin que se lo
pidan, etc.
Organizar una planilla con todas las necesidades que la casa tiene para
funcionar y ser agradable para todos.
Dar espacio a la distribución equitativa de las tareas, respetando edades,
capacidades e intereses. Los hijos cooperan más cuando ellos eligen que
cuando se les asigna.
Cuando las tareas son difíciles, por ejemplo, hacer aseo general, es más
aliviador y entretenido hacerlo todos al mismo tiempo.
Motivar equipos para organizar o planear algo divertido.
Durante los trabajos en equipo aprovechar de agradecer, destacar actitudes
positivas, mostrarse afectuosos, amables, cooperadores evitando reclamar,
dirigir o criticar. No es el momento ni el tiempo adecuado para corregir.
Estos son los momentos en que padres e hijos hacen juntos algo que los relaja,
los distrae y entretiene; por ejemplo, ver una película, participar de un juego
familiar, hacer actividad física, ver videos chistosos en internet, etc. Estas
instancias generan de manera espontánea sentimientos de cercanía o agrado,
aumentan las ganas de estar juntos atenuándose los conflictos o dificultades
pendientes. Algunos padres fomentan poco estas valiosas oportunidades de
cercanía o se excluyen de ellas. En especial, en este tiempo de pandemia, pueden
incluso estar desanimados, faltos de energía. Los progenitores suelen saber que
estos momentos son importantes, pero cuando no están bien, los pasan por alto
o evitan, incluso si ellos mismos los disfrutan. Porque convengamos que los
padres no siempre disfrutamos de las mismas cosas que nuestros hijos.
Si los padres son estratégicos y pueden conciliar entre sus intereses y los de sus
hijos, lograrían generar espacios distendidos que los descansen o los conecten
con sus hijos. Estas interacciones abren oportunidades de bajar la tensión, de
fortalecer el vínculo afectivo tan relevante en este tiempo; por lo que vale la pena
vencer el desgano, la seriedad, las tareas demandantes y el cansancio para
generar, participar y disfrutar de estos espacios. Mis sugerencias específicas son:
·
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Considerar en la agenda diaria momentos de descanso divertido junto a los
hijos.
Escoger estratégicamente actividades que a ellos mismos les gusten mucho o
al menos medianamente.
Mantener en casa algún proyecto común de largo aliento en el que cada día
avancen un poco sin apuro, de manera espontánea, como un gran
rompecabezas, un dibujo gigante para pintar, un álbum de fotos en
construcción, etc.
Evitar por este tiempo jugar a lo que te produce real desagrado y despierte
una mala actitud.
Fomentar la creatividad e innovación de los hijos de acuerdo a su edad.
Equilibrar espacios conjuntos de diversión con pasatiempos personales
relajantes, como un espacio para jugar a la pelota, para hacer manualidades,
para jugar a las cartas, etc.
Son los momentos en que padres e hijos hablan sobre algún tema, ya sea de
índole general o personal, en relación con ellos o terceros. Por ejemplo, cuando
los progenitores preguntan por el día, cuando conversan alguna noticia familiar,
sobre planificar unas vacaciones o asuntos domésticos. Permite conocer aspectos
del otro y de acuerdo a su nivel de profundidad, conectar con sus pensamientos y
sentimientos. En este tiempo de pandemia, puede caerse en una verdadera
monotonía; porque cada miembro tiene menos actividades interesantes o
variadas para compartir con los demás. De este modo, los temas de conversación
pueden empezar a resultar aburridos, tediosos y repetitivos. Si además el tema
de conversación frecuente tiene que ver con los factores generadores de estrés,
como la enfermedad, la muerte, los problemas económicos, los problemas del
trabajo o temas de pareja, pueden llegar a ser realmente abrumadores para
todos.
Otro peligro, es la falta de conversación en la que pueden caer los padres cuando
no se encuentran bien, que se sienten temerosos de desbordarse
emocionalmente o que están huyendo de sus propias preocupaciones. Pueden
estar en silencio o retraimiento y con esto, generar una sensación incómoda y
preocupación de parte de los demás.
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Potenciar conversaciones sobre generalidades divertidas e interesantes; por
ejemplo, curiosidades de la naturaleza o los animales, datos históricos, temas
culturales o de intereses particulares de los hijos.
Favorecer temas familiares agradables: recuerdos divertidos de momentos
compartidos como vacaciones, situaciones divertidas familiares que no
ridiculicen a nadie, datos sobre la historia de la familia o los antepasados, etc.
Generar espacios para conversar de lo que pueda afectar a un miembro de la
familia o de solución de conflictos entre algunos miembros. Siempre
procurando un espacio seguro y de cuidado.
Hablar con cada uno de los hijos a diario sobre algún tema, su estado general,
sus procesos, sus dificultades, etc.
Preguntar mucho: cómo durmieron, cómo les fue en alguna actividad, cómo
se sienten, cómo resolverán algo, etc.
Comentar sobre sí mismos a modo de enseñar apertura y fortalecer lazos de
confianza, sólo en la medida que no afecte a los hijos.
Evitar poner temas de conversación que generen tensión u ofendan a alguien
y evitar que los hijos lo hagan.
Son los momentos en los que los padres e hijos interaccionan íntimamente.
Pueden comunicarse de manera hablada o simplemente estando juntos; pero
implica necesariamente una conexión profunda que sólo se logra al compartir
sentimientos muy íntimos. Por ejemplo, cuando hablan de sus temores, de sus
inseguridades o conflictos más profundos, cuando expresan una honda
necesidad o cuando se dan un abrazo genuino lleno de amor.
Son los padres los que pueden favorecer que este nivel se alcance, puesto que
los hijos no han desarrollado aún todas sus habilidades interpersonales. Sin
embargo, es posible que los padres superados (emocionalmente interferidos) se
encuentren menos disponibles para conectarse y contener a sus hijos. Es
necesario considerar estas sugerencias como el ideal; pero en tiempos de crisis
hay que mantener las expectativas bajas: dedicarse a hacer lo mejor que se
puede. También pueden buscar ayuda o apoyo en otros adultos (amigos, la
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pareja o un profesional), evitando cargar a los hijos con información excesiva
sobre los problemas personales o emocionales. Los hijos necesitan la seguridad y
estabilidad de parte de los padres; que éstos, estén lo suficientemente estables
para brindarles a ellos el espacio que requieren para expresar lo que están
sintiendo, lo que les preocupa o les asusta.
Aunque cada uno de los padres aporta un aspecto relevante y la relación padre–
hijo es personal, en este momento de presencia más compartida, es posible
compensar como equipo lo que alguno no pueda brindar a los hijos en algún
momento. Los progenitores que están solos con sus hijos frente a esta crisis,
enfrentan una mayor dificultad para responder a todas sus necesidades. Se hace
más relevante estar atentos para identificar si no se siente bien o capaz de
sobrellevar la presión, aceptarlo y activar redes de apoyo.
Los padres que no viven con sus hijos o están separados de estos por trabajo o
salud, requieren recordar que para ellos la sensación de carencia o falta será
acumulativa y que cuando se vuelvan a ver, se requerirá mayor tiempo y esfuerzo
para nivelar la relación, volver a conectar, recuperar los diálogos más profundos,
la confianza o lo que se requiera.
Desde otra perspectiva, quiero analizar los momentos con los hijos de acuerdo a
su nivel de profundidad en la conexión emocional puesto que, para atenuar los
efectos de esta crisis en la salud mental de los hijos, no será suficiente tener
buenos momentos de hábitos, distensión o conversaciones triviales; hará falta
conversar de aspectos profundos: de las emociones.
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Sin embargo, hoy más que nunca la salud mental de nuestros niños y
adolescentes dependen de alcanzar estas habilidades superando las propias
dificultades y a pesar, de toda la situación adversa que toca enfrentar. Como
mencioné antes, no encontrarse bien emocionalmente puede interferir en estos
procesos. Se hace evidente que la autogestión emocional de los padres o la
capacidad de buscar la ayuda que necesiten es relevante a la hora de ayudar a los
hijos a lidiar con las propias. Ojalá todos los progenitores cuenten con amigos,
familia extendida o cualquier otra red de apoyo.
Lo que yo vivo Momentos en que se conversa Piso de confianza por la Oportunidad para saber
acerca de algo que les ha experiencia de ser lo que sus hijos están
acontecido, relatado al menos escuchado en lo que tiene registrando como
descriptivamente, aunque no relación con su vida. experiencias de vida.
implique reporte emocional.
Lo que yo siento Son los momentos en que los Experiencia de relación Oportunidad para
padres e hijos expresan lo que segura donde se puede enterarse de lo que sus
sienten, sobre un piso de mostrar vulnerable y hijos están sintiendo y de
confianza y apertura. aceptado hacer algo por ellos
incondicionalmente. cuando se requiera.
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En la comunicación entre padres e hijos, ambos son emisores y receptores
alternadamente, por lo tanto, se alternan el rol de hablar o escuchar. Sin
embargo, para este análisis puntual de los efectos de la pandemia y para
fundamentar la relevancia del rol de los padres como promotores de la salud
mental de sus hijos, voy a inclinarme a la perspectiva de que es el hijo el que
necesita comunicar: sus padres, los que necesitan aprender o hacer el esfuerzo
de escuchar y estar disponibles.
Es estratégico que los padres intenten pesquisar datos desde sutiles evidencias.
Por ejemplo, si un hijo dice “en la clase Renato mencionó que su tío enfermó”,
quizá está buscando una oportunidad para investigar tus reacciones y aprender
acerca de este mundo nuevo o desconocido para él.
Aunque este nivel no revela nada profundo de los hijos y sólo aporta datos,
entrega información acerca de lo que ellos están percibiendo de su entorno.
Además, sin transitar por él, suele ser difícil llegar a los demás niveles. Para
aprovechar este nivel y avanzar a los siguientes en este tiempo de pandemia,
recomiendo:
·
Escuchar atentamente a los hijos cuando expresen lo que observan.
Hacer preguntas abiertas para abrir más oportunidad de conversación
cuando perciban que los hijos parecen receptivos y comunicativos.
Si no es posible prestarle atención, avisarle, explicarle que le parece
importante lo quiere decirle y que espera que se lo repita.
Evitar reaccionar con crítica, juicio, descalificación hacia ellos o la persona
aludida en la conversación.
Es un nivel un poco más profundo y se alcanza cuando los hijos cuentan acerca
de algo que les ha acontecido. El tema aquí es un suceso personal, no de
terceros, y es relatado al menos descriptivamente, aunque no implique reporte
emocional. Un espacio construido para contarse mutuamente lo que se vive
permite a los hijos sentirse importantes a través de ser escuchados y
considerados. Los padres pueden desaprovechar estos momentos cuando se
muestran desatentos o distraídos o cuando interrumpen o aportan opiniones o
sugerencias antes del tiempo suficiente para que el hijo se exprese.
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Cuando no se han desarrollado espacios de conversación con la suficiente
atención, se corre el riesgo de que los hijos dejen de contar lo que viven. Dicho de
otra forma, se necesita una historia larga de experiencias previas en que los hijos
se han sentido escuchados y han comprobado que sus asuntos son importantes,
para que compartan algo que realmente para su padre es importante saber.
Por eso en este tiempo, es importante no desestimar las historias que cuentan,
por aburridas, simples o irrelevantes que puedan parecer. Mis sugerencias
prácticas son:
Escuchar atentamente a los hijos cuando cuenten algo que les haya pasado.
Hacer preguntas abiertas para abrir la posibilidad de llegar a los niveles
siguientes.
Idealmente, hacer una pausa con lo propio y darles atención. Pero si no es
posible, avisarles y explicarles que es muy importante escucharlos sin
distracciones y que espera que se lo repita.
Evitar reaccionar con crítica, juicio o descalificación.
Si se trata de un problema, evitar dar soluciones o dirección. Los hijos
necesitan ser escuchados, no “salvados”.
El tema es una idea u opinión del hijo sobre un acontecimiento del mundo, sobre
otros o sobre sí mismos. Es más profundo puesto que sí implica una revelación,
pero sólo referente a pensamientos, sin la apertura ni compromiso de mostrar su
mundo emocional. Es un gran momento para que los hijos se sepan escuchados,
comprendidos, conocidos y respetados en sus opiniones o ideas sobre el mundo,
los otros o sí mismos. A menudo las opiniones de los hijos pasan inadvertidas o
son poco consideradas.
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4.- Nivel 2: “Lo que yo siento”
Conforme van creciendo, van estrechando lazos de seguridad con otras personas
que pueden ser figuras relevantes para compartir sus experiencias profundas.
Ellos pueden extrañar en este tiempo la cercanía de estas figuras relevantes. En
especial los adolescentes, que están buscando alejarse de sus padres, se están
sintiendo muy irritados de no pasar tiempo con sus amigos en persona.
Para llegar a expresar a otro ser humano lo que se siente, se necesita o genera
conflicto, se requiere la habilidad de autoconocerse o reflexionar, así como de la
capacidad de comunicar. Estos son logros que se dan con el tiempo y que varían
de una persona a otra. Pero sin importar las habilidades que se hayan alcanzado,
todos los seres humanos tenemos la necesidad vital de ser entendidos, como el
bebé que necesita que sepan que tiene hambre.
Es una destreza relevante, que los padres sean sensibles a las necesidades de los
hijos; que en cuanto ellos puedan expresar directamente lo que sienten en
relación a algo, lo reciban con valor y cuidado.
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5.- Nivel 2: “Lo que yo siento contigo”
El riesgo en este tiempo de crisis, es que las emociones de padres e hijos están a
flor de piel y en momentos de tensión es más difícil autorregularse es decir,
comunicarse de forma adecuada. Es posible caer en la hipersensibilidad, las
malas reacciones y la incapacidad para recibir lo que el otro tiene que comunicar,
lo que a su vez puede estar interferido por los estados emocionales cambiantes e
intensos. De modo que si un hijo puede llegar a decir “te odio, no quiero verte
más” en vez de decir “estoy enojado y no quiero verte por un rato”. De igual
manera, un padre puede decir “eres insoportable” en vez de decir “te estás
comportando de un modo que me irrita”.
Esta relación padre–hijo no se da entre iguales, son los hijos los que tienen que
recibir los beneficios de ser escuchados, atendidos y comprendidos. Por esto,
cierta apertura de los padres y su propia expresión de emociones y necesidades
son imprescindibles para que la relación se sostenga, crezca y se equilibre.
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La responsabilidad (también un privilegio) de enseñar a los hijos a transitar hacia
verdaderas interacciones profundas con las personas es labor de los padres. Se
realiza principalmente a través del modelaje y de la propiciación de momentos
que promuevan la comunicación. Depende, claro está, de la edad de los hijos
para adecuar los contenidos, las circunstancias o las estrategias a utilizar. Es
aconsejable:
Procurar tener tiempo a solas con cada hijo, porque este nivel rara vez se
alcanza en momentos grupales.
Expresar con respeto y de manera descriptiva los propios sentimientos con
respecto a las conductas de ellos: “me sentí muy frustrada cuando vi que no
comiste lo que preparé”, “me sentí furioso cuando sacaste mi celular sin
pedírmelo”.
Enseñar que somos dueños de nuestras emociones y que nadie es
directamente responsable de ellas.
Verbalizar alguna emoción que el hijo tenga por alguna decisión de los padres
de manera empática: “sé que te enoja que no te permita jugar en el
computador más tiempo”, “comprendo que no tienes ganas de dormirte”.
Procurar abordar cada cierto tiempo alguna conversación sobre la relación:
“¿me has sentido cerca este último tiempo?”, “¿me has sentido distante o muy
ocupado?”, “me he dado cuenta que hace tiempo no te digo que te amo”.
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Con una mirada positiva o de esperanza, con una familia amorosa y redes de
apoyo: ¡Esta crisis puede ser superada!
Cada día nos brinda una nueva oportunidad de relacionarnos con nuestros hijos
de una manera real y genuina. Ninguna pandemia puede impedirnos cuidar lo
esencial: la relación con aquellos que amamos.
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