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CARLA VIVANCO Y MENTORDEVIDAS.

COM

TIPS PARA
MEJORAR LA
RELACIÓN
CON LOS
HIJOS
EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Matías, Rocío, Vicente son hermanos: tienen 14, 8, 3 años respectivamente. En
su ciudad se ha decretado cuarentena haciendo que todo cambie en su vida
familiar. El padre, Alberto, fue suspendido de su trabajo lo cual ha mermado su
ingreso. La mamá, Ana, es educadora y ha tenido que trabajar bajo presión para
elaborar clases ajustándose a las necesidades de sus alumnos. Matías y Rocío
están recibiendo clases en línea en horarios diferentes pero, Vicente no puede
asistir a su jardín infantil. Matías ha estado irritable y se queja de sus hermanos;
mientras ellos pelean o se molestan. Toda la logística de la casa y la convivencia
ha cambiado. Están   pasando por momentos muy lindos y de mucho
crecimiento, pero también han vivido momentos muy difíciles.

Todos se sienten cansados de la rutina, el encierro y los aspectos agobiantes de


esta nueva vida. ¿Qué puede ayudar a esta familia a enfrentar mejor esta crisis?
¿Pueden estos padres hacer algo para que sus tres hijos se sientan menos
afectados?
 
Este es un caso ficticio, pero con experiencias frecuentes a las de muchas
familias hoy. Se trata de una gran crisis que, aunque parte con la salud de la
población, termina en nuestros hogares. La pandemia está afectando el
equilibrio emocional de todos y se hace más urgente que nunca poner el foco
en las familias, porque cuando los miembros de ellas se unen, se apoyan, se
confortan, se animan, tienen más de la batalla ganada. No hay dolor ni malestar
que no pueda superarse rodeados de amor y compañía de quienes se ama.

Entonces, la unidad y la capacidad de los miembros de poner sus recursos al


servicio de los demás, les ayudará a salir adelante, a adaptarse más rápido y a
soportar los momentos más duros que tengan que enfrentar.
 
Me he referido en otros momentos, en artículos y muy detalladamente en mi
último libro “Preparen la Tierra”, a dos modelos explicativos que he desarrollado
para describir las interacciones entre padres [1] e hijos y los niveles que alcanza
su comunicación. En esta oportunidad, quiero brevemente compartir las ideas
centrales de estos modelos originales y analizarlas a la luz de la actual pandemia
mundial del Co Vid 19, que ha implicado una reorganización de la vida familiar,
por lo tanto, de las relaciones entre sus miembros. Creo fundamental revisar de
una manera comprensiva los desafíos a los que estamos expuestos los padres e
hijos en este tiempo tan difícil, generar soluciones creativas, movilizar cambios
favorables e identificar las oportunidades que han surgido para afirmar vínculos
y modelar relaciones saludables que nuestros hijos puedan imitar.
 
Mi objetivo es aportar información comprensiva y práctica que permita a los padres
de la familia, fortalecer la interacción con sus hijos, bajo la premisa de que mientras
más fuertes y sanas son las relaciones, mejor soporte emocional tiene cada
miembro. Sin embargo, estamos bajo el entendido de que no es fácil en este tiempo
para los padres estar disponibles porque también se sienten afectados.

(1] Al mencionar “padres”, en todo el texto me estaré refiriendo a los padres y las
madres.

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Es normal que tanto ellos como sus hijos, se sientan sobrepasados en muchos
momentos, pero desde mi punto de vista, si se tiene poca energía disponible, la
mejor inversión, es la relación.

Los dos modelos que abordaré son: Tipos de interacción y Niveles de


comunicación. En cada uno describiré esquemáticamente su clasificación y
analizaré los efectos de la pandemia sobre cada punto.
 
A.- Modelo original de Tipos de interacciones y efecto pandemia

Existen muchos momentos de interacción con los hijos a lo largo de cada día.
Este modelo abarca las formas en que los padres y sus hijos interactúan en
condiciones habituales antes de esta crisis sanitaria y distingue el efecto positivo
mayor que tiene dicha interacción para estos. Describe desde las interacciones
más simples hasta las más complejas o profundas. El esquema original sería así:

Tipos de interacciones entre padres e hijos

NOMBRE DESCRIPCIÓN BENEFICIO PARA LOS HIJOS

Interacciones Momentos en que el padre está Seguridad y compañía.


de presencia presente físicamente en casa, aunque
no conversen.

Interacciones de Momentos cotidianos en que, por Encontrarse con sus padres y


hábitos costumbre, se encuentran haciendo sensación de que éstos son parte de
algo juntos o en un espacio común, su vida.
ya sea que conversen o no.

Interacciones de Momentos en que padres e hijos Sentimientos de complicidad, unidad


equipo realizan juntos tareas de equipo. y apoyo mutuo.

Interacciones de Momentos en que padres e hijos Sentimientos de cercanía y agrado.


distensión hacen juntos algo que los relaja, Aumenta las ganas de estar con sus
distrae y/o entretiene. padres y atenúa los conflictos o
dificultades pendientes.

Interacciones de Momentos en que padres e hijos Da a los hijos una oportunidad para
conversación hablan sobre algún tema, ya sea de compartir lo que están viviendo,
índole general o personal, en relación revelar lo que piensan y sienten, de
con ellos o terceros. acuerdo a la profundidad que se
logre.

Interacciones Momentos en que los padres e hijos Sentimiento de conexión, cercanía y


de intimidad se comunican íntimamente, ya sea unión afectiva. Se sienten amados y
hablando o simplemente estando verdaderamente relacionados.
juntos expresándose afecto e interés
genuino.

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Después de la pandemia, en que los padres voluntaria u obligadamente, han
debido estar en casa por periodos prolongados y en muchos casos, de manera
permanente, estas interacciones han cambiado su frecuencia, intensidad y
efectos. Cabe preguntarse si el hecho de permanecer juntos en casa
permanentemente aporta de igual manera los beneficios mencionados en el
esquema original o si hay variables que interfieren o dificultan efectos positivos.
He observado que hay tres principales variables que pueden alterar las
interacciones entre progenitores e hijos en este tiempo de pandemia: el estado
emocional de los padres, el manejo que logren de su propio malestar y la forma
en que respondan conductual y relacionalmente.

Muchos progenitores afectados por la incertidumbre, el temor y los cambios en


su economía o su forma de trabajar, están experimentando ansiedad, desánimo,
frustración, tensión, angustia, entre otras emociones. Muchos se sienten
sobrepasados, irritados o con escasa paciencia. Su estado emocional es captado
por sus hijos, aunque lo intenten ocultar y éstos se afectan también.

Algunos padres cuentan con mejores habilidades para lidiar con el estrés y el
malestar; pero siempre hay un límite individual con lo que se puede luchar
satisfactoriamente. Algunas de las maneras adecuadas de aliviar la tensión y el
malestar son imposibles hoy para las familias en cuarentena; por ejemplo, salir a
dar un paseo al parque con los niños, reunirse con amigos a conversar o salir a
hacer deporte al aire libre.

Incluso formas de relajarse como pasatiempos personales aún caseros, pueden


verse obstaculizados por falta de tiempo o excesiva presión. Muchos están
intentando aliviarse con lo que se puede: comida, televisión, juegos electrónicos,
alcohol, cigarrillo o drogas. Es una realidad que se vive en muchos hogares y que
no puede omitirse. Desafortunadamente son alivios pasajeros, interfieren con
otros procesos más beneficiosos y pueden dejar secuelas negativas.

Por último, la forma de responder cuando se está interferido emocionalmente y


se cuenta con escaso manejo efectivo, termina en conductas que pueden ser
muy destructivas para el resto de la familia; por ejemplo, gritos, comentarios
rabiosos o descontextualizados, quejas, malos modos, violencia hacia objetos o
directamente a los miembros de la familia. Pequeños eventos de la vida cotidiana
que en otros tiempos eran nada importantes, pueden hoy convertirse en un gran
evento o un tremendo tormento familiar. Cada uno, más sensible y más
desregulado, no genera un ambiente fácil de llevar.

Hasta los padres que están experimentando menos estrés, que se encuentran
emocionalmente mejor y que cuentan con mejores recursos para lidiar con los
cambios y las dificultades, pueden en ocasiones sentirse desanimados o
irritables. Es esperable en estas circunstancias y va a pasar. Es preciso tener
paciencia, esperanza, hacer todo lo posible por mantener una actitud positiva y
buscar ayuda si se necesita.

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Para los hijos, la tensión principal está siendo movilizada por estos tres factores
que menciono y no directamente por la pandemia. Entonces, ¿Qué pasa con las
interacciones entre padres e hijos? ¿Alcanzan sus beneficios de igual forma o se
ven interferidas?
 
1.- Interacciones de presencia

En primera instancia, podríamos suponer que muchos hijos disfrutan hoy de la


posibilidad de ver a sus padres en casa mayor tiempo. Sin embargo, para algunos
hijos no necesariamente implica disfrutar a sus padres. Hoy vemos que esta
presencia permanente, mediada por los tres factores descritos, puede derivar en
al menos dos tipos de conflicto: demasiada presencia y tensión. Analizaré estos
dos posibles escenarios de conflicto:

Los padres que no se encuentran bien, terminan influyendo negativamente


sobre los otros miembros de la familia. Aunque se encuentren encerrados
trabajando pueden estar alegando; sentirse enfermos y no querer estar con los
demás o permanecer conectados a pantallas u otras distracciones más que a las
demás personas en casa. Los hijos pueden sentirse abrumados de la presencia
de padres que aun cuando no conversen, pueden transmitir miedos,
aprehensiones, crítica, supervisión, control, etc. Los adolescentes, que están en
una etapa natural de independencia y buscan pasar menos tiempo con sus
padres, pueden sentirse algo abrumados con ellos “demasiado presentes”.

Para que la presencia de los padres genere en los hijos la sensación de


seguridad y sana compañía y no conlleve efectos negativos, es aconsejable estar
tranquilo en casa, presente, pero dando espacio a la vida personal de cada
miembro:
        
Transmitir sensaciones agradables en tu estadía en casa: humor, buenas
palabras.         
Respetar los espacios y ritmos personales de los hijos.         
Evitar invadir los espacios de los adolescentes cuando ellos manifiestan su
necesidad de privacidad.
 
2.- Interacciones de hábitos

Estos momentos habituales en que, por costumbre, los padres y los hijos se
“encuentran” en algún momento o actividad, ya sea que conversen o no, se están
dando con mayor frecuencia en este tiempo de pandemia. Es más probable
encontrarse en la cocina, el comedor, los pasillos, turnos para entrar al baño, etc.
 Sin embargo, los padres que no se encuentran bien y están interferidos por las
variables que he mencionado, pueden hacer verdadero “corto circuito” con sus
hijos en esos momentos de encuentro. Es fácil que un gesto o comentario
desafortunado genere un roce, un conflicto y que alguien salga herido o molesto.
El problema con ello, es que cuando los padres son desagradables en
condiciones habituales, los hijos los comienzan a evitar; pero en las condiciones

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actuales, no lo pueden hacer más allá de su dormitorio y el efecto podría llegar a
ser devastador.

Es beneficioso considerar las posibilidades de interacción como oportunidad de


hacerles sentir que son parte de sus vidas, pero más aún, una parte fundamental
y valiosa. La clave está en aportar en esos breves momentos una expresión de
cariño, admiración, honra o agradecimiento, valoración. Al momento de
encontrarse con los hijos, sería positivo:
·        
Promover horarios comunes para compartir los tiempos de alimentación.
Organizar tareas domésticas en espacios comunes; por ejemplo, planchar en
el living en vez de un cuarto encerrado.·        
Saludar, mirar a los ojos y sonreír tanto como sea posible.         
Hacer demostraciones físicas de cariño: palmadita en el hombro, caricia en la
mejilla, besos, abrazos, etc.         
Evitar en este tipo de momentos los comentarios de crítica, descalificación y
corrección.         
Verbalizar o demostrar con acciones o gestos agradecimiento, admiración,
honra, valoración y cariño.

3.- Interacciones de equipo

Estos momentos en que padres e hijos realizan juntos tareas de equipo como,
por ejemplo, preparar juntos una cena, hacer una cama, retirar la mesa o guardar
la mercadería comprada, son comúnmente muy útiles para generar en ambos un
sentido de complicidad, unidad y apoyo. Sin embargo, durante esta crisis estamos
asociando muchas de estas actividades domésticas y cotidianas con obligaciones
desagradables, tediosas o agobiantes.

Frente a esto surge una gran y maravillosa oportunidad: sustentar la convicción


de que la familia unida enfrenta mejor la adversidad. En este sentido, nos
convertimos todos en un gran equipo que unido puede lidiar con las difíciles
tareas. Mi sugerencia para los padres, es reflejar con claridad la importancia de
cada uno en la vida familiar. No desde la perspectiva de la obligación, sino desde
la idea de que nos necesitamos unos a otros para salir adelante y que, a ninguno
de los miembros de la familia las tareas se le hagan insoportables.

En esto todos pueden participar, incluso los niños pequeños. Cada uno puede
aportar su granito de arena en el mantenimiento del hogar. Es importante no
caer en extremos de la casa ideal que en este momento es difícil de mantener. Es
conveniente bajar las expectativas a la simple funcionalidad y una casa
suficientemente agradable para todos, considerando que las posibilidades de
todos están reducidas por el cansancio, el desánimo o el estrés.

No sólo se puede ser equipo en el trabajo y las tareas, también se puede ser
equipo planeando cosas divertidas, como una celebración, una sorpresa, un
regalo, una actividad o un juego. Mis sugerencias específicas son:

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Reformular la idea de familia y fundamentar la importancia de cada miembro.
Reconocer, valorar las cualidades y talentos de cada miembro: por ejemplo, el
que pone la cuota de humor, el que es conciliador, el que sabe cocinar rico, al
que le gusta pasar la aspiradora, el que recoge lo que está tirado sin que se lo
pidan, etc.
Organizar una planilla con todas las necesidades que la casa tiene para
funcionar y ser agradable para todos.
Dar espacio a la distribución equitativa de las tareas, respetando edades,
capacidades e intereses. Los hijos cooperan más cuando ellos eligen que
cuando se les asigna.
Cuando las tareas son difíciles, por ejemplo, hacer aseo general, es más
aliviador y entretenido hacerlo todos al mismo tiempo.
Motivar equipos para organizar o planear algo divertido.
Durante los trabajos en equipo aprovechar de agradecer, destacar actitudes
positivas,  mostrarse afectuosos, amables, cooperadores evitando reclamar,
dirigir o criticar. No es el momento ni el tiempo adecuado para corregir.

4.- Interacciones de distensión

Estos son los momentos en que padres e hijos hacen juntos algo que los relaja,
los distrae y entretiene; por ejemplo, ver una película, participar de un juego
familiar, hacer actividad física, ver videos chistosos en internet, etc. Estas
instancias generan de manera espontánea sentimientos de cercanía o agrado,
aumentan las ganas de estar juntos atenuándose los conflictos o dificultades
pendientes. Algunos padres fomentan poco estas valiosas oportunidades de
cercanía o se excluyen de ellas. En especial, en este tiempo de pandemia, pueden
incluso estar desanimados, faltos de energía. Los progenitores suelen saber que
estos momentos son importantes, pero cuando no están bien, los pasan por alto
o evitan, incluso si ellos mismos los disfrutan. Porque convengamos que los
padres no siempre disfrutamos de las mismas cosas que nuestros hijos.

En especial, cuando son pequeños, puede no resultarnos tan entretenida una


actividad divertida para ellos. No todos los padres logran disfrutar con las simples
actividades de los niños: como dibujar, jugar con arena o con agua. En este
tiempo de pandemia, los padres pueden sentir que son tantas las demandas de
la casa y los hijos, que no tienen disponibilidad para esto. A veces priorizan las
tareas de la casa hasta más allá de lo esencial, en vez de pasar un tiempo
divertido con estos. No se dan esa licencia y de paso, no se dan ni a ellos ni a los
hijos, el beneficio de relajarse y disfrutar.

Si los padres son estratégicos y pueden conciliar entre sus intereses y los de sus
hijos, lograrían generar espacios distendidos que los descansen o los conecten
con sus hijos. Estas interacciones abren oportunidades de bajar la tensión, de
fortalecer el vínculo afectivo tan relevante en este tiempo; por lo que vale la pena
vencer el desgano, la seriedad, las tareas demandantes y el cansancio para
generar, participar y disfrutar de estos espacios. Mis sugerencias específicas son:
·        

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Considerar en la agenda diaria momentos de descanso divertido junto a los
hijos.
Escoger estratégicamente actividades que a ellos mismos les gusten mucho o
al menos medianamente.
Mantener en casa algún proyecto común de largo aliento en el que cada día
avancen un poco sin apuro, de manera espontánea, como un gran
rompecabezas, un dibujo gigante para pintar, un álbum de fotos en
construcción, etc.
Evitar por este tiempo jugar a lo que te produce real desagrado y despierte
una mala actitud.
Fomentar la creatividad e innovación de los hijos de acuerdo a su edad.
Equilibrar espacios conjuntos de diversión con pasatiempos personales
relajantes, como un espacio para jugar a la pelota, para hacer manualidades,
para jugar a las cartas, etc.

5.- Interacciones de conversación

Son los momentos en que padres e hijos hablan sobre algún tema, ya sea de
índole general o personal, en relación con ellos o terceros. Por ejemplo, cuando
los progenitores preguntan por el día, cuando conversan alguna noticia familiar,
sobre planificar unas vacaciones o asuntos domésticos. Permite conocer aspectos
del otro y de acuerdo a su nivel de profundidad, conectar con sus pensamientos y
sentimientos. En este tiempo de pandemia, puede caerse en una verdadera
monotonía; porque cada miembro tiene menos actividades interesantes o
variadas para compartir con los demás. De este modo, los temas de conversación
pueden empezar a resultar aburridos, tediosos y repetitivos. Si además el tema
de conversación frecuente tiene que ver con los factores generadores de estrés,
como la enfermedad, la muerte, los problemas económicos, los problemas del
trabajo o temas de pareja, pueden llegar a ser realmente abrumadores para
todos. 

Otro peligro, es la falta de conversación en la que pueden caer los padres cuando
no   se encuentran bien, que se sienten temerosos de desbordarse
emocionalmente o que están huyendo de sus propias preocupaciones. Pueden
estar en silencio o retraimiento y con esto, generar una sensación incómoda y
preocupación de parte de los demás.

En este tiempo, hay que recuperar el valor de la conversación como un momento


educativo y de conocimiento interpersonal. El camino ideal es evitar los focos de
estrés y avanzar en tres posibles direcciones: generalidades divertidas e
interesantes, temas generales familiares y aspectos personales de algún
miembro. El momento o las características del grupo familiar guían la decisión del
camino mejor en cada circunstancia. Es importante fomentar espacios de
conversación participativa y respetuosa, evitando el peligro de que algún hijo se
sienta excluido, no escuchado, no importante o poco valioso. Mis sugerencias
son:
·        

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Potenciar conversaciones sobre generalidades divertidas e interesantes; por
ejemplo, curiosidades de la naturaleza o los animales, datos históricos, temas
culturales o de intereses particulares de los hijos.         
Favorecer temas familiares agradables: recuerdos divertidos de momentos
compartidos como vacaciones, situaciones divertidas familiares que no
ridiculicen a nadie, datos sobre la historia de la familia o los antepasados, etc.
Generar espacios para conversar de lo que pueda afectar a un miembro de la
familia o de solución de conflictos entre algunos miembros. Siempre
procurando un espacio seguro y de cuidado.
Hablar con cada uno de los hijos a diario sobre algún tema, su estado general,
sus procesos, sus dificultades, etc. 
Preguntar mucho: cómo durmieron, cómo les fue en alguna actividad, cómo
se sienten, cómo resolverán algo, etc. 
Comentar sobre sí mismos a modo de enseñar apertura y fortalecer lazos de
confianza, sólo en la medida que no afecte a los hijos.
Evitar poner temas de conversación que generen tensión u ofendan a alguien
y evitar que los hijos lo hagan.

6.- Interacciones de intimidad

Son los momentos en los que los padres e hijos interaccionan íntimamente.
Pueden comunicarse de manera hablada o simplemente estando juntos; pero
implica necesariamente una conexión profunda que sólo se logra al compartir
sentimientos muy íntimos. Por ejemplo, cuando hablan de sus temores, de sus
inseguridades o conflictos más profundos, cuando expresan una honda
necesidad o cuando se dan un abrazo genuino lleno de amor.

Esta interacción requiere madurez emocional, entrega y varias habilidades


interpersonales, que no siempre se han desarrollado adecuadamente. Este tipo
de acontecimientos de tanto valor es menos frecuente y requiere invertir tiempo
en los otros tipos de interacción para un avance en escala hasta niveles más
profundos. Su presencia en la relación padre–hijo aporta el verdadero
conocimiento del uno y del otro y permite experimentar un auténtico sentimiento
de llenura y plenitud con otro ser humano.

Dado su aporte en contención y regulación emocional, es el tipo de interacción


que justamente puede aminorar los efectos de esta crisis en cada uno de los
miembros de la familia. Puesto que lo que cada uno necesita es tener un espacio
para ser escuchado y contenido.

Son los padres los que pueden favorecer que este nivel se alcance, puesto que
los hijos no han desarrollado aún todas sus habilidades interpersonales. Sin
embargo, es posible que los padres superados (emocionalmente interferidos) se
encuentren menos disponibles para conectarse y contener a sus hijos. Es
necesario considerar estas sugerencias como el ideal; pero en tiempos de crisis
hay que mantener las expectativas bajas: dedicarse a hacer lo mejor que se
puede. También pueden buscar ayuda o apoyo en otros adultos (amigos, la 

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pareja o un profesional), evitando cargar a los hijos con información excesiva
sobre los problemas personales o emocionales. Los hijos necesitan la seguridad y
estabilidad de parte de los padres; que éstos, estén lo suficientemente estables
para brindarles a ellos el espacio que requieren para expresar lo que están
sintiendo, lo que les preocupa o les asusta.

Aunque cada uno de los padres aporta un aspecto relevante y la relación padre–
hijo es personal, en este momento de presencia más compartida, es posible
compensar como equipo lo que alguno no pueda brindar a los hijos en algún
momento. Los progenitores que están solos con sus hijos frente a esta crisis,
enfrentan una mayor dificultad para responder a todas sus necesidades. Se hace
más relevante estar atentos para identificar si no se siente bien o capaz de
sobrellevar la presión, aceptarlo y activar redes de apoyo.

Los padres que no viven con sus hijos o están separados de estos  por trabajo o
salud, requieren recordar que para ellos la sensación de carencia o falta será
acumulativa y que cuando se vuelvan a ver, se requerirá mayor tiempo y esfuerzo
para nivelar la relación, volver a conectar, recuperar los diálogos más profundos,
la confianza o lo que se requiera.

B.- Modelo original de Niveles de Comunicación y efecto pandemia

Desde otra perspectiva, quiero analizar los momentos con los hijos de acuerdo a
su nivel de profundidad en la conexión emocional puesto que, para atenuar los
efectos de esta crisis en la salud mental de los hijos, no será suficiente tener
buenos momentos de hábitos, distensión o conversaciones triviales; hará falta
conversar de aspectos profundos: de las emociones. 

En las interacciones de conversación y de intimidad, se abre una vía potencial


para llegar a niveles profundos que sean hondamente satisfactorios y
constructores de cercanía afectiva con los hijos. Mantener la conexión con ellos,
de corazón a corazón, se trata de saber llegar a comunicarse en niveles más
profundos. Como dije, es lo que más se necesita cuando se atraviesa por un
momento difícil, a diferencia de lo que muchos padres creen. Por ejemplo, si ha
fallecido un familiar o una persona cercana que el hijo conoce, lo adecuado no es
evitar el tema, sino dar espacios para conversar, recordar, elaborar y expresar las
emociones que le surgen.

n adolescente que está terminando su último año escolar necesitará un espacio


adecuado para conversar o explorar sus sentimientos de frustración e
incertidumbre; un hijo que ya no puede ver a su grupo de amigos, necesitará
contar con alguien para compartir su enojo y aburrimiento. Como los hijos se
encuentran aún en proceso de desarrollo y formación, son los padres los
encargados de encausar las interacciones hacia la intimidad afectiva. Esto puede
ser difícil por las características o limitaciones personales o en algunos periodos
de la vida de los jóvenes, por ejemplo, en la adolescencia.

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Sin embargo, hoy más que nunca la salud mental de nuestros niños y
adolescentes dependen de alcanzar estas habilidades superando las propias
dificultades y a pesar, de toda la situación adversa que toca enfrentar. Como
mencioné antes, no encontrarse bien emocionalmente puede interferir en estos
procesos. Se hace evidente que la autogestión emocional de los padres o la
capacidad de buscar la ayuda que necesiten es relevante a la hora de ayudar a los
hijos a lidiar con las propias. Ojalá todos los progenitores cuenten con amigos,
familia extendida o cualquier otra red de apoyo.

Como es necesario para conectar, llegar a niveles de intimidad, resulta   difícil


llegar allí, siendo clave y estratégico ir rondando los niveles más superficiales para
generar familiaridad o un clima de interés que favorezca y permita la apertura del
corazón o el permiso a la vulnerabilidad. Siempre es arduo compartir los
sentimientos más profundos, por eso, es tan necesario un piso básico de
confianza, receptividad y apertura.Es necesario que los hijos sepan que nos
interesa escucharlos, que nos importa lo que dicen y deseamos comprenderlos. A
menudo los padres esperamos que los hijos lo hagan, pero ellos no cuentan con
las destrezas para ocuparse de otros que no sean ellos mismos, en especial los
adolescentes. Niveles de comunicación entre padres e hijos:

BENEFICIO PARA BENEFICIO PARA


NOMBRE DESCRIPCIÓN LOS HIJOS LOS PADRES
Lo que yo veo Momentos en que los padres e Espacio para contar sobre Oportunidad para saber
hijos pueden relatar un hecho o experiencias de otras lo que sus hijos están
circunstancia sobre el mundo o personas de su entorno o observando sobre el
sobre experiencias de otros. sobre los acontecimientos mundo y lo acontecido
que observa del mundo. por otros.

Lo que yo vivo Momentos en que se conversa Piso de confianza por la Oportunidad para saber
acerca de algo que les ha experiencia de ser lo que sus hijos están
acontecido, relatado al menos escuchado en lo que tiene registrando como
descriptivamente, aunque no relación con su vida. experiencias de vida.
implique reporte emocional.

Lo que yo Momentos en los que se Oportunidad de ser Oportunidad para


pienso comparte una idea u opinión escuchado, comprendido, conocer los
sobre un acontecimiento del conocido y respetado en pensamientos, opiniones
mundo, sobre otros o sobre sí sus opiniones o ideas e ideas de sus hijos sobre
mismos. sobre el mundo, los otros el mundo, los otros y sí
o sí mismo. mismos.

Lo que yo siento Son los momentos en que los Experiencia de relación Oportunidad para
padres e hijos expresan lo que segura donde se puede enterarse de lo que sus
sienten, sobre un piso de mostrar vulnerable y hijos están sintiendo y de
confianza y apertura. aceptado hacer algo por ellos
incondicionalmente. cuando se requiera.

Lo que yo siento Momentos en los que se puede Experiencia de Oportunidad de saber lo


contigo expresar lo que le pasa a uno crecimiento relacional, que sienten sus hijos en
frente al otro o frente a mayor confianza y relación con ellos y de ser
una  circunstancia específica que seguridad sobre la conscientes de lo que va
lo involucra. expresión de emociones bien, así como de lo que
extrapoladas a otras se puede mejorar o
relaciones. fortalecer.

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En la comunicación entre padres e hijos, ambos son emisores y receptores
alternadamente, por lo tanto, se alternan el rol de hablar o escuchar. Sin
embargo, para este análisis puntual de los efectos de la pandemia y para
fundamentar la relevancia del rol de los padres como promotores de la salud
mental de sus hijos, voy a inclinarme a la perspectiva de que es el hijo el que
necesita comunicar: sus padres, los que necesitan aprender o hacer el esfuerzo
de escuchar y estar disponibles.

1.- Nivel 5: “Lo que yo veo”

En este nivel el tema es un hecho o circunstancia que se relata sobre otras


personas o situaciones externas que se observan. Es evidente que en este tiempo
la variedad sea menor y que los temas que surjan puedan relacionarse con la
economía, el trabajo o la salud. Esos suelen no ser temas de interés para los hijos.
Por eso, para que esta comunicación aporte un espacio nutritivo, tiene que incluir
experiencias o acontecimientos significativos para los hijos, aún en la simpleza de
sus días actuales.

Es estratégico que los padres intenten pesquisar datos desde sutiles evidencias.
Por ejemplo, si un hijo dice “en la clase Renato mencionó que su tío enfermó”,
quizá está buscando una oportunidad para investigar tus reacciones y aprender
acerca de este mundo nuevo o desconocido para él.

Aunque este nivel no revela nada profundo de los hijos y sólo aporta datos,
entrega información acerca de lo que ellos están percibiendo de su entorno.
Además, sin transitar por él, suele ser difícil llegar a los demás niveles. Para
aprovechar este nivel y avanzar a los siguientes en este tiempo de pandemia,
recomiendo:
·        
Escuchar atentamente a los hijos cuando expresen lo que observan.
Hacer preguntas abiertas para abrir más oportunidad de conversación
cuando perciban que los hijos parecen receptivos y comunicativos.
Si no es posible prestarle atención, avisarle, explicarle que le parece
importante lo quiere decirle y que espera que se lo repita.
Evitar reaccionar con crítica, juicio, descalificación hacia ellos o la persona
aludida en la conversación.

2.- Nivel 4: “Lo que yo vivo”

Es un nivel un poco más profundo y se alcanza cuando los hijos cuentan acerca
de algo que les ha acontecido. El tema aquí es un suceso personal, no de
terceros, y es relatado al menos descriptivamente, aunque no implique reporte
emocional. Un espacio construido para contarse mutuamente lo que se vive
permite a los hijos sentirse importantes a través de ser escuchados y
considerados. Los padres pueden desaprovechar estos momentos cuando se
muestran desatentos o distraídos o cuando interrumpen o aportan opiniones o
sugerencias antes del tiempo suficiente para que el hijo se exprese.

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Cuando no se han desarrollado espacios de conversación con la suficiente
atención, se corre el riesgo de que los hijos dejen de contar lo que viven. Dicho de
otra forma, se necesita una historia larga de experiencias previas en que los hijos
se han sentido escuchados y han comprobado que sus asuntos son importantes,
para que compartan algo que realmente para su padre es importante saber.
Por eso en este tiempo, es importante no desestimar las historias que cuentan,
por aburridas, simples o irrelevantes que puedan parecer. Mis sugerencias
prácticas son:

Escuchar atentamente a los hijos cuando cuenten algo que les haya pasado.
Hacer preguntas abiertas para abrir la posibilidad de llegar a los niveles
siguientes.
Idealmente, hacer una pausa con lo propio y darles atención. Pero si no es
posible, avisarles y explicarles que es muy importante escucharlos sin
distracciones y que espera que se lo repita.
Evitar reaccionar con crítica, juicio o descalificación.
Si se trata de un problema, evitar dar soluciones o dirección. Los hijos
necesitan ser escuchados, no “salvados”.

3.- Nivel 3: “Lo que yo pienso”

El tema es una idea u opinión del hijo sobre un acontecimiento del mundo, sobre
otros o sobre sí mismos. Es más profundo puesto que sí implica una revelación,
pero sólo referente a pensamientos, sin la apertura ni compromiso de mostrar su
mundo emocional. Es un gran momento para que los hijos se sepan escuchados,
comprendidos, conocidos y respetados en sus opiniones o ideas sobre el mundo,
los otros o sí mismos. A menudo las opiniones de los hijos pasan inadvertidas o
son poco consideradas.

En especial si el tema es “asunto de grandes”. Pero es relevante construir un piso


de confianza y de valor, donde ellos sepan que sus puntos de vista son tomados
en cuenta. Los padres sabios privilegian el escuchar las opiniones de sus hijos,
antes que expresar las propias. En este tiempo de pandemia, las preocupaciones
que los padres enfrentan, les pueden nublar la capacidad para estar atentos al
mundo de los hijos. Para que este nivel sea de mayor provecho en este tiempo
sugiero:
·        
Dar espacio a la expresión de ideas y puntos de vista sobre los hechos, las
circunstancias, el funcionamiento de la casa o cualquier otro asunto. (Dar
espacio a conocer sus opiniones no es equivalente a que se haga lo que ellos
quieren).
Expresar interés por conocer las ideas de sus hijos y comprenderlos.
Reflejar empatía.
Manifestar respeto, en especial, cuando no comparte sus puntos de vista. 
Si se forman debates, en especial con hijos más grandes, no es necesario
tener la razón. El objetivo es expresar las ideas. Si ambos pueden expresarse
y ser respetados, ambos  ganaron.

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4.- Nivel 2: “Lo que yo siento”

Involucra la expresión de sentimientos, por lo que se ha avanzado a la interacción


de intimidad. Son los momentos en que los hijos comunican cómo se sienten.
Hay revelación, vulnerabilidad, por lo que sólo se llega aquí cuando hay confianza
y apertura. Lo primordial que necesitamos los seres humanos es contar con
quien compartir nuestras emociones profundas. Los hijos pequeños, cuentan
totalmente con los padres para ello.

Conforme van creciendo, van estrechando lazos de seguridad con otras personas
que pueden ser figuras relevantes para compartir sus experiencias profundas.
Ellos pueden extrañar en este tiempo la cercanía de estas figuras relevantes. En
especial los adolescentes, que están buscando alejarse de sus padres, se están
sintiendo muy irritados de no pasar tiempo con sus amigos en persona.

Para llegar a expresar a otro ser humano lo que se siente, se necesita o genera
conflicto, se requiere la habilidad de autoconocerse o reflexionar, así como de la
capacidad de comunicar. Estos son logros que se dan con el tiempo y que varían
de una persona a otra. Pero sin importar las habilidades que se hayan alcanzado,
todos los seres humanos tenemos la necesidad vital de ser entendidos, como el
bebé que necesita que sepan que tiene hambre.

Es una destreza relevante, que los padres sean sensibles a las necesidades de los
hijos; que en cuanto ellos puedan expresar directamente lo que sienten en
relación a algo, lo reciban con valor y cuidado.

En este tiempo, los hijos pueden estar experimentando mucha confusión o


emociones intensas que pueden no comprender o saber nombrar. La capacidad
de los padres para generar espacios favorables a la exploración de las emociones,
permite que los hijos se regulen mejor y elaboren sus experiencias emocionales.
Durante esta crisis es recomendable:
·        
Favorecer espacios donde los hijos puedan expresar cómo se sienten en
relación a los cambios o pérdidas que están experimentando: no asistir a
clases, no poder salir a jugar con sus amigos, no ver al resto de la familia, etc.
Ayudarles a nombrar las emociones que experimentan: “pienso que te sientes
frustrado de no ver a tu polola”, “sé que te enoja no poder salir a jugar a la
pelota”, “imagino que extrañas a tus amigas”, etc.
Facilitar su capacidad de reflexión y autocomprensión, haciendo preguntas
directas después de haber construido un piso de acogida, por ejemplo: “Sé
que es difícil discutir con tu amiga por WhatsApp, ¿Cómo te sientes ahora?”.
Evitar juzgar, criticar o promover la culpa, porque los sentimientos surgen
solos y no se pueden cambiar a voluntad.

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5.- Nivel 2: “Lo que yo siento contigo”

Cuando el tema es la misma relación y se expresa al otro lo que se siente –


especialmente lo que se teme o necesita–, se ha llegado a la máxima
profundidad. Por ejemplo, se da cuando en un momento especial, de riqueza
afectiva, un hijo consigue decir “has estado muy ocupado en tu trabajo la última
semana, me he sentido solo y enojado” o “a veces no te cuento porque temo que
me retes”.

Alcanzar este nivel no es fácil, porque se requiere conocimiento sí mismo,


claridad y mucha valentía para expresarse. Son los padres los que modelan esta
forma de relacionarse madura y saludable. Este nivel permite a los padres saber
lo que sienten sus hijos en relación con ellos y es una poderosa oportunidad para
ser conscientes de lo que va bien, así como de lo que pueden mejorar o
fortalecer. A los hijos les brinda una experiencia de crecimiento relacional, mayor
confianza y seguridad sobre la expresión de emociones, lo que pueden extrapolar
a otras relaciones.

El riesgo en este tiempo de crisis, es que las emociones de padres e hijos están a
flor de piel y en momentos de tensión es más difícil autorregularse es decir,
  comunicarse de forma adecuada. Es posible caer en la hipersensibilidad, las
malas reacciones y la incapacidad para recibir lo que el otro tiene que comunicar,
lo que a su vez puede estar interferido por los estados emocionales cambiantes e
intensos. De modo que si un hijo puede llegar a decir “te odio, no quiero verte
más” en vez de decir “estoy enojado y no quiero verte por un rato”. De igual
manera, un padre puede decir “eres insoportable” en vez de decir “te estás
comportando de un modo que me irrita”.

Los niveles que planteo en el modelo original, forman un continuo en el que se


transita de ida y vuelta. A veces, se avanza hasta el final, muchas veces se queda
en el medio. Una buena comunicación no implica que el objetivo sea llegar
siempre al nivel más profundo, ese es un momento reservado para las ocasiones
especiales. Sin embargo, en estos momentos de pandemia, con una convivencia
más estrecha o conflictuada, se hace relevante ser capaces de promover
conversaciones profundas donde sea posible que los hijos les digan a sus padres
de manera respetuosa lo que sienten con ellos; lo que, en efecto, necesitan
enseñar los padres a través de su ejemplo.

Esta relación padre–hijo no se da entre iguales, son los hijos los que tienen que
recibir los beneficios de ser escuchados, atendidos y comprendidos. Por esto,
cierta apertura de los padres y su propia expresión de emociones y necesidades
son imprescindibles para que la relación se sostenga, crezca y se equilibre.

No lleguemos a estar tan ocupados en formar principios, reglas y valores que


perdamos de vista que lo más relevante es enseñar a relacionarse sana y
fluidamente con otros.

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La responsabilidad (también un privilegio) de enseñar a los hijos a transitar hacia
verdaderas interacciones profundas con las personas es labor de los padres. Se
realiza principalmente a través del modelaje y de la propiciación de momentos
que promuevan la comunicación. Depende, claro está, de la edad de los hijos
para adecuar los contenidos, las circunstancias o las estrategias a utilizar. Es
aconsejable:

Procurar tener tiempo a solas con cada hijo, porque este nivel rara vez se
alcanza en momentos grupales.
Expresar con respeto y de manera descriptiva los propios sentimientos con
respecto a las conductas de ellos: “me sentí muy frustrada cuando vi que no
comiste lo que preparé”, “me sentí furioso cuando sacaste mi celular sin
pedírmelo”.
Enseñar que somos dueños de nuestras emociones y que nadie es
directamente responsable de ellas.
Verbalizar alguna emoción que el hijo tenga por alguna decisión de los padres
de manera empática: “sé que te enoja que no te permita jugar en el
computador más tiempo”, “comprendo que no tienes ganas de dormirte”.
Procurar abordar cada cierto tiempo alguna conversación sobre la relación:
“¿me has sentido cerca este último tiempo?”, “¿me has sentido distante o muy
ocupado?”, “me he dado cuenta que hace tiempo no te digo que te amo”.

 Muchos de ustedes se estarán analizando y puede que se sientan abrumados al


descubrir que no están dadas las mejores condiciones para equilibrar estas
interacciones y niveles de manera adecuada. Es cierto que no parece el mejor
momento para aprender y entrenar estas habilidades. Sin embargo, podemos
elegir considerar este tiempo como una tremenda oportunidad. De hecho, nunca
hemos estado tan cerca con los hijos en momentos que no sean vacaciones. Esto
significa que puedes llegar a observar sus vidas, su personalidad, sus batallas, sus
sueños, sus talentos y todo de ellos con mayor facilidad.

Todos esos procesos de formación que parecían imposibles porque te faltaba


tiempo para ser constante, están ahora listos para darles la dedicación necesaria.
Todos esos temas profundos, las historias no contadas, los temas no abordados
porque no pasaban suficiente tiempo juntos para que se dieran, ahora pueden
ser hablados y explorados. Los padres pueden construir el piso relacional tan
sólido como estén dispuestos a invertir.
 
Todos los padres tenemos la oportunidad de conectar con nuestros hijos, lo
importante es saber verlo, valorar esas instancias y aprovecharlas para hacer de
esos momentos unas redes de amor que les llene el corazón. Incluso si estamos
agobiados o abrumados, conectar con ellos nos puede aliviar y aunque no
suceda, nos permite enseñarles que más aún, cuando no estamos bien,
necesitamos de las personas que amamos. Nos tenemos los unos a los otros y
eso tiene más valor que todo lo demás imaginable.

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Con una mirada positiva o de esperanza, con una familia amorosa y redes de
apoyo: ¡Esta crisis puede ser superada!
 
Cada día nos brinda una nueva oportunidad de relacionarnos con nuestros hijos
de una manera real y genuina. Ninguna pandemia puede impedirnos cuidar lo
esencial: la relación con aquellos que amamos.

CARLA VIVANCO PARA MENTORDEVIDAS.COM


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