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La Galia prerromana (siglo 

V - 51 a. C.)[editar]

El jefe galo Breno y Marco Furio Camilo durante el saqueo de Roma de 390 a. C.

Civilización gala

Oppidum celta (siglo I a. C. )

Reconstrucción de la muralla gala de Bibracte

Granja gala

moneda sécuana
La Galia, tal como fue definida por Julio César, era el territorio donde habitaban los galos, e
incluía los territorios actuales de Francia, Bélgica, Luxemburgo, norte de Italia, así como
partes de Suiza, Alemania y Países Bajos. Los pueblos galos se corresponden con la cultura
arqueológica de La Tène, que es considerada como el apogeo de la cultura celta. Los galos
fueron un conglomerado de tribus celtas que hablaban dialectos de un idioma común, pero no
formaron una unidad política, sino rivalizaron entre sí. Además de los galos, los romanos
identificaban dos pueblos más: los aquitanos en el suroeste de la Francia actual y
los belgas en el noreste.
Los celtas provenientes de regiones del Rin, el Danubio o el Bosque Hercínico extendieron su
autoridad sobre el resto de la Galia a finales del siglo VI a. C. y principios del siglo V a. C. , en
la época conocida como segunda edad del hierro o período de la cultura de La Tène. Este
nuevo período de expansión corresponde a transformaciones económicas y sociales. Los
guerreros aristócratas, poco numerosos, fueron remplazados por campesinos soldados
reagrupados en torno a un jefe de clan. El arado con reja de hierro remplazó al arado de
madera y permitió labrar los suelos pesados del centro y norte de la Francia actual. Lo anterior
explica en gran medida la colonización de tierras nuevas, el crecimiento demográfico y las
nuevas invasiones resultantes.
A inicios de 390 a. C., el jefe Breno llevó guerreros galos (senones, cenómanos, lingones,
entre otros) a Italia del norte, donde se unieron a otros pueblos celtas
(ínsubres, boyos y carnios). Roma fue tomada en 390 a. C. Los romanos contuvieron a estos
invasores a partir de finales de 349 a. C.
Los celtas comenzaron a comerciar con las colonias griegas del sur de la Galia desde el
siglo VII a. C. , como Massalia (Marsella). Este comercio fue interrumpido durante las
invasiones del siglo V a. C. , pero fueron retomadas vigorosamente a finales del siglo IV a. C.
Durante este período se encuentran monedas griegas en todo el valle del Ródano, los Alpes e
incluso en Lorena.
La civilización gala experimentó un período especialmente floreciente entre 290 a. C. y 52
a. C. Características de esta civilización son el surgimiento de verdaderas ciudades
fortificadas (oppida) de dimensiones mucho mayores que las fortalezas de períodos anteriores
y el uso de la moneda.
En el siglo II a. C. se establece una relativa hegemonía arverna caracterizada por un fuerte
poderío militar y una gran riqueza de sus jefes. Al mismo tiempo aumenta la influencia romana
en el sur de la Galia, que se manifiesta inicialmente en el ámbito comercial. Las
investigaciones arqueológicas muestran que en el transcurso del siglo II a. C.
las ánforas italianas remplazaron poco a poco las procedentes de Grecia en el comercio
marsellés. En varias ocasiones, Marsella acudió a Roma para que la defendiera de las
amenazas de las tribus celto-ligures y las presiones de los arvernos.

Vercingetórix depone las armas ante Julio César tras la batalla de Alesia.
El sureste de la Galia, en particular las regiones actuales del Languedoc y la Provenza, fue
conquistado por Roma antes del fin del siglo II a. C. y formó la provincia romana de Galia
Narbonense. Esta región, que iba de los Pirineos a los Alpes y atravesaba el valle del Ródano,
era un territorio estratégico para unir Italia con Hispania, la cual había sido conquistada
durante la segunda guerra púnica (finales del siglo III a. C.) La conquista de la Narbonense se
logró en 118 a. C. después de la derrota de los arvernos y alóbroges y la alianza de Roma con
los heduos. Tras la caída de la hegemonía arverna bajo la presión de los romanos, los
grandes pueblos de la Galia —en particular heduos y sécuanos— rivalizaron fuertemente
entre ellos.
En 58 a. C., Julio César utilizó la amenaza que representaban los pueblos germánicos para
los galos para intervenir en auxilio de los heduos, aliados de Roma. La guerra de las
Galias fue larga y en enero de 52 a. C., con el ascenso al poder de Vercingetórix, los arvernos
y sus aliados se rebelaron contra el ejército del procónsul. Julio César enfrentó la
determinación de los galos, cuyo levantamiento fue casi generalizado. La guerra, que incluyó
asedios, incendios de ciudades, tierra quemada, masacres y deportaciones en esclavitud,
terminó en 51 a. C. con la victoria romana frente al ímpetu desorganizado de los galos.

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