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Anotaciones

Una de las principales características del sistema tetrárquico fue el principio de


sucesión que reguló la continuidad del poder político colegiado. Consistía en la
elección cualitativa de los augustos y césares en base al mérito y la afinidad con el
augusto senior, quién ejercía esta atribución de forma exclusiva; además podía
degradar a sus colegas en la jerarquía simbólica o incluso forzar su abdicación si
así lo consideraba pertinente. Los lazos de sangre quedaban absolutamente
excluidos de la sucesión, negando a cualquiera de los tetrarcas la posibilidad de
transmitir su poder a sus herederos. Solo Diocleciano y Galerio ejercieron esta
atribución.
Cuando Constancio, ya en calidad de augusto inferior, designó como sucesor a su
hijo Constantino en 3061 (Eusebio, HE: VIII 13, 12), se atentó deliberadamente
contra la legalidad tetrarquica en favor de un principio hereditario del poder
político. Majencio posteriormente seguiría este ejemplo en Italia con el apoyo de la
guardia pretoriana (Zósimo: II, 9). Aunque parece que no tomó el título de
augusto, sino el título de prínceps invictus (mirar en T. Barnes: Constantine and
Eusebius, p. 30 y p. 299) (mirar también en Lactancio: 44, 4 y 26, 2-4)

Diocleaciano Maximiano (augusto)


Constancio Cloro (césar)
Diocleciano
Galerio (césar)
Severo (césar)
Galerio
Maximino Daya (césar)
Licinio (augusto)
Constantino (césar)
Conferencia de Carnutum (308)
Se expulsa a Majencio y se obliga
Diocleciano, Maximiano, Galerio
nuevamente a renunciar a Maximiano
al título de augusto
El principio hereditario termina de prevalecer en 317, mediante los acuerdos entre
Constantino y Licinio que dieron por concluido su primer período de
conflictividad. En esos acuerdos, los hijos de Constantino –Crispo y Constantino
II– y Licinio –Liciniano– obtuvieron el título de césar (Zósimo: II, 20).
Sin embargo, en la obra de Eusebio existen ciertas contradicciones. Para justificar
el enfrentamiento de Constantino con Licinio, Eusebio comenta que:

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Constancio, antes de morir, solicitó la aprobación de sus soldados para fortalecer la
posición de su hijo. El ejército ratificó esta decisión proclamándolo “emperador absoluto”
con el título de augusto (Eusebio, HE: VIII 13, 14). Es interesante destacar la persistencia
del mecanismo de aclamación militar, propio de la anarquía militar, como fuente de
legitimación aceptada por Eusebio.
“El que había sido considerado digno de un gobierno bien próspero, digno del
honor del segundo puesto después del gran emperador Constantino…”
(Eusebio, HE: X 8, 2)

“[Constantino] no le escatimó su parentesco ni le negó espléndidas nupcias


con su hermana, antes bien, incluso le consideró digno de compartir su
nobleza, que le venía de sus padres, y su sangre imperial ancestral, y también
le había proporcionado el poder disfrutar del gobierno supremo como
cuñado y coemperador, puesto que le había hecho gracia de una parte no
menor de pueblos sujetos a Roma, para que los gobernase y administrase”
(Eusebio, HE: X 8, 4)

Eusebio amalgama ciertas características del sistema tetrarquico (la primacía de un


augusto por sobre sus colegas, la vinculación entre los augustos a través de los
intercambios matrimoniales y el principio de sucesión electivo) con el principio
hereditario que justificaba a la dinastía constantiniana.
Según Eusebio, es Constantino quien eligió a Licinio para participar del poder
imperial en calidad de “segundo augusto”, otorgándole la administración de la
parte oriental del imperio y a su hermana Constancia en matrimonio. Sin embargo,
la manipulación del relato eusebiano en favor de Constantino es obvia: Licinio no
debía el imperio a Constantino, sino a Galerio, de acuerdo a lo establecido en la
Conferencia de Carnutum (308). Es más, en aquella reunión, Licinio había sido
proclamado augusto, mientras que a Constantino solo se lo reconocía como
césar, por lo que cualquier tipo de primacía le correspondía por antigüedad.
En segunda instancia, Eusebio vuelve a justificar que Constantino es el legítimo
emperador en virtud de su “sangre imperial ancestral”: Eusebio, como otros
autores, son los portavoces de la propaganda constantiniana que construyen la
legitimidad de su poder en base a ser un supuesto descendiente de Claudio II
Gótico (ver Historia Augusta) y obviamente a su padre Constancio.
En los hechos, Constantino volvería más tarde a utilizar el principio hereditario
para ya consolidar firmemente en el trono a su familia, convertida así en dinastía
(Zósimo: II, 25, 1) En 324 sería nombrado Constancio y en el 333 Constante. A la
muerte de Constantino en 337, el principio electivo, la colegialidad del poder y el
principio hereditario se amalgaman en el nuevo reparto del poder imperial:
“Pues, en primer lugar, se repartieron las provincias: a Constantino, el mayor,
y a Constante, el más joven, correspondió el dominio de todas las provincias
transalpinas, así como de Italia e Iliria, y además de los territorios en torno al
Ponto Euxino y de la parte de Libia dependiente de Cartago; y a Constancio les
fueron entregadas las provincias de alrededor de Asia, el Oriente y Egipto.
Con ellos compartían el poder de alguna manera Dalmacio, elevado a césar
por Constantino, y también [Julio] Constancio, hermano de éste, y Anibaliano,
todos los cuales disponían de atuendos teñidos de púrpura y guarnecidos de
oro, por haber obtenido del mismo Constantino en consideración a su
parentesco el título de “nobilísimo” (Zósimo: II, 39, 2).

Según el autor de la traducción, el 9 de septiembre de 337 en la ciudad de


Viminacium (Panonia) se produjo un nuevo reparto entre los tres hermanos:
Constantino, Constante y Constancio. Constantino tendría la preeminencia por
portar el título de “maximus”. Es evidente la semejanza con el principio de
preminencia en el que se basaba el sistema tetrarquico.

Teología tetrarquica
El uso ritual de los títulos tetrarquicos duró, cuando menos, hasta el 313. Eusebio
conserva en su Historia Eclesiástica un documento promulgado por Maximino
Daya, en el que se titula “Jovio Maximino Augusto” (Eusebio: IX 9a, 1). En
verdad, por antigüedad en el mando imperial, aunque solamente con césar, era
legal que Maximino asumierda la dignidad de primer augusto.

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