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Edad Antigua[editar]

Colonias griegas[editar]

Moneda de plata de Massalia con leyenda en griego (siglos V-III a. C.).

Hacia 600 a. C., griegos jonios procedentes de la ciudad de Focea fundaron la colonia de


Massalia (la Marsella actual) en la costa del mar Mediterráneo, lo que convierte a Marsella en
la ciudad más antigua de Francia. Al mismo tiempo, algunas tribus celtas penetraron las
partes orientales del territorio actual de Francia, pero esta ocupación se extendió por el resto
de Francia solo entre los siglos V y III a. C.
Massalia fue una ciudad próspera que fundó más ciudades en el Mediterráneo, como Agathe
(Agde), Nikaia (Niza) y Antipolis (Antibes). Piteas, originario de Massalia, exploró el norte de
Europa y llegó hasta el círculo polar ártico hacia 325 a. C. Las colonias griegas mantuvieron
un lucrativo comercio con los galos, como da cuenta la presencia de monedas y ánforas
griegas en diversas partes de la Galia. Las monedas griegas influyeron en el estilo de las
monedas galas, quienes utilizaron el alfabeto griego en las pocas evidencias que hay de su
escritura. Las colonias griegas fueron amenazadas constantemente por las tribus galas, por lo
que Massalia tuvo que recurrir a la alianza con Roma. La ciudad perdió su independencia
frente a los romanos en 49 a. C.

Galia romana[editar]

Las provincias galas dentro del imperio romano, a principios del siglo II.

Monumentos romanos en Francia

Arenas de Arlés

Maison Carrée (Nimes)
Arco de triunfo de Orange

Puente del Gard

Anfiteatro de las Tres Galias (Lyon)

Templo de Augusto y Livia (Vienne)

El emperador Augusto organizó la Galia en cuatro provincias: a la Narbonense,


suficientemente romanizada para convertirse en provincia senatorial, agregó la Galia
Aquitania, la Galia Lionesa y la Galia Bélgica. Los límites de las Galias sobrepasaban los de la
Francia actual, principalmente en lo concerniente a la Galia Bélgica que rodeaba al río Rin.
Tras la conquista de la Galia, los romanos forzaron desplazamientos de nativos para evitar
que se convirtieran en una amenaza, tanto dentro de las provincias galas como fuera de ellas.
Además del gran número de nativos, la Galia se volvió la patria de ciudadanos romanos
llegados de otros lugares y de pueblos germánicos que migraron al imperio.
Culturalmente ocurrió un sincretismo entre la cultura romana de la nueva clase gobernante
con la cultura celta nativa, lo que dio origen a la cultura galorromana. Las prácticas religiosas
fueron una combinación romana y celta, con dioses celtas sujetos a la interpretatio romana.2
Junto con el latín, los galos continuaron usando su idioma, pero cambiaron el alfabeto
griego por el latino3 y se considera que su lengua se usó en Francia hasta el siglo VI.4 Algunas
influencias celtas permearon la cultura del imperio romano: la caracalla, una capa que le dio
apodo a un emperador romano;5 el tonel,6 más resistente que la ánfora romana, y la cota de
malla,7 el casco imperial galo y las braccae,8 adoptados por el ejército romano. Los galos se
integraron cada vez más dentro del imperio. Por ejemplo, los generales Marco Antonio
Primo y Cneo Julio Agrícola 9 y los emperadores Claudio y Caracalla10 nacieron en las Galias.
También el emperador Antonino Pío era de familia gala.11
Las vías romanas retomaron en gran parte las vías galas, que eran numerosas y en buen
estado, lo que explica la gran rapidez de desplazamieno de las legiones romanas. La
pacificación del Rin y Britania favorecieron el auge económico. La urbanización fue
generalizada y se desarrollaron numerosas ciudades, organizadas bajo el modelo de
los municipia italianos, que aún perduran, mientras que los campos se cubrieron de pueblos
(vici) y de grandes explotaciones agrícolas (villae). La Galia, junto con Egipto, era la región
más poblada del imperio romano, con una población estimada de 7 millones de habitantes. 12
En 48, el emperador Claudio dio acceso al Senado romano a los notables galos, como se
muestra en la tabla de Lyon.13

Martín de Tours, difusor del cristianismo en la Galia durante el siglo IV.

El desarrollo económico ocasionó siglos de Pax Romana: se cultivaron viñedos en Aquitania,


los valles del Ródano, del Saona y del Mosela y los vinos galos competían con los vinos
italianos.14 A imitación de la terra sigillata itálica se creó una industria de cerámica sellada (por
ejemplo en La Graufesenque).15 Los artesanos galos producían también en abundancia
objetos de madera y tejidos de lana que se exportaban hacia los grandes centros de consumo
en Italia, el Rin y el alto Danubio. Los intercambios no se limitaron a los bienes materiales:
además del culto popular de la religión gala y su sincretismo romano, que es prohibido por
Claudio (41-54), aparecieron en las ciudades otras religiones de origen oriental: el culto de
Mitra, de Cibeles y finalmente el cristianismo.
Desde el siglo II ya había una importante comunidad cristiana en Lugdunum (Lyon), de donde
son los primeros mártires16 (177) y el primer obispado de la Galia,17 donde ejercería san
Ireneo. El cristianismo, cuyos orígenes se remontan a la diáspora judía, se extiende por las
ciudades gracias a los comerciantes de oriente y al ejército, y después del Edicto de Milán se
extiende por los pueblos, donde el evangelizador emblemático es san Martín de Tours (316-
397), a quien se atribuye también la fundación del monacato en Francia.18 Hacia 250, de
acuerdo con Cipriano de Cartago, la Galia contaba con ocho obispados
(Lyon, Arlés, Tolosa, Narbona, Vienne, Reims, París y Tréveris)17 y con 120 a finales del
siglo IV. En 314 el emperador Constantino convoca al primer concilio de Arlés, el primero
celebrado en la Galia.
Cinco siglos de romanización dejaron una huella profunda en las Galias: las lenguas derivadas
del latín (occitano y francés), un derecho escrito, ciudades, arquitectura monumental,
la religión católica y costumbres cotidianas, como el consumo del pan y el vino. 19
Invasiones germánicas

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