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Diocleciano ejecutó una profunda reforma monetaria desde el año 301 para

sanear la moneda romana, poniendo fin transitorio a la crisis financiera. Uno de los efectos más

profundos y duraderos de la crisis del siglo tercero fue la disrupción de la extensa red comercial

interna del Imperio romano.

Diocleciano (nombre completo: Cayo Aurelio Valerio Diocleciano Augusto;2 en

latín, Gaius Aurelius Valerius Diocletianus Augustus; c. 24 de diciembre de 24434 - 3 de

diciembre de 311),56 nacido con el nombre de Diocles, fue emperador de Roma desde el 20 de

noviembre de 284 hasta el 1 de mayo de 305. Nacido en una familia iliria de bajo estatus social,

fue escalando puestos en la jerarquía militar hasta convertirse en el comandante de la caballería

del emperador Caro. Tras la muerte de Caro y de su hijo Numeriano en campaña en Persia,

Diocleciano fue proclamado emperador por el ejército. Consiguió acceder al trono tras un breve

enfrentamiento con Carino, el otro hijo del emperador Caro, en la batalla del Margus, y su

llegada al poder puso fin a la crisis del siglo iii.

Diocleciano nombró a Maximiano coemperador, otorgándole el título de Augusto

de occidente en 285. El 1 de marzo de 293 nombró a Galerio y a Constancio como césares, un

título similar al de príncipe o heredero del Augusto. Este nuevo régimen, conocido como la

tetrarquía, o «gobierno de cuatro», implicaba que el gobierno del Imperio se repartía

geográficamente entre los cuatro gobernantes. En un movimiento que seguía la tendencia del

siglo iii hacia el absolutismo, Diocleciano amoldó su figura a la de un autócrata, elevándose por

encima de las masas e imponiendo formas ceremoniales y arquitectónicas hacia la corte.


Diocleciano dirigió campañas militares contra las tribus sármatas y del Danubio

(285-90), contra los alamanes (288) y contra usurpadores en Egipto (297-98), asegurando las

fronteras del imperio y eliminando las amenazas contra su poder. En 299 Diocleciano dirigió las

negociaciones con el Imperio sasánida, el enemigo tradicional del Imperio romano, consiguiendo

una paz duradera y favorable. Separó y aumentó los servicios militares y civiles que los

ciudadanos debían prestar al Imperio y reorganizó las divisiones provinciales creando el

gobierno más grande y más burocratizado de la historia de Roma hasta entonces. Estableció

nuevos centros administrativos en Nicomedia, Mediolano, Antioquía y Tréveris, puntos más

cercanos a las fronteras de lo que estaba la tradicional capital en Roma.

El crecimiento burocrático y militar, las campañas militares constantes y los

proyectos constructivos incrementaron el gasto del estado e hicieron necesaria una reforma

fiscal. Al menos a partir del año 297 el sistema impositivo fue estandarizado de forma más

equitativa y con tipos impositivos en general más altos que los que habían imperado hasta

entonces.

Sin embargo, no todas sus reformas tuvieron éxito. Su Edicto sobre Precios

Máximos del año 301, norma cuyo objetivo era poner fin a la inflación mediante el control

estatal de los precios, no solo no tuvo éxito, sino que fue contraproducente y rápidamente

ignorada. Además, y aunque fue efectivo mientras Diocleciano estuvo al mando, el sistema de la

tetrarquía colapsó en el momento en que este abdicó, sustituyéndose por la lucha por el poder

entre Majencio y Constantino, hijos, respectivamente, de Maximiano y Constancio. La

Persecución de Diocleciano que tuvo lugar entre los años 303 y 311 se convertiría en la mayor y

más sangrienta persecución oficial del imperio contra los cristianos, pero no logró su objetivo de

destruirlos. Es más, a partir del año 324 el cristianismo se convirtió en la religión dominante del
Imperio bajo el gobierno de Constantino I el Grande. Sin embargo, a pesar de sus fracasos, las

reformas de Diocleciano cambiaron de forma fundamental la estructura del gobierno imperial y

ayudaron a estabilizarlo económica y militarmente, permitiendo que el Imperio perdurase más de

cien años más, cuando había estado a punto de colapsarse pocos años antes.

Enfermo y debilitado, Diocleciano abdicó el 1 de mayo de 305, convirtiéndose en el

primer emperador romano en dejar voluntariamente su cargo. Desde entonces vivió en su palacio

en la costa de Dalmacia, dedicado al cultivo de sus jardines y huertos. Su palacio se convertiría

en el núcleo del que surgiría la actual ciudad de Split (Croacia).

Después del asesinato de Alejandro Severo, el imperio vería más de 20

emperadores surgir y caer en los casi 50 años entre los años 235 - 284 d.C. a comparación de los

26 emperadores que reinaron desde el tiempo de Cesar Augusto (27 a.C .- 14 d.C.) a Severo, 27

a.C. - 235 d.C., un periodo de más de 250 años. El imperio fue restaurado a través de los

esfuerzos del emperador Aureliano (270 - 275 d.C.) cuyas iniciativas fueron desarrolladas aún

más por Diocleciano (284 - 305 d.C.) a quien se le atribuye el final de la crisis y asegurando la

futura supervivencia del imperio.

Entre el reino de Alejandro Severo y el de Diocleciano, hubo más de 20

emperadores que se levantaban y caían en una sucesión bastante rápida. Ellos eran:

Maximinio el Tracio (235 - 238 d.C.) quien fue asesinado por sus tropas cuando se

cansaron del estado de guerra constante, extranjera y doméstica, en el que continuaba

sumergiéndolos. Además, fue considera un líder ineficiente ante la hambruna, plaga y el

descontento civil a gran escala.

Durante los siguientes nueve años, Tácito, Floriano, Probo, Caro, Numeriano y

Carino gobernarían - todos siguiendo el mismo paradigma de elevación por parte de las tropas y,
en la mayor parte de los casos, asesinato por ellos - hasta que Diocleciano tomó el poder. En los

años que todos estos hombres luchaban unos con otros sobre quien gobernaría o debería

gobernar, el imperio que buscaban liderar se estaba cayendo a pedazos. Desde la muerte de

Alejandro Severo, los aspirantes a emperador requerían ejércitos y provisiones cada vez más

grandes, y carente de los fondos para pagar por ellos, devaluaban la moneda una y otra vez.

La Crisis Imperial terminó no tanto con la restauración del Imperio romano a lo que

había sido como un cambio fundamental en los aspectos más importantes del gobierno.

Diocleciano trató con firmeza con cada uno de los aspectos que habían contribuido al caos de los

50 años que le precedieron. Trabajando sobre las iniciativas de Aureliano para asegurar las

fronteras del imperio y elevar la posición del emperador sobre la gente común o militar,

Diocleciano fue más allá en crear un aura de divinidad alrededor de la posición mientras reducía

la dependencia del gobernante en el apoyo militar.

Diocleciano disminuyó el poder del ejército implementando una política de defensa

en profundidad donde fuerzas móviles dentro del imperio reforzarían fuerzas estacionarias

acuarteladas en la frontera, lo que significaría que ya no necesitaba grandes ejércitos en los

fuertes quienes podrían apegarse a su comandante o gobernador regional. Los ejércitos móviles

también se encargaban de otro problema: la propensión de soldados a servir en sus regiones de

origen. Mientras esta política había sido considerada una ventaja - uno pelearía más

resueltamente por su hogar que por el de un extraño - también permitía mayores lazos forjados

entre los hombres y su comandante regional que entre los hombres y el emperador.

Diocleciano también emitió una moneda más estable y frenó la inflación rampante

y, para asegurar una sucesión suave y un gobierno más estable, promulgó la tetrarquía (gobierno

de cuatro) donde las responsabilidades de gobernar un imperio vasto fueron divididas entre dos
gobernantes separados cuyos sucesores ya estaban en lugar cuando asumieran su posición. Su

solución final a los problemas del imperio fue su famosa división del reino entre los Imperios

romanos de Occidente y Oriente, que hacía cada uno más manejables bajo el reinado de sus

respectivos emperadores.

Los esfuerzos de Aureliano y Diocleciano sostendrían el Imperio romano de

Occidente por casi 200 años y al Imperio romano de Oriente (conocido como el Imperio

bizantino) hasta el año 1453 d.C. Sin embargo, el legado de Roma continua hasta el presente día

y ha afectado significativamente por siglos generaciones de personas alrededor del mundo en

cierto modo que no podría haberlo hecho de no haber sobrevivido su crisis en el siglo III d.C..

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