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UNIVERSIDADA AUTOMONA DEL CARMEN

ESCUELA PREPARATORIA DIURNA


UNIDAD ACADEMICA CAMPUS II

ESPAÑOL III (LITERATURA I)

2da EXPERIENCIA DE APRENDIZAJE

3ER SEMESTRE GRUPO: D

TEMA:
“CONOCIENDO NUESTRAS LEYENDAS”
“DIVULGANDO TRADICIONES”

PROFESOR:
L. E. FLOR MARIA CANDELARIA CRAVAJAL MEDINA

ALUMNA:
ABIGAIL ZARATE ORLAINETA
IRIS ALEJANDRO MARQUEZ
JOSE CARLOS VARGAS
ARMANDO DIAZ HEREDIA
IVAN ANTONIO JIMENEZ LAINES
JESUS ALFONSO PEREZ CASTRO

CD DEL CARMEN, CAMPECHE OCTUBRE DEL 2010


INDICE

“conociendo nuestras leyendas”

Págs.

LEYENDAS PREHISPANICAS
• LA LEYENDA DE LOS VOLCANES……………………………………
• QUETZALCOATL………………………………………………………...
LEYENDAS REGIONALES O LOCALES
• LA ESQUINA DEL PERRO ………………………………………….....
• LA JOVEN DE LOS PANTEONES………..……………….…………..
• LEYENDAS URBANAS
• LA LLORONA……………………………………………….…………….
• LA MULATA DE CORDOBA.….……………………………………….
• LA XTABAY.………………………………………………………………

LEYENDAS NACIONALES
• LA CHINA POBLANA…………………………………………………….
• EL ESCUDO…………………………………………………….............
LEYENDAS INTERNACIONALES
• LAS SANDALIAS DEL GUERRERO
(Leyenda egipcia)………………………………………...………………
• EL COFRE DE PANDORA
(Leyenda griega)……………….………...............................................

CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA

2
INTRODUCCION

Esta antología recoge leyendas presentes en Cd. del carmen, Campeche,


egipcio, griego, etc.

Cada historia llega de muchos años atrás. Son cuentos traspasados oralmente
de padre a hijo, donde se explica el origen del mundo, junto a seres fantásticos
y legendarios.

Las
Las leye
leyend ndas
as son
son rela
relato
toss de dete
determ
rmin
inad
ados
os suce
sucessos extr
extrao
aord
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ario
ioss o
fant
fantás
ástiticcos,
os, que
que el pueb
pueblo lo cons
consid
ider
era
a feha
fehaci
cien
ente
teme
ment
nte
e ocur
ocurri
rido
doss en
dete
determ
rmininad
adoo tiemp
tiempo
o y luga
lugar.r. Se basa
basan n en pers
person
onaj
ajes
es o hech
hechos
os real
reales
es o
supuestos, en indicios naturales, en creencias religiosas y en supersticiones.

Antiguamente, se refería a la historia o en relación de la vida de uno o


más santos. Hoy es el relato de sucesos que, partiendo de una base histórica,
han sido dibujados por la imaginación popular, es decir, que tienen más de
tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos.

Los relatos que en vez de narrar un acontecimiento notable de este tipo,


exponen simplemente una creencia y la acreditan con episodios anecdóticos,
no constituyen leyendas propiamente dichas. De todos modos, si tienen unidad
narrativa, suele llamárselos leyendas, lo mismo que los relatos anecdóticos, sin
veracidad documental, relativos a sucesos o personajes históricos.

Los autores

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LA LEYENDA DE LOS VOLCANES

Las huestes del Imperio azteca regresaban de la guerra.

Pero no sonaban ni los teponaxtles ni las caracolas, ni el huéhuetl hacía


rebotar sus percusiones en las calles y en los templos. Tampoco las chirimías
esparcían su aflautado tono en el vasto valle del Anáhuac y sobre el verdiazul
espeje
espejeant
ante
e de los cinco
cinco lagos
lagos (Chalc
(Chalco,
o, Xochim
Xochimilc
ilco,
o, Texcoc
Texcoco,
o, Ecatep
Ecatepec
ec y
Tzompanco) se reflejaba un menguado ejército en derrota. El caballero águila,
el caballero tigre y el que se decía capitán coyote traían sus rodelas rotas y los
penac
enach
hos destr
estroz
oza
ados
dos y las ropa
ropass trem
tremo
oland
lando
o al vient
iento
o en jiro
jiron
nes
ensangrentados. Allá en los cúes y en las fortalezas de paso estaban apagados
los braseros y vacíos de tlecáxitl que era el sahumerio ceremonial, los enormes
pebeteros de barro con la horrible figura de Texcatlipoca el dios cojo de la
guerra. Los estandares recogidos y el consejo de los Yopica que eran los viejos
y sabios maestros del arte de la estrategia, aguardaban ansiosos la llegada de
los guerreros para oír de sus propios labios la explicación de su vergonzosa
derrota. Hacía largo tiempo que un grande y bien armando contingente de
guerreros aztecas había salido en son de conquista a las tierras del Sur, allá en
donde moraban los Ulmecas, los Xicalanca, los Zapotecas y los Vixtotis a
quienes era preciso ungir al ya enorme señorío del Anáhuac. Dos ciclos lunares
habían transcurrido y se pensaba ya en un asentamiento de conquista, sin
embargo ahora regresaban los guerreros abatidos y llenos de vergüenza.
Durante dos lunas habían luchado con denuedo, sin dar ni pedir tregua alguna,
pero a pesar de su valiente lucha y sus conocimientos de guerra aprendidos en
el Calm
Calmec
ecac
ac,, que
que era
era así
así llam
llamad
ada
a la Acad
Academ
emia
ia de la Guer
Guerra
ra,, volv
volvía
ían
n
diezmados, con las mazas rotas, las macanas desdentadas, maltrechos los
escudos aunque ensangrentados con la sangre de sus enemigos. Venía al
frente de esta hueste triste y desencantada, un guerrero azteca que a pesar de

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las desgarraduras de sus ropas y del revuelto penacho de plumas multicolores,
conservaba su gallardía, su altivez y el orgullo de su estirpe.

Ocultaban los hombres sus rostros embijados y las mujeres lloraban y corrían a
esconder a sus hijos para que no fueran testigos de aque retorno deshonroso.
Sólo una mujer no lloraba, atónita miraba con asombro al bizarro guerrero
azteca que con su talante altivo y ojo sereno quería demostrar que había
luchado y perdido en buena lid contra un abrumador número de hombres de las
razas del Sur. La mujer palideció y su rostro se tornó blanco como el lirio de los
lagos, al sentir la mirada del guerrero azteca que clavó en ella sus ojos vivaces,
oscuros. Y Xochiquétzal, que así se llamaba la mujer y que quiere decir 
hermosa flor, sintió que se marchitaba de improviso, porque aquel guerrero
azteca era su amado y le había jurado amor eterno.

Se revolvió furiosa Xichoquétzal para ver con odio profundo al tlaxcalteca que
la habí
había
a hech
hecho
o su espo
esposa
sa una
una sema
semana
na ante
antes,
s, jurá
juránd
ndol
ole
e y llená
llenánd
ndol
ola
a de
engaños diciéndole que el guerrero azteca, su dulce amado, había caído
muerto en la guerra contra los zapotecas. --¡Me has mentido, hombre vil y más
ponzoñoso que el mismo Tzompetlácatl, - que así se llama el escorpión-; me
has engañado para poder casarte conmigo. Pero yo no te amo porque siempre
lo he amado a él y él ha regresado y seguiré amándolo para simpre!

Xochiquétzal lanzó mil denuestos contra el falaz tlaxcalteca y levantando la orla


de su huipil echó a correr por la llanura, gimiendo su intensa desventura de
amor. Su grácil figura se reflejaba sobre las irisadas superficies de las aguas
del gran lago de Texcoco, cuando el guerrero azteca se volvió para mirarla. Y
la vio correr seguida del marido y pudo comprobar que ella huía despavorida.
Entonces apretó con furia el puño de la macana y separándose de las filas de
guer
guerre
rero
ross humi
humilla
llado
doss se lanz
lanzó
ó en segu
seguim
imien
iento
to de los
los dos.
dos. Poco
Pocoss paso
pasoss
separaban ya a la hermosa Xochiquétzal del marido despreciable cuando les
dio alcance el guerrero azteca. No hubo ningún intercambio de palabras porque
toda palabra y razón sobraba allí. El tlaxcalteca extrajo el venablo que ocultaba
bajo la tilma y el azteca esgrimió su macana dentada, incrustada de dientes de
  jaguar y de Coyámetl que así se llamaba al jabalí. Chocaron el amor y la
mentira.

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El venablo con erizada punta de pedernal buscaba el pecho del guerrero y el
azteca mandaba furioso golpes de macana en dirección del cráneo de quien le
había robado
robado a su amada haciendo
haciendo uso de arteras
arteras engañifas.
engañifas. Y así se fueron
fueron
yendo, alejándose del valle, cruzando en la más ruda pelea entre lagunas
donde saltaban los ajolotes y las xochócatl que son las ranitas verdes de las
orillas limosas. Mucho tiempo duró aquél duelo. El tlaxcalteca defendiendo a su
mujer y a su mentira. El azteca el amor de la mujer a quien amaba y por quien
tuvo arrestros para regresar vivo al Anáhuac.

Al fin, ya casi al atardecer, el azteca pudo herir de muerte al tlaxcalteca quien


huyó hacia su país, hacia su tierra tal vez en busca de ayuda para vengarse del
azteca. El vencedor por el amor y la verdad regresó buscando a su amada
Xochiquét
Xochiquétzal.
zal. Y la encontró tendida para siempre, muerta a la mitad del valle,
porque una mujer que amó como ella no podía vivir soportando la pena y la
vergüenza de haber sido de otro hombre, cuando en realidad amaba al dueño
de su ser y le había jurado fidelidad eterna. El guerrero azteca se arrodilló a su
lado y lloró con los ojos y con el alma. Y cortó maravillas y flores de xoxocotzin
con las cuales cubrió el cuerpo inanimado de la hermosa Xochiquétzal. Corono
sus sienes con las fragantes flores de Yoloxóchitl que es la flor del corazón y
trajo un incensario en donde quemó copal. Llegó el zenzontle también llamado
Zenzontletole, porque imita las voces de otros pajarillos y quiere decir 400
trinos, pues cuatrocientos tonos de cantos dulces lanzan esta avecilla. Por el
cielo en nubarrones cruzó Tlahuelpoch, que es el mensajero de la muerte.

Y cuenta la leyenda que en un momento dado se estremeció la tierra y el


relámpago atronó el espacio y ocurrió un cataclismo del que no hablaban las
tradiciones orales de los Tlachiques que son los viejos sabios y adivinos, ni los
tlacuilos habían inscrito en sus pasmosos códices. Todo tembló y se anubló la
tierra y cayeron piedras de fuego sobre los cinco lagos, el cielo se hizo
tenebroso y las gentes del Anáhuac se llenaron de pavura. Al amanecer 
estaban allí, donde antes era valle, dos montañas nevadas, una que tenía la
forma inconfundible de una mujer recostada sobre un túmulo de flores blancas
y otra alta y elevada adoptando la figura de un guerrero azteca arrodillado junto
a los pies nevados de una impresionante escultura de hielo.

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Las flores de las alturas que llamaban Tepexóchitl por crecer en las
l as montañas y
entre los pinares, junto con el aljófar mañanero, cubrieron de blanco sudario las
faldas de la muerta y pusieron alba blancura de nieve hermosa en sus senos y
en sus muslos y la cubrieron toda de armiño. Desde entonces, esos dos
volcanes que hoy vigilan el hermoso valle del Anáhuac, tuvieron por nombres
Iztaccihuatl que quiere decir mujer dormida y Popocatepetl, que se traduce por 
mont
montañ
aña
a que
que hume
humea,
a, ya que
que a vece
vecess suel
suele
e esca
escapa
parr humo
humo del
del inmen
inmenso
so
pebetero. En cuanto al cobarde engañador tlaxcalteca, según dice también esta
leyenda, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra y también se hizo
montaña y se cubrió de nieve y le pusieron por nombre Poyauteclat, que quiere
decir Señor Crepuscular y posteriormente Citlaltepetl o cerro de la estrella y
que desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a quienes nunca
podrá ya separar. Eran los tiempos en que se adoraba al dios Coyote y al Dios
Colibrí y en el panteón azteca las montañas eran dioses y recibían tributos de
flores y de cantos, porque de sus faldas escurre el agua que vivifica y fertiliza
los campos.

Durante muchos años y poco antes de la conquista, las doncellas muertas en


amores desdichados o por mal de amor, eran sepultadas en las faldas de
Iztaccihuatl, de Xochiquétzal, la mujer que murió de pena y de amor y que hoy
yace convertida en nívea montaña de perenne armiño.

Leyenda Prehispánica

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QUETZALCOATL

La aparici
aparición
ón en Mesoam
Mesoaméri
érica
ca y especí
específic
ficame
amente
nte en el Anáhua
Anáhuac,
c, de este
este
personaje alto, rubio, blanco, barbado y de profunda cultura ha dado margen a
la creación de varios mitos y leyendas que los antropólogos, científicos y
exploradores extranjeros han entretejido de una maraña cada vez más difícil de
desenredar. En la mitología Tlahuica, tan confusa como la Griega, se borda
una historia con respecto a Quetzalcóatl, semejante a la del nacimiento del Rey
Salomón, pues se dice en los antiguos códices que Quetzalcóatl fue hijo de una
mujer virgen llamada Chimalma y del Rey-Dios Mixtocóatl, monarca de Tollán.
Que avergonzada por haber dado a luz sin matrimonio, Chimalma puso en una
cesta al niño y lo arrojó al río. (no se sabe a cual) y que unos ancianos lo
criaron y educaron, habiendo llegado a ser un hombre sabio y culto que al
regresar a Tollán, se hizo cargo del gobierno. Por otra parte se dice que
Quet
Quetza
zalc
lcóa
óatltl fue
fue un homb
hombre
re rubi
rubio,
o, blan
blanco
co,, alto
alto,, barb
barbad
ado
o y de gran
grande
dess
conocimientos científicos, que enseñó a los pobladores de lo que hoy es
México, a labrar los metales, orfebrería, lapidaria, astrología etc. aunque jamás
se llegó a saber su nacionalidad y su procedencia. Cuéntase que habiendo
bebido el suave neutle (pulque) se emborrachó y cometió actos bochornosos
después de lo cual decidió marcharse para siempre tomando el rumbo del
Golfo de México o Mar de las Turquesas. En un suicidio ceremonial al cual le
acompa
acompañab
ñaban
an cuatro
cuatro manceb
mancebos
os sus discíp
discípulo
ulos,
s, se hundio
hundio para
para siempr
siempre,
e,
renacienco como la estrella de la Mañana y posteriormente adoptando el
nombre de Quetzalcóatl, que quiere decir serpiente emplumada o serpiente de
plumaje hermoso. Los Mayas adoptaron a Quetzalcóatl como deidad pues
hasta allá llevó sus conocimentos y su cultura pasmosa, colocándole el nombre
de Kukulcan, que quiere decir lo mismo, serpiente emplumada o Votán ( que
debe haber sido su nombre real) y recibieron de él las más sabias enseñanzas
tanto religiosas como políticas y artísticas. Se dice que los Toltecas, Nahoas y
Mayas lo deificaron y colocaron su símbolo en todos los palacios, monumentos
y templos de la zona Maya y Mesoamérica en donde aún puede verse, en

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recuerdo y veneración de este sabio, que según la tradición mayense, subió al
panteón y se convirtió en la estrella Venus, que también es así identificado por 
los fantasiosos arqueólogos.

Ahora bien, cuando las huestes hispanas llegaron a las tierras veracruzanas al
mando del capitán extremeño Hernán Cortés, y según nos cuentan en sus muy
sabros
sabrosas
as crónic
crónicas
as Berna
Bernall Díaz
Díaz del Castill
Castillo,
o, se encont
encontrar
raron
on con una gran
gran
sorpresa que en esos días de codicias y rapiña desmedidas no le dieron la
importancia que tenía y hoy aún, debe tener. Relata el soldado cronista que
llega
llegado
doss a las cost
costas
as de lo que
que serí
sería
a La Nuev
Nueva
a Espa
España
ña,, el Empe
Empera
rado
dor 

Moctezuma envió unos tendiles llevando regalos, oro y joyas y muchos ricos
presentes que lejos de hacer que Cortés volviera proa a la mar, lo tentó en
ambiciones. Uno de estos tendiles al ver que uno de los soldados de Cortés
tenía un casco de latón que brillaba al sol, pidió verlo, diciendo que hacía
muchos, muchos años, habia llegado a la Gran Tenochitlán un hombre rubio,
barbado y blanco, portando un casco semejante; que al marcharse se l os había
regalado y los sacerdotes lo colocaron en la cabeza del ídolo representativo del
Dios Huitzilopochtli. Pidió que se le prestara el casco para cotejarlo con el que
tenía puesto su Dios. Y resultó que el casco dorado que tenía el Dios, era igual
al del soldado hispano, sólo que tenia en ambos lados unos cornezuelos al
estilo de los cascos vikingos. Aquél tendil no solamente llevó ante Hernán
Cortés el dicho casco dorado, sino también a un hombre blanco, alto, barbado,
rubio que se parecía mucho al conquistador, diciendo que su nombre era
Qui
Quintal
ntalbo
bor,
r, que
que de ning
inguna
una man
manera es nombr
ombre
e mex
mexican
icano
o, may
maya o
correspondiente a ninguno de los idiomas, que se hablaban en el Nuevo
Mundo. Pero en lugar de examinar detenidamente el casco y si lo hicieron no
fue consignada en ninguna de las cartas de relación, tomaron a chunga y relajo
la presencia de aquel hombre barbado, rubio y blanco idéntico a don Hernán
Cortés, al grado de parecer su hijo o su gemelo y desde ese momento lo llamó
Don Cortés. Al llegar los conquistadores a la fabulosa Ciudad de Tenochtitlán,
sacerdotes y principales hablaban de un hombre rubio y barbado semejante a
ellos, que hacía muchos años había estado entre ellos y les había predicho que
un día
día lleg
llegar
aría
ían
n al país
país homb
hombres
res barb
barbad
ados
os y con
con arma
armass pode
podero
rosa
sass para
para
esclavizar al señorío. Moctezuma, que según nos cuenta la historia era un

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monarca medroso, pusilánime, creyó que con la llegada de Hernán Cortés y su
puñado de rapaces se cumplía la profecía y casi dejó en manos del puñado de
horca hispano, el destino de sus reino, de su imperio. Ahora bien, es de
supo
supone
ners
rse
e que
que Quet
Quetza
zalc
lcoa
oatltl no fue
fue aque
aquell mist
mister
erios
ioso
o homb
hombre
re barb
barbad
ado,
o,
posiblemente nórdico, que dejó como recuerdo su casco de vikingo, ya que en
ese entonces la Europa no poseía la cultura y los conocimientos numéricos y
calendáricos que poseían los mayas y el mito y la leyenda se entretejen en una
urdimbre impenetrable, se confunden debido a los estudios antropológicos y
arqueológicos hechos en una mayoría por extranjeros. Tal vez Tollán si tuvo un
gobernante sabio y bueno al que llamaron Quetzalcoatl, hijo de Chimalma y el
Rey-
Rey-Di
Dios
os Mixc
Mixcoa
oatltl,, pero
pero tamb
tambié
ién
n es muy
muy posi
posibl
ble
e que
que los
los sace
sacerd
rdot
otes
es y
astrónomos de entonces, al observar los cielos en la forma en que lo hacían,
hayan descubierto que el mundo, su mundo, formaba parte de la Vía Láctea, de
esta enorme galaxia que hoy conocemos y de la cual formamos parte y a la
cual daban por nombre Ixtacmixcoatl que quiere decir "Serpiente salpicada de
piedras preciosas o luceros", serpiente incrustada de diamantes. Y después de
sus
sus obse
observ
rvac
acio
ione
ness le haya
hayan
n pues
puesto
to Quet
Quetza
zalc
lcoa
oatl,
tl, serp
serpie
ient
nte
e de plum
plumas
as
hermosas y extendido su culto a los habitantes de Mesoamérica. De allí que en
los portentosos edificios de esa antigüedad se hayan esculpido esos símbolos
y reverenciado como deidad, pues a ningún hombre por sabio que haya sido,
se le dio jamás el rango de Dios. Por último y finalizando así la leyenda y el
mito, al relato, y a las elucubraciones, es preciso asentar que según algunos
arqueólogos, jamás existió la serpiente emplumada, que sería absurdo una
mezcla o yuxtaposición con fines religiosos, de una ave preciosa y un reptil. Lo
que ocurrió y a esto puede y debe darse el mayor crédito, es que los hombres
de aquella civilización tan avanzada, en su sublimación artística, esculpieron
una
una serp
serpie
ient
nte
e con
con pena
penach
cho,
o, con
con garra
garrass de jagu
jaguar
ar y crea
crearo
ron
n una
una figur
figura
a
monstruosa y bella a la vez, como el mítico dragón de los chinos en el cual
quieren enredar al misterioso y barbaro rubio peregrino, que por lo menos, ya
que su cultura debió haber sido casi completa, pudo haber dejado escrito su
nombre y el de su país en alguno de los muros, frescos o bajorrelieves de
temp
templo
loss y pala
palaci
cios
os.. Así
Así volv
volvem
emos
os a lo mism
mismo.
o. Quet
Quetza
zalc
lcoa
oatltl homb
hombre
re,,
Quet
Quetza
zaltltco
coal
altt Dios
Dios,, amal
amalga
gama
ma absu
absurd
rda
a de las
las gene
genera
raci
cion
ones
es actu
actual
ales
es..

10
Incomprensión de lo misterioso de aquellos pueblos que han dado margen a
una de las leyendas más difundidas en América y en el mundo.

Leyenda Prehispánica

LA ESQUINA DEL PERRO

Don Tristán de Villanueva era un herejo redomado. Descendiente de una


familia de marranos que vino a la Nueva España en el siglo XVl, había
conservado de sus antepasados el desprecio por la religión, especialmente por 
la católica y se preciaba de ateo y libre pensador.

Don Tristán habitaba en su quinta Campeche Extramuros, en unión de su


esposa Eugenia y su hija Ofelia, de 3 años de edad, único fruto de su
matrimonio. Era tal fobia que alimentaba Villanueva contra la iglesia que, a
pesar de la piedad de su mujer, se había negado a permitir que la pequeña
recibiera las aguas del bautismo.
Ofelia, no obstante sus tres años, era una chica precoz, lo que complacía a sus
padres y a todos aquellos que la trataban. La inteligencia de la niña se
manifestaba en los vínculos que, en razón de su corta edad había establecido
con Marqués, un perrazo de aspecto feroz con el que ella dialogaba seriamente
acerca d elos problemas de su mundo.
En cierta ocasió, cuando ya avanzada la noche, dormían los moradores de la
quinta, los esposos fueron despertados por los furiosos ladridos de Marqués,
Don Tristán, teminedo que algún malhechor hubiese entrado en el predio, salió
armado en busca del bandido; pero sólo descubrió al perro, que, ya menos
enardecido, ladraba hacia una figura en forma de cuadrúpedo que se perdio en
el monte aledaño, y de lo cual dedujo el hombre que el escándola lo había
causado la prescencia de otro perro.
Pero una de aquellas noches ocurrió algo increíble.
Había transcurrido parte de la noche cuando Don Tristán, gracias a ese sentido
misterioso que actúa en el individuo en casos de peligro mortal, se incorporó de
su lecho
lecho.. Al mome
moment
nto
o empe
empezó
zó a escu
escuch
char
ar los
los ladr
ladrid
idos
os de Marq
Marqué
ués.
s. Sin
Sin
embargo, ahora creyó oir, además de los aullidos del animal, rugidos emitidos

11
por laguna fiera. Y, cuadno fue capaz de coordinar sus ideas, Villanueva se dio
cuenta de que tanto los ladridos como los rugidos resonaban en el interior de la
mansión, y que provenían de la habitación de Ofelia.

El cuadro que vieron los padres de la niña era para helar la sangre en las
venas. En medio de la pieza, Marués atacaba a dentelladas a una bestia
monstruosa, de figura indescriptible, cuyos ojos llenos de maldad brillaban
como carbones encendidos. El espantoso ente chorreaba sangre de producida
por las mordeduras que el perro le infería; y aunque a cada ataque Marués
recibía una fuerte manotada que le estrellaba contra el suelo y los muros del
cuarto, poseído de un vigor sobrenatural no cesaba de amargar el maligno
engendro con renovada furia.
La enloquecida mujer sólo acertó al exclamar: ¡Dios mío!, y se desvaneció.
Las palabras pronunciadas por Eugenia tuvieron un efecto mágico. Al oírlas, la
bestia, a la que continuaba acosando el perrazo, retrocedió, en su horrible
rostro reflejóse un miedo cerval, y huyó del lugar.
Huel
Huelga
ga añad
añadir
ir que,
que, pasa
pasado
doss los
los acon
aconte
teci
cimi
mien
ento
tos,
s, Don
Don Tris
Tristá
tán
n camb
cambió

radicalmente su comportamiento y su postura recalcitrante y atea.
Solo
Solo hubo
ubo que lam
lamenta
entarr la muer
muerte
te del
del valer
aleros
oso
o perro,
rro, que no pudo
pudo
sobreponerse a las consecuencias de las heridas que asimiló en el combate
sostenido con el mostruo. Y Don Tristán, para perpetuar la memoria del
defensor de su hija, mandó a construir sobre la azotea de su residencia la efige
en la piedra de Marqués en actitud vigilante; y es la misma que se admira en el
tejado de la casa que ocupa el sitio hoy conocido com la Esquina del Perro.
La figura vigilante del can que se menciona en esta leyenda y que fuese
construída en una de las esquinas de la casa, fue destruída. En realidad de la
casa poseía tres efigies: una con la figura de un perro en actitud vigilante, otra
parada en "cuatro patas" y otra más, en actitud dócil mirando hacia el frente.
Esta última fue llevada a la ciudad de Mérida, como un recuerdo, por Don
Víctor Manuel Moreno Aguilar, pariente de la antigua dueña de la Casa.

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Leyenda Regional 

LA JOVEN DE LOS DOS PANTEONES

Cuentan que eran los años en que la economía de Cd. del Carmen dependía
en gran parte de la pesca del camarón gigante… lo que motivo a mucha gente
cambiar su residencia en busca de una mejor condición económica.
En aquellos años el grupo de agremiados del sindicato de taxistas de la ciudad,
la cual se encontraba en la fase de crecimiento, veían con agrado el negocio
resultante de prestar este servicio, el cual fue condicionado a horarios sin
restricciones, además de la fama de casanovas que adquirían en consecuencia
de la conducta que adoptaban de servir a las damas de la noche, así como al
público en general.

Una noche uno de ellos paso por el parque que lleva el nombre de ultimo
paseo y que se encuentra justo enfrente del panteón que lleva el mismo
nombre ubicados sobre la calle 47 que en esa parte además lleva el nombre de
Páez Urquidi, deteniendo justo frente a la entrada a solicitud de una muy bella
 joven de algunos 23 o 25 años, quien a decir del mismo taxista, su belleza se
asomaba mas allá de lo normal, además de apreciarse un semblante sombrío y
frío…

Al subirse la chica le pidió que la llevara al que en esa época le llamaban el


panteón nuevo. Acto seguido el taxista quiso entablar platica con la joven quien
solo se concretaba a responder con “si” o “no”.

Dado el momento la chica le indico que si podía dar la vuelta y bajarla justo
frente a la entrada del panteón, a lo que el respondió que no se sintiera
incomoda pero que a el le parecía que ese lugar era bastante oscuro, además
de que ya casi era media noche, que le indicara exactamente a donde la debía

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dejar y ella respondió que era ahí donde se quedaría, la chica antes de bajarse
busco entre sus cosas y le dijo que le daba mucha pena, pero que no tenía
dinero para pagarle la cuota de la dejada, en ese momento el taxista como era
de esperarse, quiso replicar por semejante actitud de la chica, se volteo para
comenzar su reclamo y lo envolvió un escalofrió cuando al voltear, ella ya no
estaba en el auto, se encontraba afuera del mismo parada junto a la puerta del
lado derecho del conductor, mientras la escuchaba darle indicaciones de una
dirección donde podría cobrar el importe de la cuota.

El taxista asintió con la cabeza sin poder articular palabra, se dio la vuelta y
armándose de valor se dirigió a la dirección que le había indicado la joven.
Al llegar se tuvo que bajar y con un poco de recelo toco la puerta, le abrió una
Señora.
Señora. de edad avanzad
avanzada
a y quien le preguntó
preguntó que deseaba,
deseaba, el taxista
taxista un
poco indeciso le dijo que le daba mucha pena lo que le diría, pero que una
 joven le había pedido llevarla a las puertas del panteón nuevo y que le había
dado esa dirección para que cobrara la cuota ya que no traía dinero, además
de este comentario el quiso asegurarse que la Sra. conociera a la joven y se la
describió lo mejor que pudo, la Señora se disculpo y le dijo al taxista que le
daba mucha pena pero que no la tomara a mal, que por la descripción era su
hija pero que hacia exactamen
exactamente
te un año que había muerto,
muerto, que incluso
incluso por la
tarde habían ido a dejarle
dejarle unas veladoras al panteón
panteón nuevo y que por falta de
dinero no pudo hacer los rezos que normalmente los católicos le hacen a sus
difuntos.

El taxista
taxista volvió a sentir
sentir el escalofrió
escalofrió y de igual modo
modo le pidió disculpas
disculpas a la
Señora.
al otro día, luego de haberle contado a su esposa lo ocurrido, le pidió que lo
acompañara para visitar a la Señora que le había atendido, al llegar a la
dirección se percataron que ahí no había mas que un terreno lleno de maleza y
casi baldío de no ser por una choza de pedazos de lámina de cartón y maderas
casi al fondo del terreno, esto consternó al taxista y trato de convencer a sus
esposa, optando por preguntar a los vecinos quienes les dijeron que la Señora,
luego de la muerte de su hija se fue a su tierra
ti erra encargándoles su casita.

14
En la actualidad esta leyenda casi se ha olvidado por las nuevas generaciones
y aun hay muchos que
que no la consideran una leyenda
leyenda si no un hecho real y del
que creen que es mejor no hablar.

Leyenda Local 

LA LLORONA

Dicen que en las noches se escuchaba su lamento. Que principalmente cuando


había luna, y apenas las campanas de la catedral habían dado la queda, la
quietud nocturna se rompía con largos y doloridos gritos de tristeza. Eran
sonidos de ultratumba, tan agudos que se escuchaban a la vez lejanos, a la
vez cercanos, como si aquella mujer les estuviera llorando al oído. Entonces la
piel se llenaba de miedo y el corazón latía con rapidez. Nadie se atrevía a salir;
todos cerraban sus puertas y ventanas mientras rezaban Padres Nuestros y se
invocaba el nombre de Dios para tratar de alejar a los espíritus malos.

Era el siglo XVI, consumada ya la conquista de México. Los vecinos de la


ciudad de México despertaban a media noche, llenos de temor, a causa de un
dolor muy hondo que recorría las calles; un dolor que llegaba transformado en
gritos de remordimiento. Era una mujer, quizá un fantasma, o un ánima en
pena atormentada por los siglos de los siglos, cuyo castigo era no encontrar 
descanso.

Los más valientes se asomaban por los resquicios de las ventanas; algunos se
animaron a salir, a mirar de lejos y ser testigos de aquella aparición que vagaba
por callejuelas, por plazas y por callejones, y que se dirigía hasta la catedral.
Allí, se hincaba lentamente, mientras su vestido blanco y su velo blanquísimo la
cubrían completamente. Ella parecía rezar, pedir perdón por algo que traía
clavado en lo más profundo de su pecho, y entonces gritaba nuevamente.
Mirado hacia el terreno consagrado, lanzaba su grito atormentado que llenaba
el aire y el terror de todos.

¡Ay, mis hijos...!

15
Ése era su grito, su dolor intenso que debía exclamar todas las noches, como
si fuera una penitencia impuesta por Dios o por el diablo.

Nadie sabía quién era esa mujer, pero todos la llamaban La Llorona.

Esta leyenda se remonta siglos atrás. En un principio, se aseguraba que su


pena se debía a una traición; a asuntos inconclusos que había dejado en vida,
por eso debía recorrer todas las noches las largas y oscuras calles de la capital
mexicana: caminar despacio, trabajosamente, como si arrastrara un costal lleno
de culpas, o como si sus pies estuvieran amarrados con cadenas, pesadas y
punzantes, hechas con el metal de sus pecados.

Su condena sería no encontrar jamás el descanso eterno; ése que se destina a


los justos y a los santos. En su lugar, tendría que pasear sus culpas, gritar el
motivo de su suerte para que todos se enteraran. Por eso hincaba sus rodillas
frente a la catedral; por eso lloraba con esa pena amarga y sin consuelo; por 
eso se dirigía hacia el gran lago y allí desaparecía. Ésa era su penitencia...
aunque nadie sabía el motivo de aquella sentencia.

En realidad, la tradición de La Llorona se remonta a tiempos prehispánicos.


Según narran Sahagún y Muñoz Camargo, en relatos recogidos de boca de los
propios indios, diez años antes de la llegada de Cortés, sucedieron ocho
presagios que anunciaron la destrucción del gran imperio. Los dos últimos
fueron comunicados a Moctezuma, quien se llenó de terror y supo que su fin
estaba cerca.

Tales presagios o señales se trataron de una columna de fuego ardiente que


comenzaba en la tierra y se alargaba hasta el cielo, sin que nadie lograra ver 
dónde acababa. Esta visión, que aparecía al mediodía y terminaba al alba, duró
un año entero, tiempo en el que los mexicas hicieron actos de penitencia y
gritaron angustiosamente.

El segundo presagio fue el incendio del templo de Huitzilopochtli, su dios de la


guerra, el cual, sin aviso alguno, comenzó a arder con llamas tan intensas, que
los esfuerzos por apagarlas fueron infructuosos: quedó convertido en cenizas.

16
El tercero se trató de la caída de un contundente rayo sobre el templo de
Tzonmolco, consagrado a Xiuhtecutli. Era un día claro, sin nubes en el cielo, y
no existió otro relámpago. Pero el templo quedó destruido.

El siguiente presagio fue una oleada de cometas, cuyas caudas eran tan largas
y tan delgadas, que no se lograba ver el final. El quinto fue una gran tempestad
en el lago, cuyos efectos ocasionaron inundaciones desastrosas. Sin embargo,
ni un solo viento, ni pequeño ni grande, anunció la catástrofe.

El séptimo presagio consistió en la captura de un ave parecida a una grulla,


con plumaje gris. Lo que la hacía particular era que sobre su cabeza se
levantaba una diadema similar a un espejo, en el que Moctezuma observó las
estrellas. En una segunda mirada, encontró a hombres extraños, levantados y
listos para la guerra, que eran acompañados por animales desconocidos.

La seña
señall núme
número
ro ocho
ocho fue
fue la apar
aparic
ició
ión
n de fenó
fenóme
meno
noss inqu
inquie
ieta
tant
ntes
es:: dos
dos
hombres unidos en un solo cuerpo; o bien, hombres con dos cabezas. Estas
visiones fueron frecuentes, pero apenas eran llevadas ante el gran Moctezuma,
desaparecían frente a los ojos llenos de temor de la corte imperial.

Pero
Pero quizá
quizá el presag
presagio
io más angustio
angustioso
so y descon
desconcer
certan
tante,
te, y el único
único que
sobrevivió a la llegada de los españoles, fue la señal número seis.

Se trató de la voz de una mujer. Una presencia fantasmal que durante las
noches paseaba su dolor por las calles de la gran capital azteca. Su lamento
era penetrante, y su grito inconfundible. Entre lágrimas, sollozos y suspiros,
atravesaba el silencio con su honda plegaria: “¡Oh, hijos míos! ¡Nuestra pérdida
es total y segura!”; “¡Hijos míos! ¿A dónde podría llevaros y ocultaros?”.

Del mismo modo, el mismo Sahagún refiere la historia de la diosa Cihuacoatl,


la cual “aparecía muchas veces como una señora compuesta con unos atavíos
como se usaban en Palacio: decían también que de noche voceaba y bramaba
en el aire... Los atavíos con que esta mujer aparecía eran blancos, y los
cabellos los tocaba de manera, que tenía como unos cornezuelos cruzados en
la frente”.

17
Una vez que la conquista fue consumada, esta leyenda se convirtió en parte
del folclo
folclor.
r. Era tiempo
tiempo de supers
superstic
ticion
iones,
es, de aparic
aparicion
iones
es de fantas
fantasmas
mas y
demonios, de castigos emitidos por la Santa Inquisición, y del surgimiento de
una religión católica que mezclaba los ritos y creencias infundidos por los
misioneros españoles, con la profunda religiosidad de los nativos. Era una
época oscura, como oscuras fueron sus leyendas.

Rápidamente, nacieron diversas versiones sobre la identidad de esta mujer 


errante que arrastraba su dolor.

Algunos dijeron que era el alma de una madre que había asesinado a sus hijos;
que los había sumergido en el lago hasta arrancarles los últimos respiros. Por 
ello,
llo, su casti
astigo
go era
era pasar
asar la eter
etern
nidad
idad lan
lanzan
zando grit
gritos
os de pér
pérdid
dida y
arrepentimiento.

Otros más aseguraban que tal espectro no era nadie más sino Doña Marina, es
decir, la Malinche: condenada a vagar sobre la tierra para pagar el pecado de
haber traicionado a su propia raza.
r aza.

Según diferentes, versiones, era una joven enamorada que había muerto en
vísperas de su matrimonio, y le traía a su esposo la corona de rosas blancas
que jamás logró ceñirse. También afirmaban que era la viuda muerta que venía
a llorar el destino de sus hijos. O bien, la fiel esposa, cuya muerte la había
sorprendido en ausencia de su marido; su urgencia era depositar sobre los
labios de su esposo un último beso de amor. Un beso de adiós, y también de
tormento.

Finalmente, se rumoraba que el espectro de largas y blancas vestiduras era


una mujer desgraciada, asesinada por su marido celoso; ella regresaba todas
las noches a lamentar su suerte y a gritar su inocencia.

Esta tradición ha llegado hasta nuestros días. En todos los lugares del país, en
todos los pueblos y caseríos; en barrancas y montes y desiertos, La Llorona
extiende su manto de temor, su grito de angustia, llora sus penas.

18
Gente de los lugares más variados asegura haberla escuchado. Dicen que
cuando se acerca, la luna brilla más, como si quisiera alumbrar su camino:
iluminar sus pasos muertos. Entonces, los perros ladran, el viento arrastra
murmullos, y la piel se eriza. El corazón comienza a latir de prisa sin ninguna
razón, y en el aire se percibe la angustia. De pronto, la noche se acorta,
empujada por todos los miedos, y por fin se escucha su grito. Un grito largo,
apagado y vivo como si la mujer estuviera siendo torturada sin fin: ¡Ay, mis
hijos...!

La Llorona no envejece. Su historia y su mito siguen vivos en todos los


mexicanos. Se trata de una de las leyendas más ricas y antiguas. Parte de un
folc
folclor
lor mexi
mexica
cano
no que
que se nutr
nutre
e de apar
aparec
ecid
idos
os,, de pueb
pueblo
loss fant
fantas
asma
mas,
s, de
monedas de oro enterradas y resguardas por almas en pena; de curanderos
que se convierten en animales salvajes.

La leyenda de la mujer de blanco que vaga por las calles gritando su dolor es
una historia viva, rica en versiones, que se acrecienta por todas las bocas, por 
multitud de recuerdos. Es una tradición que seguiremos oyendo en alguna
noche, cuando menos lo esperemos; cuando la luna esté llena y el alma
apretada.

Leyenda urbana

19
La Mulata de Córdova

Cuenta la tradición, que hace más de dos siglos y en la poética ciudad


de Córdoba, vivió una célebre mujer, una joven que nunca envejecía a
pesa
pesarr de sus
sus años
años.. Nadi
Nadie
e sabí
sabía
a hija
hija de quié
quién
n era,
era, pero
pero todo
todos
s la
llamaban la Mulata.

En el sentir de la mayoría, la Mulata era una bruja, una hechicera que


había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches,
pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa
habían
habían visto que por
por las rendijas
rendijas de las ventanas
ventanas y de las puerta
puertas
s
salí
salía
a una
una luz
luz sini
sinies
estr
tra,
a, como
como si por
por dent
dentro
ro un pode
podero
roso
so ince
incend
ndio
io
devorara aquella habitación.

Otros decían que la habían visto volar por los tejados en forma de
mujer;
mujer; pero
pero despi
despidie
diendo
ndo por sus negros
negros ojos
ojos mirada
miradas
s satáni
satánicas
cas y
sonr
sonrie
iend
ndo
o diabó
iabóli
lica
came
ment
nte
e con
con sus lab
labios
ios rojo
rojos
s y sus
sus dien
dienttes
blanquísimos.

De ella se referían prodigios.

Cuan
Cuando
do apar
aparec
eció
ió en la ciud
ciudad
ad,, los
los jóv
jóvenes
enes,, pren
prend
dado
ados de su
hermosura, disputabanse la conquista de su corazón.

Pero a nadie correspondía, a todos desdeñaba, y de ahí nació la


creencia de que el único dueño de sus encantos, era el señor de las
tinieblas.

Empero,
Empero, aquella
aquella mujer siempre joven,
joven, frecuentab
frecuentaba
a los sacramento
sacramentos,
s,
asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su auxilio

20
la tenía a su lado, en el umbral de la choza del pobre, lo mismo que
 junto al lecho del moribundo.

Se decía que en todas partes estaba, en distintos puntos y a la misma


hora; y llegó a saberse que un día se la vio a un tiempo en Córdoba y
en México; "tenía el don de ubicuidad" - dice un escritor - y lo más
común era encontrarla en una caverna. "Pero éste - añade - la visitó
en una accesoria; aquél la vio en una de esas casucas horrorosas que
tan mala fama tienen en los barrios más inmundos de las ciudades, y
otro la conoció en un modesto cuarto de vecindad, sencillamente
vestida, con aire vulgar, maneras desembarazadas, y sin revelar el
mágico poder de que estaba dotada."

La hech
hechiz
izer
era
a serv
servía
ía tamb
tambié
ién
n como
como abog
abogad
ada
a de impo
imposi
sibl
bles
es.. Las
Las
muchachas
muchachas sin novio,
novio, las jamonas pasaditas,
pasaditas, que iban perdiendo
perdiendo la
esperanza de hallar marido, los empleados cesantes, las damas que
ambi
ambici
cion
onab
aban
an comp
compet
etir
ir en túni
túnica
cas
s y joya
joyas
s con
con la Virr
Virrei
eina
na,, los
los
militares retirados, los médicos jóvenes sin fortuna, todos acudían a
ella, todos invocaban en sus cuitas, y a todos los dejaba contentos,
hartos y satisfechos.

Por eso todavía hoy, cuando se solicita de alguien una cosa difícil,
casi
casi irre
irreal
aliz
izab
able
le,, es cost
costum
umbr
bre
e excl
exclam
amar:
ar: -¡No
-¡No soy
soy la Mulat
Mulata
a de
Córdoba!

La fama de aquella mujer era grande, inmensa. Por todas partes se


hablaba de ella y en diferentes lugares de Nueva España su nombre
era repetido de boca en boca.

"Era en suma -dice el mismo escritor- una Circe, una Medea, una
Pitonisa, una Sibila, una bruja, un ser extraordinario a quien nada
había oculto, a quien todo obedecía y cuyo poder alcanzaba hasta
trastornar las leyes de la naturaleza... Era, en fin, una mujer a quien
hubiera colocado la antigüedad entre sus diosas, o a lo menos entre
sus
sus más
más vene
venerad
radas
as sace
sacerd
rdot
otis
isas
as;; era un médi
médium
um,, y de los
los más
más

21
privilegiados, de los más favorecidos que disfrutó la escuela espirita
de aquella época!...¡Lástima grande que no viviera en la nuestra! ¡De
qué portentos no fuéramos testigos! ¡Qué revelaciones no haría en su
tiempo! ¡Cuántas evocaciones, cuántos espíritus no vendrían sumisos
a su voz! ¡Cuántos incrédulos dejarían de serlo!"

¿Qué tiempo duró la fama de aquella mujer, verdadero prodigio de su


época y admiración de los futuros siglos? Nadie lo sabe.

Lo que sí se asegura es que un día la ciudad de México supo que


desde la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del
Santo Oficio.

Noticia tan estupenda, escapada Dios sabe cómo de l os


impe
impene
netr
trab
able
les
s secr
secret
etos
os de la Inqu
Inquis
isic
ició
ión,
n, fue
fue caus
causa
a de aten
atenci
ción
ón
profunda en todas las clases de la sociedad, y entre los platicones de
las tiendas del Parián se habló mucho de aquel suceso y hasta hubo
un atrevido que sostuvo que la Mulata, no era hechicera, ni bruja, ni
cosa parecida, y que el haber caído en garras del Santo Tribunal, lo
debía a una inmensa fortuna, consistente en diez grandes barriles de
barro, llenos de polvo de oro. Otro de los tertulianos aseguró que
además de esto se hallaba de por medio un amante desairado, que
ciego de despecho, denunció en Córdoba a la Mulata, porque ésta no
había correspondido a sus amores.

Pasaron los años, las hablillas se olvidaron, hasta que otro día de
nuevo supo la ciudad, con asombro, que en el próximo auto de fe que
se preparaba, la hechicera, saldría con coroza y vela verde. Pero el
asombro creció de punto cuando pasados algunos días se dijo que el
pája
pájaro
ro habí
había
a volad
volado
o hast
hasta
a Mani
Manila
la,, burl
burlan
ando
do la vigi
vigila
lanc
ncia
ia de sus
sus
carceleros...más bien dicho, saliéndose delante de uno de ellos.

¿Cómo
¿Cómo había
había suced
sucedió
ió esto?
esto? ¿Qué
¿Qué poder
poder tenía
tenía aquell
aquella
a mujer,
mujer, para
para
dejar así con un palmo de narices, a los muy respetables señores
inquisidores?

22
  Tod
Todos
os lo igno
ignora
raba
ban.
n. Las
Las más
más extr
extrañ
añas
as y absu
absurd
rdas
as expl
explic
icac
acio
ione
nes
s
circularon por la ciudad. hubo quién afirmaba, haciendo la señal de la
cruz, que todo era obra del mismo diablo, que de incógnito se había
introducido a las cárceles secretas para salvar a la Mulata. Quién
recordaba aquello de que dádivas quebrantan... rejas; y hubo algún
malicioso que dijese que todo lo vence el amor... y que los del Santo
Oficio, como mortales eran también de carne y hueso.

He aquí la verdad de los hechos.

Una vez, el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la hechicera,


y quedándose verdaderamente maravillado al contemplar en una de
las paredes, un navío dibujado con carbón por la Mulata, la cual le
preguntó con tono irónico:

-¿Qu
-¿Que
e le falta
alta a ese
ese navío
avío?
? -Des
-Desg
graci
raciad
ada
a mujer
ujer-- cont
contes
estó
tó el
interrogado, si quisieras salvar tu alma de las horribles penas del
infi
infier
erno
no,, no esta
estaría
rías
s aquí
aquí,, y ahor
ahorra
rarí
rías
as al Sant
Santo
o Ofici
Oficio
o el que
que te
 juzgase! ¡A este barco únicamente le falta que ande! ¡Es perfecto! -
Pues
Pues si vues
vuestr
tra
a merc
merced
ed lo quie
quiere
re,, si en ello
ello se empe
empeña
ña,, anda
andará
rá,,
andará y muy lejos... - ¡Cómo! ¿A ver? - Así - dijo la Mulata. Y ligera
saltó al navío, y éste, lento al principio, y después rápido y a toda
vela, desapareció con la hermosa mujer por uno de los rincones del
calabozo.

El carcelero, mudo, inmóvil, con los ojos salidos de sus órbitas, con el
cabello de punta, y con la boca abierta, vio aquello sorprendido. ¿Y
después? Hable un poeta:

Cuenta la tradición, que algunos años

Después de estos sucesos, hubo un hombre,

En la casa de locos detenido,

 Y que hablaba de un barco que una noche

23
Bajo el suelo de México cruzaba

Llevando una mujer de altivo porte,

Era el inquisidor; de la Mulata

Nada volvió a saber, mas se supone

Que en poder del demonio está gimiendo.

¡Déjenla entre las llamas los lectores!

Leyenda urbana

La Xtabay

Vivían en un pueblo dos mujeres; a una la apodaban los vecinos la XKEBAN,


que es como decir la pecadora, y a la otra la llamaba la UTZ-COLEL, que es
como decir mujer buena.

La XKEBAN era muy bella, pero se daba continuamente al pecado de amor.


Por esto, las gentes honradas del lugar la despreciaban y huían de ella como la
de cosa hedionda.

En más de una ocasión se había pretendido lanzarla del pueblo, aunque al fin
de cuentas prefirieron tenerla a mano para despreciarla. La UTZ-COLEL, era
virtuosa, recta y austera además de bella. Jamás había cometido un desliz de
amor y gozaba del aprecio de todo el vecindario. No obstante sus pecados, la

24
XKEBAN era muy compasiva y socorría a los mendigos que llegaban a ella en
demanda de auxilio, curaba a los enfermos abandonados, amparaba a los
animales; era humilde de corazón y sufría resignadamente las injurias de la
gente. Aunque virtuosa de cuerpo, la UTZ-COLEL era r ígida y dura de carácter:
Desdeñaba a los humildes por considerarlos inferiores a ella y no curaba a los
enfermos por repugnancia.

Recta era su vida como un palo enhiesto, pero sufrió su corazón como la piel
de la serpiente. Un día ocurrió que los vecinos no vieron salir de su casa a la
XKEBAN, pasó otro día, y lo mismo; y otro, y otro. Pensaron que la XKEBAN
había muerto, abandonad
abandonada;
a; solamente
solamente sus animales
animales cuidaban
cuidaban su cadáver,
cadáver,
lamiéndole las manos y ahuyentándole las moscas. El perfume que aromaba a
todo el pueblo se desprendía de su cuerpo. Cuando la noticia llegó a oídos de
la UTZ-COLEL, ésta rió despectivamente.

Es imposible que el cadáver de una gran pecadora pueda desprender perfume


alguno exclamó.

Más
Más bien
bien heda
hedará
rá a carne
arne podr
podrid
ida.
a. PERO
PERO era
era muje
mujerr curi
curios
osa
a y quis
quiso
o
convencerse por sí misma. Fué al lugar, y al sentir el perfumado aroma dijo,
con sorna: Cosa del demonio debe ser, para embaucar a los hombres, y
añadió: Si el cadáver de esta mujer mala huele tan aromáticamente, mi cadáver 
olerá mejor. Al entierro de la XKEBAN solo fueron los humildes a quienes había
socorrido, los enfermos a los que había curado; pero por donde cruzó el cortejo
se fue dilatando el perfume, y al día siguiente la tumba amaneció cubierta de
flores silvestres.

Poc
Poco tiem
tiempo
po desp
despué
uéss fall
fallec
eció
ió la UTZ-
UTZ-CO
COLE
LEL,
L, habí
había
a muer
muerto
to virg
virgen
en y
seguramente el cielo se abriría inmediatamente para su alma.

Pero ¡OH SORPRESA! contra lo que ella misma y todos habían esperado, su
cadáver empezó a desprender un hedor insoportable, como de carne podrida.

El vecindario lo atribuyó a malas artes del demonio y acudió en gran número a


su entierro llevando ramos de flores para adornar su tumba: Flores que al
amanecer desaparecieron por "malas artes del demonio", volvieron a decir.

25
Siguió pasando el tiempo, y es sabido que después de muerta la XKEBAN se
convirtió en una florecilla dulce, sencilla y olorosa llamada XTABENTUN. El
 jugo de esa florecilla embriaga dulcemente tal como embriagó en vida el amor 
de la XKEBAN.

En cambio, la UTZ-COLEL se convirtió después de muerta en la flor de


TZACAM, que es un cactus erizado de espinas del que brota una flor, hermosa
pero sin perfume alguno, antes bien, huele en forma desagradable y al tocarla
es fácil punzarse. Convertida la falsa mujer en la flor del TZACAM se dió a
reflexionar, envidiosa, en el extremo caso de la XKEBAN, hasta llegar a la
conclusión de que seguramente porque sus pecados habían sido de amor, le
ocurrió todo lo bueno que le ocurrió después de muerta. Y entonces pensó en
imitarla entregándose también al amor. Sin caer en la cuenta de que si las
cosas habían sucedido así, fue por la bondad del corazón de la XKEBAN, quien
se entregaba al amor por un impulso generoso y natural. Llamando en su
ayuda a los malos espíritus, la UTZ-COLEL consiguió la gracia de regresar al
mund
mundo
o cada
cada vez
vez que
que lo quis
quisie
iera
ra,, conv
conver
ertid
tida
a nuev
nuevam
amen
ente
te en muje
mujer,
r, para
para
enamorar a los hombres, pero con amor nefasto porque la dureza de su
corazón no le permitía otro.

Pues bien, sepan los que quieran saberlo que ella es la mujer XTABAY la que
surge del TZACAM, la flor del cactus punzador y rígido, que cuando ve pasar a
un hombre vuelve a la vida y lo aguarda bajo las ceibas peinando su larga
cabellera con un trozo de TZACAM erizado de púas. Sigue a los hombres hasta
que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina en el frenesí de un
amor infernal.

Leyenda urbana

26
LA CHINA POBLANA

En la Iglesia de la Compañía, en Puebla,


Puebla, cerca de la puerta que comunica el
presbiterio con la sacristía, hay empotrada en la pared una lápida que señala el
lugar donde fueron enterrados los restos mortales de Catarina de San Juan. En
1907
1907,, exis
existí
tía
a una
una calle
calle llam
llamad
ada
a De las
las Chini
Chinita
tas,
s, dond
donde
e Mirn
Mirnha
ha vivi
vivió.
ó.

Cuentan viejos cronistas que en el año 1609, nació en la ciudad de Indra


Prastha una princesa llamada Mirnha, de la estirpe de los mongoles de la India
Oriental. Al huir de los turcos, la familia llegó a la costa, donde arribaron los
portugueses dedicados al tráfico de esclavos. Mirnha era de color casi blanco,
cabellos claros, frente espaciosa, ojos vivos, nariz bien delineada y garboso

27
andar. Un día, la princesa paseaba por la playa, en compañía de un hermano
menor, fue hecha prisionera y llevada a Cochín, para después ser enviada a
Manila, en las Islas Filipinas.

El marqués de Gálvez, entonces virrey de México, encargó al gobernador de


Manila la compra "de esclavas de buen parecer y gracia para el ministerio de
su palacio". Trato de adquirir a Mirnha; pero el mercader tenía el encargo
anterior del capitán Miguel de Sosa y de su esposa, doña Margarita de Chávez.
"La chinita", fue sigilosamente embarcada para la Nueva España en 1620. Para
ser entregada al matrimonio que la recibió en México.

En el primer tercio del siglo XVII llegó al puerto de Acapulco, en la Nao de


China. La esclava oriental portaba una rara indumentaria, compuesta por una
camisa con ricos bordados, un zagalejo de brillantes colores, con lentejuelas,
unas chancletas de seda y largas trenzas. Era la primera vez que una mujer de
mujer de
rasgos orientales llegaba a Acapulco y su vestimenta despertó la curiosidad de
los concurrentes a la feria que se celebraba a la llegada de la Nao. La gente se
preguntaba cómo había llegado a México aquella "China", como la llamaron de
inmediato; sin tomar en cuenta su origen hindú.

Sus dueños en Puebla bautizaron a la recién llegada en la iglesia del Santo


Ánge
Ángell de Anal
Analco
co con
con el nombre
mbre de Cata
Catari
rina
na de San Juan.
uan. Se educó
ducó
cristianamente y más que sirvienta, la vieron en todas partes como miembro de
la familia Sosa. Casó con un esclavo de origen chino, Domingo Suárez, con el
cual se rehusó a hacer vida marital. Con sus padres adoptivos seguía luciendo
sus raros ropajes, que mezcló con los indígenas,
indígenas, dando nacimiento al traje
típico de la China Poblana, como dio en llamarle la gente, hasta que por fin
ingr
ingres
esó
ó al conv
conven
ento
to de Sant
Santa
a Cata
Catalilina
na en dond
donde
e logr
logró
ó fama
fama de Sant
Santa.
a.

En torno al vestido de la china poblana se conocen legendarias historias.


Catarina de San Juan vistió siempre trajes parecidos a los de la actual “China
Poblana”, por lo que se identificaba con las indias de la región y a la vez
recordaba sus trajes orientales.

28
Evocando sus atuendos cortesanos, la princesa copia el enredo confeccionado
con dos piezas de tela de contrastados tonos, para convertirlo en la falda
europea, amplia y con los bajos en picos, bordada de lentejuelas y chaquira. El
huipil, en la camisa española también bordada. La faja o chincuete en el rebozo
suelto, sobre los hombros y los brazos. Los colores verde, blanco y rojo fueron
adoptados más tarde, de la Bandera Nacional, una vez que México alcanzó su
independencia en el siglo XIX. Más que oriental el traje de China Poblana es
mest
mestiz
izo
o mexi
mexica
cano
no y habl
habla
a clar
claro
o de la fusi
fusión
ón de las
las cult
cultur
uras
as indígena y
española, que cuajó en multitud de obras de gran belleza

El atuendo tradicional de la “China Poblana” se compone esencialmente de


rebozo, blusa zagalejo y zapatillas. El rebozo más apropiado es el llamado de
bolita en colores palomo y coyote. La blusa lleva bordados de chaquira en vivos
colores y es de manga corta. El castor o sea la falda, consta de dos secciones:
la superior, de unos 25 cm. aproximadamente, de percal o de seda verde, de
igual matiz que la pretina. La inferior recamada de bordados realizados en
lentejuela y chaquira en forma de flores, aves y mariposas multicolores.

El peinado de dos trenzas, con raya en medio, lo rematan moños de listón de


los mismos colores del ceñidor. Lleva arracadas o zarcillos; en el cuello,
garg
gargan
antitilla
lla de cora
corale
les.
s. En algu
alguno
noss caso
casoss se usa
usa con
con somb
sombre
rero
ro jara
jarano
no,,
discretamente adornado con barbiquejo de gamuza o de cinta de popotillo. Las
zapatillas son forradas en seda verde o roja.

Muchos consideran que la leyenda de la “China Poblana” no pasa de ser eso;


leyenda. Pero la tradición ha dejado el traje, que sigue siendo usado a través
de los siglos por las mujeres mexicanas.

Leyenda nacional 

29
El Escudo

Una leyenda relata que los mexicas viajaron desde Aztlán, actualmente Nayarit,
buscando la señal que Huitzilopochtli les había dado para establecerse y fundar 
su imperio con su centro: Tenochtitlan.

Esa señal que Huitzilopochtli les había dado era el águila y la serpiente, "un
águila posada sobre un nopal y desgarrando a una serpiente", y la hallaron en
el Valle de México, a las orillas del lago de Anáhuac, sobre un islote.

El escudo nacional presentó la señal de Huitzilopochtli: el águila, de perfil


izquierdo, erguida y posada sobre un nopal, apoyada sobre su pata izquierda
con la pata derecha y con el pico sostiene una serpiente de cascabel, que
representaba para los indígenas la renovación de la vida.

30
El islote presenta un listón con franjas de colores:

Verde: esper
esperanz
anza
a y victor
victoria,
ia, blanco: pure
pureza
za de idea
ideale
les,
s, rojo: sangre
derramada por los héroes de la Patria. Sobre el islote hay un nopal con tunas
rojas, símbolo del corazón de los hombres, para los aztecas. Una guirnalda
tiene un encino que simboliza la fuerza, del lado izquierdo y del lado derecho
presenta el laurel de la victoria.

Así lo describe la Ley:

El Escudo Nacional está constituido por un águila mexicana, con el perfil


izquierdo expuesto, la parte superior de las alas en un nivel más alto que el
penacho y ligeramente desplegadas en actitud de combate; con el plumaje de
sustentación hacia abajo tocando la cola y las plumas de ésta en abanico
natural. Posada su garra izquierda sobre un nopal florecido que nace en una
peña que emerge de un lago, sujeta con la derecha y con el pico, en actitud de
devorar, a una serpiente curvada, de modo que armonice con el conjunto.
Varias pencas del nopal se ramifican a los lados. Dos ramas, una de encino al
frente del águila y otra de laurel al lado opuesto, forman entre ambas un
semicírculo inferior y se unen por medio de un listón dividido en tres franjas
que,
que, cuan
cuando
do se repr
repres
esen
enta
ta el Escu
Escudo
do Naci
Nacion
onal
al en color
olores
es natu
natura
rale
les,
s,
corresponden a los de la Bandera Nacional.

Cuan
Cuando
do el Escu
Escudo
do Naci
Nacion
onal
al se repr
reprod
oduz
uzca
ca en el reve
revers
rso
o de la Band
Bander
era
a
Nacion
Nacional,
al, el águila
águila mexica
mexicana
na se prese
presenta
ntará
rá posada
posada en su garra
garra derech
derecha,
a,
sujetando con la izquierda y el pico la serpiente curvada.

Un modelo del Escudo Nacional, autenticado por los tres poderes de la Unión,
permanecerá depositado en el Archivo General de la Nación, uno en el Museo
Nacional de Historia y otro en la Casa de Moneda.

Leyenda nacional 

31
LAS SANDALIAS DEL GUERRERO
(leyenda egipcia)

Hotep no siempre había sido un mendigo. Hijo de un fellah de los alrededores


de Tebas, su adversa suerte quiso que fuera incluido en una de las levas con
las que Ramsés I, el gran monarca conquistador, nutria las filas de los ejércitos
que guerreaban en Asia.

El joven no tuvo ocasión de distinguirse, pues justo en el primer encuentro con


los asirios un flechazo, traspasándole un muslo, le puso fuera de combate;
cuando finalmente pudo recobrar la salud se encontró con la pierna derecha
privada de movimiento.

Hotep no se desanimó por su adversa suerte y, uniéndose a una caterva de


guerreros, más o menos mutilados, emprendió el regreso a Tebas apoyándose

32
en un grueso garrote.

Con las peripecias y aventuras de tal viaje desde Mesopotamia al mar Rojo,
podría escribirse un buen volumen; habremos de contentarnos con saber que,
de guarnición en guarnición, unas veces comiendo y otras ayunando, dos
meses después de desdichada caravana llegó al delta del Nilo, lugar fijado para
la separación de los veteranos, que desde allí se desparramaron por todo
Egipto.

Hotep quedó solo con otro compañero que, nacido en una aldea inmediata a la
suya
suya,, segu
seguía
ía el mismo
mismo itine
itinera
rari
rio.
o. Era
Era el cama
camara
rada
da un homb
hombre
re ya viej
viejo,
o,
encanecido en la milicia debido a sus largos años de servicio y privado de la
vista, a consecuencia de una profunda herida en la cabeza.

El cojo tenía excelente fondo y, movido a compasión, se brindo a servir de


lazarillo al ciego; y así, una noche en que los dos inválidos descansaban al
abrigo de un espeso cañaveral, Hotep, que dormía plácidamente, oyó de pronto
un lastim
lastimero
ero queji
quejido
do que exhal
exhaló
ó su compañ
compañero
ero e incorp
incorporá
orándo
ndose
se le dijo:
dijo:

-¡Hola veterano! ¿Qué es eso? Despierta, que sin duda te estás atormentando
con alguna horrible pesadilla.

-Hotep, me muero –murmuró el ciego-. Siendo que la vida se me acaba.

-¡Estás delirando! ¿Quién piensa ahora en morir?

-Me muerto, muchacho, me muero. Creía que tendría fuerzas para llegar allá,
pero no puedo. ¡Agua…! ¡Dame agua, me ahogo…!

Hotep, alarmado, corrió con cuanta ligereza permitía su cojera hasta un canal
inme
inmedi
diat
ato
o y volv
volvió
ió con
con la calab
alabaz
aza
a llen
llena
a del
del líqu
líquid
ido
o pedi
pedido
do,, dici
dicien
endo
do::

-Bebe. Esto pasará, es un desvanecimiento ocasionado por el fuerte sol que


hoy nos ha hecho hervir la sangre.

33
-Gracias, camarada –respondió el ciego-. No temo a la muerte; hace años que
la he considerado siempre cercana. Después de todo, para no ver más la luz,
tanto me importa. Mira, en este saco va toda mi fortuna; un casco de bronce,
unos cuantos trapos y unas sandalias de cuero, que es lo que más valor tiene,
pues son casi nuevas, el material es superior y están bordadas en oro. No sé
de donde proceden, pues las encontré en la batalla en que me hirieron, atadas
a la cintura de un soldado muerto, sólo Dios sabe a quién se las robaría.
Cógelo todo si muero. Es la fortuna de un soldado que ha servido treinta años a
los faraones. ¡Bonita herencia!

Hote
Hotep
p se deva
devana
naba
ban
n los
los seso
sesos,
s, pens
pensan
ando
do qué
qué harí
haría
a o dirí
diría
a en aque
aquella
lla
situación, que le parecía bastante grave y apurada. Por fin su compañero bebió
de nuevo y dijo:

-Puede que tengas razón y me haya equivocado; pasó la angustia y tengo


sueño. Durmamos y, si me muero, ya sabes; todo para ti.

Y volvió a tenderse entre las cañas, murmurando palabras confusas. Hotep


siguió su ejemplo. Al poco tiempo roncaba haciendo ruda competencia a las
parleras ranas. Cuando despertó, al salir el sol, el ciego yacía a algunos pasos
de allí, tendido boca abajo.

Hotep llegó finalmente a su pueblo y continuó llevando la vida que había tenido
antes de ir a servir al faraón.

Un día, cuando el sol comenzaba a iluminar con sus espléndidos rayos, Hotep,
vistiendo su viejísimo calasiris de algodón listado, que dejaba ver por sus
múltiples desgarrones las oscuras carnes del mendigo, salió de su casa y
empezó a andar con alegría.

Apareció junto a una de las colosales esfinges que constituían la entrada del
templo. Se detuvo un momento y, sacando de un envoltorio el casco de bronce
y las sandalias que heredara del viejo guerrero, se atavió con ambas prendas,

34
quedando en breve espacio de tiempo convertido en la más grotesca figura que
imaginarse pueda nadie.

No parecía, sin embargo, el inválido descontento de su aparato indumentario,


pues
pues con
con aire
aire satis
satisfe
fech
cho
o se atus
atusó
ó la encr
encres
espa
pada
da y revu
revuel
elta
ta cabe
cabelle
llera
ra,, y
canturreando una canción popular se dirigió, apoyado en un grotesco bastón
que le servía de muleta, hacia una puertecilla que se divisaba casi oculta entre
las robustas piernas de la colosal estatua, que parecía guardar la entrada al
gran patio.

Hotep dio con su bastón un fuerte golpe en la hoja de la puerta y pocos


instantes después apareció en el dintel una mujer, cubierta por ajustada túnica
blanca, sostenida por una especie de tirantes de cuero rojo.

-¿Qué se te ofrece tan temprano y tan compuesto? –preguntó con burlona


sonrisa al reparar en el casco y las lujosas sandalias del mendigo-. Hoy no es
día de repartir los restos de las ofrendas…

-No vengo a pedir limosna –contestó Hotep. Y luciendo una gran sonrisa,
añadió-: Vengo a hablar con un padre para decirle que es mi deseo pedirle tu
mano, pues quiero casarme contigo.

Los ecos del templo reprodujeron durante largo espacio de tiempo las más
sonoras y alegres carcajadas que jamás habían turbado la majestuosa calma
de aquel silencioso recinto. Hotep, sin desconcertarse por la manera como era
acog
acogid
ida
a su prete
reten
nsió
sión, dijo
dijo mira
miran
ndo con
con petul
etulan
anccia sus sand
andalia
aliass:

-Hermosa Amneris, veo que mi idea te regocija y esto me hace suponer que mi
figura no te disgusta y el resultado…

-El resultado –interrumpió la joven- será que mi padre te dará algunos palos y
te romperá la pierna que aún tienes sana.

-¡A mí, a un guerrero del faraón!

35
-¡Imbécil! Tú ya no eres guerrero, sino pordiosero; y si no fuera por lo que en
esta casa te hemos protegido, perjudicando a otros pobres más antiguos, hace
tiempo que estarías descansando en el cementerio en agradable compañía con
otros ilustres personajes de tu calaña.

-¿Olvidas acaso que soy propietario de una gran casa junto al canal del Castillo
Blanco?

-Sí,
-Sí, ya sé que
que tien
tienes
es una
una barr
barrac
aca
a de adob
adobes
es cuar
cuarte
tead
ada
a y sin
sin tech
techo.
o.

-No es tan mala, y además tengo… estas sandalias –dijo él mientras se miraba
los pies.

-Mira Hotep –dijo Amneris adoptando un aire protector-, sin duda algunas los
fuertes calores y todo el hambre que has sufrido en Asia han perturbado tu
razón. En primer lugar, debes saber que tengo un pretendiente muy bien
acomodado, y en segundo lugar, ¿cómo quieres que yo, hija de un guarda del
templo, corresponda al afecto de un buen muchacho como tú, pero que ha
quedado completamente inútil para todo? ¿Cómo atenderás a mi subsistencia
con la pierna arrastrando y ese casco tan abollado…? ¡Ja…, Ja…, Ja…!

Y de nuev
nuevo
o la risa
risa más
más reto
retozo
zona
na anim
animó
ó el semb
sembla
lant
nte
e de la much
muchac
acha
ha..

El pobr
pobre,
e, cuya
cuya cand
candid
idez
ez le habí
había
a hech
hecho
o conc
conceb
ebir
ir las
las más
más liso
lisonj
njer
eras
as
esperanzas, por única respuesta se rascó el cogote, miró a Amneris y, con
gesto de cómica desesperación, dio media vuelta y sin pronunciar una palabra
se alejó
lejó de la puert
uerta
a acom
compaña
pañado
do por
por las
las carc
carcaj
aja
adas de Amne
Amneri
ris.
s.

-¡P
-¡Pobre chico! –dijo ésta-. No es malo,
lo, pero… ¡es tan miserable!

Hotep, aunque verdaderamente anonadado por la escena narrada, tenía, como


todos los fellahs una gran dosis de mansedumbre y resignación; así que,
después de desahogar su cólera murmurando unas cuantas invectivas contra

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Amneris, se encaminó hacia un grupo de palmeras que sombreaban el camino
que conducía al templo y se tumbó sobre la menuda hierba. Pocos instantes
después roncaba como un bienaventurado.

... ¡Lo que entregues, recibirás!...

Leyenda Internacional 

EL COFRE DE PANDORA (LEYENDA GRIEGA)

A pesar de haberse vengado de Prometeo de una manera muy cruel, Zeus aún
le guardaba odio por haberle enseñado a los humanos el secreto del fuego.
También estaba preocupado porque si los seres humanos se hacían más
poderosos, podían quitarle su trono en el Olimpo, por lo que ideó un plan: en
parte para vengarse aún más de Prometeo y en parte para resguardar su
posición.

Por voluntad de Zeus, su hija Nefesto modeló a una muchacha con una mezcla
de arcilla y agua. Atenea le infundió el soplo de la vida y la instruyó en las artes
femeninas de la costura y la cocina; Hermes, el dios alado, le enseñó la astucia
y el engaño, y Afrodita le mostró como conseguir que todos los hombres la
desearan. Otras diosas la vistieron de plata y le ciñeron la cabeza con una
guirnalda de flores, luego la llevaron a la presencia de Zeus.

37
-Toma este cofrecito-le dijo, entregándole una cajita de cobre bruñido-. Es tuyo,
llévalo siempre contigo, pero no lo abras por nada del mundo. No me preguntes
la razón y sé feliz, pues los dioses te han dado todo lo que las mujeres desean.

Pandora, que así se llamaba la muchacha, sonrió. Pensaba que el cofrecito


estaba lleno de piedras preciosas.

-Ahora tenemos que encontrarte un marido que te ame, y yo conozco al


hombre adecuado. Epimeteo. El te hará feliz.

Epimeteo era hermano de Prometeo, pero le faltaba toda la prudencia de su


hermano. Prometeo le había advertido a su hermano que no aceptara ningún
regalo de Zeus, pero él, un poco halagado y quizás temeroso de rechazarle,
aceptó a Pandora como esposa. Hermes acompañó a la muchacha a la casa
del flamante marido en el mundo de los hombres.

-Bueno, amigo Epimeteo-le dijo-. No olvides que Pandora tiene un estuche que
no debe abrir por ningún concepto.

Epimeteo tomó el estuche y lo colocó en sitio seguro. Al principio, Pandora fue


feli
felizz vivie
ivien
ndo con él y olvid
lvidó
ó el estuc
stuche
he,, pero
ero más
más tard
tarde
e emp
empezó
ezó a
reconcomerla el gusanillo de la curiosidad. "¿Por qué no podemos ver al
menos que contiene"? se preguntaba.

Luego, mientras Epimeteo dormida, abrió el cofrecito, y rápidos como el viento,


salieron todos los males que desde entonces nos afligen: el cansancio, la
pobr
pobrez
eza,
a, la veje
vejez,
z, la enfe
enferm
rmed
edad
ad,, los
los celo
celos,
s, el vici
vicio,
o, las
las pasi
pasion
ones
es,, la
suspicacia... Desesperada, Pandora intentó cerrar el cofrecito, pero ya era
demasiado tarde. La venganza de Zeus se había realizado: la raza humana no
podía ser tan noble como había querido Prometeo. La vida sería una lucha
constante contra dificultades de todo género. Había pocas probabilidades de
que el hombre pudiera aspirar al trono de Zeus.

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Pero el triunfo del rey sobre los dioses no era completo. Una cosita de nada
había quedado en el fondo del estuche y Pandora consiguió encerrarla. Era la
espe
espera
ranz
nza.
a. Con
Con ella
ella el géne
género
ro huma
humano
no habí
había
a enco
encont
ntra
rado
do la mane
manera
ra de
sobrevivir en este mundo hostil. La esperanza daba una razón para seguir 
viviendo.

Leyenda Internacional 

CONCLUSIÓN

¿Las leyendas son verdaderas o falsas? Esta es una pregunta a la que no


podemos contestar con
con certeza, aunque podemos
podemos destacar que es una mezcla
de hechos y fantasía.
Despué
Despuéss de haber
haber hecho
hecho el trabaj
trabajo,
o, cuyo
cuyo tema
tema es “conoc
“conocien
iendo
do nuestr
nuestras
as
leyendas”, llegamos a la conclusión de que las leyendas son parte de nuestra
historia. Escogimos estas
estas leyendas porque encontramos información, que nos
intereso mucho y que al parecer al lector podría gustarle, pero al avanzar en
nuestro trabajo lo que en principio fue una obligación se convirtió en un interés,
así que
que segui
seguimos
mos busc
buscand
ando
o leyend
leyendas
as y lo únic
único
o que enco
encontr
ntramo
amoss fue
conf
confus
usió
ión
n y cont
contra
radi
dicc
cció
ión.
n. Comp
Compar
arár
áram
amos
os vari
varias
as leye
leyend
ndas
as de nues
nuestr
tra
a
comunidad así como de otros lugares y nos dimos cuenta de que en cada lugar 
del mundo tenían leyendas muy diferentes pero todas muy interesantes.

39
Las
Las gran
grande
dess leye
leyend
ndas
as han
han sobr
sobrev
eviv
ivid
ido
o y perd
perdur
urad
ado
o de gene
genera
raci
ción
ón en
generación por la memoria de los pueblos.

BIBLIOGRAFIA

Leyendas prehispánicas

www.guiascostarica.com/mitos/mexico05.htm

http://www.guiascostarica.com/mitos/mexico03.htm

Leyendas Regionales o locales

http://esquinadelperro.blogspot.com/2007/09/la-esquina-del-perro-cuentan-que-
esta.html

Leyendas Urbanas

40
www.lointeresante.com/la-leyenda-de-la-llorona

www.angelfire.com/ne/bernardino3/xtabay.html

Leyendas Nacionales

www.uv.mx/popularte/esp/scriptphp.php?sid=502

www.redmexicana.com/.../escudo.asp

Leyendas Internacionales

egiptoblogs.wordpress.com/.../las-sandalias-del-guerrero/

leyendas-paganas.blogspot.com/.../el-cofre-de-pandora-leyenda-griega.html

41

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