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Las cinco últimas películas de Bresson (Un femme douce, 1969; Quatre nuits
d’un reveur, 1971; Lancelot du Lac, 1974. Le diable probablement,
1977; L’argent, 1983) renuncian por completo a cualquier recurso musical que
no esté justificado por la propia imagen. En ellas, la música pasa a ser un
sonido más, en el mismo rango de equivalencia que los ruidos o el silencio.
Además, en su visión del cinematógrafo, el sonido para Bresson va
adquiriendo una relevancia mayor incluso que la imagen (12) (“Cuando un
sonido puede reemplazar una imagen, suprimir o neutralizar la imagen. El oído
va más hacia adentro, el ojo más hacia afuera”). Al mismo tiempo, “un sonido
no debe acudir nunca en auxilio de una imagen, ni una imagen en auxilio de un
sonido”. Esa particular relación de intercambio entre imagen y sonido explica
en buena medida la decisiva aportación de Bresson al concepto de ‘fuera de
campo’ cinematográfico. Al mismo tiempo, y a partir sobre todo de Lancelot
du Lac (13), sus bandas sonoras devienen en verdaderas creaciones sonoras
que, hipotéticamente, hasta podrían resistir la amputación de la imagen. No
obstante, el último periodo de Bresson es abundante en músicas de toda índole,
y la utilización de las mismas responde a diversas estrategias (entre ellas la
ironía, el contraste y la alternancia) que por desgracia no podemos analizar
aquí en profundidad, aunque sí exponer brevemente. Por ejemplo, en dos
secuencias de Un femme douce, la protagonista (encarnada por una
jovencísima Dominique Sanda) escucha música procedente de un tocadiscos.
En ambos casos alterna un LP de música pop de la época (escrita ex profeso
por Jean Wiener) con una canción de Purcell y la Fantasía K.397 de Mozart.
Este efecto de alternancia entre la música ‘actual’ y la ‘clásica’ funciona como
una especie de eco de la alternancia básica sobre la que se sustenta la propia
estructura narrativa del filme, entre las imágenes del pasado evocadas por el
marido de la joven, y las imágenes del presente en las que el marido contempla
el cadáver de la muchacha. Del mismo modo, las músicas que sirven de fondo
sonoro a las películas que contemplan los protagonistas de Un femme
douce (el filme Benjamin de Michel Deville) y de Quatre nuits d’un
rêveur (una escena de un supuesto film noir específicamente rodada por el
propio Bresson) parecen representar el polo opuesto del estilo bressoniano, y
funcionan de ese modo en clave irónica (e incluso satírica).
NOTAS:
1 René Prédal. “Bresson: L’aventure intérieure” (L’Avant-scène Cinéma,
número especial, enero-febrero 1992).
2 Notas sobre el cinematógrafo (versión española de Daniel Aragó Strasser.
Ardora Ediciones, 1997). Bresson contrapone el término cinematógrafo,
“escritura con imágenes en movimiento y sonidos”, a cine, “reproducción
fotográfica de un espectáculo” o “teatro filmado”.
3 Músicas “vistas”: personas tocando o aparatos reproduciendo.
4 Grünenwald realizó entre 1957 y 1962 la primera grabación completa de las
obras para órgano de J. S. Bach, en 24 LP.
5 Es decir, basado en un régimen de igualdad e interrelación entre los diversos
componentes: imágenes en movimiento, sonidos, montaje y música.
6 Gilles Deleuze: Estudios sobre cine [1-La Imagen Movimiento; 2-La Imagen
Tiempo] Versión castellana de Irene Agoff (Paidós, 1987).
7 Aunque no es la única música del filme. En la secuencia del funeral por la
madre de Michel se escucha completa una frase antifonal del Dies Irae.
8 Existe una magnífica grabación de Le Journal du Printemps realizada por
Michi Gaigg y L’Orfeo Barockorchester, publicada en 2007 en el sello CPO
(Ref: 777150-2).
9 Alumno de Messiaen, Francis Seyrig (1927-1979) fue también el autor de la
música de L’année dernière à Marienbad (1961) de Alain Resnais.
10 El fragmento es el Nº 7, el maravilloso Deposuit potentes de sede. 11 Le
vent qui soufflé où il veut es el subtítulo de la cuarta película de Bresson, Un
condamné à mort s’est échapé, en clara la referencia a la gracia, que controla,
según la visión bressoniana, el mecanismo del azar.
12 Bresson tenía una interesante, aunque discutible, teoría acerca de la
fidelidad de reproducción de los aparatos registradores de sonido respecto de
las cámaras. Sostenía que un sonido grabado reproduce realmente el sonido
original en toda su dimensión, mientras que la cámara (de fotografía o de cine)
suprime la tercera dimensión (la profundidad) deformando la imagen y por lo
tanto falseándola.
13 Lancelot es el último filme de Bresson en donde se acredita la intervención
de un músico; pero aquí, como en el caso de Procés de Jeanne d’Arc la labor
de Philipe Sarde se redujo a la mínima expresión.
14 El autor de estas líneas, en una de las visitas que tuvo la fortuna de realizar a
Bresson en su apartamento de París en los años ochenta, le preguntó al maestro
acerca de su músico favorito. Bresson no dudó en su respuesta: “Bach, comme
tout le monde!”.