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Gracias a su brevedad, que puede variar entre una frase o varias que formen un párrafo, dicta
un pensamiento aplicable a cualquier ciencia o arte. Su intención siempre es didáctica, aunque
gracias al ingenio de su creador, puede aparecer escondida tras algún recurso retórico como la
metáfora, la antítesis o la metonimia.
La palabra aforismo proviene del latín y esta del griego. Por eso no es de extrañar que se
creara con el fin de definir las reglas escritas por el médico griego Hipócrates (460 a.C. – 370
a.C.) Este prestigioso galeno, conocido por sus importantes e imperecederas aportaciones a
esta ciencia, es considerado como «el padre de la medicina» no en vano, todo el universo ético
de esta profesión gira en torno a sus sentencias. De ahí que su «Juramento hipocrático» siga
todavía vigente en los futuros facultativos que pretenden ejercer su profesión.
Es mucho más importante saber qué persona tiene la enfermedad que qué enfermedad tiene
la persona.
Como toda creación literaria, por muy breve que sea y que se precie, debe seguir ciertos
mecanismos con el fin de conseguir su objetivo, y el aforismo no iba a ser menos.
Siempre-Absoluto
Los aforismos suelen emplear palabras aseverativas y concluyentes, aquellas que sentencian y
que dan la solución real e inamovible. Esas palabras pueden ser «siempre», «nunca» o
«absoluto».
Opuestos y contrarios
Cuanto más se eleva un hombre, más pequeño les parece a los que no saben volar (Friedrich
Nietzsche)
Repetir
Prefiero hombres libres y economías esclavas, que mercados libres y trabajadores esclavos (L.
Tamaral)
Profético
El tono narrativo del aforismo es muy cercano a la profecía. Siempre te advierte sobre algo que
debe producirse de ese modo y jamás de ningún otro.
Una vez sabemos cuáles son los mecanismos que utiliza el aforismo para conseguir su objetivo,
es más sencillo distinguirlo del resto de creaciones breves.
Aforismo moral, también conocido como adagio o máxima: Hay que ser buenos no para los
demás, sino para estar en paz con nosotros mismos (Achille Tournier)
Aforismo popular, son los conocidos como refranes o proverbios: Quien a buen árbol se
arrima, buena sombra le cobija (Popular)
Aforismo de verdad universal, son las conocidas como sentencias e influyen en normas de
vida, opiniones o juicios: Las personas que hacen poco ruido son peligrosas (Jean de la
Fontaine)
Aforismo ilustre, es el creado por un personaje conocido al que se le atribuyen ciertas dotes
de sabiduría sobre cualquier tema. Es también conocido como apotegma: No hay que apagar
la luz del otro para lograr que brille la nuestra (Gandhi)
Todos los seres humanos tenemos la innata capacidad de la creación. Somos artesanos
creativos que, a través de nuestra propia experiencia o la observación del resto, podemos
generar material nuevo con el que inspirar, ayudar o motivar al resto de nuestros semejantes.
Pero ¿cómo hacerlo?
El primer paso es partir de una idea. No es necesario que sea sublime, enrevesada o que
intente descubrir los grandes misterios del universo, en la mayoría de ocasiones, en la sencillez
y en lo cotidiano está la auténtica verdad.
Una vez encontrada la idea hay que expresarla con brillantez y, si se puede, con alguna que
otra dosis de ingenio. No olvidar que el humor es siempre un buen aliado.
No limites la extensión del texto. Es cierto que los aforismos más brillantes suelen ser breves,
pero también los hay más extensos como los de Baltasar Gracián. Déjate llevar por tu idea
inicial y ya irás perfilando y acotando según tu propia experiencia.