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El Hombre de la Cámara

(Álvaro Caballero)

Antes de que se proyecte la primera imagen de la película, Vértov deja explicitadas las
intenciones de la misma, las de “crear un lenguaje cinematográfico absoluto y
universal”. Con la pretensión de explorar los límites de esa pureza cinematográfica,
niega a su obra los artificios del teatro y la literatura mientras que provee a la película
de un acompañamiento musical para el cual crea instrucciones concretas para su
composición. Tampoco en su introducción desmiente la intervención de un lenguaje
musical, de hecho, se podría decir que entiende sus imágenes como un compositor sus
melodías. Durante toda la película se puede presenciar el uso de conceptos musicales,
como puede ser el caso de accelerandos (en la aceleración del ritmo en el que se
suceden los planos), contrapuntos (en la combinación de varias imágenes sobre el
mismo plano), llamadas y respuestas (en la sucesión y alternación de dos imágenes que
se oponen), etc. Esto no es de extrañar teniendo en cuenta el puesto privilegiado del
que goza la música entre las artes según otros teóricos y artistas a lo largo de la historia.
Conrad nos recuerda a este reflejo de la actividad musical desde otro medio artístico
cuando hablaba así de su oficio: “el objetivo artístico, cuando se expresa por medio de
la palabra escrita, debe aspirar con todas sus fuerzas a la plasticidad de la escultura, al
color de la pintura, y a la sugestión mágica de la música, que es el arte de las artes”1.

Otra noción musical que se encuentra presente en la obra es el silencio, tanto el que se
refiere a la música como a las imágenes, cuando el autor decide congelar el plano. En
1929 Vertóv ya está tomando parte en uno de los temas de discusión más relevantes
para la música y el cine de mediados de siglo XX en adelante, con contribuidores tan
relevantes como John Cage. El silencio, tanto el que interrumpe en la obra como el que
indica su final, con un fundido a negro o un punto final, es una parte fundamental de la
experiencia artística (y especialmente la audiovisual) que enfatiza y se refleja sobre el
asombro sensorial de la experimentación de la obra. El mismo Conrad describía esta
sensación de esta manera cuando hablaba del propósito de su obra: “una siniestra
resonancia, una tonalidad propia, una continua vibración que quedara suspendida en el
aire y permaneciera grabada en el oído después de que hubiera sonado la última nota”2.

1
Prefacio a la edición de 1898 de The Nigger of “Narcissus”, Joseph Conrad.
2
Prefacio a la edición de 1902 de The Heart of Darkness, Joseph Conrad.

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