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Reseña
Las teorías del aprendizaje social sostienen que las explicaciones acerca de la
conducta humana no deben afincarse en la personalidad de los individuos o en
los modelos de comportamiento introyectados desde su infancia, cuanto en el
permanente aprendizaje que hacen los seres humanos durante su vida. El
comportamiento nunca se halla completamente modelado, en un proceso que
atraviesa todas las biografías, por las experiencias adquiridas mediante procesos de
enculturación permanentes. Por lo tanto, la conducta criminal forma parte de ese
proceso de aprendizaje continuo, donde el infractor aprende estrategias de
supervivencia, códigos, y técnicas para desarrollar sus cometidos.
El delito de “cuello blanco” tiene su génesis en el mismo proceso general que otra
conducta delictiva: la asociación diferencial. Es decir, se aprende en asociación
con aquellos que definen esa conducta favorablemente y en aislamiento de aquellos
que la definen desfavorablemente. Este tipo de delito no está asociado con la
pobreza, o con patologías sociales y personales que acompañan la pobreza. Es una
práctica que se realiza como “normal” en el mundo comercial, exclusivamente
es un delito de grandes corporaciones. Los delitos de “cuello blanco” violan la
confianza y, esto reduce la moral social y produce desorganización social. Atacan los
principios fundamentales de las instituciones gubernamentales. No son ataques
simples y directos de una persona a otra como en el asalto y el atraco, de este modo
se incrementa la incertidumbre en la definición de delito, sumado a la complicidad de
los medios de comunicación, y también facilidad por lo complicado de las actividades
y por la amplia dispersión de los efectos en el tiempo y el espacio.
Muchos de los delitos pueden ser apreciados sólo por las personas que son expertas
en las ocupaciones en que ocurren. Los efectos de estos delitos pueden quedar
difusos en un largo periodo de tiempo.
Estos tipo de delito no son realizados de manera deliberada, son organizados, incluso,
las características del delito , dependen hasta cierto punto de la forma de
organización. La forma corporativa de organización que generalmente se usa en los
grandes negocios tiene sus ventajas, a saber, el anonimato de las personas para
eximir de responsabilidad y buscar una justificación creciente de su conducta.
Comparando con los delitos más ofrecidos en los medios de comunicación, existe
diferencias en los conceptos que tienen de sí mismos los delincuentes y en el
concepto que tiene el público sobre ellos. El hombre de negocios se ve como un
ciudadano respetable, y así lo consideran, mientras que el ladrón se ve a sí mismo
como delincuente y el público también lo ve así, no necesita esconder su conducta
delictiva. Los hombres de negocios no se ven como delincuentes, no se consideran a
sí mismos, debido a que en él no se emplean los mismos procedimientos oficiales que
con otros delincuentes, y debido a su posición económica, no tiene asociaciones
personales íntimas con aquellos que se definen a sí mismo como delincuentes. Para
poder mantener en concepto de no delincuente, es necesario que se apeguen a la
ley, una adhesión pública, pero a su vez, el abandono secreto de la ley
Robert King Merton (1910-2003), durante los años cincuenta[2] desarrolló la teoría
sociológica estructural-funcionalista, que privilegia un análisis macroscópico de la
sociedad, analizando las partes que la integran y la relación entre ellas. Sobre su base
sistémica entiende que la sociedad es un sistema que está constituido por una
estructura que permanece en el tiempo, siendo un sistema un conjunto de elementos
interdependientes, en equilibrio y que tienen la posibilidad de cambiar.
Entre los principales exponentes de esta tradición se destacan los trabajos de Albert
Cohen (“Delincuentes juveniles: la cultura de las pandillas” en 1955). Con una
marcada influencia de Sutherland y Merton, estudia las bandas de delincuentes
juveniles. Veía cierta organización en los grupos, con estructuras jerárquicas y
criterios de admisión y mucha importancia a la territorialidad de las bandas, tratándose
de grupos que compartían problemas de adaptación a los valores de la cultura
dominante.
No basa la explicación de la criminalidad en problemas individuales sino en las
circunstancias sociales y la cercanía con modelos delincuenciales. Se trata de
jóvenes de clase obrera que no encuentran respuesta a su frustración dentro de la
cultura general que enfatiza el éxito económico (Merton). El valor del éxito (masculino)
proviene de la familia, la escuela y los medios de comunicación en una sociedad
donde priman la competitividad y éxito económico. En los jóvenes de clase baja,
además, se transmiten esos valores pero, a diferencia de los de clase media y alta,
no tienen la misma formación y control de actividades por parte de los padres ni se
les exige disciplina, resultados ni tienen educación adicional.