Está en la página 1de 9

Qué onda Guerreros! Están ustedes entrando a la zona de guerra.

Yo soy El
Maestre y aquí, les contaré a ustedes y a mis amigos invitados, una historia sobre
los héroes, las batallas, las estrategias y las decisiones que han manchado con
sangre la historia de la humanidad.

BATALLA DE CANNAS (40,000 + 10,000, 80,000 + 6000) La obra maestra de


Aníbal.

En la primavera del 216 a. C., el general emprendió la iniciativa de atacar el


importante depósito de suministros de Cannas. Mediante esta acción, se situaba
entre los ejércitos romanos y su principal fuente de víveres.94 Confiados en la
victoria, los nuevos cónsules incrementaron el ejército hasta un total de
aproximadamente 100 000 hombres, el más numeroso de su historia.95 Los
cónsules renunciaban así a la lenta pero eficaz táctica de evitar el conflicto, optando
por un choque frontal. se libró finalmente el 2 de agosto del 216 a. C.

Los ejércitos estaban desplegados en una llanura, en líneas perpendiculares al río


Ofante. Los romanos con su estilo clásico: dos bloques en líneas cerradas, el de la
infantería ligera delante y el de la pesada detrás. A su derecha, junto al río, la
caballería romana y en el flanco izquierdo la caballería compuesta por aliados de
Roma.

Aníbal formó su tropa también en dos líneas pero no compactas, con su centro
apuntando ligeramente el centro romano. El centro de Aníbal lo componían sus
tropas menos aguerridas, galos e íberos. Los dos flancos lo cubrían sus infantes
libios. A su derecha colocó la caballería ligera númida al mando de Maharbal y a la
izquierda, frente a la caballería romana, la caballería pesada formada por jinetes
galos e íberos dirigida por Asdrúbal.

Cuando ambos ejércitos estaban uno en frente de otro se inició una auténtica lluvia
de lanzas. Los cartagineses vencieron en este inicio de batalla, al igual que
vencerían al final.

Los romanos iniciaron el ataque y el centro de Aníbal cedió terreno, curvándose


hacia atrás, ocupando el centro romano el espacio desalojado por el centro
cartaginés. Las alas cartaginesas se mantuvieron firmes, con lo que los ejércitos
formaban ahora dos líneas paralelas curvas.
Mientras el ataque romano consiguió que la línea central cartaginesa siguiese
cediendo, las caballerías cartaginesas iniciaron el ataque. La caballería númida en
el ala derecha encontró fuerte resistencia en la caballería de los aliados romanos
mientras que la caballería situada en el ala izquierda, junto al río, debilitó la
caballería romana. Viendo que le sobraba caballería en esta ala, Aníbal ordenó que
parte de ella se trasladase a reforzar a la númida, realizando el movimiento por
detrás de la línea de la infantería cartaginesa, fuera de la vista del mando romano.

Las dos alas de la infantería cartaginesa ofrecían mucha resistencia a las alas
romanas, consiguiendo rechazarlas, obligándolas a replegarse hacia su centro.
Pero como el centro romano había avanzado mucho al profundizar en el centro
cartaginés que seguía ofreciendo nula resistencia y seguía replegándose. Las
líneas de ambos ejércitos acabaron por formar cada una una "U", quedando la "U"
romana dentro de la "U" cartaginesa. Los romanos creyeron vencer hasta que se
dieron cuenta de que no podían moverse. Estaban atrapados en la genial táctica de
Aníbal, que una vez más demostraba todo su ingenio militar. Los legionarios
estaban aterrorizados. No podían ni siquiera alzar los escudos para defenderse, ni
podían desenvainar sus espadas. En ese momento la falange íbera avanzó hacia el
cerco para atacar por los flancos a los romanos. Los íberos que habían retrocedido,
gracias a sus cortas pero mortales espadas (falcatas) hicieron una masacre entre
las filas enemigas. Impresionados por el filo de la espada íbera, los romanos pronto
se dispusieron a adoptarla para sus tropas. Más tarde la caballería cartaginesa
reforzada en el ala derecha, obligó a retirarse a la caballería de los aliados de Roma,
comenzando ahora su movimiento sobre la espalda de la infantería romana.

La caballería romana que se encontraba luchando junto al río, cedió el campo,


retirándose. Las dos alas de caballería cartaginesa tenían ahora el campo libre para
situarse en la espalda de la infantería romana y cerraron el cerco.

. Los historiadores Tito Livio y Plutarco cifran entre 50.000 y 70.000 el número de
romanos que quedaron atrapados en el cerco de Cannas. Solo sobrevivieron unos
3.500 legionarios. Los cartagineses perdieron entre 5.000 y 8.000 hombres, sobre
todo de los celtas que se encontraban en la primera línea de combate. Fue la mayor
batalla de toda la Segunda Guerra Púnica. La táctica empleada por Aníbal en la
batalla de Cannas se convirtió en un modelo clásico a la que se puede llamar "Madre
de todas las batallas".
Aníbal Aplastó de forma contundente a todas las fuerzas que los romanos le
opusieron, especialmente en las batallas del Trebia, del lago Trasimeno y
de Cannas. Pero la falta de efectivos y maquinaria de asedio le impidió conquistar
la ciudad de Roma, con lo que le fue imposible asestar el golpe crucial con el que
esperaba acabar la guerra.

Aníbal ya era consciente de esa posibilidad desde antes incluso de iniciar el asalto
sobre Italia, y había decidido que, de producirse, se dedicaría a asolar la península,
en la esperanza de conseguir que los aliados locales de Roma cambiasen de bando.
Sin embargo, a pesar de sus tremendos éxitos, no logró su objetivo: los aliados de
la República en su gran mayoría se mantuvieron fieles, con la excepción de algunas
ciudades-estado del sur. Del mismo modo, la República se mantuvo imperturbable
a la presencia del invencible ejército de Aníbal en sus proximidades.

Por su parte, en Roma prevalecía la idea de que, mientras estuviera en Italia con
suficientes fuerzas, Aníbal era invencible. De modo que, a la vista de la incapacidad
de Aníbal de conquistar la ciudad, se decidió concentrar los esfuerzos en el exterior:
Hispania y Grecia, donde se estaba librando ya la primera guerra macedónica.

Asdrúbal, sabedor de que su hermano no podía realizar el asalto final sobre Roma
por la falta de efectivos, y previendo que la situación en Hispania iría empeorando
progresivamente, decidió intentar unir su ejército mercenario con el de Aníbal en
Italia, por lo que abandonó Hispania y cruzó también los Alpes siguiendo sus pasos.
Sin embargo, allí le estaba esperando Cayo Claudio Nerón al mando de un gran
ejército romano: la idea de tener otro gran ejército cartaginés en su suelo causó
terror en Roma, y decidieron oponerle todas las fuerzas disponibles.
.
El enfrentamiento fue conocido como batalla del Metauro. El comandante romano,
sabedor de la necesidad de destruir el nuevo ejército cartaginés a cualquier precio,
consiguió rodearlo tras sacrificar a 700 de sus mejores hombres en una maniobra
de distracción. Asdrúbal, sabiéndose perdido, se arrojó sobre las líneas romanas,
prefiriendo la muerte a ser capturado. Los romanos arrojaron su cabeza al
campamento de su hermano Aníbal poco después, quien procedería a retirarse
hacia las montañas. En los dieciséis años que pasó en Italia, este fue el único intento
Cartaginés de reforzar a su ejército, tarde y mal.

Mientras tanto, en Hispania, Escipión capturó casi sin oposición el resto de las
ciudades cartaginesas, finalizando el dominio cartaginés en la península, y empezó
a preparar la invasión de la propia Cartago. Ante esta amenaza directa, Aníbal
recibió la orden de abandonar el ejército de Italia y volver a toda prisa a Cartago a
preparar la defensa y enfrentarse a Escipión. Sin embargo, sufrió una derrota
decisiva en la batalla de Zama el año 202 a. C.

Las bajas cartaginesas se elevaron a alrededor de 20 000 muertos,18 junto con 11


000 heridos y 15 000 prisioneros. Los romanos capturaron también 133 estandartes
militares y once elefantes. Por otro lado, entre las filas romanas hubo 1500
muertos19 y 4000 heridos

Un factor determinante sin duda fue la falta de refuerzos recibidos; se ha


argumentado en muchas ocasiones que, de tener soldados en cantidad suficiente,
Aníbal podría haber intentado el asalto directo sobre Roma a pesar de la falta de
armamento de asedio. Sin embargo, y a pesar de sus muchas súplicas en ese
sentido, Cartago solo mandó refuerzos al ejército de Hispania. La incapacidad de
finalizar el conflicto de forma decisiva abocó a Cartago a una guerra de larga
duración que el propio Aníbal había predicho que no podrían ganar.

Finalmente, en el 201 a.c. Cartago pidió la paz, y las condiciones romanas fueron
terribles: todas las colonias cartaginesas fueron entregadas a Roma, recibió la
obligación de entregar a Roma una cuantiosa indemnización inicial, además de
comprometerse a pagar un tributo de guerra durante 50 años la suma de 200
talentos de plata anuales por 50 años.
Cartago debió entregar su flota y sus territorios en Hispania, se le prohibió volver a
tener unas fuerzas armadas o reclutar mercenarios más que en cantidades
testimoniales, pasando a depender de Roma para cualquier tema relacionado con
su propia defensa. Tenían prohibido declarar la guerra sin permiso romano y
debieron reconocer la independencia del reino de Numidia. Como resultado de esto
dicho reino expandió su territorio a costa de los cartaginenses, ya que los romanos
casi siempre fallaron en favor de sus aliados númidas.
Tras esto Cartago nunca más volvería a ser una potencia.
Otra consecuencia de este tratado de paz fue que al no poder gastar sus riquezas
en guerras, los ciudadanos de Cartago optaron en usarlo en convertir su ciudad en
un poderoso y rico núcleo comercial.

Acabada la guerra contra Roma, Aníbal tomó parte activa en la reconstrucción de


Cartago, pero su larga temporada de liderazgo y sus éxitos le habían granjeado
numerosos enemigos entre su propio pueblo. Sus oponentes se unieron en una sola
facción y protestaron frente a Roma, obligándole a huir a Asia Menor en el año 195
a. C., siendo sus propiedades y las de su familia confiscadas por la élite dirigente
cartaginesa. En el este, Aníbal sirvió a varios reyes locales como asesor militar,
generalmente en enfrentamientos con Roma. Sirvió en esas funciones en la corte
del Imperio seléucida huyendo tras la batalla de Magnesia al saber que Antíoco III
Megas pretendía entregarle a los romanos para congraciarse con ellos. Perseguido,
Aníbal acabó suicidándose en el 183 a. C. para evitar su captura por agentes
romanos.
En los años posteriores a la segunda guerra púnica Roma se dedicó a conquistar
los estados helenísticos del Mediterráneo oriental: Macedonia, Iliria y Siria cayeron
bajo su influencia, además del sometimiento de varios pueblos ibéricos.

La llamada tercera guerra púnica (149-146 a. C.) comprende casi en exclusiva la


batalla de Cartago, una operación de asedio de larga duración que acabó con el
saqueo y la destrucción completa de la ciudad de Cartago. Las causas de la guerra
fueron, por un lado, el creciente sentimiento anti-romano en Hispania y Grecia, y por
el otro, el posible resurgir del poderío militar cartaginés.
Alarmados por este rebrote de militarismo cartaginés falso, y temiendo el resurgir
del mayor campeón de la causa anti-romana, muchos romanos abogaban por su
destrucción completa a modo preventivo. Catón el Viejo, a quien también
disgustaban las muestras públicas de opulencia que se hacían en la ciudad, tras ser
testigo del resurgir del viejo enemigo en un viaje a Cartago, solía acabar todos sus
discursos en el senado, sin importar cual fuera el tema, con la frase:
Ceterum censeo Carthaginem esse delendam («Es más, creo que Cartago debe ser
destruida»)

En el año 151 a. C. Numidia atacó el territorio cartaginés, sitiando una ciudad de


ubicación desconocida llamada Oroscopa en el 150 a. C. Los cartagineses enviaron
una expedición militar al mando de Asdrúbal el Beotarca que fue derrotada y
Cartago fue forzada a pagar una nueva indemnización, esta vez a los númidas, justo
cuando acababa de terminar de pagar la contraída con Roma (motivo por el cual
habían dado por finalizado el tratado con Roma). Durante el año 149 a. C., Roma
realizó una serie de reclamaciones con la clara intención de empujar a Cartago a
una guerra abierta, proporcionando un casus belli que mostrar al resto del mundo
antiguo.

En el 149 a.c. Tras exigir la entrega de 300 hijos de la nobleza cartaginesa como
rehenes y desembarcar el ejército romano de más de 80 000 hombres en Útica, los
cónsules exigieron la entrega de toda la flota y armas de asedio de la ciudad de
Cartago, lo que cumplió inmediatamente. Los púnicos entregaron 200 000 equipos
individuales para soldados y 2000 catapultas y balistas. Pero cuando se dio como
nueva exigencia el traslado de la ciudad fenicia a 15,4 km (80 estadios) tierra
adentro y la destrucción de sus antigua localización. Esa fue la gota que derramó el
vaso de la paciencia cartaginesa. Se negaron a aceptar tal demanda ya que
significaba perder su dominio marítimo y comercial junto con su identidad cultural,
con lo que dio comienzo a la tercera guerra púnica, y el asedio de la ciudad. La
población de Cartago, que hasta el momento había confiado principalmente en el
uso de mercenarios, tuvo que tomar una parte mucho más activa en la defensa de
la ciudad. Se fabricaron miles de armas improvisadas en un corto espacio de tiempo,
llegándose incluso a emplear pelo de las mujeres cartaginesas para trenzar cuerdas
de catapulta, con lo que se logró rechazar el ataque inicial romano.

El asedio
Los primeros dos años de guerra, a los romanos les resultó imposible tomar
Cartago, pues contaba con enormes recursos, sólidas fortificaciones y un gran
ejército que impedía su aislamiento total, continuando esta su actividad comercial
por vía marítima. Como el sitio se prolongaba, los comandantes romanos decidieron
permitir la entrada en su campamento de "elementos de distracción": prostitutas,
comerciantes, etc, lo que provocó un relajamiento de la disciplina militar.

Finalmente entre los dirigentes romanos, molestos por la duración del asedio
decidieron nombrar al nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio
Escipión Emiliano, cónsul y comandante supremo del ejército romano en África, en
el año 147 a. C. Su capacidad quedó demostrada cuando resolvió el problema en
la sucesión de Masinisa, dividiendo el poder entre sus tres herederos.

Cuando Escipión Emiliano tomó el mando expulsó a los civiles del campamento
romano, como las prostitutas y comerciantes, imponiendo de nuevo una dura
disciplina. Gracias a esto derrotó a Asdrúbal en una gran batalla que permitió el
aislamiento completo de los sitiados por tierra. La flota romana incursionó
masivamente en el golfo de Túnez, impidiendo la salida de las naves cartaginesas.
Por primera vez en el curso de la guerra, Cartago, durante el invierno del año 147
a. C., estaba completamente aislada del mundo exterior, lo que provocó la rápida
disminución de sus reservas alimenticias, contribuyendo esto al brote y propagación
de enfermedades que hicieron estragos entre la población de la ciudad.

El asalto final
Al llegar la primavera del año 146 a. C. la población cartaginesa estaba tan
debilitada por el hambre y las enfermedades, que los romanos decidieron que era
el momento de asaltar la ciudad. Los romanos penetraron por el puerto atravesando
parte de las murallas mediante una grieta hecha en estas por uno de sus arietes.
Además, con escalas y construyendo una torre de asalto en la muralla, consiguieron
entrar pese a la fuerte resistencia de los ciudadanos. Después de tomar las murallas
los legionarios ocuparon el ágora de la ciudad donde pasaron la primera noche, los
cartagineses estaban demasiado debilitados como para contraatacar.

Tras entrar en la ciudad, los romanos fueron recibidos por una verdadera lluvia de
lanzas, piedras, flechas, espadas e incluso tejas que lanzaban desde los tejados de
sus casas. Los romanos tuvieron que detener su marcha y con tablones, pasaron
de vivienda en vivienda acabando con los habitantes de la ciudad, la mayoría de los
cuales lucharon hasta la muerte. Durante seis días con sus noches los romanos y
los cartagineses entablaron una gran batalla urbana, cuyo resultado iba
favoreciendo a los primeros. El objetivo de las legiones era tomar completamente la
ciudad, finalizando con la captura de la ciudadela fortificada de Birsa, ubicada sobre
la cima de una colina escarpada, en el corazón de la ciudad, punto a donde se
dirigían los defensores en su continuo retroceder. Los romanos avanzaban
demoliendo muros, abriéndose camino a través de montañas de ruinas o pasando
por los techos de las casas y los edificios.

Los últimos supervivientes de la batalla, unos 50 000, se refugiaron en el templo de


Eshmún (Esculapio para los romanos. Allí, la mayor parte de los púnicos rogaron a
Escipión que tuviera clemencia con ellos, incluso Asdrúbal, quien había logrado
escapar tras la destrucción de su ejército y dirigía la defensa de la ciudad. Escipión
prometió respetarles la vida. Solo quedaron en el templo los desertores romanos
(cerca de un millar), que sabiendo que serían ejecutados, se suicidaron, y también
la mujer de Asdrúbal, que, vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y a
los romanos diciendo «vosotros, que nos habéis destruido a fuego, a fuego también
seréis destruidos» y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que
acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego). Los desertores también se
sacrificaron en la misma pira.

Los supervivientes fueron todos reducidos a la esclavitud y la ciudad fue totalmente


saqueada tras su toma; sin embargo, la mayor parte se conservaba aún en pie.
Después de la caída de Cartago se presentó en el sitio una comisión del Senado
romano para decidir qué se haría con ella. Según los indicios, el mismo Escipión
Emiliano y algunos senadores eran partidarios de que la ciudad se conservase, pero
la mayor parte de la comisión se puso de parte de la opinión de que fuese destruida,
seguramente aún bajo la influencia de los deseos del ya fallecido Catón. Por tanto,
la historia oficial afirma que Escipión ordenó a las legiones destruir totalmente la
ciudad hasta los cimientos.
Las demás ciudades del norte de África que apoyaron a Cartago en todo momento
corrieron la misma suerte. Las que se rindieron desde el comienzo de la guerra,
como Útica, fueron declaradas libres y conservaron sus territorios. Las antiguas
posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África.

Y así, en el 146 a.c. termina la tercera, y todo el período de guerras que componen
las guerras púnicas.

Cuando Catón el Viejo la visitó en el 152 a. C. en vez de ver una urbe empobrecida
contempló una ciudad enriquecida gracias a su fructífero comercio, lo que llevó a
considerar a Cartago como una amenaza. Según Apiano, Catón consideraba que
de permitir el florecimiento económico de Cartago, algún día esta volvería a
declararle la guerra a Roma. Se opuso a Publio Cornelio Escipión Nasica Córculo,
que estaba a favor de no destruir a Cartago, y que por lo general convenció al
Senado, debido entre otras cosas a la oposición del bando de los Escipiones, que
consideraban que si el único gran enemigo de Roma era destruido, los romanos
caerían en un relajamiento de costumbres que les conduciría a su propia
decadencia.

Síganos en redes YT zonadeguerrapodcast Spotify y todas las plataformas de


podcast como zona de guerra podcast, y envíennos qué temas les gustaría
escuchar, así como sus comentarios al correo zonadeguerrapodcast@gmail.com

También podría gustarte