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Batalla de Cannas

La batalla de Cannas (o Cannæ) tuvo lugar el 2 de


agosto del año 216 a.  C. entre el ejército púnico,
comandado por Aníbal Barca, y las tropas romanas,
Batalla de Cannas
dirigidas por los cónsules Cayo Terencio Varrón y La segunda guerra púnica
Lucio Emilio Paulo, en el marco de la segunda guerra Parte de segunda guerra púnica
púnica.

Desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al


sudeste de Italia, la batalla terminó con la victoria del
ejército cartaginés, a pesar de la acusada inferioridad
numérica de éstos. Tras la misma, Capua y varias otras
ciudades Estado italianas abandonaron el bando de la
República romana.

Aunque la batalla no supuso la victoria final


cartaginesa en la segunda guerra púnica, se la recuerda
como uno de los más grandes eventos de táctica militar
en la historia, y la más grande derrota de la historia de
Roma hasta ese momento, ya que en el futuro otros
desastres la superarían (como la batalla de Arausio).

Tras recuperarse de las pérdidas de las anteriores


batallas y, en concreto, de la batalla del Trebia (218
a. C.) y la batalla del Lago Trasimeno (217 a. C.), los
romanos decidieron enfrentarse a Aníbal en Cannas
con aproximadamente 87  000 soldados romanos y
aliados. Con su ala derecha desplegada cerca del río
Aufidus (hoy llamado río Ofanto), los romanos
colocaron a su caballería en los flancos y agruparon su
infantería pesada en el centro, en una formación con
mayor profundidad de lo normal. Lugares de la península itálica en los que
acontecieron las batallas entre Roma y el ejército
Para contrarrestar ese plan, Aníbal utilizó una táctica de Aníbal.
de tenaza: tras colocar a la infantería, en la que
confiaba menos, en el centro, con los flancos Fecha 2 de agosto de 216 a. C.
compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron
Lugar Cannas, en la llanura situada
adoptando una forma de luna creciente, haciendo
entre el río Ofanto y la ciudad
avanzar a sus tropas veteranas de los laterales.
de Cannosa, en Italia
En el momento álgido de la batalla, las tropas Coordenadas 41°18′23″N 16°07′57″E
cartaginesas del centro de la formación se retiraron Resultado Decisiva victoria cartaginesa
ante el avance de los romanos y, al avanzar estos, se
encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco Beligerantes
de enemigos que les rodeaban. Atacados desde todos República romana República Cartaginesa
los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue
Comandantes
destruido. Se estima que entre 60  000 y 70  000
romanos murieron o fueron capturados en Cannas, Cayo Terencio Varrón Aníbal Barca
incluyendo al cónsul Lucio Emilio Paulo y a ochenta Lucio Emilio Paulo † Maharbal
senadores romanos. Magón Barca
Gisgo
Hannón
Índice Asdrúbal

Fuerzas en combate
Trasfondo estratégico
Entre 87 000 y 91 400 40 000 de infantería
Preludio
hombres (16 legiones pesada
Batalla romanas y aliados) 6000 de infantería
Fuerzas ligera
Equipamiento 8000 de caballería
Despliegue táctico
Bajas
Acontecimientos
70 000 muertos según 6000 muertos y 10 000
Bajas
Polibio; 50 000 según heridos
Eventos posteriores Tito Livio; alrededor de
Importancia histórica 11 000 prisioneros
Efectos en la doctrina militar romana
Importancia en la historia militar
El «modelo de Cannas»
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos

Trasfondo estratégico
Poco después del comienzo de la segunda guerra púnica, el general cartaginés había logrado llegar a Italia
cruzando los Alpes durante el invierno y había vencido rápidamente a los romanos en un enfrentamiento de
menor importancia, batalla de Tesino y dos grandes victorias, en la batalla del Trebia y la batalla del Lago
Trasimeno. Los romanos, tras sufrir esas pérdidas, nombraron a Quinto Fabio Máximo como dictador
romano para que hiciese frente a la amenaza cartaginesa. Fabio se embarcó en una guerra de desgaste
contra Aníbal, dedicándose a cortar sus líneas de suministro y rechazando el enfrentamiento en una batalla
campal. Esa estrategia, que sería conocida en el futuro como las Tácticas Fabianas, resultó ser muy
impopular entre los ciudadanos romanos que, una vez que comenzaron a recuperarse de las victorias
cartaginesas, comenzaron también a cuestionar las tácticas de su dictador, que en parte habían permitido
reagruparse al ejército cartaginés.1 ​La estrategia de Fabio era particularmente frustrante para la mayoría del
pueblo romano que deseaba un rápido final de la guerra con Cartago. También se temía que, si Aníbal
continuaba arrasando Italia sin oposición, los aliados itálicos comenzaran a dudar de la capacidad de Roma
de protegerles y se pasasen al bando del enemigo.

Ante esta situación política, el Senado Romano no renovó los poderes dictatoriales a la finalización del
mandato, y devolvió el mando del ejército a los cónsules Cneo Servilio Gémino y Marco Atilio Régulo. En
216 a. C., las elecciones consulares finalizaron con la elección de Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio
Paulo, que tomaron el mando del ejército que se había reclutado para enfrentarse con Aníbal. El ejército
reunido superaba en tamaño a cualquier ejército anterior en la historia romana hasta esa fecha, y sobre su
composición Polibio escribió lo siguiente:
El Senado determinó llevar a ocho legiones al campo de batalla, algo que Roma no había
hecho antes, cada legión formada por cinco mil hombres más los aliados. (...) La mayoría de
sus guerras se deciden por un cónsul y dos legiones, con su cuota de aliados; y raramente
emplean las cuatro al mismo tiempo en un único servicio. Pero en esta ocasión, tan grande era
la alarma y el terror de lo que podría suceder, que decidieron enviar no cuatro sino ocho
legiones al campo de batalla.
Polibio2 ​

Estas ocho legiones, junto con una estimación de unos 2 400 soldados de caballería romana, formaban el
núcleo de un inmenso ejército. Estando cada legión acompañada de un número igual de soldados aliados, y
con una caballería aliada de unos 4 000 hombres, el ejército total que se enfrentó a Aníbal no debía estar
muy por debajo de unos 90 000 hombres.3 ​

Preludio
En la primavera de 216 a. C., Aníbal tomó la iniciativa asediando un
gran depósito de suministros ubicado en la ciudad de Cannas, en las
llanuras de Apulia. Con ello se situó estratégicamente entre los
romanos y una de sus principales fuentes de suministro. Polibio
comenta que la captura de Cannas «causó una gran conmoción en el
ejército romano; pues no sólo se trataba de la pérdida del lugar y de
los almacenes, sino del hecho de que con ello se perdía todo el
distrito».2 ​ Los cónsules, decididos a enfrentarse a Aníbal, marcharon
al sur en busca del cartaginés.

Tras dos días de marcha se encontraron con él en la ribera izquierda


del río Aufidus, y acamparon a seis millas (unos 10 kilómetros) de
distancia. Supuestamente, un oficial cartaginés llamado Gisgo hizo un
comentario sobre el gran tamaño del ejército romano. Aníbal le
contestó «Otra cosa que se te ha pasado, Gisgo, es todavía más
sorprendente — que aunque haya tantos de ellos, no hay ninguno de
entre todos ellos que se llame Gisgo».4 ​ El comentario de Aníbal
despertó la hilaridad de sus inquietos hombres.5 ​ Estatua de Aníbal Barca, según
representación de François
Normalmente cada uno de los dos cónsules dirigiría su parte del Girardon en 1704, situado en el
ejército, pero dado que los dos ejércitos estaban unidos en uno solo, la Patio Puget del Louvre. Aníbal se
ley romana les ordenaba la alternancia diaria en el mando. Parece ser representa contando los anillos
que Aníbal era conocedor de este hecho, y que planeó su estrategia de romanos tomados en la batalla de
acuerdo con ello. Cannas, el 216 a. C.

El cónsul Varrón, que estaba al mando el primer día, es presentado por


las fuentes antiguas como un hombre de naturaleza descuidada y que estaba determinado a vencer a Aníbal.
Mientras que los romanos se acercaban a Cannas, una pequeña porción de las fuerzas de Aníbal
emboscaron al ejército romano, y Varrón repelió con éxito el ataque continuando el viaje a Cannas. Esta
victoria, aunque esencialmente se trató más de una escaramuza sin valor estratégico que de una verdadera
victoria militar, disparó la confianza del ejército romano y es posible que la del propio cónsul Varrón. Paulo,
sin embargo, era contrario a proceder al enfrentamiento tal y como se estaba planteando. Al contrario que
Varrón, este cónsul era un hombre prudente y cauteloso, y consideraba que era estúpido luchar en campo
abierto contra Aníbal, a pesar de la superioridad numérica de los romanos. Esto tenía sentido táctico, puesto
que Aníbal seguía manteniendo su ventaja en el ámbito de las tropas de caballería, en donde contaba con
mayor número de efectivos y de mayor calidad. Sin embargo, y a pesar de sus reticencias, Paulo tampoco
consideró acertado retirar al ejército tras ese éxito inicial, y decidió ordenar acampar a dos tercios de su
ejército al este del río Aufidus, enviando al resto de sus hombres a fortificar una posición en la ribera
opuesta. El propósito del segundo campamento era cubrir a las partidas de forrajeadores del campamento
principal y poder hostigar las del enemigo.3 ​

Los dos ejércitos permanecieron en sus localizaciones durante dos días. En el segundo de estos dos días (1
de agosto) Aníbal, conocedor de que Varrón estaría al mando al día siguiente, salió del campamento y
ofreció batalla a los romanos. Paulo, sin embargo, rechazó la invitación. En ese momento Aníbal,
conocedor de la importancia del agua del río Aufidus para el ejército romano, envió su caballería al
campamento de menor tamaño para acosar a los soldados que salían a abastecerse de agua fuera de las
fortificaciones. Según Polibio,2 ​ su caballería dio vueltas sin oposición al campamento romano, creando el
caos y cortando el suministro de agua.6 ​

Batalla

Fuerzas

Las fuerzas combinadas de los dos cónsules sumaban un total 75  000 soldados de infantería, 2400 de
caballería romana y 4000 de caballería aliada, contando únicamente a la porción de tropas que se utilizó en
la batalla campal. Además, en los dos campamentos fortificados había otros 2600 hombres de infantería
pesada y 7400 de infantería ligera (un total de unos 10  000), por lo que la fuerza total que los romanos
llevaron a la guerra equivalía a unos 91  400 hombres. En el otro bando, el ejército cartaginés estaba
compuesto aproximadamente por 40 000 hombres de infantería pesada, 6000 de infantería ligera y 8000 de
caballería.7 8​ ​

El ejército cartaginés estaba compuesto por una amalgama de soldados procedentes de distintas y
numerosas regiones, incluyendo mercenarios hispanos y africanos. No sabemos con certeza cuántos
hombres había de cada nacionalidad, aunque sí que existen algunas estimaciones sobre el tamaño de los
distintos contingentes. Contaba con unos 10  000 jinetes, entre los que se contaban unos 4000 galos al
menos y varios miles de hispanos. De la infantería, unos 40  000, parte eran infantería ligera (8000 en la
batalla de Trebia, puede que menos en Cannas) y, del resto, la mayoría eran galos, tropas que se habían
unido ya en Italia (Aníbal no había recibido nuevos refuerzos desde Hispania o África desde el comienzo
de la batalla). Es posible que hubiera entre 8000 y 10 000 libios y unos 4000 hispanos.9 ​

Según otras fuentes y estimaciones, junto con el núcleo de 8000 libios equipados con armadura romana,
podrían haber luchado también 8000 hispanos, 16  000 galos (de los cuales 8000 permanecieron en el
campamento el día de la batalla) y 5500 getulos. La caballería de Aníbal también tenía distintas
procedencias: Había 4000 númidas, 2000 hispanos, 4000 galos y 450 libios y fenicios. Finalmente, Aníbal
contaba con unos 8000 hostigadores compuestos por honderos baleares y lanceros de diversas
nacionalidades. Sin embargo, todas estas cifras son aproximadas y se basan en estimaciones del ejército
inicial de Aníbal, que se había ido modificando a medida que afrontaba batallas en la campaña italiana. En
cualquier caso, todos estos grupos específicos aportaban sus distintas capacidades al ejército cartaginés,
siendo su factor unificador la unión personal que cada grupo tenía con el líder del ejército, Aníbal.10 11
​ ​

Equipamiento

Las fuerzas de la república utilizaban el tradicional equipamiento militar romano de la época de las guerras
púnicas, incluyendo el pilum y los hastae como armas, así como los escudos, las armaduras y los cascos
tradicionales. En el bando opuesto, los cartagineses utilizaban una gran variedad de equipamientos
distintos. Los libios luchaban con las armaduras y el equipamiento tomados de los romanos derrotados en
anteriores enfrentamientos; los guerreros hispanos luchaban con espadas diseñadas para cortar y ensartar,
jabalinas y lanzas incendiarias, y se defendían con grandes escudos de forma ovalada; y los galos llevaban
espadas largas y altos escudos ovalados. La caballería pesada cartaginesa llevaba dos jabalinas y una
espada curva, así como una fuerte armadura. La caballería númida, más ligera, no utilizaba armadura y solo
llevaba un pequeño escudo, jabalinas y una espada. Por último, los hostigadores que actuaban como
infantería ligera estaban armados con hondas o con lanzas y, de estos, los honderos baleares (famosos por
su puntería con esa arma) llevaban hondas cortas, medias y largas, aunque no llevaban ningún
equipamiento de carácter defensivo. Los lanceros sí llevaban escudos, jabalinas, y posiblemente espada o,
al menos, una lanza diseñada para ensartar a corta distancia.10 ​

Despliegue táctico

El despliegue convencional de los ejércitos en


aquella época consistía en situar a la infantería en el
centro de la formación, colocando a la caballería en
las dos «alas» o flancos laterales. Los romanos
siguieron con este sistema de despliegue de forma
muy fiel, aunque añadieron una mayor profundidad
a su formación mediante la colocación de muchas
cohortes, en lugar de optar por dar mayor espacio a
su infantería. Posiblemente los comandantes
romanos esperaban que esta concentración de
fuerzas permitiese romper rápidamente el centro de
la línea enemiga. Varrón sabía que la infantería
romana había logrado romper el centro de la
Despliegue inicial y ataque romano (en rojo).
formación cartaginesa en la batalla del Trebia, y su
intención era recrear esto a mayor escala.

Los princeps se colocaron inmediatamente detrás de los hastati, preparados para empujar hacia adelante en
cuanto comenzara el contacto con el enemigo, y asegurando con ello que los romanos presentaran un frente
sin huecos. Polibio escribió que «los manípulos estaban más cercanos los unos a los otros, los intervalos
eran más cortos, y los manípulos mostraban una mayor profundidad que frente».2 12 ​ ​A pesar de superar
ampliamente a los cartagineses en cuanto a número de tropas, este despliegue suponía en la práctica que las
líneas romanas tuvieran aproximadamente la misma longitud que la de sus oponentes.

La imagen final que ofrecía el ejército romano mantenía por tanto el estilo clásico. En líneas
perpendiculares al río, los romanos presentaban dos bloques en líneas cerradas, el de la infantería ligera
delante y el de la pesada detrás. A su derecha, junto al río, la caballería romana y en el flanco izquierdo la
caballería compuesta por aliados de Roma.

Desde el punto de vista del cónsul Varrón, Aníbal parecía tener


poco espacio para maniobrar y ninguna posibilidad de retirada,
debido a su elección de desplegarse con el río Aufidus a su
retaguardia. Varrón pensaba que cuando fuesen presionados
por la superioridad numérica del ejército romano, los
cartagineses caerían hacia el río y, sin sitio para maniobrar,
cundiría el pánico. Por otro lado, Varrón había estudiado las
últimas victorias de Aníbal, en las que sus victorias se habían
Esquema clásico de despliegue de la producido en gran parte gracias a una serie de subterfugios del
legión manipular.
general cartaginés. Debido a esto, Varrón buscó una batalla en campo abierto, en el que no hubiera
posibilidad de que tropas ocultas preparasen una emboscada.13 ​

Aníbal también formó su tropa en dos líneas, pero no las hizo compactas. Las desplegó con el centro
apuntando ligeramente al centro romano, basándose en las cualidades particulares de lucha que cada unidad
poseía, y teniendo en cuenta tanto sus fortalezas como sus debilidades para el diseño de su estrategia.3
Colocó a los íberos, galos y celtíberos en el centro, alternando la composición étnica de las tropas de la
línea del frente. El centro de Aníbal lo componían sus tropas íberas más disciplinadas, mientras que detrás
de estos se situaban los galos, con menor grado de disciplina. La infantería púnica de Aníbal se posicionó
en las alas, justo en el extremo de su línea de infantería.

Se suele pensar erróneamente que las tropas africanas de Aníbal estaban armadas con picas, teoría aportada
por el historiador Peter Connolly. En realidad, las tropas libias llevaban lanzas más cortas incluso que las de
los triarii romanos. Su ventaja, por tanto, no eran las picas, sino la experiencia de su infantería, muy
veterana tras tantas batallas, que permaneció cohesionada y atacó los flancos romanos.

Asdrúbal dirigía a la caballería íbera y celtíbera del ala izquierda del ejército cartaginés (ubicada al sur,
cerca del río Aufidus). Tenía a su mando a 6500 hombres, mientras que Hannón estaba al frente de 3500
hombres de caballería númida ubicados en el ala derecha. La fuerza de Asdrúbal fue capaz de derrotar
rápidamente a la caballería romana ubicada al sur, atravesar la retaguardia de la infantería y enfrentarse
también a la caballería aliada romana que estaba luchando con los númidas. Las fuerzas combinadas de
Asdrúbal y Hannón dispersaron a la caballería romana, lo que les permitió acosar a la infantería desde la
retaguardia.

Aníbal colocó a su caballería, compuesta principalmente de caballería hispana y de caballería ligera


númida, esperando que pudieran derrotar rápidamente a la caballería romana de los flancos y que girasen
para atacar a la infantería desde la retaguardia, mientras ésta intentaba atravesar el centro de la formación
cartaginesa. Sus veteranas tropas africanas (que además contaban con armaduras romanas ganadas en
batallas anteriores) atacarían entonces desde los flancos en el momento crucial y rodearían al ejército
romano.

Tras rodearlos, se produjeron una serie de factores que favorecieron la victoria cartaginesa. En primer lugar,
en lugar de enfrentarse a una dura línea de triarii veteranos que normalmente se ubicaban en la retaguardia,
la caballería se encontró con los hostigadores velites, que estaban en plena retirada a través de las líneas tras
haber hecho su labor de hostigamiento. Esto permitió a los cartagineses acabar estratégicamente con los
líderes de las centurias a la vez que creó una gran confusión entre los hastati. Esta confusión fue también
alimentada por el bombardeo con proyectiles que estaba recibiendo el ejército romano: este bombardeo, si
bien solo producía heridas leves, hacía que los laterales del ejército romano tratasen de refugiarse
acercándose al centro de la formación, lo cual provocó una situación en la que las tropas romanas estaban
demasiado cercanas las unas a las otras como para poder utilizar con efectividad sus armas, incrementando
el número de bajas.

Aníbal no se sentía impedido por su posición en contra del río Aufidus. Por el contrario, supuso el factor
principal de su estrategia: el río protegía sus flancos de ser superados por el ejército más numeroso de los
romanos y la existencia de esa barrera natural implicaba que la única vía de retirada de los romanos era su
flanco izquierdo.14 ​ Además, las fuerzas cartaginesas habían maniobrado de forma que los romanos
estuviesen mirando al este, con lo que no solo recibían en la cara el sol de la mañana, sino que los vientos
del sudeste arrojaban tierra y polvo sobre sus caras a medida que se aproximaban al campo de batalla.12 ​Se
puede decir, por tanto, que el despliegue de tropas realizado por Aníbal, basado en su percepción y
entendimiento de las capacidades de sus tropas, resultó decisivo en la batalla.

Acontecimientos

A medida que los ejércitos avanzaban uno hacia el otro, Aníbal fue extendiendo de forma gradual el centro
de su línea. Tal y como describe Polibio:

Tras desplegar a su ejército al completo en una línea recta, tomó a varias compañías de celtas
y de hispanos y avanzó con ellas, manteniendo al resto en contacto con estas compañías, pero
quedándose atrás de forma gradual, para conseguir una formación en forma de luna creciente.
La línea de compañías de flanqueo iba estrechándose cada vez más a medida que se
prolongaba, siendo su objetivo utilizar a los africanos como fuerza de reserva y comenzar la
lucha con los celtas y los hispanos.3 ​

Polibio describe un centro cartaginés muy débil, desplegado en curva con los romanos en el centro y las
tropas africanas en los flancos y en formación diagonal.2 ​ Se cree que el propósito de esta formación era
unificar el impulso frontal de la infantería romana y retrasar su avance hasta que se produjesen otros
acontecimientos que permitiesen a Aníbal desplegar su infantería africana de la forma más efectiva
posible.15 ​En cualquier caso, algunos historiadores han tachado a este relato de fantasioso, y comentan que
la curvatura del ejército cartaginés se pudo deber, o bien por la curvatura natural que se produce cuando
una línea de infantería avanza, o bien a la propia reacción del ejército cartaginés al enfrentarse al choque
con el pesado centro de infantería romana.15 ​

Cuando los ejércitos se encontraron, la caballería se lanzó en un fiero ataque sobre el ejército romano.
Polibio nos describe la escena2 ​ comentando que «cuando los caballos hispanos y celtas del ala izquierda
colisionaron con la caballería romana, la lucha que se produjo fue verdaderamente barbárica».3 ​ La
caballería cartaginesa rápidamente venció a la inferior caballería romana del flanco derecho y les
sobrepasaron. En ese momento, una porción de la caballería se dividió del ala izquierda y dio un rodeo
atravesando la retaguardia romana hacia el flanco derecho, en dónde atacó a la caballería romana de ese
flanco desde la retaguardia. Estos, siendo atacados desde los dos frentes, se dispersaron rápidamente ante el
ataque cartaginés.

Por otro lado, mientras que los cartagineses


derrotaban a la caballería romana, los dos ejércitos
principales, compuestos por la infantería de ambos
bandos, avanzaron el uno contra el otro en el centro
del campo de batalla. Para poder entender bien la
batalla, es necesario detenerse a examinar las duras
condiciones a las que estaban sometidos los
soldados de infantería romanos, y que hacían que la
batalla fuese especialmente difícil para ellos:10 ​ A
medida que los romanos avanzaban, el viento del
este soplaba hacia ellos, arrojando polvo sobre sus
caras y obstaculizando su visión. En este aspecto, es
importante tener en cuenta que los dos ejércitos Destrucción del ejército romano.
levantaban mucho polvo al desplazarse, lo que
amplificaba el efecto del viento.12 ​ Además del
polvo, otro factor importante de la batalla fue la falta de sueño de las tropas: debido a la distancia entre los
campamentos y el campo de batalla, es muy posible que ambos ejércitos se hubiesen visto obligados a
dormir muy poco tiempo. En particular, los romanos sufrían la falta de una buena hidratación previa a la
batalla, causada por el ataque de Aníbal a su campamento el día anterior que les había impedido
suministrarse del río. Por último, la masiva cantidad de tropas suponía un tremendo estruendo de fondo, lo
cual era psicológicamente muy duro para los hombres de la formación.

Los cartagineses dispusieron una línea con unos 800 honderos baleares para intentar frenar el avance de las
tropas romanas, pero no tuvo éxito. Cuando ambos ejércitos estaban uno en frente de otro se inició una
auténtica lluvia de lanzas entre los hostigadores. Tras ese inicio comenzó la batalla cuerpo a cuerpo.

Aníbal se colocó junto con sus hombres en el débil centro de la formación, y les hizo desplazarse en una
retirada controlada. Conociendo la superioridad de la infantería romana, Aníbal dio instrucciones para esta
retirada, creando un semicírculo cada vez más estrecho que iba rodeando a las fuerzas romanas. Los
romanos empujaron en su ataque y el centro de Aníbal cedió terreno, curvándose hacia atrás, ocupando el
centro romano el espacio desalojado por el centro cartaginés. Con ese movimiento, Aníbal convirtió la
fuerza de la infantería romana en una debilidad: A medida que las tropas avanzaban, el grupo de tropas
romanas comenzaban a perder cohesión debido a que los soldados comenzaban a empujar los unos contra
los otros hasta que llegaron a situarse tan próximos los unos a los otros que no tenían espacio ni para
maniobrar con sus armas. Además, en su intento de romper cuanto antes la línea de tropas gálicas e
hispanas, los romanos habían ignorado (puede que también debido al polvo) a las tropas africanas que se
habían colocado sin oposición en los extremos de la formación cartaginesa.15 ​ La caballería cartaginesa,
por su parte, ya había conseguido eliminar a la caballería romana de los dos flancos, y cargó contra el
centro de la formación romana desde la retaguardia.

El ejército romano, con sus flancos eliminados, formó una cuña que iba introduciéndose cada vez más
dentro del semicírculo cartaginés, metiéndose de lleno en una ubicación en la que la infantería africana
controlaba ambos flancos.3 ​ En este momento, Aníbal ordenó atacar a su infantería africana, rodeando por
completo a los romanos en lo que se convertiría en uno de los primeros ejemplos bélicos conocidos del
movimiento de tenaza: otro ejemplo notable anterior a este fue la batalla de Maratón.

Cuando la caballería cartaginesa atacó a los romanos por la retaguardia y las tropas africanas asaltaron la
formación desde las alas, el avance de la infantería romana quedó detenido bruscamente. Los romanos
estaban atrapados, y sin vía de escape. Polibio comenta que, «a medida que las tropas del exterior eran
masacradas, los supervivientes se veían forzados a retirarse hacia el centro y agruparse más, hasta que
finalmente todos murieron en el lugar en el que se encontraban».

Los legionarios estaban aterrorizados. No podían ni siquiera alzar los escudos para defenderse, ni podían
desenvainar sus espadas. En ese momento, la falange ibera avanzó hacia el cerco para atacar por los flancos
a los romanos. Los iberos que habían retrocedido, gracias a sus cortas pero mortales espadas hicieron una
masacre entre las filas enemigas. Tras esta batalla los romanos, impresionados por la eficacia de la espada
ibera, adoptarían una similar para sus tropas (el conocido como gladius hispaniensis).

Aníbal, viendo que su plan estaba resultando en una victoria casi total y necesitando todavía consolidar sus
logros, y tomar únicamente a aquellos prisioneros que estuviesen dispuestos a cambiar de bando en la
guerra, ordenó a sus hombres que mutilasen rápidamente a los enemigos supervivientes. Más adelante,
cuando ya no había soldados romanos con capacidad de resistencia al enemigo, procederían a masacrar a
los romanos sin obstrucción alguna.

Tito Livio describe lo siguiente:

Había tantos miles de romanos yaciendo (...) Algunos, con sus heridas, agravadas por el frío
de la mañana, se levantaban, y a medida que se levantaban cubiertos de sangre de entre la
masa de masacrados, eran sobrepasados por el enemigo. Otros fueron encontrados con sus
cabezas enterradas en la tierra, en agujeros que habían excavado; habiendo con ello, parece,
creado sus propias tumbas, en las que se habían asfixiado ellos mismos.3 ​

Fueron masacrados casi seiscientos legionarios por minuto hasta que la oscuridad trajo su fin al
derramamiento de sangre.16 ​ Solo 14  000 hombres lograron escapar, la mayoría de los cuales habían
logrado abrir una vía de escape hacia la cercana ciudad de Canusio. Al final del día, de las tropas iniciales
romanas compuestas por 87  000 hombres, solo habían sobrevivido alrededor de uno de cada seis
hombres.3 ​

Bajas

Aunque la cifra exacta de bajas probablemente nunca llegue a


conocerse, Tito Livio y Polibio nos ofrecen unas cifras según las
cuales murieron entre 50 000 y 70 000 romanos y entre 3 000 y 4
500 fueron hechos prisioneros.12 ​ Entre los muertos, se encontraba
el propio Lucio Emilio Paulo, así como los procónsules (excónsules
Cneo Servilio Gémino y Marco Atilio Régulo), dos cuestores,
veintinueve de los cuarenta y ocho tribunos militares (algunos con
rango consular, como el antiguo Magister Equitum, Marco Minucio
Rufo) y unos ochenta senadores u hombres con derecho a ser La muerte de Lucio Emilio Paulo en
elegidos como tales por los cargos que antes habían desempeñado Cannas, según un cuadro de John
(en una época en la que el Senado romano estaba compuesto tan Trumbull (1773).
solo por unos 300 hombres, por lo que la cifra constituye entre un
25 y un 30  % del total).17 18
​ ​ Otros 8 000 hombres de los dos
campamentos romanos y de los poblados vecinos se rindieron al día siguiente (después de que la resistencia
se cobrara todavía más víctimas, aproximadamente 2 000).

Finalmente, puede que más de 75  000 romanos de una fuerza original de 87  000 resultasen muertos o
capturados, totalizando más del 85 % del ejército total. De los que participaron en la batalla, puede que el
95 % de los romanos y aliados muriesen o fueran capturados.19 ​

Se perdieron más vidas romanas en Cannas que en cualquier otra batalla posterior, exceptuando quizás la
batalla de Arausio del año 105 a. C.20 21
​ 22
​ ​Además, Cannas es la segunda batalla con mayor porcentaje
de bajas de toda la historia de Roma, tan solo por detrás de la batalla del bosque de Teutoburgo (año
9 d. C.).

Por su parte, los cartagineses sufrieron 16 700 bajas, la mayoría de ellas de celtíberos e íberos. De estas, 6
000 fueron mortales: 4 000 celtíberos, 1 500 íberos y africanos y el resto, de caballería.3 ​

La cifra total de bajas en la batalla, por tanto, excede de 80 000 hombres.3 ​En la época en que se produjo,
Cannas posiblemente fue la segunda batalla con más bajas de la historia conocida, por detrás de la batalla
de Platea (comparándola con las cifras que sobre la batalla de Platea ofrece Heródoto y que son
consideradas exageradas por muchos historiadores modernos), si bien en Platea la mayoría de las bajas no
se produjeron en el transcurso de la propia batalla, sino que ocurrieron en la persecución del ejército persa
tras su derrota. Hasta las invasiones mongolas, 1500 años después, la batalla de Cannas estuvo entre las
diez batallas más costosas en término de vidas humanas de la historia, e incluso hoy en día todavía
permanece dentro de las cincuenta batallas más letales de la historia.

Eventos posteriores
Para más información, véase el artículo segunda guerra púnica.

Nunca antes, estando la ciudad todavía a salvo, se había producido tal grado de excitación y
pánico dentro de sus murallas. No intentaré describirlo, ni debilitaré la realidad entrando en
detalles. (...) Pues según los informes dos ejércitos consulares y dos cónsules se habían
perdido; no existía ya ningún campamento romano, ningún general, ningún soldado; Apulia,
Samnio, casi toda Italia estaba a los pies de Aníbal. Con seguridad no hay otra nación que no
hubiera sucumbido bajo el peso de tal calamidad.
Tito Livio comentando la reacción del Senado tras la derrota23 ​

Durante un cierto periodo de tiempo, los romanos se encontraron completamente expuestos y


desorganizados. Los mejores ejércitos de la península habían sido destruidos, los pocos supervivientes
estaban absolutamente desmoralizados y el único cónsul con vida (Varrón), completamente desacreditado.
Fue una completa catástrofe para los romanos. La ciudad de Roma declaró un día entero de luto nacional,
puesto que no había un solo habitante en Roma que no estuviese emparentado o conociese a alguna de las
personas que habían muerto en la batalla. Los romanos se encontraron en tal estado de desesperación que
llegaron a recurrir al sacrificio humano, hasta el punto de que existen datos sobre enterramientos de
personas vivas en el foro romano hasta en dos ocasiones24 ​y del abandono de un bebé en el mar Adriático
por haber nacido con un tamaño desproporcionado24 ​ (lo cual supone posiblemente el último caso
registrado de sacrificios humanos llevados a cabo por los romanos, salvando las ejecuciones públicas de
enemigos derrotados cuyas muertes se dedicaban al dios Marte).

Lucio Cecilio Metelo, un tribuno militar, se dice que llegó a tal estado de desesperación en los días que
siguieron a la batalla de Cannas que llegó a sugerir que todo estaba perdido para la causa romana, e hizo
una llamada para que los otros tribunos navegasen con él para ofrecer sus servicios como mercenarios a
algún príncipe extranjero.7 ​ Posteriormente fue obligado a hacer un juramento de lealtad a Roma hasta el
fin de sus días. En cuanto a los supervivientes del desastre de Cannas, fueron reconstituidos en dos legiones
que acabaron la campaña de ese año en Campania bajo mando de Marco Claudio Marcelo, y al inicio del
siguiente consulado, fueron asignados a Sicilia como castigo por su humillante deserción en el campo de
batalla,7 ​ donde permanecerían hasta que en el año 204 a. C., Escipión Africano los llevó a África para en
una campaña de dos años, acabar con la guerra.

El prestigio de Roma, además de su poder militar, se vio seriamente dañado. La aristocracia romana solía
llevar un anillo de oro que atestiguaba su pertenencia a las clases altas,7 ​ y Aníbal, tras la batalla, hizo que
sus hombres recogieran más de 200 anillos de los cuerpos del campo de batalla, enviando su colección a
Cartago como muestra de su victoria. La colección fue puesta a los pies del Senado cartaginés, que juzgó
que era de «tres medidas y media».

Aníbal, tras apuntarse una nueva gran victoria (tras la batalla del Trebia y la batalla del Lago Trasimeno),
había derrotado en total a un equivalente a ocho ejércitos consulares.25 ​ En tan solo tres temporadas de
campaña, Roma había perdido a un quinto de la población total de ciudadanos mayores de diecisiete años
(cerca del doce por ciento de su población activa).3 ​Además, el efecto desmoralizador de su victoria fue tal
que la mayor parte del sur de Italia se unió a la causa de Aníbal. Tras la batalla de Cannas, las ciudades
italiotas del sur de Italia, entre las que se encontraban Arpi, Salapia, Herdonia, Uzentum y los centros de
Capua y Tarento (dos de las mayores ciudades Estado helenísticas de Italia) revocaron su alianza con Roma
y juraron lealtad a Aníbal. Polibio comenta:

Cuán seria fue la derrota de Cannas, que aquellos que la precedieron lo pudieron ver en el
comportamiento de los aliados de Roma; antes del señalado día, su lealtad permaneció
imperturbable, y ahora comenzaba a flaquear por la simple razón de que perdieron la
esperanza en el poder de Roma.26 ​

Véase también: Tratado entre Aníbal y Filipo V

Durante ese mismo año, las ciudades griegas en Sicilia fueron incitadas a rebelarse contra el control político
de Roma, mientras que el rey macedonio Filipo V declaró su lealtad a Aníbal, iniciando con ello la primera
guerra macedónica contra Roma. Aníbal también acordó una alianza con el rey Hierónimo de Siracusa, el
único monarca independiente que quedaba en Sicilia.

Tras la batalla, Maharbal, el comandante de la caballería númida, urgió a Aníbal para aprovechar la
oportunidad de marchar inmediatamente contra la ciudad de Roma. Se dice que cuando Aníbal rechazó esa
vía de actuación Maharbal exclamó: «Verdaderamente, los dioses no han querido dar todas las virtudes a
la misma persona. Sabes sin duda, Aníbal, cómo vencer, pero no sabes cómo hacer uso de tu victoria».3
27 ​ Sin embargo, Aníbal tenía buenos motivos para juzgar de forma distinta la situación estratégica tras la
batalla: Tal y como apunta el historiador Hans Delbrück, debido al gran número de víctimas mortales y
heridos entre sus filas, el ejército púnico no estaba en condiciones de realizar un asalto frontal contra Roma.
Una marcha contra la ciudad del Tíber habría sido una demostración inútil que habría acabado con el efecto
psicológico que la batalla de Cannas había tenido entre los aliados romanos. Incluso si su ejército se
encontrase en perfectas condiciones, un asedio de la ciudad de Roma habría obligado a Aníbal a subyugar
una considerable zona de Italia para asegurar sus suministros y cortar los del enemigo. Además, a pesar de
las tremendas pérdidas sufridas en Cannas y a la deserción de parte de sus aliados, Roma todavía tenía
abundantes recursos como para enfrentarse a Aníbal si este tomaba esa decisión, al igual que era capaz de
mantener al mismo tiempo fuerzas militares de una magnitud considerable en Iberia, Sicilia, Sardinia y otras
provincias, a pesar de la presencia cartaginesa en Italia.28 ​La conducta de Aníbal tras las batallas del Lago
Trasimeno y de Cannas, así como el hecho de que atacase Roma por primera vez solo cinco años después
(en 211 a. C.) sugieren que su objetivo estratégico no era la destrucción de su enemigo, sino acabar con la
moral romana mediante una serie de carnicerías en el campo de batalla, y forzarles a firmar un acuerdo de
paz mediante la neutralización de sus aliados.29 30​ ​

Por lo tanto, inmediatamente después de Cannas, Aníbal envió una delegación liderada por Cartalón para
negociar un tratado de paz con el Senado. Sin embargo, y a pesar de las múltiples catástrofes que Roma
había sufrido, el Senado romano se negó a parlamentar. Por el contrario, redoblaron sus esfuerzos militares
mediante la movilización de toda la población masculina y el reclutamiento de nuevas legiones a partir de
los ciudadanos sin propiedades e incluso esclavos. Tan duras fueron las medidas adoptadas que se prohibió
pronunciar la palabra «paz», y el luto se limitó a tan solo treinta días, estando las lágrimas en público
permitidas únicamente a las mujeres.12 31
​ ​Los romanos, tras experimentar esta derrota catastrófica y perder
otras batallas frente a Aníbal, habían aprendido la lección: durante el resto de la guerra en Italia no
volverían a enfrentarse a Aníbal en batallas campales, sino que volverían a retomar las Tácticas Fabianas
que Quinto Fabio Máximo les había enseñado y que resultaron ser la única forma posible de hacer que
Aníbal abandonase Italia.
A la larga, Roma tendría su venganza. Una flota romana transportó al ejército hasta el continente africano y,
en la batalla de Zama, el general Escipión el Africano lograría derrotar a Aníbal, marcando el final de la
segunda guerra púnica.

Importancia histórica

Efectos en la doctrina militar romana

La batalla de Cannas tuvo una gran importancia en la historia de la


estructura del ejército romano y en la organización táctica del
ejército republicano. Durante la batalla, los romanos asumieron una
formación clásica muy parecida a la de la falange griega, lo que
facilitó su derrota en la trampa diseñada por Aníbal. Dada su
incapacidad de maniobrar de forma independiente al grupo
principal del ejército, los romanos no pudieron responder a la
maniobra envolvente de la caballería cartaginesa. Además, las
estrictas normas aplicadas por el Senado romano requerían que el
Monumento moderno ubicado en el
alto mando del ejército alternase entre los dos cónsules electos, lo
lugar en que se libró la batalla de
cual restringía la consistencia estratégica del ejército combinado. En
Cannas.
los años que siguieron a Cannas, se fueron introduciendo una serie
de reformas para paliar estas deficiencias.

En primer lugar, los romanos articularon la falange, luego la dividieron en columnas, y finalmente la
separaron en un gran número de pequeños grupos tácticos que eran capaces tanto de cerrarse todos juntos
en una unión compacta e impenetrable, como de cambiar el esquema con una gran flexibilidad,
separándose y girándose en una u otra dirección. Por ejemplo, en la batalla de Ilipa o en la de Zama, los
princeps formaron mucho más atrás de la línea de los hastati, en un despliegue que les permitiría un mayor
grado de movilidad y maniobrabilidad. Todos estos cambios culminarían con la transición del tradicional
sistema manipular al nuevo sistema de cohortes implementado por Cayo Mario en las denominadas
reformas de Mario.

En segundo lugar, la batalla de Cannas sirvió como lección de que era necesario recuperar un mando
unificado del ejército. Tras varios experimentos políticos, Escipión el Africano fue nombrado comandante
en jefe de los ejércitos romanos en África, y se le aseguró el cargo por toda la duración de la guerra. Este
nombramiento pudo haber violado las leyes constitucionales de la República pero, tal y como apuntó Hans
Delbrück, «comenzó una transformación interna que incrementó su potencial militar enormemente»
mientras que de alguna forma comenzaba el declive de las instituciones políticas republicanas.

Además, la batalla dejó expuestos los límites del ejército basado en una milicia de ciudadanos. Tras la
debacle de Cannas, el ejército fue evolucionando gradualmente para terminar convirtiéndose en una fuerza
profesional: el núcleo del ejército de Escipión que luchó en la batalla de Zama estaba compuesto por
veteranos que se habían enfrentado a los cartagineses en Hispania durante casi dieciséis años, durante los
cuales se había ido moldeando para crear una gran fuerza militar.

Importancia en la historia militar

La batalla de Cannas tiene gran importancia en la historia militar tanto por las tácticas implementadas por
Aníbal como por su importancia en la historia militar de la antigua Roma. La batalla supuso la derrota más
grave de la República de Roma hasta la batalla de Arausio y, en sí misma, adquirió una significativa
reputación dentro del campo de la historia militar. Sobre el particular, el historiador Theodore Ayrault
Dodge escribió lo siguiente:

Pocas batallas de la antigüedad están tan marcadas por la habilidad como la batalla de Cannas.
La posición era tal que daba toda la ventaja al bando de Aníbal. La forma en la que la
imperfecta infantería hispana y gala fue avanzada en una formación diagonal, mantuvo su
posición y luego se fue retirando paso a paso, hasta que llegó a la posición inversa, es una
simple obra maestra de las tácticas de batalla. El avance de la infantería africana en el
momento adecuado, y su giro a izquierda y derecha sobre los flancos de los desordenados y
hacinados legionarios está más allá de todo elogio. La batalla en sí misma, desde el punto de
vista del bando cartaginés, es una obra de arte, no habiendo ningún ejemplo superior, y pocos
iguales, en historia militar.
Theodore Ayrault Dodge

El historiador estadounidense Will Durant, por su parte, comentó que «fue un ejemplo supremo de mando,
nunca mejorado en la historia (...) y marcó las líneas de las tácticas militares durante 2000 años».

El movimiento envolvente de Aníbal en la batalla de Cannas a menudo es visto como uno de los más
grandes movimientos de batalla de la historia, y es citado como el uso con mayor éxito del movimiento de
tenaza en la historia occidental que haya sido registrado con detalle.32 ​

El «modelo de Cannas»

Además de ser una de las mayores derrotas infligidas a los ejércitos de Roma, la batalla de Cannas
representa el arquetipo de batalla de aniquilación, estrategia que raramente se ha implementado con éxito en
la historia moderna. Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada en
la Segunda Guerra Mundial, escribió en una ocasión que «Todo comandante busca la batalla de
aniquilación; hasta dónde las condiciones lo permiten, intenta duplicar en la guerra moderna el clásico
ejemplo de Cannas». La victoria total de Aníbal convirtió al nombre de Cannas en un sinónimo de éxito
militar, y se estudia al detalle en la actualidad en varias academias militares de todo el mundo.

La noción de que un ejército entero pudiera ser rodeado y aniquilado de un solo golpe atrajo la fascinación
de los generales occidentales durante siglos, que intentaban emular el paradigma táctico del movimiento
envolvente para recrear su propio «Cannas».16 ​ Por ejemplo, Norman Schwarzkopf, comandante de las
Fuerzas de la Coalición en la guerra del Golfo, estudió la batalla de Cannas y aplicó los principios
utilizados por Aníbal en su exitosa campaña de tierra contra las fuerzas iraquíes.7 ​

Cuando los miembros del Estado Mayor alemán, antes de la Primera Guerra Mundial, examinaban a los
aspirantes a pertenecer a esta élite y les ponían para resolver un problema de táctica, cuando veían cómo lo
resolvía el alumno, exclamaban invariablemente defraudados: «¡Otra vez Cannas!».

El estudio que Hans Delbrück hizo de la batalla tuvo una profunda influencia en los teóricos alemanes y, en
particular, de Alfred Graf von Schlieffen, militar y mariscal alemán, quien desarrolló el denominado Plan
Schlieffen, que estaba inspirado en la maniobra militar de Aníbal. A través de sus escritos, Schlieffen
escribió que el «modelo de Cannas» seguiría siendo aplicable a la guerra de maniobras a lo largo del
siglo xx:

Una batalla de aniquilación puede llevarse a cabo hoy en día de acuerdo al mismo plan
desarrollado por Aníbal en tiempos ya olvidados. El frente enemigo no es el objetivo del
ataque principal. La masa principal de las tropas y de las reservas no deberían concentrarse
contra el frente enemigo; lo esencial es que los flancos sean aplastados. Las alas no deben
buscar los puntos más avanzados del frente, sino que en su lugar deben abarcar toda la
profundidad y extensión de la formación enemiga. La aniquilación se completa a través de un
ataque contra la retaguardia enemiga (...) Conseguir una victoria decisiva y aniquiladora
requiere un ataque contra el frente y contra uno o los dos flancos (...).
Alfred Graf von Schlieffen

Referencias
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Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Batalla de Cannas.
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Cannae (https://web.archive.org/web/20070311025853/http://cgsc.leavenworth.army.mil/car
l/resources/csi/Cannae/cannae.asp#cannae) — artículo del General y Mariscal de Campo
Alfred von Schlieffen
Battaglia di Canne (http://www.battagliadicanne.it/) - Lugar del sitio de la batalla de Cannas,
de acuerdo con las fuentes literarias e históricas, por el ingeniero Giuseppe De Marco, en
italiano'
BOCCACCIO: De mulieribus claris (Acerca de las mujeres ilustres); LXIX: De Busa
canusina apula muliere (Acerca de Busa, mujer de la Cannas pullesa).
Traducción al español; ed. de Pablo Hurus, de 1494.
Reproducción, con índices y grabados, en facsímil electrónico, en el repositorio (htt
p://parnaseo.uv.es) Parnaseo, de la Universidad de Valencia.
Paulina (https://www.uv.es/~lemir/Textos/Mujeres/Boc/Paulina.html).
Índices (http://parnaseo.uv.es/lemir/textos/Mujeres/Index.html).
Sobre el nombre del repositorio, véase "Parnaso".
Reproducción en facsímil electrónico (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=000017684
6&page=78), en el sitio (http://bdh-rd.bne.es) de la Biblioteca Digital Hispánica.
Texto (http://ww2.bibliotecaitaliana.it/xtf/view?docId=bibit000947/bibit000947.xml&chun
k.id=d34e647) (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial (https://web.archive.
org/web/*/http://ww2.bibliotecaitaliana.it/xtf/view?docId=bibit000947%2Fbibit000947.xml&chunk.id=
d34e647), la primera versión (https://web.archive.org/web/1/http://ww2.bibliotecaitaliana.it/xtf/view?
docId=bibit000947%2Fbibit000947.xml&chunk.id=d34e647) y la última (https://web.archive.org/we
b/2/http://ww2.bibliotecaitaliana.it/xtf/view?docId=bibit000947%2Fbibit000947.xml&chunk.id=d34e6
47)). latino, en el sitio (http://ww2.bibliotecaitaliana.it) Archivado (https://web.archive.org/
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Wayback Machine. de la Biblioteca Italiana.
Paulina: mujer llamada Busa que socorrió a soldados romanos después de la
batalla de Cannas.
Imágenes de Busa (https://iconographic.warburg.sas.ac.uk/vpc/VPC_search/resu
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ographic.warburg.sas.ac.uk) del Instituto Warburg.
Busa (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/searchresults?q=Busa+Canosa), en el
sitio (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/) del Proyecto Perseus.

Grabado empleado como Miniatura de Testard para


ilustración De mulieribus claris: Busa.
en una edición alemana BnF.
de De mulieribus claris.

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