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Arqueólogo Titular
JUAN CARLOS VARGAS RUIZ – Ph.D.
Junio de 2021
IMPLEMENTACIÓN DEL PLAN DE MANEJO GEO-005-I-18-018-OTR
ARQUEOLÓGICO CORRESPONDIENTE A LA
AIA No. 7982 PARA DOS TRAMOS DE Versión 0
CORREDOR MECÁNICO EN LA TRONCAL 10 Y
EL CLÚSTER RB-770 DE CAMPO RUBIALES Junio de 2021
CONTENIDO
LISTA DE TABLAS
LISTA DE FIGURAS
LISTA DE FOTOGRAFÍAS
1 PLANTEAMIENTO Y JUSTIFICACIÓN
Desde el mes de febrero de 2020 hasta febrero de 2021, la empresa Ecopetrol S.A. ejecutó la fase
de monitoreo de las intervenciones autorizadas mediante AIA 8577 en los corredores mecánicos de
las tuberías Troncal 10 y Clúster RB-770, en el Campo Rubiales, municipio de Puerto Gaitán,
departamento del Meta.
El tipo de obra civil asociado a este proyecto correspondió a la construcción de tuberías, cuyo diseño
estructural de soporte corresponde a marcos en H hincado en acero estructural (este tipo de
infraestructura será explicado con más detalle en la sección 3). Los detalles que corresponden al
nombre puntual de cada proyecto, derecho de vía, longitud y área, pueden verse en la Tabla 1, estas
obras hacen parte del denominado Módulo B4 del proyecto “Rubiales Infiel” de la Vicepresidencia
Regional Oriente de Ecopetrol; durante los cuales se instalarán nuevas líneas de 8” y 10” entre
clústeres.
En la fase técnica anterior se desarrolló la prospección y formulación del plan de manejo de las áreas
de intervención de este proyecto, bajo la Autorización de Intervención Arqueológica -AIA- No 7982.
Para la presente solicitud, se excluyeron del alcance la troncal 7A y la troncal alterna 10
sectores 1 2 3, cuyas áreas también fueron prospectadas bajo dicha AIA. Como resultado del
AIA No. 7982, se estableció que, el área de estudio tiene un Potencial Arqueológico Bajo, cuya
caracterización se infirió a partir de la ausencia de evidencias culturales. Los resultados de monitoreo
bajo la AIA 8577 corroboran dicha caracterización ante la total ausencia de vestigios culturales en
las zonas intervenidas y que fueron monitoreadas.
Para el desarrollo de la fase de implementación del AIA 7982, se plantearon una serie de preguntas
que atienden a la caracterización multivariada de las ocupaciones en el Llano, las cuales exhiben
una recurrencia en patrones de uso del espacio y el medioambiente por grupos de diferente escala
demográfica y modo de subsistencia que interactuaban entre sí. Las preguntas que guiaron esta
investigación fueron: En caso de haber ocupación, ¿Los patrones de asentamiento son similares a
los observados en Casanare o Barinas y otras regiones de los Llanos del Orinoco, caracterizados
por asentamientos nucleados pequeños (menores a 5 ha) localizados en las terrazas aluviales de
las orillas de caños activos y paleo-causes? ¿Existe evidencia sobre ceremonialismo, intercambio
externo, guerra (cerámica policroma, lítico importado, encerramientos)? ¿Podemos registrar
procesos de especialización de pequeña escala espacial asociados a la consecución de materias
primas, alimentos y su procesamiento adelantado por pequeños grupos móviles u orientados por
actividad? ¿Existe evidencia de modificación del paisaje relacionada con prácticas agrícolas?. El
abordar estas preguntas de modo sistemático en un mismo polígono facilita la comparación
sistemática entre distintas áreas, pero también entre distintos casos. Esto es importante, en el
estudio de la variabilidad de las poblaciones llaneras como ha sido indicado en repetidas ocasiones
(Redmond et al. 1999; Redmond y Spencer 2007; Gassón y Rey 2006; Vargas 2012, 2017).
No obstante, en el caso de las áreas monitoreadas, la falta de ocupación pudo estar relacionada con
la aptitud de los suelos para el cultivo, la cual fue deficiente. En general, los polígonos que delimitan
el área de estudio se encuentran en suelos AVG y LVG, que por sus condiciones fisicoquímicas
presentan serias limitaciones para la agricultura. El alto contenido de aluminio y oxido en los suelos,
junto con su estructura arcillosa, hubiese requerido una alta inversión de trabajo y recursos para
potencializar la producción del área. Así, estos elementos pudieron representar factores limitantes
para la ocupación humana en el pasado o que hayan sido motivos para que los habitantes
prehispánicos evitasen ocupar la zona. Esta observación ya había sido hecha por Rodríguez et al.
(2018), quienes consideraron los suelos junto con las unidades de paisaje predominantes en la zona
(colinas onduladas y bajos inundables) como factores que imposibilitaron la ocupación del área.
En el presente documento se presenta información que da cuenta de las obras civiles adelantadas
en el área, las cuáles fueron autorizadas mediante AIA 8577, y los resultados de la fase de monitoreo
que indican que en las áreas intervenidas no hubo ninguna ocupación o actividad humana antigua.
Los tramos de corredores mecánicos de las líneas de flujo de la Troncal 10 y Clúster RB-770 a los
que se refiere el presente informe se encuentran ubicados en el Campo Rubiales, en el municipio de
Puerto Gaitán, departamento del Meta (Ver Figura 1 y Figura 2).
Como se presentó en la solicitud de AIA 8755, Campo Rubiales se encuentra ubicado dentro de la
llanura de la Orinoquia, conformada por “rocas terciarias de la Formación Guayabo, y sedimentos
cuaternarios semi - consolidados a consolidados compuestos por arenas finas, arcillas y depósitos
aluviales” (Guevara 2012d: 4) (Figura 3). La evolución geológica del departamento obedece a la
interacción de la cordillera oriental y el escudo Guayanés; los procesos de levantamiento y erosión
permiten explicar la sedimentación en los Llanos.
A nivel geológico Campo Rubiales se ubica en la planicie oriental del departamento del Meta, la cual
se caracteriza por poseer suelos de baja fertilidad y por contar con dos subdivisiones: la altillanura
(zonas que no sobrepasan los 200 m de altura y a la que pertenecen las colinas y terrazas)
(Fotografía 1 y Fotografía 2) y la Llanura Aluvial (zonas bajas -vallecitos y zonas planas- ricas en
bosques de vegetación natural y fauna autóctona) (Fotografía 2) (Rodríguez 2011) (Fotografía 4).
Así, se observa un paisaje homogéneo, con la presencia recurrente de lomas bajas o altillanuras que
dan aspectos de terrazas escalonadas” (Ramón y Merchán 2012a: 3) (con zonas muy planas y
pendientes suaves, con una leve variación de perfil). En términos generales, las investigaciones
conducidas en Campo Rubiales y en los llanos muestran sistemáticamente que ocupaciones
antiguas en estas geoformas fueron poco probables (Vargas 2017). Los resultados obtenidos
durante la fase de monitoreo confirman lo observado para la zona durante la fase de prospección:
que las poblaciones indígenas que habitaron la región en el pasado evitaron asentarse en zonas de
sabana inundable y de llanura disectada ondulada (Ver Rodríguez et al. 2018).
Por otro lado, esta zona pertenece a las subcuencas de los ríos Manacacías, Guarrojo, Muco y
Planas. Teniendo en cuenta las fuentes hídricas que cruzan la zona de estudio, es importante
mencionar los caudales más influyentes, esto en relación con la importancia de los hallazgos
arqueológicos identificados en la región, ya que los materiales culturales se hacen presentes y se
encuentran asociados a los alrededores de corrientes de agua (Baquero 1982; Mora y Cavelier
1983,1985; Reichel-Dolmatoff y Dussán 1974; Rodríguez y Vargas 2018a, 2018b, 2018c, 2018d).
Los principales cuerpos de agua en el área de influencia indirecta del presente proyecto
corresponden al río Planas hacia el norte, y el río Tillavá hacia el sur de Campo Rubiales. Caño
Rubiales, por su parte, atraviesa este campo en dirección occidente a oriente. Adicionalmente, en
las zonas aledañas al proyecto, se encuentran los caños Feliciana, Ivoto, Arrabo, Masififeriana,
Budar, Raya, Gueveriane y Guafa y que desembocan en el mencionado río Tillava, caracterizándose
por ser un sistema hídrico meándrico con gran cantidad de caños (Figura 5). Estos caños se
caracterizan por ser angostos y de bajo caudal, por lo que pudieron no ser tan atractivos en términos
logísticos para las poblaciones prehispánicas al momento de situar sus asentamientos.
En la región de estudio y en los llanos en general, las lluvias corresponden a un patrón bimodal
marcado, en el cual se presenta un período de intensa sequía entre noviembre y mayo, y uno húmedo
en los meses restantes que se caracteriza por inundaciones frecuentemente. Durante los períodos
secos los ríos disminuyen su caudal, y algunos desaparecen por completo (corrientes intermitentes),
mientras que durante la temporada de lluvias éstos suelen desbordarse, causando depósitos de
limos y arenas superficiales en su área de inundación. También se aprecia una gran cantidad de
corrientes subterráneas que son aprovechadas por medio de la construcción de pozos profundos y
aljibes (MCS Consultoría y Monitoreo Ambiental S.A.S., 2016).
En términos generales, los suelos se dividen en dos clases en esta zona: la clase II se caracteriza
por poseer nutrientes medios, que para ser productivos requieren de tratamientos regulares. Este
tipo se encuentra en zonas cercanas a las zonas ribereñas. La clase VII es la más abundante, y se
trata de suelos infértiles con altos contenidos de hierro en los cuales los tratamientos convencionales
son inefectivos (MCS Consultoría y Monitoreo Ambiental S.A.S., 2016). En el área de estudio
predominan suelos AVG y RVG, pertenecientes a la clase II, los cuales presentan grandes
limitaciones para la agricultura, como lo son el excesivo drenaje y las altas concentraciones de
minerales como el aluminio y el hierro. En la Tabla 2 y la Figura 6 es posible observar las
características de ambas unidades de suelos.
CLASE DE UNIDAD
SÍMBOLO DESCRIPCIÓN
SUELO CARTOGRÁFICA
20% de inclusiones de los suelos Aeric Tropaquepts y Petroferric
Haplustox.
Estos suelos se han desarrollado a partir de arcillas y conglomerados;
son profundos a superficiales limitados por capas de gravilla petroférrica,
el drenaje natural es bueno y el grupo textural varía de fino a
Complejo Typic moderadamente grueso. La alta susceptibilidad a la erosión y a
Haplustox, fase 12- fenómenos de remoción en masa, la poca disponibilidad de nutrientes,
25%, erosión la baja retención de humedad y los niveles altos de saturación de
Clase VII LVG
moderada - Typic aluminio intercambiable, constituyen las principales limitantes para el
Hapludox, fase 7- uso agropecuario de estas tierras. La unidad cartográfica la componen
12% los suelos Typic Haplustox, fase de pendientes 12-25%, erosión
moderada en una proporción del 45%, Typic Hapludox fase de
pendientes 7-12% en un 35%, e inclusiones de Typic Troporthents en
15% y Fluventic Dystropepts en un 5%.
El material parental de estos suelos lo constituyen depósitos aluviales;
son profundos a moderadamente profundos limitados por nivel freático
fluctuante, bien a imperfectamente drenados y de grupo textural medio
a fino.
Actualmente la cobertura vegetal de estos suelos son gramíneas
Consociación Oxic naturales e introducidas (braquiaria, puntero) bajo uso de ganadería
Clase II RVG
Dystropepts extensiva; en algunos sectores se encuentran cultivos de arroz.
Los encharcamientos periódicos y la saturación alta con aluminio limitan
el uso agrícola de estos suelos.
La consociación está integrada en un 70% por los suelos Oxic
Dystropepts, 20% por suelos Aquic Dystropepts y en un 10% por
inclusiones de suelos Typic Dystropepts.
Los suelos son superficiales a moderadamente profundos limitados por
el nivel freático; imperfecta a pobremente drenados, de texturas variadas
finas a gruesas y se han originado a partir de depósitos aluviales mixtos.
La utilización actual de estos suelos corresponde a ganadería extensiva
con pastos naturales e introducidos como braquiaria. La vegetación
natural se compone de bosque secundario, sometido actualmente a tala
Asociación Oxyaquic
indiscriminada.
Dystropepts - Plinthic
Clase II VVA La susceptibilidad a los encharcamientos e inundaciones, el nivel
Tropaquepts - Typic
freático fluctuante, los niveles altos de aluminio y el bajo contenido
Plinthaquepts
nutricional, son los factores que de una u otra forma limitan el uso y
manejo de los suelos de la unidad.
La unidad cartográfica está integrada en un 45% por los suelos Oxiaquic
Dystropepts, 25% por los suelos Plinthic Tropaquepts, 25% de Typic
Plinthaquepts y 5% de inclusiones del subgrupo taxonómico Typic
Tropopsamments.
Fuente: Diagnóstico Socio-Ambiental Campo Rubiales. MCS Consultoría y Monitoreo Ambiental S.A.S., 2016.
Los resultados de monitoreo corroboran que los polígonos en los que se implementaron las obras
civiles para instalar las tuberías correspondientes a los corredores mecánicos de la Troncal 10 y el
clúster RB770, son de bajo potencial arqueológico ante la ausencia de materiales culturales o
modificaciones antrópicas, tal como fue propuesto por Rodríguez et al. (2019) en el marco de la AIA
7982 (Figura 7).
En total, las tuberías para los corredores mecánicos de la Troncal 10 y el Clúster RB-770 tienen una
longitud de 6,45 km y un área de 11,35 ha (de acuerdo con la Tabla 1). Es importante enfatizar que
en la presente solicitud se excluyeron del alcance la troncal 7A y la troncal alterna 10 sectores 1 2 3,
cuyas áreas también fueron prospectadas bajo dicha AIA 7982, ya que estas obras fueron excluidas
del proyecto. Las coordenadas de las áreas correspondientes a los corredores que se intervinieron
se encuentran consignadas en la Tabla 3.
3 COMPONENTE ARQUEOLÓGICO
La complejidad en las formas de organización social ha sido considerada por los arqueólogos como
una de las principales características de los grupos que habitaron los Llanos de la Orinoquia
(Redmond y Spencer 1999; Gassón 2002). Los reconocimientos adelantados en las regiones de El
Gaván (Redmond y Spencer 1999), El Cedral (Gassón 1998; Gassón y Rey 2006; Vargas 2012) en
Barinas (Venezuela), y Catanga (Vargas 2017) han provisto la base de la reconstrucción de tres
distintas trayectorias de cambio sociopolítico en esta macro - región.
Las descripciones hechas por los invasores europeos durante los dos primeros siglos de contacto
(Morey 1975) concuerdan bastante bien con lo observado en el registro arqueológico de los Llanos
de Colombia y Venezuela. En términos generales, los patrones de asentamiento regionales sugieren
la existencia de una red de poblados nucleados de distinto tamaño, en los que los más densos y
grandes ocuparon la función de lugar central. Las aldeas nucleadas estuvieron separadas entre sí,
por pocos kilómetros como en el caso de la región de Catanga en Casanare, o por incluso decenas
de kilómetros como en El Gaván o El Cedral en Barinas, Venezuela (Redmond y Spencer 1999;
Gassón 1998; Gassón y Rey 2006; Vargas 2012).
Estas unidades políticas tuvieron un territorio asociado que excede los cientos de kilómetros (Gassón
1998; Gassón y Rey 2006; Vargas 2011, 2015, 2017). Las comunidades indígenas modificaron el
paisaje mediante la adecuación de extensas áreas de sabana como campos de cultivo elevados
(Gassón 1998; Vargas 2011, 2017), los cuales posiblemente estuvieron bajo un régimen de
producción agrícola intensivo (Gassón 1998; Vargas 2012, 2017). Los hallazgos de Marwitt et al.
(1972) entre Cubarral y Puerto Lleras; y de Reichel-Dolmatoff y Dussán (1974) en los llanos del río
Manacacías entre sus afluentes occidentales (caño Melua y Cumara), y al sur de la laguna de San
Jorge, podrían tratarse de otros casos de modificaciones del paisaje para agricultura que apoyarían
estas hipótesis. Las referencias de asentamientos Guayupes en otras zonas del Meta, como Acacías,
parecen también indicar que las poblaciones se distribuían a lo largo de grandes distancias y
presentaban baja densidad de material (Mora y Cavalier, 1983).
Mora y Cavalier (1983; 1984; 1985; 1987) adelantaron estudios en varias zonas del departamento
del Meta, registrando sitios arqueológicos en las zonas aledañas al municipio de Acacias, Upin en
Restrepo; Caño Irique (zona norte del río Ariari); Caño Venado, (cerca de Fuentedeoro), y para la
región de los caños Cunimia y Pepemuya, así como hacia el río Güéjar cerca de Puerto Lucas en
Vistahermosa. Los análisis de los vestigios arqueológicos condujeron a los autores a asociar estos
asentamientos a una etnia descrita por los cronistas como Los Guayupe. Desde este momento, y en
general se ha asumido que los hallazgos arqueológicos en el Meta representan a este grupo, que
Morey (1975) describe a profundidad en su tesis doctoral. Esta autora sugiere que los Guayupe
fueron un grupo tardío, con un tamaño de población importante, que residieron en asentamientos
nucleados, cuya principal actividad fue la agricultura. Al parecer, el sistema de parentesco posibilitó
el acceso a la tierra y definió el prestigio y estatus político. Los Guayupe al igual que los otros grupos
que habitaban en el Llano, según los cronistas, practicaban la guerra y el ceremonialismo (Morey
1975).
Estos patrones de distribución han sido identificados arqueológicamente para los Llanos de Barinas
en las regiones de El Gaván y El Cedral donde hubo una ocupación continua desde 1 A.D. – 1050
A.D. (Redmond et al 1999), y para los Llanos de Casanare en la región de Catanga, la cual estuvo
ocupada durante 1000 A.D. – 1600 A.D. En el caso de Gaván y Cedral, Spencer (1994) y Gassón
(1998) han descrito los patrones de asentamiento como jerarquizados con base en las diferencias
de tamaño que hay entre los sitios arqueológicos registrados en la región donde existió un centro
primario regional, unas comunidades secundarias y numerosos asentamientos dispersos de menor
tamaño. En el caso de la región de Catanga se ha observado que la distribución de la población fue
similar a la de Barinas, y que es posible distinguir un lugar central que concentra la mayor proporción
de la población, y aldeas y asentamientos agrícolas (farmsteads) de menor tamaño que gravitan
alrededor de dicha aldea central (Vargas 2017).
En conjunto, estas investigaciones arqueológicas sugieren que en estas unidades políticas existieron
linajes de familias que, con base en sus relaciones de parentesco y la santificación de su estatus,
establecieron su autoridad y dominio sobre el resto de la población (Redmond y Spencer 2014;
Spencer y Redmond 2007; Whitehead 1994). Estos grupos de autoridad con base en las
prerrogativas adscritas a su estatus supuestamente lograron movilizar grandes cantidades de
excedentes de la producción agrícola que invirtieron en la realización de ceremonias, intercambio a
larga distancia, construcción de monumentalidad y la guerra (Redmond et al. 1999).
Las proyecciones demográficas realizadas para la región de Catanga sugieren que la escala de estas
comunidades fue pequeña y que la producción agrícola estuvo organizada a escala de la unidad
doméstica (Vargas 2017). La población estimada para la región de Catanga para el periodo Catanga
Tardío (1400 a 1600 A.D.) es de aproximadamente 1000 personas. En contraste, se estima que la
región del Cedral pudo estar habitada por 6000 personas y la de Gaván por 4000 durante el periodo
Gaván Tardío (550 -1000 A.D.) (Vargas 2012). En Catanga, al igual que en El Cedral y el Gaván en
Barinas, las comunidades locales estuvieron integradas políticamente a escala regional. Dichas
unidades políticas fueron encabezadas por una aldea de mayor tamaño alrededor de la cual
gravitaron otras de menor tamaño pero que permanecieron cercanas entre ellas (entre 3 a 5 km de
distancia). La extensión de estas unidades es variable, pero generalmente exceden 100 km 2, por lo
que su identificación desde escalas de análisis menores resulta difícil.
Al tener en cuenta las diferencias en la extensión de los territorios de estas unidades políticas, es
posible pensar que las más tempranas como el Gaván y El Cedral (surgen hacia 500 A.D.) fueron
más grandes demográfica y territorialmente. El territorio de la primera se estima pudo exceder 400
km2, mientras el de la segunda 600 km2. En contraste el área de la unidad política de Catanga que
surge tardíamente hacia 1000 A.D. aparentemente no excedió 200 km 2.
La evidencia arqueológica disponible sugiere que los Llanos de Casanare y Meta estuvieron
poblados por grupos sedentarios agrícolas que ocuparon unidades de paisaje, con patrones de
asentamiento similares, pero con distinta escala demográfica, que van desde agrupaciones discretas
de viviendas dispersas hasta poblados grandes y densos (Mora 1989). Sus formas de organización
social, aunque complejas, no necesariamente dependieron para su articulación en el establecimiento
de relaciones de explotación por parte de una elite sobre el resto de la población como ha sido
propuesto para las regiones de Cedral o Gaván (Gassón 1998; Spencer 1994). En algunas ocasiones
como en Catanga, el liderazgo pudo construirse sobre la base de principios de autoridad e influencia
y en la producción autónoma familiar y comunal de excedentes agrícolas y la explotación diferencial
de distintos nichos ecológicos (Vargas 2017).
Es muy probable que estas ocupaciones, aunque de carácter temporal hayan sido lo suficientemente
prolongadas para quedar registradas en el paisaje (Vargas 2017). Dichos contextos arqueológicos
son importantes para comprender los patrones de uso y ocupación del espacio en el Llano (Vargas
et al. 2017). Las concentraciones de baja densidad de materiales cerámicos podrían sugerir que a
pesar de que las poblaciones prehispánicas optaron por vivir en aldeas nucleadas, también optaron
en algunas zonas por ocupaciones dispersas de corta duración, tal como lo sugieren las fuentes
etnohistóricas de los Llanos (Morey 1975) y la evidencia arqueológica en Casanare (Vargas 2017).
Estas diversas estrategias de distribución en el espacio y uso del territorio, que han sido detectadas
en estudios regionales de amplia escala, soportan la idea de la variabilidad en formas de
organización social y producción, apropiación y consumo de los grupos llaneros argumentada por
Morey (1975), Whitehead (1994), Gassón (1998) y Vargas (2012, 2015). Sin embargo, esta
caracterización que se enfoca en los patrones culturales es bastante gruesa y no permite apreciar
las diferencias entre estas unidades políticas, tampoco analizar las particularidades de los procesos
demográficos, económicos y políticos de pequeña escala que son pasados por alto, cuando
La evidencia arqueológica disponible sugiere que los Llanos de Casanare y Meta estuvieron
poblados por grupos sedentarios agrícolas que ocuparon unidades de paisaje, con patrones de
asentamiento similares, pero con distinta escala demográfica, que van desde agrupaciones discretas
de viviendas dispersas hasta poblados grandes y densos (Mora 1989). Sus formas de organización
social, aunque complejas, no necesariamente dependieron para su articulación en el establecimiento
de relaciones de explotación por parte de una elite sobre el resto de la población como ha sido
propuesto para las regiones de Cedral o Gaván (Gassón 1998). En algunas ocasiones como en
Catanga, el liderazgo pudo construirse sobre la base de principios de autoridad e influencia y en la
producción autónoma familiar y comunal de excedentes agrícolas y la explotación diferencial de
distintos nichos ecológicos (Vargas 2017).
La etnohistoria de los llanos del Orinoco es abundante en cuanto a detalles que permiten caracterizar
los grupos que los habitaron en términos de su organización social, sus prácticas políticas y
económicas. Por ejemplo, sobre el carácter nómada de los Guahibo, Gumilla (1741) comenta que:
“Andan siempre de un río para otro. Mientras los indios pescan, o cazan venados, fieras y culebrones
para la vianda, las mujeres arrancan unas raíces, de que abunda toda aquella tierra que se llaman
guapos. (…) hállense donde quiera que fuere, han de pelear, a fin de hacer esclavos, que van a
vender a otras naciones, por cuya paga reciben hachas y machetes para formar tugurios, tan a la
ligera como que solo les sirve una, dos noches y luego pasan adelante: de modo, que su vida y la
de las fieras silvestres, se distinguen muy poco (…)” (Gumilla, 1741: 130).
Estas diversas estrategias de distribución en el espacio y uso del territorio, que han sido detectadas
en estudios regionales de amplia escala, soportan la idea de la variabilidad en formas de
organización social y producción, apropiación y consumo de los grupos llaneros argumentada por
Morey (1975), Whitehead (1994), Gassón (1998), y Vargas (2012, 2015). Sin embargo, esta
caracterización que se enfoca en los patrones culturales es bastante gruesa y no permite apreciar
las diferencias entre estas unidades políticas, tampoco analizar las particularidades de los procesos
demográficos, económicos y políticos de pequeña escala que son pasados por alto, cuando
metodológicamente la investigación solo se concentra en los procesos e interacciones que ocurren
a nivel macro (Stanish 1994; Whitehead 1993).
La ocupación más temprana para la región de los Llanos ha sido localizada cerca al Rio Cusiana en
la Finca La Maporita (Meta) y fue fechada hacia 390±50 A.D. (AAEUA 1993). En el sitio CC2 en
Aguazul (Casanare) se reportó una ocupación continua desde 530 a 1020 A.D. (Alarcón y Segura
1998). En el área de Cravo Norte (Meta), Giraldo de Puech (1988) excavó el sitio de Bombay el cual
estuvo habitado alrededor de 1100 - 1290 A.D. Durante los años 1970, Reichel-Dolmatoff y Dussán
(1974) registraron la existencia de un sistema agrícola en las sabanas de Manacacías (Meta)
compuesto por un centenar de pequeños montículos circulares. Mora y Cavelier (1985) realizaron
una prospección de un área del municipio de Acacias (Meta), durante la cual localizaron algunos
asentamientos dispersos compuestos por agrupaciones de 3 a 5 viviendas, los cuales según los
autores corresponderían a grupos Guayupe que habitaron la región pocos años antes de la llegada
de los invasores españoles.
Estos mismos autores adelantaron un reconocimiento en otro sector de los Llanos del Meta e
identificaron asentamientos dispersos, de tamaño discreto localizados en pequeñas terrazas
aluviales, y poblados nucleados localizados en terrazas amplias, dedicados posiblemente al cultivo
de yuca, algodón, maíz, yopo y palma (Mora y Cavelier 1985). Más recientemente otros
investigadores como Buitrago (2010), Buitrago y Romero (2010), López y Acosta (2010), Mackenzie
(2002), Pérez (2002), Vivas (2009) han aportado información que corroboran la existencia en el Meta
En términos generales y con base en las crónicas españolas podemos afirmar que, la localización
de recursos fue una de las variables que resultó crítica para determinar los patrones de distribución
espacial de los distintos grupos étnicos y la escala de complejidad social que desarrollaron (Gumilla
1963; Morey 1975; Rivero 1956). Otra de las variables que han destacado las fuentes en cuanto a
las sociedades llaneras tiene que ver con la demografía, ya que al parecer estas poblaciones tenían
distintas configuraciones que incluían grupos bastante densos hasta grupos de pequeña escala.
Entender las condiciones medioambientales en relación con las estrategias agrícolas y la distribución
de asentamientos, es central para el estudio de la ecología de las poblaciones llaneras
prehispánicas. Las crónicas sugieren que la construcción de campos elevados y montículos
agrícolas fueron técnicas frecuentemente usadas en la región (Carvajal 1956; Gumilla 1963). Entre
los jefes más poderosos se solía competir sobre la base de la calidad de los campos de cultivo,
aquellos que eran más productivos permitían alojar más aliados, por lo que estos jefes se esforzaban
en tener más esposas e hijos, como la base de la fuerza de trabajo de su unidad doméstica (Morey
1975). Desde la arqueología se ha demostrado que la construcción de campos de cultivo elevados
y montículos fue una práctica extendida de producción agrícola, que dejó sobre el paisaje evidencias
a gran escala de su modificación (Zucchi 1967; Gassón 1998; Spencer et al. 1994; Vargas 2017).
Los estudios regionales en los Llanos han revelado tres estrategias para producir excedentes
agrícolas y movilizarlos. En la región de Gaván, los campos de cultivo se localizaron cerca de
asentamientos de segundo orden en la periferia, desde donde los excedentes de la producción
agrícola producidos localmente fueron movilizados hacia el centro regional (Gassón y Rey 2006;
Spencer et al 1994). En la de Cedral, los campos de cultivo se localizaron directamente en la periferia
del centro regional, por lo cual se plantea que la elite de este asentamiento fue más coercitiva que
la de Gaván ya que controló y supervisó directamente la producción agrícola (Gassón 1998; Gassón
y Rey 2006).
En Catanga los campos de cultivo se ubicaron a una distancia moderada de las comunidades
nucleadas, requiriendo así no solo la movilización de los excedentes sino también la de la mano de
obra hacia y desde estas locaciones. En este tercer caso es posible, dada la escala demográfica de
estas comunidades, que la producción agrícola haya estado basado en el trabajo y coordinación a
escala de las unidades domésticas, con una apropiación mayor de excedentes de aquellas familias
más longevas y por tanto con mayor estatus dentro de la comunidad (Bentley 2003). Esta diversidad
de modalidades de producción, apropiación y consumo de excedentes agrícolas sugiere que, en el
pasado, las comunidades en los Llanos optaron por distintas formas de organización del trabajo unas
muy jerarquizadas y otras más descentralizadas (Vargas 2017). Aunque no hay reportes de la
existencia de sistemas de campos elevados en otras regiones, diversos estudios en los Llanos de
Meta y Casanare han arrojado información sobre estructuras monticulares de pequeña escala que
han sido asociadas a agricultura o vivienda (López y Acosta 2010; Reichel-Dolmatoff y Dussán 1974;
Rubiano y Pérez 2010; Vargas 2017).
En los Llanos del Orinoco caracterizados por una distribución diferencial de recursos, parece que el
intercambio fue utilizado como una forma de lidiar con los problemas que imponía el medio ambiente
en la consecución de productos básicos y materias primas (Carvajal 1956; Morey 1975; Rivero 1956).
Por ejemplo, algunos grupos como los Guahibo suministraban pieles, productos de pesca y conchas,
que los Achagua usaban para fabricar las valiosas quiripas; a cambio los Guahibo recibían maíz y
yuca (Morey 1975; Rivero 1956). Durante ciertas épocas del año existían algunos lugares ubicados
a lo largo del Orinoco y sus afluentes donde se intercambiaba recurrentemente diversos productos
agrícolas y artesanales (Morey 1975; Rivero 1956).
Los documentos españoles describen a los grupos llaneros como belicosos y frecuentemente
enfrentados entre sí. El motivo de estos conflictos se ha argumentado fue el control por la mano de
obra que en los Llanos parece fue escasa (Drennan 1995; Gassón 1998; Morey 1975). Las
proyecciones demográficas realizadas para la región de Catanga sugieren que efectivamente los
grupos llaneros en Casanare y otras partes de los Llanos fueron de pequeña escala (en el rango de
los pocos cientos de personas) (Vargas 2017). Sin embargo, las evidencias que pudieran indicar que
la captura de esclavos y rapto fueron fenómenos endémicos en los Llanos son muy pocas, y son
principalmente desvirtuadas por la continuidad a través del tiempo de los asentamientos, la
distribución espacial de las áreas de cultivo y el acelerado crecimiento demográfico regional (Vargas
2017).
Las crónicas también sugieren que los jefes y caciques en la región participaron y organizaron
ceremonias o mirrayes en las que el consumo público de grandes cantidades de alimento y bebidas
alcohólicas fue importante. Se ha dicho que en estos eventos los líderes de las comunidades locales
establecían alianzas entre ellos y reforzaban sus posiciones políticas por medio de la redistribución
de comida y bebidas alcohólicas (Gassón 1998, 2009; Morey 1975; Rivero 1956). Las evidencias
encontradas en el Cedral (Gassón 1998), el Gaván (Spencer y Redmond 2014) y Catanga (Vargas
2017) soportan el argumento que, para los líderes de los Llanos el ceremonialismo fue la estrategia
más frecuentemente usada para obtener reconocimiento, prestigio y autoridad en su comunidad y
fuera de ella. Mientras en la región El Cedral, Gassón (1998) registró diferencias significativas en las
proporciones de cerámica para servir entre el centro primario regional y el resto de asentamientos
nucleados, Spencer y Redmond en El Gaván (2014) y Vargas (2017) en Catanga, han identificado
diferencias significativas en las concentraciones de artefactos cerámicos decorados y para servir al
interior de las comunidades locales, entre áreas posiblemente ocupadas por familias de influencia y
áreas ocupadas por familias adjuntas que sugiere el consumo diferencial de estos artefactos (Vargas
2017).
Dentro de la discusión arqueológica adelantada en los Llanos la cuestión del poblamiento de la región
ha sido importante. Zucchi (1967) planteó que era posible que los Llanos occidentales de Venezuela
hubieran sido poblados por grupos provenientes de los Llanos orientales colombianos, sin embargo,
las fechas obtenidas en la región de Catanga sugiere un poblamiento tardío de los Llanos
colombianos hacia 1000 A.D., que coinciden con el colapso de las unidades políticas de Gaván y
Cedral en Barinas. Es posible que tras un proceso de simplificación social y colapso (Tainter 1996)
alrededor de 1000 A.D., de acuerdo a las fechas radiocarbónicas obtenidas en el Cedral (Redmond
et al. 1999), las poblaciones barinesas hayan iniciado movimientos migratorios hacia otras regiones
de los Llanos venezolanos como Caño Caroní (Barinas) y de los Llanos colombianos como Catanga
en Casanare siguiendo los cursos de ríos como Anaro, Apure y Meta.
En la región de Catanga los reportes indican la presencia temprana de cerámica policroma Osoide
y Caño Caroní hacia 1000 A.D., lo que apoya la plausibilidad de la hipótesis de movimientos
poblacionales desde los Llanos de Barinas y no viceversa (Vargas 2017). En las excavaciones
conducidas en Catanga y El Arenal se recuperaron materiales cerámicos desgrasados con fibras
vegetales (Vargas 2017), los cuales han sido asociados por características como su resistencia, peso
y portabilidad, con grupos altamente móviles en otras partes del mundo (Skibo et al 1989). Es posible
que a la zona hayan arribado grupos Osoides portadores de la tradición policroma y con una
cerámica utilitaria portable, que decidieron establecerse en la zona por presentar características
similares a las de sus regiones de origen. Para corroborar esta hipótesis se requiere recolectar
información que permita entender, por ejemplo, si en otras partes de los Llanos tenemos movimientos
similares de población y el momento aproximado en el que ocurren. Como se discutirá a continuación
el análisis de los materiales cerámicos registrados en Puerto Gaitán por López y Acosta (2010) y
Rodríguez y Vargas (2018a, 2018b, 2018c) revelan semejanzas que permiten ubicarlos
cronológicamente en los periodos Catanga Tardío (1200 – 1400 A.D.) y Catanga Tardío (1400 –
1600 A.D.). Estos resultados apoyan la idea de desplazamientos Arawak posterior a 1000 A.D.
Hay una coincidencia en las crónicas tempranas y las tardías en que los grupos más jerarquizados
y densos fueron aquellos que implementaron la agricultura, la guerra y el intercambio como
estrategias económicas, mientras aquellos con una movilidad más alta, pequeña escala
demográfica, y organización política más horizontal se dedicaron a la caza, la pesca y la consecución
de materias primas para el intercambio con grupos más complejos (Morey 1975). En consecuencia,
es válido plantear como hipótesis que guíe la investigación que la especialización en la explotación
de recursos por los grupos llaneros define patrones complejos en el uso diferencial de los
medioambientes según se deriva del análisis de las crónicas (Rodríguez y Vargas 2018a, 2018b,
2018c, 2018d).
Una de las principales críticas que se han hecho a los modelos que proponen que los grupos en los
llanos estuvieron divididos en grupos agricultores y grupos no cultivadores, la planteó
tempranamente Morey (1975). Desde la perspectiva de esta investigadora, esta división no
corresponde a lo que los archivos etnohistóricos muestran sobre los grupos llaneros, los cuales
suponen que no hubo grupos agrícolas puros en sentido económico, que no practicaran otras
alternativas de subsistencia como la caza o la pesca. Esto es obvio al tener en cuenta la información
etnográfica sobre la economía de grupos de cazadores recolectores y cultivadores en las tierras
bajas tropicales, la cual señala, que existe alta dependencia en la consecución de proteínas a través
de la caza de especies silvestre como rasgo común a todos ellos.
En la actualidad es muy poco lo que se conoce de otras regiones vecinas de los Llanos en relación
con la presencia de sociedades similares a las descritas para Barinas y Casanare. Esta situación
hace relevante la recolección de información a distintas escalas en otras regiones de los Llanos
Orientales como Puerto Gaitán (Meta), en la que se han registrado ocupaciones similares a las
observadas en la región de Catanga. Para la arqueología de los Llanos es importante evaluar las
hipótesis que se derivan del análisis crítico de las fuentes etnohistóricas, ya que con base en su
análisis se podrían plantear hipótesis que permitan ofrecer posibles explicaciones a los patrones de
distribución de hallazgos de baja densidad que han sido reportados para el municipio de Puerto
Gaitán.
Según Rodríguez y Vargas (2018b), y de acuerdo a los registros del ICANH, hasta el año 2008 se
contaba con un total de 107 sitios arqueológicos -con presencia de material de diferentes tipos-
identificados para la región de los Llanos Orientales (ICANH 2008). De estos, 49 sitios se encuentran
ubicados en el departamento del Meta, pero solamente se hacía referencia a dos ubicados en el
municipio de Puerto Gaitán. A saber, se trata del trabajo realizado por Mora y Cavelier (1983),
durante el cual se llevó a cabo una prospección arqueológica en cuatro paisajes básicos de los
Llanos Orientales: pie de monte, llanura aluvial de desborde, aluviones recientes y terrazas en varios
niveles.
En primer lugar, estos autores identificaron el sitio denominado Humapo, cerca del caño del mismo
nombre y que drena al río Meta, en donde fueron encontrados “15 montículos de forma redondeada,
con un promedio de altura de 1,20 m y una superficie de 3 m aproximadamente” (Zuluaga 2010a: 6).
El segundo sitio, consistió en una altillanura disectada, en el caño Catanariapo y Planas, donde se
recuperaron “platos y fragmentos cerámicos, hallados en asentamientos nómadas recientes,
pertenecientes posiblemente a grupos Guahibos” (Zuluaga 2010a: 6).
Una revisión exhaustiva y detallada de antecedentes más recientes (post-2008) adelantada por
Rodríguez y Vargas (2018b), permitió reseñar cuatro proyectos desarrollados en el municipio de
Puerto Gaitán, donde se reportaron hallazgos arqueológicos. En primer lugar, Vivas (2009), en el
marco de las actividades de monitoreo de la construcción del oleoducto Rubiales-Monterrey
(municipios de Pto. López y Pto. Gaitán, Meta y Tauramena y Monterrey, Casanare), recuperó
materiales arqueológicos en superficie (veredas Guafal y Vigía) y material paleontológico (vereda
Caño Muerto). Entre el poco material arqueológico recuperado, se reportaron restos líticos (círculos
de cantos rodados, un metate, y fragmentos de hacha) y cerámicos (fragmentos de base trípode,
bordes y asas) (Vivas 2009: cap. 2, pág., 15-47). Los restos cerámicos, en particular, fueron
recuperados tras realizar una excavación en una zona donde se reportó una intervención realizada
por personas de la comunidad años atrás, durante las cuales se “sacaron dos o tres ollas de distintos
tamaños” (Vivas 2009: cap. 2, pág., 16).
Buitrago y Romero (2010), por su parte, durante los trabajos de prospección realizados en el APE
Bloque Central (municipio de Puerto Gaitán), se reportaron evidencias culturales. En este caso, se
refieren a un “paleosuelo consistente en una capa delgada de carbón vegetal concentrada (…) que
podrían corresponder a un fogón” (Buitrago y Romero 2010: 28). Este fue identificado en la zona
Centro del área de estudio, la cual presenta una abundancia de fuentes hídricas, entre caños
innominados, lagunas, bajos inundables y morichales del río Planas (Buitrago y Romero 2010). Sin
embargo, no se realizaron más pruebas o análisis de estas muestras, por lo que no queda claro si
realmente se trata de un sitio de carácter cultural y tratarse de evidencias un poco vagas y con ningún
otro tipo de asociación material (Rodríguez y Vargas 2018).
En otra investigación, Buitrago (2010), durante los trabajos de prospección realizados en el área de
perforación exploratoria Mago Norte (municipio de Puerto Gaitán), recuperó 15 fragmentos
cerámicos que se encontraban depositados superficialmente, los cuales fueron recuperados en una
zona de “colinas denudativas, cercanas a un caño afluente del caño Cochinote, vereda de Santa
Catalina” (Buitrago 2010: 27), estos fragmentos se asemejan a los denominados Guayupe, dadas
sus características formales (Rodríguez y Vargas 2018b).
En el caso del municipio de Puerto Gaitán la mayoría de los Programas de Arqueología Preventiva
que se han implementado en el marco de obras de infraestructura, petróleo, minería, adecuación de
vías, etc., han producido resultados negativos en cuanto a la presencia de vestigios arqueológicos
durante la fase de prospección. Al hacer una revisión detenida de informes que están próximos al
área de estudio referidos a la fase de prospección, solo tres de ellos reportan el hallazgo de
evidencias arqueológicas (Aguilar 2013a, 2013b, 2013c; Aguilar y Jiménez 2013; Jiménez 2013;
Beltrán 2012; Bonilla 2011; Buitrago y Romero 2010; Romero W, 2015; Romero Y, 2010, 2011a,
2011b; Cuellar 2014a, 2014b, 2015; Calderón 2010; Cantillo 2014; Chamorro 2011a; Chamorro
2011b; Díaz et al. 2013; Flórez 2003, 2004, 2005, 2006; Franco 2012; Guevara 2011a, 2011b, 2011c,
2011d, 2012a, 2012b, 2012c, 2012d, 2012e, 2012f, 2012g, 2012h, 2012i, 2012j, 2012k, 2012l,
2012m, 2012n; Guevara 2013a, 2013b; Guevara y Moreno, 2012a, 2012b; Guevara y Aguilar 2013;
Rodríguez P.I 2008; Martínez 2001, 2009a, 2009b, 2009c, 2010a, 2010b, 2010c, 2010d, 2011; Rey
2002, 2010; Pinzón 2014; Ramírez G 2001, 2011a, 2011b, 2011c; Ramírez Y 2011; Martínez y
Ramírez 2008; Martínez o, 2013; Martínez et al. 2013; Osorio 2007, 2008, 2009a, 2009b, 2009c,
2010, 2011a, 2011b; Panche 2011, 2012; Melgarejo 2012a, 2012b, 2012c; Pérez 2008, 2010, 2011;
Pinilla 2014a, 2014b, 2014c, 2014d; Pinto 2011, 2012; Ramírez y Arango 2011a, 2011b; Ramírez y
García 2010; Ramírez y Martínez 2007; Rodríguez 2011a, 2011b; Rodríguez y Vargas 2018a, 2018b,
2018c; Romero 2011, 2013; Sánchez 2001, 2011a, 2011b, 2013; Sánchez 2013; Sánchez et al.
2014a, 2014b; Sandoval 2012; Santa 2010, 2011; Tovar 2012a, 2012b, 2012c, 2013a, 2013b; Tovar
y Quintana 2012; Tovar y Quintana 2013a, 2013b; Vargas et al. 2017; Vásquez y Álvarez 2014; Rojas
2017a, 2017b, 2017c, 2017d; Valderrama 2010; Valderrama y Guevara, 2012; Zamudio 2014).
En general estos autores coinciden en que el potencial arqueológico de las áreas prospectadas y en
general del municipio es bajo. La información que proveen estos informes indica que casi la totalidad
de las áreas en las que se han adelantado prospecciones arqueológicas se han concentrado en
unidades de paisajes inundables tales como bajos, sabanas, esteros, vallecillos interfluviales,
altillanuras convexas, etc. Las investigaciones adelantadas en los Llanos de Barinas y Casanare
(Gassón 1998; Spencer 1998; Vargas 2017) sugieren que este tipo de unidades de paisaje
estuvieron muy poco pobladas en tiempos prehispánicos. Las proyecciones estadísticas que se han
realizado con base en la información disponible de reconocimientos regionales conducidos en las
regiones del Gaván, Cedral (Venezuela) y Catanga (Colombia), permiten estimar con un nivel de
confianza del 99% que menos del 0.5% de las sabanas inundables, bajos y esteros pudieron ser
ocupados en tiempos prehispánicos (Vargas 2017).
Los investigadores que han conducido prospecciones en la altillanura de relieve ondulado han
planteado al menos tres hipótesis para explicar la ausencia de ocupación humana en dichas
unidades de paisaje. Algunos autores como Guevara y Aguilar (2013) y Tovar (2013) consideran que
la productividad de los suelos en estas áreas es deficiente, lo que pudo ser una causa para que los
antiguos grupos llaneros evitaran asentarse en estas áreas. Otros autores como Panche (2011),
Buitrago y Romero (2010) y Tovar y Quintana (2012) sugieren que la ausencia de evidencia
arqueológica puede explicarse a partir de los patrones de alta movilidad de los grupos que ocuparon
la región y porque los materiales que usaron estos grupos para manufacturar sus artefactos pudieron
ser perecederos. Una tercera hipótesis es planteada por Tovar (2012), en la cual afirma que es
posible que estas unidades de paisaje hayan tenido una baja disponibilidad de recursos, razón por
la cual los grupos humanos que habitaban esta región hayan evitado asentarse en las áreas hasta
el momento prospectadas.
Los estudios pedológicos y geológicos realizados en Puerto Gaitán han demostrado que los suelos
son poco fértiles, muy propensos a la erosión y la degradación estructural (Rivas et al. 2004),
información que parece apoyar la primera de las hipótesis. Estas condiciones están relacionadas
con su elevada acidez (pH. 3.8 – 5.0), alto contenido de aluminio (frecuentemente mayor al 80%) y
baja capacidad de intercambio catiónico (Rivas et al. 2004). Para Romero (2009: 360) la baja
fertilidad y el relieve en el caso del río Manacacías, la Cuenca alta del río Meta y en el proyecto
Caracara en los municipios de Puerto Gaitán y Puerto López podrían explicar la ausencia de
yacimientos en estas zonas, lo cual según este investigador podría estar relacionado con el hecho
que en la zona el Manacacías no tiene una zona de desborde en la que se puedan acumular
sedimentos y otros nutrientes, por lo que sugiere que en esta zona fue mucho más probable la
presencia de grupos móviles que aprovecharon estacionalmente la disponibilidad de recursos
mediante prácticas como la caza, la pesca y la recolección, hipótesis con la que coincidimos.
Pese a estos factores que limitan la producción agrícola, los estudios han demostrado que a través
de algunas estrategias agroecológicas se puede generar una adecuada capa orgánica que permita
el cultivo. Una de estas alternativas es la rotación de cultivos (Rivas et al. 2004), una técnica
ampliamente difundida en las tierras bajas suramericanas (Beckerman 1987). En consecuencia, es
posible que en las distintas unidades de paisaje que componen el municipio de Puerto Gaitán sea
probable registrar paleosuelos de origen antrópico que hayan surgido como resultado de la
manipulación antigua de suelos para cultivo, tal como sucedió en el caso de los Llanos de Barinas
(Spencer et al. 1994; Gassón 1998) o en los Llanos de Casanare (Vargas 2017).
En síntesis, la información disponible para Puerto Gaitán sugiere la presencia de grupos humanos
similares a los observados en otras regiones de los Llanos colombo venezolanos, que al parecer
desplegaron distintas estrategias de subsistencia y que a lo largo de su secuencia de cambio social
alcanzaron distintas escalas de complejidad sociopolítica. En el caso del área con sus resultados
negativos en cuanto a la presencia de ocupación cultural antigua de estudio se corrobora lo
observado en términos generales por otros investigadores: que variables como los suelos y el relieve
fueron claves al momento de determinar dónde localizar los asentamientos.
Aunque se cuenta con más estudios para el municipio de Puerto Gaitán, específicamente para el
Campo Rubiales se han realizado 35 trabajos de arqueología preventiva, cuyos resultados -cabe
resaltar- fueron negativos, salvo en los casos de los trabajos realizados por Rodríguez y Vargas
(2018a, 2018c y 2018d), y Ecopetrol S.A. (2021)
En el caso de Rodríguez y Vargas (2018a), recuperaron un fragmento cerámico durante los trabajos
de prospección realizados en los sobreanchos del corredor eléctrico RB-242. Este fragmento,
corresponde a un borde recto, con abundante materia orgánica como temperante y clastos blancos,
presenta una atmosfera de cocción oxidante sin núcleo. El estado de erosión de este fragmento es
alto en la superficie interna y medio en la superficie externa, sin embargo, es posible observar la
aplicación de alisado como tratamiento superficial Rodríguez y Vargas (2018a).
Este tipo cerámico se caracteriza por presentar una pasta con un porcentaje de cauxí menor a otras
muestras analizadas de la zona. Entre los minerales encontrados en el antiplástico, se identificaron
granos de cuarzo microcristalino, óxidos de hierro, feldespatos potásicos y fragmentos de minerales
con un alto contenido de carbono y oxígeno (que fueron interpretados como posibles
microfragmentos de materia orgánica) (Jaramillo 2018). Además, este autor comenta que, para este
tipo, fue posible observar la presencia de minerales con hierro y azufre (posible pirita) en menor
cuantía con formas subangulares y sub-redondeadas (Jaramillo 2018). El fragmento restante, de tipo
indeterminado presenta una textura de la pasta es bastante friable, rosa pálido (7,5YR 7/3 pink), con
temperante compuesto por granos de arena muy finos, minerales ferruginosos granulados rojizos
(10R 4/4 weak red) ligero, meteorizado en superficie, pero sin agujeros producto del proceso de
cocción de materia orgánica (Rodríguez y Vargas 2018d).
En el caso de estos trabajos, se consideró que los resultados obtenidos durante la fase de campo
confirman lo observado por estudios previos: que las poblaciones indígenas que habitaron la región
en el pasado evitaron asentarse en zonas de sabana inundable y de llanura disectada ondulada. Sin
embargo, estos hallazgos de baja densidad de material cerámico podrían representar la presencia
de grupos móviles de cazadores-recolectores, o probablemente grupos de actividad orientada
provenientes de poblados agrícolas de producción a pequeña o gran escala, tal como lo sugieren las
crónicas españolas (Rodríguez y Vargas 2018a).
Otro proyecto que brindó evidencias de ocupación o paso de comunidades humanas por Campo
Rubiales fue el Plan de Manejo Arqueológico de los polígonos específicos del Plan Maestro
Electrificación Rubiales (PMER) (Ecopetrol S.A., 2021). Cinco fragmentos cerámicos fueron
recuperados en el pozo CMB32 durante la fase de prospección arqueológica correspondiente a la
Resolución 258 de 2020.
Por otro lado, como ya fue mencionado, en general las prospecciones adelantadas en Campo
Rubiales no reportaron la presencia de material o sitios de carácter arqueológico (un resumen de
estos se encuentra registrado en la Tabla 4). En particular, los trabajos de Rodríguez y Vargas
(2018c), fueron desarrollados en un corredor eléctrico ubicado en áreas adyacentes al presente
trabajo de investigación. Rodríguez y Vargas (2018c), como parte del trabajo descrito, llevaron a
cabo la prospección del corredor eléctrico RB-770 y sus sobreanchos de torre, completando un total
de 83 pozos de sondeo y 17 barrenos. Los resultados del monitoreo en los polígonos establecidos
en la AIA 8755 corroboran lo planteado en la AIA 7982: que el área de estudio fue de bajo potencial
arqueológico y que hubo total ausencia de ocupación arqueológica en ellos.
Esta actividad de supervisión, de acuerdo con lo definido en la AIA 7982 (Rodríguez et al. 2019) y la
AIA 8755 (Vargas 2019), se ejecutó durante las labores de remoción de suelos requeridas para el
desarrollo de obras civiles y las tareas relacionadas con la adecuación de terrenos para la instalación
de los marcos H, adecuación de terrenos para la instalación de tuberías enterradas y ampliación de
vías. Las localizaciones que se construyeron en la Troncal 10 y el clúster 770 con la técnica de
hincado de tubería para marcos H, no implicaron excavaciones que permitieran hacer verificaciones
estratigráficas durante el monitoreo.
Como procedimiento estándar para el registro, se definieron como unidades de observación, tramos
de 30 m longitudinales ubicados dentro de cada uno de los anchos de derecho de vía de los
distintos corredores. Para ejercer un control más preciso y efectivo sobre las actividades de
excavación y remoción de suelos efectuadas de manera mecánica o manual, se controló la manera
en la cual se interviene el suelo. Los tramos de monitoreo (TM) que se definieron para cada uno de
los corredores se presentan a continuación (Figura 8 a la Figura 12).
Para las adecuaciones y los cruces de vía, se determinó que en los cortes hechos por
retroexcavadora en las zonas de cruces de vías se debían revisar los suelos cada 50 cm. Si después
del primer movimiento de tierras no se encontraban materiales arqueológicos, se continuó
excavando hasta 100 cm de profundidad. Después de los 100 cm sin encontrar material arqueológico
se permitió la excavación al ritmo de obra. Es importante mencionar que ya que no se encontraron
materiales durante las distintas actividades que se monitorearon, las demás medidas que se tenían
previstas en caso de registrarse hallazgos y que se habían indicado en las AIA 7982 y 8755 no se
implementaron.
Para ejercer un control más preciso y efectivo sobre las actividades de excavación de los cruces y
adecuaciones en las vías, durante el monitoreo de las actividades que implicaron la remoción de
suelos se controló cada 0.5 metros, tal como fue establecido en el informe final de la AIA 7982
(Rodríguez et al. 2019). Luego de alcanzar 1 metro de profundidad sin detectar materiales
arqueológicos, se permitió la excavación al ritmo de obra. En ninguna de estas actividades se
registraron materiales culturales o modificaciones del paisaje antrópicas.
Durante las actividades de intervención se realizó la adecuación de una sección de la vía localizada
entre los tramos 140 y 142 del corredor de la Troncal 10, la cual se registró como TR10 – AV01. La
intervención consistió en la nivelación de una pendiente para posibilitar el acceso de vehículos de
carga para la instalación de la tubería para el transporte de crudo (Fotografía 3, Fotografía 4,
Fotografía 5 y Fotografía 6).
El área intervenida fue de 6 metros de ancho por 56 metros de largo, con 0,9 metros de profundidad
máxima. Adicionalmente, se realizó un talud con 2 metros de ancho, a lo largo de la excavación y en
su costado oriental. La excavación y remoción de suelos se efectúo mecánicamente y se estableció
control vertical cada 50 cm para prevenir cualquier alteración o afectación al patrimonio arqueológico.
Durante esta actividad no se registraron hallazgos culturales (Figura 13 y Fotografía 7 a la
Fotografía 12).
La segunda adecuación que se incluyó los tramos 111 y 112 de la Troncal 10 y también consistió en
la nivelación de una pendiente para posibilitar el acceso de vehículos de carga para la instalación de
la tubería. La intervención incluyó la construcción de un talud en tierra en el oriente de la localización.
La primera actividad que se realizó consistió en el descapote de un área de 31 m de largo por 2 m
de ancho (Figura 14).
Fotografía 13 Estado final costado norte Fotografía 14 Estado inicial del área TR10
TR10 – AV01 – AV02
Fuente: GEOCOL CONSULTORES S.A. Fuente: GEOCOL CONSULTORES S.A.
Fotografía 19 Estado final costado norte Fotografía 20 Estado final costado sur
TR10 – AV02 TR10 – AV02
Fuente: GEOCOL CONSULTORES S.A. Fuente: GEOCOL CONSULTORES S.A.
Esta intervención se localizó entre los tramos 52, 53, y 54 de la Troncal 10. Su función es la ubicación
subterránea de la línea mecánica, al igual que las dos intervenciones descritas anteriormente. Las
dimensiones de la excavación fueron 45 m de largo, 2 m de ancho, por 2 m de profundidad
(Fotografía 22 a la Fotografía 25). Se realizó control vertical cada 50 cm hasta llegar a la
profundidad máxima. En el área en la que se realizó la excavación ya existía una tubería previamente
instalada como puede apreciarse en la Figura 15. Al finalizar la instalación de la tubería, las
excavaciones fueron cubiertas con los suelos que habían sido retirados, los cuales fueron
compactados nuevamente. Los procedimientos adelantados durante el monitoreo permitieron
establecer que en el área no hubo ningún tipo de actividad cultural.
Esta intervención se realizó entre los tramos 84 y 85. Las dimensiones de la excavación mediante
retroexcavadora fueron de 60.6 m de largo, 1.2 m de ancho y 2 m de profundidad (Figura 16). Al
igual que en el caso anterior esta excavación se realizó con el objetivo de enterrar tubería para el
transporte de crudo. Se realizó control vertical cada 50 cm hasta llegar a la profundidad máxima. Al
finalizar la instalación de la tubería, las excavaciones fueron cubiertas con los suelos que habían
sido retirados, los cuales fueron compactados nuevamente.
Es importante mencionar que como se estableció en el informe final de la AIA 7982, estos terrenos
fueron previamente intervenidos hace varios años durante la construcción de las vías por la empresa
Pacific Rubiales, razón por la cual los suelos ya habían sido removidos y se les agregó recebo. En
el área en la que se realizó la excavación ya existía una tubería previamente instalada como puede
apreciarse en la Fotografía 26 a la Fotografía 29. Los procedimientos adelantados durante el
monitoreo permitieron establecer que en el área no hubo ningún tipo de actividad cultural.
Al finalizar la instalación de la tubería, las excavaciones fueron cubiertas con los suelos que habían
sido retirados, los cuales fueron compactados nuevamente. Es importante mencionar que como se
estableció en el informe final de la AIA 7982, estos terrenos fueron previamente intervenidos hace
varios años durante la construcción de las vías por la empresa Pacific Rubiales, razón por la cual los
suelos ya habían sido removidos y se les agregó recebo. En el área en la que se realizó la excavación
ya existía una tubería previamente instalada como puede apreciarse en la Fotografía 30 a la
Fotografía 33. Los procedimientos adelantados durante el monitoreo permitieron establecer que en
el área no hubo ningún tipo de actividad cultural.
Figura 17 Localización del cruce de vía TR10- CV03. Fuente: Geocol Consultores S.
Fotografía 30 Estado inicial costado norte Fotografía 31 Estado inicial del área TR10
TR10 – CV03 – CV03
Fuente: GEOCOL CONSULTORES S.A. Fuente: GEOCOL CONSULTORES S.A.
Esta intervención se localizó entre los tramos 150 y 151 de la Troncal 10 (Figura 18 y
Fotografía 34 a la Fotografía 37). Su función fue la instalación subterránea de la línea mecánica, al
igual que las tres intervenciones descritas anteriormente. Las dimensiones de la excavación fueron
28 m de largo, 4 m de ancho, por 3.20 m de profundidad. Se realizó control vertical cada 0.5 m hasta
llegar a la profundidad máxima. En el área en la que se realizó la excavación ya existía una tubería
previamente instalada como puede apreciarse en la Fotografía 34. Al finalizar la instalación de la
tubería, las excavaciones fueron cubiertas con los suelos que habían sido retirados, los cuales fueron
compactados nuevamente. Los procedimientos adelantados durante el monitoreo permitieron
establecer que en el área no hubo ningún tipo de actividad cultural.
Las adecuaciones y cruces para línea mecánica de la troncal 10 cubrieron un total de 843.35 m 2, tal
como se observa en la Tabla 5.
A continuación, se presentan las coordenadas de las locaciones en las que fueron conducidas las
excavaciones para la adecuación y los cruces de vía de la Troncal 10 (Tabla 6):
Como se especificó en la AIA 8577 las líneas de transmisión de 8” o 10” instaladas para las tuberías
de los corredores de la Troncal 10 y el Clúster RB-770, requirieron la instalación de soportes para el
apoyo de estas.
Cómo se advirtió en el plan de manejo incluido en la AIA 7982 y la AIA 8577, las localizaciones que
se construyeron con la técnica de hincado de tubería para marcos H, no implicaron excavaciones
que permitieran hacer verificaciones estratigráficas durante el monitoreo. Por lo tanto, se
planteó que durante su instalación no se realizaría monitoreo arqueológico (Figura 20).
1. Posicionado vertical del tubo punta de lápiz en el terreno; no requiere descapote ni excavación
que afecte la capa vegetal (Fotografía 39).
2. Colocación de apoyos y verificación de horizontalidad del tubo para mantener la posición durante
las etapas de hincado del marco H en el terreno (Fotografía 40).
3. Fase 1 del hincado: se ejerce presión en la parte superior del tubo (Fotografía 41).
4. Retiro de soporte tipo trípode para la continuación de la actividad de hincado (Fotografía 42).
5. Verificación de la verticalidad del tubo con nivel y profundidad de penetración de la fase 1 del
hincado.
6. Fase 2 de hincado: Enterramiento hasta la profundidad requerida del marco H (Fotografía 42)
mediante golpes continuos con el balde o el martillo hidráulico de la máquina retrocargadora
(Fotografía 43).
7. Fase 2 de hincado: verificación final de la verticalidad con nivel y profundidad del tubo enterrado
(Fotografía 44).
8. Finalmente se lleva a cabo la fase de soldaduras para darle la forma al marco H (Fotografía 45).
En la AIA 8577 se informó que la instalación de marcos H se realizaría en la línea asociada al Clúster
770, sin embargo, esta actividad también se extendió a la Troncal 10. Este cambio realizado por
ingeniería mantuvo el hincado de marcos H dentro de las áreas de los polígonos autorizados por el
ICANH, los cuales ya habían sido prospectados durante la fase de prospección de la AIA 7982,
obteniendo resultados negativos en cuanto a la presencia de yacimientos y materiales arqueológicos.
Es importante aclarar que tanto en el proceso de instalación de los marcos H de la Troncal 10 como
los del clúster RB-770, la técnica de hincado no implicó excavaciones que permitieran verificaciones
estratigráficas, por tanto, no se requería ejecutar monitoreo durante su instalación, no obstante,
durante el hincado se decidió realizar supervisión y acompañamiento de las obras. En ninguna de
las intervenciones se detectaron materiales ni yacimientos arqueológicos asociados. En el caso de
la Troncal 10 se instalaron un total de 479 marcos H, utilizando la técnica de hincado descrita
anteriormente (Figura 21).
En la línea del Clúster 770 se instalaron mediante la técnica de hincado un total de 128 marcos H
(Figura 22, Tabla 7), sin que se haya encontrado en algún caso evidencia arqueológica
asociada.
Otra de las actividades que se adelantó en la Troncal 10 fue el refuerzo de 289 marcos H para
mejorar la estructura, mediante la instalación de pie de amigos metálicos (Fotografía 47). Durante
la ejecución de estas intervenciones no se encontró evidencia cultural de ocupaciones humanas
antiguas.
Al rededor del marco H previamente instalado se realizó la remoción de materiales bajo la supervisión
del arqueólogo monitor (Fotografía 48).
La excavación se continuó hasta despejar totalmente la estructura del marco H (Fotografía 49).
Finalmente, el personal encargado de soldadura ingresó al área excavada para proceder a instalar
los pies de amigo como refuerzos estructurales de los marcos H (Fotografía 50).
A continuación, se presenta el listado de marcos H que fueron reforzados mediante la instalación del
pie de amigo (Tabla 9).
A continuación, se presenta el listado total de cortacorrientes excavados (Tabla 10). Aunque estas
intervenciones son de carácter lineal se incluye la coordenada del punto inicial de la excavación:
Los suelos en el área se caracterizan por ser arcillosos y homogéneos, que corresponden a una
secuencia de arcillolitas y limolitas de colores grises, pardos y amarillos con machas rojas y violetas
de 2 a 3 cm de espesor, intercaladas con niveles arenosos de grano medio a fino. En términos
generales, durante la ejecución de las distintas intervenciones se observaron suelos altamente
oxidados que son el resultado de un proceso en el que el oxígeno combinado con elementos
componentes de la roca y minerales forman óxidos (el oxígeno se gana, los electrones son perdidos
por iones o moléculas). Factores como las temperaturas altas, aireación del suelo y la percolación
de agua intermitente (sin saturación constante) aceleran el proceso de oxidación. La oxidación y
translocación de hierro produce subsuelos de color rojo. Las características del relieve producen que
esta área esté sometida a constantes vientos por lo que el proceso de oxidación se intensifica.
Como se había indicado previamente En términos generales, los suelos se dividen en dos clases en
esta zona: la clase II se caracteriza por poseer nutrientes medios, que para ser productivos requieren
de tratamientos regulares. Este tipo se encuentra en zonas cercanas a las zonas ribereñas. La clase
VII es la más abundante, y se trata de suelos infértiles con altos contenidos de hierro en los cuales
los tratamientos convencionales son inefectivos (MCS Consultoría y Monitoreo Ambiental S.A.S.,
2016). En el área de estudio predominan suelos AVG y RVG, pertenecientes a la clase II, los cuales
presentan grandes limitaciones para la agricultura, como lo son el excesivo drenaje y las altas
concentraciones de minerales como el aluminio y el hierro.
A continuación, se relacionan los perfiles pedológicos detectados en los polígonos en los que fueron
realizadas excavaciones amplias que permitieron registros completos.
El perfil registrado corresponde a la profundidad máxima alcanzada durante la excavación (0,9 m).
El área no estaba descapotada y las intervenciones con la que contaba previo a la excavación eran
la adecuación de una vía sin relleno y la presencia de tubería (al costado occidental del área
excavada). En términos generales, el suelo presenta alta compactación y resequedad debido a las
condiciones climáticas presentes, las cuales han sido de cielo despejado y temperaturas que pueden
alcanzar los 40° C.
H2 (20 – 0.30 cm): se observa presencia de raíces finas y gruesas, sin presencia de inclusiones
de roca, de textura franco-limosa, de estructura subangular, de coloración 5YR7/6, con
inclusiones 5YR5/8. No presenta evidencia de material arqueológico.
Durante la intervención se detectaron suelos que se caracterizar por tener una alta compactación y
bastante deshidratados (Fotografía 56).
H1 (0 – 20 cm): Se observó un manto rocoso, con presencia de alto material orgánico, con
bioturbaciones como raíces finas, medias y gruesas, además de larvas (especie no identificada).
Su textura el franco-limosa, de estructura granular y de coloración 7,5YR6/4.
H1 (0 – 20 cm): De textura limo-arenosa, sub-angular, con raíces medias y finas, y sin humedad.
Según la tabla Munsell, su coloración corresponde a 5YR 5/4 (Reddish brown) y en cuanto a los
inclusos, corresponden a areniscas de menos de 2 cm de grosor. Sin presencia de material
arqueológico.
H2 (20 – 1.60 cm): De textura areno-arcillosa, su grosor se ubica entre los 1,60M, sin registro de
actividad biológica y sin rastro de humedad. Según la tabla Munsell, su coloración corresponde
a 7.5YR 7/8 (Reddish yellow). Con respecto a los inclusos, pueden observarse algunas
H3 (1.60 – 1.80 cm): De textura arcillosa, con poca humedad, sub-angular, sin actividad
biológica, de aproximadamente 0,20M de grosor. Según la tabla Munsell, su coloración
corresponde a 7.5YR 6/8 (Light red), posee un moteado correspondiente al tono 10YR 8/2 (Very
pole Brown). Sin presencia de material arqueológico.
H2 (30 – 1.70 cm): De textura areno-arcillosa, sin registro de actividad biológica y deshidratados
en alto grado. Según la tabla Munsell, su coloración corresponde a 7.5YR 7/8 (Reddish yellow).
Con respecto a las inclusiones, pueden observarse algunas formaciones rocosas, de gran
tamaño, con particularidades ferruginosas. Sin presencia de material arqueológico.
H3 (1.70 – 1.90 cm): De textura arcillosa, con poca humedad, sub-angular, sin actividad
biológica. Corresponde a una matriz 7.5YR 6/8 (Light red), con inclusiones de color 10YR 8/2
(Very pole Brown). Sin presencia de material arqueológico.
H1: (0 - 40 cm) Suelos alterados y removidos, color 7.5 YR4/2, textura limo-arenosa y estructura
granular, con presencia de bioturbaciones por raíces, finas a medias.
H2: (40 – 50 cm) Suelos limoarcillosos 7.5 YR 5/2, estructura subangular y presencia de
concreciones ferroginosas (lateritas).
H3 (50 - 60 cm): Suelos limoarcillosos de color 2.5 YR 5/8, estructura subangular con presencia
de inclusiones ferroginosas (lateritas).
H4 (60 - 300 cm): Suelos arcillosos en los que se distinguen una matriz de color 7.5 YR 9/4 con
inclusiones lateríticas de color 2.5 YR 5/9, con estructura angular.
En las cuatro áreas intervenidas, el área no se encontraba descapotada. La distancia entre cada de
estas excavaciones para el reforzamiento de los marcos es poca (10 metros, aproximadamente), en
consecuencia, con respecto a la estratigrafía, no hay mayor variación salvo para MH 337, en donde
solo se registraron los 2 primeros estratos de los de los tres que aquí serán descritos
(Fotografía 67 a la Fotografía 71).
H1 (0 – 10 cm): Suelo limo – arenoso, subangular, semi - compactado, con raíces finas de menor
tamaño. Según la tabla Munsell, su coloración corresponde a 10YR 6/4 (Light yellowish Brown)
con presencia de inclusiones férricas, corresponden a areniscas de menos de 2 cm de grosor.
Sin presencia de material arqueológico.
H2 (10 – 60 m): Suelo areno – arcilloso, sub-angular y compactado. Sin presencia de humedad
o actividad biológica. Su coloración corresponde a 7.5 YR 6/8 (Brownish yellow). No se observan
inclusiones en la matriz. Sin presencia de material arqueológico.
H3 (60 – 110 cm): Suelo arcillo – arenoso, sub-angular, semi-compactado correspondiente a una
matriz 5YR 5/8 (Yellowish red). También posee algunas formaciones ferruginosas, cuyo tamaño
corresponde a 1Cm aproximadamente. No posee material arqueológico.
7 CONCLUSIONES
Los resultados obtenidos en la Troncal 10 y el Clúster RB-770 EN Campo Rubiales han mostrado
que variables como los suelos, el relieve y la ausencia de una fuente de agua permanente pudieron
estar relacionadas con la ausencia de ocupación.
Las investigaciones previas que se han formulado se han encaminado a recolectar información de
fenómenos y procesos que se expresan a gran escala como la integración de unidades políticas
densas y jerarquizadas, la guerra, el intercambio a larga distancia, la movilización de recursos y
excedentes. También se han planteado a mediana escala en referencia a fenómenos como la
nucleación de población, la diferenciación social, la construcción de obras monumentales, los actos
ceremoniales y la producción agrícola. Otras cuestiones alternativas que se expresan a escala
individual como la especialización en el uso y manejo de determinados ecosistemas, las actividades
domésticas, el prestigio y el estatus, la producción artesanal, también han sido abordadas por las
investigaciones antes mencionadas.
Ante la ausencia de hallazgos arqueológicos en la fase técnica de monitoreo, se podría plantear que
el área de estudio a la que se refiere esta propuesta y que está asociada a Campo Rubiales, encaja
dentro del análisis general de las unidades políticas en los Llanos de Barinas, portuguesa, Apure y
Casanare (Gassón 1998; Redmond y Spencer 2007; Vargas 2017). Y para contestar la pregunta de
investigación ¿Los patrones de asentamiento son similares a los observados en Casanare o Barinas
y otras regiones de los Llanos del Orinoco, caracterizados por asentamientos nucleados pequeños
(menores a 5 ha) localizados en las terrazas aluviales de las orillas de caños activos y paleo-causes?
En este caso, la ausencia de vestigios arqueológicos durante la fase de aplicación del Plan de
Manejo Arqueológico en el área de estudio ratificó la observación recurrente en los Llanos: que las
poblaciones llaneras prehispánicas evitaron ocupar unidades de paisaje correspondientes a colinas
y bajos inundables, y que por el contrario eligieron los bancos y terrazas aluviales próximos a caños
y ríos en los cuales las corrientes son lentas. A la pregunta de si existe evidencia sobre
ceremonialismo, intercambio externo, guerra (cerámica policroma, lítico importado, encerramientos),
los resultados del monitoreo no aportaron información al respecto. Los análisis de unidades de
paisaje tampoco demuestran presencia de montículos, campos elevados o encerramientos, o
cualquier otra intervención antrópica del paisaje en el área de estudio.
En el caso de los suelos el alto contenido de aluminio y oxido y su estructura arcillosa pudo
representar en el pasado que se requirieran altas inversiones de trabajo y recursos para mejorar su
productividad agrícola. Sin embargo, en algunas zonas del área de estudio se observó una transición
de los suelos hacia estructuras arenosas que podrían facilitar el cultivo. Los estudios recientes
indican que con la adecuada manipulación y con la adición de materia orgánica se podría modificar
el potencial de este tipo de suelos, lo que sugiere que es posible que en áreas con estructuras de
suelos similares se pudo implementar la agricultura. Sin embargo, la ausencia de terras pretas o de
indio en los polígonos a intervenir señala que la agricultura fue un proceso que no estuvo presente
en la zona.
Las condiciones del relieve también pudieron afectar aquellas decisiones sobre dónde ubicar las
residencias antiguamente. El área de estudio está compuesta por colinas pronunciadas y planicies
inundables que no son óptimas para ubicar residencias en ellas. Otro elemento relacionado con el
relieve que pudo incidir son los factores eólicos que causan la oxidación de los suelos y la aparición
de dunas en el área de estudio, como se ha planteado para otras zonas en Puerto Gaitán (Vargas
2017).
En resumen, durante la fase de monitoreo arqueológico desarrollada de acuerdo con la AIA 8755 y
la AIA 7982, no se encontraron evidencias arqueológicas en el área de influencia directa de las obras
ejecutadas por Ecopetrol, por lo cual, se ratifica que en este caso el potencial del área es bajo.
Las capacitaciones se realizan alrededor de las preguntas ¿qué es arqueología? ¿qué son los
programas de arqueología preventiva? ¿cuáles son las fases de la arqueología preventiva?, ¿qué
es el patrimonio arqueológico? Así como también se socializaron las actividades puntuales que se
debían desarrollar en el marco de la AIA8577, es decir en qué consiste el monitoreo y la importancia
de su implementación. Así, fue posible involucrar a los asistentes desde la familiarización con la
arqueología como el estudio de las culturas humanas a través de los restos materiales, la posibilidad
de encontrar restos durante el proyecto y la importancia que éstos tienen para la cultura y la
identidad.
Pese a los inconvenientes para el desarrollo de actividades de divulgación con la población de Puerto
Gaitán, Ecopetrol S.A. mantiene la disposición y compromiso para hacer las actividades de
arqueología en tanto las medidas de contingencia lo permitan.
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10 ANEXOS