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La raíz del problema de

educación
“Los educadores son la base de una sociedad sana y los excepcionales tienen un
impacto duradero. Los mejores maestros superan la mera instrucción para
cultivar y capacitar a los estudiantes más allá de la escuela”

La crisis que vive actualmente la educación en Panamá pone en evidencia un


ciclo interminable de pésimas decisiones tomadas a lo largo del último medio
siglo. Pareciera que fue ayer cuando, en 1978, se nos quiso empujar una
reforma educativa con una explicación oculta de la frustrante falta de progreso
de nuestro país, cuando se trata de brindar a todos los estudiantes una
educación de calidad. El problema entonces no señalaba los chivos expiatorios
habituales: maestros incapaces, instalaciones de mala calidad, ausencia de una
estrategia educativa y falta de un plan nacional. Y tampoco nadie hablaba de la
carencia de un enfoque intenso para convertir a la escuela primaria en un
centro de estudios para mejorar las habilidades de comprensión de lectura y
conocimiento real.

Cuando éramos estudiantes de escuela primaria, en la década de 1960,


se usaba un método convincente para aprender, uno que presidentes,
políticos, diputados y profesionales han pasado por alto durante mucho
tiempo, y del cual la población en general, incluidos muchos padres de
familia y docentes, sigue sin saberlo y aplicarlo.

Esta no es solo una historia sobre lo que el Ministerio de Educación y los


grupos magisteriales se han equivocado usando métodos retrógrados y
hábitos profundamente arraigados que no dan buenos resultados.
Tampoco es sobre los estudiantes que no están entusiasmados en
aprender ni adquirir el conocimiento y el vocabulario que les permitirá
tener éxito. Se trata de plantear una solución para arreglar nuestro
sistema educativo y desbloquear el potencial de nuestros estudiantes.
Ese remedio es prestar más atención a la lectura en los primeros años
de enseñanza.

Hay un gran abismo entre lo que creen los maestros sobre cómo
enseñar a leer y lo que han descubierto los científicos, razón por la que
tantos estudiantes asisten a clases, pero siguen sin aprender. Resulta
que la clave del éxito es exactamente lo que los docentes están
despreciando: el conocimiento.

Para cualquier persona que se preocupe por el potencial de la


educación para iluminar el futuro de los niños, la lectura es el factor
clave. Así nos lo enseñó nuestro abuelo Rubén Darío Carles Oberto,
quien, a través de sus libros, presentó una serie de escenas e historias
vívidas en el aula y expuso un aspecto crucial de la educación que a
menudo se pasa por alto: en la mayoría de las escuelas primarias
panameñas, los maestros no están capacitados ni tienen el apoyo que
se necesita para brindar contenido rico y profundo sobre historia,
estudios sociales, la ciencia, el lenguaje y el mundo que los rodea. Y los
estudiantes sufren por ello.

"Hay un gran abismo entre lo que creen los maestros sobre cómo enseñar a leer y
lo que han descubierto los científicos, razón por la que tantos estudiantes asisten
a clases, pero siguen sin aprender"
La brecha del conocimiento en Panamá es real y sus efectos son
profundísimos. Durante más de cinco décadas, los distintos Gobiernos y
sus políticos han ligado la enseñanza a la memorización, y en vez de
promover el aprendizaje del conocimiento han recurrido a la rendición
de cuentas por medio de pruebas y encuestas en nombre de aumentar
las expectativas para todos. Y, en el proceso, han subestimado y
perdido la pista de lo que los niños pueden y deben aprender para
lograrlo.

Hoy en día, además del daño perpetrado al usar un enfoque equivocado


en la enseñanza de la lectura, es lamentable que casi la mitad de las
aulas panameñas sigue sin dar clases presenciales con la excusa de la
pandemia. Una muestra más que cuando los educadores se empecinan
en distanciarse de criterios respaldados por la investigación, pueden
causar daños muy perjudiciales y contribuir a mantener el país
rezagado en materia de educación.

Como padre y abuelo, pero especialmente como hijo y nieto de


educadores, vemos el impacto debilitante en un niño de una educación
desprovista de conocimiento histórico, cultural y científico, y el potencial
humano desatado cuando se le permite a ese conocimiento desarrollar.
Como industria y negocio, la educación a menudo ignora su propio
pasado y no entiende cómo llegó a este presente. Con razón algo anda
mal y no le vemos solución.

La responsabilidad principal de la educación es lograr que las escuelas


se conviertan en centros especializados del conocimiento de las
palabras y los mundos, necesarios para el florecimiento humano de sus
estudiantes. Privar a esos estudiantes de este conocimiento básico en
nombre de la burocracia de los políticos y el desinterés de los maestros
solo crea mayores desventajas y empeora aún más el problema.

Los educadores son la base de una sociedad sana y los excepcionales


tienen un impacto duradero. Los mejores maestros superan la mera
instrucción para cultivar y capacitar a los estudiantes más allá de la
escuela. A sus alumnos los tratan de eruditos, porque su enfoque de
enseñanza siempre es inspirador para afrontar temas críticos como
equidad, raza, identidad, progreso y desarrollo. Y como personas son
humildes servidores que realizan un trabajo de enorme
responsabilidad. Ojalá encuentren su rumbo y propósito de nuevo y
ayuden al país a salir de esta enorme crisis que vivimos.

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