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Ariel Gravano - El Barrio en La Teoría Social
Ariel Gravano - El Barrio en La Teoría Social
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El barrio en la Teoría Social
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Ariel Gravano
ESPACIO
EDITORIAL
Buenos Aires
Gravano, Ariel
El barrio en la teoria social - 1 a ed. - Buenos Aires
Espacio Editorial, 2005.
200 p. ; 23x16 cm. (Ciencias sociales)
ISBN 950-802-215-9
ESPACIO
EDITORIAL
editora - distribuidora
importadora - exportadora
Simón Bolívar 547 - 3° of. 1
{Cl066AAK) Ciudad Autónoma de Buenos Aires
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escrita a máquina, por el sistema "multigraph", mimeógrafo, impreso por fotocopia, fotoduplí
cación, etcétera, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización
debe ser previamente solicitada.
l edición, 2005
I
Agradezco a Carlos Herrán, que orientó el trabajo inicial de tesis que dio
lugar a estas páginas e impulsó que mucho de lo contenido en ellas no fuera
excluido por mi autodeleteo crítico. El Instituto de Ciencias Antropológicas de
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires fue el lu
gar institucional de trabajo (dentro de mi desempeño como investigador de
carrera del Conicet). Ofrezco acá una propuesta para el debate, que dedico a
aquellos que han compuesto un inesperado eco desde mi producción anterior
sobre antropología de lo barrial, esta vez situándome más lejos del autor y
más cerca de los autores. Particularizo en Cristina Leiro, con quien comparti
mos casi quince años de la cátedra de Antropología Urbana de la Facultad de
Ciencias Sociales en la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Ai
res, con algunos de los temas que se revisan aquí. Y lo dedico, en consecuen
cia, a todos los cursantes de esa cátedra y los post-grados (principalmente a
los arquitectos), a los cuales aproveché para testear mis escritos.
Prólogo
Han transcurrido exactamente veinte años desde la publicación de "La ciudad como
objeto antropológico" breve comunicación en que intentábamos sentar las bases de una
Antropología Urbana en nuestro medio. La construcción de este nuevo campo, sin du
da representaba un viraje significativo en un medio académico demasiado impregnado
del aura de exotismo que rodeaba a la reconstrucción de culturas extrañas o de un fol
klorismo que recortaba y aislaba sus objetos de un contexto histórico y social especial
mente conflictivo. Las fechas no son en modo alguno casuales, podemos decir en cierto
modo que este nacimiento de la Antropología Urbana en Argentina fue producto de la de
mocracia. Como recordábamos en aquellas páginas, durante la dictadura la voz autori
zada de la cátedra sentenciaría: "para el antropólogo la ciudad no existe".
La construcción antropológica de la ciudad implica necesariamente adoptar un pun
to de vista globalizante, en el cual los niveles de explicación ponen en juego múltiples
dimensiones: lo social, lo político, y lo económico constituyen, entre otras, variables que
conforman el escenario urbano en el que transcurre la vida cotidiana de los actores que
protagonizan la investigación. No es extraño entonces que el poder cuestionador de es
tos enfoques implicara la ausencia de este campo de los estudios académicos y de la
producción local.
En aquellos primeros años de construcción de un programa de Antropología Urbana
en la Universidad de Buenos Aires, la presencia de Ariel Gravano adquirió perfiles des
tacables. Para Ariel la ciudad ha sido más que un objeto de estudio una pasión, y del mis
mo modo en que recorrió sus calles y frecuentó vecindarios y vecinos, se abocó a la ta
rea de construir un marco teórico, rastreando incansablemente una copiosa bibliografía
procedente no solamente de fuentes antropológicas, sino del conjunto de la teoría social.
El resultado de largos años de trabajo en ambas direcciones, fue su tesis doctoral,
en la cual trabajamos durante casi una década, construyendo conocimiento a través de
un intercambio esclarecedor que culminó en un producto cuyo nivel académico y origi
nalidad fueron reconocidos por un jurado integrado por destacadas personalidades.
Luego de haber publicado un primer volumen con los resultados de su investigación
de campo, nos presenta en este libro los resultados de su esfuerzo por abarcar los ele
mentos teóricos de la tesis. Centrado en la elusiva y multiforme noción de barrio, el libro
adopta una estrategia que lo hace especialmente enriquecedor: lejos de adoptar una de
finición cerrada y definitiva al estilo de las múltiples definiciones de cultura propuestas
por docenas de antropólogos, el barrio aparece aquí en sus múltiples dimensiones, con
figurando una verdadera teoría de los espacios urbanos, con sus connotaciones ideoló
gicas, políticas, sociales, urbanísticas y culturales. Es indudable que este libro constitu
ye una herramienta de trabajo indispensable para aquellos que realizan estudios urba
nos, y esperamos que una adecuada difusión contribuya a renovar el interés por los es
tudios urbanos de la ciudad.
Carlos A. Herrán
Director del Instituto de Ciencias Antropológicas,
Facultad de Filosofía y letras, Univer&idad de Buenos Aires.
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Introducción
Se dice de él
En este libro encaramos la mostración reflexiva y crítica de las produccio
nes teóricas acerca del concepto de barrio, lo que se dice de él. Nos interesa
analizar cómo ha sido abordado el barrio en el conjunto de la teoría social,
desde una gama amplia de disciplinas. Lo haremos mediante una revisión bi
bliográfica que quizá resulte ser un insumo para que estas disciplinas entre
crucen sus miradas.
Hemos demostrado en otros trabajos que el barrio es un significado recu
rrente en la vida urbana actual, esparcido en imaginarios metropolitanos o de
ciudades medias, que sirve para construir identidades socio-culturales, políti
cas y con valores de distinción simbólico-ideológica. Convertido en valor cul
tural, el b<!rrio parece filtrarse entre las grandes determinaciones histórico-es
tructurales y llenar intersticios de amplia significación para los distintos acto
res que lo "ejercen".
Un tanto paradójicamente, dos conclusiones conforman nuestro punto de
partida para esta publicación. En primer lugar, la hiper-recurrencia de la no
ción de barrio en el sentido común que conforma los imaginarios urbanos más
diversos. A la par, su profusidad dentro del patrimonio de nociones de las
ciencias sociales, tanta que el concepto; y la realidad de referencia no se en
casillan en una exclusiva disciplina en particular.
Intentaremos responder a la pregunta escasamente formulada sobre el pa
pel jugado por el barrio en la realidad social urbana que lo contiene. En prin
cipio, su incidencia en la "partición" de lo urbano y su categoría central, la ciu
dad, como unidad de relativa homogeneidad; y, a su vez, como constructor
de representaciones de homogeneidad, autonomía y una simbología típica.
En síntesis: les el barrio una realidad específica o la simple extensión de un
fenómeno más amplio y contenedor -lo urbano-, que lo determina sin mar
gen para su independencia como variable? lQué dicen de él y de este interro
gante las distintas formulaciones teóricas? lO no lo dicen y sólo lo suponen?
Esto veremos en nuestra reseña, que parte de proponer una contextuali
zación de la necesidad de emergencia del concepto y la formulación de sus
variables asociadas en las distintas teorías, incluyendo el cuestionamiento y
crisis que los debates producen, o que dan lugar a los debates mismos.
El barrio en la teoría social
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Intentamos brindar un panorama teórica y metodológicamente útil dentro
de ese mosaico de disciplinas, que quizá aporte a lo- que algunos especialis
tas han señalado como una carencia importante dentro de los estudios urba
nos: una teoría del barrio 1 . lPara qué puede servir una teoría del barrio? En
primer lugar, para poder brindar explicaciones a fenómenos múltiples y real
mente existentes en el terreno de las prácticas sociales distintivas, como ha
sido reconocido por muchos estudiosos. En segundo lugar, porque representa
una de las aristas de mayor recurrencia dentro del fenómeno urbano. Terce
ro, porque su recurrencia en los imaginarios colectivos avala la consideración
de una importancia que debe finalmente ponderarse para el abordaje de la
problemática urbana más general2•
A los iniciales contextos de necesidad y formulación del siglo XIX seguirá
un análisis de las tesis reformistas de lo urbano desde lo utópico y el aporte
de la dialéctica marxista clásica.
Junto a la paradoja de un mayor desarrollo de la teoría sobre los barrios,
sus problemáticas internas y su relación con el poder en el enfoque cultura
lista, especializada en el urbanismo moderno, se entra en el debate produci
do por los trabajos micro-sociales de las escuelas clásicas respecto de sus
propios postulados generales. El modelo ecológico urbano, el cumunitarista ti
pológico (folk y urbano), las teorías del barrio "bajo" (slum), del ghetto y de
la pandilla barrial, en el interjuego de conceptos como clase, identidad, gru
po, cultura, sociedad "mayor", y de ejes como orden/caos, integración/disfuo
ción y continuidad cultural/adaptabilidad social.
Luego, se recuperan los barrios de la pobreza y la marginalidad desde la
urbanización subalterna, reiterándose algunos de los ejes citados e inaugu
rando las discusiones sobre la dependencia.
Como último macro-capítulo, se expande la producción acerca de lo barrial
en la teoría social de los últimos años, incluyendo los abordajes de la sociolo
gía, la ciencia política, el urbanismo y la planificación y la antropología urbana.
En el balance final de haberes y deberes, que a esa altura seguramente el
lector conjugará con su propia reflexión, pretendemos tanto excusarnos de
dar la última palabra cuanto de re-iniciar un debate que se renueva a medi
da que la dinámica real agenda más desafíos a la formulación e interpretación
teórica. Casi como en la letra de la milonga, el paneo de lo que se dice del ba
rrio implica no sólo la cuestión de la brecha entre lo que se considera que el
barrio "es" y la diversidad de representaciones, sino también el posiciona
miento de lo que se hace y se hará acerca de él3.
1 Gutwirth, 1987; Althabe, 1985; Berdiñás & Silva, 1992; Darian-Smith, 1993.
2 En la reseña incluiremos la síntesis de nuestros trabajos publicados en Antropología de lo barrial:
estudios sobre producción simbólica de la vida urbana (Espacio Editorial, 2003), donde tratamos
de responder a la vacancia sobre una teoría de lo barrial desde el mismo trabajo de investigación.
3 La letra de la milonga "Se dice de mí", de Ivo Pelay -con música de Francisco Canaro, 1943- fue
adaptada por Tita Merello, terminando precisamente con la frase: • yo soy así".
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Contexto de necesidad
del concepto de barrio
7 "Como capital, organiza las dominaciones del mismo modo que incuba las revoluciones. En Euro
pa, las jornadas revolucionarias desde el siglo XVIII hasta el siglo XX tienen como marco el pai
saje urbano. La Comuna de París de 1871 ilustra, en su ambigüedad, ambos aspectos políticos de
la ciudad : proclama la autonomía de su institución comunal y cuestiona el orden establecido"
(Roncayolo, 1988 : 105).
s "Después de la insurrección de 1848, la burguesía es plenamente consciente de que las formas in
surreccionales adoptadas por el asalariado industrial y el desocupado son inevitablemente urba
nas, por lo tanto, el control del espacio será uno de los factores relevantes del control social . Es
te hecho constituye una advertencia y propone a los gobiernos conservadores, que dominaban la
escena política desde mediados del siglo XIX, la ejecución de un ordenamiento espacial tendien
te a restituir y asegurar un eficaz funcionamiento del sistema social : el Barón de Haussmann pla
nifica la ciudad de Parfs con el objeto de definir radicalmente las áreas de localización de los di
ferentes grupos sociales; un sistema arterial (los actuales boulevares parisinos) aislará los ba
rrios, a la vez que permitir� el control de los lugares públicos por parte de la policía. .." (Sato: 5 5).
form
- ulación
-del concepto: las utopías del siglo XIX y el barrio
-- -- �--�--�-�--------------- 2 3
Mostremos ahora las variables principales con que se manejan los enfo
ques iniciales de la etapa profesional de abordaje de lo urbano en general y
de lo barrial en particular: el aporte de Max Weber y otros clásicos de la so
ciología, los teóricos de la unidad vecinal, la escuela de Chicago, el movimien
to urbanístico encabezado por Le Corbusier y el modo de vida urbano de Louis
Wirth, en relación con las influencias del modelo de Robert Redfield sobre la
vida comunitaria. El dilema que vertebra toda esta producción es la posibilH
dad de una vida comunitaria en el seno de lo que Weber llamara la ''jaula de
acero" de la ciudad moderna industrial.
9 "llamamos sociedad - define Weber- a una relación socia l cuando y en la medida en que la acti
tud en la acción social se inspira en una compensación de intereses por motivos racionales (de fi
nes o de valores) o ta mbién en una unión de intereses con igual motivación" (Weber, 1979 : 33).
1 º Worsley, 1978 : 390.
El barrio en la teoría social
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(íd . : 34) . Más adelante expone los tipos de comunidad y sociedad . Entre los
pri meros habla de comuni dad doméstica y "comunidad vecinal, comunidad
. económica y ayuntamiento" ( 293-296), que define co mo aquella que trascien
de a la pri mera, ya que se satisfacen requeri mientos mayores de "emergen
cia o de peligro" dentro de la economía agraria a utónoma .
En esta forma económica , la configuración residencial típica es la aldea,
compuesta por un conju nto de comunidades domésticas . O sea que ubica a la
vecindad como opuesta en su significación a lo urbano 1 1 , pero presente en al
gún grado en la ciudad, si bien aclara que esta a mbivalencia no es patri mo
nio excl usivo de la vida moderna, ya que también l a condición rural posee es
ta característic;;a por la cual, por ejemplo, al cam pesino le interesa q ue nadie
se meta en sus asuntos. En el ambiente rural, incl usive -dice- la acción co
munitaria es una excepción y no la regla. La relación de idealidad de este ti
po de vida quedará expuesta, entonces, proyectada desde la reificación par
cial de la vida aldeana hacia la urbano-barrial . En tanto la vecindad es una ac
ción de ayuda mutua que trasciende lo espacial, la acción comunitaria repre
senta la calidad de esta relación, y es más intensa en la comunidad do méstica
que en la comunidad vecinal, donde prevalece la proxi midad de residenci a . Ve
cinaad significa que puede contarse con los demás en caso de necesidad, en
' un sentido más senti mental que económico, co mo puede ser la ayuda mutua .
Es, afirma Weber, "propio de la ética popular de todo el mundo" (ibíd . : 294 ) .
Esta idea d e lo popular d e Weber bien pronto adquiere u n sentido particu
lar, ya que advierte que aunque forma parte de la idea de fraternidad, l a ve
cindad no necesariamente debe darse entre iguales, por eso da como ejem
plo las relaciones de tipo feudal , en las que sitúa a l siervo y al señor co mo
mutuos veci nos, y su reconoci miento de que las relaciones de veci ndad ta m
bién se dan en la ci udad queda demostrado en l a prppia definición de ésta :
. "sociológicamente considerada [la ciudad] significaría la localidad de un asen
tamiento en casas pegadas unas a otras o muy juntas que representan, por
lo tanto, un asentamiento amplio, pero conexo, pues de lo contrario faltaría
el conocimiento personal mutuo de los habitantes que es específico de la aso
ciación de vecindad'' (ibíd . : 938) .
Incluye al barrio cuando establece que en toda ciudad debe existir la co
nexidad entre las viviendas y ni el tamaño ni la actividad i ndustrial y co mer
cial la definirían por sí solos, ya que deberá haber ta mbién relaciones de mer
cado (y protección) de las que "surge esa parte de la ciudad que se compone
casi exclusivamente, o exclusivamente, de casas de negocios, la city [sic],
.
que más que una ciudad' suele ser un barrio de la misma" ( i bíd . : 942 ) .
1 1 "La comunidad de vecinos puede presentar exteriormente, como es natural, muy distinto aspec
to, según la clase de asentamiento de que se trate: rancho singular o aldea, calle de un pueblo o
'casa de vecindad' Y también la acción comunitaria que representa puede tener muy ·distinta in
tensidad y, en algunos casos, especialmente en las relaciones urbanas modernas, descender a ve
ces muy cerca del punto cero n (Id. : 293).
El barrio como comunidad urbana en las teorías clásicas
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Esto es: aparece la palabra barrio -en la traducci ón de Ferrater Mora y
otros- cuando dice que en Constanti nopla, las reb'eliones y el surgimiento de
los partidos burgueses tienen como antecedentes a los "representantes de los
barrios [sic. ; subr. MW] que financian las carreras en el circo" ( i bíd . : 9 5 5 ) .
Las ciudades mediterráneas d e la Antigüedad y de la Edad Media se dife
rencian de las de la India , con sus castas, las de China, o los Fanti de Costa de
Oro, cuyo rey "urbano" era elegido entre los jefes de "barrio" y que poseían
policías hereditarios "de los barrios" (ibíd . : 959) . Su peculiaridad está dada por
la ausencia de toda vinculación mágico-a nimista de castas y clanes -con sos
correspondientes tabúes entre los habita ntes de la ciudad, que impedirán la
igualdad jurídica dentro de la ciudad europea- .
Asigna, entonces, contenidos variados al barrio como parte de la ciudad, de
pendiendo del tipo de sociedad de que se trate. Su visión soslaya los antagonis
mos de clase, cuando define como "solidaria" y de "ayuda mutua" la relación
entre el señor feudal y el "vecino" siervo. Y es evidente su enfoque historicista
cuando describe el surgimiento de los burgos y el ayunta miento, junto a la ciu
dad, como asociaciones entre las que se distinguen diferentes tipos : dentro de
las ciudades y en correspondencia con acotamientos espaciales -que denomi
na expresamente barrios- describe agrupa mientos de enti dades mágico-reli
giosas hasta instituci ones estatales . Sitúa asi mismo e l surgi miento de la dis- ·
ti nción entre lo ci udadano y lo "rústico", donde introduce un ingrediente que
hasta ahora se había subsumido u ocultado detrás del concepto de clase so
cial : lo popular, como categoría capaz de establecer disti nciones que no se ad
hi eren unívocamente a la estructura econó m ica, sino que se construyen en la
esfera de las representaciones si mbólicas (éti cas, dirá ) .
Fi nal m ente, e n la perspectiva weberiana debe destacarse su consideración
de la ci udad , la co munidad, la vecindad y el barrio como construcciones ideo
lógicas sobre l a base de los significados de los actores de estas unidades de
asociaci ón espacial .
1 2 D efinido como "un conjunto más o menos organizado de creencias y sentimientos comunes, cu
ya estructura está constituida por un conjunto de segmentos homogéneos y semejantes entre sin
(Archenti y Aznar, 1987: 70) .
El barrio en la teoría social
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El urban ismo como modo de vida y las rupturas del modern ismo
En el clásico trabajo de Louis Wirth sobre el estilo de vida urbano (1938)
se parte de tomar la sociedad urbana industrial y moderna y la sociedad folk
rural y tradicional (como la tipificaría Redfield) como tipos ideales polares de
comunidades, que sirven para omnicomprender los modos básicos de asocia
ción humana en la civilización contemporánea, caracterizada en términos ge
nerales por el crecimiento aceleradísimo de la concentración urbana.
Se trata de definir lo urbano, más especificamente la ciudad, y en este ca
mino desecha Wirth los criterios más usuales, como la cantidad de habitan
tes, la densidad de población, la ocupación laboral, la presencia funcional de
determinados servicios, la existencia de ciertas organizaciones políticas, etc.
Advierte, además, contra la confusión generalizada entre urbanismo y capita- ·
lismo o industrialismo. Reitera su objetivo de definir la esencia del urbanismo
como un modo de vida. Define entonces a la ciudad como "un establecimien
to relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente he
terogéneos" (Wirth, 1968: 16) y establece diversas relaciones entre estas va
riables.
En primer lugar, es el tamaño de la concentración urbana el que determina
el tipo de relaciones más o menos personales entre la gente; esto tiene impor
tancia para entrever su concepto de barrio, ya que, afirma, estas relaciones
personales son las que caracterizan "inherentemente una vecindad", y en el
modo de vida urbano merma o no existe, debido a la atomización y segmen
tación de la vida y la personalidad urbanas, con predominio de las relaciones
secundarias, impersonales, superficiales, utilitarias, especializadas, profesiona
les más que espontáneas y donde el individuo "cuenta poco", aunque esto pue
da significar más liberalidad para la expresión de los sentimientos. El mayor ta-
El barrio en la teoría social
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maño, en suma, lleva de por sí, según Wirth, a un estado de anemia. Los con
tactos sociales se distancian y se acentúa, en forma correspondiente, la iden
tificación que podríamos llamar icónica y el reconocimiento principalmente vi
sual en la dimensión espacial de la ciudad y del entorno físico.
En una especie de ping pong interpretativo, afirma que, producto tanto de
la densidad cuanto de la diferenciación, se da que "la ciudad tiende a seme
jarse a un mosaico de mundos sociales; la yuxtaposición de personalidades y
modos de vida divergentes tiende a producir una perspectiva relativista y un
sentido de tolerancia hacia las diferencias, los que pueden ser considerados
como prerrequisitos de la racionalidad y que conducen hacia la secularización
de la vida"1 3 .
A la vez, en el modo de vida urbano caracterizado por los continuos cambios
de residencia, se resienten los afectos y las relaciones tradicionales de vecindad
y de contacto personal: "un hogar transitorio no genera tradiciones y sentimien
tos firmes, sólo raramente [el individuo] es en realidad un vecino" (íd. : 20). El
urbanismo, sin embargo, tendría -para Wirth- un efecto "nivelador" social
mente hdblando, producido principalmente por los medios de difusión de masas
(hay que recordar que el momento en que él formula su modelo puede sinteti
zarse con la emergencia del cine, la radio, el disco y la flamante televisión).
Todo esto hace que se configure una idea dominante de la ciudad en don
de la iniciativa puramente individual llega a su nivel de impotencia virtual pa
ra establecer el control social, que provoca el surgimiento de las asociaciones
voluntarias y otros grupos "formalizados sobre la base de unidades de interés
y no de sentimiento o de parentesco", como antaño. Concluye que esta nue
va realidad -la urbana- requiere, en consecuencia, la puesta en práctica y
la elaboración de enfoques y teorías ad hoc hacia ella, para lo cual propone
su sistematización.
Esta propuesta se complementa luego con su abocamiento a la problemáti
ca social urbana manejando elementos y categorías que hoy, nos resultan fa
miliares, pero que se apartaban -hacia fines de los años, 20- de los enfoques
exclusivamente materiales y estadísticos. Por el contrario, Wirth va a usar ca
tegorías que lo acercan bastante a una perspectiva antropológica. Asocia, en
principio -y en coincidencia con Park- los problemas urbanos con el fenóme
no ideológico. En su trabajo Vida comunitaria y política social, de 194 0, parte
del fenómeno de desorganización urbana y su relación con las posibilidades de
vida en comunidad, reiterando su asociación de ésta con una concepción simi
lar a la de sociedad folk de Redfield. Se refiere en forma explícita a los aspec
tos ideológicos de la desorganización social, focalizándolos en los fenómenos
de segregación urbana de las minorías y su vida en ghettos dentro de las gran
des ciudades norteamericanas. Y reaparece la pregunta sobre la vida comu-
1 4 ly n n Smith, 1940; Au g u r, 1944; D a h ir, 1 947; Chicago Pla n Commission, 1 948; todos cita dos por
Is a a cs, 1 9 52 ; Lynch, 1 98 5 : 2 7 8 ; Keller: 1 8 6 - 1 8 7 .
El barrio en la teoría social
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1 5 En otro trabajo nos hemos referido a esta cuestión de la cultura en particular (Gravano, 1992a y
2004) .
El barrio en la teoría social
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ción entre la l ocal ización geográfica y l a cul tura, en el concepto de área cul
tural, definida co mo "la distribución en el espacio de complejos de rasgos i:Je
cultura material o no material más o menos integrados" ( W i rth, 1 9 58 : 286 ) .
Esta cua l idad d e l a definición del ghetto d e l a ciudad moderna actúa , e n con
secuencia, como explicación dada de antemano sobre los fenó menos de exd u
\ ·
sión, ya que así co mo puede afirmarse que los judíos se recl uyen en •su ghetto
porque así lo han venido haciendo a lo largo de su historia, ta mbién podría ,de
ci rse -según Wirth- que lo hacen porque "ellos tienen una vida cultural diferen
te de la de sus · vecínos" ( íd . : 288 ) . Y aquí Wirth se i nspira en la oposición seña
lada por Park entre veci no y extranjero, sobre l a base de l as representaciones
que cada uno de los habitantes del barrio tiene del resto . "El ghetto es una co
munidad cultural que expresa una herencia común, un conjunto de tradiciones y
sentimientos comunes" ( i bíd . : . 289 ) . Cultura que se referencia en el espad o aco
tado del área dentro de la ciudad, cuya co mposición social y representaci ón i deo
lógica están constitui das por l a categoría de vecino del barrio y cuyo asenta mien
to urbanístico coincide mayormente con las zonas más deterioradas de l a ciudad.
El slum es el ej emplo más típi co de este acota m i ento espaci a l , soci a l y cu l
tural . Esta palabra m ayormente h a s i d o traducida al español co mo "barri o b a
j o " y es defi ni da co mo l a z o n a de peores condiciones físi cas de l a ciuda d . Pe
ro principal mente se la concibe como un lugar donde se desarrolla un orden
moral y social particular. Es el á rea donde, ade'Tlás de pobreza y m a l as con
d i ciones físicas, se concentra -de acuerdo con esta visión- un verdadero de
sorden social y moral. N o se lo debe confundir, entonces, con el ba rrio pobre
n i co n el ghetto .
Una de l as pri meras exposicio nes de la teoría del slum d ata d e la época de
espl endor de l a escuela de Chicago : "el barrio bajo es una zona d e libertad e
individualismo. Entre el gran número de deheredados ninguno conoce ni con
fía en sus vecinos. La población es transitoria : prostitutas, criminales, pros
criptos, vagabundos . . . extranjeros que no forman parte de la vida norteame
ricana, [que] viven en las casas de inquilinato. Grupos de 'indeseables : de
chinos, de negros. El barrio bajo adquiere gradualmente un carácter distinti
vo que difiere del de otras zonas de la ciudad, a través de un proceso acumu
lativo de selección natural que continuamente sigue adelante a medida que
los más ambiciosos y enérgicos se mudan y se acumulan [en el slum] los de
sajustados, la gentuza, los proscriptos. La ciudad, a medida que crece, crea
alrededor del distrito central de negocios, un cinturón de vecindarios expues
tos, infecundos, ennegrecidos de hollín, físicamente deteriorados. Y, en estos
vecindarios, los indeseables y los de bajo nivel económico son segregados por
la incansable competencia del proceso económico" ( Zorbau g h , 1 9 2 9 : 1 2 8 ) .
Se manifiestan aquí ta nto la idea de tra nsitoriedad de l a resi dencia en el
barrio baj o , co mo l a suposición del ba rrio baj o m i s mo co mo una parte d e los
costos i n evitables de todo proceso de crecimi ento urbano, entend i do como un
proceso casi biológ i co, al extre mo de considera r al barrio baj o como el resul
tado de l a "sel ección natura l " dentro de l a ciuda d . Además, l a m ezcla d e es-
Es , cultu ra y gru p os en los barrios del urban ismo central
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_::...!-.pacio ----"-------------------------- 49
tereotipos sociales es verdaderamente cambalachera, y da estatuto académi
co a los prejuicios étnicos y raciales típicos de la época de oro del sueño ame
ricano (Al Capone y Eliott Ness incluidos).
El slum es -para estos teóricos- una muestra de la asincronía entre el
proceso "natural" urbano y fuerzas regresivas y anémicas que constituirían la
parte no dinámica (en términos capitalistas) de la ciudad, en contraposición
con el crecimiento urbano incesante. Sería, en opinión de estos teóricos, un
verdadero residuo urbano donde se concentran residuos sociales. Además, el
barrio bajo es considerado como el resultado de todo proceso de urbanización
y, por lo tanto, como un mal inevitable. Incluso no falta quien justifica funcio
nalmente su existencia, ya que "la gente más pobre debe tener un lugar pa
ra vivir'' (Anderson, 1959 : 246).
Siguiendo el derrotero del culturalismo, la mayoría de los autores estable
cen la existencia de una "subcultura" del barrio bajo, formada como resulta
do del proceso de "desviación" o "no integración" (respecto de la vida "nor
mal" de la ciudad), y de la que constituyen una muestra acabada (léase bien)
"los adolescentes, los sindicatos en huelga, los solitarios, los enfermos o los
locos que no se integran al proceso de cambio" (íd. : 260).
El slum es una zona de tránsito en lo espacial, en lo social y en lo tempo
ral. Sin embargo, la determinación de ese residuo producto del crecimiento ur
bano mismo está dada por sus características distintivas salientes, más que por
su explicación profunda, aunque la razón de ser del estático barrio bajo será,
paradójicamente, la movilidad social : "el barrio bajo será para algunos el lugar
para empezar a subir, mientras que para otros será la úJtima parada de su ca
mino hacia abajo" (ibíd. : 246). El slum es, en consecuencia, "un accesorio per
manente de la ciudad [ya que] el hombre pobre ha de vivir donde puede y don
de se le permite" (ibíd. : 247). Y aunque la característica universal de los ba
rrios bajos sea la pobreza, ella no marca la causa de la existencia del barrio :
"la pobreza está unida al desempleo o la subocupación, pero sólo es una ex
plicación parcial de la existencia de los barrios bajos" (ibíd.: 254).
A partir de los años cincuenta decae el interés académico por la teoría del
slum y se fortalece la idea de la lisa y llana eliminación del barrio bajo de las
grandes ciudades industrializadas, como único "remedio" para la vida "sana"
dentro de éstas. De más está d.ecir que cuatro décadas después, los slum go
zan de muy buena salud tanto en las ciudades del capitalismo central como
del periférico. Sólo que la teoría fue reflotada dentro de los prejuicios del sen
tido común -emergidos en políticas urbanísticas- y de no pocas formulacio
nes académicas.
Paradójicamente, durante el esplendor de las tesis principales de la antro
pología cultural norteamericana, con los aportes complementarios del funcio
nalismo inglés, hegemoniza una perspectiva progresista dentro de los estu
dios sociales de la posguerra, sobre la base del relativismo cultural. No es aje
n a a esto la Declaración de los Derechos Humanos referida a las identidades
étnicas y culturales que redactaron los antropólogos norteamericanos. Si bien
so ------------------------------
El barrio en la teoria social
18 "E n a l g u n os ca sos, l a s pa utas n a cio n a les y focales p u eden complementa rse, como ( ej em p l ifica ] e n
a lg u nos ba rrios elitistas d o n él e el l inaj e fa miliar y la rep utación p erso n a l a d q u ieren imp orta n cia e n
a u sen cia d e otras d istincio n es b a s a d a s sobre la e d u cación o la c l a s e social" (Suttles, O p . C it . : 5 ) .
E spacio , cultura y grupos en los barrios del urbanismo central
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En l a descripción de la vida social dentro del barrio destaca las relaciones
cara a cara que, aclara, no se reducen a la contigüidad vecinal ni a la fami
li ar, sino que alcanzan una extensión -de identidad- mayor dentro del área.
Así, distingue entre "identidad étnica del grupo ", "identidad étnica de sus
miembros " y "sección étnica ". Lo hace cuando describe lo que llama el mun
do de los muchachos y se detiene en la composición de los grupos de l a es
quina. Las dos primeras identidades dependen de la etnia a la que pertene
ce cada grupo o bien cada integrante, y la última apunta a las cuatro seccio
nes étnico-territoriales en las que se divide el área (italianos, negros, mexi
canos y portorriqueños).
La variable que más predomina para el agrupamiento primario de jóvenes
es el lugar de reunión, la esquina, cuna del orden moral propio y distintivo del
slum. Prueba de ello es, según Suttles, que cuando la policía o alguna institu
ción los retira de su lugar de reunión (por ejemplo, al arrestarlos), otros ocu
pan prestamente esos lugares tanto físicos como sociales, pues tienen una
función que cumplir: dotar a esa gente de un orden moral capaz de eliminar
o neutralizar las condiciones de incertidumbre y anonimato a que las conde
na la vida diaria: "la función de los llamados grupos de la esquina es rudimen
taria y primitiva : define grupos de gente, en la medida en que esa gente pue
da ser reconocida y vista como representativa en forma grupal más que co
mo individuos " (ibíd. : 220).
Esta sería la respuesta que da ese orden moral propio, al que llama pro
vincialismo del barrio, como contrapartida a la anarquía y dispersión urbanas.
Un orden garantizado y garantía a su vez del mantenimiento del sistema seg
mentario en el barrio y de la participación de los vecinos en la vida de su ba
rrio. Pero en todo momento se cura en salud en atribuir un sentido unívoco a
esta vida localista, ni aun su orden moral. El provincialismo nunca es total ni
constituye un rechazo a los valores y normas de la sociedad nacional de par
te de los residentes en el barrio. Sólo que la imagen que la sociedad mayor
se hace del s/um también hace mella en la vida interna de sus habitantes, los
q ue apelan entonces a ese orden propio, aun sin apartarse totalmente del or
den global.
Uno de los mecanismos mediante los que se manifiestan las pujas entre
barras es el rumor de la pelea que, la mayoría de las veces, actúa como ame
naza y amortiguador de la pelea en sí, ya que la gente del barrio se ocupa de
separar a los protagonistas y, en general, las peleas reales quedan reducidas
a encuentros casuales entre miembros de distintos grupos. Esta es una de las
razones por las cuales Suttles considera a la barra callejera de adolescentes
como factor integrador dentro de la segmentación ordenada del barrio. Lejos
entonces de ser un elemento de desorganización social, es parte del orden
propio del barrio. Y tanto son considerados estos modos como específicos de
la vida en el barrio bajo, que Suttles va a terminar adjudicando al slum el ser
P ortador de una "subcultura" : "las concepciones, los mitos, los rumores, los
ch ismes, los prejuicios, y las divisiones sociales establecidas por los residen
te s en el área componen una subcultura altamente localizada " (ibíd. : 228).
El barrio en la teoría social
5 6 -----------------------------
Connota Suttles esta subcultura con la teoría de la personalidad y de la cul
tura ideal co mo patrón de vida, rasgos típicos de l a concepción culturalista
nortea mericana . Lo fundamenta en el hecho de que los residentes del barrio
describen sus propias relaci ones soci ales en términos muy personales, con
cretos, y abundando en detalles sobre co mporta mientos individuales estereo
típicos, valorados como moralmente necesarios y sin cuestionar -salvo pocas
excepciones- el orden moral propio en función de utopías o deseos de trans
formación. Es de esta manera que las calificaciones del barrio como "residen
cia de delincuentes" son refutadas por estos vecinos mediante l a afi rmación
de que ese tipo de co mportamiento es más la excepción que la regla dentro
del área, lo que contrasta indudablemente con la i magen generalizada, que
pi nta como natural mente delincuente o urbana mente "desorganizante" al mis
mo veci no del slum.
Qui ere decir que los resi dentes establecen una valorización de su barrio
mediante mecanismos presentados como cognitivos más que moral es : se nie
ga que exista el comportamiento negativo dentro del barrio porque se dice
que se conoce al barri o . Y este es otro elemento que util iza Suttles para jus
tifi car l a aplicación del término subcultura . Los residentes, dice, no ignoran la
presencia de una minoría de delincuentes dentro del vecindario. Sólo que lo
que se establece es una relación de tolerancia hacia esas actividades, causa
da porque la mayoría de vecinos no quiere confrontar con los deli ncuentes.
Además, funcionan en este contexto lealtades y confi anzas que terminan con
flgurando una moral alta mente afianzada en las relaciones veci nales, que pre
ponderan sobre reglas preestablecidas, lo que se pone en evidenci a, por
ejemplo, en el temor y en el anuncio de pel igro que hacen los vecinos con re
ferencia a la posi bi lidad de salir de los límites del barrio, que implica una re
lación de identificación directa entre el espacio del barrio y la construcción so
cial del grupo o los gru pos que lo habitan.
Es sólo cuando se plantean este tipo de situaciones que aparece el barrio
en su totalidad como compuesto por una unidad. La más evidente es l a resul
tante de l a am·enaza constante de la existencia misma del barrio, ante la ac
ción de las políticas de planificación y renovación urbana mediante la cons
trucción cada vez más creciente de grandes viviendas públicas del tipo de
grandes bloques, que produce separaciones de funciones sociales que en el
barrio se encuentran i ntegradas, como la rel igiosa, la comercial, la recreación
y la vida domésti ca . La renovación urbana uniformiza estilos y tamaños a gran
escala, y actúan fuerzas centrífugas que provocan que el barrio pierda la in
tegridad de sus agrupamientos territoriales y su provi ncial modo de vida
( i bíd . : 233 ) .
D e esta forma, e l barrio queda reducido más a ser un reflejo del pasado
que un modelo del futuro . Sus residentes no forman parte de ni ngún proyec
to de transformación, ya que su modo de vivir es negado por el establecido
por la sociedad mayor. Por eso esta gente se ve obligada a encontrar un or
den dentro de lo que solamente ellos mismos pueden asegurarse y construir,
sobre la base de sus necesidades prácticas . Ese orden propio engloba -si no
spacio, cultu ra y grupos en los barrios del urban ismo central
E
_.;..---���------------------------ 57
a todos- a la mayoría de los vecinos, por residir en el barrio; a u n los "tole
rados" delincuentes . Dentro de los límites barriales, los residentes poseen
u na forma de lograr asociarse, evitar enemigos y precaverse de los peligros
del entorno : "de acuerdo con esas dificultades, el provincialismo del barrio
/os ha provisto de un mundo decente dentro del cual la gente puede vivir"
( ibíd. : 234) .
de desprestigio, causado por haber sido habitado por los sirvientes de la aris
tocracia bostoniana. En el momento de la publicación el barrio estaba habita
do por italianos, y Gans vivió en el lugar junto a ellos. Detalla la vida de to
dos los días, semejante a la de una pequeña ciudad o un suburbio. También
los aspectos institucionales de la comunidad, que define como las institucio
nes y organizaciones que no se adhieren necesariamente al espacio del ba
rrio, sino que tienen que ver más con la vida funcional de los vecinos en los
lugares en que ellos viven y frecuentan, que en algunos casos no van más allá
de la propia calle. Podría ser, dice, que la subcultura de la clase obrera fuera
un modo satisfactorio de adaptación a las "oportunidades" brindadas por la
sociedad. Sin embargo, hay una serie de hechos que constituyen "desventa
jas" para la gente de la clase trabajadora y la sociedad mayor: la pérdida del
interés por la participación en asociaciones voluntarias y el consecuente pro
ceso de irrepresentatividad de los dirigentes políticos, lo que lleva a la clase
obrera a formas -según él- autoritarias y, en ocasiones, violentas de protes
ta, más producidas por la desesperación que por elección (Gans, 1962: 265).
La cultura de la clase obrera, entonces, es una respuesta tanto a las opor
tunidades como a las "privaciones" que esta clase recibe de la sociedad ma
yor. Esto no es así, en cambio, en la subcultura de la clase más baja, donde
la existencia con privaciones hace que a esas personas les sea muy dificulto
so "aceptar las oportunidades".
Gans, criticando el concepto convencional de barrio bajo, propone que se
lo utilice sólo para señalar los lugares donde vive "gente de comportamiento
problemático o patológico, indeseable tanto para los propios residentes como
para la sociedad mayor, debido a causas sociales" (íd. : 310). Por consiguien
te, la fórmula "slum-etnia-cultura", que incluía como un implícito el elemento
delincuencia! y "patológico", con Gangs queda acotada a su definición de slum
y desligada de lo barrial por medio de la distinción entre slum por un lado y
barrio por otro.
Los aldeanos urbanos componen una subcultura de los obreros, que Gans
considera como un recurso adaptativo, una respuesta tanto a las oportunidades
que les brinda la sociedad mayor como a las privaciones que también les produ
ce. Con esta concepción se estaría apartando de considerar lo urbano como una
variable independiente del desarrollo de la sociedad, porque para él no es el ti
po de espacio el que produce los comportamientos particulares. Sin embargo, co
loca a la cultura jugando· un rol de variable independiente. El modo de vida, las
instituciones, los valores propios de cada grupo étnico, serían los determinantes
de estas conductas diferentes. Por eso los considera "aldeanos" urbanos.
Quizá se esté haciendo acá presente otra vez el fantasma de la sociedad
folk, que sirve para preconcebir a estos grupos como históricamente estáticos
y esencialmente conservadores de cultura. Podríamos preguntar si no se le es
tará dando demasiada importancia al origen, a la historia cultural y étnica de
estos grupos y, sobre todo, al modo de vida rural, como clave explicativa de
sus comportamientos, precisa y paradójicamente en la ciudad.
E s acio , cultura y grupos en los barrios del urbanismo central
�p----��---------------------- 5 9
El hombre de l a es q u i na
Quien responde a este interrogante en fo rma conc reta es Elliot Liebow, au
t or de uno de los más clásicos estudios de ant ropología u rbana: La esquina
de Tal/y, un estudio sobre los negro de la esquina ( 19 6 7). Ni t radición o con
tinuidad histórico -cultural o étnica, ni papel específico del espacio bar rial ais
l ado de la situación socio-est ructural: esto es lo que dirá Liebow. La teo ría del
h ombre de la esquina (street-corner-man ) , como explicativa de determinados
c omportamientos diferentes (respecto de la media), no es suficiente. El hom
bre no sólo es hombre de la esquina: también es esposo, hermano, hijo, tra
bajado r ( desocupado o no), pe rtenece a una clase social, etc . Sus roles son
muchos, no se reducen a estar en la esquina. Sus conductas, entonces, de
ben estar determinadas por muchas variables, no sólo por su luga r en el es
p acio urbano.
Por ot ra pa rte, como él estudia los negro (esc rito así: en singula r, como se
definen las etnias), va a responde r a la pregunta : lel comportamiento de los
negro de la esquina se debe a sus tradiciones étnicas, a sus orígenes históri
cos como grupo (tal como establecía Gans, por ejemplo), o corresponderá a
sus condiciones de vida actual como clase social baja ? Liebow se va a inclinar
por esta última opción, apartándose del culturalismo clásico. Ent re concebir su
unidad de estudio como encapsulada y autocontenida, explicable de por sí de
acue rdo con las identidades culturales de los g rupos que las componen, y ve r
la como pa rte de un continuum que va desde ella hasta la sociedad mayor,
Liebow retoma la pe rspectiva parkiana, que enlazaba el micromundo de una
esquina con el conjunto de la vida nacional . Va a concluir que la conducta de
l os hombres de la esquina es, en realidad, una actitud adaptativa f rente a las
c o ndiciones sociales de pobreza, de acuerdo con el lugar que ocuparr en la es
tructura de clases.
Estudia a estos g ru pos que paran en la esquina en un doble aspecto: tal co
mo se ven a sí mismos y de acuerdo con la imagen que se tiene de ellos des
de el exterior. Y analiza cómo se cruzan estas imágenes. Verifica en p rincipio
que, según las expectativas de rol que se tienen de cada uno de ellos -por
ejemplo, desde sus respectivas familias-, se produce un proceso de deterio
ro creciente . Dedica rse a esta r en la esquina, bebiendo y vagabundeando,
produce fenómenos paralelos de imágenes negativas en los ot ros contextos
donde juegan sus otros roles, como los de ser ma rido, padre, t rabajador. El
espacio de la esquina (menosp reciado según la imagen desde el exterior) si r
ve entonces pa ra aumentar aún más el menosp recio a quien la ocupa. Inclu
so cuando -por presión familiar- se retira de la esquina, el menosp recio con
tinúa, po r lo que te rmina volviendo a la esquina . Porque allí va a encont rar un
sistema de valores propio, que se mantiene oculto a la visión de afuera; va
l ores alternativos que lo ay uda rán a adapta rse a su situación de pobreza eco
nómica y menosprecio moral.
Y Liebow explica esto apelando a ese cruce entre ambas visiones junto a
l a de él como analista. En la esquina, dice, los hombres olvidan que son ma -
60 -------------------------------
El barrio en la teoria social
ridos, si bien lo aceptan sólo como una formalidad. Ellos alegan que, en rea
lidad, han sido "seducidos" por sus mujeres para "meterlos" dentro de sus ho
gares -matrimonio mediante-. Es que la esquina, interpreta Liebow, ópera
como un santuario, como un sistema de valores cerrado dentro del cual no se
da cabida a aquellos valores propios de la sociedad mayor, como por ejemplo,
el matrimonio. El hombre de la esquina, por ejemplo, dirá que su matrimonio,
en realidad, no fracasó a causa de su propio fracaso como sostén de su ho
gar, sino porque su esposa se negó a convivir con su afición por el whisky y
otras mujeres.
El hombre de la esquina no es, en suma, el resultado de una tradición cul
tural independiente. Su comportamiento no es el resultado de objetivos y va
lores di stintivos, sino más bien su modo de llevar a cabo los mi smos valores
de la sociedad mayor, pero de acuerdo con su situación de carencia social. Al
deterioro de su imagen desde afuera, entonces, corresponden valores alter
nativos que no conforman una cultura independiente de la cultura de la socie
dad mayor. Son las condiciones sociales (materiales e ideológicas) las que de
terminan esos comportamientos en la esquina. Y nada tiene que ver que sean
negros, sino el lugar (clase baja, pobres) que los negros ocupan históricamen
te en la estructura social norteamericana. La razón de que existan los mi smos
rasgos culturales en las sucesivas generaciones de negros de clase baja no se
debe a la transmi sión de tipo cultural, sino a que los hijos se encuentran con
las mi smas situaciones de privación, ante los mismos problemas y en los mis
mos lugares que sus padres.
La puesta en duda de la continuidad cultural no significa que Liebow des
deñe el sentido de contención de valores propios que indudablemente se
construye en la relación grupal de los hombres de la esquina, pero concebir
el mundo de la clase baja negro como una subcultura distintiva o como una
parte integral de la sociedad mayor es, para él, más que una discusión aca
démica . Da el ejemplo de la categorización que hacen algunos estudiosos del
matrimonio entre negros como una "serie monogámica en la que la mujer tie
ne una sucesión de compañeros durante su vida procreativa" -como si fue
ran una tribu africana-, sólo por el dato de una serie estadística de segun
dos y terceros matrimonios. Esto significa considerarlos -dice Liebow- con
la nomenclatura tradicional de la antropología, tal como esa antropología con
cibe a las culturas no occidentales, lo que equivale a una verdadera extrapo
lación de lo antropológico. En realidad, refuta Liebow, la mujer negra quiere
un marido para toda la vida, al igual que cualquier pareja de ciudadanos. El
fracaso de esos matrimonios y las búsquedas de otras parejas representan só
lo eso: una sucesión de fracasos y no una sucesión de hombres. Estas carac
terísticas del matrimonio de negros de la clase baja no constituyen, en con
secuencia, una pauta cultural di stintiva con integridad propia de la continui
dad histórica de la etnia y cultura negro, sino una sucesión de fracasos debi
dos a las condiciones sociales d e esos grupos (íd. : 221).
No es de extrañar que, con estas premi sas, este autor -al igual que Why
te- se termine preguntando por las posibilidades de una transformación en
, cultura--'-�
':::!:-
E s pacio
-- - y grupos en los barrios del urbanismo central
--------------------- -61
l a vida del hombre de la esquina ba rrial . Para que pueda producirse esto es
ne c esa rio -afirma - que cambien sus condiciones económicas , políticas y so
c i al es y se les b rinden las "mismas oportunidades". Además , dice -con un de
j o de ingenuidad quizá- , que sería necesario que ellos mismos c reyeran que
s o n capaces y sus esposas e hijos también les tuvie ran confianza . Y el comien
z o de esta tarea debe esta r en la escuela , donde los maestros deben tene r
ta mbién confianza en ellos . Los p rogramas contra la pobreza -c ritica- tien
d en a converti r a la clase baja de acue rdo con los estilos de vida de la clase
media , · mient ras desde el poder de la democracia -desde "nuestra socie
dad"- se requiere satisface r las demandas que las masas negras exigen , co
mo grupo étnico o religioso y como parte de la clase trabajadora, a rticulando
estas demandas con sus realidades particulares .
yo r (o a
mplia, o global); 2) barrio bajo / ciudad (o modo de vida urbano), y 3)
in teg ración / caos. Todos coinciden en señalar la oposición entre el slum y la
s ociedad amplia, pero con algunas diferencias de matiz. Puede distinguirse
c uando se indica como causas del propio barrio o de la formación de la barra
ju venil (como recursos adaptativos), a macrofenómenos sociales, históricos y
h asta biológicos como la adolescencia, la pobreza, la desocupación y, más re
c urrentemente, la falta de oportunidades o las dificultades de los pobladores
del barrio para "aceptar las oportunidades dadas por la sociedad mayor". Esta
atribución causal se realiza corporizando esos fenómenos generales en la so
ciedad amplia, que actuaría -dentro de esa relación- como un agente exter
no al barrio, como una especie de proveedor de esas macro-determinaciones.
También nos encontramos con relaciones entre el slum y la sociedad "am
plia", que van desde concebirlos como dos mundos cualitativamente distintos
y separados, hasta formando un continuo (Liebow), porque el comportamien
to de los hombres de la esquina sería una respuesta adaptativa frente a las ca
rencias y falta de oportunidades de la sociedad mayor. De esto nos hablan ca
si todos. En realidad, parece ser un elemento presente en el suelo ideológico
de todos estos autores, mientras el punto de divergencia teórico se situaría só
lo en las formas de concebir las relaciones qe superficie entre ambos polos.
Whyte afirmaba que el barrio bajo era, entre otras cosas, un reflejo de la so
ciedad global, porque su núcleo interactivo principal era la pandilla juvenil que,
a su vez, él consideraba germen de la política local y el primer escalón que con
ducía a puestos de relevancia dentro de la política profesional. Por lo tanto, ten
dría este autor una posición intermedia entre el continuo y los dos mundos.
Anderson señalaba que el principal vínculo entre el slum y el resto de la
comunidad era el mercado de trabajo, pero en lo demás adscribía a la idea de
los dos mundos autónomos.
Gans describía al aislado slum también como respuesta adaptativa ante las
carencias y/o oportunidades, y sobre todo ante el marginamiento de la socie
dad mayor. En la definición de la ONU se evaluaba al slum como un peligro
tanto para sus propios habitantes como para la comunidad en general.
Y Suttles refutaba la imagen del slum desorganizado, diciendo que la nor
rnatividad dentro de éste estaba articulada y no aislada respecto de las pautas
de la comunidad mayor. El barrio bajo, por su lado, opondría a esto su provin
ci alismo tradicional y localista. Suttles, entonces -como la mayoría-, concibe
tanto lo étnico como el slum mismo como fuera de la sociedad amplia, conva
lid ando que la base ideológica del concepto mismo de slum era el contraste y
di ferenciación con la vida y los valores de la clase media norteamericana.
Pero, si bien casi todos hablan de "clase" y explicitan que en el barrio ba-·
j o habita la "baja", y la "media" fuera de él, ubican con mayor recurrencia al
b arrio bajo y a la clase baja como escindidos de la sociedad mayor. Gans, por
ej emplo, llega a hablar inclu sive de "lucha de clases" entre la clase obrera y
la " sociedad mayor", un despropósito desde la asunción marxista del concep
to de clase.
El barrio en la teoría socia
6 4 -------------------------------l
De manera s i m i l a r, la oposición entre el barrio baj o y el conjunto de la ciu
dad es co mple mentaria del ej e anterior, ya que l a teoría del slum co nsidera
que la sociedad mayor, las otras clases, l a cultura nacio nal, la urba nización , el
sistema soci a l , etc . se sitúan todos y en bloque fuera del barrio baj o . Y la re
sidencia fu nda menta l de ese exterior es la ciudad, a veces mentada co mo "co
munidad urbana". La ci udad sería el área donde viven l os nativos, mientras en
el slum se a rri nconan los i n m i g rantes extra nje ros, trata ndo -con disti nta
suerte - de adaptarse a la vida urbana.
Por otra parte, es en la ciudad donde l a gente respetab l e y decente dice
que vive l a gente respeta ble y decente, y es en el barrio baj o donde la g ente
res peta ble y decente d i ce que viven l os i ndeseables, o indeseados por l os res
peta bl es y decentes . Es la ci udad la que paradój i ca mente "d ice" que el slum
es un barrio "m isterioso ", es deci r : notoria mente conoci do por el desconoci
mi ento que de él d i ce que tiene la gente decente y res peta b l e .
Nosotros h e m o s citado a utores gue no adscri ben en forma d i recta a este
tipo de prejuicios, pero sí ca lifican a l ba rrio baj o com o patol ógico y suscri ben
l a esci sión entre el barri o baj o y la ci udad , sin ad mitir demasiado al ba rrio ba
j o den tro de la ciuda d . Aun cuando co inci d a n en que entre los pri ncipales pro
b l e m a s de la ci udad está el slum, cuando exponen l as relaciones, las formas
de ser y tratan de expl ica r y teo rizar sobre e l porqué y el có mo del ba rrio ba
jo, l o co nsi deran fuera de lo especi ficamente urbano, del ca mbio y el dina mis
mo del proceso de urba n ización .
El barrio aparece "sufriendo" o "perdiendo in tegridad fren te a la renova
ción urbana", al ca mbio, al cos mopolitismo y al "desbande de su población";
en una situación de "aislamiento" ( s i m i l a r a l as reg iones ru ra les, dirá Gans),
de "desuso", de "olvido", que llegan a ser categorías defin itorias de por sí del
slum. Y el sujeto o agente de este olvido, de este desuso, de este desprecio
y d e esta marg i nación sería . . . la ciudad . El ba rri o es, en últi ma instancia , un
"problema" y una patol ogía para la ciudad .
En forma paradój ica, dentro de la teoría del slum se cons idera a éste como
receptáculo de las relaciones de tipo pri mario, propia mente co munitarias ( sobre
todo cuando se hace referencia a barrios baj os con u n preponderante compo
nente étn ico ) , y al mismo tiempo -y ésta es la clásica definición de slum-, se
lo expone co mo ejemplo del modo de vida urbano, siguiendo el modelo de
Wirth , donde las relaciones sociales son de tipo secundario, mediatizadas y
anóni mas, opuestas por defi n ición a l modelo folk de relaciones pri marias.
En el fondo, e ntonces, nos enco ntra mos con l a re lación de oposi ci ón entre
el slum Y la ciudad, co mo materialización d e la oposición entre el ba rrio baj o
y la "sociedad mayor", y c o n el pri ncipa l l a z o de u n i ó n entre los d o s extre mos,
corpori zados en l a idea de la supuesta y obligada adaptabil idad de lo patoló
g i co, lo originari a m ente ru ral , l o extra njero, l o desusado, lo i ndesable, lo ma r
gi na l , lo no u rba n o .
Co mo po los ideales y estere otípicos de l a cal idad co m un itaria de l a vida so
cial , ta nto la antr�pología cuan to la soci o l ogía funcional istas y rneca nici st as
E s pa cio, cultura y grupos en los barrios del urbanismo central
65
h a n h echo suyas las categorías de integración y caos. En la gama abierta por
es ta relación se hacía posible la ubicación de las distintas realidades sociales
es tu d iadas. Por eso Manuel Castells la denominó "sociología de la integración",
rná s allá de su abocamiento específico a la problemática urbana 1 9 ,
o e los estudiosos vistos acá, algunos situaban al barrio bajo como paradig
rn a de la integración social y otros como ejemplo de lo caótico, concebido co
rn o típicamente urbano y opuesto al ideal de comunidad de prosapia rural-al
deana. El barrio bajo aparece como el problema urbano porque en él se cor
poriza el• lado negativo del modo de vida urbano, para algunos, y lo propiamen
te urbano, para otros. Y esta idea de caos incluye consecuentemente la de des
co ntrol social, entendido como desorden, desvío, dispersión, anarquía, patolo
gía, residuo y marginalidad, elementos que se consideran lacras irremediables
e inherentes al proceso de crecimiento urbano, que están en la base de la cua
l i ficación del barrio como "última parada hacía abajo" en la escala social. In
cl uso aquellos que se oponen a esta estereotipación negativa del barrio bajo
reconocen el descontrol -nominado como "no participación"- por parte de las
i n stituciones y centros barriales, manejados por la clase media con criterios de
clase media, con respecto a los miembros más conspicuos del slum.
Si lo caótico de la oposición cae más dentro de la teoría del modo de vida
urbano, el perfil integrativo es el que construye en forma específica la teoría
del slum de la socio-antropología urbana norteamericana y es el que deja ron
dar nuevamente el fantasma de la idílica sociedad folk. Aunque ninguno de es
tos autores identifique totalmente integración con homogeneidad ni totalidad
dentro del barrio y precisamente adviertan que la integración no es nunca
completa, lo cierto es que el barrio bajo aparece conceptuado en forma glo
bal como configurador de una realidad específica no radicalmente contradic
toria y poseedora de una lógica interna.
Quiere decir que no sólo se refuta la idea del slum como recipiente del
caos, sino que se resalta su esencia constructora de un orden y una integra
ción particulares. Wirth, para el barrio ghetto, lo llama "orden social especí
fico" y lo describe en términos de "código", "especializaciones" y "cultura".
Whyte habla de "fusión organizada" y "fuerte integración", tanta que llega a
p arodiar al antropólogo colonialista en sus consejos para mantener el orden
social dentro de la comunidad por medio de la instrumentalización del siste
ma de liderazgo. Y Suttles describe el orden moral especificamente barrial
asociándolo a la función integradora de la barrita juvenil y del provincialismo
l ocativ ista, ambos concebidos como garantías de unidad e integración dentro
del barrio bajo.
Entre mecanismos de integración quedan ponderados el carácter adaptati
vo de la subcultura propia del slum y el sentido adaptativo que se le atribuye
19
" U n e xamen de los principa les tra baj os de la E sc u e la de C h i cag o d e m u estra q u e su tema cen tra l
n o es t a nto 'todo lo q u e su cede en la ci u d a d ', como los p rocesos de d esorg a n iza ción socia l e i n a
d a p ta ción i n d ividu al, la p ers iste ncia d e ciertas su b cu ltu ras a utóctonas, desvi antes o n o, Y sus re
si ste n cias a la i nhgra ción" (Castells, 1 9 8 3 : 2 1 } .
El barrio en la teoría social
66 ------------------------------
ª la formación de la pandilla juvenil dentro de él. Se termina concibiendo al
barrio mismo como un recurso adaptativo, dentro del cual accionan otros me
canismos de integración interna como el sistema de liderazgo, el manejo de
información confidencial y el papel que cumple el estereotipo cognitivo para
facilitar la pautación de conductas, sobre todo en el orden de la diferenciación
étnica. Tanto se pone el acento_ teórico en la función integradora de los gru
pos dentro del barrio que se llega a afirmar que la escuela no alcanza para
modificar la existencia misma de la pandilla -que sería el auténtico eje del
barrio-, en contraposición con el eje central de la vida barrial de "unidad ve
cinal". Finalmente, es evidente que el grado máximo de integración adaptati
va se concentra -para estos autores- en el concepto de cultura o, más pre
cisamente, en el desarrollo de la subcultura barrial.
La unidad integrada del barrio y de los grupos que lo componen no es, em
pero, estable, sino que se materializa en forma expresa en situaciones de con
flicto. Entendido como enfrentamiento patente o latente entre grupos intra e
interbarriales, el conflicto adquiere así el valor positivo de definir, unificar y
cohesionar grupos o segmentos dentro del barrio y el barrio en su conjunto,
debido a que los miembros de las agrupaciones se verían obligados a interac
tuar en forma asociada.
Ninguno de estos autores evalúa las situaciones de conflicto en términos
de lucha de clases estructural. Más bien incluyen este tipo de enfrentamien
tos dentro de la teoría del slum misma, tal como ellos describen que hace la
opinión pública, de manera que las protestas de las "clases bajas" quedan
subsumidas como partes del cuadro "patológico" del slum, que engloba den
tro del caos no integrado (o como conductas desviadas y no controladas) a
"las huelgas, los locos, los delincuentes, los solitarios, los enfermos, los ado
lescentes". Hasta el mismo Gans llega a calificar las protestas obreras como
"formas autoritarias" que, "por medio de la educación, podrían evitarse". El
concepto de integración y su correspondiente opuesto, el caos, no dejan, de
esta manera, de ser muestras del encubrimiento de la lucha de clases en tér
minos estructurales y de la extrapolación del utópico e ideológico mundo in
tegrado del ideal de vida urbano-capitalista.
El valor central barrial que resaltan estas posiciones es la interacción de ti
po primario, que posibilitaría el desarrollo de una vida social cualificadamen
te distintiva del modo de vida urbano (mediatizado y anémico). Destacar los
valores implica tener en cuenta lo arbitrario -por no natural-, en lo construi
do por grupos de actores en forma interactiva y compartida y en contraposi
ción con la estipulación apriorística de estereotipos considerados racionales,
naturales o lógicamente unívocos ("sin sujeto" ), entre ellos lo espacial. Por
eso, en la conceptualización de lo barrial (y de lo urbano) nos encontramos
transitando los filosos riscos del sustancialismo -de tipo objetivista o subje
tivista.
Una prueba por la inversa la tenemos cuando Topalov se refiere a la im
portancia de los valores culturales, en su relación con lo espacial, y surqe lo
E·2-
s pac io , cultu ra��
--- y grupos en los barrios del urbanismo central
--------------------- - 67
b a rri al como punto de encuentro ejemplar, planteado en términos notable
rn e nte semejantes con los del culturalismo de esa época inicial:
"Los valores -dice Topalov- constituyen. . . un criterio de ubicación para
ci e rtos grupos sociales: su relación con el espacio es simbólica, ciertos valo
res se encuentran ligados a una zona de espacio que se convierte en un sím
bo lo de la identidad del sistema cultural, es decir del grupo mismo. Así, un es
pacio central será excluido de cualquier utilización económica racional por ha
berse convertido en el símbolo de toda la comunidad urbana; una zona resi
de ncial ·tendrá una carga simbólica para las clases superiores, mientras que
u n barrio deteriorado representará para una minoría étnica su identidad cul
tura l. Los valores constituyen, pues, en ciertos casos, factores suficientes y
coh e rentes de ubicación; el espacio es símbolo" (Topalov, 1984: 190; s. n. ).
Se verifica acá un nudo alrededor de lo cultural, que confluye en lo barrial.
Por un lado, la diferenciación del espacio urbano como símbolo que sirve pa
ra establecer una relación de identidad grupal sobre la base de valores estruc
turados en torno a un sistema de significados. Por otro, la diferenciación de
c lase que se corporiza en la distinción entre un centro (que simboliza al con
j u nto de la comunidad urbana), una zona residencial (ámbito de las clases al
t a s) y el barrio deteriorado habitado por una minoría étnica. En suma, con
cepto de cultura y símbolo -como representaciones- referidos al espacio y
al modo de vida urbano común pero diferenciado por clases, quedando el ba
rrio adherido conceptualmente a la clase baja, al espacio deteriorado y a la
relación de identidad étnica.
No tenemos todavía una respuesta única que explique el porqué histórico
de esta aglutinación conceptual entre clase , barrio , cultura e identidad . Sí po
demos ver que la teoría del s/um coloca como causa de la existencia del ba
rrio bajo al proceso de urbanización, que contendría en su interior -como
parte de su naturaleza- la condena al arrumbe espacial y social de los sec
tores bajos y las minorías étnicas bajas en determinados barrios de la ciudad.
Allí tendría lugar el surgimiento de una cultura, entendida como algo distinti
vo, autogenerado y generador de sus propias condiciones de existencia degra
dadas y residuales respecto de una sociedad "mayor" concebida como verda
d era sociedad humana, vanguardia a su vez del "proceso de cambio" que con
lleva en su seno, como inevitable, la propia razón de ser del barrio bajo y de
lo que en el barrio bajo ocurre como "cultura".
Pero el desarrollo -dentro mismo de la teoría del slum- del concepto de
cultura como clave interpretativa, también conspiró contra sus costados pseu
d o- evolucionistas. Porque la consideración del slum como particularidad cultu
ral distintiva sirve también para argumentar en contra de los prejuicios etno y
s o ciocéntricos con que la "sociedad mayor" concibe y trata a las poblaciones
de los barrios bajos. y este es un resultado patrimonial de la perspectiva an
t ropológica, enarbolada por el pionero Whyte y que continúa hasta los estudio
s os más recientes. Su eje teórico principal es la escisión entre el mundo de las
a par iencias caóticas y patológicas del slum y la existencia de valores propios e
i n teg rados en un orden particular, detrás de la imagen de disg regación.
El barrio en la teoría social
6 8 ------------------------------ -
Es por eso que adqui eren valor en estos estudios la metodología y las téc
nicas de tipo cualitativo propias de la antropología . Apuntar a los valores sig
nifica dirigirse haci a los comportamientos de los actores y lo que ellos pien
san de esos comporta mi entos, sus representaciones, necesidades y organiza
ciones grupal es en funcionami ento y acción . Para esto era necesario el mi
croestudio y la convivencia en la co munidad, el registro del andamiaje cultu
ral profundo y "desde adentro": en suma, trabajos intensivos, holísticos y en
el terreno, tal como los acostumbraban a desarrollar los antropólogos.
C.on referencia a la clase social, el concepto de cultura barrial se utiliza co
mo parte de la crítica a la i deología de la planificación urbana sobre el modo
de vida de las clases bajas, basada sobre parámetros propios de la clase me
di a . Las subculturas de la clase obrera y de la clase más baja, según Gans,
son i ndependientes y disti ntivas de las de l a clase media, y a mbas -aun con
diferencias- resultan ser respuestas adaptativas a las privaci ones y oportu
nidades que estas clases reciben de la lla mada sociedad mayor. La vida en el
. barrio bajo es, de esta manera, un muestrario de este tipo de cultura . Liebow,
por su parte, relativiza la util ización del concepto de cultura , al postular que
el comportamiento de la gente del barrio bajo responde a relaciones directas
con sus condiciones de vida como clase baj a más que a tradiciones cultura
les, identidades étnicas, culturas originarias o "conti nuidades" supuestamen
te históricas. Pero ta mbién considera estas manifestaciones como respuestas
a las privaciones sociales de los pobres urbanos.
El tema de la "cultura de la pobreza" (se verá en el próximo capítulo), que
ya a la fecha de los escritos de Liebow venía gozando varios años de esplen
dor y críticas, sin duda posee en su interior la gama apretada de cuestiones
que aquí estamos desmenuzando en torno a lo barri a l . Sus contenidos estaban
presentes, como vi mos, en los escritos de Wirth sobre el ghetto y el modo de
vida urbano que, como señal ara Castells, es sinón i mo de cultura urbana, como
una variable explicativa que quería servir para modelizar lo que la comunidad
hu mana heterogénea, anóni ma, de relaciones secundarias e instrumentales se
oponía a la folk de Redfield. Wirth fue criticado por confundir los efectos de la
urbanización con el proceso de industrialización . Pero es que todos estos estu
diosos concibieron en forma conjunta urbanización con modernización, buro
cratización, e incluso como desarrollo o cambio social en general .
La teoría del slum asigna como causa inevitable de la pobreza al desarrollo
urbano. Este es uno de los papeles que cumple el concepto de cultura y se fun
damenta en los argu mentos que atribuyen a ésta el papel de generadora de
condiciones sociales determinadas o definen situaciones sociales determinadas
-sobre todo la pobreza urbana y la delincu encia j uvenil- como autogeneradas.
Desde Park, pasando por Wirth y culminando en cada uno de los autores vistos,
pueden encontrarse contradicciones entre los principios proclamados de afirmar
la cultura por sobre el mero naturalismo ecológico y la concepción misma de la
cultura como enchalecada dentro de las condiciones económicas de la crisis ca-
s paci o , cultu ra y grupos
E::!:--
-- -��--------------------en los barrios del urban ismo central
-- 6 9
'° Conti nuamos la tradición de hablar del Tercer Mundo, entendiendo por él el conjunto de paises no
in cluidos dentro de los capitalistas "desarrollados" o industrializados, si bien en un principio se usó
con una intención de supuesta equidistancia ideológica respecto del capitalisr,10 y el socialismo.
El barrio en la teoría social
7 2 ---------------------------- --
ca de la concepción culturalista a la realidad urbano-barrial periférica que no
deja de responder a la necesidad de integrar al conocimiento sociológico a los
contingentes crecientes de campesinos advenidos a las grandes ciudades. Pe
ro más que las migraciones en sí interesaban las nuevas realidades forjadas
en esas ciudades, cuyos resultados más salientes eran el desequilibrio y la de
sorganización, la evidencia de las desigualdades, la falta de servicios indis
pensables, la agudización de los problemas de convivencia vecinal -ya no al
deana- y todo el cúmulo de problemas sociales que fueron rotulados como
"urbanos", a los que se atribuía ser consecuencias del "desmedido crecimien
to de las ciudades" en situaciones de subdesarrollo.
En principio, este desplazamiento poseía una base ideológica y teórica da
da por el manejo de tipologías dicotómicas fundadas en la polaridad rural/ur
bano en forma abstracta, lo que llevó a que -como señala Me Gee-, en una
primera etapa se evaluara el desarrollo urbanístico de las ciudades del Tercer
Mundo como calcos del mismo fenómeno en el ámbito capitalista desarrolla
do occidental y, en consecuencia, se supusiera una similitud en la estructura
de las ciudades. Los problemas sociales definidos como urbanos, se plantea
ron, entonces, de la misma forma que en los paises metropolitanos.
Es en esta matriz que se fueron articulando los esquemas dualistas con los
enfoques basados según el concepto antropológico de cultura (Me Gee, 1979 :
49). Por un lado, entonces, apareció como un cambio en el campo de acción
de los sociólogos urbanos y, por el otro, como una especie de "postá" de par
te de éstos hacia los antropólogos, acostumbrados tradicionalmente a estu
diar las sociedades no occidentales y a manejar la categoría cultura. Por eso
ha sido resaltada la aparición -a principios de la década del cincuenta- de la
obra de Osear Lewis y su interpretación de la pobreza en términos de cultu
ra 2 1 . Es que esta idea de ruptura de la sociedad tradicional en términos de cul
tura se situaba en los cimientos de las formulaciones teóricas sobre lo barrial
que sobrevendrían durante esta época 2 2 .
Y con el culturalismo de ladero, el dualismo aplicado a Latinoamérica iría a
nutrir las tesis sobre marginalidad, también de viejo cuño chicaguense e in
centivado con sociocéntricas asunciones evolucionistas, en las que los barrios
de nuestras ciudades pasarían a ser muestrarios de asincronías y asimetrías
naturalizadas. Para equilibrar con visiones críticas al dualismo culturalista,
apelaremos a la producción de la antropología urbana en términos de la Es
cuela de Manchester, la teoría del conflicto y la teoría de la dependencia, pa- i
ra el caso exp reso de la urbanización latinoamericana.
21 "Antes d � la publica ción de esta obra [ de Lewis] -que trataba sobre la ciudad de México- los
asentamientos urbanos de los países subdesarrollados habían rec ibido muy poca atención, excep·
to por los recelos q ue desp ertaban las variadas formas de desorganización social que nosotros su·
ponlamos eran la consecuencia de moverse demasiado ráp ido y demasiado lejos en el 'continuum
rural-urbano'" (Walton, 1984 : 9) .
22 Así q ueda tipificado en la op inión de un autor de la década del sesenta : "este fenómeno de urba·
nización rápida significa un agudo rom pi miento con los h ábitos tradicionales en nuestra América,
cuya h istoria es fundamentalmente agrí cola-rural... [ la que] está siendo cambiada en lo que se
d enomina una cultura de las grandes ciudadesu (Sánchez, 1970 : 25 ).
E l b arrio de la urban ización subalterna
- ----------------------------- 73
En la base de las perspectivas tipológicas, las posibilidades del cambio pro
ven ían de uno solo de los polos: el urbano moderno, mientras que desde el
otro podía efectivizarse sólo una resistencia, equivalente a un "atraso" origi
nal, en el que se situaban el conjunto de variables que caracterizan a la so
ciedad folk en su conjunto. Se identificaba por cambio los efectos que la ur
banización capitalista producía en las realidades folk, que es lo que puntual
mente va a criticar Osear Lewis: el cambio cultural, dirá, puede provenir de
otras fuentes u orígenes, no exclusivamente desde el polo urbano; y los cri
terios utilizados para definir a la sociedad no urbana (folk) deberían ser varia
bles independientes, no totalmente ligadas, como postulaba Redfield.
De esta manera, se podría dar lugar, dentro de esas sociedades y en su re
lación con lo urbano, a los datos históricos concretos, que Redfield no contem
plaba. A Lewis, a la vez, lo critica Horace Miner, quien advierte que el modo
de vida urbano es un tipo ideal y que los rasgos de la sociedad folk no pue
den ser considerados variables totalmente independientes, si se pretende
trascender una etapa puramente descriptiva y llegar a explicar grandes tota
lidades mediante el uso de categorías abstractas (Miner, 1953).
Para George Foster, por su parte, la polaridad urbano/no-urbano estereo
tiparía los estudios sobre sociedades reales. Prueba de ello es que el mismo
Redfield confunde las diferencias reales y evidentes entre los pueblos "primi
tivos aislados" y los "transcu/turados". La dicotomía, además, dificulta el aná
lisis de la cultura folk de la ciudad, ya que, de encontrarse cultura folk en las
ciudades "e/ esquema ideal [de Redfield] sería violado por los hechos". En rea
lidad -afirma Foster-, la sociedad folk no es una sociedad completa y aisla
da por sí misma, sino una "media" sociedad, una parte de una unidad social
mayor (la nación). Lo folk y lo urbano, por consiguiente, no deberían ser con
ceptos polares, sino partes de la definición de un cierto tipo sociocultural. Le
jos de destruir a la sociedad folk, este tipo de unidad urbana es una precon
dición de su existencia. Y Foster considera como "folk" a una parte de la so
ciedad urbana. Define la sociedad folk como la portadora de la cultura folk.
Pero aun cuando en esto se opone radicalmente a Redfield y si bien asimila la
existencia de la cultura folk en lo urbano, se encolumna en el mismo carril di
cotómico cuando opone lo folk a lo industrial, en lugar de lo urbano a secas:
"las culturas folk desaparecerán en a quellos lugares que se industrialicen"
( Foster 1953), continuando en el mismo sendero de lo antinómico como base
de la comprensión de la dinámica y el cambio ( Foster, 1964).
Esta posición incluso no llega a ser problematizada ni desde la crítica his
toricista que se descarga contra el modelo redfieldiano, como la de Mintz. És
te califica a Redfield de ahistoricista, porque confunde lo folk con la clase so
cial. La causa del aislamiento de la sociedad folk, dice Mintz, es la diferencia
ci ón de clase, pero sigue aceptando la existencia dual de "formas folk'' (arcai
cas, indígenas o primitivas) y "modernas", por lo que termina ha blando de
sub-culturas de clase, como hacía también Gans.
Finalmente prevaleció el punto de partida más abierto a las posibilidades
de hibridación y convivencia de lo tradicional y lo moderno. Lewis encontró
El barrio en la teoría social
74 -------------------------------
elementos de complejidad u rbana en la aldea rural y lo que definió como "ur
banización sin discontinuidad" en la g ran ciudad ( Lewis , 195 1) . Foste r y Pa rk
habían encontrado elementos de la sociedad fol k en la g ran ciudad. Y los cul
tu ralistas posteriores siguieron esa ruta. Redfield rectifica luego la postulación
de una polaridad y habla entonces de "continuum" rural -urbano, a lo la rgo del
cual se alinearían las realidades concretas 2 3 • Pe ro ya habíamos visto que la
polaridad funcionaba como un telón de fondo de las fo rmulaciones tipológicas
y de los intentos de estudiar lo u rbano con ojos cientí ficos. Estas totalizacio
nes se desp restigian en la misma medida en que se ve desdibujado el límite
real ent re lo ru ral y lo urbano.
Sea po r la desapa rición de las sociedades puramente p recapitalistas que
en algún momento pudieron gozar de las variables del modelo dualista, o por
la escasa co rrespondencia entre esas variables abst ractas y las sociedades
reales , lo cierto es que "la noción de una cultura rural tradicional-popular
['fol k'] o, d esde el punto de vista económico, precapitalista, se ha vuelto ob
soleta " ( Edel , 1 9 88: 6 0). Como dice este mismo auto r: "Acechando en derre
dor [de la dicotomía rural/u rbano] estaban los venerables estereotipos del no
ble salvaje y del incansable modernizador fáustico, una pareja que nunca po
día juntarse ni mezclarse" (íd.: 59).
2 4 El trabajo del argentino Rubén Reyna en la ciudad de Paraná (P rovincia de Entre Ríos) se podría
ali star como un ejemplo de perspectiva culturalista, descript ora de la "cultura urbana" de las dis
tint as clases sociales que componen un asentamiento de rango intermedio, p rincipalmente la cla
se "media", utilizando categorías como el rumor, la envidia y la identidad de la ciudad (Reyna,
197 3) .
El barrio en la teoría social
7 6 ------------------------- -----
terio espacial que social . Hacía la distinción entre la proximidad residencial y
las relaciones de conocimiento mutuo y amistad , y cuestionaba a los planifica
dores urbanos , que se basaban sobre el criterio pueblerino rural del vecinda
rio, confundiendo proximidad con vecindad , siendo que la ciudad brinda -se
gún él- , precisa y específicamente , la posibilidad de que la gente pueda ele
gir libremente sus relaciones , sin estar dependiendo de la proximidad espa
cial como en la vida aldeana .
El concepto de comunidad se ubica , entonces , como piedra angular de la
discusión sobre el pasaje de lo rural a lo urbano y está muy lejos de haberse
cerrado en los estudios sobre lo barrial (Stonneal , 1 983). Hacia la década del
cincuenta se planteaba incluso en términos de redes sociales comunitarias . Se
establece también que la comunidad , "en la mente de la gente", necesita re
ferenciarse en lugares tísicos : calles , monumentos , el barrio. Se confiere, en
tonces , un papel importante a la "autoidentidad", suma del "consenso inter
no" y del contacto con otros lugares (íd. : 69). Y, como ya hemos visto, se ad
mite que el concepto de comunidad pueda ser aplicado a tipos como el "pri
mitivo", el rural o el urbano, quedando definido por el cumplimiento de fun
ciones básicas para la vida de los individuos. La crítica a estas posiciones ahis
tóricas fue contemporánea de su mismo esplendo r, y es justo señalarla : "mu
cho de lo que pasa por literatura sociológica consiste en sermones de protes
ta contra el desarraigo de las viejas carencias y la emancipación del munda
nizado habitante urbano del estrecho control de la comunidad primordial de
la aldea, en la que la mayor parte de los hombres pasaron sus vidas" (Caplow,
1 9 54 : 2 84).
La antropología de la urbanización
Desde la antropología con intenciones dialécticas se diseñó una forma de
ver estos procesos de urbanización en términos de las fuerzas que entraban
en contradicción en cada situación. Etnógrafos del Instituto Rhodes -Linvinsto
ne se percataron de la relación de totalidad que debía componer sus estudios
tanto empíricos como teóricos , que no debían reducirse a la comunidad nati
va ni ésta debía considerarse en forma a histórica y fuera de las relaciones de
poder y conflicto. Criticaron el reduccionismo de preconcebir al actor social es
tudiado por la antropología como campesino en la ciudad y plantearon obser
varlo como "urbícola" -tal como argumentaba Max Gluc kman- , por el solo
hecho de constituir un actor urbano en el presente más que una rémora o su
pe rvivencia rural y comunitaria en el nuevo ámbito de la ciudad .
La llamada antropología de la urbanización ( Fox, 1 9 7 7) engloba los estu
dios de gran escala sobre movimientos migratorios desde ámbitos rurales a
las ciudades y los procesos de adaptación de esos inmigrantes al nuevo am
biente urbano . En parte, se relaciona con los trabajos clásicos sobre cambio
social basados sobre la dicotomía folk/urbano o tradición/modernidad . Lo co
mún a estos enfoques era ver de qué manera se iban modificando los estilos
de vida propios de los pu�blos colonizados , "arrollados" por el proceso .na-
l barrio de la urban ización subalterna
E :_::....-------------------------- - 77
cr o u rbanístico. Se tomaban como dadas las realidades culturales tribales y al
ca m bio se lo consideraba causado únicamente por el polo urbano-occidental.
pe ro ya Aidan Southall (1983), en la década del ' S O, había sido uno de los pri
m e ros en considerar los efectos de mutuo condicionamiento entre la vida y
cu lt ura tribal tradicional y la realidad de las nuevas ciudades africanas, más
q ue ver en forma unilateral la manera como la urbanización "de:;truía" a la vi
d a tribal. Recuerda que en sus estudios en Africa había investigado las shan
ty to wn, o barrios marginales. Esos migrantes, dice Southall, no dieron un sal
to desde la forma de vida preindustrial a la forma de vida industrial ni de la
prei ndustrial o precapitalista a la ciudad capitalista industrial, sino que dieron
dos saltos a la vez : desde la sociedad preurbana a la sociedad urbana indus
trial, desde el modo de producción preestatal comunal al capitalista urbano.
Las categorías de análisis con las cuales los antropólogos abordaron estos
novedosos procesos de acelerada urbanización, muchas veces estaban origina
das en situaciones típicas de realidades urbanas más conocidas. Una de ellas
fue el rol. Con él se quería indicar la posibilidad que da la realidad urbana -en
contraposición con la vida aldeana tradicional- para que la gente asuma dis
t intas ocupaciones; en suma: distintos y cambiantes papeles en la trama de la
sociedad moderna, dejando de lado las asignaciones fijas y prescriptivas de la
sociedad tradicional. En la ciudad la persona es, por ejemplo, pariente en su
familia, amigo en el club, alumno en una institución educativa, peatón en la ca
l le, cliente en un comercio, asalariado en una empresa, ciudadano del Estado,
contribuyente, etc. Todas esas cosas -y muchas más- le son atribuidas en
forma simultánea, además de las consecuentes a su edad y sexo. Otra catego
ría es el dominio, que sirve para señalar campos de actividades sociales don
de se desempeñan numerosos roles. Ulf Hannerz distingue cinco dominios im
portantes: el doméstico o de parentesco, el de aprovisionamiento, el de recrea
ción, el de vecindad y el de tránsito. Son categorizaciones de tipo analítico que
apuntan a diversos aspectos funcionales de las ciudades2s.
El antropólogo inglés Godfrey Wilson fue el primero en aplicar el término tri
balismo, en la década del '40, para caracterizar la resultante del fenómeno de
rápida urbanización de las ciudades de las colonias británicas en Africa central.
Con él señaló el modo de vida tradicional africano, determinado fundamental
mente por las relaciones sociales primarias y de parentesco y sus correspon
dientes transformaciones en el medio urbano. El supuesto central del tribalismo
de Wilson es la idea de un estado de equilibrio del modo de vivir en aldea, .pro
pio de los distintos grupos étnicos africanos, y por esa razón se plantea descri
b ir de qué manera ese equilibrio se ve modificado con la vida en las ciudades2&.
25 Muchos enfoques antropológicos discuten estas distinciones de tipo ético pues, dicen, están ba
sadas sobre la categorización de la cultura del observador y no por la significación que la gente
misma le da a sus actividades.
26 Una de las frases más sintomáticas del enfoque de Wilson está dada por la importancia de la pre
sencia dentro de estas ciudades de "gente vestida" que mantenla, no obstante, parte de su vida
cu ltural aldeana.
El barrio en la teoría soci al
78 ------------------------------
Este uso clásico de la noción de tribalismo señala que ante las migraciones
desde la aldea tribal a las ciudades africanas de urbanización secundaria (Red
field y Singer), aparece un fenómeno de presencia de lo tribal en lo urbano .
A su vez, se emplea destribalización para indicar los fenómenos de pérdida y
desaparición de los elementos culturales de la vida tribal tradicional. Como se
parte de considerar a lo urbano como el parámetro comparativo, lo tribal en
la ciudad vendría a ocupar el lugar de lo desintegrado.
Surge este enfoque ; según Fortes, de una falsa comparación entre las con
diciones de vida de los africanos en las ciudades y una vida tribal hipotética,
aparentemente no contaminada y pretérita. Estas formulaciones se expresa
ron básicamente para Africa, cuando se constató que en la ciudad coexistían
el sistema de estratificación social de clases y el tribal, lo que algunos llama
ron el "pasaje" de la vida tribal a la clase social aunque, en realidad, los gru
pos indígenas difícilmente han dejado de estar insertos dentro de estructuras
de clases.
Se puso énfasis, en un principio, en los cambios de identidad étnica que
causaba la vida en la ciudad. Pero también se observó que cuanto más inte
grado estaba un grupo étnico a la vida de la ciudad, mayormente mantenía
• su cultura aldeana, a la que inclusive reivindicaba como "sobreviviente" en el
nuevo ámbito . Es que la mayoría de los trabajos clásicos sobre destribaliza
ción (por ejemplo, el de Kennet h little sobre la migración en Africa occiden
tal) y de urbanización (por ejemplo, el de Lewis en México) han consistido en
el seguimiento del traslado del campesino hasta la ciudad y han atendido pre
ferentemente a las consabidas dificultades para la "integración" a la vida ur
bana y a los procesos de cambio y aculturación.
little estudia en 1957 el papel de las asociaciones voluntarias en la urbani
zación secundaria (o de tipo 8 de Sout hall) de Africa, proceso que era definido
por los antropólogos clásicos como "aculturación", en la que se pensaba que el
cambio provenía sólo del polo urbano. Little afirmó que este modelo no era el
apropiado para comprender el fenómeno de cambio acontecido en Africa occi
dental, porque los africanos mismos eran los que estaban produciendo el cam
bio y porque las ideas, productos y procedimientos occidentales no eran sólo
"recepcionados" sino reelaborados por la cultura africana. Por eso hablaba de
una yuxtaposición de modos de vida, dentro de situaciones netamente urbanas.
Critica la noción de destribalización entendida como desintegración de los
modos de vida tradicionales, en los que supuestamente se han roto las viejas
lealtades y obligaciones tradicionales, reemplazadas por otros hábitos moder
nos. Más frecuente que ese proceso de destribalización -dice- es el caso del
individuo a fricano migrante a la ciudad que continúa siendo influenciado por
la cultura tribal en su nuevo asentamiento urbano. Concibe, por lo tanto, la
realidad urbana de Africa occidental como un proceso de "adaptación" a nue
vas circunstancias y condiciones.
El proceso es análogo al ocurrido en Europa occidental durante el siglo XIX :
la urbanización produce el surgimiento de nuevas necesidades que la vida al-
l barr i o de la u rbanización subalterna
E·_:_:_-------------------------- - 79
d eana no satisface. Y esto no se reduce a cuestiones económicas. La migración
a la ciudad se produce también , por ejemplo, para lograr una educación urba
na y europea, o incluso -como cuenta Georges Balandier- en busca de aven
t uras amorosas no permitidas en las aldeas. Pero en el nuevo hábitat de la ciu
dad e speran a l migrante riesgos (en la búsqueda de em pleo, vivienda , vida so
c ial) y la segregación como migrante mismo. Esto se va a tratar de solucionar
mediante un renace r, en el interior de cada ciudad , de las asociaciones volun
tarias de ayuda mutua sobre la base de los lazos tribales y étnicos.
El énfasis de Little radicó en estudiar de qué manera surgen estas uniones
tribales, con el propósito de so lucionar problemas de l ambiente urbano, por
más que en sus consignas explícitas paradójicamente reivindican la vida tri
ba l. Afirma que hay que considerar las , por eso , tan modernas como urbanas,
contra la o pinión de qu ienes las catalogaban como tradicionales y pro-aldea
nas. Constituyen f ormas nuevas de organización urbana (vecinales , socia les ,
culturales) sobre la p lataforma de la reivindicación étnica.
La adaptación no significa solamente modificaciones sino también desarrol lo
de las mismas instituciones dentro de las demandas de la economía industrial y
el modo de vida urbano. Y las asociaciones voluntarias juegan en este proceso
el papel de ajuste, sobre todo para los jóvenes , que son los que poseen un nue
vo status dentro de la economía urbana. La alfabetización, el trabajo formal y
el tránsito urbano modifican comportamientos y pautas. Las asociaciones volun
tarias son mecanismos de satisfacción de necesidades nuevas planteadas por la
vida de los migrantes en la ciudad , en defensa de intereses comunes.
Clyde Mitc he l l coincidía : "Los habitantes de las ciudades crean institucio
nes para hacer frente a sus necesidades (. . . ) Estas instituciones, debido a la
diferencia de contextos, son distintas de las instituciones rurales que satisfa
cen las mismas necesidades en el sistema social tribal. Una institución social
urbana no es una institución rural transformada, es un fenómeno social dis
tinto" ( Mitche l l , 1 9 8 0 : 64 ; s.n.). Por eso es necesario descr ibir estas asocia
ciones en func ión de las re laciones sociales urbanas a las que están incorpo
radas , como instituciones de adaptación y no en función de lo que a parece en
la superfic ie de sus propósitos explícitos , como rémoras de la vida triba l.
En América Latina , Roberto Cardoso de Oliveira ( 19 7 2) estudia , en Brasi l ,
por u n lado, l a realidad de los indios terena e n el régimen "tutelar" d e una re
serva aldeana y , por otro lado, la de aquel los que migraron a la ciudad. Se
ña la la presencia de la c iudad en la a ldea y la persistencia de la aldea en la
ciudad , dada por el mantenimiento de los lazos tribales. Esto último sería pa
ra él un signo de tribalismo. Pero descarta la noción ortodoxa o clásica de tri
balismo, dada por los africanistas clásicos. E l tribalismo aparece en la ciudad
ante la situación de peligro de desa parición o desigua ldad , y mengua cuando
esos peligros disminuyen. Los indios terena -descritos por Cardoso - , al de
jar de estar bajo la tute la de la reserva , en la ciudad necesitan protección. En
tonces , es el grupo tribal ya residente en la ciudad e l que se la brinda median
te la ayuda mutua y e l establecimiento de lazos sociales y culturales nuevos.
8 0 -----------------------------
El barrio en la teoría soci al
-
Cardoso dice que la migración de la aldea a la ciudad no debe ser vista, e n
tonces, como destribalización, po rque en l a ciudad n o desaparecen los lazos
tribales, si bie n se modifican. No se constata (salvo excepciones i ndividuales)
pé rdida de perte nencia e ide ntidad étnica. Él distingue, por u n lado, el valor
de tipo desc riptivo o heu rístico que pueden asumir los conceptos t ribalismo y
dest ribalismo, si se toma n ciertos i ndicadores para cali ficar de, por ejemplo,
"destribalizado" a alguien que no compa rte ya ciertas pautas con su g rupo t ri
bal. Pe ro destaca que ya africanistas como Epstein, Mitchell y Glu kman habían
establecido que esto puede ocu rrir ta nto en la ciudad como e n el campo, por
que depe nde del contexto político y cultu ral de toda la vida social de esos gru
pos y n o de s u presencia o n o e n la ciudad.
El t ribalismo en la aldea es el que garantiza la cohesión social o hasta la su
pervivencia. Y es esa misma identidad étnica la que también cumplirá esa fun
ción en la ciudad. Los terena de las ciudades de Brasil cortaron ciertas relacio
nes con la aldea pero no perdieron su cohesión tribal, y cada indio llegado a la
ciudad establecía relaciones familiares y parentales de tipo t ribal como una re
sistencia a las nuevas condiciones de vida laboral y social. La vida en la ciudad,
lejos de aislar al individuo terena de su g rupo, cuenta Cardase, lo llevó a aglu
tinarse en colectividades o agrupaciones tribales, buscando contigüidad habita
cional en grupos barriales y relaciones de ayuda concreta. "La existencia de la
zos tribales vino a facilitar la acomodación de los migrantes, abriéndoles el ca
mino para su integración en el orden urbano" (cardase de Oliveira, 1972 : 220 ) .
E n la reserva no se sobreponían familia y grupo étnico; e n cambio, en la ciudad
sí. "En la ciudad, por paradójico que parezca, la orientación del comportamien
to tiende a darse con vistas al 'universo tribal� o mejor, para la comunidad in
dígena local citadina en tanto grupo minoritario urbano" (íd. : 2 2 0 ) .
La pobreza crea una cultura por sí misma, con "sus propias modalidades y
consecuencias distintivas sociales y psicológicas para sus miembros": hacina
miento, promiscuidad, relaciones incestuosas, delincuencia, adicciones, vio
lencia familiar, hábitos de consumo, sistemas de valores particulares. Una cul
tura que "rebasa los límites de lo regional", ya que se la puede encontrar "en
las clases bajas de los barrios de Londres; lo mismo en Puerto Rico; asimis
mo en los barrios bajos capitalinos y pueblos de México; como entre las cla
ses bajas de negros en los Estados Unidos" { Lewis, 1969: 17).
En otras ocasiones, parece establecer -un tanto ambiguamente- una di
ferencia entre la pobreza a secas, cuyo paradigma es el barrio de la gran ciu
dad del capitalismo, y la cultura de la pobreza (cuyo ejemplo es la estratifica
ción social pre-capitalista), cuando señala la relativa "ventaja" de quienes per
tenecen a ésta y no a aqué1 1a2s. El carácter autogenerativo y autoperpetuati
vo que Lewis y otros adjudicarán a la condición de pobreza a nivel universal
encuentra en el sentido antropológico del concepto de cultura un instrumen
to metodológico útil, que ha sido criticado fundamentalmente por el encubri
miento que hace de la situación de explotación de los sectores sociales invo
lucrados (Valentine, 1970; Grigulievich, 1975).
Lo importante es que el recipiente espacial y social en donde es colocada
esta cultura universal de la pobreza está compuesto por los barrios bajos de
cada ciudad, que, a la vez, cederían una parte de sus particularismos en aras
de ese rasgo universal. Barrios que resultan ser variables dependientes del eje
cultural compuesto por la pobreza como factor naturalizado de un sector uni
versal de población, alejada del proceso de cambio o modernización. Lewis
muestra cómo las familias de migrantes a la gran ciudad generan en su seno
relaciones interpersonales que no habían tenido en el mundo de la aldea cam
pesina. La cohabitación, por ejemplo, produce que quienes en la aldea rara
vez se trataban, se vean obligados a establecer lazos de ayuda y alianza pa
ra sobrellevar las vicisitudes económicas, laborales y los desafíos que repre
senta la vida en la ciudad. Estas relaciones fortalecen el tribalismo aldeano en
la ciudad, con el reflotamiento de valores que hacen a las identidades cultu
rales "originarias", pero Lewis no las sitúa más allá que en la familia extensa.
El barrio, como vecindad, "divide a la ciudad en pequeñas comunidades"
{ Lewis, Op. Cit. : 578), y adquiere valor como ese sello de relación primaria,
en una escala donde a menor pobreza corresponde menor cohesión comuni
taria, aunque siempre dentro de los límites de la cultura de la pobreza.
En la crítica que caerá sobre el norteamericano se apuntará centralmente a
dos aspectos; por un lado a su determinismo cultural extremo, que llega a con
siderar imposible la transformación de los hábitos negativos de la cultura de la
pobreza, y por el otro, al hecho de no haber visualizado que las relaciones de
zs "Afirmo que es más fácil eliminar la pobreza que la cultura de la pobreza, y que los pobres de una
sociedad precapitalista de castas, como la de la India, tienen algunas ventajas respecto de los ha
bitantes de las barriadas urbanas modernas, ya que están organizados en castas y panchayats, lo
q'Je les confiere un sentido de identidad y en alguna medida, 'uerza y poder" (Lewis, 1986: 122).
-:.:-
El ba rrio de la u rban ización subalterna
--------------------------- 85
a y uda mutua y reciprocidad que destacó sólo en l a unidad doméstica se exten
d ía n a nivel de las barriadas . Esto es lo que principamente expondrá Larissa
Lo mnitz en su trabajo Cómo sobreviven los marginados ( Lomnitz, 1 9 7 5).
Sin embargo, y dentro del rechazo por las asunciones de fondo del mode
l o de Le wis, sobre todo el tema de la autoperpetuación culturalista, que lo ha
rí a caer en una naturalización de las relaciones sociales, cabe recuperar su
d i stinción entre pobreza y cultura de la pobreza y el papel que él mismo des
ta ca de la conciencia social y política, como opuesta a la caída dentro de e sa
cultura. Y entre _los ejemplos de situaciones de pobreza que se di ferencian de
l a cu ltura de la pobreza, cita los comités barriales creados por la Revolución
Cubana, a principios de la década del sesenta . En ellos se veri fica - según Le
wi s - que un pueblo pob_re pero organizado, consciente y participativo, no cae
ob ligadamente en los hábitos y los valores morales negativos de la cultura de
la pobreza, ya que puede adaptarse a su situación de penuria mediante e sa
organización y esa participación política.
29 Las muestras urbanas de la marginalidad adquirieron distintos nombres según los países, aunque
todas tenían una significación común que apuntaba a la parte de la "ciudad ilegal" o "barrio mar
ginal", como los barrios que son vistos como "manchas negras". Villa miseria, fa ve/a, barriada, ca
llampa, pueblo nuevo, rancho, can tegril, barrio bruja, shan ty- to wn, genekondu, gourvil/e , fueron
algunos de ellos en distintas ciudades del Tercer Mundo y principalmente de América Latina.
°
3 Como señala Hugo Ratier, "sociológicamente, las villas [miseria] son las sucesoras del conventi
llo. Como éstos, albergan el exceso de población que el campo envía sobre la ciudad .. . forman
parte de las soluciones que el pueblo puede dar a sus problemas, aprovechando los resquicios que
[ deja] el sistema social que lo oprime, el que los expulsó de las tierras donde siempre vivieron
sus antepasados" (Ratier, 1972). E mpero, como señala Herrán, los procesos migratorios internos
más fuertes en Argentina, se produjeron cuando, paradójicamente, los sectores campesinos vie
ron mejorar sus condiciones de vida (primera presidencia de Perón) (Herrán, 1993) . Es que jun
to a los factores expulsores (latifundio, reducción de arrendamientos, desalojos, etc.) siempre es
tá,, presentes los factores de atracción de los centros urbanos e industriales (Singer, 1980).
E l b arr io de la urbanización subalterna 89
Recuperaciones
En particular, para la antropología urbana, recalcaba García Canclini dejar
de lado las tentaciones de declarar marginales a quienes forman parte -la
oprimida- del sistema vigente, y evitar reducirse a ser la defensora de lo que
en esos grupos se desvanece. Para que no sea una ciencia marginal necesita
ocuparse no sólo de lo que se pierde sino también de lo que se transforma.
Encontrar en lo que subsiste y cambia en las prácticas culturales, la explica
ción de su papel en la historia presente.
En las ciudades latinoamericanas, que se han hecho y siguen haciéndose
con migrantes, lo urbano es inseparable de li;> rural. La ciudad no es tanto un
universo que sustituye al campo como el lugac en que se mezclan y reelabo
ran las culturas. Quizá la antropología -sugería-, por su largo entrenamien
to para observar lo cualitativo, para pensar las diferencias y los intercambios
entre culturas diferentes, esté mejor capacitada para entender la persistencia
-a veces clandestina- de tradiciones disfuncionales y la necesidad de lo mar
ginal en los caminos culturales de las transformaciones económicas. No sólo
las grandes estructuras de la producción, ni tampoco las pequeñas unidades
comunitarias o domésticas, sino cómo los hombres construyen los usos de los
productos en el consumo, la memoria en las prácticas, las creencias en los ri
tos y los símbolos.
Respecto del concepto de cultura, quedan ponderadas -en los enfoques
vistos- las representaciones simbólico-ideológicas y la perspectiva de los ac
tores, rompiéndose con la atribución unívoca de sentidos en la realidad social.
Pero la cuestión no es si se utiliza o no el concepto de cultura, sino el modo
en que se opera con él : si con ello se encubre o devela la realidad histórica
en sus determinaciones -fundamentales y secundarias- concretas. Es nece
sario ver a qué se opone cultura en cada uso y qué efectos tiene luego de ese
uso. Observar su valor como elemento impugnador del etnocentrismo y el so
ciocentrismo y, a la vez, las situaciones en que se lo utiliza para encubrir las
contradicciones estructurales.
Esta discusión sigue atravesando hoy las ciencias sociales con un ímpetu
creciente . A nosotros nos interesa constatarla pues sirve de contexto del con
cepto de barrio durante la mitad del siglo. Hemos visto que lo barrial no que
da registrado en forma explícita ni sistemática en los estudios de destribaliza -
96 --------------------------------11� El b arri o en la teoría social
ción y en los inicios del interés urbanístico sobre el Tercer Mundo. En ellos se1
apunta en forma específica a la familia, porque lo que empíricamente se mu
da a la ciudad -y es seguido por los antropólogos- es la unidad doméstica ·
no el barrio de la aldea.
Más que un concepto particular de barrio, entonces, nos encontramos co
modelos tipológicos que actuaron -y continúan haciéndolo- por detrás de
conjunto de formulaciones teóricas. Barrio es -para estas tipologías- un
parte de un todo (ciudad y/o aldea) marcada por la pobreza, entendida -pa
ra algunos- como configuración cultural, con un alto grado de autogenera
ción, especificidad y distintividad respecto de las partes legales y centrales d
la ciudad.
El culturalismo -de acuerdo con la mayoría de sus críticos-, en su encu
brimiento de las causas de la pobreza, es ahistorizante por el camino de la co
sificación de determinadas situaciones, despojándolas de sus condiciones his
tóricas, y en ocasiones llega hasta a contradecir las propias bases ideológicas ,
que constituyeron su contexto de necesidad : la crítica a los reduccionismos
economicistas y ecologistas. El sustancialismo que se continuó en la búsque
da del tribalismo perdido en la ciudad y la obsesión por encontrar un recinto
urbano donde se concentraran los valores de la vida indigna a perpetuidad, ti
pificó los barrios de la pobreza y de la marginalidad, desoyendo la previa crí
tica de la teoría del conflicto y la posterior desde la constatación de la depen
dencia y la subalternidad.
Lo evidente es que cada vez hay más cantidad de pobres y menos canti
dad de más ricos, en la ciudad de la sociedad capitalista (centrales y depen
dientes), no en la ciudad a secas.
El ba rrio según la teoría socia l u rba na
de los últimos a ños
a) El barrio de la Sociología
Los mapas barriales y el mundo del peatón
Un intento de ruptura con la concepción del barrio como comunidad unita
ria y contenida en sí misma lo encontramos en Francia en la década del cin
cuenta, con los investigadores del equipo que publicara París et / 'aggloméra
tion Parisienne (Chombart de Lauwe y otros, 19523 1 ) . En principio, considera
ron lo que llamaron "zonas sociales" de la gran ciudad, que eran el resultado
histórico de procesos centenarios de centralización y confluencia de intereses
sociales, por los cuales los límites espaciales y administrativos de la ciudad y
su consecuencia en la distribución distrital estaban más ligados a la circula
ción y al transporte que a la residencia. Tomaron en cuenta a quienes llega
ban a París y no sólo a quienes vivían en ella, esto es: rompieron con la vi
sión de comunidad urbana cerrada. Luego, ponderaron dentro de la ciudad a
sus diversos centros funcionales (comercial, universitario, industrial, artístico)
en torno a los cuales se estructuraban zonas, de acuerdo también con un cri
terio funcional: por concentración de comercio, industria o vivienda. A conti
nuación establecieron otra dimensión de zonas sociales que atravesaban a
aquéllas y por las que se distinguían entonces el Oeste burgués del Este pro
letario , en una postura no adherida ni a lo económico ni a lo espacial en for
ma autónoma, apartándose de la consideración de las partes de la ciudad co
mo meras comunidades locales con contenidos homogéneos. Hacían hincapié
en las relaciones, superposiciones y entrecruces (:.le intereses que terminaban
por formar un verdadero mapa social de Paris.
3 1 E n Worsley, 1978 : 419-422.
98 ------------------------------
El barrio en la teoría soci al
32 All i clasifica a los barrios en "V iejos", que carecen ya de vida colectiva y se encuentran en un rá
p ido proceso de desestructuración, anonimato e impersonalidad; "Menos antiguos", con una cier
ta y creciente individualidad; "Nuevos ,,, que todavía "no han adquirido una individualidad", como
los complejos habitacionales, Y otros periféricos (Ledrut, 1968 : 123).
l b arrio según la teoría social urbana de los últimos años
E --�-------------------------
=- - 101
3 3 Breese, 1979; Tauber, 1970; Star, 1970; Frazier, 1970; Mugge, 1970.
3◄ Herman, 1964; cit. en Keller.
3 5 Wilson, 1962; Caplow, 195C; Ross, 1962; citados en Keller.
teoría socia l El barrio en la
102 -----------------------------..:::.
identificado por la propia gente se reduce muchas veces a la calle o a la man
zana donde se reside, o a lo sumo a tres de ellas. A esta posibilidad de identi
ficación barrial de acuerdo con el límite establecido en la conciencia colectiva
la complementan los estudios que hacen hincapié en los "sentimientos hacia el
área local" (Foote, 1960), relevados mayormente por encuestas orquestadas
en torno a la pregunta sobre si el residente se mudaría de barrio de poder ha
cerlo, lo que ha sido con justeza muchas veces criticado como indicador par
cial de lo que se da en llamar satisfacción (o no) con relación al barrio propio.
Otros indicadores de este tipo de sentimientos de identificación con el ba
rrio han sido las propias conductas de la gente, relevadas típicamente como
lazos étnicos, de status, familiares, y principalmente como lealtades locales,
ejemplificadas con la formación de grupos informales y la existencia del co
madreo entre la mujeres del barrio (Mogey, Op. Cit.), además de las concebi
das encuestas. Esto ha actualizado permanente las discusiones sobre los mé
todos para relevar la lealtad, la pertenencia, la identidad o el sentimiento lo
calista. Svend Riemer ponía reparos en tomar en cuenta sólo las actividades
que en forma explícita se llevan a cabo en los vecindarios, porque de esta ma
nera las que se mantienen ocultas se conciben como inexistentes (Riemer,
1950; cit. en Keller). Otros han insistido con el propósito de definir apropia
damente en las encuestas lo que se entiende por amistad, lealtad o buena ve
cindad y así evitar ambigüedades36 •
De la misma manera, estos ¡:>roblemas surgieron cuando se trató de califi
1
car a ciertos barrios como integrados o cohesionados: lcuáles serían los tér
minos evaluativos de estas cualidades? lCuáles serían los rasgos exteriores
que permitirían su comparación científica? Las respuestas más recurrentes os
cilaron entre los grados de concurrencia de los vecinos a las instituciones ve
cinales, y el conocimiento mutuo entre esos mismos vecinos. Así, Glass llegó
a establecer relaciones entre los grados de "integración social" y variables de
tipo socioeconómico, sobre la base del grado de concentración en el uso de
instituciones y servicios locales: los vecindarios más prósperos coincidían con
la más baja puntuación en integración social y participación vecinal (Glass,
Op. Cit. ).
Y estos intentos de calificación nos llevan directamente al componente de
las relaciones vecinales, en cuanto que, para lograr la identificación de un ba
rrio como tal, se le termina exigiendo que cumpla con determinados requisi
tos valorativos, fundamentalmente ese tipo de relaciones entre los vecinos.
De esta manera, las áreas en las que no se verificara la existencia de estas
relaciones no podrían ser identificadas como propiamente vecindarios, a pe
sar de reunir otras variables ñsicas, como el usufructo de servicios e instala
ciones locales. Las relaciones vecinales adquieren así el estatuto de un valor
posible o no de encontrar dentro la vida colectiva urbana. Y esta valorización
llega a hacer hablar a algunos de cierta atmósfera especial que poseerían ne
cesariamente los barrios. Se establecen entonces diferencias entre vecinda-
rio s reales y potenciales (Bell, 1959), teniendo como parámetros las relacio
nes más o menos estrechas entre los vecinos.
Los estudios de la década del sesenta son un gran muestrario de la valori
z ación de estas relaciones solidarias organizadas en redes distintas de las ma
crocomunitarias y macropolíticas y de las familiares. La prestación de ayuda
mutua ante las necesidades socioeconómicas y la participación en la comuni
dad se constituyen en categorías de análisis de gran importancia que, en
nuestra opinión, terminan situándonos en el segundo gran contexto de nece
sidad de esta noción de barrio, formulado como la cuestión sobre la posibili
dad de la vida comunitaria en el seno de los modernos centros urbanosJ7.
No es de extrañar, entonces, que toda esta problemática se haya desarrolla
do teóricamente al ritmo de las requisitorias de los planes de renovación urbana
de las ciudades norteamericanas. Planes para los que había resultado revulsiva
la aceptación a pie juntillas de las proposiciones iniciales de los teóricos de la uni
dad vecinalJB , Durante los cincuenta-sesenta esta polémica tuvo nuevos ímpe
tusJ9 porque, por una parte, el encubrimiento de la segregación seguía operán
dose mediante esa noción (Isaacs, 1948) y, por otro lado, la constatación de esa
ansiada e ideal vida comunitaria se tornaba cada vez más compleja. La conside
ración del barrio como comunidad natural no era más que una forma de decir co
munidad ideal. Así se expresaban C. A. Doxiadis -quien lo valoraba como la co
munidad a escala.verdaderamente humana dentro de la sociedad moderna (Do
xiadis, 1964; cit. en Keller: 5-7)- y Lewis Mumford, para quien el barrio está le
j os de ser una mera creación romántica, ya que conforma una realidad tanto de
la ciudad del pasado, de raíz medieval, como del presente4°.
Al reseñar la importancia del barrio, Mumford recalcará el contenido de lo
que nosotro� hemos llamado los dos contextos de necesidad: la segregación y
el dilema de la comunidad ideal: "el establecimiento del barrio como importan
tísimo órgano de la vida urbana tuvo otros puntos de origen: uno se debió al
empobrecimiento social, y el otro, a un intento de integración social" (Mum
ford, 1969 : 101). Esta variable del barrio frente al fenómeno de desorganiza
ción urbana se referenciaba puntualmente en la problemática de los slums, de
los ghettos y, más tarde, con los nacientes suburbios residenciales de las gran
des ciudades norteamericanas, bajo el interrogante de si era posible la vida co
munitaria y participativa dentro de esas unidades, siempre con un significado
de residencia de capas medias no obreras que migran al centro para encontrar
mejores condiciones de vida comunitaria (Dobriner, 1958; cit. en Keller : 100).
3 7 Bott, 19 57; Neighborhood and community, 1954; Bracey, 1964; Kuper, 1964; Man, 1954; cit. en
Keller, Op. Cit. : 35.
38 Howard, 1902; Perry, 1923; D ahir, 1947; Goss, 196 1; Khan, 1961; Vagale, 1964.
3 9 Dewey, 19 57; Tyrrwhitt, 1950; Kuper, 1953; Glikson, 1962; cit. en Keller : 203.
4 0 "Los barrios existen, como un hecho natural [ . . . ] El barrio se compone de gentes que forman par
te de él por el solo hecho de nacer allí o de elegirlo como lugar habitual de residencia; Y los ve
cinos son gentes unidas, primariamente, no por sus orígenes comunes ni por propósitos análo
gos, sino po� la proximidad espacial de sus viv iendas" (Mumford, 1969: 96).
El barrio en la teoría social
1 0 4 ----------------------------..;.
La cuestión es que la nota común de esas tres referenciaciones, más la del
tradicional barrio obrero, es lo que algunos llaman el "sentimiento de barrio"
(Mumford, 1969 : 97), al que otros critican como reaccionario, como Catheri
ne Bauer (1952; cit. en Keller) o Jane Jacobs, quien establecía una analogía
entre el sentimiento vecinal y la vida aldeana y lo impugnaba sobre todo
cuando se lo esgrimía como recetario de la planificación urbana, en desmedro
-según ella- del sentido común y de la noción de la ciudad como un todo
(Jacobs 1961 : 112).
4 1 El reforzamiento de las organizaci ones comunales según distintos "niveles d e comunidad" se aso
cia a las clasificaciones de tipos de comunidades (Gottschalk, 1975), más o menos aptas para el
desarrollo de acciones organizada s.
4 Casey, 1980; Fernández Y Kulik, 198 1; Huckfeldt, 1983; Crenson, 1983; Herting, 198 5; Lagory,
2
1985 ; Conne.-ly, 1986; Cohen, 1987; Beauregard, 1990.
E=-
--�-------------------------- 1 1 1
l b arrio según la teoría social urbana de los últimos años
4 3 " H i potetiza mos q u e los ba rrios c o n stituyen con textos socia les i m p o rt a n tes d e n t ro de los c u a les los
i n d ivid u os fo rj a n la satisfa cción en s u v id a . E n el n ivel i n d ivid u a l d e l mod elo d e satisfa cción d e v i
d a , los res u lt a d o s está n a c o r d e s con i nvesti g a ciones p a s a d a s , q u e m u e stra n q u e l a ed a d , l a ed u
cación, l a inteligen cia y el esta d o civ il a fect a n l a sat isfa cció n . Los efectos d e l contexto b a rrial y l a
co m p a ra ción d e l p ro ceso socia l m u estra n q u e l o s h a b it a n tes r u ra les est á n m á s satisfechos q u e los
res ide ntes cita d i n os,- m i e ntra s las perso n a s que viven en b a rrios con un a lto cost o d e vida est á n
m e n o s satisfecha s . La g e n t e d e l ba rrio cuyo i n g reso p r o m e d i o está deva l u a d o d eb e esta r m e n o s
sa tisfech a " ( Fe rn a n d ez y Kulik, 1 9 8 1 : 8 40 ) .
4 4 L a s teorías son : 1 ) la ca l i d a d d e vida d e la u n i d a d territo ria l ; 2) el sentido d e l l u g a r; 3 ) l a i n te
g ra ción del i n d iv i d u o en con textos d iversos; 4) las l u c h a s d e cla ses; 5 ) la existen cia d e redes so
cia les i n fo r m a les que d a n esta b i l i d a d a d eterm i n a d a s s itu a c i o n es; 6) la satisfa c c i ó n por los i n d i
v i d u o s d e , 1 t ro de u n a u n id a d territoria l, y 7) el contexto social d e l vec; n d a ri o .
11 2 -----------------------------.;;;_
El barrio en la teoría soc ia l
acto res de la ci udad viven en ella o en sus barri os . Pero para situarse en e l
plano de la generación perman ente de con fl i ctos ex pl ícitos o latentes en l os
contextos barri ales, es preci so agregar a estos índ ices datos que los contra
digan, que i ntroduzca n cuñas ca paces de descubri r los otros signifi cados,
ocultos tras las pri meras verba l izaciones y, d e esta manera, desentra mar el
espaci o barrial en sus profundas texturas de senti dos cruzados .
45 Beyer, 1970; Banfield, 1973; Berry, 1973; Timms, 1976; Starnlieb y Hughes, 1980; Vand ell,
198 1 ; Meyer, 1984; Bourgois, Op. Cit. ; Clarke y Kirby, 19 :10.
El barrio según la teoría social urbana de los últimos años
---�------------------------- 113
De esta manera, se agrupan una serie de trabajos sociológicos que se es
pecializan en describir los problemas sociales en los barrios y en forma pun
tual en determinado tipo de barrio, que es considerado como causa de la pro
blemática social, sin estudiar mayormente el ' contexto global histórico que
produce esos barrios. Y esto se da aun desde posiciones progresistas, como
la de S. Clark, para quien el ghetto resulta, empero, una "patología institucio
nalizada " (Clark, 1975), sin detenernos en enfoques en los que las víctimas
terminan siendo los causantes de la segregación, o la de quienes hablan di
rectamente de "barrios degenerados" (Riesman, 1970: 7).
El barrio pobre y mísero adquirió, a partir de las luchas por los derechos
civiles en Estados Unidos, una especie de apogeo. Se habla de "los pobres
redescubiertos" (Matthews y Weiss, 1973), a partir de la acción de las agen
cias oficiales de asistencia. Y se continuó luego, poniendo el acento en la des
cripción de las maneras como los pobres sobrellevan sus vidas de penurias y
de qué forma el barrio les sirve de escenario para tareas a veces legales y
otras no tanto, como cuando se focalizan en "la economía clandestina de los
barrios pobres" (Sharff, 1987).
Un ejemplo de consideración del barrio pobre como variable independien
te es el del ya citado Bergel, quien explica cómo se constituye un barrio po
bre y por qué se mantiene: los inmigrantes tuvieron bastante tiempo para
adaptarse a la vida norteamericana y prepararse para un trabajo mejor que
les permitiese mudarse a un barrio mejor, pero no pudieron hacerlo por el re
chazo de la población norteamericana y su propia inclinación por mantener su
identidad y su sistema de valores y no "adaptarse al cambio". Y esa segrega
ción permitió que ambos grupos se mantuviesen sin conflicto. El barrio míse
ro, en consecuencia, no sería causa de desorganización, en tanto se manten
ga la segregación o, lo que es lo mismo, en tanto esos habitantes no mani
fiesten su disconformismo mediante la acción política. Pero al desaparecer la
generación primera de migrantes, aumentará la n orteamericanización y el sis
tema de valores entrará en crisis, por lo que el barrio desaparecerá o entrará
en conflicto con la sociedad mayor.
La segregación urbana adquirió la inevitable connotación de la discrimina
ción de tipo racial. Es la causa primera del fenómeno de segregación, al que le
siguen -según Tauber (1965)- la pobreza y la "elección". La segregacionali
dad a veces va acompañada de segmentalidad, o partición de un área del es
pacio urbano de acuerdo con identidades distintivas. En los últimos años la ca
racterización sirvió para registrar procesos de pauperización aún mayor de las
clases de trabajadores, arrinconadas en barrios que merecieron la atención,
pero más por su caracterización como pobres que por su identidad barrial.
Lo que resulta dificultoso es encontrar, en la literatura sociológica, una vi
sión que coloque en un plano de igualdad las racionalidades de los habitantes
de los barrios distintos ( ghettos o slums) y de la sociedad amplia, muchas ve
ces utilizado como eufemismo para referirse en realidad a la población blan
ca, digna y normal (no distinta) de la ciudad. Esto es lo que se trasunta, aun
El barrio en la teoría soc ial
1 14 ------------------------------..;.
hasta n uestros días, con disímiles trata mientos46 , pri ncipalmente cuantitati
vos, donde es si nto mático que el foco se coloque en determi nados sujetos so
ciales y no en l a s proble máticas tota les y co ntextua l es que l os produce n . E n
estos trabajos el barri o es s ó l o si n ó n i m o de á rea , a l a usanza de la escuela de
Ch icago, s i n que se sugi era al menos com o objeto siqui era el mundo s i mb ól i
c o con citado a su a l rededor47 •
Es posi ble destacar los aspectos críticos que s u byacen a esta producció n .
En pri mer lugar, la consi deración de lo barrial -espaci a l co mo vari able, cap az
de condicionar co m po rta m i entos , o al menos de tipi fi carlos pa ra su expl ica
ción sociológica . El solo hecho de partir del trata m i e nto de ba rrios distintivos
coloca este dilema en la agenda de la reso lución d i ferencial de los problemas
de l a ciudad, co mo s i el contexto q u e a ba rque a estos problemas desde sus
causas hasta sus efectos n o pudiera extenderse hacia las partes no distintas
de l a ciudad .
El du al i s mo ti pológico que late en estos enfoq ues nos recuerda a sus an
tecedentes cl ásicos y a sus emergentes proyectados en l a u rbanización suba l
tern a . El interrogante e s de q u é man era s e verá n o n o reeditados e n l os tres
contextos que vere m os enseg u i da . En segundo términ o, su byace una idea
e m pobrecida o ya un tanto d ificu ltosa d e probar, en cua nto a s u vi gencia real ,
que es la de la m ov i l idad soci a l . N o obstante, se m antiene el m o d e l o de la es
trati ficación de clases baja-media-alta, propio de la visión m ecanicista y fi lo
sófica mente idealista d e la sociología nortea merica n a hegemónica .
El tercer aspecto que nota mos es la v igencia plena del foco en lo desviado
respecto de los procesos sociales pre-entendidos como normales. De esta ma
nera , entra n en l a m i ra ci entífica los objetos que se apartan de la idea de in
tegración , coh esión , eq u i l i brio y contro l , y los barrios quedan col ocados -en
forma explícita o n o - en el extre mo de las ca usas o condiciones de esas pa
tologías. La d i ferencia étn ico-soci al -aun desde disti ntas posiciones ideológ i
cas - es considerada de p o r sí co mo problemática y naturalizada como den
tro del objeto de a n á l i si s d e los des-órdenes urbanos.
Queda la necesidad de propender a un proceso real , ideal o i mposible -se
gún los casos- de adaptación a l o que se sobrentiende que es sa no, ordena
do, racional , equ i l i brado, por no-pobre y n o-disti nto . Resu lta si nto mático que
el modelo d e la satisfacci ón y las preferencias respecto de la vida en los ba
rrios encaje con. estos íte m s : son l os problemas y el desorden de las partes
disti ntas l os q ue producen de parte de l os sectores no-distintos l a necesidad
de a poya r acciones de a daptaci ó n .
Y esto se rea liza sobre l a b a s e de una l ectura litera l de los significados ex
presados en la encuesta de opinión cuantitativa y por considera r como dato la
6) El barrio de la política
El establecimiento de la funcionalidad barrial no es, sin embargo, patri
monio exclusivo de los modelos formalistas o normativos, ya que toda teoría
-por más constructivista que pretenda ser- implica el establecimiento más
o menos velado de un orden regulado, al menos en la forma de ver la reali
dad. En el terreno de la política y del poder en los barrios esto puede recibir
enfoques de uno u otro lado.
Se han visto las distintas formas de vincular el mundo de la política en sen
ti do específico y el micromundo del barrio, a veces colocando a éste como ver
dadera "escuela" de aquél.
Al tratar esta relación entre lo barrial y lo político dentro de las teorías ur
banas de las últimas décadas, en principio, puede distinguirse la planificación
e implementación de políticas dirigidas hacia o para los barrios. Ya en lo es
pecífico, hay dos ejes: primero, el del poder que se atribuye al barrio como
ámbito local, en sus organizaciones, movimientos e instituciones, que nuclean
o no a los actores sociales residentes en los barrios, y sus conflictos y luchas
con poderes centrales estatales y privados.
Segundo, el dilema del valor político que se les puede asignar a los barrios
desde distintos paradigmas de lo que se entiende por poder local, que adquie
ren vigencia, por un lado, en los problemas sociales incluidos en determina
das unidades barriales y los modos de abordar sus soluciones de parte de los
actores y, por el otro, en la organización y la participación vecinal en torno a
los movimientos generados desde ese poder. Y en cuanto al valor político, se
articulan los interrogantes sobre la importancia del barrio como escenario sig
nificativo de la dinámica socio-política considerada determinante.
les, incluidas aquellas que deshistorizan una parte de esos procesos, por con
siderarlos esencias autónomas del condicionamiento histórico. Es en este con
texto donde se articula la pregunta y el posicionamiento por el valor trascen
dente del barrio.
Las conceptualizaciones del francés Henri Lefevbre y del argentino Juan Jo
sé Sebreli, a pesar de sus dispares puntos de origen y niveles de sustenta
ción, son un ejemplo ilustrativo del paradigma de la modernidad aplicado a lo
barrial en términos de valor. Manejan un concepto de barrio como decadencia
o supervivencia, que termina finalmente emparentándolos.
Como di ferencias más signi ficativas respecto del culturalismo podemos se
ñalar que acá la referenciación se hace en función de realidades más univer
sales, por incluir la vida barrial en Europa o, para el caso de Sebreli, de rai
gambre inmigratoria europea en Argentina, en reemplazo de las tipicidades de
clase media norteamericana que estaban en la base evaluativa de los autores
reseñados en el capítulo anterior.
Se vuelve aquí a transitar el plano de los procesos sin sujetos como varia
bles independientes de las representaciones de los actores. Y a diferencia del
culturalismo en el Tercer Mundo, en esta ocasión el fenómeno básico que se
refleja, más que la mudanza del campo a la ciudad, es la no-mudanza, el que
darse, la supe rvivencia barrial respecto del modelo de un mundo en cambio
constante e históricamente ascendente . El papel del barrio en relación con esa
Historia será considerado de gran importancia por estos autores.
El punto de partida del pensador marxista es una denuncia sobre la exis
tencia de lo que él llama una "ideología del barrio ", que sería pa rte del senti
do común y cuyo peligro -para él -:- residiría en pretender "organizar la vida
urbana bajo el modelo del barrio", en pro de ciertos valores de tipo humanís
tico y ético para los que el barrio resulta ser "el ámbito natural de la vida so
cial auténtica" ( Lefevbre, 1 9 73: 1 9 5 - 2 0 3).
Se coloca de frente al conservadorismo de esta ideología, que -dice Le
fevbre- es sostenedora espontánea y consciente del statu quo y representan
te de un "primitivismo antropológico y sociológico", ya que hace -según él
una apología de la parroquia y una glorificación del barrio como parte de una
"ideología comunitaria", cuyo fin es el congelamiento de la vida social de
acuerdo con una utopía supuestamente democrática, que encubriría las rela
ciones reales de la sociedad históricamente determinada. Lefevbre critica a
esta ideología porque deja de lado lo específicamente social de la realidad y
extrapola lo accidental, evaluándolo como esencial. Él lo contrapone a una
concepción de la "ciudad como totalidad", dentro de la cual -afirma- el ba
rrio no juega ningún papel funcional o institucional :
"El barrio no tiene ningún aparato organizado, o casi ninguno. En el barrio
no se forman ni se instituyen los papeles sociales, las conductas o los com
portamientos. El barrio no interviene en la proclamación de valores dominan
tes. Como mucho, podemos relacionarlo con la sociabilidad espontánea [y es -
E l barrio
::-- la teoría social urbana de los últimos años
-=-----------------
-según --------- 117
48 Los temas tratados son : la empresa privada y las políticas públicas, estrategias y contrastes en
el crecimiento de las élites urbanas, contexto de privatización de las instituciones públicas y des·
mantelamiento del Estado Benefactor durante los och enta.
E
l barrio según la teoría social urbana de los últimos años
---�------------------------ - 121
lDe qué manera se realiza esta resistencia? Diversos estudiosos revelan
cómo, de acuerdo con sus intereses de clase contrapuestos, pujan la ciudad
"baja" y el poder empresarial, en cuanto a quién dicta los códigos urbanos
(Cummings y Snider, 1988: 153-181). Otros describen cómo la droga, las
apuestas y el comercio ilegal se transforman en una verdadera "sub-econo
mía barrial" mediante la cual los pobres sobrellevan su situación en el ámbi
to específico del barrio (Scharff, 1987), a lo que se suman los trabajos sobre
el sector informal de la economía. Esto plantea la continuidad teórica de los
dualismos tipológicos, con otros rostros: marginalidad, informalidad, estrate
gias de ayuda mutua y supervivencia.
El dualismo revive en quienes ubican al sector informal como "opuesto" al
capitalismo desarrollado y causado por la cultura atrasada de los grupos so
ciales "distintos" en las grandes ciudades. Saskia Sassen-Koob (1989) esta
blece que el sector informal "es producto del capitalismo avanzado" y no una
rémora de la cultura de los grupos étnicos que lo desarrollan49. Destaca la lo
calización barrial de pequeñas empresas en las grandes ciudades y todo el de
sarrollo de una "economía de barrio", que consiste en una variedad de activi
dades que encuentran la demanda para bienes y servicios dentro del barrio,
incluyendo las necesidades de los inmigrantes residentes en otros vecindarios,
que pueden carecer de facilidades comerciales. Estos bienes y servicios, en
general no son provistos por la llamada economía mayor o formal, por sus
costos de traslado o por sus precios elevados.
El trabajo de Rayna Rapp se ocupa de mostrar las formas en que se orga
nizan económicamente las familias de un barrio de gran ciudad. A esas for
mas de organización las incluye dentro de lo que considera "nuevas formas de
cultura urbana", producidas por la segregación social en la ciudad industrial.
Desmistifica la imagen dominante que culpabiliza al pobre y a su barrio por su
propia situación, y describe cómo a nivel de la familia se reproducen simbóli
camente los roles de la sociedad. Parece inclinarse por rescatar más el papel
de la familia que el del barrio, si bien la familia pobre da su signo a la orga
nización económica barrial (Rapp, 1988).
Hasta ahora, la subeconomía de barrio era hallable en las comunidades de
inmigrantes, en los barrios bajos, pero el caso de las áreas suburbanas a don
de se trasladan las capas medias muestra que numerosos bienes y servicios
son provistos por los trabajadores informales. La gran demanda de trabajo in
formal (sobre todo de la construcción) se origina en la gran economía, y la su
beconomía de barrio sirve para estabilizar los ingresos de un vasto sector. ·
Surge finalmente la siguiente pregunta: llo que para los burócratas es una
simple evasión de impuestos no puede ser visto desde las políticas públicas
como una forma constructiva de afrontar el desempleo en esos barrios? Esto
es: como una estrategia de adaptación a la situación creciente de informali
zación del empleo. Ya habíamos visto cómo Portes considera al sector infor-
49 "La actual fase de la industrialización avanzada posee condiciones que inducen el crecimiento de
una economía informal en las grandes ciudades" (Sa..sen-Koob, 1989 : 60).
El barrio en la teoría soc ial
122 -----------------------------
mal como regresivo respecto del desarrol lo capitalista y el resultado de la lu
cha de clases, por la cual el capital impuso volver a pasadas épocas de l as que
las había apartado la lucha obrera y hoy puede ejercer en plenitud su dese n
tendimiento de l a cobertura de derechos para la sociedad en su conjunto y so
bre todo para las clases que producen la riqueza .
Con esta concepción del barrio como resistente desde lo cotidiano de su
práctica económica o sub-económica informal y hasta clandestina, adquiere
vigenci a l a capacidad de generar cultura en cierto modo específicamente ba
rri a l . El barrio pasa a obtener una funcionalidad distinta a la forma l , volcán
dose más hacia l a interstici alidad, o contexto donde se puede dar con mayor
frecuencia la construcción de opciones en las contradicciones de los sistemas
formales ( labora l , urbano y lega l ) .
los de sectores medios. Allí, los problemas pueden ser otros, pero la neces i
dad de construir una comunidad parecería replicarse: "las organizaciones ba
rriales brindan un sentido de comunidad a los residentes del barrio, reducien
do el sentimiento de aislamiento y temor ante el crimen que prevalece en de
terminadas áreas" (Daykin, 1988: 357).
En los suburbios de clase media surge la problemática del "exceso de lo
calismo" y la necesidad de establecer barreras democrático-institucionales pa
ra el control barrial, que pueden ser la dependencia externa de centros muni
cipales de decisión o barreras de tipo legal. Del otro lado, está entablada la
lucha por la independencia de las asociaciones barriales hacia un mejoramien
to de la calidad de vida urbana sin depender de los centros de poder. Para
unos y otros es recurrente la cuestión de la baja participación de la gente en
las asociaciones barriales.
Unos se preguntan si existe un comportamiento político distintivo entre los
residentes de barrios pobres y de barrios ricos, o entre negros y blancos, o
entre clase media y clase baja (Berry, Portney y Thomson, 1990). Se especia
lizan en lo que llaman "comparaciones barriales" y trabajan con un mapa que
distingue entre barrios pobres y no pobres y hacen un análisis cuantitativo del
comportamiento político sobre la base de la participación de la gente en las
organizaciones políticas locales.
Logan y Rabrenovic estudian las asociaciones vecinales, en relación con
proyectos territoriales, en conflicto con los gobiernos locales y los negocios in
mobiliarios y los proyectistas estatales en el contexto del modelo de la gran
máquina de crecer de Molotoch. También cuantifican la participación, sobre
todo donde las asociaciones luchan en defensa de sus barrios suburbanos.
Más cercano a un enfoque antropológico, aunque exponiendo cuadros
cuantitativos, el trabajo de R. Oropesa en Washington relaciona la estructura
social con la generación de solidaridad social y el involucramiento en asocia
ciones vecinales. La participación en organizaciones se da, afirma, más por los
lazos sociales que por el modelo del apego psicológico, que pretende explicar
esta participación en la comunidad en términos individuales.
En un estudio en la ciudad de Pittsburgh, Louise Jezierski, con un enfoque li
beral, muestra las luchas de las asociaciones barriales para participar en el pro
grama de revitalizar su ciudad, como una tensión entre los intereses barriales
con los públicos y privados generales. Su participación es reconocida como ne
cesaria para legitimar esos propósitos oficiales, pero también son excluidas de
las decisiones políticas que hacen al desarrollo económico del barrio y la ciudad.
Con un criterio explícitamente de gestión vecinal, Jezierski desarrolla las teorías
de asociación y corporación, según las cuales es posible construir el consenso
dentro de ciertas posibilidades y límites producidos por las contradicciones en
tre los intereses barriales y los de "la sociedad", ya que "hay límites inherentes
para la legitimidad en la estructura de la relaciones sociales" (Jezierski, 1992).
Tanto la organización como la participación constituyen los tópicos de la
cuestión política en los barrios. Para la década del ochenta, ya un trabajo de
E barrio según la teoría social urba na de los últimos años
l
---�----------------------- 12 5
M atthew Crenson había real izado algunas dist inciones que resultan importan
tes . En Las políticas del barrio ( 1 9 8 3 ), decía que las activ idades barriales son
esencialmente políticas, aunque mayormente no se las considere así. El ba
rr io es una empresa potencialmente política y ese carácter está definido por
las funciones que desempeña. Los barrios no son gobierno, pero "promueven
el asunto de gobernar''.
Ad hiriendo a los teóricos de Ch icago, reitera que hay que ver a los barrios
en una línea que va desde la política barrial hasta la nacional, en una conti
nu idad dentro de una var iación. Pero además establece que hay un sustrato
del sistema polít ico que existe en los barrios: es la sociedad civ il, de la cual
depende el gobierno. Y plantea esto como una v is ión alternativa de los estu
dios políticos que los reducen a lo institucional.
lCómo es esto de la política de por sí en el barr io? En el barr io, d ice, los
consumidores son generadores de serv ic ios públicos (l imp ieza, salud, seguri
dad ). Cuando los barrios generan estos servicios públicos propios s igni fica que
los vecinos han constitu ido relaciones políticas entre ellos. Que los vecinos se
junten para limp iar un callejón no puede considerarse meramente un asunto
privado. Están creando un servicio públ ico y haciendo un t ipo de trabajo polí
tico . Ya Locke y Rousseau -recuerda- habían establecido que el ciudadano
debía establecer lazos políticos y consensuados entre sí antes que pud ieran
hacer conven ios con reyes y leg isladores. El barrio representa, entonces, la
comunidad política coleg iada entre los gobernados.
Lo más importante es que Crenson distingue entre relaciones de vecindad e
identidad barrial, y establece que la política en el barrio depende de ambas
cuestiones . Recuerda el trabajo de Suttles, donde se d istinguía entre los barrios
que adquieren identidad independ ientemente de las relaciones de vecindad que
establezcan los residentes en ellos, ya que el barrio desarrolla en general una
identidad por su representación hacia el exter ior, por cómo se lo ve desde afue
ra de él. De esta manera, dice, un barr io adquiere def inición e identidad no tan
to por la conciencia de sus integrantes acerca de sus lazos de identidad, s ino
por la verificación de que ellos hacen al espacio y son diferentes a otros.
Las relaciones de vecindad entre residentes, en cambio, no serían esencia
les para la identidad de los barrios, que se refleja pr inc ipalmente en sus nom
bres y límites. Esto puede ser om itido desde las instituciones oficiales pero se
guramente estará v igente en los mapas mentales de la gente. As im ismo, se
resalta la fuerza de la memor ia barrial y las trad iciones locales. Crenson es
tablece que existen culturas barriales que t ienen efecto en las polít icas barria
les. Se pregunta, entonces, si las activ idades políticas dentro del barr io se
producen por la cultura del barrio en forma d ist int iva o respond iendo a los
mismos patrones que la política general de la sociedad mayor. Hay -c ita a
Hunter- qu ienes hablan del barrio como una sub-sociedad, en relación con
las macrofuerzas sociales más determinantes.
"Quiere decir -cr it ica- que hay quienes no toman al barrio como una cria
tura viviente sino como un repositorio de objetos sociales agrupados por las
El barrio en la teoría social
1 2 6 ---------------------------- --
fuerzas modeladas por la sociedad mayor, y hay quienes lo consideran como
una cultura autocontenida, con relaciones horizontales entre los residentes,
como una unidad social en funcionamiento, no como un inventario de ingre
dientes sociales ensamblados de acuerdo con un recipiente deducido por las
macrofuerzas de la sociedad" (Crenson, 1983: 54).
Es necesario, entonces, distinguir entre el poder político que tiene al ba
rrio como escenario específico y el valor de lo que sería una dimensión barrial
que actúa no como poder evidente o explícito sino como constructor de poder
en los significados más profundos de la vida social. Esto último es lo que pun
tualmente nos interesa más. Con el concepto más antropológico de lo político
de Crenson es ponderada la vida barrial como un valor político, dado por lo
cotidiano de su socialidad primaria, pero más po·r la identidad barrial. Queda
ría la comparación latente entre esta posición y la de Lefevbre, de aparente
signo contrario.
munidad con relaciones sociales nítidas, acotada a una unidad ñsica deter mi-
-
El barrio en la teoría socia
l
des no se deben a defectos del modelo sino a la ejecución de los propios prin
cipios de éste. Las segregaciones, exclusiones y consecuencias de la planifi
cación para los residentes de determinados barrios encuentran explicación en
esos mecanismos de fondos 1 .
Entre tanto, otra producción ronda lo específico cuando se trata de definir
los detal l es de las realidades barriales en los procesos de renovación urbana,
utilizando categorías más operativas, desde el marco teórico del desarrollo ur
bano, como estabilidad, cambio, crecimiento, deterioro, calidad de vida, reha
bilitación funcional , inversiones y patrones de conducta espacial , realizando
mayormente enfoques cuantitativos de indicadores estándars2. El barrio que
da expuesto en su referencialidad espacial como escenario de aconteceres so
ciales, pero como un escenario-laboratorio, al que llega la racionalidad de la
planificación. Se lo concibe con actores incluidos en él, pero a los que no se
atribuye más que la racionalidad de la satisfacción o no, de la aceptación o no
de lo que se planifica no con ellos, sino para ellos.
Y en esta visión hegemónica subyace una idea de orden, de la que el barrio
se concibe como ajeno en la fuente al menos, si bien cercano como mero des
tinatario receptor. Porque el barrio aparece como fuera de la lógica del sistema
capitalista dentro de la ciudad, como recipiente de los efectos sin lógica.
51 Sleeman, 1984; Molotoch, 1988; Susser y Kreniske, 1988; Miller, 198 8; Higgins, Deakin, Edwards
y Wicks, 1983.
5 2 Downs, 198 1; Laska, Seaman y Me Seveney, 1982; O'Brien y Clough, 1982; Stover, 1992.
E l barrio en l a teoría soci al
138
53 Así opina el español Daniel Zarza : "Frente a las abstractas visiones pseudocientíficas mu ltidimen·
sionales del sociologismo y economicismo de felices agr upaciones de barrios obreros, propias del
socialismo utópico, del fu ncionalismo ingenuo o del taylorismo reduccionista, aparece un urbanis·
mo que estudia la ciudad como fenómeno puramente físico, delimitando la disciplina desde la vi·
sión morfotipológica, investigando soluciones tangibles, verificando las innovaciones sin negar la
raíz utópica, revolucionaria, transformadora, del proyecto moderno. [ . . . ] Entender la ciudad como
sitio, valorando su lu gar como espacio enriquecido y complejo en transformación constante a par ·
tir de las permanencias estructurales. El entendimiento del lugar como Antropología, espacio de
los mitos históricos, como expresión y manifestación artística total y colectiva" (Zarza, 1989: 29) .
Este paradójico juego de asunciones teórico-metodológicas, dadas por la postura del diseño con
creto y físico, despojado de ilusiones pero no de las representaciones que acerca del espacio se
hac\!n las sociedades, las clases, los grupos, viene teniendo ade¡,tos en número creciente.
El barrio según l a teoría social urbana de l os ú l timos años
---�------------------------ 1 3 9
Estos autores critican la asunción espacialista de la Arquitectura e intentan
recuperar la dimensión significativa, vivida o simbólica del espacio, al que tra
tan como un objeto de observación, análisis e intervención. Critican el exce
so de abstracción en la concepción del espacio sin actores de arquitectos y di
señadores. Hablan de "espacio vivido" como concepto central, que tiene mu
cho que ver con la noción de barrio.
Cuando David Harvey define la "imaginación geográ fica" o "conciencia es
pacial", o capacidad humana que "permite al individuo comprender el papel
que tienen el espacio y el lugar en su propia biografía, relacionarse con los
espacios que ve a su alrededor y darse cuenta de la medida en que las tran
sacciones entre los individuos y organizaciones son afectadas por el espacio
que los separa", la ejemplifica como la relación que existe con el barrio, su
zona o, utilizando el lenguaje de las bandas callejeras, el territorio (Harvey,
19 77 : 1 7 ) .
Esta línea teórico-metodológica ha sido desarrollada por especialistas de
diversas disciplinass4 • Básicamente se plantea aquí la cuestión del orden. La
ruptura principal que realizan estos autores se sintetiza con la frase de Amos
Rapoport: en la ciudad no hay un orden sino órdenes . Para esto es crucial el
concepto antropológico de cultura, como sistema de significados, en una vi
sión necesariamente relativista, para la cual las 'Ciudades y los barrios apare
cerán como "mundos sociales" propios, microcósmicos, todos igualmente ra
cionales en sus propios términos, a los cuales se debe tener en cuenta a la
hora de diseñarlos.
Leonardo Benévolo considera que los arquitectos se han especializado de
masiado en el tema de la vivienda y han subordinado la importancia del ba
rrio como unidad contextual donde adquieren significados sociales los aconte
cimientos ocurridos en las viviendas. A la hora de definir, sin embargo, no
trasciende la noción funcional, ya que acota el barrio a la "asociación prima
ria que comprende un cierto número de viviendas con sus servicios colecti
vos" (Benévolo, 19 7 8 : 1 7 0 ) .
Para Rapoport, el barrio es tanto agrupación social como enclave urbano
intermedio entre la familia y los grupos más amplios y heterogéneos de la ciu
dad. El barrio sirve y ha servido como referencia para clasificaciones cultura
les, étnicas, religiosas. La frase "cada uno en su barrio" implica el sentido se
gregacionista de lo barrial como su carácter de herramienta para ubicarse so
cial, cultural y espacialmente. Por eso en el barrio es donde se ponen en jue
go primordialmente los esquemas cognitivos que hacen posible el posiciona
miento simbólico en la ciudad.
En función de esto, adquiere importancia la homogeneidad de valores,
creencias e identidades; en suma: homogeneidad cultural más que social.
54 Berman, 1988; García Canclini, 1990; Goffman, 1989; Hall, 1990; Hannerz, 1989; Harvey, 1989;
Herrá n, 1986 y 1988; Kowarick, 199 1; Liernur, 1966; Lynch, 1966; Martín-Barbero, 198 8; Rapo
i,ort, 1984; Silva, 1992.
El barrio en la teoría social
14 0 ------------------------------
Asociación entre lo cultural y lo barrial del espacio urbano que es tratada con
detalle por Rapoport, cuando pondera la importancia de los símbolos ( Rapo
port, 1 9 78 : 2 3 2) . Compartir una misma imagen de estilo de vida, una religión
o una cultura constituyen los elementos que más se deben tener en cuenta a
la hora de prever las satisfacciones y el nivel de preferencias de los habita n
tes de los barrios . Lo avala -para Rapoport- el estudio antropológico e his
tórico de los barrios en los distintos tipos de ciudades y en los distintos tipos
de culturas y épocas .
Es tal la incidencia que para él tiene el proceso in herente de lo que lla ma
"agrupación homogénea", que, a la hora de las decisiones de diseño, no tener
en cuenta esta relación entre lo espacial y lo social, este mosaico de procesos
comunicativos que conforman los barrios, es crucial . Y resalta lo que denomi
na el "papel mediador del barrio", entre esas decisiones de diseño y el mun
do de los actores a quienes van destinados los diseños . El ejemplo más sin
tomático de la importancia soslayada de los factores simbólicos está dado por
la planificación de barrios en la U RSS (años sesenta), donde -cuenta Rapo
port- el Estado pretendió que no se crearan agrupaciones informales por el
criterio de homogeneidad cultural o social en los barrios, que escaparan a su
control, pero fue imposible, ya que las redes de relaciones de grupos prima
rios se formaron en forma espontánea .
El autor más citado dentro de los diseñadores es el f rancés Michel-Jean
Bertrand . En diversos trabajos, pero principalmente en su libro La ciudad co
tidiana ( 1 98 4), habla de tres dimensiones del concepto de barrio :
l . el barrio espacial, donde se verifica la diversidad de la noción de barrio,
su ambigüedad, su falta de fijeza en sus límites precisamente espacia
les, su carácter de ser parte de la ciudad como un todo, pero una par
te más informal que formal o normativa de espacio urbano;
2 . el barrio sociológico, dado su carácter de porción de la ciudad donde
prevalecen la proximidad y la vecindad, donde se congregan los encla
ves étnicos e históricos, donde se referencian las diferencias sociales y
donde se aglutina -como barrio- un microcosmos donde todo resulta
familar, tranquilizado r, seguro, distinguiéndolo de la unidad de vecindad
funcional y ad ministrativa, aunque reconoce que el barrio es un siste
ma funcional co mo unidad de consumo y de se rvicios (y esto es funda
mental para el diseño de las ciudades, pensando en el destinatario);
3 . el barrio vivido, el que a uno le pertenece, el conocido y apropiado, el
que forma parte de un espacio íntimo; Bertrand titula un capítulo " Vivir
su barrio", y describe en forma ponderativa cómo el barrio es construi
do a través de los signi ficados sociales y a la vez sirve para producir
sentidos compartidos, cuando, por ejemplo, se valora al barrio "a pesar
de los defectos".
No obstante que es el modelo de la satisfacción el que tiene más vigencia,
y con mucho mayor ímpetu para los enfoques cuantitativos, es posible desta
car estudios donde lo que se focaliza no es el mero discurso directo de los ve -
El barrio según la teoría social urbana de los últimos años
---�-------------------------- 14 1
cinos. Se le suma el análisis de los "mapas mentales" con que se concibe al
barrio (Gould y White, 1979), la experiencia visual y ubicaciones espaciales
de los residentes barriales (Rieser y otros, 1992), las formas en que los veci
nos perciben, por ejemplo, el crimen y el desorden y su relación con el mie
do en determinados barrios. Esto también se hace mediante métodos cuanti
tativos, ponderados por su "objetividad" (Perkins, Meeks y Taylor, 1992), y lo
que se da en llamar la "imagen congruente en los barrios residenciales [que]
promueve el apego al lugar", mediante encuestas de preferencia, análisis de
discurso y tabulaciones cuantitativas, donde se distinguen dimensiones de la
percepción que van desde la "relación con lo natural", hasta el "aislamiento",
la "rusticidad", la "tranq uilidad" y el "estilo de vida rural", definidos desde los
actores (Hull, 1992).
Tres arquitectos argentinos se han ocupado de reflexionar sobre lo barrial
a partir de la constatación de la crisis urbana de nuestras ciudades. José Bar
baga!lo plantea la necesidad de tener en cuenta al barrio en el diseño urbano
·yío -define como el "sector urbano de límites variables y como módulo social
elemental, primer escalón de la conciencia social-espacial urbana [;] el barrio
se demuestra como una unidad definible por encima de lo individual, clara
mente plurifuncional" (Barbagallo, 1983: 6). Acordando con Bertrand, desta
ca la necesidad de ver el espacio vivido en su diversidad y la importancia de
la identidad, el modo de vida, la historia y la acción de los interesados en to
do proceso de mejora. Fundamenta que el 75 por ciento de la población de
nuestras ciudades realiza sus desplazamientos cotidianos en el área de su re
sidencia, en su barrio, aunque plantea una oposición ciertamente discutible,
cuando dice que "no existe barrio en el lugar de trabajo", naturalizando quizá
el concepto de trabajo al del oficinista del centro.
Marcos Winograd ubica al barrio como dimensión urbana de un nivel ope
rativo menor que el de la ciudad, en relación con la conciencia social en la vi
da cotidiana. Trata de demostrar cómo se construyen identidades sociales cu
yo referente espacial es el barrio, al que define como "una dimensión particu
lar del ámbito urbano" (Winograd, 1982 : 50). Critica a la ideología hegemó
nica de la planificación, porque "no toma en cuenta la significación de la apro
piación social del espacio, y la acción transformadora, por ende proyectual,
que el uso social pueda engendrar sobre las formulaciones y proposiciones
elaboradas en el plano de la teoría..." (íd. : 5 1) y enfatiza la necesidad de te
ner en cuenta el uso y apropiación social del espacio en acotamientos parcia
les, como el barrio.
El diseñador no sólo debe observar las necesidades sino también crear con
cíencia acerca de ellas y registrar la conciencia real de los habitantes respec
to de las necesidades. Y así entiende que debe ser planteado el tema de la ca
lidad de vida, en articulación entre la conciencia y las necesidades sociales. La
conciencia social supone que se manifiesta en las organizaciones de barrio y
su participación, y no es posible la rehabilitación urbana sin tenerlas en cuen
ta. Su concepto de fondo de lo barrial lo acerca al tópico de la comunidad pre
urbana.
El barrio en la teoría soc i al
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"la gran ciudad es el reino del anonimato, [mientras] el barrio produce solida
ridad . . ." (Castells, 1979: 111). Todo, como vemos, en el terreno de los valo
res y las representaciones.
Ya hemos dicho que en realidad Castells está criticando más propiamente
al culturalismo que, vestido de relativismo, encubre el más rancio etnocentris
mo y sociocentrismo de clase (por ej., Bergel, 1959). Posiciones más eclécti
cas como la de Marcel Roncayolo, cuando incluye dentro de la investigación o
teoría urbana la importancia de la ciudad misma -y por ende, también sus
partes barriales- como representación o conjunto de representaciones sim
bólicas (Roncayolo, 1988: 119), resultan, entonces, menos descalificadoras
de una corriente que hoy se abre camino por necesidad de una ruptura con
esas naturalizaciones que Castells también impugna.
La dimensión barrial, sin embargo, se extraña en antropología. En una de
las primeras obras en español de antropología urbana, el libro de Rodolfo
Quintero Antropología de las ciudades, publicado en Caracas en 1964, se po
ne el acento en el aspecto humano de las ciudades y los procesos de urbani
zación. Pero no se detiene a considerar la realidad barrial en su tratamiento
específico. Cuatro décadas después se enuncia en forma explícita la carencia
de trabajos sobre lo barrial como sistema de símbolos. Jacques Gutwirth, ha
ce más de quince años, señalaba a la nQción de barrio como abarcadora de
"ideología, realidad y vivencia" (Gutwirth, 1987 : 4 5).
Etnicidad barrial
En forma confluyente, identidad y cultura han sido vistas como un único
proceso en el fenómeno m.ás clásicamente objeto del trabajo antropológico :
la etnicidad, en este caso urbana, o sea, tal como se constituye cuando se to
ma como referente el espacio urbano. Dentro de esta problemática, adquirie
ron estatuto importante los dispositivos ideológicos o de representación sim
bólica mediante los cuales los distintos grupos sociales constituyen estos fe
nómenos de la identidad y la cultura, o etnicidad, y cómo viven y se repre
sentan el macro-fenómeno de la segregación urbana. Son trabajos que se si
túan en la dimensión de lo que podríamos llamar construcción del consenso
urbano para la segregación, que redunda en identidades y diferencias indica
tivas de la heterogeneidad del espacio social urbano.
A partir de esta plataforma común, se abre una diversidad de enfoques que
van desde los más mecanicistas, idealistas (en términos filosóficos, en oposi
ción al materialismo histórico) y funcionalistas, hasta los (en un sentido am- ·
plio) marxistas, que dan cuenta de los procesos estructurales de de tigualdad
en la apropiación del espacio, construcción de la subalternidad y la hegemo
nía en las formas de representar simbólicamente la ciudad y sus partes.
De esta manera, se pueden encontrar los clásicos estudios sobre segrega
ción residencial, a la manera de Tauber (1979), que describen en realidad los
procesos de exclusión urbana bajo el ropaje de la problemática racial y don-
la teoría s o ci. El b arrio en
146 --------------------------� � oI
55 Como el caso de Hong Kong, donde sucesivas oleadas de chinos que hablan formado barrios dis
tintivos entre ambas guerras, los vieron desaparecer debido a la superposición de estratos bur·
gueses huidos del triunfo comunista de China Popular, pero mantuvierQn su identidad en forma
espacialmente discontinua.
El barrio según la teoría social urb ana de los últimos años
- ---------------------------- 149
Gary McDonogh estudia al barrio chino de Barcelona. En tanto la literatu
ra y el periodismo lo han tomado como un "símbolo de maldad", quienes han
constituido el barrio y viven en él y quienes tienen una visión crítica respecto
de él -porque conocen sus problemas y trabajan en sus reformas potencia
les- tienen una imagen distinta. Para los periodistas, los novelistas y los re
formadores, el barrio chino es una zona de violencia, pobreza, drogas, pros
titución y deterioro social y moral. Pero se ignoran las aspiraciones y los va
lores de quienes viven en el barrio, o sus adaptaciones creativas a la margi
nación dentro de la ciudad capitalista, dice McDonogh. Se trata -propone
de escuchar las voces de quienes viven dentro del barrio, y lo toma como una
"producción ideológica".
Por un lado, describe la historia del barrio en su relación de subordinación
urbana e ideológica respecto de la opinión pública dominante, y cómo el ba
rrio llega a los titulares de los diarios por ser problema . Y, por el otro, estu
dia el estilo de vida de sus habitantes, su cultura como un todo, y la forma
en que los historiadores locales lo sitúan como fenómeno del pasado. La con
clusión es que la estructura de subordinación ideológica que hace que el ba
rrio no pueda superar su imagen de maldad generalizada prevalece porque
esa ideología no tiene en cuenta la relación de causalidad entre la realidad
concreta del barrio en su subordinación urbana (como sector marginal de la
ciudad) y las voces del barrio mismo, que él se ocupó de registrar (McDo
nogh, 1987).
En un trabajo posterior, vuelve a construir como objeto de estudio la cons
titución de la cultura urbana en términos de conflicto y manipulación de imá
genes sobre la relación entre el espacio barrial y la moralidad de clases socia
les y géneros. Toma los bares del barrio chino y estudia la relación entre los
sistemas de interpretación cultural y la organización social, en el í™smo ba
rrio. Define la cultura de las ciudades como caracterizada por tensiones con
tinuas en medio de sistemas simbólicos, que configuran el espacio social y de
limitan las categorías y los grupos sociales.
Las categorías urbanas significantes toman forma dentro de conflictos tan
to ideológicos como de poder político. Los sistemas de clasificación social de
los grupos dominantes se imponen en el sentido común del promedio de los
ciudadanos. De este modo, el problema de la cultura urbana no se reduce a
sus categorías específicas, sino que hay que verlo en relación con el proceso
histórico y la formación social de esas categorías, como elementos constituti
vos de la vida urbana. Dentro de ese esquema de lucha ideológica, se erigen
modelos alternativos y resistencias manifiestas en la cultura cotidiana, en los
contextos de los bares públicos del barrio ( McDonogh, 1992).
Parte McDonogh del dato de que cada día el número de bares crece enor
memente. Llega a haber calles en las que edificio de por medio hay un bar.
Analiza la interpretación de los bares como signi ficados, en situaciones de
conflicto con otros sistemas de categorización de la cultura urbana, como ser
el género y el poder. El género, el poder y el espacio ''se juntan en el bar'' pa-
El barrio en la teoría social
15 0 ----------------------------
ra definir, en térmi nos de hegemonía, lo que es modelo de virtud o su contra
rio , para el sentido común, y también para generar culturas y estilos de resis
tencia a esa misma hegemonía .
Trabaja esos significados en sus relaci ones metafóricas y metonímicas, p e
ro no expone esto en detalle. Establece un valor generador d e lo barrial de es
te tipo de cultura t1e los bares, ya que podría constituirse en un factor defini
dor de la i dentidad de barrios particulares, o de un grupo social . Además, le
asigna un carácter universal a esta instancia de i maginación pública de la cul
tura urbana, y a q u e este proceso e s s i m i l a r a l o s casos de Harlem en N ueva
York, Montmartre en París, Wai Chai en Hong Kong, o todos aquellos bares
que pueden convertirse en marcas para la definición de las zonas de la inmo
ralidad de la ciudad.
La i nterpretación de los bares también i mplica estudiar cómo se cruzan las
lógicas dominantes y los sentidos profundos que cumplen . M cDonogh sugiere
que las ubicaciones en el espacio que se generan con la atri bución de un sen
tido mora l disti nto y vicioso, sirve para produci r una segmentación de la po
blación urbana, esto es : para reforzar la segregación mediante la cultura y sus
significados. Él la llama "geografía simbólica urbana". Un i ndicador preciso de
la i deología dominante respecto del barrio segregado -con sus metáforas do
m i na ntes acerca del barrio de la maldad- está dado por la propuesta efec
tuada desde los planificadores urbanos, que propusieron que el barrio chico
de Barcelona fuera directamente "eliminado" antes de los Juegos Olímpicos de
1992.
A pesar de esto, para McDonogh, los bares del barrio si mbol izan la i denti
dad española y catal ana y son un reflejo de l a estructura social, de la vida
económica y de los valores culturales de las comunidades en las que se si
túa n . Las relaciones complejas de redes que se tejen en los bares sirven pa
ra definir a los grupos por clase, por barrio, por género, intereses, razas, pro
fesión y modos de cultura . El mito de los bares del barrio chino forma un es
tereotipo que confirma la marginalización económica, social y política del ba
rrio y de sus habitantes, a l mismo tiempo que evita indagar sobre las causas
profu ndas de su realidad i nterior, porque dentro de su contenido el barrio chi
n o mismo aparece como causa de su propia marginalida d .
Desde e l concepto de cultura, pero esta vez relaci onado c o n el de clase
social, Phi l i ppe Bourgois hace el estudio antropológico d e la parte hispana de
u n barrio típico de la ciudad interior de Nueva York, el Harlem, colocando el
eje en l a práctica transaccional alrededor del crack (droga de pés i ma "cali
dad" -alta toxicidad- y bajo precio) 56 • El autor considera esta prád¡ica como
una "muestra de la lucha por la supervivencia y los significados de la gente
que está bajo la extraordinaria perturbación del crimen y la violencia de la ciu
dad i nterior en los EEUU" ( Bourgois, 1989 : 6), en un intento por circunscribir
a l área espacial cierta particularidad, en su relación con l a realidad global de
la sociedad naciona l .
_;5 Versión degradada y más barata de la cocaína, con efectos más nocivos.
El barrio según la teoría social urbana de los últimos años
--- �------------------------- 1 5 1
Toma,como punto de partida un tópico de los estudios barriales: el imagi
nario de los medios de comunicación, que sigue viendo esa realidad desde el
concepto de cultura de la pobreza, porque en opinión de Bourgeois, no ha si
do adecuadamente refutado. Las interpretaciones más comunes atribuyen los
comportamientos de los pobres de la calle de la ciudad interior a causas es
tructurales eq>nómicas, por las cuales la reconversión del sector productivo,
las migraciones y la discriminación étnica los producen. Asignan a esta gente
una pasividad que no es real, ya que olvidan la relación dialéctica entre el pro
ceso material y el ideológico, o la relación entre clase y cultura. La situación
de desesperación, pobreza y marginación de esta gente produce su tendencia
hacia la autodestrucción personal y la pérdida de la perspectiva real de que
esa misma situación en la que están envueltos tiene causas económicas.
lQué valor adquiere esta realidad barrial particular? Cita autores contem
poráneos que toman de la teoría de la reproducción de la cultura el hecho que
algunos miembros de este barrio de portorriqueños reivindican las identidades
étnicas "africanas" para oponerlas a la cultura institucional norteamericana. Pa
ra algunos, la violencia y el crimen de la calle de la ciudad interior son una
muestra de esta reivindicación: una "cultura de la resistencia". Pero, en reali
dad, dice Bourgeois, esta cultura de la resistencia representa una opresión ma
yor y un proceso de autodestrucción, ya que traslada al interior de esa comu
nidad el racismo, el crimen y la violencia que se les asigna desde afuera (íd. :
7). En efecto, con la excepción de la brutalidad policial y de los organismos de
asistencia estatal, la mayor violencia y terror se genera entre los mismos ha
bitantes. El distanciamiento de Bourgeois del culturalismo clásico se marca
cuando él afirma que esta cultura del crack no tiene otros valores que los de
la sociedad en general. No es tampoco irracional ni patológica, sino que inclu
so "responde a la misma lógica del sueño americano ". Porque los jóvenes de la
economía clandestina del barrio persiguen el propósito de tener su parte en la
distribución económica general, son individualistas y están por la propiedad
privada y la empresa privada. Sólo que desean estar ellos en ese lugar. La cul
tura del terror y la economía clandestina de la ciudad interior responden con
realismo a la misma lógica del sistema. Es importante tener en cuenta que
Bourgeois no comenta que haya un sentido de identidad barrial dentro de la
ciudad interior. Habla de cultura de la ciudad interior en el nivel de la calle, o
lo que él llama cultura del terror, y lo sitúa como un fenómeno ideológico.
Son sintomáticos dos trabajos que tratan sobre barrios ni pobres ni margi
nales, donde se recurre a la categoría de identidad y se opera con el modelo
cultural típicamente antropológico. James y Nancy Duncan estudian un barrio
residencial de lo que llaman la "élite anglófila " de EEUU. Utilizan la categoría
"paisaje" y la analizan de acuerdo con el modelo de análisis cultural. El paisa
je, afirman, tiene una carga simbólica y sentimental que establece relaciones
de identidad. El status de la residencia, la importancia de la cultura (toman el
concepto de Geertz), la integridad y la identidad de los grupos se ponen en jue
go en la cuestión de la residencia. Estudian las élites de nuevos ricos, para
quienes el paisaje residencial tiene una importancia simbólica mayor que para
1 52 ----------------------------.::.:.
El barrio en la teoría s oc i Q I
los ricos tradicionales. La ironía final que señalan es que los nuevos ricos n o
aceptan que se copien sus residencias, como modo de preservar la identida d
del paisaje barrial en sus exclusivas manos (Duncan y Duncan, 1984).
En otro de los escasos trabajos sobre clases altas, Benjamín Miller descri
be el club de polo de un nuevo suburbio y contrasta la inmovilidad de los po
bres del centro de la ciudad con la movilidad de los ricos del suburbio. Se des
criben las estrategias de exclusión en el suburbio, por un lado, en nombre de
la preservación de la identidad barrial, el abandono público y el deterioro tísi
co del centro, por el otro, respondiendo ambos fenómenos a la misma lógica
(Miller, 1988).
59 Sobre la base de una h istoria de vida (que reconstruye fragmentariamente), muestra el proceso
y relaciones sociales entre los a ctor e s . Lo relaciona con hechos h istóricos desde fuentes secunda·
rias sobre el origen del barr io. Refiere a la categoría de estigma. Sobre la base del relato de una
inmigrante interna (de Salta) al barrio y otros testimonios describe el inquilinato por dentro, se·
gún Goffman. Luego referencia a nivel macro la pobreza urbana (Jaume, Lewis, Lomnitz, Ben·
noldt-Thomsen, Sigal, Castells, Llovet, Romero) y la del conventillo en part icular en el barrio. Ana·
liza la realidad de los inquilinatos desde la categoría de estrategias de reproducción (sentido prác·
t ico y juego).
60 Rosalía Winocur publica en 1996 un detallado trabajo sobre las políticas culturales en los bar rios
que asume las posturas de García Canclini respecto de los procesos culturales. Nos resulta difícil
excluirlo del capítulo sobre trabajos antropológicos, si bien podría ser ubicado en el acápite sobre
políticas sobre los barrios (Winocur, 1596) .
El barrio según la teoría social urbana de los------------
---�-------- últimos años
---- 1 5 9
La práctica del barri o, para estos a utores , desp l i ega la acción cu ltural y el
proceso de soci a l i zación por antono masia, dentro de una dial écti ca entre la l i
bertad ( i n dicada empírica m ente p o r el d ea m bu l a r u rba no) y e l i nterés ( l a
"conveniencia") ca paz de m a rcar al propio barrio c o m o u n juego de "tácticas "
pu esto al servicio del conta cto con el "otro ". L a con fi g u ración p ú b l i c a del es
pacio ba rrial i m pulsa el proceso de colectivizaci ó n donde cierto tipo d e rela
ci ones tejen encuentros y coexistencias cuyo soporte es el cuerpo y se m a n i
fi esta en l a adhesión a u n sistema de valores y a l a contenci ón dentro d e l a
máscara s i m bólica c o n l a cual c a d a uno representa u n p a p e l en esa escen i fi
cación con "contrato i mplícito " que e s el barri o . Y e l hacer barrio fi na l m ente
se ritua liza, en la búsqueda de un punto m ed i o , de reconoci m iento convenien
te para el sosteni miento de l a vida soci a l y cultura l .
Desarrollados a partir d e l os setenta, pero reconoci dos e n los noventa, es
tos trabajos pueden citarse co mo más pro m etedores por l o que trasu ntan y
provocan que por l o q u e han verifi cado em píri ca mente en particular, y res u l
t a difi cu ltoso col ocarlos co mo netamente etnográfi co -antropológicos ( al g o que
los autores se proponen en parte) o co m o pura mente soci ológicos o políticos,
o d entro d e los posteri ormente recu rrentes " estu d i os cultura les", d e los que
Certea u es considerado inspirador. La nota co m ú n es, sin dudas, l a búsqueda
de l a signifi cación si mból ica del ba rrio, más allá de l a veri fi cación fáctica .
Al guien que ha reivind icado el sentido si mból ico profundo de l o barri a l , a u n
s i n a poyatu ra en i nvestigaciones em píri cas, es J e s ú s M a rtín- Barbero . Ya l o h e
m o s citado a propósito de s u postu ra de considerar a l ba rrio co mo á mb ito es
pecífi co d e u n tipo d e soci a l i dad . Lo i ncl u i m os dentro d e l a a ntropología por
que él plantea la cooperación de esta disci p l i n a con los enfoques culturales y
co municacionales. La co m u n icaci ón debe ser enfocada -en su o p i n i ó n - por
l a antropología , pues l a concibe co mo obj eto asociado a l a cultura cotidiana
de las mayorías, a la p rofundidad de una memori a colectiva con i magi narios
fra g mentadores y d esh istorizadores y l a real i da d de una acelerada desterrito
ria l ización e h i bri dación de identi dades soci ales, cuyo signo más evid ente es
l a acci ón de l os medios masivos y l a industria cu ltura l , por la cual las masas
latinoa meri canas se estarían incorporando a l a modern i d ad no s i g u iendo el
proyecto i l u strado del l i bro, sino de l a mano de los medios a udiovisua l es .
Si n em bargo, a lerta Martín- Ba rbero, las masas s e apropi a n d e l a modern i
dad sin dej a r d e l a d o s u cultu ra ora l . Sól o que l o hacen con l a "gra mática" de
l a industria cultura l , constituyendo una "oralidad secu ndari a ". Esta sería l a
tra m a social de s u conoci do recl a mo p o r analizar estos procesos co m o u n i n
terca mbio e h i bri dación e ntre lo masivo y l o popular. Constata , entonces, u n a
"desestructuración de las comunidades", a l a p a r que una fragmentación y
ca mbio de la experiencia popular, u n a verdadera "mezcolanza de tradiciones".
Es más : defi ne lo que l la ma la especificidad histórica de lo popu l a r en Améri
ca Latina como "el ser espacio denso de interacciones, de intercambios y rea
propiaciones, el movimiento del mestizaje" ( M a rtín- Barbero, 1 9 9 1 : 3 ) .
Desde aquí conci be a l barrio dentro d e esta visión d e las cu lturas y las
identidades l ati noamericana s : Resalta l a ca paci dad h istórica de resi stencia y
El barrio en la teoría soci al
1 6 0 ---------------------------:.:::.
6 1 Ma rtln- Barbero, Ga rcla C a n clini, S ilva, M on sivá is, Ford, E ntel, p a ra cita r sólo a J n o s pocos.
■
Haberes y deberes teóricos sobre el barrio
otras por específicas pero no totalistas. Y así como nos resulta difícil aceptar
el ahistoricismo urbanista sin criticarlo desde el materialismo histórico, el de
ductivismo y la hipertrofia de posturas totalistas nos aparecen insuficientes al
momento de dar cuenta de procesos concretos.
62 L a rotulación "producción ideológ ica# l a usamos e n nuestro trabajo redactado e n 1985 y publica
do en 198 8 ("La identidad barrial como producción ideológ ica #, México, IPGH) y 199 1 (Buenos Ai
res) , antes de conocer la obra de McDonogh (publicada en 1987) . Aun así, aquí lo citamos antes
de exponer nuestra formulación.
El barrio en la teoría soci al
17 6 ----------------------------
ti ntas dimensiones, que hemos expuesto en Antropología de lo barrial, estu -.
dios sobre la producción simbólica de la vida urbana.
Esta vez, como una pretendida complementación de aquellos trabajos, sin
la ostensividad de los datos de investigación, pero sugiriendo los mismos ejes
de <lebate, revisa mos algo de la producción teóri ca acerca del barrio, inten
tando dotar de mayor amplitud y profundidad esos debates, que tienen en el
lector a un legíti mo y bien ganado (si hasta acá llegó) "autor" últi mo, o al me
nos poseedor de l a últi ma y silenciosa palabra, l a �el balance de lo que se di
jo de él.
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