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EL RÉGIMEN SEÑORIAL

La progresiva repoblación dio lugar a diversos modos de apropiación y uso de la tierra. La ocupación
del desierto del Duero por parte del reino astur recibe el nombre de presura. Esta requiere que la tierra
carezca de dueño y no sea habitada. La concesión de tierras para efectuar la presura hubo de exigir que
el concesionario estuviera sujeto a la obediencia del rey, así como que no enajenase la tierra sino a vecinos
del propio lugar caso de querer ir a vivir a otra parte.

Los cultivadores de tierras eran en Castilla dueños de las mismas y podían transmitirlas por herencia.
Además, estaban exentos de cualquier tipo de potestad señorial. Hay indicios también de la existencia de
campesinos libres en Cataluña, aunque no en la misma proporción que en Castilla.

Desde comienzos del siglo XI, el sistema de presura hizo crisis y los pequeños propietarios libres fueron
desapareciendo conforme sus tierras iban siendo incorporadas al proceso generados de señoríos y
conforme su independencia personal iba siendo mermada.

La formación de los señoríos tuvo como causa general la Reconquista. Otras causas que explican
su formación son: la repoblación señorial o de las Órdenes Militares, las donaciones de tierras del
patrimonio regio otorgadas por los reyes a un magnate, iglesia o monasterio con carácter temporal o
vitalicio, y con carga de servicio militar. También la entrega de tierras en compensación de préstamos
impagados; el despojo por la fuerza o coacción. También las donaciones del pequeño al gran propietario;
entrega de tierras como pena o arancel judicial. Finalmente, la cesión voluntaria de tierras por motivos
religiosos (donationes pro anima, donationes post obitum, donationes reservato usufructu; así como la llamada
“entrega del cuerpo y del alma”, la oblatio puerorum y la “elección de sepultura”), determinantes en la
aportación de bienes con fines religiosos.

Los territorios que eran objeto de estas donaciones pasaban a la potestad dominical del donatario, que
podía ampliar las facultades originarias que se le habían concedido sobre el territorio y sus habitantes a
través de la obtención de privilegios. Esta tendencia se vio favorecida por las concesiones de inmunidad
de los reyes a determinados territorios, que quedaban así bajo la jurisdicción efectiva de su propietario,
quedando este convertido en señor, el territorio en señorío, y los habitantes en sus vasallos.

La estructura territorial de España dio lugar a grandes latifundios y señoríos a partir del
siglo XI. Queda así perfilado un régimen señorial sobre la base del gran dominio, cuyos habitantes
mantienen fuertes lazos de dependencia con su dueño o señor. Según fuera este el propio rey, altas
dignidades de iglesias o monasterios, o potentes magnates seglares, distinguimos los señoríos de realengo,
abadengo y solariegos.

El centro de explotación radica en la residencia o villa señorial. Alrededor de esta zona central
del señorío, donde también figuraba la iglesia, se extiende la llamada terra cominicata, que el señor cultiva
directamente mediante sus propios siervos y colonos. El resto, lo formaban heredades explotadas por
colonos a tenor de concesiones señoriales de naturaleza diversa.

Los cultivadores de tierras pagaban al señor la renta o censo junto a las partes alícuotas de las
cosechas. Junto a esa renta señorial existieron múltiples prestaciones, según tengan que ver con la
utilización de lo que era monopolio del señor o uso de sus dominios, afecten al trabajo directo y personal
de los cultivadores o incidan en el patrimonio de ellos por otras causas.

 En primer lugar, las gabelas por los monopolios del señor o uso de sus dominios, puesto que
solo él puede construir molinos, hornos y fraguas; la utilización de estos por el colono le reporta
una serie de beneficios. A su vez, el herbazgo y montazgo solo se podrán realizar si se abonan a su
dueño las gabelas respectivas.
 En segundo lugar, las prestaciones de trabajo personal. Destacan las sernas (jornadas de trabajo
no remunerado), fazendera (reparación de caminos y puentes dentro del señorío), castellaria
(reparación de castillos), anubda (deber de vigilar la villa), mandadería (deber de prestar al señor
servicios como mensajeros), hospedaje (deber de alojar al señor y a sus enviados), yantar
(obligación de sustentar al señor y a sus enviados).
 Finalmente, cargas relativas al estado civil, entre las que destacan las ossas (gravamen, cantidad
que deben pagar las mujeres al señor para que las autorice casarse, de no pagarla, la gabela se
convertirá en multa). Por otro lado, la transmisión sucesoria del patrimonio. En relación a esto
destaca el nuncio, cantidad u objeto que entregaban los herederos de un colono fallecido al señor
a modo de último censo que pagaba. Y también la mañería, que es la prestación que debía pagar
el colono que moría sin descendencia, consistente en la devolución de todos sus bienes al señor.
Con el tiempo se redujo a una cantidad.

Los síntomas del empeoramiento de las condiciones del campesinado comenzaron a manifestarse a
finales del siglo XI. No obstante, la situación se agravó desde mediados del siglo XIV a mediados de XV.

El empeoramiento en el trato jurídico del vasallo de señorío reviste un carácter general. Fue en
Aragón y Cataluña donde la situación llegó a peor término, al consagrarse el “derecho a maltratar” del
señor a los vasallos. Precisamente, en Aragón el Código de Huesca autorizaba al señor de un vasallo que
hubiera dado muerte a otro, a encarcelarlo y dejarlo morir. En Cataluña la situación fue similar. Según las
Costumbres de Gerona el señor tiene la facultad de maltratar a sus vasallos o “quitarles sus cosas”.

En esta situación los payeses catalanes se vieron obligados a unas prestaciones espaciales conocidas
como malos usos. Estos son seis:

 La remensa, que es el precio que el campesino adscrito al predio había de pagar al señor por poder
abandonar su tierra.
 La intestia es el derecho del señor a quedarse con la mitad o tercera parte de los bienes muebles y
del ganado del campesino que moría intestado. Si quedaban hijos, el señor recibía una mitad, si
no, la totalidad.
 La exorquia era la penalización para aquellos que no tuviesen descendientes en la sucesión del
predio. El señor tenía derecho a quedarse con la tercera parte de los bienes muebles y ganado,
mientras que las otras dos terceras partes servían para cubrir gastos del entierro.
 La cugucia o derecho del señor a la mitad o totalidad de los bienes de la mujer adúltera. Estos
cuatro primeros constan como derecho escrito.

Los dos siguientes constan como derecho consuetudinario:

 La arcia, es decir, la indemnización que recibía el señor con motivo de un incendio en la finca que
explotaba el campesino (tercera parte de los bienes muebles).
 La firma de spoli, que es la gabela que el señor percibía por autorizar al campesino a hipotecar las
tierras.

Fueron abolidos en 1486 tras una larga negociación entre señores y campesinos saldada con la
imposición de Fernando el Católico a los señores de aceptar dicha sentencia. Se les permitía así
librarse de los malos usos pagando a los señores las cantidades señaladas por los delegados del monarca.
Se estableció el estatuto e libertad de los campesinos y abolió el derecho a maltratar.

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