Está en la página 1de 10

El señorío banal y los cambios en la condición del campesinado libre.

Pierre Bonassie.

El autor selecciona un fragmento que proporciona un repertorio preciso de las cargas y los
nuevos tributos que recayeron sobre el campesinado catalán hacia mediados del siglo XI.
Este documento nos permite percibir sus orígenes, saber cómo se recaudaban y cómo se
organizaban las relaciones sociales en el seno de la castellanía.

-Nacimiento del señorío: Durante el siglo X y parte del s. XI, los campesinos catalanes eran
completamente libres. No conocían más autoridad que la del conde. En el ámbito judicial,
se sometían a los tribunales públicos. Eran independientes económicamente; como
soldados, contaban con los medio suficientes para defenderse frente a cualquier amenaza
de opresión. El propio conde necesitaba de ellos tanto para asegurar la protección de las
fronteras como para establecer su poder en las zonas rurales.
El primer golpe que sufrió el campesinado socavó su patrimonio. La pequeña propiedad
era cada vez más incapaz de resistir el apetito de los acaparadores de tierras. La
desintegración del sistema judicial facilitó las confiscaciones. También se podía declarar al
pobre campesino culpable de algún delito: su casa y sus tierras servirían como pago de la
multa impuesta.
Para evitar esto, muchos campesinos alodiales tomaron precauciones. La limosna se
convirtió en un remedio preventivo. Las iglesias, que veían como la generosidad de los
grandes se reducía, continuaron beneficiándose de los donativos del pueblo llano.
Los magnares poseían medios suficientes para pagar y algunos de ellos tuvieron al menos
la elegancia del gesto.
Las escrituras de las adquisiciones continúan sirviendo como testimonio del proceso de
concentración de la tierra en manos de unos pocos.
Este tipo de escrituras fueron escaseando paulatinamente; pero comienzan a aparecer
nuevos tipos de escrituras, los acuerdos o juramentos de fidelidad. Las micropropiedades
campesinas fueron desapareciendo lentamente.

1
Muchos propietarios alodiales se vieron reducidos al estatuto de meros arrendatarios; ya
sea porque su alodio ya no se diferenciaba de un manso servil o porque se habían visto
obligados a venderlo e ir a mendigar tierras en las que poder trabajar en los dominios de
magnates o de iglesias. Dado que las tierras disponibles habían comenzado a escasear, las
rentas de la tierra aumentaron. La tasca dejó de ser la única renta exigida, se le añadió el
BRACATGE, otro tributo basado en una porción de la cosecha y se fue haciendo cada vez
más frecuente a partir de estas fechas. En las tierras más fértiles, un campesino no podía
aspirar a procurarse un terreno en arriendo sin comprometerse a entregar un cuarto o un
tercio de todo el grano cosechado y la mitad del vino, además, debía pagar al dueño del
terreno de labranza un elevado precio por el derecho a asentarse más de 10 piezas de oro.
Los campesinos pasaron así a encontrarse en una posición económica debilitada. Lo
mismo puede decirse de su situación militar. Los métodos de combate evolucionaban en
detrimento del campesinado. Esto se refleja en las escenas de batallas en las que
aparecen tropas de infantería con sus ropas de diario y equipadas con una lanza o una
espada. Si se compara a estos soldados con los caballeros fuertemente armados,
protegidos por escudos, su aspecto no resulta muy amenazador.
El servicio de hueste dejó de ser una obligación para todos los hombres libres: se
convirtió en un impuesto de sustitución. Tan sólo unos pocos, más ricos o más duchos,
obtenían un puesto en los mesnadas que defendían las fortalezas. Pero una vez que se
convertían en guerreros profesionales, dejaban de pertenecer al campesinado y pasaban a
ser, junto con los nobles de nacimiento, sus parásitos.
Empobrecida y abandonada por sus miembros más aptos para la guerra, la clase
campesina se encontraba en una posición demasiado débil para defender los frutos de su
trabajo.

-De la Victoria al señorío: La posición de estos campesinos era aún más frágil ya que se
veían privados en gran medida de la protección que los condes les habían proporcionado.
La única autoridad que conocían era la que ejercían sus superiores inmediatos, los amo
de los castillos.

2
Conocidos anteriormente como VICARI, funcionarios públicos. En la nueva situación el
poder que ejercían ya no emanaba de nadie más que de sí mismos y pronto olvidaron los
orígenes de su función. La palabra misma “VICARIUS” cayó en desuso. Después de 1050,
este título apenas se empleaba para describir a los barones castellanos.
Se llamaban a sí mismos señores y por ese nombre los conocían todos. Parece ser que la
transformación del título de VICARIUS al de senior tuvo lugar paulatinamente, a través de
una imperceptible confusión “este viñedo”, reza un acta de 1032, pertenece a Guillem,
señor de Mediona y es vicarial.
El castillo y nada más que el castillo fue el origen del sometimiento que aprisionó tanto a
los propietarios alodiales como a los arrendatarios libres.
Así pues, este señorío castellano conduce al señorío banal. El fundamento de la autoridad
del señor descansaba sobre el mandamento, que sus antepasados había recibido de
manos del conde. El mandamentum era el poder de mandar sobre todos los hombres y
mujeres que vivieran dentro de los límites de la castellanía, con la única excepción de
aquellos que dependieran de iglesias inmunes (es decir, iglesias que disponían de su
propia jurisdicción). O que se beneficiarán de una posición social privilegiada. También
conserva el derecho de reclutar ejércitos o a reclamar los tributos y los servicios que lo
reemplazaron. También suponía la posibilidad de recibir los juramentos de fidelidad.
La noción de MANDAMENTUM se fue expandiendo y pasó a significar prácticamente todo
aquello que los señores quisieran. Los lazos que ligaban a los habitantes de la castellanía al
señor del castillo se hicieron más fuertes: Cambiaron de naturaleza y adquirieron un
carácter más personal.
Al no hallar ningún impedimento en su camino, el ban llegó a englobar todos los aspectos
de la vida pública y privada de los campesinos, fuera cual fuera su condición. Lo que
posibilitó esa transformación fue que al MANDAMENTUM lo acompañaba otro poder, el
DISTRICTUM, qué sería el derecho de juzgar o de castigar. Su origen es el mismo, la
autoridad sobre los pleitos formaba parte de la función vicarial.
En cuanto la justicia podían reservarlo para sí mismos u otorgárselos a algún otro,
ejercerla en persona o confiar su administración al castla; dividirlo entre sus Herederos, al

3
igual que hacían con sus alodios; entregar fragmentos a los amigos como señal de
gratitud, o a sus fideles en pago por servicios prestados.

- Exacciones y cargas banales: Para el señor la justicia no era más que un instrumento de
coerción entre otros; tenía a su disposición un amplio abanico de medios diversos para
presionar a los campesinos.
Cargas de origen público: El vicarius era el representante del poder público en su distrito.
Recaudaba los tributos que se adeudaban a al rey o al Conde. El castellano continúo esta
tradición, aunque los beneficios recaudados iban a parar a sus propias arcas o a los de sus
amigos y fideles.

Alberga y otras cargas similares: La primera obligación de todo hombre libre era la de
ofrecer alojamiento bajo su propio techo al conde o a sus representantes cuando las
necesidades del cargo público les obligaba a desplazarse. No era una carga demasiado
dura para que ellos que estaban obligados a cumplirla. Todo esto cambió cuando el
beneficiario de tal deber pasó a ser el señor vecino. Podría invitarse en cualquier
momento y nunca acudió solo. Con semejante sistema, las provisiones alimenticias del
hogar campesino se agotaban rápidamente y si estas visitas se repetían con excesiva
asiduidad, lo más probable era que los juerguistas se encontraran con una mesa vacía.
Todas las casas que se hallaban en el perímetro del Castillo se sometían por turnos. En
compensación, se convertía únicamente en una recepción anual. El campesino estaba
obligado, durante un día y una noche, a proporcionar pan y carne a los caballeros que
venían del Castillo, a dejarle beber hasta hartarse, a alojarlos, a dar de comer a sus
sirvientes y a proporcionar avena sus caballos.
Pero a los señores y a su fideles podían parecerles una molestia tener que desplazarse
hasta el terreno para consumir la producción de sus campesinos. Era mucho más sencillo
obligarles a llevarla hasta el castillo. De esta forma, también el RECEPTUM se convirtió en
un tributo en especie. Muchas veces este nuevo tributo se confundía con otras rentas
anuales que también se pagan en especie y de la misma manera.

4
Prestaciones de carácter paramilitar: Comenzaron a verse atribulados por el
CONDUCTUM, es decir el transporte de las provisiones y el equipaje que debía seguir a los
caballeros. Pero estos servicios Se transformaron en obligaciones ordinarias.
Pero la hueste no lo era todo también estaban las guaitas o servicios de vigilancia. De
importancia vital durante el periodo en el que eran los propios colonos quienes debían
asegurar la protección de las fronteras, habían quedado obsoletas desde el momento en
que las guarniciones de carreras profesionales los reemplazaron en Los Castillos.
FOGACES(hogazas de pan) y CIVADES (grano de avena) completan este elenco de
imposiciones ligadas al servicio militar. Las primeras, destinadas en un principio al
consumo de los guerreros durante la campaña, llevaban mucho tiempo incluidas en las
recaudaciones tanto de los condes como de los obispos, los barones del siglo XI no
hicieron más que generalizar su recolecta. En cuanto a las civades, se trata de una
innovación vinculada al incremento de las necesidades de la caballería. Su difusión fue
veloz en casi todas partes los campesinos estaban obligados a cultivar avena para el
castillo en una parcela de su terreno.
Las obligaciones de tipo militar también incluían servicios en trabajo. Los hombres que
vivían a la sombra del castillo siempre habían tenido la obligación de participar en el
mantenimiento de sus murallas, en las tareas de reconstrucción o en la construcción de
nuevas fortificaciones defensivas. En el contexto del señorío, esta obligación siguió siendo
igual de imperiosa, pero a ella se añadieron nuevas construcciones.

Cargas de naturaleza judicial: Placitos, justicias: estos términos, en adelante casi siempre
empleados en plural, adquirieron un nuevo significado. Dado que los placitos constituían
las ganancias directas extraídas de los procesos judiciales.
Como quiera que sea, uno de los principales privilegios del señor era el de recibir en mano
los ESTACAMENTS esto es, las fianzas pagadas por los litigantes al comienzo del pleito. Se
trataba de un monopolio.
Desde fechas muy tempranas, se acostumbró a distinguir entre placitos menores y
máximos. Los primeros eran simples multas que el señor infligía a quienes juzgaba

5
culpables de mala conducta; se basaban en el derecho de reparación. Por el contrario, los
juicios mayores suponían la confiscación de la propiedad del condenado. Desde comienzos
del s. XI, estos documentos clasifican estos juicios bajo 3 rúbricas diferentes. El primero, el
adulterio, cometido por una mujer o los cuernos del marido. Las sumas procedentes de
estos delitos ocupaban un lugar destacado entre los ingresos de los castellanos. La voz
arsina y siempre ligada a los otros dos términos, designa un crimen mayor y los beneficios
que recibirá el señor por su represión. Arsina, es arder, debió haber sido un incendio
provocado, pero desde sus más tempranas apariciones, el término indica cualquier tipo de
incendio. Al campesino que dejaba que su casa fuese incendiada se le castigaba por su
negligencia y por la perturbación del orden público que el suceso había provocado.

La piratería señorial: Usus, exactiones: a partir de 1010 estos términos aparecen


ocasionalmente en las actas catalanas y designaban el conjunto de nuevas rentas que
habían comenzado a pesar sobre la clase campesina durante este periodo. FORCAR
significaba obtener con violencia y las forcias eran las ganancias resultantes de esta
extorsión.

Tolsta, questas y tallas: las toltas y las questas representaban las recaudaciones percibidas
directamente por el señor del castillo y sus funcionarios sobre las reservas alimentarias de
los habitantes de la castellanía. Los porcentajes parecen haber sido más o menos
proporcionales a los recursos del cabeza de familia. La frecuencia de las recaudaciones al
principio obedecía únicamente al capricho del señor, que solía exigir requisas cada vez
que la situación lo permitía. Parece ser que las toltas y las questas pasaron rápidamente a
ser anuales.
En cuanto a la talla se designaba el derecho del señor o de sus funcionarios a cortar leña
en las tierras de los campesinos cuando lo conservaban adecuado. La talla normalmente
se asocia al ERBATICUM, que daba la señor la potestad de apacentar sus caballos y su
ganado en todas las tierras situadas en el interior de su castellanía, o de exigir pagos en
forraje.

6
Acaptes y otros usos: acaptes del verbo tomar obtener, era muy amplio y se aplicaba a
muy diversos objetos. En su sentido específico como tributo señorial generalmente iba
asociada a los términos tolta y forcia, a los que complementaba.
Todos los campesinos dependientes de la fortaleza debían entregar acaptes en distintas
ocasiones.
Más importantes que estos tributos eran los derechos que se arrogaron los castellanos
sobre los matrimonios contraídos entre campesinos y campesinas de sus señoríos. Podían
consistir en la potestad de escoger un marido o una esposa; incluían la potestad de
presentar a los futuros esposos y este derecho de presentación dio origen al cobro de un
tributo.
La muerte también despertaba la codicia de los grandes. Los señores se arrogaron una
cierta parte de las herencias de sus vasallos. Las trobas concernían a los restos de los
naufragios. Posiblemente hacía referencia a todo lo encontrado o a todo lo que podía
considerarse encontrado y que el señor estimaba adecuado apropiarse en virtud del poder
del ban.

Las corveas banales: Los campesinos que habitaban en el territorio de un castrum también
tenían la obligación de prestar servicios, muchos de los cuales se derivaban de las antiguas
obligaciones públicas que pesaban sobre los hombres libres. Entre ellos se cuenta la
obligación de transportar los mensajes del castellano a dondequiera que él lo exigiera. Lo
mismo ocurría con los tragins, servicios de transporte que todo poseedor de un burro o
una mula debía prestar al señor si así lo solicitaba.
Los únicos que estaban obligados a prestar estas nuevas corveas banales eran los
campesinos que poseían yuntas. Se trata de cargas que tiene que ver con la organización
del trabajo. Las corveas banales aparecen como producto del progreso técnico y como
uno de los medios por los que los amos del poder podían aprovecharse de sus beneficios.

Banalidades: En cuanto a las banalidades propiamente dichas su principal objetivo era


asegurar el control del señor sobre la transformación de la producción agrícola. Suponían

7
el completo acaparamiento de la parte de infraestructuras técnicas de la castellanía que
les pertenecía.
El experimento fracasó, quizás por las dificultades de organización que conllevaba, pero
también porque los campesinos se resistían a entregar sus sacos de grano.
Sin embargo, ya se almacenera en la granja o en el castillo, tanto la cebada como el trigo
tenían que pasar necesariamente por el molino; así los señores decidieron establecer sus
monopolios sobre la molienda.
Los señores aún necesitaban emplear la fuerza para obligar a los campesinos y de que si
bien terminaron por imponer sus monopolios, sólo pudieron hacerlo paso a paso. El
primer año fue garantizarse a sí mismos el privilegio de moler su propio grano de forma
gratuita en cualquier molino de la castellanía. El segundo paso fue el establecimiento de
un tributo sobre la molienda del grano, ya se llevara a cabo en sus propios molinos.

-El régimen señorial: Las rentas que el señor podía obtener de su poder era numerosas y
variadas. El señorío banal garantizaba a sus titulares la percepción de una suma de
beneficios bastante sustanciosa.
Las riquezas de las que se apropiaban también permitían a los castellanos mantener un
personal numeroso y eficiente en sus territorios, cuya única función era la de conservar o
incrementar el volumen de las rentas exigidas a los campesinos.

Agentes y métodos de opresión señorial: La mayoría de los señores no gobernaban


directamente sus castellanías. Únicamente dirigían en persona a las guarniciones
establecidas en sus ciudadelas cuando así lo requerían las contingencias de la guerra o
alguno otra circunstancia de particular gravedad.
La explotación del señorío: los bailes: La institución de los bailes: territorios sometidos a la
jurisdicción de un baile era muy antigua. Parece haber sido una suerte de agente
territorial, cuya función era la de vigilar que el pago de los impuestos debidos a los
propietarios se efectuara con regularidad. Probablemente, en las tierras fiscales también
debía recolectar tributos de carácter público.

8
Cada dueño de ban consideraba necesario que alguien de su confianza lo representara en
los distintos lugares.
Estos personajes retuvieron sus funciones administrativas dominicales. Una de sus tareas
era la de dirigir el cultivo de las dominicaturas que el castellano había reservado para sí en
las antiguas tierras de feo que rodeaban sus ciudades, haciendo que los aparceros y los
beves dominicos del castillo trabajaran en ellas.
Poco a poco los bailes se fueron vinculando más con la explotación del ban: eran ellos
quienes determinaban el monto de los tributos que debían imponerse a cada uno de los
cabezas de familia que habitaban en la castellanía.
A menudo también impartían justicia. El baile era tanto el representante personal del
señor como el responsable individual de la explotación económica del señorío. Al cumplir
esta última función, recogía los frutos sembrados por castlans y cabalers.

Los agentes de la represión Castlans y Cabalers: El trabajo de los castlans y cabalers


consistía en defender la fortaleza en la que habitaban y los territorios que dependían de
esta.
La labor del castla consistía en forzar a los campesinos, es decir, en prepararlos para la
sumisión a las exacciones banales sometiéndolos a un régimen de terror regulado.
El terrorismo señorial tenía sus límites e incluso los castlans sabían bien que no debían
transgredirlos. Debilitar en exceso al campesinado habría sido absurdo; el campesinado
era la fuerza productiva sobre la que descansaba la riqueza de los grandes. Bastaba con
mantenerlo temeroso y sometido. Con este objeto, no siempre hacía falta emplear
realmente la fuerza; de ahí la importancia de las cabalgadas.
De hecho, los castlans y cabalers constituían el verdadero pilar sobre el que descansaba el
funcionamiento del señorío banal. Es lógico que tuvieran su parte en los beneficios.

Conclusión: En los siglos IX y X, los campesinos catalanes sufrieron lo indecible: el temor y


la miseria eran sus más leales compañeros. Pero, al menos eran libres. En el momento en

9
que los peligros comenzaban a remitir y los progresos económicos rendían sus primeros
frutos, perdieron esa libertad.
Considerar que el señorío banal en Cataluña era una institución de paz es algo así como
una broma de mal gusto. Antes de su establecimiento reinaba el orden: la autoridad de los
condes, el respeto por la ley gótica, el prestigio de los tribunales públicos y la disciplina
que se imponían a sí mismas las comunidades rurales eran los pilares sobre los que
descansaban el orden público. Por el contrario, después de 1020 y 1030 la violencia se
desarrolla sin trabas y como resultado de la actuación de los mismos que supuestamente
luchaban en su contra y pretendían percibir una remuneración por ello. El desorden venía
de arriba y la represión se cebaba con sus víctimas.

10

También podría gustarte