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QUEMANDO LO QUE ME ATA.

Jeremías 23:29
¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?

Contrario a lo que algunos puedan decir, la vida cristiana no


es una vida sin aflicciones. Es más, desde el inicio nuestro
Señor Jesús nos dice lo siguiente: “En el mundo tenéis
tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn.
16:33b).

En este pasaje no solo tenemos la afirmación de que las


tribulaciones vendrán, sino que se nos promete que Jesús
está por encima de ellas. Nuestro Dios es un Dios de
propósito, por lo que sabemos que en toda aflicción Dios
tiene algo para nosotros. El Señor usa nuestras pruebas para
mostrarnos áreas de nuestra vida que todavía no le hemos
rendido totalmente; para mostrarnos algunos de los ídolos
que todavía existen en nuestro corazón, y también nos
demuestra algunas de las debilidades donde necesitamos
trabajar. ¿Y cómo lo hace? Jeremías 23:29: “No es mi palabra
como fuego —declara el Señor— y como martillo que
despedaza la roca”. Para formarnos a Su imagen, todo lo que
no se parece a Él necesita ser removido, y aquellas cosas que
sí se parecen pero que aún son débiles porque no están
siendo usadas, son fortalecidas. Entonces, es la misma
tribulación que desarrolla los músculos de la fe mientras nos
purifica. Además, las tribulaciones también nos demuestran
quiénes son Suyos. Cuando uno que profesa ser Cristiano se
aparta de Él por la tribulación, está probando que no es lo
que profesó, demostrando al mundo quiénes son realmente
de Él (Mt. 13:5).
Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra;

Fuego consumidor
Hebreos 12:29 nos recuerda que “nuestro Dios es fuego
consumidor”. Pero vemos que en Éxodo 3:2, donde el Ángel
del Señor se le apareció a Moisés, él notó “una llama de
fuego, en medio de una zarza… que no se consumía”.
Sabemos que el Ángel del Señor era una aparición de Jesús
pre-encarnado, y como Él es el creador de todo, Él es capaz
de quemar la zarza sin consumirla, demostrando
simbólicamente que Él puede quemar las impurezas sin
destruir el objeto. ¿Cómo podemos entender que El Señor es
un fuego consumidor pero al mismo tiempo no destruye el
objeto? Vemos esto en 1 Corintios 3:11-15, donde Pablo,
hablando sobre el día cuando apareceremos frente el juez
justo nos dice: “Si sobre este fundamento alguno edifica con
oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de
cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer,
pues con fuego será revelada; el fuego mismo probará la
calidad de la obra de cada uno. Si permanece la obra de
alguno que ha edificado sobre el fundamento, recibirá
recompensa.

Si la obra de alguno es consumida por el fuego, sufrirá


pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como por
fuego”. Todas nuestras buenas obras hechas para el Señor
con motivaciones puras serán aceptadas y contadas a
nuestro favor; pero todas las que fueron hechas con
motivaciones equivocadas serán quemadas.

Esto es lo mismo que pasa aquí con el fuego de la tribulación,


pero el resultado no es tan evidente como lo será en el día
final. ¿Dónde más vemos este fuego sobrenatural? En Éxodo
13:21 una columna de fuego alumbraba el camino en la
noche para los Judíos. Jesús mismo dijo en Juan 8:12 “Yo soy
la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino
que tendrá la luz de la vida”. El fuego fue el mismo Jesús
dando luz en el desierto. Lo mismo que Él hace ahora en
nuestros desiertos. Juan el bautista apuntaba a Jesús como
Dios cuando decía que uno que vendría detrás de él
“bautizará con el Espíritu Santo y fuego” (Lc. 3:16). Como el
Espíritu Santo es el medio por el cual somos convencidos de
pecado, Él fue mostrado como lenguas de fuego sobre los
creyentes en el día de pentecostés (Hch. 2:3), el fuego
demostrándolo a Él como Dios y la lengua como su Palabra.

Peligro de incendio
Porque hemos sido limpiados del pecado por la sangre de
Jesús, cuando nos acercamos al fuego son las impurezas las
que están siendo quemadas y no nosotros. Sin embargo, no
es sabio no poner atención a este fuego, porque aunque el
fuego consume los pecados y no a los hijos, los que no han
hecho un decisión por Él serán consumidos (Ap. 21:8). La
mera presencia del Señor nos agobia. Esta es la razón por la
que somos transformados cuando realmente vemos a
nuestro Dios en las Escrituras. ¡Nadie puede ver al Señor, ni
aun de lejos, y seguir siendo igual! La presencia del Señor es
terrible porque somos pecadores y vivimos en un mundo
lleno de tinieblas. Éxodo 19:18 nos muestra al Señor
descendiendo sobre el monte Sinaí y leemos que “todo el
monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido
sobre él en fuego; el humo subía como el humo de un horno,
y todo el monte se estremecía con violencia”. Ni los objetos
inanimados pueden quedar igual en Su presencia. El pecador
será consumido por Dios; la pregunta es si lo voy a dejar
purificarme porque tengo la cobertura de Jesucristo, o si seré
destruido con el pecado que mora en mi. Esta es una decisión
que todos tenemos que tomar.

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