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Jeremías 23:29
¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?
Fuego consumidor
Hebreos 12:29 nos recuerda que “nuestro Dios es fuego
consumidor”. Pero vemos que en Éxodo 3:2, donde el Ángel
del Señor se le apareció a Moisés, él notó “una llama de
fuego, en medio de una zarza… que no se consumía”.
Sabemos que el Ángel del Señor era una aparición de Jesús
pre-encarnado, y como Él es el creador de todo, Él es capaz
de quemar la zarza sin consumirla, demostrando
simbólicamente que Él puede quemar las impurezas sin
destruir el objeto. ¿Cómo podemos entender que El Señor es
un fuego consumidor pero al mismo tiempo no destruye el
objeto? Vemos esto en 1 Corintios 3:11-15, donde Pablo,
hablando sobre el día cuando apareceremos frente el juez
justo nos dice: “Si sobre este fundamento alguno edifica con
oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de
cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer,
pues con fuego será revelada; el fuego mismo probará la
calidad de la obra de cada uno. Si permanece la obra de
alguno que ha edificado sobre el fundamento, recibirá
recompensa.
Peligro de incendio
Porque hemos sido limpiados del pecado por la sangre de
Jesús, cuando nos acercamos al fuego son las impurezas las
que están siendo quemadas y no nosotros. Sin embargo, no
es sabio no poner atención a este fuego, porque aunque el
fuego consume los pecados y no a los hijos, los que no han
hecho un decisión por Él serán consumidos (Ap. 21:8). La
mera presencia del Señor nos agobia. Esta es la razón por la
que somos transformados cuando realmente vemos a
nuestro Dios en las Escrituras. ¡Nadie puede ver al Señor, ni
aun de lejos, y seguir siendo igual! La presencia del Señor es
terrible porque somos pecadores y vivimos en un mundo
lleno de tinieblas. Éxodo 19:18 nos muestra al Señor
descendiendo sobre el monte Sinaí y leemos que “todo el
monte Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido
sobre él en fuego; el humo subía como el humo de un horno,
y todo el monte se estremecía con violencia”. Ni los objetos
inanimados pueden quedar igual en Su presencia. El pecador
será consumido por Dios; la pregunta es si lo voy a dejar
purificarme porque tengo la cobertura de Jesucristo, o si seré
destruido con el pecado que mora en mi. Esta es una decisión
que todos tenemos que tomar.