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Una eternidad de gloria (Apocalipsis 21:1-7)

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la


primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la
santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,
dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran
voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo
estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor,
ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado
en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo:
Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo:
Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que
tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será
mi hijo”.
Apocalipsis 21:1-7

INTRODUCCIÓN

La muerte es un evento por el cual todos los seres humanos


tenemos que pasar y generalmente es algo en lo que casi no se piensa
y en muchos casos no se tiene un conocimiento exacto de lo que esto
representa. Algunas religiones han tratado de dar una explicación de
lo que es la muerte, pero lo cierto es que un conocimiento errado de
ella no nos puede ayudar a prepararnos para la eternidad. Por ejemplo,
lo Testigos de Jehová enseñan que después de la muerte el alma es
aniquilada totalmente y ya no hay más memoria del sujeto lo cual es
un error. Los hinduistas creen que después de la muerte viene la
reencarnación, de tal forma que un ser humano puede reencarnar una
y otra vez. Algunos creen que después de la muerte solo se vaga por
allí o incluso afirman que no hay infierno. Sin embargo, la Biblia nos
enseña que la muerte da paso a la eternidad y nuestra alma pasa ya
sea al infierno o al cielo. La Biblia habla ampliamente del infierno, y
esto es así porque el deseo del Señor es que todos procedamos al
arrepentimiento para escapar de la condenación eterna. Dios ha
preparado un lugar muy hermoso en el cielo para todos sus hijos, pero
de este lugar se nos da muy pocos detalles, son obstante, en estos
versículos podemos deslumbrar un poco lo que será la eternidad con
Dios, una eternidad realmente gloriosa.

Una eternidad de gloria

I. NUESTRA ETERNIDAD SERÁ UN LUGAR DONDE


TODAS LAS COSAS SERÁN HECHAS NUEVAS.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la


primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”.

En primer lugar, vemos que nuestra eternidad será un lugar


donde todas las cosas serán hechas nuevas: Vi un cielo nuevo y una
tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el
mar ya no existía más. Este mundo definitivamente es hermoso, el
contemplar sus recursos naturales, la vida animal, las estrellas del
cielo y tantos lugares nos habla de la obra maravillosa de Dios la cual
se deja ver en el libro de Génesis: “Estos son los orígenes de los cielos
y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la
tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la
tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová
Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para
que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual
regaba toda la faz de la tierra. Entonces Jehová Dios formó al
hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y
fue el hombre un ser viviente. Y Jehová Dios plantó un huerto en
Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová
Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno
para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol
de la ciencia del bien y del mal. Y salía de Edén un río para regar el
huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. El nombre del uno era
Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; y
el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. El
nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra
de Cus. Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al
oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates. Tomó, pues, Jehová
Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara
y lo Guardase”, (Génesis 2:4-15); pero lamentablemente este mundo
poco a poco va siendo destruido por el mismo hombre. La
contaminación, la sobrepoblación, la extinción de algunas especies
animales, la deforestación y en general la misma maldad del hombre
hace que este mundo que era ideal para vivir se vaya deteriorando
hasta que finalmente sea destruido: “Pero el día del Señor vendrá
como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande
estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las
obras que en ella hay serán quemadas”, (2 Pedro 3:10).

II. NUESTRA ETERNIDAD SERÁ UN LUGAR DE


CONSTANTE COMUNIÓN CON DIOS.

“Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del


cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios
con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y
Dios mismo estará con ellos como su Dios”

En segundo lugar, la eternidad será un lugar donde


mantendremos una comunión contante con el Señor. Tal y como lo
dice Juan llegará el día cuando pasaremos a la presencia de Dios y
estaremos delante de su gloriosa presencia habitando juntos y
conoceremos a nuestro Redentor: “No habrá más maldición; y el
trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán,
y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí
más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol,
porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los
siglos”, (Apocalipsis 22:4-5).

III. NUESTRA ETERNIDAD SERÁ DE GOZO, SIN PENAS NI


DOLOR.

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá


muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron”.

En tercer lugar, en la eternidad tendremos un gozo que jamás


terminará, y ya no habrá más muerte, dolor, llanto, dolor o cualquier
pena. En este mundo pasamos muchas dificultades y adversidades,
pero debemos comprender que un día todo esto quedará en el olvido
ya que Dios enjugará todas nuestras lágrimas y nuestro gozo será
completo: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol
de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como
becerros de la manada”, (Malaquías 4:2).

IV. NUESTRA ETERNIDAD SERÁ UN LUGAR DONDE NO


PADECEREMOS NECESIDAD.

“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas


todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles
y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la
fuente del agua de la vida”.

La eternidad será un lugar donde Dios nos sustentará


gratuitamente. En este mundo tenemos que trabajar para ganarnos la
vida y proveer para nuestro sostenimiento diario, pero un día
estaremos delante del Señor y seremos saciados de manera gratuita.
V. NUESTRA ETERNIDAD SERÁ EL MOMENTO DONDE
RECIBIREMOS NUESTRAS RECOMPENSAS.

“El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será
mi hijo”.

Finalmente, la eternidad será un lugar donde seremos


recompensados por todas nuestras obras. La Biblia nos enseña que
Dios recompensara la obra de cada uno según lo que haya hecho. Por
ello encontramos que se nos dice que heredaremos la Corona de
Justicia (2 Timoteo 4:8), la Corona Incorruptible (1 Corintios
9:24-25), La Corona de Gozo (1 Tesalonicenses 2:19), La Corona
Incorruptible de Gloria (1 Pedro 5:4) y La Corona de la
Vida (Apocalipsis 2:10 y Santiago 1:12); aparte de ello en los
capítulos 2 y 3 de Apocalipsis Jesús exhorta a las iglesias a
permanecer fieles y recompensarlas por ello. Por ejemplo, a la Iglesia
de Éfeso le dice: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la
vida”, (Apocalipsis 2:7). A Esmirna: “El que venciere, no sufrirá
daño de la segunda muerte”, (Apocalipsis 2:11), a Pérgamo: “Al que
venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita
blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno
conoce sino aquel que lo recibe”, (Apocalipsis 2:17), a Tiatira: “Al
que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad
sobre las naciones”, (Apocalipsis 2:26); a Sardis: “El que venciere
será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro
de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de
sus ángeles”, (Apocalipsis 3:5); a Filadelfia: “Al que venciere, yo lo
haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y
escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de
mi Dios”, (Apocalipsis 3:12); y a Laodisea: “Al que venciere, le daré
que se siente conmigo en mi trono”, (Apocalipsis 3:21). También
encontramos las parábolas de las minas y los talentos en los
evangelios que nos hablan de recompensas para aquellos que se
esforzaron en trabajar para el reino de los cielos. En general, la muerte
para el cristiano representa una gran victoria porque recibirá su
recompensa por todo lo que haya hecho para Dios.

CONCLUSIÓN.

Por tanto, Dios nos promete una eternidad de gloria, pero para
heredarla es necesario que renunciemos a nuestros pecados y seamos
salvos por medio de la fe en Cristo porque de lo contrario solo nos
esperara la condenación eterna.

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