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John Locke, rechazando la postura innatista, afirma que el espíritu humano recibe de forma

pasiva, gracias a la reflexión y la sensación, las ideas simples. Una vez que estas se encuentran
dentro de su dominio, la mente tiene la potestad de actuar sobre las mismas. Aquí existen tres
vías principales de acción, que son todas, a grandes rasgos, variaciones de combinaciones entre
las ideas ya poseídas. Este proceso eventualmente deriva en un resultado final, las ideas
complejas (143).

Según el pensador británico, esta nueva creación mental se encuentra a su vez subdividida en
tres grandes categorías: los modos, las sustancias y las relaciones. A pesar de ser todas
relevantes, aquí nos centraremos en las sustancias. Esta subdivisión de las ideas complejas se
define como “el supuesto, pero desconocido, soporte de aquellas cualidades que encontramos
existentes, y de las cuales imaginamos que no pueden subsistir, sine re substante, sin alguna
cosa que las sostenga, llamamos a ese soporte substantia, la cual, de acuerdo con el verdadero
sentido de la palabra, significa en idioma llano lo que está debajo, o lo que soporta” (276). Lo
que se puede deducir de esta definición es que, aunque las sustancias existen, no resulta muy
factible afirmar que es posible para los humanos poder distinguirlas apropiadamente. Hay
ocasiones en las que esto puede ocurrir, pero en la mayoría de los casos se cometen errores.

Para poder profundizar lo presentado en el párrafo anterior, es necesario realizar la distinción


entre las esencias reales y las nominales. La primera de estas dos hace referencia, según el
filósofo inglés, a “el ser de cualquier cosa, en razón del cual es lo que es” (406). La definición
aquí empleada no difiere mucho de aquella que era utilizada por los antiguos, quienes
afirmaban que “la esencia coincidía con la sustancia” (Reale y Antiseri, 2018: 439). Frente a
esto, la esencia nominal se asocia con “la artificiosa constitución de género y especies” (407). La
diferencia surge de que, aunque la primera de estas es la que define la estructura de cualquier
cosa y sus cualidades sensibles, los humanos rara vez tienen la capacidad de distinguirlas de
manera efectiva. Como consecuencia de esto, terminan aplicando otras distinciones que
podrían clasificarse como “artificiales” ya que sirven para la clasificación humana, pero no
implica que sean los elementos que realmente hacen que algo sea. Es de aquí que surge
nuestra manera de imponerle nombre a las sustancias: no considerando su esencia real, sino
atributos que definimos como necesarios, es decir, su esencia nominal. En palabras de Locke:
“todo cuanto podemos hacer es reunir aquel número de ideas simples que, por examen,
encontramos unidas en conjunto en las cosas existentes, y de esa manera formar una sola idea
compleja” (442).

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