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DESCARTES Y LA ESCICIÓN MENTE-CUERPO EN LA MODERNIDAD

La postura cartesiana acerca de la certeza casi exclusiva de que se piensa, en oposición a la


inseguridad o duda que puede generar la percepción y lo percibido en el mundo (Descartes, 1986,
Cáp.1), viene a ser un planteamiento relevante en la actualidad a razón de ser considerada como la
base argumentativa de lo que, autores como Ryle denominan la doctrina oficial (Ryle, Cáp.1).
Dicha doctrina es presentada por este filósofo destacando las dificultades que enmarca uno de sus
puntos fundamentales: la división de la naturaleza humana en cuerpo y mente.

En este sentido, la intencionalidad en las líneas siguientes es presentar la postura cartesiana que se
ha mantenido en la doctrina oficial, a partir de la descripción que señala Ryle al respecto del
fraccionamiento mente-cuerpo, acentuando luego en las dificultades que considera se plantean al
adoptar esta perspectiva, y añadiendo otras de distinta índole que, se siguen también de ella y según
se mostrará, determinan maneras de concebir y actuar del hombre respecto a sí en la época actual.

Para llegar a esta comprensión, es oportuno iniciar la discusión en términos de disertar sobre lo que
es el hombre, o lo que le es esencial para ser concebido como tal, lo que en cierto modo es, iniciar la
reflexión situándola en un plano antropológico 1, ya que, a ese nivel parece manejarse la
consecuencia de la teoría cartesiana en el presente -tesis que será tratada ulteriormente-. Bajo esta
perspectiva, Ryle, pese a que realiza su análisis en un plano más lógico, permite derivar no sólo
consecuencias dificultosas de este talante, sino que propicia un escenario filosófico adecuado para
que surjan las dificultades en relación a lo que define a lo humano, y es por ello, que vale presentar
la argumentación de Ryle a continuación.

Este filósofo explica que, la doctrina oficial concerniente a la naturaleza y la localización de lo


mental, la cual procede de Descartes, sostiene básicamente que todo ser humano tiene un cuerpo y
una mente, o dicho de otro modo, que todo humano es un cuerpo y una mente. Esta suerte de
dualismo, aduce que cuerpo y mente se encuentran unidos de alguna manera, y que cada uno cuenta
con una caracterización determinada al interior de dicha interpretación: el cuerpo, compuesto de
materia, se encuentra en el espacio y en el tiempo sujeto a leyes mecánicas, y en consecuencia sus
procesos pueden ser controlados por observadores externos, de modo que el nivel corporal se
vuelve algo público dado en el mundo físico. La mente por su parte, se caracteriza porque se sitúa
en el tiempo, sus operaciones no son observables y por ende su desarrollo es algo privado, un
mundo interno en el que sólo cada individuo puede tener conocimiento directo de los estados y
procesos de su mente. (Ibíd., Pág.9)

Las consecuencias que devienen de tal formulación son problemáticas. Entre las aducidas por Ryle
se destaca que, el asumir dos mundos que componen lo humano implica obviamente que deben
estar o permanecer unidos para componerlo, lo cual no se justifica lo suficiente al decir que “se
unen de alguna manera”. Así, un punto dificultoso radica en interrogar cómo mente y cuerpo están
unidos, o mejor, como mente y cuerpo interactúan, en casos como los de estímulos perceptivos que
generan reacciones mentales, o decisiones que producen movimientos físicos, pues la teoría oficial
parece no dar una exégesis clara de esta interacción (Ibíd., Pág.10).

Se sigue también que toda persona vive dos vidas paralelas, una material de conocimiento general,
y otra cognitiva, privada, a la que sólo tiene acceso cada cual para obtener conocimiento de primera

1
Entendiendo Antropología como aquella investigación que responde a la pregunta ¿qué es el hombre? (Kant,
1938, Pág.19).
mano y exclusivo acerca de sus propios procesos, lo que da lugar a privilegiar la certeza o exactitud
que se tiene del mundo mental respecto del físico; así lo expresa Ryle cuando comenta que una
persona podrá sentirse insegura del mundo físico pero no de su mente (Ibíd.), algo que literalmente
es muy cartesiano si se revisa la primera meditación.

Lo que se plantea entonces es una antítesis entre la vida mental y la corporal. En principio, parece
ser un antagonismo metafórico indica Ryle, pero luego, esta forma figurada de oposición trasciende,
y parece reflejar una suposición más profunda, que presupone resueltamente dos existencias
distintas (Ibíd.). Justamente, lo problemático reside en concebirlo como una especie de antitesis,
porque genera una oposición absurda y desastrosa en la manera de concebir al hombre.

La doctrina oficial ha pasado de ser un planteamiento sobre la naturaleza y la localización de lo


mental a convertirse en algo más, en un paradigma que define al hombre como un ser de dos
dimensiones, una mental y una corporal, de las cuales una de ellas, la mental, se privilegia sobre la
otra por ser una cuestión de carácter introspectivo al hombre, que le proporciona una convicción de
certeza sobre ella, que no se puede lograr establecer con lo que hay de la mente hacia afuera.

Ahora bien, ¿Por qué es problemática esta escisión que pasó a ser tan dominante que define al
hombre? La respuesta es que esta división está mal planteada y de ella resultan consideraciones
igualmente equivocadas. Ejemplo de ello es que, en la oposición mente-cuerpo, al creerse que son
dos cosas distintas y que una es más esencial que la otra por ofrecer mayor certeza, no sólo se
privilegia una sobre otra, implícitamente se desdeña una por otra. Orlando Mejía, filósofo
colombiano, señala que este desprecio se explica a partir de la forma peyorativa con que Descartes
habla del cuerpo (2000, Pág.35), en oraciones como: “yo me consideraba ante todo poseedor de un
rostro, de manos y brazos, de toda esa máquina compuesta de huesos y carne, tal como aparece en
un cadáver, a la cual designaba con el nombre de cuerpo” (Descartes, 1986, Cáp.1, Pág.36);
desprecio que confirma Descartes cuando luego insiste en que lo que realmente lo hace reconocerse
como humano es su plano mental, su res cogitans, no precisamente su res extensa (Ibíd.).

Resulta equivocado privilegiar una existencia sobre otra cuando se trata de presentar cuál es la
esencia humana, y es a lo que se ha llegado con esta concepción, porque el criterio de lo humano
dicen que es una mente, que parece conocer conscientemente sus procesos, y que se confunde con
sus propiedades evidenciadas en actos inteligentes. Pero ¿en verdad este criterio especifica lo que es
el hombre? realmente no -por lo menos no solamente-, y Ryle lo evidencia cuando enuncia que la
vida interior es una corriente con canales de conciencia y con otros de tal tipo que permanecen
ocultos a su dueño, inconscientes, que hacen actuar a alguien por impulsos que desconoce e incluso
niega (Ryle, Cáp.1, Pág.11); planteamiento que muestra que la mente y sus procesos, lo que
caracterizaría al hombre, termina no siendo lo que constantemente predomina en él o lo que
continuamente le guíe, pues no siempre el individuo emplea o puede emplear la mente para
percatarse de sus propios procesos ni tampoco de ciertos actos que ocasiona, algo que hace
cuestionable afirmar que lo esencial en el hombre es sólo su vida mental la cual, no siempre es de
conocimiento directo, como sostiene la doctrina oficial.

Además Ryle indica que, el criterio mental de lo humano no es del todo aceptable cuando se
argumenta basándose en los actos inteligentes que refleja la conducta. Esto es desde luego difícil de
admitir, no obstante en este esquema teórico de escisión, si se ha concedido la división mente-
cuerpo, y no se ha logrado presentar algún argumento claro sobre la relación e interacción en la que
se comportan, resulta dificultoso de hacerlo, porque no se puede determinar si hay actos calificables
como inteligentes2 que identifiquen el proceder humano en la medida en que ninguna persona puede
tener acceso directo a la vida interna de otra -pues interior es existencia aparte de exterior- (Ibíd.,
Pág.12), no se pueden hacer más que inferencias del comportamiento que por ser del mundo físico
no son del todo confiables acerca de la mente, aquella dimensión mejor valorada en un individuo.

Recapitúlese entonces la configuración del problema y hacia donde se dirige: si se acepta la


doctrina oficial se admiten consigo problematizaciones como las mencionadas. La doctrina aún se
acepta y se admite considerablemente, de tal modo que el espectro del problema de esta concepción
se amplía, pasa a ser una cuestión antropológica en la medida que establece una concepción de
hombre -segmentada-, y en un asunto de valores éticos en tanto la preeminencia asignada a lo
mental es bastante y lo corporal se abandona. Entonces el mundo se fragmenta en dos al igual que el
hombre mismo, y con este pensamiento se niega en la actualidad el cuerpo como elemento
fundamental para ser considerado en la pregunta por la esencia del hombre, lo que genera
consecutivamente considerar que si lo humano no es el cuerpo, entonces, éste puede ser tomado y
transformando en cualquier cosa y el hombre no cambiará, ya que en últimas no hace parte de la
naturaleza humana; se puede maltratar, experimentar sobre él, mercantilizarlo, modificarlo, etcétera,
sin que ello despierte reparo alguno ante la esencia humana. Lo mental por su parte, pese a las
dificultades que han sido expuestas por Ryle, es sobredimensionado entendiéndose implícitamente
así: quienes presentan facultades mentales son los hombres, luego, personas consideradas locas, o
que tienen retraso mental, ¿vendrían a ser humanos? Parecen ser expulsados de la comunidad
humana moderna, pues lo único que pueden mostrar son cuerpos, o como lo entiende Mejía, la sola
res extensa, que no basta para ser reconocidos como portadores de lo esencialmente humano y, por
lo tanto, dejan de tener las mismas garantías en otros planos como los sociales y políticos (Mejía,
2000, Pág.38).

¿Será entonces que lo humano se basa o se reduce a un ejercicio de la razón? A lo que conlleva la
doctrina oficial es a sugerir a partir de la disección de la existencia en dos mundos, que la vida
mental es equiparable a ser humano, lo cual no es necesario que sea de este modo. Es indiscutible
luego de muchos desarrollos en filosofía de la mente y en psicología, afirmar que la razón
probablemente nos distinga de otros seres, pero no es lo mismo que afirmar que aquella es la que
nos hace humanos -por lo menos no es lo único-, y en eso hay diferencia. Lo humano se basa en las
facultades mentales, pero no se reduce a ello y de ningún modo es exclusivamente lo que nos
define, pues de ser así se siguen una serie de problemas como los desarrollados anteriormente, y
otro más.

En definitiva, el hombre no es una unión de dos existencias, puede ser mejor concebido como un
todo configurado de varios aspectos, para no tener que plantear exclusiones mutuas entre lo material
y lo mental, o pretender asignar leyes de operación similares para ambos, o darle mayor valor a una
sobre otra, pues todo este planteamiento se constituye equivocado. Así lo considera Ryle al tomar la
escisión mente-cuerpo como fruto de un error categorial que radica en considerar que la vida mental
y sus hechos se presentan como si pertenecieran al mismo tipo lógico que la vida material (Ryle,
Cáp.1, Pág.16); es decir, considerar como dos ámbitos distintos en un mismo sentido mente-cuerpo,
y hablar de ellos en los mismos términos, como si lo que se dijera de uno aplicase para el otro y se
pudieran comprender bajo un mismo marco teórico 3. Es el caso cuando lo físico se concibe regido
bajo ciertas leyes mecánicas y tiene unas causas determinadas, y se espera del mismo modo que la
2
Ni determinar el empleo acertado de conceptos referidos a procesos mentales como “creer”, “conocer”,
“suponer”, etc.
3
Al marco teórico al que se hace referencia en la escisión es a la perspectiva mecanicista que rodeó todo el
planteamiento cartesiano (Ryle, Cáp.1, Pág.16).
vida mental se rija por unas leyes, aunque de tipo no mecánico por ser de otra naturaleza en relación
a las maquinas corporales, pero aún sujeta a una dinámica de causa-efecto que se cree la explica o
da cuenta de ella, y la declara como opuesta a lo físico, como si en verdad estuviesen dadas en un
mismo nivel lógico.

Bibliografía

Descartes, René. Meditaciones Metafísicas. Ediciones Orbis. Barcelona, 1986.

Kant, Emmanuel. Tratado de Lógica. Editorial Araujo. Buenos Aires, 1938.

Mejía, Orlando. De clones, Ciborgs y Sirenas. Alcaldía Mayor de Bogotá D.C. 2000

Ryle, Gilbert. El Concepto de lo Mental. Paidos, Biblioteca de Filosofía. Nueva York.

Pablo Vargas R.
(432726)
Filosofía Contemporánea.

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