Ensayo Empirismo

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Universidad Nacional de Colombia.

Departamento de Filosofía.

SFM: Empirismo.

Miguel Angel Cabrera Vivas.

Profesor William Augusto Duica Cuervo.

Dificultades en tomar el análisis funcionalista de los estados mentales como el “más


adecuado”: una disertación desde el empirismo de John Locke.

En la anterior sesión del seminario (05/31/2022), entre los muchos temas que se discutieron,
el análisis funcionalista de los estados mentales, y específicamente, de las creencias y deseos,
fue uno de los focos centrales en el que la sesión se concentró. El tema o problema implicado
en dicho foco, como se trató de señalar en la sesión, aflora de dos cosas específicas que
Jonathan Bennet afirma en el capítulo cuarto de The Cambridge Companion to Locke (1994),
titulado “Locke’s philosophy of mind”. La primera de estas cosas, que se puede encontrar en
la primera sección de dicho capítulo (I. Property Dualism), está relacionada con el hecho de
que, según Bennet, Locke habría adoptado el mismo dualismo de propiedades que Descartes
defendió, tomando dicha postura ontológica, más que como una tesis que se sigue de una
serie de principios en un razonamiento, como un axioma incuestionable y no examinado
(Bennet, 1994, pg. 89). Inmediatamente después de hacer esta observación, Bennet afirma:

While using facts about bodily behavior as evidence for conclusions about states of mind, Locke never ask why
they are evidence (the “other minds” problem seems to have begun with Berkeley); nor does he ever suggest
that any cognitive concept might be analyzable in terms of behavioral dispositions or that sensations or feelings
or “ideas” might be physiological states. (Bennet, 1994, pg. 89-90; subrayado mío).

Como se podrá notar, el punto es que alrededor de [casi] toda la filosofía lockeana de la
mente, podemos encontrar ciertos factores que dificultan la comprensión de las bases teóricas
sobre las cuales postula su punto de vista acerca de la mente humana y sus propiedades o
estados. Estos factores, como es evidente por el pasaje citado, apuntan a que Locke no fue
claro acerca de la relación que podría haber entre los estados mentales (states of mind), y el
comportamiento (bodily behavior/behavioral dispositions) y la fisiología humana
(physiological states). Mientras que el primer factor señala que Locke nunca se preguntó en
qué medida los hechos sobre el comportamiento corporal pueden ser evidencias que
justifican nuestras conclusiones sobre los estados de la mente, el segundo y tercero de estos
factores indican, respectivamente, que [Locke] tampoco sugirió en ningún momento que un
concepto cognitivo -como la creencia- pudiera ser analizado a la luz de disposiciones de
comportamiento, ni que los estados mentales comúnmente llamados “qualia” pudieran ser
solamente estados fisiológicos o biológicos, o en cualquier caso, materiales. Pensando un
poco más lo que estos tres factores mencionados tienen en común, es claro que lo que indican
en conjunto no es sino el hecho de que Locke nunca ahondó en la relación que habría entre lo
mental (creencias, deseos, ideas, etc.), y lo material o lo empíricamente observable
(comportamiento corporal, estados fisiológicos o biológicos, etc.).

Ahora bien, antes de proseguir con mi disertación, quisiera, de manera muy breve, distinguir
entre lo que, en este contexto, denomino como “material”, por una parte, y lo que llamo
“empíricamente observable”, por otro lado; esto para hacer notar que, si bien [aparentemente]
podemos concebir fenómenos comunes dentro de ambas categorías -como los ya
mencionados-, no podemos pensarlas como [categorías] equivalentes. Con “material”, quiero
expresar, por mor de la discusión, lo que muchos filósofos modernos, incluyendo a Locke,
tienden a pensar desde Descartes como substancia extensa (res extensa) capaz de comunicar
movimiento por impulso (E II. xxiii. 17), mientras que con “empíricamente observable”,
quiero referirme a todo lo que la mente percibe por medio de la sensación, la cual
[sensación], Locke define como una impresión o moción corpórea que produce todas nuestras
ideas acerca de objetos externos -ideas de sensación- (E II. i. 4; E II. i. 23).

Una de las razones principales en la que me baso para realizar esta distinción es que, a pesar
de que -como lo vimos en anteriores sesiones- Vere Chappell considera que Locke acepta que
nuestra mente percibe cosas que están “fuera” de sí misma (Chappell, 1994, pg. 29), el
empirista inglés afirma explícitamente que lo que distingue nuestras ideas de las cualidades
sensibles en los cuerpos, es que mientras las primeras son “[...] todo aquello que es el objeto
inmediato de percepción, de pensamiento o de entendimiento [...]” (E II. viii. 8; Locke, 1994,
pg 112-113; subrayado mío), una cualidad sería solamente “[...] la potencia para producir
cualquier idea en la mente [...]” (ibid.), por lo que dicha cualidad, al ser lo que genera ciertas
percepciones en mi mente, no es algo que mi mente perciba en absoluto. Por otra parte, la
segunda razón de mi distinción es que, según Locke, el sujeto en que existirían las cualidades
sensibles (la substancia o substratum material) es un supuesto de nuestra mente, dado que no
tenemos una idea clara y distinta de tal cosa (E II. xxiii. 1-4), lo cual pone en problemas su
realismo metafísico, sobre el cual se basaría nuestra creencia de que la conducta corpórea,
empíricamente observable, constituye un hecho.

En fin, en vista de lo anterior -que indica más un problema en la filosofía de Locke que en la
interpretación Bennet-, sea que hablemos de lo material o lo empíricamente observable, el
punto es que Locke nunca realizó un examen profundo acerca de la manera en que las
propiedades mentales están relacionadas con lo uno o lo otro, y en este sentido, no es claro
hasta qué punto las relaciones supuestas entre lo mental y lo material, o lo empíricamente
observable, puedan constituir una base sólida para argumentar cuál hubiera sido la manera
“correcta” o “más adecuada” en que Locke analizara los estados mentales; sobre todo si tal
proceder “correcto” tiene como fundamento razones empíricas, dado que por el primer factor
señalado, Locke nunca argumentó por qué el comportamiento corpóreo [empíricamente
observable] constituyen evidencias que justifican cualquier conclusión “c” que tengamos
sobre nuestra mente.

La segunda cuestión, por la que principalmente surgió la discusión sobre el funcionalismo,


que podemos encontrar al final de las secciones segunda y tercera del capítulo (II. Cognition;
III. Volition), no es sino el hecho de que, según Bennet, para que Locke hiciera un análisis
adecuado de los estados tanto cognitivos como volitivos de la mente, esto es, de las creencias
y deseos, era necesario que partiera de un principio funcionalista sobre dichos estados, según
el cual, éstos son fundamentalmente dos elementos que explican el comportamiento humano
(Bennet, 1994, pg. 93/97). Las razones de Bennet, en ambos casos, consisten en que Locke
no explica de manera suficiente ciertos aspectos relacionados con ambos tipos de estados
mentales. Aunque considero que sí se puede encontrar en Locke los vacíos explicativos que
señala Bennet, por las razones dadas -fundamentalmente la falta de conexión entre lo mental
y lo empíricamente observable, y el supuesto del realismo metafísico-, no hay ninguna razón
en su filosofía que nos indique, en general, cuál hubiera sido la mejor manera de investigar lo
mental, ni en particular, ninguna razón que indique que tal manera debería ser funcionalista.

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