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La Iglesia católica considera la infalibilidad del papa como efecto de una especial asistencia que Dios
haría al romano pontífice cuando este se propone definir como «divinamente revelada» una
determinada doctrina sobre la fe o la moral.1
Definición dogmática[editar]
La constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, ratifica esta doctrina, para aclarar la
definición de la infalibilidad papal, en su párrafo 18:
Este santo Concilio, siguiendo las huellas del Vaticano I, enseña y declara a una con él que Jesucristo, eterno pastor,
edificó la santa Iglesia enviando a sus apóstoles como él mismo había sido enviado por el Padre (cf. Jn., 20,21), y quiso
que los sucesores de estos, los obispos, hasta la consumación de los siglos, fuesen los pastores en su Iglesia. Pero
para que el episcopado mismo fuese uno solo e indiviso, estableció al frente de los demás apóstoles al bienaventurado
Pedro, y puso en él el principio visible y perpetuo fundamento de la unidad de la fe y de comunión. Esta doctrina de la
institución perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro primado del romano pontífice y de su magisterio infalible, el
santo concilio la propone nuevamente como objeto firme de fe a todos los fieles y, prosiguiendo dentro de la misma
línea, se propone, ante la faz de todos, profesar y declarar la doctrina acerca de los obispos, sucesores de los
apóstoles, los cuales junto con el sucesor de Pedro, vicario de Cristo y cabeza visible de toda la Iglesia, rigen la casa de
Dios vivo.2
Ex cathedra[editar]
Tres condiciones deben reunirse para que una definición pontificia sea ex cathedra3 y se le aplique la
infalibilidad pontificia:
Fundamento escritural[editar]
La doctrina católica sostiene que Jesús estableció su Iglesia fundamentándola sobre la persona
de Simón Pedro (y, por consiguiente, de los papas que lo sucederían posteriormente), cuando le dice
«lo que ates en la Tierra quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la Tierra quedará desatado
en los Cielos» (por lo tanto, le estaría dando potestad suprema), y a quien le encarga la misión de
«apacentar a sus ovejas» y «confirmar a sus hermanos» en la fe. Además Jesús prometió que enviaría
el Espíritu Santo para que gobernase la Iglesia y la iluminara con la verdad, y que Él mismo
permanecería con ella hasta el fin de los tiempos.
La conjunción de estas promesas son tomadas por la Iglesia católica como fundamento de la doctrina
de la infalibilidad, al entender que Jesús prometió una asistencia real y permanente a la Iglesia, por sí y
por el Espíritu Santo, y por consiguiente a la persona a la que le estaba encargando "confirmar en la
fe" al resto de los cristianos, es decir, a Pedro y los papas que lo sucederían.
De este modo la Iglesia católica entiende que es preciso que Dios preserve a la Iglesia, y al papa que
es el sumo pontífice y su Cabeza Visible, de cometer errores en materia de fe o de moral, a fin de que
pueda guiar correctamente a los obispos como a los fieles y quede garantizada que la doctrina
enseñada por ella es cierta.