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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA Introducción a la Teología

Apuntes de clase
Prof. P. Julián Ces

Unidad 5 – Magisterio de la Iglesia

1. Introducción
La revelación que fuimos estudiando en las clases pasadas no tiene como destinatarios a individuos
particulares; Dios siempre se revela a un pueblo. De hecho, los textos en los que se expresa la revelación son
textos comunitarios, eclesiales. La revelación se recibe, se comprende y se trasmite en Iglesia y con la Iglesia.
La transmisión de la revelación esta ligada a un sujeto vivo, la Iglesia, Pueblo de Dios conducido por el Espíritu
de Jesús glorificado: “Quien a ustedes escucha, a mi me escucha” (Lc. 10, 16) dirá Jesús a los discípulos cuando
los envía a la misión. Por lo tanto, es clave comprender que la palabra humana de la Iglesia se convierte en
portadora y presencia de la palabra de Dios.

2. Textos bíblicos de referencia


Para poder situar correctamente este servicio-misión de la Iglesia vamos a detenernos en tres textos que
de referencia:
“Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de
ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el
cielo. Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá
contra ella. Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo,
y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”. Mateo 16, 17-19
“Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para
que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos”. Lucas 22,31.32
“Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». El le respondió:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le volvió a decir por segunda vez:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». El le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta
mis ovejas». Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por
tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo:
«Apacienta mis ovejas. Juan 21, 15-17
En estos textos podemos ver el papel de Pedro dentro del grupo de los 12. Es Jesús quién lo elige y le
encarga la misión de apacentar mis corderos, Jesús mismo se compromete a sostener la fe de Pedro para
confirmar a los hermanos en la verdad, y por último, es el mismo Señor quien lo constituye como piedra sobre la
cual quiere sostener su Iglesia (usando la imagen de la construcción a modo de piedra fundamental). Por tanto,
un principio elemental a tener en cuenta es la «fidelidad de Dios» en esta misión. Sobre estas notas nos
referiremos a continuación.

3. Definición y tipos de Magisterio


Como hemos analizado en los textos bíblicos, Jesús mismo encargó a sus Apóstoles el ministerio de la
enseñanza: la Iglesia como tal tiene una Verdad que no puede callar, una Buena Noticia para proclamar, un
mensaje para trasmitir: el depósito de la fe contenido en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escrtitura. Por
tanto, es tarea del Papa junto a los obispos custodiar y trasmitir este tesoro.
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Con respecto al Magisterio encontramos dos tipos: magisterio inefable o extraordinario y magisterio
ordinario. En ambos casos es ejercido por el Papa y/o los obispos, según corresponda.

a. Magisterio Inefable o extraordinario


Si nos detenemos en el subtitulo de este apartado vemos dos calificativos referidos al magisterio que
funcionan como sinónimo: inefable o extraordinario. Para comprender de que se trata iremos avanzando poco a
poco, pero el punto de partida y clave de interpretación lo encontramos en lo «extraordinario», referido esto a las
contadas ocasiones en que es ejercido. No es habitual en la vida de la Iglesia como maestra.
Cuando hablamos de infalibilidad tenemos que entender bien a qué se está refieriendo, porque a primera
vista podría parecer a un “super poder” otorgado a una persona para que lo ejecer arbitrariamente. Lejos de esta
concepción, vamos primero a leer la declaración del Concilio Vaticano I y luego la analizaremos para una
comprensión correcta de este tipo de magisterio:
“El Romano Pontífice cuando habla ex cathedra -esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos
los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y las costumbres debe ser
sostenida por la Iglesia universal-, por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado
Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en al
definición de la doctirna sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontifice son
irreformables por sí mismoa y no por el consentimiento de la Iglesia.”
Como vemos, el Concilio define la infalibilidad del Romano Pontífice bajo ciertas condiciones. Está limitada
en cuanto a:
• su objeto: materias de fe y costumbres. O sea, remite a las verdades que consitituyen el depósito
de la fe o de la revelación. Entonces la infalibilidad actúa dentro del círculo preciso de la revelación
y todas las posibles definiciones deben mantenerse dentro de este círculo. De este modo, no es
posible que, en el futuro, se nos presente como perteneciente a la fe, alguna verdad que los
creyentes no hayan aceptado o, al menos, si no la han aceptado es porque no se les ha hecho caer
en la cuenta de que era reveladora. No se nos puede imponer nada diferente de lo que
sustancialemente ya sostenemos los creyentes, y mucho menos, algo contrario.
• la manera de ejercerla: el Papa en su calidad de Pastor de todos los cristianos. No así cuando
propone una meditación personal o en una homilía durante una celebración. Por tanto, si el Papa
no habla como “cabeza de la Iglesia” y representante de la misma es uno más (par inter pares) y
puede errar como todos. Entonces, no podría afirmar una verdad, contraria al sentir de la Iglesia
toda (cuerpo), a quien representa (como cabeza).

El cuanto a su objeto, como ya explicamos, al estar ordenada a la Revelación, el Magisterio, antes de


pronunciarse deberá consultar los textos de la Escritura, la investigación científica de los teólogos y exegetas.
Este trabajo conjunto en la búsqueda de la verdad nos libera del prejuicio de pensar en una verdad acomodada
al gusto o parecer de quien la propone.
Este tipo de magisterio hay que entenderlo como un carisma, un servicio, para conservar aquel depósito de
la fe que heredamos en la tradición. Un ejemplo de este tipo de Magisterio lo encontramos en la definición de los
dogmas de fe. Entre ellos: la existencia de Dios, la Santísima Trinidad, Jesús hombre y Dios, la Asunción de
María, el Purgatorio, etc.
Por último nos queda pensar cuál es la adhesión que todo el pueblo de Dios debe a este tipo de verdad.
Por tratarse de una verdad de fe o dogma, corresponde la plena adhesión. De todos modos, avanzando un poco
más en el desarrollo de esta clase vamos a ver que todo dogma tiene su punto de inicio en la fe del pueblo de
Dios y que posteriormente es proclamada por la autoridad de la Iglesia (punto 4).
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b. Magisterio ordinario
Además del magisterio infalible o extraoridnario, tenemos también el Magisterio llamado ordinario, en tanto
que es mucho más habitual que el anterior. Para que tengamos un ejemplo de esto, Francisco aún no se ha
pronunciado con Magisterio extraordiario pero sí muchas veces a través del ordinario, justamente por ser el más
habitual en al vidad de la Iglesia como Padre y Pastor de todos los creyentes.
Sobre este tipo de magisterio vamos a dejarnos iluminar por la constitución pastoral Lumen Gentium (LG)
del Concilio Vaticano II, en su número 25, donde hablando de la respuesta de fe del pueblo de Dios afirma que:
“(…) ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal
manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se preste adhesión al parecer
expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los
documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo.”
El texto expresa diversos grados de obligación frente al Magisterio. Ésta se mide exactamente según el
grado del ejercicio del magisterio. Si este último proclama un juicio absolto y definitivo, no cabe ninguna duda.
Si se limita, por el contrario, a una declaración auténtica sin llegar a la “definición”, o si se contenta con un consejo
prudencial, estamos obligados guardando las proporciones, al asentimiento, a la docilidad o a la cuidadosa
atención.
Ante esto podemos preguntarnos, ¿dónde encontrar los criterios que permitan esablecer el grado de
autoridad que el Papa quiere otorgar a un documento? Su intención será manifiesta, con una claridad suficiente,
bien por el texto mismo, bien por las circunstancias que lo rodean y lo explican. Incluso el estilo del documento
puede darnos indicaciones. Esto nos lleva a concluir que en este dominio también el género literario tiene su
importancia. Una recomendación hecha de paso o una piadosa exhortación dirigida a un grupo de peregrinos no
tiene el mismo alcance que una declaración formal.
Por último, el Papa puede hablar como persona privada. Como ejemplo baste la figura de Benedicto XVI
que ha escrito como teólogo: “Jesús de Nazarteh”. De ahí que en la portada del libro aparezca la autoría de
Joseph Ratzinger y que él mismo declare: “Sin duda, no necestio decir expresamente que ese libro no es en
modo alugno un acto magisterial sino únicamente expresión de mi búsqueda personal del rostro del Señor”. Por
su puesto, en este caso, no estamos hablando de una instancia magisterial.

4. Interpretacion auténtica de la Escritura


Otro texto importante del Concilio Vaticano II lo encontramos en el número 10 de la Dei Verbum (DV) : “el
oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al
Magisterio vivo de la Iglesia”.
Para situar y entender esta afirmación hay que dejar claro que el sujeto receptor de la revelación es la Iglesia
en su totalidad, entendida como Pueblo de Dios (todos los bautizados). El Magisterio no está separado del
pueblo, sino dentro de él. Por tanto, toda la Iglesia, incluido el Magisterio, está a la escucha de la Palabra de
Dios. Ahora bien, en la Iglesia hay funciones diversas, todas ellas al servicio de la revelación. Aquí es donde se
sitúa el papel del “interpretación auténtica” del Magisterio: al servicio de la Palabra de Dios, nunca por encima
de ella. Precisamente por su papel de servicio, ante de explicar fielmente la fe debe “escuchar devotamente” lo
trasmitido (DV 10).
En el número 12 de LG leemos que la Iglesia en su totalidad no puede equivocarse cuando cree. En teología
se conoce esta realidad como «sensus fidelium», o sea, el sentido de la fe. Los fieles cristianos asistidos por el
Espiritu Santo que da la capacidad de descernir lo verdadero de lo faslo, pueden, por tanto, discernir la verdad
profundamente y con juicio certero, y aplicar esta verdad conocida en la vida. En ocasiones, incluso, esta
profundizaciòn resulta ser tan universal y tan visible que el Magisterio se ve como obligado a proclamarla como
verdad de fe, y entonces los fieles que ya vivían “con juicio certero” esta verdad, aunque la expresaban a su
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modo, tienen una garantía de que se encuetran ante “la verdadera palabra de Dios”. Es interesante ver como no
se ha llegado a creer en esa verdad porque están definidas, sino que fueron definidas porque se creían en ellas.
Es el mismo Espíritu el que ilumina a los fieles cuando viven los misterios de la fe, oídos en la Palabra, y el
que ilumina al Magisterio cuando, con su autoridad, profiere técnicamente y purifica las vivencias espontáneas y
las expresiones populares de los fieles. Sin esta referencia esencial a una verdad vivida, que la precede y la
condiciona, la definición dogmática del Magisterio, no tendría sentido: sería una decisión sin objeto.
Queda así claro que el carácter extraordinario de las intervenciones del Magisterio es inseparable (y en
cierto modo segundo) con relación a la normalidad del acceso de todos los creyentes a la revelación, pues de lo
contrario nos encontraríamos en un auténtico callejón sin salida. En efecto, si la comprensión de la revelación
no estuviera al alcance de todos, si estuviera reservada a un grupo de expertos, y aún a éstos les resultase difícil
determinar sus contenidos, entonces, ¡no habría revelación!

5. Calificación teológica de las intervenciones del Magisterio


A la luz de todo lo anterior se plantea la cuestión concreta de cómo saber el grado de obligatoriedad de una
declaración del Magisterio. Ya LG 25 nos daba una pista: “ya se por la índole de los documentos, por la frecuente
proposición de la doctriana, ya sea por la forma de decirlo”.
Sin duda tres preguntas nos pueden guiar: ¿quién lo dice? ¿cómo lo dice? ¿de qué estamos hablando o de
qué trata lo que se dice? Les propongo el siguiente cuadro para graficar la respuesta a estos interrogantes y
también nos servirá de sintesis sobre lo trabajado en esta clase.

Magisterio Quién lo dice Cómo lo dice De qué trata


Papa Ex – cathedra: bula Definir una verdad: dogma
Extraordinario Concilio Ecuménico Definición conciliar Cuestiones de fe o
Obispos en comunión con el Papa Definición conjunta costumbres
Encíclica: Laudato Sí
Exhortación
Papa Carta Pastoral
Instrucción
Ordinario Homilía Temas particulares
Conferencias Episcopales Documento
Carta Pastoral
Obispos en su diócesis Instrucción
Homilía

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