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“Déficits de autoestima y la genuina Autovaloración”.

Iannizzotto, María Eugenia (2012)


Extractos de Tesis Doctoral Inédita. UCA-CONICET. Uso exclusivo para alumnos de psicología de
la Personalidad UCA Mendoza. Prohibida su difusión.

Autovaloración: genuina autoestima, déficit de autoestima y autorrealización personal.

Déficit de autoestima

1- La literatura corriente describe o caracteriza de modo simplista, generalmente,


dos formas de autoestima: alta o baja.

-Afirman que la persona con autoestima alta se siente feliz consigo misma, le gusta
su forma de ser, actuar, se aceptan así mismos, incluso al decir de Kernis (2005), “con
verrugas y todo”. Los sentimientos positivos hacia sí mismos, pareciera que no pueden
verse amenazados, por tanto no tienen necesidades de utilizar estrategias ni de
promoción, ni de defensa de su autoestima. En cambio, la persona con baja autoestima,
es considerada como insegura, que se autodesprecia, que escapa a toda situación en la
que pueda quedar al descubierto su incompetencia, falta de confianza.

Entendida de este modo, coincidiríamos en que es muy importante desarrollar a


toda costa y a cualquier precio sentimientos positivos sobre sí mismo, para lograr salud
psicológica y el bienestar general.

2- Sin embargo, estudios recientes, muestran que muchas personas, a pesar de


lograr puntuaciones altas en inventarios de autoestima, manifiestan la utilización de
muchas estrategias defensivas frente a situaciones de amenaza y atribuyen sus fracasos
al entorno, en vez de reconocer su responsabilidad; minusvaloran la tarea cuando no han
conseguido éxito; desvían la atención hacia otros aspectos positivos de sí mismos, ponen
en relieve los puntos fuertes personales no relacionados con el contenido de la amenaza,
etc. Se encuentran, como atrapados en mantener, reforzar y mejorar estos
autosentimientos. Es decir poseen una alta autoestima pero “vigilante, defendida y
mejorada con el fin de que sobreviva” (Kernis, 2005, 312), vulnerable frente a las
amenazas: una “alta autoestima frágil” Kernis (2003, 2005, 2008).

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Egocéntricos, Narcisistas, Irascibles, Depresivos o con éxito pero desconformes.

Irritables y suceptibles, Tercos, Hirientes, con complejo de víctimas, Individualistas o


indiferentes ante el sufrimiento ajeno, descontentos, inseguros, mezquinos, engreídos,

Por otra parte, hay evidencias (Baumeister et al., 1996; Kernis, 2003ª, 2003b;
Kernis, en prensa; Kernis y Goldman, 1999; Kernis y Paradise, 2002; Kernis et al. 2005)
de que algunos individuos poseen una “alta autoestima segura”; es decir, poseen
sentimientos positivos hacia sí mismos construidos o generados sobre bases sólida que
no requieren continua confirmación o promoción y que no se ven fácilmente amenazados,
por tanto no requieren protección.

Las personas que fundan sus sentimientos de propio valor en cimientos reales y
sólidos generan una “genuina y auténtica autoestima”, mientras que, aquellos que poseen
como criterio de autovaloración aspectos más superficiales, fáciles de vulnerar, tienden a
poner en acción procesos defensivos para mantener, proteger o mejorar sus sentimientos
de autoestima, posee una “autoestima defensiva”. La defensividad no es un simple
fenómeno asociado a la autoestima baja sino que parece consistir en una variedad de
reacciones que reflejan deficiencias de autoestima (Coopersmith, 1967 p.256)

3. Autoestima verdadera o cierta vs contingente

La autoestima alta y segura tiene que ver con lo que algunos autores describen

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como sentimientos ciertos o verdaderos o esenciales en contraposición a sentimientos


contingentes de autoestima. Deci y Ryan, (1995), llaman a la alta autoestima contingente
o cirscuntastancial porque sigue siendo alta sólo mientras uno tiene éxito en satisfacer los
criterios del momento. Por el contrario, la autoestima verdadera refleja sentimientos de
autoestima que no dependen de la consecución de resultados específicos, y que no
requieren la validación continua. Así la verdadera alta autoestima se desarrolla cuando las
acciones de uno son auto-determinadas y congruentes con lo interno, el núcleo de uno
mismo, más que un reflejo de las exigencias impuestas desde el exterior o el control
interno. Respecto a esto afirma Kernis (2003)., “la alta autoestima segura es verdadera,
porque no es “ganado”, ni puede ser quitado” sino dada; pero exige ser descubierta y
reconocida por el sujeto.

¿Sobre qué apoyo mi autoestima? Sobre mi aspecto físico? Sobre mis éxitos
laborales, sociales, familiares? sobre mis competencias: tareas domésticas, habilidades
deportivas, con mis hijos, con mi esposo? Sobre mis virtudes, sobre mis amores? Sobre
mi fe activa? sobre mi amor a Dios? Sobre el amor de Dios hacia mi?

4. Autoestima estable vs inestable

Otra medida de autoestima frágil ya sea para alta o baja autoestima es la fluctuación
de los sentimientos actuales de autoestima en el tiempo y situaciones. Si hay
fluctuaciones a corto plazo, de modo inmediato, la autoestima es inestable. Aquí no nos
referimos ya al nivel de autoestima, ni a la positividad o negatividad de los sentimientos
hacia sí mismo, sino a su estabilidad. Investigaciones han demostrado que personas con
inestable alta autoestima son más defensivas que las que poseen alta autoestima estable
(Kernis 2003).

5. Alta autoestima – baja autoestima- Pseudoautoestima y narsismo-

Mruk (2006), sostiene la existencia de 4 tipos de autoestimas generados a partir de


la combinación de los dos componentes de la autoestima: la competencia y el
merecimiento. Un tipo de autoestima se convierte en más habitual dado el potencial, los
límites evolutivos, las oportunidades y las elecciones personales de un individuo. Así una
persona puede tener una historia de alta competencia y alto merecimiento y producirá una
autoestima alta. O podría sentirse inmerecedor e incompetente y generar una baja
autovaloración. Pero también, puede suceder que la persona no posea en el mismo nivel

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estos dos componentes generando una autoestima “discrepante”. Aquí los sujetos tienden
a mantener una visión distorsionada de sí mismos, y a “defender” su autoestima, por esto
el autor llama “autoestima defensiva”. Hay dos modos de vivir la autoestima
defensivamente: el tipo “narcisista”, que es aquella persona que se siente merecedora,
pero que niega carecer de habilidades o talentos, o exagera su posesión como forma de
compensación. Es el que generalmente es calificado por el entorno, como engreído,
consentido, centrado en sí mismo. Otro modo de vivir defensivamente la autoestima es el
tipo “pseudoautoestima”: es la persona que su sentido de competencia tiene asidero real,
pero su deficiencia en el sentido de merecimiento distorsiona la percepción, la experiencia
y la conducta. Es la persona que generalmente no logra experimentar satisfacción por sus
logros.

Cuadro N°1
Autoestima Defensiva Merecimiento (+) Alta Autoestima

Tipo I Narcisita

Competencia(-) Competencia(+)

Tipo II Pseudoautoestima.

Baja autoestima Merecimiento (-) Autoestima Defensiva.

6. Autoestima implícita vs explícita.

Investigaciones recientes encuentran la explicación a la fragilidad, defensividad,


inestabilidad de la autoestima en la consideración de los sentimientos explícitos e
implícitos de la autoestima. Los investigadores suelen definir a la autoestima implícita
como evaluaciones o asociaciones afectivas fuera de la conciencia, activadas de forma
automática y sin la orientación consciente. En cambio la autoestima explícita es la
autoeevaluación deliberada, consciente. Investigaciones han mostrado la posibilidad de

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que haya discrepancia entre estas dos autoestimas “autoestima discrepante”.

Epstein (2003) sostiene desde la teoría de la Personalidad Cognitiva-experiencial


del sí mismo (CEST), que las personas poseen dos sistemas psicológicos integrados. Un
sistema, conocido como el sistema cognitivo o racional, que opera en el nivel de
conciencia de acuerdo a los principios de la lingüística y la lógica. La autoestima explícita
reside en el sistema cognitivo / racional, lo que permite la conciencia de la posesión de
estos sentimientos de sí mismo. En general, las escalas de auto-estima (como la de
Rosenberg, 1965) logran obtener información sobre este tipo de autoestima.

El segundo sistema, llamado sistema de experiencia, opera a nivel no consciente,


orientado en gran parte por las importantes experiencias afectivas y principios heurísticos.
En este sistema reside la autoestima implícita, pero no obstante, por la integración e
interacción de los dos sistemas puede “filtrarse” y afectar a los pensamientos, las
emociones y comportamientos (Kernis, 2005). Desde esta perspectiva, la frágil
autoestima refleja las discrepancias entre los sentimientos [de los individuos] explícitos e
implícitos de la autoestima. “Estas discrepancias probablemente socavan la certeza y la
seguridad de los sentimientos de la autoestima, aumentando así su tendencia a
comprometerse en la auto-protección y auto-promoción” (Kernis, 2005, p.315). La alta
frágil autoestima se caracteriza por alta autoestima explícita y baja autoestima implícita
(Kernis, 2003, 2005). De todos modos, los hallazgos sugieren que, independientemente
del nivel concreto que adopte la autoestima, las discrepancias entre implícita y explícita,
se asocian con mayor respuestas defensivas que las congruentes implícitas y explícitas
de la autoestima.

7. Como parte de este esquema, el autoconcepto, organiza recuerdos abstractos y


concretos sobre el mismo y controla el procesamiento de la información propia de
referencia. (Campbell, 1990). En los trabajos de Campbell (1990-1996), se encuentran
evidencias respecto de la presunción que hay diferencias en la autoestima respecto de las
características o de la estructura del autoconcepto. Así, es importante para el
funcionamiento del individuo tanto el contenido del autoconcepto como la forma de
organización de los datos en el esquema cognitivo. Algunas notas del autoconcepto son la
claridad (Campbell, 1990), la compartimentación y la integración (Zeigler-Hill V. and
Showers C.J., 2007), y la importancia diferencial (Pelham y Swann, 1989).

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De acuerdo con esto, observamos en la vida cotidiana como la gente opta por
experiencias que confirmen su talento, e incluso personas con baja autoestima, prefieren
recibir información que resalte sus aspectos positivos a los negativos. Sin embargo, a
pesar de estos esfuerzos por encontrarse en entornos donde se favorezca la
autopercepción positiva, las personas muchas veces se encuentran de manera
inesperada con información que resalta aspectos negativos o contradice su
autopercepción. En este caso, la información negativa sobre sí mismo es difícil de
manejar, y como resultado, las personas utilizan estrategias encaminadas a reducir al
mínimo esta discrepancia. Incluso, implica en algunos casos, grandes cambios en la
autoestima, tanto para las personas con alta o baja autoestima. (Van Dellen y Campbell,
2010). Este proceso de autorregulación del estado de autoestima puede ser consciente y
con esfuerzo o puede ser automático. (Kernis, 2005)

En este intercambio con el entorno, si el sistema no es lo suficientemente flexible, la


persona puede utilizar mecanismos de defensa, o mejor dicho, procesos defensivos
(Pithod, 1994), ya que nada en el hombre es mecánico-, frente a la recepción de
información negativa. Sin embargo cuando este movimiento se da de modo flexible
estamos ante un “funcionamiento óptimo” (Kooler, 2003)

Este movimiento de la autoestima cumple una función de “modeladora” (Mruk,


2006), de las percepciones, de las experiencias y de la conducta., su autenticidad
depende del “funcionamiento óptimo” (Kooler, 2003) de su dinámica. La autenticidad
puede caracterizarse, según Kernis (2003), como el libre funcionamiento del yo en “el
aventurarse a ser uno mismo” y sostiene que están presentes 4 elementos: 1) la
conciencia o conocimiento de sí mismo, de los valores, habilidades, etc. 2) un
procesamiento imparcial de la información referida a las experiencias internas y externas
(es decir, no ignora, ni exagera, ni niega información referida a experiencias interna y
externas). Tiene que ver con los mecanismos –o procesos defensivos (Pithod, 1994), ya
que nada en el hombre es mecánico) de defensa frente a la información negativa; 3)
comportamiento auténtico, significa actuar de acuerdo con los valores, preferencias y
necesidades propias como opuesto al comportamiento pasivo de quien se inclina y vive la

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vida conforme a los deseos y reglas de los demás1; y 4) la relación sincera con los demás,
que implica la importancia de una relación estrecha y original con los demás desde el
verdadero yo: bueno o malo (significa ser auténtico y no un falso en la relación estrecha
con otros).

Ambas posibilidades, problemas en la integración personal, como problemas psico-


orgánicos, pueden dar lugar a los déficits de autoestima.

De este modo, una persona puede reconocer reflexivamente su ser personal,


valioso en sí, digno de amor por él y cualquier otra persona. Puede descubrir además sus
capacidades, sus aptitudes, su realización personal, sus expectativas, y sus logros
(utilitarios o personales); sin embargo puede no estar en sintonía consigo mismo; “puede”
no vibrar positivamente cuando se experimenta a sí mismo. Se dice “puede”, porque como
se mencionó anteriormente, en el hombre la asunción de las dimensiones inferiores por
las superiores no se da perfectamente, por lo que durante toda la vida el hombre debe
llevar a delante un proceso de personalización, de integración. Además, también cabe
que por déficits orgánicos, se dificulte la tarea de dominio del nivel afectivo, quedando el
hombre “preso” de estas sensaciones concretas, incluso psico-biológicas

Que es la autoestima?

En definitiva, ¿qué es la genuina autovaloración?

. Fundamentalmente hay que afirmar que la autoestima se vive. La autoestima como


valoración de sí mismo, primeramente se experimenta, es una vivencia personal. Así lo
expresa Rojas en su definición (2002), “la autoestima ‘se vive’ (…)”2. La autoestima es la
experiencia personal de sí mismo. Polaino Lorente (2003), también se refiere a ella en
una de sus definiciones como “la capacidad para experimentar el propio valor intrínseco”.
En contraste con el autoconcepto que es un elaboración de la potencia cognitiva, la

1 Se considera que la locución más ajustada y de rigor científico es denominar al primer tipo de

comportamiento “habilidades de autoafirmación o conducta asertiva”; en tanto el segundo, estaría dentro de la


tendencia del “no asertivo o inhibido”.

2La definición completa de Rojas se expresa más adelante, para no dispersar al lector con otros elementos
que introduce el autor en su definición.

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autoestima es acto de la potencia apetitiva, particularmente de la afectividad. Se


considera, entonces, a la autoestima como una vivencia, compleja y mixta. Es decir, una
vivencia en la que se integran aspectos de los diversos estratos de la persona: sensibles
e espirituales. Al decir vivencia, experiencia y no solo conocimiento (aspecto al que se
refiere propiamente el autoconcepto) se señala la presencia de “significaciones afectivas”
en la captación de sí mismo. Estas significaciones afectivas son un tipo de conocimiento
ligado a la experiencia, denominado experiencial. (Cfr. Autoestima y dimensión afectiva).
Este conocimiento experiencial no alude solamente a lo sensible, sino también a las
afecciones del nivel espiritual3.

. Se presenta, a continuación, las diversas vivencias básicas de autoestima que se


integran en la experiencia de la autovaloración. Con el riesgo de ser repetitivos, es
necesario aclarar que, si bien se pueden distinguir vivencias de autoestima según cada
estrato, éstas son teóricas, en la realidad se experimentan integradas y con sólo un
acento en uno u otro caso. Además, según el proceso de madurez e integración personal
el hombre va siendo capaz de “asumir” las pulsiones y vivencias “inferiores”4, y alcanzar
otras más elevadas. Puede, entonces, dejar de lado las pulsiones y necesidades básicas,
(egoístas en la clasificación de Lersch) y trascender hacia los demás.
Primariamente, la autoestima se presenta en relación con las potencias apetitivas
como necesidad-tendencia. La autoestima mueve hacia la búsqueda de la propia
estimación. La mayoría de los autores consideran a la autoestima como una necesidad
del hombre. Maslow y Lersch hablan de la necesidad de autoestima5 y de vivencia
6
pulsional de autoestima respectivamente. Es decir, como un estado de defecto que se
pretende superar y como tal mueve a la persona para lograr satisfacerlo.

3 Explica Pithod que el conocimiento experiencial incluye aspectos sensibles y espirituales y que solo se
opone a él, la pura acción de la razón. Por ejemplo en un juicio de la razón.

4 Al calificar de “inferiores” a las vivencias psicofísicas, no se las denigra, ni menosprecia. Solo se intenta
indicar que en este nivel, el hombre participa de las perfecciones propias del animal. Mientras que, en los
otros dinamismos que solo poseen una base indirecta de los órganos corporales, son específicamente
humanos; por tanto se los clasifica como superiores.

5 Maslow, coloca las necesidades de estima sobre las necesidades básicas, las de seguridad y protección,
las de afiliación y afecto; y bajo las necesidades de autorrealización.

6
Lersch, dentro del grupo vivencias pulsionales del yo, incluye el instinto o deseo de conservación del
individuo, el egoísmo, el deseo de poder, el deseo de estimación, divagación sobre el nivel de aspiraciones, el
afán vindicativo y el deseo de autoestimación.

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Asimismo, cuando la persona logra responder o no, a estas necesidades


tendenciales de autoestima, se presenta la emoción autoestima. En este sentido, la
autoestima intenta mantener un equilibrio y por eso nos afectamos con agrado o
desagrado.7 En el agrado desaparece la inquietud y la tensión; en el desagrado esta
intranquilidad y tensión se mezclan con el fastidio y la amargura por la insatisfacción de
un deseo. Como consecuencia se experimentan vivencias de inferioridad y de vergüenza,
de desprecio de sí mismo o de arrepentimiento. Se podrían explicar desde este sitio
algunos hallazgos relativos a la autoestima inestable - estable y a los procesos de
defensa utilizados para mantener la autoestima.

Conjuntamente con estas emociones específicas y particulares, fruto de la


interacción concreta con el mundo (físico- personal-social), se vivencian estados más o
menos persistentes, una tonalidad permanente, humor o temple persistente, fruto de la
vivencia del yo: ya sea lo que el yo es, lo que puede hacer o lo que tiene. Es una vivencia
relativamente separada de una interacción concreta particular, en donde se integran las
experiencias pasadas, las vivencias emotivas, que se menciona supra, que han sido
significativas. Se lo advierte como un sentimiento prolongado, como un tono o luz que
se recibe no del mundo o de su contacto con el mundo, sino más bien desde dentro,
desde la experiencia subjetiva. Por tanto, se vivencia como un estado relativamente
estable de contento o descontento consigo mismo, de sentirse fuerte, potente o sentirse
débil o endeble frente a las exigencias y dificultades que la vida supone; de responder o
no a las propias exigencias y a las del mundo que lo rodea. En este sentido, al igual que
la emoción, es un receptor valorativo. En la misma vivencia se capta el significado:
inconveniente o conveniente, nocivo o beneficioso. Por eso es que se lo considera como
una consecuencia del conocimiento experiencial. A esta vivencia integradora y
experiencial es a la que se hacía referencia en el comienzo de este apartado cuando
hablábamos de que la autoestima “se vive”.

7
Pithod afirma que “en la satisfacción de los apetitos naturales –ordenados por la razón- el sujeto logra
una cierta confirmación de su ser, es decir una autoidentificación. (1994, p. 200) Por ello es tan importante en
las primeras etapas de la vida estas experiencias que conforman el fondo endotímico, que va a influir luego en
la vida cotidiana de la persona adulta

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-La persona puede tomarse a sí mismo como objeto de conocimiento, percibirse y


formar una imagen de sí mimo, un concepto.
-También puede captar de modo intuitivo todo su ser personal en su existencia particular.
Es decir, puede captarse a sí mismo, desde su vivencia íntima en concreto, con todas
sus potencialidades y circunstancias.

-En este último tipo de conocimiento hay una vibración afectiva, que es captadora de
significado, es captadora de valor subjetivo.
-En la primera, se puede descubrir el valor personal, la dignidad personal, el valor
objetivo; en el segundo el valor subjetivo, que se vivencia con una tonalidad positiva o
negativa del ánimo, valor que integra a toda la persona, a todas sus vivencias, pasadas y
presentes, de nivel sensible y espiritual.
- una persona puede reconocer reflexivamente su ser personal, “puede” no vibrar
positivamente cuando se experimenta a sí mismo.
-Déficits orgánicos, problemas en la integración personal, pueden dar lugar a los déficits
de autoestima.

Sobre esta imagen interior significante (portadora de significado afectivo), integrada


y experiencial, -se aduce elaborada por la cogitativa (cfr. Autoestima y dimensión
afectiva)- se elaborará una idea, o concepto, y un juicio según pautas valorativas (cfr.
Autoestima y valores) que permitirá comprender la realidad de nosotros mismos. De este
modo la persona puede descubrirse como poseedora de valores “cualitativos” (Da Dalt,
2005) y capacidades, y por ello sentirse digna de amor y valía y sentirse confiado en sus
capacidades.

Pero todavía queda otra realidad sujeta a la valoración propia: el “yo personal”8 que,
según Brennam, no se vivencia sino que se conoce de modo reflexivo. Solo se
experimentan las potencias que en él se sustentan: el conocimiento de lo espiritual y la
libertad responsable que nos lleva a amar. Si la autovaloración no incluye esta dimensión,
no cabe la valoración genuina. Aquí el yo personal se evalúa en tanto que persona. Y
descubre su dignidad y valor independientemente de lo que puede o lo que tenga la

8
Brennam (p.359) distingue el yo psicológico, como centro unificador de las acciones: “Yo soy el que
canto, yo camino, yo aprobé una examen”, del yo personal, que no se vivencia sino que se conoce de modo
reflexivo y solo experimentamos las potencias que en él se sustentan: inteligencia y voluntad (libertad)

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persona, el valor que es en sí, el valor “intrínseco” dice Polaino (2003), con independencia
de las características, circunstancias, y logros personales, que parcialmente, también la
definen e identifican. Del descubrimiento de la realidad profunda de sí mismo, donde no
hay mayor o menor grado de valor, sino que la persona posee un valor absoluto –al decir
de von Hildebrand- vale y es digna de amor por sí y por los demás. A su vez, es desde
donde es posible la aceptación de las limitaciones, desde donde es posible reconocer las
potencialidades, desde donde se puede transitar con aquiescencia (consentimiento) el
camino andado, lograr la identidad personal, fijarse sus propias metas, autodeterminarse
y realizarse como tal. Entonces, la autoestima ya no es la valoración de lo que tengo ni de
lo que puedo hacer, sino es el reconocimiento del valor intrínseco e innegable que poseo;
es el reconocimiento con la dignidad personal.

Al conocimiento, reconocimiento de la dignidad y valor intrínseco que poseemos,


mejor dicho que somos, le sigue (se profundizará más a delante cfr. Cap. Autoestima y
valores) una respuesta teórica o “noética” (Da Dalt, 2005). Un asentimiento explícito a la
esencia y a la existencia del la persona que se es. Es una “convicción”9. En palabras de
Da Dalt, “expresamos con la palabra de nuestro espíritu un asentimiento definitivo,
expresamos un “sí” a nuestra esencia y a nuestra existencia”10. Es una aceptación
profunda. Además de la respuesta teórica del conocimiento de nuestro ser personal, está
presente la respuesta volitiva frente al valor personal captado. Esta respuesta se define
en términos de “querer”11. No es ya una necesidad: “¡no lo necesito, sino que lo quiero!”.
Es en sí misma una toma de posición, una decisión libre de ser lo que soy (y lo que mi
dignidad implica). Es decir, además de tener la convicción del valor de la persona
humana, “quiero o acepto esta dignidad dada” y me “entrego a actuar conforme a lo soy:
persona”, a lo que estoy llamado a ser. Es una adhesión personal. A partir de la
convicción de la propia valía personal dada, la acepto libremente y me entrego con amor

9
Polaino Lorente afirma que la autoestima es la convicción de ser digno de ser amado por sí mismo – y
por ese mismo motivo por los demás- con independencia de lo que sea, tenga o parezca. (…) Es la capacidad
de la que está dotada una persona para experimentar el propio valor intrínseco, con independencia de las
características, circunstancias, y logros personales, que parcialmente, también la definen e identifican. (2003,
p.29-30)

10 La negrita es nuestra.
11 Da Dalt (2005) explica que en este sentido se advierte la nota que distingue a las respuestas volitivo-
afectivas de las respuestas teóricas. La voluntad se refiere a algo aún no real -aunque realizable- mientras
que la respuesta teórica, como la convicción, presupone la existencia real o de razón de un objeto. De allí su
carácter práctico, su ordenación a la acción, frente al carácter teórico de la convicción, duda o suposición.

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a realizar lo que estoy llamado a ser; me trasciendo ya que el amor es trascendencia-,


queriendo lo que soy y como soy a pesar de las limitaciones que encuentre en mí.
Como consecuencia, se genera una tensión de traer a la existencia eso que soy12:
un ser personal, libre, capaz de autodeterminarme hacia mi plenitud, en un orden
armónico de mis diversas dimensiones, capaz de integrame, de descubrir una misión y de
darle, o mejor, descubrir o discernir –desde el análisis fenoménico de mi dimensión
estructural- el sentido de mi existencia. Nos encontramos en el punto de origen de la
motivación de la autorrealización, que ampliaremos más adelante. Estamos frente al
motor de la transformación de mí mismo, en plena autoaceptación. Diremos sólo que esta
respuesta, consciente y voluntaria, se manifiesta en la acción del hombre. Wojtila (1982)
entiende que “la acción revela a la persona y miramos a la persona; mejor dicho, la
persona se mira a sí misma a través de su acción”. En esta actuación deliberada, en esta
entrega del hombre de ser él mismo (con las limitaciones que implica ser persona
humana), el hombre posee la verdadera libertad, libertad interior y se posee a sí mismo,
en tanto es dueño de sí, en tanto dirige su accionar. Por esto, la autovaloración no
implica solo el reconocimiento del propio valor, sino también el reconocimiento de
realización personal manifestada en la acción del hombre. Desde el desempeño en
actividades cotidianas, pasando por la resolución de conflictos, hasta la integración y
autoconducción personal, cuando el hombre ser dirige a través de ellas hacia lo que él
es, el hombre experiementa la verdadera PAZ13 interior fruto de la libertad interior.
Ahora bien, además de la convicción de que valgo y el querer ser lo que soy y
autorealizarme (según mi dignidad), puedo responder afectivamente en “sintonía”
conmigo mismo. Tengo una vibración afectiva positiva de mi corazón, frente mí mismo.
Esta sintonía positiva, se da cuando lo que quiero voluntariamente ser, lo experimento
desde mi centro personal, el “corazón”. Así, la persona asume las afectaciones de orden
inferior, y puede dejar de lado las respuestas afectivas engendradas por algo
subjetivamente satisfactorio o insatisfactorio (en terminología de von Hildebrand) como
pueden ser el logro o no de algunas expectativas. O puede soportar sensaciones de

12 Da Dalt (2005) afirma que el querer es a una situación objetiva todavía no realizada, pero con la
intención específica de traerla a la existencia.
13
La paz es fruto de la justicia, en este caso, del orden que el hombre es capaz de poner en su accionar,
al actuar conforme a su dignidad de persona.

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humillación, o desprecio.14 En este punto se explican algunos estudios que muestran que
la persona con genuina autoestima puede soportar situaciones que contradicen o ponen
en riesgo su autoestima, como enfrentarse al propio error, lo que le permite mejorar luego.
Por eso es que hay mayor gratificación personal, es decir, una mayor vibración afectiva
positiva, cuando estoy en sintonía, cuando logro cosas que me hacen mejor persona:
actos morales, más que meros actos instrumentales, como satisfacción de la necesidades
corpóreas o éxitos y logros, o exigencias sociomorales.

En fin, la autoestima entendida como “sintonía personal” (el corazón personal late al
unísono) es el soporte donde se sujetan y se apoyan otras vivencias afectivas. Por ello
vemos a personas, muy desestimadas de sí mismas, que no son capaces de valorar
positivamente lo que tienen o las rodea. Esta comprehensión de la autoestima como
“centro y soporte” de la vida afectiva pasa desapercibida desde otras perspectivas.

En síntesis, bajo una visión comprehensiva de la autoestima, se entiende que el


valor personal no es sólo fruto del éxito y del fracaso, ni del valor sociocultural poseído.
Tampoco lo es las experiencias tempranas de eficacia, ni un elemento más de esquemas
mentales, ni sólo es una necesidad responsablemente satisfecha. Incluso tampoco es
sólo el resultado de sabernos competentes y dignos de mérito, sino que la
autovaloración de toda la persona que somos es la vibración afectiva que nos acompaña
en nuestro vivir, pensar, actuar, porque es la vibración de nuestro corazón personal ante
nuestra dignidad de persona. Y por tanto, mientras la persona haya podido sintetizar e
integrar con vehemencia su pluridimensionalidad en la autoconducción de su ser
personal, es decir, haya logrado ese entramado personal coherente15, va a poder tener
esa sintonía personal.

14 Da Dalt explica que las respuestas volitivas se caracterizan por ser libres, las afectivas no
son libres en el mismo sentido en que lo son las volitivas, pero sí accesibles a su dominio o poder.
Ni tampoco tienen el poder de mandar o dar una orden, tal como sucede con la voluntad.

15
“La autoestima se vive como un juicio positivo sobre sí mismo al haber logrado un entramado
personal coherente basado en los cuatro elementos básicos del ser humano: físico, intelectual, social y
cultural” Enrique Rojas (2002 pp. 319-320)

13
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1.1. Un salto a la metafísica

Pero aún podemos profundizar más. Como dice C. S. Lewis “lo más alto no se
sostiene sin lo más bajo”. La persona cuando se entrega a sí misma y se deja entrar en
intimidad consigo misma, se encuentra que él no pidió la vida y se descubre como
criatura, como sostenida. Advierte que su vida le es dada, que su vida es puro don.
Entonces, a la vez que se eleva sobre lo que es ella, se eleva hacia el sol como las ramas
de un árbol, o sea, se hace cada vez mejor persona, a la vez reconoce que sus raíces son
cada vez más profundas, se descubre como criatura. Y al reconocer que su valor es
regalado, es don, reconoce el llamado a responder libre y responsablemente a la dignidad
de su persona. Desde este punto es impulsada nuevamente a crecer más alto, para poder
agradecer lo que le han dado. Se eleva como canto de gratitud. La autoestima sin esas
raíces es superficial; con el descubrimiento de dichas raíces, es como se funda una
autoestima sólida y real.

Valores y autoestima

Si aplicamos lo expuesto a nuestro tratamiento particular: la autovaloración,


podemos afirmar que además de la respuesta noética, la convicción del valor recibido o
dado; y la respuesta volitiva, el querer ser lo que soy y autorrealizarme (según mi
dignidad), y desplegar mis potencialidades; cabe una respuesta afectiva, ser afectado,
conmovido, experimentar una vibración afectiva positiva de mi corazón frente mí mismo y
frente a los valores que aprehendo en mí.

Como se dijo esta vibración afectiva sea da en un plano más íntimo de nuestra
alma, un centro cualitativa y nítidamente diferente del que entra en juego en el caso de lo
subjetivamente satisfactorio. De este modo, si la persona no posee integridad entre la
afectividad sensible y la espiritual; es decir, si da prioridad a lo subjetivamente
satisfactorio sobre lo valioso en sí; o si hay represión16 en vez de asunción de las

16
Pithod (2006) comenta como desde la perspectiva de la Dra. Terruwe, la represión se produce cuando
es el apetito irascible el que somete o inhibe al apetito concupiscible; y no cuando la afectividad sensible
corpórea es integrada a la superior por la intervención del apetito racional a través de la cogitativa.

14
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tendencias y necesidades, se genera un desorden afectivo y la persona se hace incapaz


de esta conmoción profunda, se hace incapaz de sintonizar consigo misma.

Por el contrario, si la afectividad se encuentra ordenada e integrada, es decir, lo


sensible colabora y acompaña lo espiritual, la persona es capaz de tener esa plena
entrega y adhesión del corazón a ser quien “se es” junto con la vibración armónica de la
totalidad de su ser.

Otro aspecto importante de la cuestión es que si bien un signo de la madurez


psicológica es el interés potencial o virtual por todo lo que tenga valor en sí, también lo es
saber realizar en sí la propia escala de valores (Allport, 1970) “sin dejarse llevar por el
diletantismo de querer abarcarlo todo” (Pithod, 2006). Hay preferencias que se centran en
distintas zonas o familias de valores más que en otras, dando lugar a la escala valorativa.

Ahora bien, cuando una persona se valora así misma, esta valoraciójn tiene un fuerte

componente subjetivo en el que cada uno decide en qué pone énfasis y que considera

para él importante.

Propuesta pedagógica
Esta propuesta pedagógica para el desarrollo de una genuina autoestima que
aquí se presenta presta especial atención a las fuentes sobre las que ella se configura la
autovaloración.

.1 La autoestima, se desarrolla a través de la realización personal.


El camino de la realización personal que cada uno debe transitar tiene algunos
hitos importantes. Los educadores deben orientar los movimientos psicoafectivos propios
de la etapa adolescente para favorecer el la consecución de metas vitales.

1.a. La autorrealización personal se debe dar alrededor del descubrimiento,


convicción y adhesión libre a una constelación valórica, capaz de conmover toda la
persona.
Como se expresó en el capítulo correspondiente, el camino de autoconducción o
autoeducación se dirige hacia el cumplimiento de la originalidad que es cada ser humano,

15
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por tanto cada persona está llamada a ser él mismo, a desarrollar originalmente todos sus
talentos y a realizar en plenitud su existencia única e irrepetible guiado libremente por una
constelación de valores también personales. Son personales porque en cada persona los
valores vibran en la interioridad personal de modo distinto y la melodía que generan
también es peculiar, (sin perder su valor objetivo). Es como dice Mandrioni (1970) uno va
descubriendo que hay un grupo de valores afines que uno los siente más entrañable,
íntimo, propio y único. Más aún, a medida que esos valores se configuran de modo tal
que el resto se convierte en simple telón de fondo, a medida que esos valores se acercan
a nosotros, experimentamos una sensación interior de pertenencia radical y de secreta
complicidad con ellos. …Es como si nos apercibiéramos de pronto que, ya desde antes,
nuestro ser esencial estuviese hecho para la realización de determinados valores. Como
si ellos fuesen una especie de “a priori” central de nuestro ser, algo ya instalado en
nosotros, antes de que se estableciera el encuentro consiente con ellos. Algo que
madura en nosotros y con nosotros y que ahora se nos muestra como aquello que
deberá definirnos y diferenciarnos.
Es justamente en la etapa adolescente donde comienza esta búsqueda de sí
mismo y de la constelación valórica capaz de conmocionar a la persona toda. Por tanto, el
educador y toda la comunidad educativa debe mostrar valores.

.1.b. El educador, la comunidad educativa y su contexto debe mostrar los valores.


Los valores son percibidos en la cotidianidad de la vida, en la misma acción del
hombre en su entorno. Por tanto, si el contexto donde se desarrolla la vida del joven no
está insuflada por valores, donde los ha de aprehender, de captar. Hoy en día, donde la
cultura general promueve como importante solo los subjetivamente satisfactorio, es
imprescindible que el educador muestre y demuestre los que es valioso en sí.

Muchos educadores, padres y docentes, con el pretexto de no imponer a los


educandos, evitan hacer consideraciones sobre lo que es valioso en sí o lo que es un bien
objetivo para ellos, pensado que así ellos pueden ser realmente libres y elegir. Pero este
absurdo se hace evidente si atendemos a esta imagen: son profesores y padres que
mostrando sus manos vacías les dicen a sus alumnos: “¡Vamos elige!” “¡Elige entre toda
esta nada que te ofrezco!”. Para que ellos puedan elegir y adherir plenamente al valor

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primero han de conocerlo, y quien se los mostrará sino los padres y los docentes, con sus
palabras y con sus ejemplo de vida

1.c. Formación de la actitud frente al valor

Si bien el educador debe mostrar y proponer los valores. Una auténtica educación
radica en la formación de actitudes en el hombre. Como señala Piovera, “no basta tener
ideas; estas tienen que convertirse en convicciones; no basta sentir algo pasajeramente,
hay que desarrollar una posición valórico-afectiva frente al mundo, al hombre y Dios, que
dé tonalidad permanente a nuestra vida”. “La actitud (…) engloba, la totalidad de nuestro
ser, … En ella se funden elementos intelectuales y afectivos, experiencias previas y
expectativas profundamente interiorizadas, modos de percibir y sentir lo que nos rodea,…
, es el prisma o la lente con que miramos la vida” (Siegel, 1981, 22)

Sin este prisma, sin esta actitud frente al valor, estos pueden pasar desapercibidos
para el adolescente, cegado por sus fuertes impulsos. Por lo que es necesario promover y
ayudarlo en el proceso de integración de la personalidad.

2. La autorrealización comienza por transitar el sendero de integración de la


personalidad.

La autorrealización personal es el desarrollo de una continuidad creciente entre el


pensar-querer-hacer, lo cual es posible en integración, en la asunción eminente de los
movimientos inferiores por los superiores. Para dar lugar a esta asunción es importante en
la etapa adolescente el Autoconocimiento y la autoconducción.

2.a. Autoconocimiento: pasión dominante, virtudes y defectos.

17
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La educación ha visto en el autoconocimiento y en la concientización17 la base de


la maduración y de la autoposesión que nos hace acceder a la libertad del espíritu
(Pithod, 1994). El conocimiento de sí mismo, es el punta pie inicial para la autorrealización
personal.

Detectar la pasión dominante


El primer paso es descubrir cuál es el impulso fundamental que vibra en nuestro
ser, cuáles son los valores e intereses que nos atraen. Es detectar las tendencias o
disposiciones que se manifiestan en nuestro actuar. En terminológia clásica, hay dos
tipos de tendencias: la concupliscible, que mueve a buscar el bien, su fuerza primordial es
el ansia de dar y recibir amor; y el concupiscible que mueve a buscar el bien arduo, por lo
que su fuerza principal es el ansia de conquista. Es lo que llamamos temperamento. (Por
cierto que se podría adoptar otros sistemas actuales de caracterología, si ello pareciera
más conveniente). Con el término pasión se refiere a aquellas fuerzas instintivas que nos
impelen desde dentro, pero sin que ello connote una valoración moral. Las pasiones no
son ni buenas, ni malas. Son simplemente fuerzas. Su bondad o malicia dependen del
objeto hacia el cual las orientemos mendiante nuestra libertad.
Al decir pasión dominante se refiere a que si bien constatamos que la persona
posee diversas pasiones, pero una entre ellas destaca más que las otras. Será extraño
encontrar una persona en la cual una sola pasión domine casi exclusivamente. En general
se da un cierto equilibrio. Además, apartir de la pasión dominante debe cultivarse también
la otra complementaria a fin de logar una personalidad más armónica. (Fernandez, 2003).
En definitiva, es importante brindarle al adolescente la oportunidad de que descubra
cuales son sus pasiones fundamentales; las fuerzas internas que lo impulsan desde
dentro a logra la actualización de las potencialidades de un modo determinado.

17
Para algunos autores la autorrealización humana es un proceso de concientización, hacer conciente todos los
procesos internos que suceden en el hombre. Así por ejemplo para Branden (2003), vivir de manera conciente es vivir
humanamente. Estamos de acuerdo, que es necesario para poder aúnar las fuerzas que mueven al hombre,
reconocerlas. Sin embargo, la autorrealización, como señala Pithod (1994, 190) “no es solo eso, pues eso implicaría
caer en una especie de socratismo psicologista. Lo que parece innegabla, afirma el autor, es que desde siempre la
educación y la asetica ha visto en la concientización - el noscete ipsum- la base de la maduración y de la autoposesión
que nos hace acceder a la libertad del espíritu. Insistimos en que la auto posesión tiene como condición la
concientización del subconciente, pero que ésta última no basta. Es necesaria una voluntad superior que asuma lo que
somos para dirigirlo a la perfección de la forma humana accesible según cada personalidad. En esto consiste
acabadamente toda paideia. Y si para ello es necesaria una ascética, es porque en el hombre la asunción eminente de lo
inferior por lo superior no se da espontáneamente ni nunca perfectamente.”

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También debe aprender el adolescente que esas fuerzas están muhcas veces en
tensión y que suelen oponerse recíprocramente, debido a la complejidad de nuestro ser.
Por lo que debe saber que es necesario ordenar y encausar estas fuerzas con el dominio,
(no despótico) de la voluntad.

Detectar talentos, virtudes y defectos.


También le será de utilidad detectar talentos, capacidades innatas, virtudes
adquiridas y defectos. Esto permite reconocer que tenemos fortalezas, pero que también
tenemos debilidades. En las fortalezas podemos apoyarnos para superar las debilidades.
A pesar de que el conocimiento sobre nosotros mismos debe ser lo más claro posible, no
debe caer en una excesiva mirada sobre sí mismo.

Según la Dra María Ennis el ajuste personal se ve caracterizado por la ecuación


Creo ser = a lo que soy. Lo que soy < que lo que quiero ser. Lo que quiero ser = a lo
que debo ser.

.2.b. Autoconducción

La autoconducción, la capacidad de autodeterminarse a obrar el bien, se forja a


través del mismo accionar concreto y correcto del hombre. En efecto, Da Dalt(1999)
nombra tres presupuestos para que sea posible la autoconducción: que el sujeto conozca
el modo correcto de obrar, sea capaz de actuar moralmente, y quiera llevarlo a la práctica.

Que conozca el modo correcto de obrar.

En este punto seguimos a Da Dalt (1999) quien sostiene que es necesario e


importante desarrollar la capacidad de razonamiento moral. “Desde niños y en especial en
la adolescencia hay que desarrollar la capacidad reflexiva, prepara los procesos lógicos
que condicionan el juicio valorativo recto y el conocimiento de las verdades para la acción”

Según la autora, el punto de partida de la educación valorativa es que el educando


advierta el carácter fundado del orden moral que remite necesariamente, a una
comprensión valorativa de los fines ínsitos en la naturaleza humana y del orden de toda la

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realidad. Es una mostración (como tarea de todas las disciplinas) que no se agota en la
esfera intelectual, sino que supone un movimiento de la voluntad y de la afectividad (como
se dijo anteriormente, es el desarrollo de una actitud frente al valor). Esta es una
instancia imprescindible para que vaya apareciendo a la conciencia del sujeto su propio
acto dentro de este orden que tiene sus exigencias. Da dalt plantea que en un diseño
curricular convendría partir del actuar humano, su complejidad, la diferencia con el
comportamietno animal, sus notas específicas, y abordarlo a partir de situaciones
concretas que permitan describir e inferir la formalidad ética de este actuar. Esto es, el
primer tema de un planteo realista de educación moral, su punto de partida, es la
naturaleza humana y sus exigencias propias en cada una de sus dimensiones.

El sengundo aspecto, es la necesidad que el educando (sobre todo el púber y el


adolescente) advierta la dimensión inmanente de la conducta, descubra el proceso de
configuración de su individualidad personal. Ello implica desarrollar la conciencia
psicológica de su conducta: auxiliarlo para que aprehenda cada acto como propio, como
emergente de la voluntad libre a fin de protegerlo de las diferentes clases de
manipulación.

Que sea capaz de actuar moralmente

El segundo presupuesto es que sea capaz de actuar moralmente. En este sentido


el educador debe auxiliar al educando para que desarrolle hábitos operativos de calidad.
Los hábitos o virtudes perfeccionan las facultades del hombre para conseguir la verdad y
la bondad (Isaac, 1977). Es decir, si el hombre desarrolla las virtudes, la razón percibirá el
verdadero bien del hombre y la voluntad y el apetito sensitivo seguirán a la razón para el
perfeccionamiento del mismo. El desarrollo de las virtudes realimenta el entendimiento y
la voluntad de tres modos principales: firmeza, prontitud y agrado. Firmeza significa que
se encuentra más seguro de sí mismo por tener confianza en su actuar sin dudar, ya que
genera zonas de estabilidad por ser un hábito. Prontitud, la virtud crea una capacidad de
obrar bien con más facilidad; sin necesidad de detenerse mucho tiempo a pensar, sin una
gran exigencia de la voluntad, la persona decide, reacciona y actúa positivamente. Con
gusto por que genera satisfacción el hacer las cosas bien.

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En este sentido, importa ayudar al educando a que realice actos correctos y de


este modo, inclinar a la voluntad de modo habitual al fin honesto para que ejerciendo
dominio sobre la interioridad y las tendencias, lleve a la inteligencia a preparar el juicio
práctico, mida el acto en función de las obligaciones inherentes a la naturaleza humana, al
fin elegido para la propia vida, a los caracteres de la sigularidad personal.

Que quiera llevarlo a la práctica

Es relevante, que el proceso de integración de la personalidad sea movilizado


desde la voluntad en consecución de un bien-valor y no sólo por la práctica de ascesis.
No es el apetito irascible el que debe dominar al concupiscible por el ansias de conseguir
algo arduo y difícil, sino la voluntad que libremente adhiere al valor objetivo captado por la
inteligenicia. En este sentido, importa mostrar el valor al educando (cuando este ha
desarrollado la capacidad intelectual para poder comprenderlo) y no sólo que actúe por
obediencia o por el simple hecho de autocontrolarse.

En efecto, para que el educando quiera llevarlo a la práctica, debe conocer el


valor; y si hay orden interior, el valor por sí solo motiva a la voluntad, quien se mueve para
conseguirlo.

.3. La autorrealización personal implica el desenvolvimiento de la originalidad


personal.

La autorrealización personal implica el desenvolvimiento de la originalidad


personal, y esto es fruto de la fidelidad a sí mismo, de la fidelidad de las disposiciones y
talentos que la persona posee, y es a través de ellos por donde puede descubrir su
misión en esta vida.

Tanto la familia como la escuela, deben dar la oportunidad al adolescente, de


descubrir y desarrollar las capacidades innatas y talentos, y también de lograr nuevas
compentencias: intelectuales, sociales, deportivas. Es importante para el adolescente, en
el proceso de encuentro personal, develar los propios intereses y poder darles un espacio
y tiempo. Lo que implica la participación en una multiplicidad de experiencias y la ocasión

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de ejercitarse en actividades, tales como deportes, danza, arte, música, lectura, teatro,
ciencia, tecnología, campamentismo, ajedréz, lógica, que permitan este descubrimiento.

4. La autorrealización personal culmina en el logro de vinculaciones profundas


traducidas en el compromiso personal.18

“El proceso de personalización del hombre se produce por asimilación de


realidades externas a él. Para llegar a ser “el mismo” necesita ineludiblemente de la
mediación del otro, trátese de otra persona, de cosas materiales, o bien de Dios (…) El
hombre es un ser esencialmente dialogal, y sólo en virtud del diálogo que mantiene con
otras realidades llega a su plenitud (…) El hombre está constituido como un centro de
relaciones abierto hacia todas las direcciones: hacia las cosas, hacia el otro, hacia Dios.
Todo indica que la persona humana se mueve en un sistema formado por esas
coordenadas, y sólo armonizando con ellas puede dirigirse con libertad hacia su plenitud
(…) Vínculo es lo que le permite integrarse a la realidad y a la vez incorporarla a su propio
ser. El hombre es capaz de vínculos, porque es capaz de amar (…) El amor es la fuerza
viva que lo impulsa a salir de sí mismo, a situarse en la originalidad del otro, a acogerlo, y
a compartir con él en un continuo dar y recibir (…) son los vínculos los que le regalan
raíces que lo hunden en el suelo de la realidad y le permiten alcanzar la plenitud de vida a
la que está llamado. Ellos son los que le otorgan seguridad existencial y energía vital”.
“Tenemos que capacitar nuevamente al hombre para sus múltiples vinculaciones,
hacerlo capaz y dispuesto a una profunda vinculación interior a lugares, a cosas, a ideas.
Sobre todo tenemos que hacerlo capaz de vínculos con la comunidad. Quien ignore esta
tarea en la educación y en la pastoral trazará sobre arena sus planes de renovación”.
(Kentenich, 1974, 19)

Vinculación a personas.

18
En este punto seguimos a Strada (2003)

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La vinculación a las personas es decisiva, porque el hombre se despliega en la


fuerza del encuentro vivo, cálido y profundo, con el tú humano y con el Tú divino. Recibir
amor de las personas concretas y dar amor a personas concretas es el medio privilegiado
para el desarrollo del hombre. Entre las vinculaciones a las personas poseen una
importancia primaria las ligadas con la propia familia y con los educadores: padres,
maestros, etc., porque en torno de ellos se tejen múltiples lazos y porque son los primeros
portadores de los valores.
“La escuela supone no solamente una elección de valores culturales, sino también
una ellección de valores de vida que deben estar presentes de manera operante Por eso,
ella debe realizarse como una comunidad en la cual se expresen los valores por medio de
auténticas relaciones interpersonales entre los diversos miembros que la componen y por
la adhesión, no sólo individual, sino comunitaria, a la visión de la realidad en la cual ella
se inspira”.

Vinculación a lugares
Debido a la condición del hombre de cuerpo y alma, la vida del hombre se
desarrolla necesariamente en un espacio y en un tiempo determinado. Los lugares, que
en sí mismos son sólo conformaciones materiales, comienzan a tener un significado
superior en la medida en que ingresan a la existencia concreta del hombre, cuando pasan
a estar a su servicio. El ambiente físico habla al hombre y le recuerda o despierta valores,
experiencias y necesidades. Los lugares son centros de evocación y acumulación de
vivencias. Cuando un ambiente físico determinado es el ámbito de encuentros con
personas, de contacto con cosas queridas, ese lugar pasa a ser poseído interiormente por
el hombre. En este sentido es relevante que el alumno se sienta parte de su escuela. Esto
lo logrará a través de dos momentos: cuando sienta que se preocupan por él y cuando él
haga cosas por su escuela.

Vinculación a ideas.
Kentenich, explica Strada, acentúa el aspecto de la vinculación a las ideas. Sin
embargo no se refiere a acumular conocimientos, de tener gran capacidad intelectual, de
racionalizar permanentemente o de cultivar el enciclopedismo. Lo importante es el arraigo
a un conocimiento claro y suficiente; que el contenido de la verdad sostenga y guíe por

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ser una verdad que tanto la persona como la comunidad han asimilado y afirmado
interiormente. Por eso la importancia al conocimiento de la verdad poseída con la fuerza
de las creencias. Tales vínculos regala al hombre seguridad, cobijamiento, visión amplia
del mundo y posibilidad de contacto enriquecedor con la realidad.
En la fuerza de esos vínculos se sentirá impulsado a asumir con conciencia su
misión –algo muy distinto al fanatismo y la obsesión religiosa. Surge entonces la voluntad
de transmitir a otros los valores que uno posee, en un marco de respeto y de diálogo, y a
transformarse en activo constructo de una sociedad inspirada por ellos.

En síntesis “el iter a seguir es el conocimiento personal, aceptación serena de uno


mismo, autoposesión y autodonación. Sin conocimiento de sí mismo, es en la práctica
poco menos que imposible que nos aceptemos tal y como somos. De no aceptarnos —
también en nuestras limitaciones y defectos—, puede afirmarse que en verdad nos
poseemos. Y si no nos poseemos, ¿cómo darnos a los demás?, ¿cómo entregar el propio
yo, operación en que consiste el amor humano?, ¿cómo amar a alguien, cómo darnos al
otro si no nos pertenecemos? Pero si no nos damos, ¿para qué queremos estimamos?,
¿para qué disponer de un expediente o “curriculum vitae” inmaculado y excepcional —la
autoestima—, que no podemos compartir con nadie?, ¿podemos acaso ser felices con tan
solo estimamos a nosotros mismos en la soledad incomunícante e incomunicada de
nuestro propio corazón aislado?” (Polaino, 2000, 116)

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