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El comportamiento general de una persona con este diagnóstico suele ser impredecible e
incontrolable. Presenta alta impulsividad y poca capacidad de frustración. No suele prever las
consecuencias y actúa de manera precipitada. Frecuentemente incumple las normas sociales
con comportamientos fraudulentos o delictivos. No le gusta la rutina, lo convencional, lo
establecido; desprecia los valores familiares y culturales y parece no afectarle el dolor o el
sufrimiento de los demás, ni siquiera de los seres más cercanos. Las relaciones personales son
difíciles y vengativas, tratando a los demás con frialdad y de forma agresiva, llegando a veces a
despreciar los principios éticos más elementales. Tienden a utilizar a la gente para conseguir sus
intereses personales, siendo poco confiables. No se comprometen en obligaciones conyugales
o familiares, y ya desde la edad adolescente plantean problemas en la familia, en la escuela y en
su vida social. Muchas veces la propia vestimenta presenta a una persona inconformista,
llamativa y que no acepta las normas convencionales. Sin embargo, en ocasiones son capaces
de presentarse ante la sociedad con buenas maneras y con una máscara de educación y bondad
que es utilizada para conseguir estafar o engañar a los demás en su propio beneficio. La
capacidad para pensar racionalmente no está alterada, pudiendo tener un nivel intelectual
normal o alto. Lo que habría sería una alteración de sus principios éticos y de su capacidad
empática. Es bastante más frecuente en hombres que en mujeres, probablemente por tener los
hombres una mayor propensión a la impulsividad y agresividad. La prevalencia en cárceles o
centros de tratamiento de drogas es mayor que en la población general. Esta forma alterada de
personalidad, en sus rasgos extremos, sería una psicopatía.
Esta forma de ser se situaría en el extremo patológico de la extraversión. Las intensas emociones
que sienten quienes lo padecen son de tal viveza que les lleva a tener dificultades en su vida
diaria. Sienten de manera muy intensa, y esto les puede llevar a que cualquier inconveniente se
convierta en un drama o cualquier alegría en un estado de máximo placer. Dependen del resto
de las personas para sobrevivir emocionalmente. Las opiniones y la valoración que los demás
hacen de ellos son mucho más importantes para su autoconcepto que lo que ellos mismos
puedan pensar. Tienen así una fuerte necesidad de estima, un enorme deseo de atraer la
atención de los demás y una gran capacidad de seducción, que puede llevarles a cierto
exhibicionismo. Buscan la compasión de los demás, y para ello pueden utilizar relatos de hechos
exagerados o inexistentes, cargados de una fuerte teatralidad. Les gusta ser el centro de
atención en cualquier situación y la relación con los demás suele ser seductora, utilizando
frecuentemente el ñsico para llamar la atención. Cuando establecen relaciones con los demás
tienden a pensar que las relaciones son más íntimas de lo que realmente, objetivamente o desde
el punto de vista del otro, son. Su aparición es mayor en mujeres.
Se trataría del extremo alterado de una forma de afrontar la vida arrogante y autosuficiente.
Quienes tienen este trastorno presentan un elevado concepto de sí mismos que generalmente
no se ajusta a la realidad.
Al considerarse individuos únicos pretenden tener privilegios respecto a los demás, y se sienten
dignos de admiración y con derechos especiales. Sin embargo, esta actitud genera desconfianza
y rechazo en su entorno, encontrando los demás su forma de ver la vida y su comportamiento
egocéntrico. Estas actitudes egoístas producen la impresión de que utilizan y manipulan a las
personas que les rodean en su propio beneficio. Tienen serias dificultades para empatizar o
ponerse en el lugar de los otros, lo que dificulta que tengan relaciones sociales o familiares en
las que haya una cierta reciprocidad. Suele caracterizarles una gran imaginación, en la que las
fantasías de gloria o éxito personal son frecuentes y poco ajustadas a la realidad. Este conjunto
de aspectos psicológicos les lleva a transmitir una imagen general de despreocupación y
tranquilidad, que en cierta forma podríamos denominar como frialdad. Podría provocar la
admiración de algunas personas, sobre todo de aquellas más inseguras y dóciles que carecen de
estos rasgos. Son, precisamente, las personas que le admiran las que en primer lugar serán más
susceptibles de ser utilizadas para beneficio de la personalidad narcisista.
Provoca que quienes lo padecen tengan una imagen muy insegura y devaluada de sí mismos y
crean que los demás opinarán lo mismo de ellos. En las personas que se sitúan en el extremo
patológico de esta forma de ser evitativa, su estado de ánimo habitual es la angustia y la
ansiedad. Temen que las demás personas les critiquen, les ridiculicen, les vean los defectos, así
que están atentos a los gestos y posibles desaprobaciones sociales. Sienten una gran
desconfianza hacia el mundo exterior y reflejan una imagen general de inquietud y malestar. La
hipervigilancia sobre su entorno les lleva a anular la capacidad de observar lo realmente
relevante y que se pierdan en análisis angustiosos de cuestiones sin importancia. Reaccionan de
forma desproporcionada ante los posibles peligros, hasta el punto de llegar a evitar muchas
experiencias por no poder soportar la desazón que les produce enfrentarse a situaciones
determinadas.
Sienten un gran temor al abandono o al rechazo emocional de las personas cercanas, de las que
dependen emocionalmente, y cualquier supuesto alejamiento les supone una gran
intranquilidad. Es frecuente que cuando termina una relación importante busquen
inmediatamente otra para conseguir el apoyo y el cuidado que necesitan. En algunas culturas, y
a determinadas edades, tener rasgos dependientes es considerado normal o incluso adaptado.
Se considera más frecuente en mujeres.
Se caracteriza por una intensa búsqueda de la perfección en las tareas que realiza. Este hecho
no permite a los que lo padecen adaptarse a las exigencias de su vida personal o profesional. Su
vida se centra en una continua preocupación por los detalles, por el orden y por las normas,
hasta el punto que el objetivo final que se plantea en cualquier actividad es difícil conseguirlo,
al perderse en el difícil camino de la perfección. Excluyen de su vida el ocio y las actividades
lúdicas, en su empeño exagerado de lograr el control y el orden a su vida. Elegir el camino más
conecto en las actividades diarias les supone tener indecisiones, dudas imposibles de resolver y
una valoración tan detallada de las distintas posibilidades que al final no pueden discernir cuál
es la mejor opción a tomar. Muestran inflexibilidad en sus valores morales y éticos, siendo
personas intolerantes con ellos mismos y con los demás. En su obstinación por lograr el control
y el orden en su vida es fácil que excluyan el ocio y las actividades lúdicas. Los hombres tienen,
según determinados estudios, el doble de posibilidades de presentar estas características que
las mujeres, probablemente también influidos por valores culturales.