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Individuación y Narcisismo

Mario Jacoby.
Traducción: David Datica david.datica@gmail.com

Capítulo Cuatro

ASPECTOS DEL CONCEPTO DE NARCISISMO.

“Entre la muy abundante literatura que versa sobre el narcisismo, existen probablemente
sólo dos hechos sobre los cuales todos están de acuerdo: primero, que el concepto de
narcisismo es una de las contribuciones más importantes del psicoanálisis; segundo, que es
uno de los más confusos.”

(Pulver, 1970: 319)

De esta manera comienza un ensayo por S. E. Pulver, dirigido a clarificar el significado de


este término, el cual, según señala justamente el autor, amerita una amplificación. Los
múltiples modos de experiencia y comportamiento que hoy en día caracterizamos como
“narcisistas" ya no pueden ser explicados por la fórmula de Hartmann (1964) de una
"investidura libidinosa del self". Existe sin embargo un denominador común entre ellos:
están relacionados con el self más que con los "objetos". El diccionario de la Asociación
Americana de Psicoanálisis define el narcisismo como una "concentración de interés
psíquico en el self". El interés psíquico es un término que se aplica no sólo a las pulsiones
instintivas sino que se acerca muchísimo a la idea Jungiana de energía psíquica como una
forma no-especifica de energía que puede manifestarse de muchísimas formas.

A continuación presentamos algunos aspectos principales del concepto de narcisismo.

EL NARCISISMO COMO UNA ETAPA DEL DESARROLLO.

De esta forma es como se entiende la etapa de narcisismo primario, en la cual, como lo dijo
Freud, el yo infantil se basta a sí mismo. Ya hemos explorado en un capítulo el narcisismo
primario, por lo cual consideramos que no hacen falta más observaciones a estas alturas.
Sólo cabe recalcar una vez más la premisa del psicoanálisis moderno de que, en esta etapa,
no se perciben límites firmes entre el "yo" y el "Vosotros", entre las representaciones del
self y las representaciones de objetos. Es lo más probable, por tanto, que desde la
experiencia infantil, "los objetos" se fusionen con el self y el self con los "objetos". Por
tanto, podemos asumir que también en las etapas posteriores de la vida, una diferenciación
inadecuada entre la propia persona y las personas con quien uno se relaciona -una
inadecuación a menudo vista como narcisista- está relacionada con la fase primaria. El
anhelo de eliminar las barreras interpersonales, el deseo de "fundirse", sigue teniendo un rol
importante en la vida adulta. Por lo tanto, me parecería más lógico emplear términos como
"realidad unitaria", "unión dual", "simbiosis”, y “self primario” en lugar de narcisismo, para
caracterizar esta fase.

EL NARCISISMO COMO MODO DE RELACIÓN OBJETAL.

El hombre es un "animal social". Queda claro, entonces que las necesidades narcisistas de
una persona toman como objeto a otras personas en su ambiente. Para propósitos de la
"concentración de interés psíquico en el self", esas otras personas a menudo son necesarias
por su función especular o afirmativa para la persona, e inconscientemente son
experimentadas como parte del self. Ya en 1914, Freud escribía sobre un "tipo-narcisista"
de elección objetual tardía, en contraste con el "tipo apego" de elección de objeto, basadas
en experiencias tempranas de amor y protección con las figuras materna y paterna (Freud,
1914:90). En su opinión, ambos modos de elección objetal están disponibles para toda
persona, pero uno o el otro predominarán. De acuerdo a Freud, una persona puede amar:

1. De acuerdo al tipo narcisista:


a. Lo que él mismo es (i.e. él mismo)
b. Lo que él mismo era
c. Lo que a él mismo le gustaría ser
d. Alguien que alguna vez fue parte de sí mismo
2. De acuerdo al tipo anaclítico1 (tipo-apego):

1
Del griego anaklinein, que quiere decir “reclinarse de”. En psicoanálisis, suelen diferenciarse entre
las necesidades sexuales, y las necesidades anaclíticas como el hambre, la protección, etcétera.
Un ejemplo un poco crudo sería una mujer que formase pareja con un hombre sólo por su dinero:
a. La mujer quien lo alimenta
b. El hombre quien lo protege

Y los sustitutos que sucesivamente toman su lugar.

Esta lista de posibilidades está basada en la premisa de que "un ser humano originalmente
tiene dos objetos sexuales -él mismo, y la mujer que lo amamanta" (ibíd.: 88). A la luz de
las teorías modernas, este enfoque puede parecer demasiado simplista. Pero un testimonio
de las brillantes intuiciones psicológicas de Freud, el que escribiera "alguien que alguna vez
fue parte de sí mismo". Al hacerlo, anticipaba los resultados de las investigaciones
modernas de acuerdo a los cuales, en la fase post uterina, el infante no puede distinguir
emocionalmente a la madre que le amamanta de su propio self. En contraste, una elección
de pareja regida por el modo "apego" presupone la habilidad de experimentar a la madre
como un "objeto" distinto y separado. Se trata de una fase madura activa posterior, en la
cual la dependencia y la necesidad de apego se tornan conscientes, a veces de forma
dolorosa, por lo cual M. Klein y D. W. Winnicott han denominado a esta fase "posición
depresiva" (Winnicott, 1965).

Cabe destacar, sin embargo, que una elección de pareja regida por el tipo apego implica ver
a la pareja únicamente en su función de posible ayuda para el bienestar y el equilibrio
psíquico. Me parece a mí, por tanto, que donde quiera que veamos que la otra persona se
encuentre aparentemente con el fin único de satisfacer las necesidades del sujeto, podemos
hablar con propiedad de un "objeto narcisista". En la enumeración de diferentes tipos de
"elección objetual" de Freud no se incluye la reciprocidad propia de una relación madura,
que tiene como prerrequisito la empatía por las necesidades autónomas de la pareja, y de
flexibilidad al afirmar nuestras propias necesidades personales. Hemos mencionado que
Kohut reemplaza el término "objeto narcisista" con la expresión paradójica "objeto-self";
señala acertadamente que no existe ninguna amor maduro en el cual el objeto amado no sea
además un objeto-self. "No existe una relación amorosa sin esa especularidad e idealización
mutuas (del tipo que aumentan la autoestima)" (Kohut, 1977:122). Claramente, no existe

lo hace por motivos anaclíticos. Las primeras necesidades del ser humano son esencialmente
anaclíticas.
ningún amor que carezca de un profundo sentimiento de "pertenecer juntos2". La madurez
personal de ambos compañeros depende de qué tanto son capaces de otorgarle al otro
suficientes espacio y libertad, permitiendo al otro la acción y el pensamiento
independientes; esto requiera cierta flexibilidad al lidiar con las necesidades de uno mismo.

Aunque Jung rara vez emplea el término narcisismo, sus ideas psicológicas sobre los
motivos que subyacen a la elección de una relación amorosa pertenecen a esta misma
fenomenología. De acuerdo a él, la elección de la pareja y el enamoramiento que lo
acompaña se basan principalmente en la proyección de contenidos inconscientes. En la
psicología Jungiana, ‘proyección’ no implica necesariamente el desplazamiento -con fines
defensivos3- de un contenido perturbador sobre el objeto externo. Como dice Jung, las
proyecciones son experimentadas al principio como algo que pertenece al mundo externo; a
lo largo del desarrollo posterior, sus contenidos pueden ser asimilados por la conciencia –
que está en constante crecimiento- y ser experimentados como algo que pertenece al mundo
psíquico interno de las personas (sobre las posturas de Jung respecto a la proyección, véase
von Franz, 1980). La elección de un compañero implica la proyección de aquel contenido
inconsciente que C.G. Jung denomina la imagen del alma, i. e. el ánima en el hombre y el
ánimus en la mujer. (El lector puede encontrar detalles sobre la psicología de ánima y
ánimus en la literatura correspondiente: C.G. Jung, 1928: 188.211; 1951: 11 y sig., E. Jung,
1969). De esta forma, una parte de la propia realidad, todavía inconsciente, se hace visible
en la pareja -quien en consecuencia puede servir como cristalizador del propio desarrollo
consciente; la presencia de él o ella nos “anima", nos estimula psíquicamente. Pero las
decepciones también pueden provocar fuertes "animosidades". En ambos casos
experimentamos el ánima y el ánimus en operación, como partes integrales de nuestra
propia realidad. Sólo después de retirar, al menos parcialmente, estas proyecciones,
podemos darnos cuenta de la realidad propia de nuestro compañero, aceptarla y
simultáneamente experimentar los contenidos proyectados como algo que pertenece a
nuestro propio self. Este último aspecto representa un paso importante en el proceso de
individuación, al cual regresaremos en un capítulo posterior.

2
Esta expresión no se traduce muy bien al español, “belonging togheter”, pero quiere decir, la
sensación de que el lugar correcto para uno, el lugar al que pertenece, es junto al otro.
3
La proyección se suele entender en otros modelos como mecanismo de defensa, en particular en
el enfoque Kleiniano
EL NARCISISMO COMO SINÓNIMO DE AUTOESTIMA.

Freud escribió en su primer ensayo sobre el narcisismo: “Hemos de reconocer que la


consideración de uno mismo se encuentra bajo una dependencia particularmente íntima
respecto a la libido narcisista" (Freud, 1914:98). Desde este punto en adelante, comenzaba
a emplear el término narcisismo para decir autoestima (consideración de sí mismo).

“En primer lugar, la consideración de uno mismo nos pareciera una expresión del tamaño
del ego: es irrelevante saber cuáles de los varios elementos determinarán dicho tamaño.
Todo lo que una persona posee o alcanza, cada remanente del primitivo sentimiento de
omnipotencia que su experiencia ha confirmado, ayuda a incrementar esta consideración.

(Freud, 1914:98)

No es exagerado decir que, hoy en día, el concepto de narcisismo, entendido como


autoestima, forma parte central del enfoque psicoanalítico. También se ha observado que la
autoestima constituye un fenómeno de gran complejidad psicológica que no logra
explicarse con suficiencia mediante la simple noción de catexis pulsional (Pulver, 1970:
224). Más importante aún, la alegoría de la amiba de Freud y su premisa de fluctuaciones
cuantitativas es considerada actualmente incompatible con los hallazgos clínicos. En la
opinión de Freud, la autoestima aumentaría (hasta el punto de llegar a megalomanía) a
medida que la libido sea retirada de los objetos e investida en el self, mientras que
disminuiría a medida que los objetos amorosos fuesen investidos con libido. Por otra parte,
podemos observar que los individuos con alta autoestima son precisamente aquellos más
capaces de desarrollar un interés por los otros, mientras que aquellos con baja autoestima
tienden a concentrarse en sí mismos. Podríamos hablar, en este último caso, de un complejo
de inferioridad. Tal como observó acertadamente Jung, los complejos ejercen una suerte de
efecto magnético en el sentido en que se tornan investidos, por así decirlo, con la atención
que desvían del mundo externo (Jacoby, 1959). En inglés, ser “auto-consciente4" se refiere
a una sensación de incomodidad, de no estar relajado, mientras que la palabra alemana

4
Self-conscious. “incómodamente nervioso o preocupado por lo que otras personas puedan pensar
de uno” Fuente: Merriam-Webster
selbstbewusst tiene justamente el significado opuesto. Cuando yo estoy "self-conscious", no
soy capaz de relacionarme con mi alrededor de una forma naturalmente efectiva. Soy
"consciente de mí mismo" en el sentido de que me observo críticamente, que tengo dudas
respecto a mí mismo; esto me impide ser espontáneo y me hace sentir inhibido.

Al equiparar autoestima y narcisismo, Freud se refería específicamente al narcisismo


secundario el cual, en contraste con el narcisismo primario, se manifiesta en un principio
como una etapa del desarrollo en la cual el niño ya ha alcanzado la capacidad de catequizar
el "objeto” (madre) con libido. En el caso del narcisismo secundario, sin embargo, la libido
es retirada del objeto, probablemente a causa del displacer provocado por la catexis
original. Por tanto, se trata de una maniobra defensiva de parte del yo, cuyo fin es proteger
al niño de la ansiedad y otros efectos dolorosos conectado con su experiencia con los
"objetos" (Pulver, 1970:336). La fantasía del niño devalúa la importancia y el poder de las
personas que están en su ambiente cercano, a la vez que infla el valor de su propia persona.
Esto representa un intento de hacerse menos vulnerable, como lo expresan claramente
expresiones de desafío tales como: "¡Ellos no van a quedarse con lo mejor de mí! ¡Ellos no
me importan!"; algunas expresiones también indican las conexiones entre este tipo de
fenómeno y la fantasías anales que son características de la "etapa del no" infantil (e.g.
"Pueden besarme el culo"). De esta forma, el niño se sirve de una autoestima inflada como
defensa contra la experiencia de ser completamente vulnerable y estar a merced de las
figuras parentales que resultan frustrantes o coercitivas. En la terminología que emplea
Adler en su psicología individual, este tipo de autoestima estaría basada en una sobre-
compensación de un sentimiento subyacente de inferioridad (Adler, 1920). Las personas
que poseen esta constelación psíquica inconsciente a menudo se ven más tajantemente
seguras de sí mismos ante otros, a la vez que no siempre es fácil, incluso para un
observador experimentado, diferenciar entre una autoestima sobre-compensatoria,
defensiva, y el tipo de autoestima que reposa sobre un sentimiento realista de auto-respecto.

El psicoanálisis emplea el término narcisismo para designar la autoestima,


independientemente de si ésta se basa en un auto confianza saludable o en un
comportamiento defensivo inconsciente. En consecuencia, cuando empleamos el concepto
de narcisismo, no debe sobreentenderse que existe ningún juicio de valor -nunca está de
más enfatizar esto. Sin embargo, hay que hacer una distinción entre el narcisismo sano y el
patológico. "Narcisismo bueno (sano)" es alta autoestima basada predominantemente en
vínculos placenteros afecto-self-representación" (Pulver, 1970:336). En otras palabras: yo
guardo un sentimiento bueno, satisfecho y "amoroso" hacia mi propia auto imagen, hacia la
forma en que me veo a mí mismo". El "narcisismo malo” (enfermizo), por otra parte,
consiste en un centrarse en sí mismo o en una consideración aparentemente alta de uno
mismo empleada como defensa contra vínculos displacenteros subyacentes" (Pulver,
1970:336). Esta condición por tanto se basa en una sobre compensación de los complejos
de inferioridad y un miedo concomitante a aquellas situaciones vitales que puedan
depreciar al self. Esto también puede verse acompañado de la llamada "vulnerabilidad
narcisista", una tendencia a registrar con antenas hipersensibles el más mínimo signo de
desafío a la autoestima de uno, y a reaccionar con sufrimiento. Los "aspectos
displacenteros" pueden ser sentimientos dolorosos de inferioridad, vergüenza, dudas
asfixiantes respecto a uno mismo, etcétera, y pueden atravesar las barreras defensivas ante
el más mínimo indicio de una ofensa. Una inestabilidad relativa en la valoración de uno
mismo, junto con oscilaciones "desde un extremo al otro", desde sentimientos de
grandiosidad hasta sentimientos de desvalorización absoluta, señalan en conjunto una
condición psíquica que puede denominarse "desorden de personalidad narcisista" (Kohut) o
"narcisismo patológico" (Kernberg).

Discutiremos los desórdenes narcisista en los capítulos Siete y Ocho. Pero quisiera antes
mencionar brevemente el importante rol que juega aquella manifestación de la psique que
Kohut denomina el "self grandioso". (Kernberg, 1975, también emplea este término pero en
un sentido ligeramente distinto.) El llamado "self grandioso" juega un rol decisivo en
aquellas situaciones que implican problemas de autovaloración -una razón suficientemente
válida para que discutamos este fenómeno a lo largo de distintos contextos en este libro.
Por "self grandioso", Kohut entiende "aquel aspecto de una fase del desarrollo en la cual el
niño intenta salvar el narcisismo omnipresente originario concentrando la perfección y el
poder en el self" (Kohut, 1971:106). En circunstancias favorables, el niño es capaz de
adquirir, a lo largo de distintas etapas madurativas, la capacidad de reconocer y aceptar sus
limitaciones de manera realista. Esto permite que su fantasía de grandiosidad y sus toscas
necesidades exhibicionistas sean reemplazadas por el disfrute de sus propias acciones y por
un sentido más o menos realista de su propio valor. Como mencionamos anteriormente,
este desarrollo positivo depende en gran manera de que los otros significativos le
proporcionen un reflejo5 lo suficientemente empático. Sin embargo, cuando son
perturbados el desarrollo óptimo y la integración del self grandioso, esta estructura psíquica
puede escindirse y ser reprimida hasta un punto en el cual se torna independiente del yo y
su prueba de realidad (Kohut, 1971:108). Entonces se vuelve inaccesible a las influencias
externas y permanece el inconsciente bajo su forma arcaica, desde donde tiene efectos
sobre el comportamiento en distintas formas. “Un ‘self grandioso persistentemente activo’
con sus demandas delirantes, puede incapacitar severamente a un yo medianamente
dotado", escribe Kohut, añadiendo, sin embargo, que los individuos dotados pueden ser
conducidos hacia sus logros más grandes motivados por la demanda de un "ser grandioso
persistente y muy poco modificado" (Kohut, 1971:108-9). Me parece que la mayoría de las
personas cobija en algún rincón secreto de su psique alguna fantasía de grandiosidad.
Luego éstas pueden influenciar sus conciencias de múltiples maneras. Encontraremos a lo
largo de nuestra discusión, y en múltiples oportunidades, los problemas que tienen que ver
con el self grandioso. Como veremos, Jung mismo escribió sobre esta fenomenología bajo
el término "inflación".

En la psicología analítica Jungiana, la autoestima no es denominada narcisismo. Hemos


mencionado que Jung rara vez emplea el término “narcisismo” (sólo cinco veces en sus
Obras Completas, véase Gordon, 1980), pues lo considera un término específicamente
diseñado para la patología de las neurosis (Jung, 1922, párr. 102:68). Pero los escritos de
Jung, en efecto, contienen una discusión enriquecedora sobre la autoestima, donde el
énfasis se coloca en la “autoestima aumentada” y su opuesto, la “resignación”. Me gustaría
a continuación estudiar en detalle sus observaciones sobre este tema, dado que contribuyen
en aspecto importante a la fenomenología del narcisismo.

Jung ya había tratado este problema en 1916 (Jung, 1928, párr. 221 y siguientes), en
relación con "los efectos de la asimilación del inconsciente". Éste proceso, de acuerdo a él,
puede llevar a curiosas manifestaciones:

5
En el sentido de imagen de espejo (N. del T.)
“Produce en algunos pacientes un aumento inconfundible y a menudo displicente de
confianza y orgullo en sí mismos… Otros, por el contrario, se sienten cada vez más
aplastados bajo los contenidos del inconsciente, pierden toda confianza en sí mismos y se
abandonan con callada resignación a todas las cosas extraordinarias que el inconsciente
produce. Los primeros, con sentimientos desbordantes de su propia importancia, asumen
para con el inconsciente una responsabilidad que va demasiado lejos, más allá de todos los
límites razonables; los otros finalmente se rinden y abandonan toda sensación de
responsabilidad, sobrecogidos por una sensación de indefensión del yo ante el destino que
se manifiesta a través del inconsciente.”

(Jung, 1928, párr. 221)

Más adelante, Jung describe dos tipos de posibilidades extremas en cuanto a cómo
reaccionarán la consciencia y su centro, el Yo, cuando se les confronta con el inconsciente
a través del análisis. Piensa, sin embargo, que desde un punto de vista analítico, ambos
tipos de reacción se compensan la una a la otra en la realidad:

“Encontramos que la confianza optimista del primer tipo oculta una profunda sensación de
impotencia, para la cual su optimismo consciente actúa como fracasada compensación;
mientras que la resignación pesimista de los otros enmascara una desafiante voluntad de
poder, que sobrepasa por mucho la confianza soberbia del optimismo consciente del primer
tipo”

(Jung, 1928, párr. 222)

Ambas actitudes opuestas tienen algo en común: comparten una incertidumbre respecto a
sus límites. Una es excesivamente pasiva, la otra está excesivamente contraída. De alguna
forma, sus límites individuales están aniquilados" (Jung, 1928, párr. 226). Jung considera
que las autoestimas tanto muy alta como muy baja descansan en lo que el psicoanálisis
denomina mecanismos de defensa, los cuales él considera actitudes que se compensan
mutuamente dentro de la totalidad psíquica dinámica.
“Si consideramos el hecho de que, como resultado de la compensación psíquica, una gran
humildad se encuentra muy cercana al orgullo, y que "el orgullo precede a la caída"6,
podemos descubrir con facilidad tras la arrogancia ciertos rasgos que revelan una sensación
ansiosa de inferioridad. De hecho veremos con claridad cómo esta incertidumbre obliga al
entusiasta a exagerar sus verdades, de las cuales no se siente demasiado seguro, y a ganar
acólitos para su bando a fin de que sus seguidores puedan darle pruebas del valor y
veracidad de sus propias convicciones”

(Jung, 1928, párr. 225)

En términos de las teorías sobre el narcisismo, Jung está hablando sobre el hecho de que un
self grandioso en realidad anhela una "gratificación narcisista", es decir, admiración. Se
hace necesario tener seguidores a fin de probar el valor y la fiabilidad de las convicciones.
Sin embargo, el yo se identifica con estas convicciones sólo hasta el punto en que las
"verdades" transpersonales son vividas como parte del valor personal de uno mismo.
Simultáneamente, el anhelo del individuo de una afirmación de su propia grandeza le sirve
como protección contra las "dudas que le roen" -cómo lo dice Jung.

¿Qué ocurre con aquellas personas que están conscientemente convencida de su falta de
con aquellas personas que son “abatidas7”, en términos de Jung?

“Mientras más se retira (la persona abatida) y se esconde, mayor se torna su necesidad
secreta de ser entendido y reconocido… surge en su interior una convicción desafiante de
que son reales sus méritos no reconocidos, y en consecuencia se torna sensible ante la más
ligera desaprobación, y muestra eternamente el aire abatido de quien ha sido mal entendido
y a quien se le ha negado su justo merecido. De esta forma (añade Jung) amamanta un

6
“Pride goeth before a fall”; es un dicho derivado del Proverbio bíblico (Prov. 16:18) y se usa a
menudo en las lenguas germánicas (como el inglés y el alemán)
7
Despondent, en inglés. Una palabra difícil de traducir, se refiere a una persona que ha perdido
toda o casi toda la esperanza, implica también un poco de depresión y en general la sensación de
no tener expectativas positivas (N. del T.)
orgullo mórbido y un descontento insolente –que a su vez es lo último que desea, y por esta
razón el ambiente que lo rodea tiene que pagar aún más duramente.

(Jung, 1928, párr. 226)

Aquí describe Jung ciertos tipos de problemas muy conocidos en relación al narcisismo. La
modestia exagerada tiene como fin ser una defensa contra la invasión de la llamadas "libido
narcisista-exhibicionista" (Kohut, 1961) del self grandioso activado, que acarrearía una
gran incomodidad para el individuo. Me parece que la dinámica inconsciente del self
grandioso sencillamente ha de producir sentimientos conscientes de inferioridad. Es como
si el self grandioso enviar el siguiente mensaje: "Si no eres capaz de satisfacer mi demanda
de perfección absoluta, eres absolutamente inútil". Estos ataques desde el interior
normalmente son temidos por el individuo que lo experimenta como una amenaza a su
valor personal; puede ser provocada por el evento más mínimo. Por ejemplo, una persona
que pasa una noche sin dormir, tras regresar de una invitación, se ve torturado por dudas
sobre sí mismo puesto que está seguro de que no fue lo suficientemente agudo y entretenido
entre los demás invitados. La raíz de esta tortura yace, de hecho, en una demanda
inconsciente de parte del self grandioso de ser el centro de atención, de ser admirado por
sus encantos y la agudeza de su pensamiento. Dado que la demanda no puede ser
satisfecha, siente como que si cada poquito de autoestima que tenía hubiera sido
devastadoramente triturado. Por otra parte, la más ligera experiencia de éxito puede
provocar en él fantasías de grandeza que deben ser inmediatamente rechazadas, dado que lo
pueden hacer sentir avergonzado. "El orgullo precede a la caída" ha sido impreso en la
mente de la mayoría de las personas a través de su crianza. Así, las fantasías de
grandiosidad están asociadas con un miedo inconsciente a recibir un castigo. El ideal del yo
de la persona generalmente las rechaza, y uno no puede aceptar en lo absoluto verse como
un "personaje arrogante". Esta forma de perturbación de la autoestima será discutida con
más detalle en el Capítulo Cinco.

Los sentimientos de inferioridad o de inferioridad también pueden provenir de una


identificación del yo con contenidos transpersonales. Una gran sensación de valor personal
puede provenir de la identificación con el prestigio inherente a un rol colectivo, por
ejemplo. Ahora sí soy alguien, es decir, soy el presidente, el párroco, el doctor. Soy un
artista con ‘nombre’ –a menudo un ‘nombre artístico’ que he elegido para reemplazar al
mío. Por tanto, lidiamos aquí con roles que son atribuidos por la sociedad. La noción de rol
implica casi automáticamente la noción de actor. Yo solía conocer a actores o cantantes de
ópera, por ejemplo, quienes dentro de su fantasía se convertían en la persona que
interpretaban en el teatro. Su percepción de sí mismos no era la de la persona promedio.
Fuera del teatro se experimentaban a sí mismos como si de verdad fueran Medea, Ifigenia,
Macbeth, Otelo o la seductora Carmen. Incluso puede resultarnos ambiguo si desean ser
admirados por su talento como actores y cantantes, o por ser la figura con la cual están
identificados inconscientemente. En ese sentido las fronteras a menudo están un poco
difuminadas. Los artistas del escenario, por supuesto, colocan un tabú sobe la identificación
total y se defienden de ella mediante la auto-ironía. Sin embargo, inconscientemente es algo
que ocurre muy a menudo.

En la antigua Grecia, los actores empleaban máscaras para ocultar sus rostros. Por esta
razón, Jung escogió el término persona8 para designar un comportamiento conectado a un
rol, es decir, la adaptación a expectativas reales o imaginadas que provienen del mismo
individuo o de su ambiente (para más detalles véase Jung, 1916: 156-62) Sin embargo,
Jung nos pone en guardia contra una identificación con la persona que tendría por
consecuencia que la autoestima se alimentara de los roles colectivos en vez de afianzarse en
la verdadera individualidad. Esto generalmente provoca un estado de alienación y
despersonalización que el individuo compensa identificándose con el rol colectivo. Su
propio yo se crece con la importancia del rol elegido, está ‘inflado’ (Jung, 1916) Las
personas que no han podido ganar la suficiente autoestima de su individualidad específica o
de los roles que les han sido asignados pueden aferrarse a alguien que tenga una posición
prestigiosa, o incluso identificarse con esa persona. Un individuo así puede sentir que cada
autógrafo que firma una celebridad es una pequeña revalorización de sí mismo.

La identificación con roles definidos por la sociedad puede hacer más que procurar la
pseudo-satisfacción de la necesidad de autoestima de la persona –a expensas de su
verdadera individualidad. También existe el peligro de que los contenidos arquetípicos que

8
Está escrito ‘persona’ en el original, que no es lo mismo que la palabra ‘person’, sino que es el
término tomado directamente del latín. En inglés y latín, persona es el nombre de la máscara
teatral y también es una forma de designar a cada personaje de una obra (N. del T.)
surgen del inconsciente deriven en una inflación. Como se mencionó anteriormente, parte
del desacuerdo entre Freud y Jung se concentró en los fenómenos relacionados con las
ilusiones de grandeza; Más adelante, Freud estudiaría intensamente esta cuestión al
desarrollar su concepción del narcisismo. Para Jung el problema principal de los delirios
esquizofrénicos residía específicamente en la pérdida de realidad9. Dado que el yo, como
centro de la consciencia, también tiene una función de prueba de realidad, la inflación –es
decir, el yo que revienta de contenidos arquetípicos– conduce a una pérdida del sentido de
realidad. El yo, con su prueba de realidad, es ‘seducido’ por las imágenes arquetípicas, que
a menudo se vinculan con nociones de omnipotencia o perfección. Estos fenómenos, en las
teorías actuales del narcisismo, se atribuyen a la influencia del self grandioso.

Es relevante plantear a esta altura algunos comentarios respecto a la diferencia entre el self
grandioso y el self en un sentido Jungiano. Podemos afirmar lo siguiente: el desarrollo del
yo implica, entre otras cosas, que uno llega a conocer y aceptar las verdaderas fronteras de
la persona que se es. Durante este proceso, veré con cada vez mayor claridad que no soy yo
una persona perfecta y omnipotente, un descubrimiento a menudo doloroso. Esto no
implica, sin embargo, que las ideas arquetípicas centrales de ‘perfección’ y ‘omnipotencia’
hayan perdido su poder. Son proyectadas, como han sido proyectadas desde tiempos
inmemoriales, sobre la imagen de Dios. ‘Dios es perfecto y omnipotente’. Esto le permite al
yo distinguirse de las fuerzas que operan. Debe ser humilde y someterse a lo Divino. La
tentación de volverse deiforme –lo que los griegos denominaron el hibris- es condenada por
la mayoría de las religiones; es considerada el peor de los pecados, una blasfemia. Debemos
afirmar que cuando Jung equipara la imagen del self con la imagen-Dios dentro del alma
humana (¡que no es Dios como tal!), insiste en distinguir entre el yo y el self. En el mejor
de los casos, el yo experimenta el self y se relaciona con él viéndolo como “aquello que es
más grande en nuestro interior”. Pero jamás debería identificarse con ello, esto es, creerse
deiforme, para que se mantenga la salud psíquica

En el self grandioso de la temprana infancia, el yo y el self (en el sentido Jungiano) aún


están fusionados. El yo no se ha diferenciado aún del self, no se ha convertido en un centro
de conciencia relativamente autónomo. Cuando hablamos de un self grandioso en el adulto
9
El estudio del narcisismo para Freud comienza con el estudio de las psicosis –a las cuales
denotaría neurosis narcisistas. Existe un vínculo entre narcisismo primario y psicosis (N. del T.)
–como generalmente se hace en la teoría del narcisismo– damos por entendido que en el
interior de un sector de la personalidad del individuo las fronteras entre el self y yo no se
hallan lo suficientemente diferenciadas. El yo consciente, por tanto, muestra una tendencia
o a ser absorbido o amenazado por las nociones de perfección. E mi opinión, las
perturbaciones narcisistas de la personalidad son siempre el resultado de una incapacidad
más o menos marcada para experimentar el borde entre el yo y el self, de una
‘incertidumbre respecto a sus fronteras’ (Jung, 1928); discutiremos esto en gran detalle más
adelante. El hecho de que la auto-evaluación de una persona con perturbaciones narcisistas
siempre sea distorsionada y un tanto irrealista, puede confirmar esta observación. Creo, sin
embargo, que son muy pocas las personas cuyas personalidades no manifiestan, en algún
sector, una fusión ocasional del yo con el self; esto puede llevar a fluctuaciones y a ligeras
distorsiones en la manera en que las personas se valoran a sí mismas. Por tanto, las
‘perturbaciones narcisistas’ ocasionales son, hasta cierto punto, algo muy normal.

En los casos más extremos de megalomanía esquizofrénica, sin embargo, el yo se


encuentra casi completamente incapacitado de diferenciarse del self como imagen-Dios. He
mencionado, por ejemplo, a la paciente que se experimentaba a sí misma como Dios y
Señora del Mundo. Esta mujer, quien pasaba largos periodos de tiempo en un estado de
extrañamiento total de su identidad yoica genuina, claramente me demostró que una
inflación semejante puede estallar sobre el yo. Durante una fase de ‘normalidad’ relativa
(su yo pasaba por ciclos de inflación que le inundaban, durante los llamados episodios
catatónicos), tenía un sueño donde no estaba segura de si era Cristo o Cristopher.
Cristopher –traducido literalmente, ‘quien carga a Cristo– puede interpretarse como un
símbolo de la conciencia yoica humana en relación con una imagen de Dios que le otorga
confianza en sí mismo y una sensación de seguridad por una parte,, pero por otra, que trae
una carga muy pesada como para soportarla, una carga de sufrimiento insoportable. En ese
sentido, el self puede avasallar y torcer la voluntad autónoma del yo. Cristopher es
claramente una figura humana que tiene que soportar la divinidad y casi colapsa bajo su
peso. Yo hablaba con mi paciente sobre la diferencia ente el hombre y Dios y sobre su
relación; ella era capaz de escuchar atentamente. Pero un día me dio: ‘Estoy empezando a
enloquecer de nuevo, a cada rato vuelvo a creer que soy cristo. Pero sé que soy únicamente
Cristopher’. Cuando la vi dos días después, me dijo con un aire de confidencialidad: ‘Debo
decirte que una vez más siento que soy Dios o Cristo. Sé que piensas que soy tan solo
Cristopher. Tenías razón sólo hasta ahora. Pero esta vez de verdad soy Dios.’ Todos
nuestros esfuerzos de diferenciación no evitaron que su yo se fundiera nuevamente con la

Hemos mencionado que las inflaciones no tienen que ser necesariamente tan dramáticas.
Generalmente no son patológicas ni extremas en el sentido en que lo es un episodio
psicótico. Cualquier persona puede considerarse alguien especial y derivar autoestima de
esta ‘fantasía’. Otras personas podrían llegar a considerarle alguien terriblemente
“arrogante”, es decir inflado. La inflación puede estar enfocada en el trasfondo familiar de
la persona, o su heroísmo, modestia, belleza, confiabilidad, religiosidad, o lo que fuese.
Esto implica una fusión parcial del yo con una imagen arquetípica a fin de que la persona
gane autoestima.

Jung describe el fenómeno de la inflación principalmente en referencia a la incapacidad del


yo para demarcarse de los contenidos que ascienden desde el inconsciente; en vez de eso, se
identifica con estos. Esto deja en claro que los problemas narcisistas también pueden estar
vinculados al proceso de individuación. R. Gordon señala acertadamente que el narcisismo
saludable implica evitar la idealización de ‘objetos internos’ particulares, es decir, no
derivar auto-estima de una sobre-evaluación de ciertos atributos de la personalidad. Es este
potencial lo que Rosemary Gordon reconoce acertadamente como la marca particular del
proceso de individuación en el sentido Jungiano (Gordon, 1980: 263)

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