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La primera experiencia fue el recibimiento de:” invitados”, impactante; tanto, por los
afectos y afectuosos que resultaron, como lo permisivos que fueron a la hora de
intercambiar sus experiencias. Quizás, en el imaginario colectivo que hemos construido
o nos impusieron, las víctimas del Terrorismo de Estado, hay un deber ser, compañeros
fuertes físicamente al estilo del “Che”. Desde el idealismo utópico con el que pensamos
sobre aquellos: “que lucharon contra el autoritarismo”, y “la violencia desatada por los
organismos coercitivos del estado”, surge en el “discurso sanador inventado” el creer
en“los héroes impolutos, todo lo vencen”. Esa creencia heredada de la civilización
grecorromana, de posicionar a los sujetos que vencen el dolor semejante a semidioses y
capaces de avanzar por caminos tortuosos de reyes egoístas. La primera que toma la
palabra es: la queridísima Chola. Enseguida se describió como: una revolucionaria;
formó parte del sindicato de cañeros (UTAA) para posteriormente entrar en el MLN-T.
Sus palabras iníciales, me llenaron de una profunda admiración; era una evocación de
convencimiento a una causa regida por la justicia social, en la búsqueda de una
igualdad, que el sistema los privó y los marginó. Ese convencimiento que trasmitían sus
palabras- el dinamo que irradiaba rabia-,a su vez generó que mi razonamiento se entre
mezclara con una sensación amarga, tanto por su experiencia de vida, la miseria, cómo,
por la falta de oportunidades. En cierto sentido, me sentí avergonzado por la injusticia
del sistema. Rápidamente pienso, en el esfuerzo agotador que implicaba la lucha, desde
la toma de conciencia, el ser consecuente, el seguir y convencer a otros para las marchas
cañeras, la organización sindical y política. Todo esto, en un clima político adverso, de
violencia sistemática, de odio despertado por otro que te teme, que no dialoga, que solo
conoce el golpe y el insulto, de los que desconocen el dolor de la miseria, el hambre. Su
experiencia mata sin duda el discurso hegemónico difundido del Uruguay de clase
media, donde la mayor parte de los revolucionarios jóvenes pertenecen a ese sector
social con escasos elementos en el pueblo trabajador .En el relato, saltan abruptamente,
todos los sitios en que estuvo detenida: pasaron de estar encerradas en un convento-
estilo reformatorio- dirigidas por Monjas; a ser trasladadas al penal de Punta Rieles, a
rotar por los distintos cuarteles del país. En cada lugar describe su situación y la
experiencia atravesada; razona sobre la mentalidad de los dirigentes políticos de la
derecha de ese periodo, sobre la construcción de lógicas deterministas del espacio que
ocupa cada género. La concepción profundamente patriarcal,los llevaba a querer
domesticar a“las sediciosas“(como las denominaban) situándolas en el arduo
aprendizaje de ser chicas normales, mujeres apolíticas en la esfera pública, sumisas al
orden natural de la religión cristiana. Ese encierro, se proyecta en mi imaginación como
sinónimo de reflexión, castidad, ayuno y bordado, estereotipo de mujer católica del
siglo XIX; este fue diluyéndose a medida que continúa en el relato, en un encierro
decidido por el ejecutivo, en cárcel de Punta de Rieles. El relato gira en torno a la brutal
violencia ejercida hacia la mujer, por el simple hecho de ser mujer; lo que hoy
consideran las ciencias humanistas en la categoría analítica de: violencia de género. Me
desespera el relato de la tortura, me genera a no saber detalladamente, me incomoda y
daña mi sensibilidad; él pensar en la capucha, la desnudes, ser el revisado, genera una
acción pudorosa en relación con el cuerpo, el sólo estar en esa situación de
vulnerabilidad. Al escarbar en su memoria sale: el plantón, la soledad, la fatiga, los
golpes que hacen sangrar hasta derrumbarse. Mientras rememora el dolor, me imagino
los lugares de encierro donde: la humedad gobierna, el tiempo detenido, el espacio
limitado, todo llevaa: encerrar el tiempo, detener los cambios. Pero, siempre rescata del
fondo de la oscuridad, del desamparo, la unión de las compañeras que están en la misma
situación nefasta, violatoria de cualquier empatía hacia el otro. La contra cara de la
crueldad, estaba en el abrazo, en el beso de las compañeras, tejiendo amplias uniones
fraternales. Otro elemento a destacar, es que, la compañera era políticamente
revolucionaria en su concepción,con los elementos aportado por la empatía que le
generaba la vida misma. Esa práctica solidaria y fraterna, frente a otro distinto, que
sufre, me rememora las experiencias vividas a través del trabajo sistemático que tuve
con la Brigada de trabajo solidario José Artigas, en los barrios periféricos de
Montevideo. Allí la solidaridad se recrea diariamente, aprendiendo a compartir el dolor
ajeno. El esfuerzo no es comparable siquiera, al momento histórico que Chola tuvo que
vivir, pero si, la toma de conciencia de clase, lacerteza de cambiar, de moverse,de
continuar luchando. Al continuar su narrativa, resulta interesante su definición de:
saberse y sentirse-en aquel momento- analfabeta; apenas cursó algunos años en la
escuela primaria. A pesar de esto, forma parte de las marchas cañeras por justicia,
entendiendo que, en el movimiento,está la trasformación. En lo emocional, me surge
rabia, impotencia. Desde el pensamiento, reflexiono sobre la imposición que ejercieron
sobre gran parte del pueblo, a través del poder, excluyendo de la cultura escrita, a gran
parte de nuestra gente.En contradicción, se plantea la dificultad de esaizquierda
revolucionaria, que tomó la decisión de cambiar la sociedad a través de la violencia, en
la década de los sesenta – setenta, y el tema de los derechos humanos. Enseguida
pienso, como permitimos que sigan existiendo esos regímenes de producción
semiesclavistas en un Uruguay que sigue entre muros; todo esto silenciado, oculto en la
lejanía,vistodesde una mirada ego centrista montevideana,pero que nos transporta a un
mundo desconocido. Este mundo “lejano” lo conocí mediante el trabajo voluntario
compartido con los peones rurales y asalariados; generamosallí un espacio social y
político para poder pensar y generar mínimas mejoras en sus condiciones de vida; de
igual modo, me siento deudor, por las pocas trasformaciones que se lograron con el
gobierno progresista; esto es para crear otro espacio y establecer una larga discusión.
La compañera hija de detenidos, rescató el esfuerzo que tuvo que hacer, para guardar
silencio, para no llorar en momentos de tanta furia e injusticia que se cometía sobre su
familia, por pensar distinto. Duele ver todas las secuelas y traumas que generaron por la
falta de los padres y madres. Podemos rescatar, a las organizaciones sociales y
sindicales, que acompañaron ese proceso de reclusión. Ella planteaba que, la libertad
estaba con los hijos de los compañeros; ellos comprendían y padecían el dolor; con ellos
no se tiene que fingir; en otros ámbitos había que contar historias imaginariasde deseos
truncos a la temprana edad, todo para no ser juzgada, por una gran parte de la sociedad
uruguaya, cómplice del autoritarismo. La vergüenza sentida e impuesta por la sociedad,
era una sensación de pudor expresada en el cuerpo, frente a cada mirada, que juzgaba
con su moral, la vida de tus padres, haciéndote sentir que estuvieron mal, que hay que se
debe erradicar su pensamiento y, en definitiva, su ser.
El miedo, siempre jugando en cada paso y acción, la libertad, sólo se manifiesta con el
círculo de compañeros. Rememora momentos de visitas en la cárcel, sus madres, la
cantidad de estrategias desplegadas para trasformar esos espacios represivos y
dolorosos, en lugares donde el juego, el abrazo y el amor crecieran, tras los muros de
concreto gris. Pensaba en lo difícil que es crecer en situaciones tan adversas,tratar de
construir lazos afectivos estables; en esas situaciones, lo primero que aprendes -
presiento yo- es a desconfiar, a pensar lo peor del otro.En el recorrido de su narración
cuenta, lo difícil que fue el rencuentro con su madre; madre que, como toda persona que
vive en encierro,intramuros, se mantuvo detenida en el tiempo, encapsulada con
modismos que no habían cambiado desde su detención; el único cambio fue, la
incursión en el programa del miedo, y la búsqueda del arrepentimiento y la culpa, por la
militancia política. Contaba lo difícil que era para todo el grupo de mujeres, compañeras
de su madre, poner en palabras lo vivido, solo se expresaban sobre las discrepancias
frente a la militancia de sus hijos, por el miedo que le producía el padecimiento que
ellas habían sufrido. Ese temor, a que no sufran lo que ellas han sufrido, produce
parálisis, inmovilidad, entiendo yo; sin embargo, ella relata:” poco caso se les hace a las
generaciones anteriores, menos a los padres,así que, milito por: el voto verde, y en el
liceo, formo el movimiento anti razia. Enseguida me vienen a la cabeza, los temas de la
banda:” los estómagos”, en ese tremendo disco:“tango que me hiciste mal” o en el caso
de los Traidores: “Montevideo Agoniza”. La desesperanza que manifiestan en las letras,
en el fondo, sólo invitan a cambiar todo.
Los tres relatos me llevaron a reflexionar muchísimo sobre: el poder. Fue así que releí el
libro de“vigilar y castigar” de Foucault.También conecté con las experiencias de
militancia social, con los presos en la cárcel de Punta Rieles, en jornadas,
encuentros,talleres. Estas diferentes modalidades de participación te van marcando tu
forma de entender el mundo, cuando ves a personas conocidas de tu barrio encerrada,
compañeros de escuela con quienes compartías las tardes jugando al fútbol. Ahí ves, las
marcas del encierro en la piel, la locura que sufren y la ignorancia que encierra, fruto de
un sistema capitalista que priva y diferencia a las personas.
La cuarta clase fue con: Raúl Castro. Por suerte, pensaba para mis adentros; fue
distendida comparándola, claro está, con el resto. Rescato de su experiencia, la
capacidad y genialidad del uso de las palabras, y las formas ocultas para crear y
construir en complicidad, con otro. La creatividad de armar espacios de encuentro,en
una sociedad aterrada, silenciada, en blanco y negro. El carnaval fue un espacio, por lo
que trasmitía Raúl, de color, alegría y picardía desafiante al régimen. Me retrotrajo a
infinidad de recuerdos con mis viejos, reflexionando las letras de las murgas y las
explicaciones de mi padre, sobre determinadas metáforas. Pensar en la necesidad que la
música, sea comprometida en el cambio social. La diferencia a mi generación, que nos
gusta la música por lo que genera, no solo racionalmente, sino emocional para mover el
cuerpo (bailar). Las discusiones de adolecente con mis viejos sobre ser
prudente.Siempre me hicieron pensar que ellos fueron condicionados por la cultura del
terror, la prudencia y el dialogar medido, formó parte de una idiosincrasiadel miedo, del
terror subjetivo, sobre lo que pensará o hará, el otro.