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EL ARTE DE LA AMÉRICA ANTIGUA EN EL MARCO DE UN PENSAMIENTO MÍTICO


Daniel Sánchez
La mirada estética a pesar de su debilidad en términos de lógica simbólica, es un agente
privilegiado para indagar los aspectos constitutivos de las sociedades. Lo que actualmente se entiende por
arte, hablo de lo institucionalizado como tal y la arquitectura está aquí incluida, permite a partir de esa
supuesta debilidad, abordar lo subyacente que hay en cada producción de sentido. Generalmente allí
pueden interpretarse las claves de una sociedad, lo fundante y constitutivo. Lo que se da en llamar “imagen
de mundo”, que es algo más de lo que vulgarmente se entiende como “ideología” desde su acepción
marxista.
La distancia cultural y temporal que nos separa de la América Antigua, o por lo menos la sensación
de distancia que aparece a primera vista, requiere dimensionar acerca del papel que cumplía el arte en este
tipo de sociedades. Para ello se utilizarán algunas reflexiones del filósofo Jürgen Habermas, de quien se
toma el concepto de imagen de mundo, y de otros pensadores.
Una de las características que distingue el pensamiento de Jürgen Habermas es su mirada positiva 
hacia lo que él denomina la “racionalidad”, esa capacidad crítica que tiene el pensamiento científico
moderno, dada a partir de una dialéctica argumentativa. Desde su punto de vista el pensamiento “moderno”
puede abordar el mundo, construir su imagen y transformarla, diferenciando su dimensión objetiva,
valorativa, expresiva, lo que permite tener una estrategia de conocimiento más adecuada sobre él.
En una conferencia pronunciada en 1995 en la Universidad de Hamburgo[1] con motivo de la
inauguración del reconstruido edificio de la Biblioteca Warburg, cerrada por el nazismo y destruido
durante la segunda guerra mundial, presentó una visión contemporánea del pensamiento de Ernst Cassirer,
que nos permite valorar en este tiempo, los aspectos de actualidad de su “filosofía simbólica” como teoría
del conocimiento y filosofía de la cultura. Entre otras cosas valora su advertencia acerca de los riesgos de
la “mediación simbólica”, que en los tiempos actuales está evidenciado en los mitos políticos, a los que
podría agregarse el mito tecno-científico. El arte es una reserva de equilibrio entre libertad y abstracción
(en palabras de Cassirer “...Hay un dominio del espíritu en el que la palabra no sólo conserva su capacidad
figurativa originaria sino que en su interior experimenta su nuevo nacimiento a la vez sensible y espiritual.
Esta regeneración se lleva a cabo plasmándose aquella en expresión artística. Aquí vuelve a tocarle en
suerte la plenitud de la vida, sólo que esta vida ya no es la vida míticamente ligada, sino la vida
estéticamente liberada...”[2] y la herencia humanística, la garantía que disipa, mediante la naturaleza
dialéctica de la simbolización, los riesgos de las raíces fóbicas originarias del proceso civilizatorio. La
racionalidad, en los términos aquí manejados, no tiene reglas fijas, sino que es una cualidad móvil
operativa.
En palabras de Habermas “...En las sociedades arcaicas los mitos cumplen de una forma
paradigmática la función de fundar unidad propia de las imágenes de mundo...”[3] En el tipo de visión
totalizante que caracteriza a las imágenes míticas de mundo resulta difícil establecer con precisión
suficiente las distinciones semióticas a que nosotros estamos habituados entre el sustrato sígnico de una
expresión lingüística, su contenido semántico y el referente con que el hablante se relaciona en cada razón
por medio ed esa expresión. Las relaciones mágicas entre el nombre y los objetos designados, la relación
concretista entre el significado de las expresiones y los contenidos y estados de cosas representados por
ellas, confirman la confusión sistemática entre nexos internos de sentido y nexos objetivos externos...”[4]
El lenguaje visual, al cual nosotros le hemos dado la categoría de “artístico”, es un mundo concreto,
integrado a la vida del hombre inserto en el pensamiento mítico. La vivencia estética es seguramente
diferente a la “occidental”. Sus paradigmas intelectuales estaban integrados. Según George Kubler “...Las
funciones éticas, estéticas y sociales son experimentadas como una entidad inconsútil y comunicada por un
sistema único de metáforas...”[5] Según Octavio Paz “...El goce estético no se daba aislado, sino unido a
otras experiencias...”[6] En palabras de Dragosky “...La obra es la materialización del mito (...) El rol que
cumple el hacedor de la obra es el de un especialista calificado en el conocimiento técnico, a través del
cual se podía consustanciar en materia la imagen divina...”[7]
La importancia de lo artístico[8] en este tipo de sociedades nos lo expresa Levi Strauss al definir la
mecánica especulativa del pensamiento mítico con el nombre de “bricoleur”[9], término que en algunos
juegos se evoca para hablar de un movimiento incidente “...y en nuestros días el bricoleur es el que trabaja
con sus manos utilizando medios desviados por comparación con los del hombre de arte...”[10] Puede
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construir siempre a partir de lo dado “...pero a diferencia del ingeniero, no subordina ninguna de ellas a la
obtención de materias primas, ni de instrumentos concebidos y obtenidos a la medida de su proyecto. Su
universo instrumental está cerrado...”[11] Desde este punto de vista, los elementos de la reflexión mítica, al
ser caminos intermedios entre el precepto y el concepto, utilizan al signo, ya que es concreto como la
imagen y tiene poder referencial como el concepto, aunque a diferencia de este último es limitado.
“...La imagen no puede ser idea, pero puede desempeñar el papel de signo, o más exactamente,
cohabitar con la idea de signo; si la idea no se encuentra todavía allí, respetar su lugar futuro y hacer
aparecer negativamente sus contornos. La imagen está fijada, ligada de manera unívoca al acto de
conciencia que la acompaña, pero el signo y la imagen que se ha tornado significante, si carecen todavía de
comprensión, es decir, de relaciones simultáneas y teóricamente ilimitada con otros seres del mismo tipo –
lo que es privilegio del concepto- son ya permutables...” Por tanto, aunque “enviscado en las imágenes”, el
pensamiento mítico puede ser generalizador y por tanto científico...[12]
Ya sea como “reserva de equilibrio entre libertad y abstracción” o como “mito materializado”, más
allá en ambos casos de su justificación histórico-social, el estudio del arte nos permite acceder a los
elementos inasibles fundantes de las imágenes de mundo, que son los generadores de sentido a todo el
espectro histórico, social y cultural.

Notas:

[1] Habermas 1999 11-38, Fragmentos filosóficos teológicos. Trotta. Madrid


[2] Cassirer 1975. 155 Esencia y efecto del concepto de símbolo. FCE. México.
[3] Habermas 1989. 71. Teoría de la acción comunicativa. Tomo I. Taurus. Madrid.
[4] Habermas. 1989. 78. Op. Cit.
[5] Kubler. 1975. The art and architecture of Ancient America. Penguin Books Londre.
[6] Paz Octavio 1979. El arte México. Materia y Sentido. En In/Mediaciones. Seix Barral. Barcelona.
[7] Dragosky Graciela 1992. Una perspectiva de abordaje del arte precolombino. Actas del Congreso
CAIA. Bs. As.
[8] En los abordajes de este tipo conviene aclarar que el término se utiliza en sentido amplio, desde un
enfoque filosófico como estética.
[9] Levi-Strauss 1951. 36-37. El pensamiento salvaje. FCE. México.
[10] Levi-Strauss. 1951. 36-37. Op. Cit.
[11] Levi-Strauss. 1951. 37. Op. Cit.
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[12] Levi-Strauss. 1951. 41. Op. Cit.

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