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económico contemporáneo.
Durante los primeros decenios del siglo 20 surgió una renovación de las premisas
del ordenamiento jurídico, y fundamentalmente del constitucionalismo económico,
que incidió en las relaciones del Estado con la economía y en los clásicos conceptos
de libertad individual y autonomía privada, sobre los cuales descansa desde la
modernidad, la concepción occidental de los Derechos individuales frente a la
agresión o intromisión por parte del Estado.
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que ha incidido en las relaciones del Estado con la economía y con la sociedad.
Esta renovación de tinta económico ha generado complejas asimetrías
(sobrellevadas con dificultad) entre cuerpos normativos fieles a principios de corte
liberal (Código Civil, Código de Comercio, etc.) y constituciones imbuidas por los
principios de carácter social provenientes de la implantación de la fórmula Estado
Social y Democrático de Derecho.
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al debate referido al contenido esencial de cierto tipo de derechos de carácter
individual frente al contenido esencial de otros de carácter colectivo.
Bajo este contexto, resulta evidente que los temas referidos a la Constitución
económica siguen dando pie a serios estudios y debates en el ámbito del Derecho,
sin embargo en Latinoamérica son pocos los estudios referidos al tema, en principio
debido a la reciente aprobación de muchas de las constituciones de los países
latinoamericanos, y también porque los últimos años gran parte de las
investigaciones en Latinoamérica han sido indiferentes a las implicancias que giran
en torno a la Constitución, que como señala Bassols, “… Es aquella que solo
atiende a la ordenación jurídica de las estructuras y relaciones económicas en las
que no sólo están implícitos los ciudadanos, sino también y de manera creciente el
propio Estado en su función de protagonista del desarrollo de la vida económica,
dando mayor importancia a estudios que giran en torno a la Constitución en su parte
política como estatuto jurídico fundamental del poder político o de las relaciones
políticas entre el estado y los ciudadanos”.
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distribución de atribuciones entre el Estado y los actores y entidades económicas de
la sociedad”.
Por su parte Duque señala que: “la parte de la Constitución que se ocupa de los
aspectos económicos de la vida comunitaria puede ser llamada Constitución
económica, a condición de que no se entienda como la constitucionalización directa
de un sistema de un régimen económico concreto, ni mucho menos del programa
económico de un gobierno o de un partido, sino como la parte de la Constitución
que contiene los derechos que legitiman la actuación de los sujetos económicos, el
contenido y límites de estos derechos, la responsabilidad que comporta el ejercicio
de la actividad económica, así como las instituciones competentes para establecer
la normativa adecuada y las instituciones jurisdiccionales ante las cuales puedan
hacerse valer aquellos derechos, reclamar contra su vulneración y hacer efectiva la
responsabilidad derivada de un uso obsesivo de aquellos”.
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de la actividad jurisdiccional. En ese sentido tienen carácter vinculante a la hora de
aplicar e interpretar el texto constitucional y a la hora de realizar procesos de
ponderación entre derechos. Ya en el ámbito procedimental, los mismos permiten
fundar recursos de inconstitucionalidad, acciones populares, tutelas o recursos de
amparo constitucional, que se deriven de la exigencia de materialización de estos
principios en derechos subjetivos.
En relación a las tareas del Estado, los principios de carácter económico legitiman y
limitan el derecho de estas tareas, además de establecer obligaciones de carácter
objetivo a ser cumplidas por el Estado, las mismas que responden a la actividad
política, social y económica de un modelo de Estado previamente determinado.
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ejercicio de sus facultades, sea dentro del ámbito de libertad que le pertenece como
sujetos de derechos, sea para crear reglas de conducta para sí y en relación con los
demás, con la consiguiente responsabilidad en cuanto actuación en la vida social”.
Este poder reconocido a la persona contiene como señala el mismo autor una fuerte
carga sentimental y valorativa que dificulta la correcta comprensión en su complejo
significado real.
A decir de Legaz, “…el derecho que por un lado cuarta la superficie de la libertad
existencial, devuelve como recompensa la libertad jurídica de las personas, el poder
de dominar incontrastablemente sobre un ámbito sometido a su señorío”. A su vez
Galgano, citado por Carlos Soto y Jorge Mosset, señala que para entender el
principio filosófico de la autonomía de la voluntad, se construye sobre otros
principios más técnicos y específicos, como el de la libertad contractual, que se
manifiesta en doble sentido, un sentido negativo al establecer que nadie puede ser
privado o constreñido a ejecutar prestaciones a favor de los otros contra su propia
voluntad, y un sentido positivo, otorgando poder para que las partes, mediante un
acto de voluntad, puedan construir, regular, modificar o extinguir relaciones
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patrimoniales, obligarse a ejecutar prestaciones a favor de otros y disponer
libremente de sus bienes. De este modo el derecho objetivo convierte el poder de
hecho en poder jurídico, en poder de generar normas jurídicas o poder jurigenético
de la voluntad.
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de la consolidación del pensamiento ilustrado, la Revolución Francesa marca el
comienzo de ese instinto que se plasma en gran parte de la normativa que emergen
estos siglos, la misma que consolida conceptos relacionados con el principio de
autonomía personal como base del ordenamiento jurídico en general.
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cualquier control Estatal y dentro de los requisitos del contrato, el consentimiento
como expresión de la voluntad se consolida como el principal requisito.
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los particulares de manera libre y espontánea, se produce de acuerdo con la
voluntad de los interesados, ello significa que, globalmente considerado el
problema, se admite una espontánea dinámica de la sociedad que el Estado no
impide.
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Si afirmamos que los efectos de los contratos son los que las partes han querido
darle y las reglas de interpretación no asignan al juzgador o a otro poder público la
facultad de hacer prevalecer su criterio, sino la intención de las partes, tendríamos
que reconocer que todas y cada una de las manifestaciones del principio de la
autonomía de la voluntad sólo pueden ser posible si partimos de un supuesto
básico, el referido a que las partes se encuentran en pie de igualdad y gozan de
total libertad. Estos supuestos afirman que el desenvolvimiento de la voluntad en
sus múltiples manifestaciones es el que lleva a un equilibrio social por contar con la
voluntad de todos los sujetos concurrentes en el mercado, y que las partes
contratan libremente, en igualdad de condiciones y bajo parámetros de buena fe y
de relaciones justas, puesto que nadie en su sano juicio y razón actuaría en contra
de sus propios intereses.
Sin embargo estos supuestos se sitúan en el ámbito formal jurídico, puesto que en
el ámbito material económico parecen ser una utopía, puesto que como dijo Bobbio,
la gran dicotomía público-privado conlleva a otras, tales como “sociedad de iguales-
sociedades desiguales” y “sociedad económica-sociedad política”, bajo esta
dicotomía, la percepción moderna del sujeto privado es aquella que detona a un
individuo preocupado por satisfacer sus intereses individuales en un supuesto plano
de igualdad con otros individuos, en este contexto el Estado aparece como el gran
protector de estos intereses, y como el instrumento superior que a través de sus
funciones y potestades vigilan el desenvolvimiento de los individuos, en este sentido
y de acuerdo con Ángel López, este resulta ser el gran protagonista de lo público, el
supremo desigual, el gestor de intereses superiores a los individuos frente al
particular protagonista de lo privado.
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Recordemos que una de las bases del Estado liberal de Derecho era la igualdad de
todos ante la ley y en la ley igualdad que giraba en el plano formal, pues al orden
jurídico le era indiferente las condiciones reales en las que vivían los individuos, en
las que ejercitaban sus derechos y más concretamente en las condiciones en las
que se encontraban. El ignorar este hecho era necesario, pues solo de esta forma la
política liberal podía seguir funcionando. “…el orden liberal necesitaba una libertad
de contratar gobernada por la igualdad formal para hacer circular bienes cuyos
titulares no estuviesen sometidos a limitaciones importantes de ejercicio, es decir,
gozasen de un derecho de propiedad ilimitado”.
En este orden de ideas, el Estado Social emergió con el objetivo de atenuar esta
desigualdad a través del establecimiento de normas constitucionales que consagran
el principio de igualdad, no sólo en el ámbito formal delante y en la ley, sino también
en principios que determinan un tratamiento para los individuos, prohibiendo el
establecimiento de discriminaciones negativas, este tratamiento igual parecía ser el
comienzo de la solución del problema de la desigualdad, pues intentaba modificar
profundamente la estructura de las relaciones jurídicas privadas, cambiando las
facciones del derecho privado del Estado Social, sin embargo el problema surge una
vez más al momento de cuestionar, ¿hasta dónde este tratamiento puede ser
admitido o puede funcionar como un límite de la autonomía de la voluntad, que
generalmente no permite correctivos a sus acciones?
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El rol que tenía la voluntad en la creación, modificación y extinción del negocio
jurídico y en las diversas actividades económicas del sector privado ha sufrido
importantes mutaciones en el tiempo, el simbolismo primero y el formalismo luego,
vincularon la producción de efectos jurídicos al empleo de prácticas o ritos
minuciosamente realizados conforme a un modelo sin relación alguna con
elementos psicológicos o intencionales.
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Estado, sino entre las normas del mismo código. Admitido el principio pacta sunt
servanda, se entiende que es necesario establecer que sobre ella tendrán algunas
leyes que interesan al orden público, que con los años imbuidos en el sector técnico,
se emplea para calificar el valor preferente de ciertas normas por encima de otras.
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alcance de los Derechos reconocidos por la Constitución, esto con el fin de adaptar
la eficacia de los derechos fundamentales a los distintos sectores del derecho
privado con diversas intensidades a la hora de limitar el ejercicio de la autonomía de
los particulares.
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Estos factores hacen que sea imprescindible considerar y estudiar el principio de la
autonomía de la voluntad en el marco de un determinado sistema de relaciones
socioeconómicas y políticas, y no como un principio de libertad concebido a priori.
Por lo tanto, el ejercicio de tal autonomía entra en el marco del ejercicio de una
situación jurídica concreta en un tiempo, lugar y una sociedad determinados, en este
sentido, la autonomía de la voluntad es una forma vacía en la medida en que no se
integre con la paridad social y económica de los contratantes en los hechos, la
autonomía de la voluntad será efectiva en tanto el ordenamiento le reconozca el
valor primigenio y trascendental en el marco de los límites y limitaciones que el
mismo ordenamiento jurídico establezca.
A modo de conclusiones.
Es de Vital importancia que los habitantes de un país sepan el carácter del sistema
económico impuesto en el mismo, es decir, si están en un sistema de economía con
dirección central, donde hay un solo plan que viene impuesto desde arriba hacia
abajo, o si por el contrario se trata de un modelo de economía colectivista, o si se
trata de un modelo de carácter mixto o plural, como en el caso de algunos países
latinoamericanos.
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A decir de Fabián Estapé, la Constitución económica tiene que contener principios y
derechos, pero no puede ser una especificación determinada en virtud de la cual
todo esté bien prohibido o bien obligado, debe haber zonas amplias en la que los
diversos actores económicos (ciudadanos, grupos sociales, empresas,
comunidades, regiones, etc.) puedan desarrollar una creatividad que los padres de
la Constitución pueden perfectamente no haber ideado.
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sociedad determinada, por lo tanto determinar la función histórica y actual de la
voluntad en los ordenamientos jurídicos contemporáneos es sumamente necesario,
puesto que equivale a precisar el margen de libertad concedida al sujeto de derecho
para establecer relaciones jurídicas y saber entonces sí ellas son el producto de su
libre actividad, o por el contrario una imposición del ordenamiento jurídico.
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siendo el de igualdad formal, la lógica del sujeto sigue siendo el eje en torno al cual
gira el Estado y sus instituciones, esta situación tiene que cambiar porque lo único
que hace es profundizar las diferencias y las contradicciones dentro de la normativa
jurídica de un Estado, en este contexto surge la inminente necesidad de consolidar
una nueva función de poder público en el Estado Social, la de armonizar los
intereses públicos y privados.
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