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20 1 8
Universidad de Talca
Derecho & Economía
Capítulo Primero
El rol del Estado en la economía y Derecho Económico
El Estado, como ente abstracto y titular permanente de poder, ha asumido diversos roles en la
economía. En efecto, lo que sostenemos en estas líneas no es más que constatar que, atendidas las diversas
visiones y posturas ideológicas imperantes en el mundo, el Estado ha ido, en forma cambiante, asumiendo
diversas funciones con respecto a materias económicas. Así las cosas, para nadie es un descubrimiento el
hecho de que el Estado tenga una participación significativa en el mercantilismo del siglo XVII o en la
variante keynesiana del siglo XX, como tampoco que tenga un rol menos significativo en el laissez faire del
liberalismo clásico en las posturas neoliberales a partir de Hayek.
Siempre se ha sostenido que el liberalismo económico tiene su raíz en el liberalismo político. Tal vez dicha
apreciación podría significar comprender las posturas filosófico-políticas como parte de una determinante de
ambos sistemas (económico y político), a pesar de que en muchas oportunidades la historia nos muestra la
inexistencia de libertad política en países en que el modelo económico se basa precisamente en la libertad de
emprendimiento.
Sin perjuicio de la anterior salvedad, el modelo económico liberal clásico se caracteriza por una
arremetida notable del individualismo y el reconocimiento de una libertad que es consustancial con el
hombre y que proviene de la naturaleza que el creador ha diseñado. De esta forma, le queda vedado al
hombre y a la autoridad alterar ese estado natural, en virtud del cual se va a producir un choque de fuerzas
opuestas en intereses y que, en definitiva, se va a neutralizar dando lugar al mercado como instrumento en
las operaciones de producción y de cambio.
En este escenario, al Estado no le queda más que ser un mero observador, es decir, determinado por
lo que se pasó a denominar el laissez faire, debiendo abstenerse de intervenir. Adam Smith señalaba que el
Estado debía asumir dicho rol en forma limitada porque el mundo económico marcha por sí mismo, movido
por el interés individual, por lo que al intervenir entorpece y frena la actividad individual. Asimismo,
argumentaba que aquél no está animado del interés necesario, como el individuo, porque es descuidado
cuando se trata de intereses públicos.
Queda claro, entonces, que el liberalismo económico clásico concibe a un Estado meramente
observador y reducido a la seguridad externa, interna y a las obras públicas que los privados no pudiesen
desarrollar.
La Revolución Industrial significó la época de oro del liberalismo económico, como también el
advenimiento del capitalismo y el surgimiento de la nueva clase burguesa. Sin embargo, también implicó
presiones sociales de los asalariados y un cuestionamiento al individualismo a que se había llegado al aplicar
en extremo los postulados de Smith. De esta manera, surgen en Europa movimientos contrarios a lo que se
pasó a denominar “la explotación del hombre”, especialmente a través de organizaciones de trabajadores que
exigían la regulación del trabajo.
La gran crisis económica de la década de los treinta del Siglo XX es la que hace surgir nuevas voces
que explicitan un rol más activo del Estado en materia económica, especialmente por la gran depresión que
se advierte en el mercado. En dicho contexto, la figura de John Maynard Keynes aparece como el paradigma
de la época. Su punto de partida difiere de los economistas clásicos, quienes se centran en la producción.
Keynes, por el contrario, se preocupa de la crisis y advierte que ésta se produce por un exceso de producción,
debido a la falta de demanda y, por ello, la teoría económica debe orientarse a determinar los factores que
mantengan activa esta última. Para dicho objetivo, será necesaria la intervención del Estado, sustituyendo el
laissez faire por un rol más activo de fomentar y mantener la demanda y lograr el equilibrio económico.
Para Keynes el intervencionismo estatal podría provenir de las inversiones (uno de los elementos que
dinamizar la demanda agregada interna). Para él, es destacable “la gran ventaja social que se derivaría del
aumento de la cantidad de capital hasta que deje de ser escaso”.
El planteamiento keynesiano supone que el Estado debe tener un doble control: sobre la moneda y la
tasa de interés, utilizando el sistema tributario para lograr una mejor distribución de la renta.
Casi contemporáneo de Keynes es el economista inglés A.C. Pigou, quien planteó la necesidad de
revisar el modelo neoclásico y adoptar una política claramente intervencionistas, orientando su esfuerzo a
destacar la necesidad de que se llegue a un bienestar económico y social a través de la distribución de la renta
y el pleno empleo, siendo en su concepto el bienestar económico una parte del bienestar general de la
sociedad.
Para Pigou el Estado, lejos de impedir o interferir con la libre competencia, debe trabajar
positivamente para defenderla y protegerla, creando condiciones para su mejor funcionamiento. Para tal
Desde Hayek, pasando por Von Meses y llegando a los neoclásicos de la década de setenta, entre
ellos a Friedman, es posible advertir una reacción al intervencionismo estatal y una vuelta a la primacía de la
libertad del hombre, que entre otras manifestaciones, se sustenta en el emprendimiento y capacidad de
innovar.
Desde este perspectiva, el Estado debe redefinir su rol en la economía, siendo éste esencialmente
estabilizador del ciclo económico, lo menos regulador e interventor, dejando un amplio espacio para los
agentes económicos privados, configurándose así el Estado subsidiario.
Hasta ahora se han descrito las diversas posiciones ideológicas y cómo el modelo económico liberal y
sus diversas variaciones define el rol del Estado en la economía. Sin embargo, a partir de los planteamientos
analizados, es posible establecer que aquél puede asumir todos o algunos de los siguientes roles, ello
dependiendo de la variante del modelo económico que se esté aplicando y las condiciones coyunturales de
dicho modelo.
A este rol se le denomina generalmente “fijación de las reglas del juego” o “rol regulador”,
consistente en fijar el marco jurídico al que deben sujetarse los agentes económicos privados y el propio
Estado. Estas reglas se refieren a la propiedad y su protección, a las normas sobre los contratos (autonomía y
libertad contractual), la forma jurídica de la empresa, el ejercicio de la libertad económica, el régimen laboral
y la regulación de la actividad económica en general.
En lo que a reglas del juego se refiere, se vislumbra una evidente evolución desde el Siglo XIX en que
primaba una amplia libertad para los agentes económicos (el denominado laissez faire), donde los conceptos de
propiedad y libertad económica eran concebidos a ultranza por las distintas legislaciones; más bien se trataba
de una concepción dogmática de dichos principios que impedía una matización de los mismos. No obstante
ello, ya en el Siglo XX se comienza a desarrollar, respecto de la propiedad, un rol o función social y su
atomización en formas jurídicas destinadas a reunir gran cantidad de recursos, como lo son las sociedades
anónimas. Por otra parte, la libertad económica comienza a desenvolverse dentro de un marco regulatorio
fijado por la ley y con ciertos límites de interés colectivo, donde destacan las restricciones que emanan de la
legislación laboral y, posteriormente, de las normas sobre salubridad y protección ambiental.
Cuando se produjo la debacle económica y financiera de la década de los treinta del Siglo XX, los
economistas advirtieron que el ciclo no funcionaba en forma automática, por lo que surgió la necesidad de
fijar al Estado un ámbito de acción en que éste es insustituible por los privados: el diseño y la aplicación de
las políticas económicas.
Siguiendo a Watson, podemos señalar que la política económica supone la existencia de fines y
medios, algunos de carácter primario, y otros secundarios. Dicha relación (fines-medios) logra manifestarse
en forma práctica en los instrumentos y objetivos de las diversas políticas.
A través de las políticas monetaria y crediticia, cambiaría y fiscal, el Estado pretende lograr que se dé
un ciclo económico estable, impidiendo de esa forma el estancamiento, el desempleo y la inflación, siendo el
Banco Central el órgano que, a través de las primeras políticas antes aludidas, cumple con el rol de estabilizar
la moneda y el normal funcionamiento de los pagos internos y externos.
2.3. La asignación
La tercera función que asume el Estado es contribuir a una asignación socialmente deseable de los
recursos. Se trata de una elección en cuanto a si será el mercado, en forma exclusiva, quien va a asignar los
recursos o existirá una intervención más o menos voluntaria de parte del Estado destinada a corregir
eventuales imperfecciones y distorsiones que se lleguen a producir.
2.4. La redistribución
Una de las primeras lecciones que se aprendió del laissez faire y de la mano invisible (el Estado como
mero observador) fue que la asignación puede ser eficiente, pero ciega a la equidad. Frente a ese cuadro, las
economías actuales entienden como función del Estado, la redistribución de la renta.
La pregunta que surge es si deberá el Estado evitar la inequidad en la distribución del ingreso o
permitir que el ciclo económico se desenvuelva en forma autónoma para permitir que la riqueza vaya
alcanzando a todos los que participan en él. Frente a la interrogante antes enunciada y, a pesar de la
corriente predominantemente liberal en las economías mundiales, es posible advertir que el Estado asume un
rol redistributivo, fundamentalmente a través de instrumentos fiscales como las tasas progresivas a los
impuestos a las personas y los tramos exentos a determinados segmentos de la renta.
En décadas anteriores, el Estado tenía una concepción distinta a la que está hoy en boga, ya que
asumía un rol empresarial, bastando sólo advertir el significativo número de empresas estatales existentes en
la década de los cincuenta y sesenta. Sin embargo, como lo analizaremos en su oportunidad, el principio de
la subsidiaridad y la ampliación de la libertad económica hacen que el Estado, a partir de la década de los
ochenta, se desprenda de sus empresas a través de procesos privatizadores y se establezca una serie de
restricciones para que pueda asumir una función empresarial, incluso de índole constitucional.
2.6. La planificación
En un momento dado de la evolución del pensamiento económico, se sostuvo que el Estado debía
asumir un rol directo en la economía, a través de la elaboración de planes que permitiesen el desarrollo.
Esta función planificadora del Estado va más allá de una simple orientación de los agentes
económicos, sino que a una conducción de éstos hacia objetivos claramente predefinidos en una elección
pública, estableciendo incentivos hacia las conductas deseadas, gravámenes e incluso restricciones y
prohibiciones respecto de las conductas no esperadas en la definición del plan.
3. El Derecho Económico
3.1. Concepto
Como todo concepto, él se construye a base de su contenido, por lo que hace décadas, la doctrina se
ha preguntado qué tópicos aborda el Derecho Económico para poder dar una definición de él:
- Otros sostienen que el Derecho Económico es solamente una rama especializada del
Derecho Administrativo, en cuanto el Estado preserva el orden público económico a
través de la administración que persigue objetivos económicos, ejemplo: el Servicio
Nacional de Aguas, el SII, el Banco Central, etc.
- Finalmente, se sostiene por una parte importante de la doctrina de nuestro país, que el
Derecho Económico es el Derecho del Orden Público Económico, ya que éste es
precisamente su objeto.
El concepto antes aludido tiene dos aspectos fundamentales a considerar. En primer lugar, el carácter
instrumental del Derecho Económico, ya que trata de una normativa aplicable a los agentes privados y el
Estado, y que regula sus actividades siguiendo las líneas de la política económica. Un claro ejemplo de ello es
la legislación del mercado financiero, esto es, el D.F.L. nº 3, texto que reglamenta la constitución, operaciones
y funcionamiento de los bancos e instituciones financieras y crea una Superintendencia para tal efecto. Esta
regulación tiene como objetivo lograr estándares de estabilidad, transparencia y eficiencia de dicho mercado,
lo que constituye un medio para cumplir un fin de la política económica.
Lo mismo ocurre con los acuerdos del Banco Central, los que no hacen sino poner en ejecución
objetivos de política monetaria o cambiaría. Así, se aumenta o disminuye la tasa de instancia, se fija la tasa de
encaje, se aplica o no la exclusividad de operaciones y restricciones al mercado cambiario formal.
Sin embargo, el Derecho Económico no se agota en lo instrumental o, dicho de otra forma, en la sola
regulación, sino que debe implementarse dentro del marco general que es el Orden Público Económico,
concepto que gobierna esta rama jurídica y que en cierto modo es su base de sustentación. De esta forma, la
regulación, en caso alguno, podría afectar los principios del orden público económico, tales como la libertad
económica, la no discriminación arbitraria, la subsidiaridad del Estado y el derecho de propiedad de los
agentes sobre los medios de producción.
Una de las cuestiones que se ha intentado resolver es si el Derecho Económico forma parte del
Derecho Público o del Derecho Privado, o dicho de otro modo, si se está en presencia de un conjunto de
principios y normas jurídicas que obedecen a una relación entre el Estado y los particulares o principios y
normas que regulan relaciones de agentes económicos privados.
Entendiendo el Derecho Económico en una primera fase como aquel que constituye la herramienta
jurídica de la intervención del Estado en la economía (como más adelante denominaremos “orden público
económico funcional”), no cabe duda que está dentro del ámbito del Derecho Público. A la misma
conclusión tendríamos que llegar al advertir el Derecho Económico en su visión actual -y que nosotros
defendemos- como aquel que teniendo sus bases en el orden público económico de la Constitución Política
de 1980, constituye un instrumento de política orientado al cumplimiento de objetivos que ésta se ha
Sin embargo, no sólo encontramos normas y principios que se acercan al Derecho Público. También
hay marcos regulatorios de relaciones entre agentes privados, como ocurre, por ejemplo, en las reglas sobre
protección del consumidor, caso en el que la relación de consumo queda regulada e incluso limitada en ella,
la autonomía de la voluntad de las partes.
3.3. Características
Cuando se efectúa una caracterización, se buscan los aspectos más relevantes para describir
conceptualmente un objeto de estudio. A continuación, se realizará un intento por establecer las principales
características del Derecho Económico:
B) Es un Derecho Instrumental
Es incuestionable esta característica por el hecho de que a través de él se hacen efectivas las
políticas económicas del Estado.
Si bien en todas las ramas del Derecho existen normas de diversa jerarquía, en muchas de
ellas predomina cierta categoría de normas, como ocurre por ejemplo en el Derecho Civil,
donde las normas con jerarquía de ley son la mayoría. En el ámbito del Derecho Económico, en
cambio, existe una cantidad vasta de normas de diversa jerarquía. Así existen numerosas normas
legales, pero además, nos encontramos con normas que emanan del Ejecutivo e incluso, normas
que surgen de órganos autónomos, constituyéndose tal vez esta disciplina jurídica como aquella
que tiene la variedad jerárquica normativa más significativa del sistema jurídico nacional.
La economía es una ciencia que, a través de un conjunto de teorías y modelos, pretende explicar el
funcionamiento de cualquier mercado (microeconomía) y del total de la economía considerando los
mercados agregados (macroeconomía).
De esta forma, el objeto, los métodos y los instrumentos de la economía son muy diversos a los del
Derecho, entendido éste como un fenómeno normativo y de casuística judicial, en que lo que predomina es
un razonamiento práctico deductivo para resolver los problemas y conflictos jurídicos.
No obstante la marcada diferencia científica entre la economía y el Derecho, los puntos de encuentro
de ambas disciplina son dos.
El carácter utilitario del Derecho se advierte en el hecho que la economía utiliza a las normas
jurídicas como medio para imponer un determinado modelo económico, entiéndase una forma
preestablecida de solución de los problemas económicos. La coercibilidad de las normas y la consecuencia
negativa que ellas contienen a los incumplimientos de las conductas exigidas hacen posible que se
institucionalicen los principios y reglas económicas fundamentales. En este contexto, se asume que el
Derecho está al servicio de la economía como un medio de implementación del modelo que se asuma en
cada Estado o comunidad, surgiendo así el Derecho de las Regulaciones Económicas o Derecho Económico.
Así entendemos el régimen normativo de la propiedad privada y su protección, de resguardo de la libre
competencia, de libertad económica y límite a la actividad empresarial estatal. Sin normas dichos principios
fundamentes del modelo económico no serían respetados.
Como el Derecho es utilitario para la economía, también lo es esta última para efectos de poder
comprender el Derecho como fenómeno normativo. En efecto, las conductas descritas en las normas y las
consecuencias jurídicas que ellas establecen a priori para el caso de incumplimiento, la validez y eficacia de
las normas, las soluciones casuísticas que adoptan los tribunales y que mantienen en el tiempo, es posible
analizarla a la luz de las teorías y enfoques económicos, tales como la racionalidad de la elección, los riesgos y
el riesgo mínimo, las reglas de incentivos y la de costo-beneficio y costo de oportunidad, entre otros.
El análisis económico supone, entonces, utilizar las reglas y principios económicos respecto de las
conductas descritas en las normas y sus consecuencias jurídicas (sanción o premio), permitiendo incluso, una
más eficiente redacción de normas y contratos y predicción de las conductas que asumirán los sujetos
normados.
Se ha sostenido que el análisis económico del Derecho incluye tesis de índole diferente: En primer
lugar está la tesis normativa que nos señala que el Derecho debe ser eficiente, entendiéndolo como una
exigencia abstracta en la creación de toda norma jurídica; la tesis productiva: puesto que las personas son
agentes racionales y podemos utilizar la teoría económica para predecir cómo se comportarán en función de
los incentivos y desincentivos generados por las normas jurídicas. En tercer lugar está la tesis descriptiva,
según la cual cierto sistema jurídico es eficiente, tanto en cuanto al mercado y al gasto público y el rol del
Estado en la administración de justicia, entendiendo al Derecho más allá de las normas sino que a las
instituciones en su integridad y, finalmente, advertimos la tesis evolucionista que concibe el análisis
económico como una tendencia del Derecho en cuanto a adoptar normas eficientes.
5. El Derecho y la Mercantilización
Para poder avanzar en este tema, es menester abandonar el análisis de la expresión mercadería, y
entrar de lleno en el estudio del término “Mercantilización”. ¿Qué significa mercantilización? Se trata de una
noción netamente económica, pero que permite iluminar muy bien al jurista; en este sentido podríamos decir
que mercantilización implica el acceso al mercado de ciertos bienes y servicios que antes no formaban parte
de él. Ciertos bienes dejan, por consiguiente, de considerarse inalienables y pasan formar parte de lo que los
romanos llamaban “el comercio humano”.
Ejemplos los hay varios. Pensemos en el agua, un bien común en sus orígenes; pero que hoy es objeto
de una serie de actos y contratos a su respecto (distribución de agua potable, reciclaje de las aguas servidas,
desalinización del agua de mar, etc.); otro ejemplo es la fuerza del trabajo, hoy mercantilizada a través del
contrato de trabajo; la contaminación, a través de los llamados “Bonos de carbono” o bonos para la emisión
de gases de efecto invernadero; y un largo etcétera.
5.2.1. Introducción
La concepción del agua como un bien indispensable para la vida y a que todo el mundo tiene
derecho, no sería más que una garantía desprovista de contenido si el acceso a dicho recurso no se encontrara
garantizado. Si durante siglos la gestión de la distribución del agua perteneció a la esfera pública o colectiva,
la situación es otra hoy en día. La mercantilización de la distribución del agua es un fenómeno global que en
virtud del bien sobre el que recae, se ha encontrado en el corazón de intensos debates jurídicos.
La mayor parte de la población mundial recibe hoy en día, agua potable distribuida por operadores
privados; las “razones esbozadas son el dogma de la mayor eficacia de la gestión privada, la creciente
complejidad de las normas sanitarias y técnicas, así como las necesidades de financiamiento de un buen
número de comunas” o de Estados.
Las formas a través de las cuales se ha desarrollado la mercantilización de la distribución del agua
potable son esencialmente dos: la privatización y la colaboración pública-privada, la cual puede a su vez,
adoptar varias modalidades.
5.2.2. La privatización
Aun cuando toda participación de capitales privados en una empresa pública es una especie de
privatización (situación válida también por ejemplo, para los casos de colaboración pública-privada),
utilizaremos esta expresión exclusivamente en aquellos casos en que el Estado, en virtud de los contratos
celebrados con los particulares, pierde definitivamente toda posibilidad de inmiscuirse en la gestión de las
empresas distribuidoras de agua potable.
Se trata de una figura jurídica poco utilizada; al día de hoy sólo dos países han optado por ella:
Inglaterra durante los años 80 y Chile durante los años 90. En ambos casos, los mecanismos utilizados fueron
muy similares.
En Inglaterra, en virtud de la Water Act de 1989, las empresas públicas encargadas de la gestión del
agua fueron transformadas en sociedades comerciales de distribución de agua potable y alcantarillado.
Dichas sociedades fueron poco a poco siendo adquiridas por capitales privados, con el fin de permitir al
Estado, siguiendo la corriente neoliberal, ahorrarse los enormes costos de instalación y de mantención de las
redes de agua potable y de alcantarillado.
Con el fin de hacer del sector un área económicamente eficiente, numerosas sociedades fueron
paulatinamente creándose, esperando que tuviese lugar una sana competencia que permitiese otorgar los
precios más bajos posibles a los consumidores. Sin embargo, ya que el agua es un bien indispensable para el
ser humano, el riesgo de atentados a la libre competencia no podía ser ignorado; es por ello que rápidamente
se concibieron límites tarifarios por parte de la Secretaría de Estado.
El resultado de tal privatización se tradujo sin embargo, en un alza constante a través de los años, del
precio del agua potable para los consumidores. En todo caso, debe señalarse que aparte de dicha situación,
En Chile, por su parte, el proceso de privatización comenzó durante los años 90 de forma muy
similar a la utilizada en Inglaterra, vale decir, a través de la creación de sociedades comerciales respecto de las
cuales el Estado (único propietario) vendería poco a poco su participación a manos privadas.
Previendo las alzas de los precios que inexorablemente tendrían lugar como consecuencia el
monopolio natural que existiría en este sector en Chile, en 1988 se dictó la Ley de Tarifas, donde se establecen
los criterios para la determinación de las tarifas por parte de la autoridad competente. En el mismo sentido,
la ley 18.778 establece la existencia de ayudas sociales –subsidios- destinadas a los consumidores
económicamente más vulnerables; el objetivo era entonces permitir la creación de nuevas redes de agua
potable y alcantarillado, con el fin de otorgar el acceso a dicho bien a la mayor parte de la población del país,
sin permitir que como consecuencia del aumento de las tarifas, los sectores más vulnerables se vieran
privados de dicho derecho.
La privatización de la distribución del agua no es entonces una modalidad a la que deba temerse si la
autoridad adopta las medidas necesarias destinadas a regular de buena forma dicho sector. Los casos inglés y
chileno así lo demuestran.
Como lo dijimos, la búsqueda de capitales privados por parte de las entidades públicas, es hoy por
hoy, un fenómeno global; una posibilidad distinta a la privatización la constituye la cooperación pública-
privada, donde este último asumirá ciertas responsabilidades relativas a diversos aspectos de la distribución
del agua potable, pero donde el Estado conserva la propiedad de las empresas.
Las modalidades más utilizadas para este tipo de cooperación son: la subcontratación: en que son
las ciudades o conurbaciones las que hacen el llamado a invertir, con la finalidad de que los privados
“asuman funciones particulares y puntuales que requieren conocimientos especializados, o bien, para realizar
ciertos trabajos de construcción o de reparación”; el contrato de gestión: en que el Estado “confía a los
privados ciertas responsabilidades limitadas a cortos períodos de menos de cinco años; y el contrato de
concesión: en que el privado “se hace responsable de la gestión del conjunto de las instalaciones por un
período generalmente de 25 o 30 anos, pero donde el Estado se mantiene como propietario de dichas
instalaciones”.
Dada la especial naturaleza del agua –bien indispensable para la vida-, numerosos conflictos han
tenido lugar entre las empresas distribuidoras de agua potable y las poblaciones locales. En el marco de
nuestro estudio, nos centraremos en aquellos conflictos específicos en que el actor económico es un
inversionista extranjero. De los resultados obtenidos intentaremos responder una pregunta subyacente ¿El
acceso al agua es un derecho humano?
El riesgo de recurrir a capitales privados en materia de distribución de agua potable, es que no será
siempre fácil conciliar las necesidades de la población con los intereses privados; situación que se vuelve aún
más difícil en períodos de crisis económicas. La crisis argentina y el célebre caso Aguas del Tunari en Bolivia,
son los ejemplos más ilustrativos.
En el caso argentino, el punto de partida para los problemas que surgieron a este respecto, “fue
una ley federal de 1989 que reformaba el Estado, invitando a las provincias a participar en un
programa de privatización de los servicios públicos, entre los cuales se encontraba la distribución
de agua potable y de alcantarillado”. Paralelamente, un sinnúmero de TBI fueron celebrados,
fundamento para la llegada de una fuerte inversión extranjera, incluido el sector de la
distribución de agua potable.
Hasta aquí todo parece en orden, ¿Por qué estallaron entonces los conflictos? Desde el punto de
vista jurídico la respuesta es bastante simple: En cada caso, cada una de las partes acusaba a la
otra de no haber dado cumplimiento a sus obligaciones; sin embargo, una razón subyacente de
carácter político-económico parece ser mucho más importante. En efecto, “es el principio
mismo de la privatización del agua lo que fue criticado por la población [no sólo como
consecuencia del aumento de las tarifas, sino que también] del proceso de otorgamiento de las
concesiones, a menudo criticados por su falta de transparencia. Puede decirse que en términos
generales, los usuarios apreciaban de forma muy negativa la privatización”.
Uno de los casos más interesantes al respecto fue Vivendi c. Argentina. En 1995, tuvo lugar un
contrato de concesión entre la Provincia de Tucumán y la Compañía General de Aguas (y su
filial Vivendi Universal), según el cual esta última tendría a su cargo la distribución de agua
potable.
Los problemas comenzaron en 1996 cuando, según Argentina, Vivendi habría aumentado las
tarifas en un 100%, al mismo tiempo que proporcionaba a los consumidores agua no potable,
peligrosa para su salud. Paralelamente, Vivendi sostenía que era la Provincia de Tucumán la que
había decidido, de manera unilateral, modificar la determinación de las tarifas, imponiéndole en
consecuencia, enormes costos imprevistos; por lo demás, habría incitado a la población, a través
de diversos medios de comunicación, a dejar impagas las cuentas por concepto de distribución
de agua potable y alcantarillado. El tribunal reconoció finalmente las faltas cometidas por el
Estado argentino, condenándolo al pago de una indemnización al inversionista extranjero.
En el marco del caso Aguas del Tunari c. Bolivia, la situación fue bastante más grave. Una
concesión que cubría los servicios de distribución de agua potable y alcantarillado fue otorgada
A pesar de que las quejas de la población recaían en la actuación de Aguas del Tunari, no es
menos cierto que el verdadero culpable fue el Estado boliviano que, por una parte había
celebrado un contrato de concesión que permitía al particular aumentar las tarifas sin límites
precisos, y que por otra parte, había dictado una nueva ley sobre agua potable y alcantarillado
hecha a la medida de los capitales privados: La posibilidad de acumular agua en forma privada
fue prohibida (Art. 76 inc. 1) y la celebración de contratos de suministro de agua potable se hizo
obligatoria (Art. 72 inc. 2).
Ahora bien, debemos ser claros al respecto, fue la interpretación extrema que del inciso primero
del artículo 76 hicieron tanto la compañía de aguas y como el gobierno, la verdadera gota que
rebalsó el vaso. La población que decidió recuperar y conservar las aguas lluvia fue sancionada y
los recipientes utilizados fueron destruidos.
De los casos analizados, podemos concluir que en la materia en cuestión hay dos derechos que
parecen oponerse: Los intereses privados por una parte, y por otra el acceso al agua potable por
parte de la población; el riesgo de que conflictos al respecto puedan estallar es considerable, si
las legislaciones nacionales no son lo suficientemente claras y justas. Del análisis de las sentencias
elaboradas en el seno de los tribunales arbitrales, queda la impresión de que el derecho de
propiedad de los inversionistas fuese jerárquicamente superior; ya que las jurisdicciones
internacionales no parecen tomar en consideración la especial naturaleza del agua en sus
decisiones. Ello nos lleva a preguntarnos si existe realmente un derecho humano de acceso al
agua potable.
En el derecho internacional “la positivización del derecho al agua no ofrece ninguna duda al
respecto”; numerosas convenciones internacionales se refieren a él. Sin embargo, “puesto que la comunidad
internacional carece de personalidad jurídica, [la efectividad de dicho derecho se relativiza. Serán entonces
los Estados quienes tendrán que] asegurar la efectividad del derecho al agua en su territorio”. La pregunta
debe reestructurarse entonces, para cuestionarnos ¿Cuál es la situación del acceso al agua potable en los
diversos órdenes jurídicos internos? Tal como veremos, no existe unanimidad al respecto.
El primer país cuyo ordenamiento jurídico amerita ser mencionado es, según nuestro punto de vista,
Sudáfrica. En efecto, es el único país que ha reconocido el acceso al agua como un derecho fundamental; la
sección 27(1-b) del Bill of Rights dispone que todas las personas tienen el derecho de acceder a comida y agua
suficientes.
Es el caso de Chile, donde a pesar de haberse procedido a la privatización del servicio de distribución
de agua potable y alcantarillado, el Estado introdujo un sistema de subsidios destinados a ayudar en el pago
del servicio a los más pobres. Para acceder a dicho beneficio, el consumidor debe encontrarse imposibilitado
de pagar el consumo de agua, realizar una solicitud escrita a la municipalidad de la ciudad en que vive y
finalmente, encontrarse al día en el pago del servicio al momento de realizar dicha solicitud.
Se trata de un beneficio concedido por tres años, renovable mientras las condiciones de acceso al
mismo se mantengan. Cubre hasta un 85% del valor del servicio, con un límite mensual de 20m3, y será
pagado directamente por el Estado a la empresa distribuidora de agua potable.
Otro país a destacar es Francia. La Ley de 30 de diciembre de 2006 relativa al agua y los medios
acuáticos, reconoce el derecho de acceso al agua. Su artículo 1 dispone que “en el marco de las leyes y
reglamentos, así que de los derechos anteriormente establecidos, el uso del agua pertenece a todos y cada
persona natural, para su alimentación o higiene, tiene el derecho de acceder al agua potable en condiciones
económicamente aceptables para todos”.
Más allá de ciertas disposiciones legales que tratan este tema, nos parece interesante detenernos en
los decretos anti corte franceses dictados en ciertas comunas desde hace algunos años, los cuales si bien fueron en
su gran mayoría invalidados por la justicia administrativa, nos muestran que existe una real preocupación en
torno a este tema, y que la solución parece ir en dicho sentido. De hecho, el tribunal administrativo de Melun
validó uno de dichos decretos, señalando que “en el caso en que cortes de suministro provocasen riesgos
serios y constatados para la seguridad pública, el alcalde puede utilizar sus poderes de policía con el fin de
prevenirlos”.
En virtud del análisis somero que hemos efectuado a la luz del derecho internacional y de diversos
ordenamientos jurídicos internos, nos sentimos en condiciones de poder afirmar que el acceso al agua es
efectivamente un derecho humano autónomo cuya infracción puede ser alegada directamente ante las
jurisdicciones competentes. Ello, en todo caso, no impide la mercantilización del agua, pero impone a los
Estados la obligación de brindar a la población un acceso a este bien en cantidad suficiente y a precios
razonables, ya sea fijando las tarifas, ya sea a través de subsidios.
Lo anterior reviste gran interés, puesto que el hecho de que no haya sido reconocido como un
derecho fundamental por las diversas Constituciones Políticas de los Estados, no altera de ningún modo su
naturaleza de derecho humano; es cierto, sin embargo, que en tal caso, su ejercicio puede verse dificultado.
En caso de infracción contra este derecho, los particulares se verán entonces en la obligación de fundar sus
demandas en aquellos derechos fundamentales próximos al acceso al agua (derecho a la vida, derecho a la
salud, derecho a un medioambiente libre de contaminación, etc.).
No olvidemos en todo caso, que la naturaleza de derecho humano que un servicio o que el acceso a
un bien pueda tener, no parece tener mayor efecto respecto de una eventual mercantilización del mismo. En
este caso, es altamente probable que puedan darse conflictos entre derechos humanos de valor a priori
equivalentes, y serán los árbitros los llamados a decidir acerca de la preeminencia de unos sobre otros.
Como lo avanzamos, del estudio de las sentencias emanadas de dichas jurisdicciones, los derechos de
los inversionistas parecen gozar de una mejor protección; sin embargo, no debemos apresurarnos y sacar de
ello interpretaciones que podrían resultar erróneas. Es cierto que los inversionistas han parecido obtener
sentencias más favorables que los Estados ante la justicia arbitral, sin embargo ello no nos parece que se deba
a una protección exacerbada de los derechos de los primeros, en desmedro de los segundos; a nuestro
entender, ello es más bien el resultado de malas negociaciones por parte de los Estados al momento de
celebrar contratos o tratados relativos a las inversiones, o de medidas populistas adoptadas por los Estados en
contra de los inversionistas, y que como toda infracción arbitraria, amerita sanción. Los árbitros jamás han
sido los garantes del nivel de corrupción de los Estados y menos aún del interés que éstos puedan o no tener
respecto de los derechos su población, su única misión es resolver en forma justa los litigios que se sometan a
su conocimiento; y en dicho sentido, estimamos que su labor ha sido hasta hoy bien ejecutada.
Resulta difícil definir la noción de law shopping en nuestro derecho, sin embargo, dada la idea
que evoca, podríamos referirnos a él como “el mercado de la ley” o “el negocio de la ley”. Si “elegir” la
ley se encontraba ya en el centro de los debates del derecho internacional privado, hoy en día, el law
shopping tiene una importancia aún mayor, debido a las deslocalizaciones.
Las deslocalizaciones son hoy por hoy ejemplos de una profunda “mutación epistemológica,
verdadera revolución cultural que afecta las nociones misas de orden jurídico y de sistema de Derecho”
en las relaciones transnacionales: nuevos actores no gubernamentales, nuevas técnicas como las
cláusulas condicionales o los labels (etiquetas) sociales, nuevos mecanismos económicos de aplicación del
Derecho, etc.
Podemos definir una deslocalización como una operación de cierre de un sitio de producción y
su transferencia al extranjero para beneficiarse de sistemas jurídicos más ventajosos para el empleador.
Deslocalizar es entonces, por medio de un acto de gestión, desplazar una actividad productiva hacia
otro país que el dueño (empleador) elige en función de la ley que le será aplicable (no es más que una
de las técnicas de law shopping.
Debe tenerse presente que reducir los costos por el intermedio de una deslocalización se ha
transformado en algo realmente importante desde hace unos 10 ó 15 años, a raíz de la gran
disminución de los costos del transporte, del aumento del nivel de formación de la mano de obra en
ciertos países menos desarrollados (como es el caso de Chile), así como debido al gran desarrollo de las
nuevas tecnologías de información (NTIC). Es por ello que esta comparación de los costos sociales
derivados de las diversas legislaciones se ha transformado para las empresas, en una práctica esencial
en su estrategia de producción.
Las deslocalizaciones son entonces, menos un acto de gestión que una técnica de elección de la
ley aplicable. Esta nueva técnica jurídica llamada law shopping es una reacción de la práctica a la
evolución del derecho internacional el trabajo. Esto, puesto que en el conjunto de los países
industrializados, la favor laboris ha limitado considerablemente el campo de la autonomía de la voluntad
en los contratos. La preocupación por la protección de los trabajadores produjo lo que los
internacionalistas llamaron “una coloración” de las reglas de conflicto de ley que puso fin a su
pretendida neutralidad: La ley aplicable a la relación laboral es, en efecto, la ley del lugar de ejecución
del contrato de trabajo, y subsidiariamente, la ley de la nacionalidad del empresario (o la ley del
contrato), si fuese más favorable. La elección de un país por parte de una empresa, es entonces
sinónimo de elección de la ley aplicable a la relación laboral menos costosa socialmente. La ley se
encuentra entonces, integrada al lugar de producción.
Sin embargo, las deslocalizaciones han hecho aparecer, desde hace unos 10 años, nuevos
comportamientos; los consumidores comienzan poco a poco, a evitar los productos realizados en el
extranjero en condiciones muchas veces degradantes y contrarias a la dignidad. Se trata de
responsabilizar a las empresas sobre las consecuencias sociales y medioambientales de su actividad, es
decir, organizar una verdadera responsabilidad social empresarial. En particular, debe tenerse en la
La naturaleza jurídica de estos labels es bastante singular, ya que esas normas etiquetadas son,
muy a menudo, compilaciones efectuadas por un organismo de derecho privado, de las reglas de
derecho social internacional como aquellas emanadas de la OIT. Estas normas tienen entonces
vocación a ser aplicadas en virtud de un acuerdo con la empresa que pide el label y no en razón de su
carácter obligatorio (pues en principio no lo tienen). Estos labels pueden entonces, y lo hacen
frecuentemente, implicar la aplicación de las convenciones de la OIT por empresas multinacionales en
el territorio de países que ni siquiera hayan firmado una convención de este tipo. El control de la
aplicación, por parte de dichas multinacionales, de los textos integrados en los labels no puede entonces
ser dejado a las autoridades nacionales o a simples organismos privados, sino que debe realizarse in situ
por ONGs. El interés de la empresa no es otro que obtener, a través del cumplimiento de un cierto
mínimo de reglas sociales, un alza en la compra de sus productos, respecto de los de su competencia
directa. Son entonces los consumidores, las ONGs y las empresas los que, a la vez, instituyen un
verdadero self-service normativo.
Chicco es parte del grupo italiano Artsana, que opera en todo el mundo con una
docena de marcas diferentes. En Alemania, por ejemplo, las marcas más conocidas son
Chicco y Prenatal, que comercializan un sinnúmero de productos para embarazadas,
bebés y niños de corta edad. Artsana se encuentra en el mercado desde hace más de 40
años. Prenatal, por su parte, es la marca que posee más tiendas exclusivas de artículos para
bebés y embarazadas en toda Europa. El 19 de noviembre de 1993 se desató un incendio
en una de las plantas proveedoras que Chicco tiene en China: la Zhili Handicraft Factory.
Los 200 empleados que estaban presentes –en su mayoría, mujeres jóvenes– intentaron
huir. Pero sólo unos pocos pudieron salvarse. Porque, para evitar que los empleados
robaran mercaderías, la fábrica había sido asegurada como una cárcel: las ventanas
estaban enrejadas y las salidas de emergencia, bloqueadas. El edificio también funcionaba
como depósito, por lo cual las llamas se extendieron rápidamente.
A fines de 1999, la empresa informó a través de sus abogados que el dinero ya se había
utilizado para proyectos sociales. Vale aclarar que dichos proyectos no tenían ninguna
relación con el incendio. Se trata, sin duda, de una clara malversación de los fondos
destinados a las víctimas. Por este motivo, la Toy Coalition de Hong Kong inició una
campaña internacional para boicotear a los juguetes de marca Chicco y obligar a la
empresa a pagar las indemnizaciones correspondientes.
En 1954, cuando tropas mercenarias financiadas por los Estados Unidos llevaron a
cabo el golpe contra el Gobierno guatemalteco, la "Yunai" (tal como se conocía allí a la
United Fruits) tuvo una activa participación. El presidente democráticamente electo
Jacobo Arbenz había intentado implementar una reforma agraria para entregar tierras
yermas a los campesinos desposeídos. La United Fruit Company, dueña de gigantescos
latifundios improductivos que serían expropiados a cambio de un resarcimiento, vio
peligrar de ese modo no sólo sus ganancias sino, sobre todo, su influencia política. En
1969, United Fruits se fusionó con AMK (una empresa de carnes) para formar la United
Brands Co. Este gigante del rubro alimenticio, además de dedicarse a las bananas,
comerció con helados, restaurantes tipo drive-in, flores y bienes inmuebles y le suministró
Esta empresa sueca vende 400 millones de prendas de vestir al año y cuenta con unas
700 tiendas, que se han consolidado en 14 países como punto de encuentro para los
jóvenes consumidores. El vertiginoso ascenso de H&M radica ante todo en el hecho de
que sus colecciones –adaptadas rápidamente a los cambios y tendencias– son muy
económicas. Esta política de bajos precios permitió que amplias franjas accedieran por
primera vez a aquello que exhibe la moda; pero, en última instancia, hizo sufrir sus
consecuencias a los trabajadores textiles en los países de bajos salarios. H&M no opera por
sí misma ninguna fábrica textil. Sin embargo, tiene unos 900 proveedores contratados en
distintos lugares del mundo. Éstos reciben correspondencia de H&M a modo de un código
de conducta, que, entre otras cosas, manifiesta su condena frente al empleo de niños
menores de 14 años. Pero las entidades de derechos humanos critican, por ejemplo, que
sólo se hable de salarios mínimos, y no de salarios que cubran las necesidades vitales. Lo
que falta básicamente es un procedimiento de control institucionalizado que asegure el
cumplimiento de las normas en las fábricas. Porque, tal como constata Claus Bauer, del
Sindicato Textil Austríaco, el autocontrol por parte de H&M "no es más que un elegante
truco publicitario". Los informes provenientes de las plantas proveedoras en la India,
Mauricio y Madagascar hablan, por ejemplo, de horas extras impuestas a la fuerza y de
semanas laborales de siete días con salarios extremadamente bajos.
Cada cuatro horas se abre un nuevo local de McDonald's en algún lugar del planeta.
Las 30.000 sucursales del imperio de la hamburguesa ya están distribuidas a lo largo de
118 países. Día a día se atiende allí a más de 45 millones de clientes. El 36% de los
ingresos de la corporación proviene de Europa.
La mayor cadena de restaurantes del orbe es, al mismo tiempo, el mayor comprador
mundial de carne vacuna. En Sudamérica, enormes superficies de selvas tropicales
sucumbieron ante la necesidad de obtener tierras de pastoreo para el ganado de esta
multinacional norteamericana. La carne que hoy se sirve en las 5.200 sucursales de
Europa proviene de reses europeas. Sin embargo, el forraje se importa por toneladas desde
países en donde gran parte de la población sufre hambre. Allí se destinan enormes
superficies agrícolas a las forrajeras en desmedro de la producción local de alimentos.
Pero cuando se demostró que en las fábricas trabajaban más de 100 niños de entre 12
y 13 años, y que lo hacían doce horas por día, y cuando el tema comenzó a cobrar interés
más allá de la prensa local, McDonald's envió un equipo de investigación.
Posteriormente la empresa debió admitir que había habido "problemas con los salarios,
la duración de la jornada laboral y los registros". En lugar de utilizar su poder para
mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y los niños, McDonald's canceló todos
los pedidos efectuados a la fábrica que había contratado a los niños y los transfirió a otras
firmas. En otra de las fábricas proveedoras de juguetes para la Cajita Feliz, la KeyHinge
Toys de Vietnam, se produjo en 1997 una intoxicación masiva con acetona. 220 de los
1.000 empleados resultaron afectados. 25 operarías se desmayaron, tres fueron llevadas al
hospital. La fábrica se negó a pagar el costo del tratamiento médico, pese a que las
trabajadoras ganaban escasos 6 centavos de euro por hora (con una jornada promedio de
diez horas, los siete días de la semana) El entonces vocero de McDonald's, Walt Riker,
declaró: "Esas denuncias son absolutamente exageradas. No hubo ninguna intoxicación”.
Pocas nociones en materia internacional parecen tan controvertidas como la del forum shopping,
llena de paradojas y misterios, a la vez clásica y desconocida, considerada a veces lícita y otras como
prohibida. Su denominación no disipa las dudas que existen sobre ella, mezclando de forma
sorprendente, en una misma fórmula, una etimología latina y otra inglesa. A primera vista, su sentido
parece ser el de comprar de alguna forma un juez, encontrar un foro adecuado de la misma forma que
uno elige un supermercado donde hacer las compras; ello no confiere un a priori muy positivo y denota
la idea, de una simple habilidad permitida, de un utilitarismo evidente.
Si bien el forum shopping ha existido y continua existiendo para solucionar litigios de derecho
interno, en especial en los Estados federales donde son evidentes los conflictos entre competencias de
los jueces de distintos Estados federados, Regiones o Cantones, es en materia internacional donde ha
encontrado su máxima aplicación; sea que se trate del Sistema Jurídico Continental o de la Common
Law. En Francia (país al que tomaremos como ejemplo para graficar la situación en los países regidos
por el Sistema Jurídico Continental), la intención de escoger un juez o un sistema jurídico generalmente
favorable para los intereses del demandante, en vez de aquel juez normalmente competente, se limitó
durante mucho tiempo a hipótesis relativas al derecho de familia: ligadas generalmente a la voluntad de
los cónyuges de otorgar artificialmente la competencia de un tribunal extranjero poco exigente, con la
finalidad de obtener un resultado imposible de obtener ante el juez francés en aquella época, como por
ejemplo, un divorcio de común acuerdo. Los casos Patino o Weiller (también el de la princesa de
Bauffremont en relación a la cercana materia del fraude a la ley) entregan los ejemplos de casos más
bullados. En todo caso, debe tenerse presente que el juez francés supo de todas formas en aquella
época, reaccionar en forma fuerte y eficaz ante dichas decisiones judiciales obtenidas en virtud de
nexos jurídicos efímeros y artificiales.
Es así por ejemplo que en los casos del naufragio del Amoco-Cadiz (contaminación marítima en
Francia) o de la catástrofe industrial de Bhopal (explosión de una fábrica Union Carbide en India), fue la
competencia de los tribunales estadounidenses la que se buscó, en desmedro de la de los tribunales
locales en que el daño se produjo (el motivo es evidente: los tribunales norteamericanos suelen conceder
sumas más elevadas de indemnización a las víctimas). Pero no todo es tan fácil, pues si bien en el
primer caso el juez norteamericano consideró ser competente, en el segundo optó por la decisión
contraria, en virtud de la doctrina del forum non conveniens, como consecuencia de la ausencia de nexos
con los querellantes y con el lugar del accidente, así como por la independencia de la filial respecto de
la matriz.
Los intereses son, en efecto, considerables debido a la importancia de las class actions. En la
medida en que consisten globalmente en acciones presentadas por una o varias personas, en calidad de
representantes de una cantidad considerable de otras personas que alegan los mismos derechos y en
que la sentencia dictada producirá el mismo efecto respecto de todos, en hoy son utilizadas para los
fines más diversos (consumidores, accionistas, víctimas de accidentes con gran cantidad de lesionados,
etc.).
Más allá de las discusiones que en doctrina puedan existir respecto de la licitud o ilicitud del
llamado forum shopping, podemos ver que parece de gran utilidad, y que podría por analogía extenderse
a casos en que de otro modo, el resultado pudiese derivar en ausencia de justicia o, en otras palabras,
en ver impedido el derecho de acceder al juez.
Dos vías fueron utilizadas por las víctimas con el fin de hacer efectiva la responsabilidad penal
de Total. En primer lugar en Francia, en virtud de los artículos 224-1 y siguientes del Código Penal
francés, y luego en Bélgica, en virtud de la ley belga sobre la competencia universal de 1993.
Una primera posibilidad a tener en mente, es iniciar una acción penal ante las
jurisdicción del Estado de la nacionalidad del inversionista. En los hechos, debido a la
dictadura militar imperante, iniciar una acción ante las jurisdicciones birmanas estaba
fuera de toda posibilidad, por ello, y en virtud de la nacionalidad francesa de Total, las
víctimas decidieron iniciar la acción en Francia.
Ejercer una acción penal presenta, en todo caso, un inconveniente mayor que deben
intentar sortear los querellantes: El del principio de interpretación estricta del derecho
penal que podría traducirse fácilmente en un sobresimiento, como consecuencia de no
reunirse las exigencias del tipo penal de que se trate. Fue, en efecto, lo que ocurrió en este
caso.
Los querellantes alegaban haber sido secuestrados, por el hecho de haber sido
obligados “a trabajar bajo la constante amenaza de violencia por parte de los batallones
[birmanos] que los maltrataban en caso de no ejecutar las tareas que les habían sido
asignadas, y afirman haber sido testigos de malos tratos y violencias ejercidas por estos
batallones en contra de otros trabajadores en el mismo lugar asignado para el trabajo”. El
responsable sería Total, pues ese lugar de trabajo al que se hace referencia estaba bajo la
directa responsabilidad de Total a través de su filial local Total Myanmar Exploration
Production.
El problema que se presentó fue que el secuestro castigado en el Código Penal francés
no cubre la hipótesis del trabajo forzado-, razón por la cual el fiscal (procureur) solicitó que
sobreseyera la causa. La Corte de Apelaciones señaló, sin embargo, que “los
padecimientos de las partes civiles van más allá del trabajo forzado en sí, que conciernen
en realidad las condiciones en las que los querellantes pretenden haber debido partir de su
pueblo y haber visto, durante periodos que podían alcanzar un mes o más, limitada su
libertad de movimiento siendo conducidos a los lugares de trabajo y siendo obligados a
Hubiese sido interesante ver cuál habría sido la decisión de las jurisdicciones francesas
en caso de haber seguido adelante los querellantes con su acción. ¿La sentencia de 2006
hubiese sido la misma en caso de no haber existido transacción alguna? Pregunta de suyo
interesante teniendo en cuenta los motivos que esgrimió la Corte de Apelaciones de
Versailles para negar el sobreseimiento en 2005.
Dictada en 1993, la ley relativa al castigo de las infracciones graves a las convenciones
internacionales de Ginebra de 12 de agosto de 1949 y a los protocolos I y II de 8 de junio
de 1977 adicionales a esta convención, hizo del Estado belga un verdadero policía del
mundo. Sus jurisdicciones serían competentes para juzgar a toda persona que hubiese
infringido las convenciones internacionales de Ginebra de 12 de agosto de 1949, sin
necesidad de tomar en cuenta su nacionalidad ni el lugar de la infracción.
Vemos que en este caso, más que un verdadero forum shopping por parte de los afectados,
existía por parte de Bélgica una verdadera oferta pública para que cualquiera que lo
quisiera, recurriera a sus jurisdicciones internas.
Es fundada en esta ley que en 2002 una querella fue interpuesta en contra de Total y
del Presidente del Directorio (PDG o CEO) por crímenes contra la humanidad, como
consecuencia del apoyo moral, financiero, logístico y militar aportado a la dictadura
militar birmana. Una vez requerido el juez, según el artículo 29 de la ley de 2003 relativa
las violaciones graves del derecho internacional humanitario, corresponde a la Corte de
Casación pronunciarse sobre un eventual deshacimiento del juez belga. La Corte
sentenció en efecto, el deshacimiento, por cuanto los hechos denunciados habían sido
cometidos fuera del Reino, que ninguna de las partes era belga y que el presunto autor no
tenía su residencia principal en Bélgica al momento de presentarse la querella.
Podemos constatar que tanto ante las jurisdicciones francesas como ante las belgas, el
fondo del asunto jamás tuvo oportunidad de ser analizado. Es ese precisamente el riesgo
que se corre en caso se elegir la vía penal: Los principios de interpretación restrictiva del
derecho penal y el de nullum crimen, nulla pœna sine legem, se constituyen en disuasivos
importantes. Veamos entonces cuál es la situación en caso de optar por la vía civil.
La acción judicial en contra de Unlocal se fundaba en la Alien Tort Claims Act (ATCA) de 1789,
sección del Código de los Estados Unidos (28 U.S.C. §1350) que señala que “las cortes de distrito gozan
de jurisdicción respecto de cualquier acción interpuesta por extranjeros, sólo por daños sufridos como
consecuencia de la violación de la Ley de las Naciones o de un tratado ratificado por los Estados
Unidos”.
A primera vista, esta disposición parece entregarle al juez norteamericano una competencia
universal para juzgar cualquier violación al Derecho de Gentes y a los tratados ratificados por los
Estados Unidos, y que hubiesen ocasionado daño a un extranjero. Veremos, sin embargo, que esta
apreciación debe ser matizada por las reglas que rigen la competencia ratione personæ del tribunal.
En el caso en cuestión, la acción se dirigía no sólo contra Unlocal, sino que también contra
Total; en efecto, las dos gigantes petroleras habían celebrado contratos para la explotación de gas con
el Gobierno birmano. A este respecto, la Corte de Distrito de California –donde fue interpuesta la
demanda- debía analizar si las jurisdicciones americanas eran o no competentes para juzgar el caso, a
pesar de la diversa nacionalidad de ambas empresas.
Es necesario entonces que dos condiciones se reúnan para que el juez estadounidense sea
competente ratione personæ en virtud del ATCA respecto de extranjeros. Primero, que el demandado
resida en Estados Unidos o que al menos, tenga un nexo con el foro; segundo, que ejerza allí
actividades comerciales sustanciales. En este caso, a pesar de los argumentos de los demandantes, la
Corte estimó que ninguna de las dos condiciones se encontraban presentes respecto de Total,
permitiéndole entonces salvarse del procedimiento civil que se seguía en su contra.
Esta interpretación de las jurisdicciones norteamericanas es muy interesante, sobre puesto que
todo luego del fallo de la Corte de Apelaciones del noveno circuito de 2002, podríamos afirmar que
Unlocal fue considerada culpable de una violación contra los derechos humanos en Birmania. En
efecto, el fallo señala que “[t]he evidence also supports the conclusion that Unlocal gave practical
assistance to the Myanmar Military in subjecting Plaintiffs to forced labor. The practical assistance took
the form of hiring the Myanmar Military to provide security and build infrastructure along the pipeline
route in exchange for money or food. The practical assistance also took the form of using photos,
surveys, and maps in daily meetings to show the Myanmar Military where to provide security and build
infrastructure. The evidence further supports the conclusion that Unlocal gave “encouragement” to the
Myanmar Military in subjecting Plaintiffs to forced labor. The daily meetings with the Myanmar
Military to show it where to provide security and build infrastructure, despite Unlocal’s knowledge that
the Myanmar Military would probably use forced labor to provide these services, may have encouraged
the Myanmar Military to actually use forced labor for the benefit of the Project. Similarly, the
payments to the Myanmar Military for providing these services, despite Unlocal’s knowledge that the
Myanmar Military had actually used forced labor to provide them, may have encouraged the
Myanmar Military to continue to use forced labor in connection with the Project. This assistance,
moreover, had a “substantial effect” on the perpetration of forced labor, which “most probably would
not have occurred in the same way” without someone hiring the Myanmar Military to provide security,
and without someone showing them where to do it. This conclusion is supported by the admission of
Unlocal Representative Robinson that [o]ur assertion that [the Myanmar Military] has not expanded
and amplified its usual methods around the pipeline on our behalf may not withstand much scrutiny”,
and by the admission of Unlocal President Imle “[i]f forced labor goes hand and glove with the
military yes there will be more forced labor”.
1. Aspectos generales
Tal vez uno de los conceptos más discutidos en las últimas décadas ha sido el del orden público
económico, cuestión que no es indiferente; ya que permitirá precisar el contenido del Derecho Económico.
2. Concepto
Uno de los conceptos que frecuentemente envuelve a las diversas disciplinas jurídicas, tanto del
ámbito del Derecho Privado como del Derecho Público, es el de “orden público”. Don Arturo Alessandri
Rodríguez sostenía que es el “conjunto de principios morales, religiosos, políticos, sociales y económicos sobre
los cuales reposa, en un momento histórico dado, la organización de una sociedad y le permite a ésta
desenvolverse correcta y adecuadamente”.
El concepto de orden público económico comienza a esbozarse en nuestro sistema jurídico recién en
la década de sesenta, al intentarse precisar el contenido del Derecho Económico. En ese contexto se fue
estimando que la “necesaria intervención del Estado” debía justificarse jurídicamente por una base
conceptual, creándose lo que pasó a denominarse el “orden público económico funcional”. Fue así como
nuestra jurisprudencia definió este concepto como “el conjunto de medidas y reglas legales que dirigen la
economía, organizando la producción y distribución de las riquezas en armonía con los intereses de la
sociedad”.
La doctrina de la década de los sesenta y setenta elaboró definiciones de orden público económico,
sobre la base de una posición ideológica asumida activamente por los defensores del Estado planificador del
desarrollo e intervencionista. Se podría sostener, entonces, que el concepto se subjetivizó en una corriente de
pensamiento económico. En este sentido, la definición de Aramayo resume esta concepción al señalar que el
orden público económico es “un complejo de regulaciones legales y reglamentarias mediante las cuales el
Estado preserva el bien económico de la nación”.
No puede dejar de considerarse en este orden de ideas el hecho que el concepto en análisis, al
traducirse en una mera herramienta funcional del estado orientada a facilitar su intervención, no tenía
sustento jurídico superior e incluso implicó la restricción y vulneración de derechos fundamentales.
La evolución del orden público económico encuentra un hito que marca su autonomía conceptual.
Este es la dictación de la constitución Política de la República de 1980, la que consagra un conjunto de
principios económicos elevados al mayor rango jurídico: el constitucional.
Esta evolución, sin embargo, no se produjo en forma espontánea. Los hechos en el régimen de la
Unidad Popular llevaron a quienes elaboraron el texto constitucional, se preocuparan de consagrar en dicho
código político, los principios fundamentales que se reconocieron a mediados de la década de los setenta y
que no eran sino los que informaban el modelo económico que hoy se conoce como neoliberal. Así, la
Comisión de Estudios de la Nueva Constitución señaló que el orden público económico está constituido por
las “normas fundamentales destinadas a regular la acción del Estado en la economía y a preservar la
iniciativa creadora del hombre para el desarrollo del país, de modo que ellas conduzcan al bien común”.
No obstante la incorporación de los principios económicos del modelo de mercado en la Carta del
ochenta y las discusiones ideológicas que ello pueda significar, parte de la doctrina destaca el hecho de que los
principios se eleven a rango constitucional. Así, el profesor José Luis Cea Egaña nos entrega una definición
de orden público económico que, en nuestro concepto, es posible de utilizar cualquiera sea el modelo
económico al que adhiera el orden jurídico constitucional y legal en un momento dado, siendo tal vez éste el
aporte más significativo en nuestro medio a la autonomía conceptual del orden público económico. El
profesor Cea lo define como “el conjunto de principios y normas jurídicas que organizan la economía de un
país y facultan a la autoridad para regularla en armonía con los valores de la sociedad nacional formulados
en la Constitución”. La jurisprudencia se ha hecho parte de esta definición en numerosos fallos.
No obstante que el concepto elaborado por el profesor Cea es neutro en cuanto al contenido del
orden público económico, el mismo autor destaca que el que se extrae de la Carta de 1980 pretende
“institucionalizar, con rango de la máxima jerarquía jurídica, un sistema que asegure a todas las personas el
respeto y promoción de los valores de libre iniciativa y apropiabilidad de bienes, de isonomia o igualdad de
oportunidades, ante la ley y el trato económico, del derecho de propiedad en sus diversas especies sobre toda
clase de bienes, y en general, de la propiedad del sector privado, paralela a la subsidiaridad estatal, en el
marco de la libre competencia en un mercado legalmente regulado”.
Con la dictación de la nueva Carta Fundamental se abrió una discusión acerca de si el orden público
económico es un concepto constitucional o si se encuentra en otros ámbitos normativos. Sin desatender dicha
discusión, podemos afirmar que el Código Políticos nacional contiene una serie de preceptos que trasuntan
principios del orden público económico, tales como: la libertad económica, la subsidiaridad del Estado, el
derecho de propiedad y su protección, la no discriminación arbitraria y otros, los que constituyen una base
jurídica a partir de la cual se norma y orienta las actividades económicas. La existencia de estos principios en
forma tan nítida ha llevado a sostener la existencia del concepto de “Constitución Económica”.
En este sentido, se puede señalar que existe coincidencia en el ámbito del Derecho Constitucional, en
cuanto a entender que el orden público económico tiene su manifestación tangible en las normas del
Capítulo III de la constitución de 1980, referidas a los derechos y garantías constitucionales. Sin embargo, se
advierte que va más allá de dicho capítulo; ya que no se agota con aquéllas al incluir limitaciones a la
Una vez aclarado que el orden público económico se desarrolla con principio transversal de la Carta
Fundamental, el punto de discusión se centra, a continuación, en establecer si aquél se agota o no en dicho
código político. Sobre el particular, se ha entendido en forma casi absoluta que aquél se desarrolla en el
ámbito constitucional, legal y administrativo, por lo que podríamos sostener que es un concepto superior que
envuelve el ordenamiento jurídico completo de un Estado, sin perjuicio de que sea en el ámbito
constitucional donde se fijan las bases estructurales que luego desarrollarán las normas legales y
reglamentarias. Así lo ha entendido la jurisprudencia, al señalar que el orden público económico se da más
allá que el ámbito constitucional, incluso las normas emitidas en ejercicio de la potestad reglamentaria del
Poder Ejecutivo lo integran.
Otro aspecto que merece análisis es si los principios del orden público económico que se consagran
en la Constitución del ochenta tienen correspondencia y armonía con los valores de la sociedad -siguiendo el
concepto de orden público económico del profesor Cea-; ya que dicho texto surge en un régimen autoritario
y con notorios vicios de ilegitimidad de origen. La duda que surge es si en la sociedad chilena estaban
internalizados, a la época en que se dictó la Constitución, los principios de subsidiaridad del Estado, máxima
protección al derecho de propiedad, libertad económica, no discriminación arbitraria, libertad de trabajo, en
la forma que los concibe el texto constitucional. Como respuesta preliminar a dicha interrogante puede
plantearse que, en términos generales, los principios del orden público económico que se desarrollan en la
Constitución Política de 1980, se han ido legitimando en la sociedad, lo que queda claramente demostrado
por la cantidad significativa de recursos de protección y amparo económico deducidos para resguardar
derechos que integran dicho concepto. Asimismo, es posible sostener que el proceso de globalización
económica ha facilitado la aceptación de estos principios y culturalmente, en gran parte, ha permitido la
adopción de ellos por la existencia de un paradigma único en el mundo que responde a las bases de la
economía de mercado. No obstante lo anterior, se advierten ciertas manifestaciones que discrepan con los
principios del orden público económico y que generalmente se manifiestan en cuestionamientos de grupos de
influencia y de presión en el país. Así, las críticas a los sistemas de salud privada (ISAPRE), al sistema
previsional (AFP) y la oposición a la privatización de empresas del Estado, constituyen evidencias empíricas
de que los principios del orden público económico no se reflejan completamente en la sociedad.
Si hemos entendido el orden público económico como un conjunto de principios y reglas facultativas
de la regulación de las actividades económicas por parte de la autoridad, debemos preguntarnos cómo se
manifiesta instrumentalmente dicho concepto o, dicho de otra forma ¿qué técnicas utiliza el orden público
económico? Al respecto la doctrina es coincidente, en términos generales, en reconocer las siguientes
técnicas:
Como se analizó en el Capítulo Primero, para la teoría económica, uno de los roles del
Estado en la economía es establecer el marco legal, siendo reconocida como necesaria dicha
función a fin de permitir el adecuado funcionamiento de la economía. No obstante, escuelas de
corte neoclásico sostienen que la regulación debe ser muy sutil; ya que no debería interferir y
afectar la libertad de los agentes económicos y por tanto, evitar ser distorsionadora.
B. El control
Si la técnica principal del orden público económico es la regulación de las actividades de los
agentes, necesariamente se debe contar con otra herramienta que permita constatar si aquellos
están cumpliendo con dicha reglamentación. Surge aquí la técnica del control, esto es, la función
que asumen órganos estatales que fiscalizan a los diversos agentes económicos.
Cabe precisar que no todos dichos agentes son objetos de control, como asimismo, no todos
los sectores o actividades económicas se fiscalizan. Es el Estado el que, en una decisión
discrecional, evalúa qué agentes o sectores deben estar bajo control de cumplimiento de la
regulación. Así, en nuestro sistema jurídico se advierte la existencia de Superintendencias en
áreas como previsión social, bancos, mercado de valores, ISAPRES, etc.
Según se señaló anteriormente, la doctrina ha sostenido la existencia de una Constitución Económica y que
el orden público económico si bien se manifiesta en todas las jerarquías normativas, es en la Carta
Fundamental en donde tiene sus bases fundamentales. En efecto, la Constitución de 1980 consagra una serie
de principios en sus diversos capítulos y, especialmente, en el Capítulo III, referente a los derechos y deberes
constitucionales, que se analizarán a continuación:
De las disposiciones antes aludidas se puede sostener que el Estado les asegura a los agentes
económicos un ámbito en el cual van a desarrollar libremente sus actividades económicas, por lo que él sólo
intervendrá cuando los privados no deseen o no puedan desarrollarlas o, excepcionalmente, estime que él es
el único que podría llevarlas a cabo, lo que hace que este principio se denomine subsidiaridad, ya que el
Estado participa en subsidio.
El principio de la subsidiaridad del Estado tiene una fundamentación filosófico-política que fue
asumida por las autoridades que llegaron al poder después del 11 de septiembre de 1973. En efecto, no es
una casualidad que se haya incluido este principio en la Carta Fundamental, sino que ello obedece a que el
constituyente recogió el planteamiento formulado en la Declaración de Principios del Gobierno de Chile,
elaborado por la Junta Militar, en el que se señala que “(al Estado) corresponde asumir directamente sólo
aquellas funciones que las sociedades intermedias o particulares no están en condiciones de cumplir
adecuadamente, ya sea porque de suyo desbordan sus posibilidades (caso de la Defensa Nacional, las labores
de Policía o las Relaciones Exteriores), o porque su importancia para la colectividad no aconseja dejar
entregadas a grupos particulares restringidos (caso de los servicios o empresas estratégicas o fundamentales
para la nación), o porque envuelven una coordinación general que por su naturaleza corresponde al Estado”.
Del análisis de dicha declaración se desprende que ella no hace más que asumir las posturas liberales
clásicas de Smith y los fisiócratas, quienes sostenían que el Estado no debía intervenir en la economía y, en
definitiva, dejar el ámbito más amplio para los agentes privados; ya que éstos debían desarrollar su capacidad
emprendedora creativa.
Por su parte, la jurisprudencia ha señalado que “el principio de la subsidiaridad del Estado debe
entenderse como aquel que exige a aquél intervenir en la economía para ayudar a los miembros de la
comunidad en el logro del progreso y el desarrollo, lo que conduce a admitir que le corresponde una función
No obstante que el Estado debiese asumir una conducta activa ante la reticencia de los privados, en
la actualidad se advierte un incremento de actividades en que estos últimos se han incorporado y en las
cuales tienen interés de hacerlo, quedando restringido para aquél sólo contadas actividades de carácter
estratégico. Más aún, es el mismo Estado el que ha decidido que algunas actividades no serán desarrolladas
por él, a fin de que los privados se interesen en ellas, poniéndose muy en boga esta política en el ámbito de las
concesiones de obras públicas.
Algunos plantean que este principio no es más que una simple declaración hecha por el
constituyente; ya que si se consagra la libertad de contratación entendida en ambos sentidos,
trabajador-empleador, éste es libre de decidir a quien contrata, siendo muy difícil probar la
discriminación.
C. Derecho a la huelga y negociación colectiva. Eje del enfoque económico es evitar que
elementos ajenos al mercado incidan en la asignación de recursos y en el proceso productivo,
por lo que si bien la Constitución, en el artículo 19 nº 16 reconoce los derechos a la negociación
colectiva y a la huelga, éstos se ven muy restringidos en comparación a cómo se daban en las
décadas pasadas. La actual legislación contenida en los Libros III y IV del Código del Trabajo
imponen el principio de la autonomía sindical, siendo la negociación colectiva concebida como
un medio de solución de los conflictos laborales que impide un resentimiento en la
productividad de cada unidad y, a su vez, de la actividad económica en general. Así, ella está
circunscrita a ciertas empresas y ciertas actividades y la huelga como el lock-out (cierre temporal
de la empresa por decisión del empleador) son instancias que van a operar sólo cuando fracase
la negociación.
Este principio también conocido como “reserva legal”, está reglamentado en los artículos 60 nº 14 y
62 nº 1 de la Constitución Política de la República, y consiste en que sólo por ley se pueden crear, modificar o
extinguir tributos. No cabe duda que este principio adquiere importancia al constituirse en una garantía para
los agentes económicos, ya que otorga la certeza que a la autoridad administrativa le está vedado imponer
tributos.
El Estado tiene múltiples fuentes de ingreso, entre las que destacan los tributos. Éstos se pueden
conceptualizar como “las prestaciones en dinero que el Estado, en ejercicio de su poder de imperio, exige con
el objeto de obtener recursos para el cumplimiento de sus fines”.
✴ Tributos con tasa progresiva, que implica que la tasa aumenta conforme aumenta, a su vez,
la base imponible. Esto es, siendo mayor la renta es mayor la tasa a aplicar, quedando un
mínimo exento, como ocurre con el impuesto global complementario (IGC) y el impuesto
único al trabajo dependiente en el DL nº 824, Ley de Impuesto a la Renta o LIR.
Asimismo, el artículo 19 nº 20 añado que los tributos que se recauden, cualquiera que sea su
naturaleza, ingresarán al patrimonio de la Nación y no podrán estar afectos a un destino determinado, que es
lo que la doctrina constitucional ha denominado “regla de no afectación tributaria”. Sin embargo, la
Constitución establece las siguientes excepciones:
✴ Que la Ley autorice tributos que puedan estar afectados a fines propios de la defensa
nacional.
✴ Que la Ley autorice que los tributos que gravan actividades o bienes que tengan una clara
identificación regional o local puedan ser aplicados, dentro de los marcos que la misma ley
señale, por las autoridades regionales o comunales para el financiamiento de obras de
desarrollo.
3.5.1. Concepto
- La libertad económica está reconocida a un rango constitucional, con la implicancia de que todo el
ordenamiento jurídico que surge de la misma Constitución debe sujetarse a este principio y de que toda
autoridad o persona debe respetarlo.
- La libertad económica está destinada a desarrollarse respetando las normas legales que la regulan, lo que
implica que aquélla tiene un canal de ejercicio contenido en la ley.
Sobre el particular, cabe señalar que los ámbitos de la libertad económica pueden señalarse como los
siguientes:
- Libertad para decidir el tipo de actividad a desarrollar y el mercado en que se va insertar a competir.
- Libertad para decidir la forma de organización jurídica y económica, incluyendo la de adaptarse a
nuevas condiciones de mercado. En este ámbito, se advierten excepciones en que el ordenamiento
jurídico limita la libertad, como ocurre en los casos que se impone obligadamente una forma jurídica a
los agentes en ciertos mercados (como el financiero en que los bancos y sociedades financieras deben ser
sociedades anónimas) o las limitaciones que se impusieron en materia laboral al suministro de personal a
través de la Ley nº 20.1231 , dando lugar sólo a los servicios transitorios.
- Libertad para poner término a la actividad.
Con respecto a la expresión “normas legales que la regulan” que utiliza el artículo 19 nº21 inc.1º de la
Constitución, surge la duda en cuanto a si el constituyente sólo entendió que a través de la ley en sentido
estricto, esto es, la que es tramitada en el Parlamento, se puede regular la actividad económica, o también es
posible a través de la potestad reglamentaria del Ejecutivo o de la potestad de órganos autónomos como las
municipalidades y el Banco Central. Incluso, hay órganos jurisdiccionales sui generis, como el Tribunal de la
Libre Competencia, que están dotados de facultades normativas.
1Regula el trabajo en régimen de subcontratación, el funcionamiento de las empresas de servicios transitorios y el contrato de trabajo
de servicios transitorios.
Universidad de Talca 2018 Derecho & Economía !35
La jurisprudencia judicial ha establecido que dicha alocución comprende no sólo los actos emanados
del órgano legislativo, sino que también aquellas ordenanzas, reglamentaciones y resoluciones de cualquier
órgano administrativo del Estado.
Por su parte, el Tribunal Constitucional estimó en un principio que sólo una ley en sentido estricto
puede regular la actividad económica (principio de legalidad absoluta), pasando posteriormente a un criterio
en que la ley fija el marco general o bases, pudiendo el Ejecutivo a través de la potestad reglamentaria
complementar dicha normativa o ponerla en ejecución (principio de legalidad relativa). En esta último caso,
se deben cumplir los requisitos de “determinación” y “especificidad”. El primero exige que los derechos que
puedan ser afectados se señalen, en forma concreta, en la norma legal; y el segundo, requiere que la misma
indique, de manera precisa, las medidas especiales que se puedan adoptar con tal finalidad. Por último, los
derechos no podrán ser afectados en su esencia, ni imponerles condiciones, tributos o requisitos, que impidan
su libre ejercicio. Cumplidas que sean dichas exigencias, es posible y lícito que el Poder Ejecutivo haga uso de
su potestad reglamentaria de ejecución, pormenorizando y particularizando, en los aspectos instrumentales,
la norma para hacer así posible el mandato legal.
Es evidente que detrás de la norma del artículo 19 nº21 de la Constitución Política existe una
posición ideológica en virtud de la cual son los privados los que van a participar en la economía como
agentes casi exclusivos y, por tanto, se les debe asegurar la suficiente libertad y autonomía en su accionar. De
esta forma, el Estado se va a mantener al margen de las actividades reservadas a los particulares, lo que
queda de manifiesto en el artículo 19 nº21 inc.2º, norma que en plena concordancia con el artículo 1º inc.3º
de la propia Carta Fundamental, señala que el Estado y sus órganos sólo podrán desarrollar actividades
empresariales o participar en ellas si así lo permite una ley de quórum calificado.
Por otra parte, se ha discutido acerca de qué significa que el Estado participe en actividades
empresariales, fijando al respecto la jurisprudencia, en el recurso de amparo económico que se ventiló entre
la Asociación Nacional de la Prensa y Metro SA, un criterio muy amplio. En efecto, se señaló en el fallo
respecto que la participación del Estado en un determinado negocio o actividad económica con otra persona,
sea natural o jurídica, no es menester que se haga bajo la forma de un contrato de sociedad, sino basta que
exista lo que se denomina en doctrina “colaboración empresarial”, esto es, la cooperación entre unidades
económicas, como sería el caso si una de las partes contribuye o facilita un bien que haga viable
económicamente el negocio.
El artículo 19 nº 21 inc. 2º señala, asimismo, que si el estado asume funciones empresariales, sus
empresas se someterán a la misma legislación que se aplica a los agentes económicos privados, salvo que por
motivos muy especiales y calificados se permita un trato especial a sus empresas, quedando ello de manifiesto
en la misma ley de quórum calificado.
Otro de los principios del orden público económico es el del artículo 19 nº22 de la Constitución
Política de la República, consistente en que el Estado y sus organismos no pueden discriminar en forma
arbitraria en favor de una actividad, sector o zona determinada.
Exige el constituyente que la discriminación sea arbitraria y este último término implica la ausencia
de una razón o fundamento que justifique al Estado gravar o beneficiar a actividades, sectores o zonas
determinadas. Asó lo ha entendido la jurisprudencia constitucional al señalar que por discriminación
arbitraria “se ha entendido siempre una diferencia no razonable o contraria al bien común”.
Para comprender con mayor claridad este principio, es necesario efectuar ciertas precisiones, siendo
la primera aquella que consiste en sostener que la discriminación es un trato diferenciado que se efectúa para
un determinado sujeto o grupo. La segunda, que ella puede ser positiva o negativa, esto es, con el objeto de
favorecerlo o perjudicarlo y, la tercera, es que la discriminación prohibida por el texto constitucional es la
arbitraria, esto es, carente de toda razón o fundamento.
Se debe comenzar el estudio de este principio preguntándonos si es posible que se inicie una
actividad empresarial sin saber si está facultado para adquirir los bienes de capital y los insumos necesarios
2Terminado este punto, leer artículo de C. Hecker, “La no discriminación en el Derecho de las Inversiones Internacionales”,
Actualidad Jurídica, Revista de Derecho de la Universidad del Desarrollo nº 26, Julio de 2012, pp. 125-135.
Universidad de Talca 2018 Derecho & Economía !37
para el ejercicio de ella. Es evidente que en una economía en que prima la libertad económica y en la que el
mercado es el principal asignador de los recursos, los agentes económicos deben tener acceso a adquirir todos
los bienes que requieran para desarrollar su actividad productiva, como asimismo, a los consumidores no se
les puede establecer límites para adquirir los productos en el mercado.
Lo esbozado anteriormente constituye uno de los principios del orden público económico regulado
en el artículo 19 nº23 de la Carta Fundamental, donde se señala que se asegura a todas las personas la
libertad (y el derecho) para adquirir toda clase de bienes, excepto aquellos que la naturaleza ha hecho
comunes a todos los hombres o que deban pertenecer a la nación toda. El Estado, en virtud de este principio,
no puede limitar a los agentes económicos privados la adquisición de ninguna clase de bienes, existiendo,
como debe ser lógico, la limitación con relación a los bienes que no están en el comercio (como por ejemplo
el aire) o los bienes del Estado (fiscales y nacionales de uso público).
Se establece en el inciso final del artículo 19 nº23 de la Constitución que sólo por causa de interés
nacional y en virtud de una ley de quórum calificado, se podrán establecer restricciones a la adquisición de
determinados bienes por parte de los particulares. Un ejemplo de ello sería la restricción del DL 1.939 para
la adquisición de inmuebles por nacionales de países limítrofes en ciertas zonas del país.
Como se señaló, se reconoce y protege la propiedad sobre los bienes corporales y los derechos, como
asimismo en el sentido de que los sujetos que detentan este derecho no pueden verse privados o afectados en
las facultades inherentes al mismo: uso, goce y disposición.
La protección es muy contundente y ello por el espíritu libertario de la Carta Fundamental, que
parte del supuesto de que si se asegura el derecho a ejercer libremente la propiedad sobre los medios de
producción, se asegura también el desenvolvimiento de la unidad productiva.
Al igual que la Carta de 1925, la Constitución de 1980 viene a establecer como límite al derecho de
propiedad su función social que comprende cuánto exijan los intereses generales de la nación, la seguridad
nacional, la utilidad y la salubridad pública, y la conservación del patrimonio ambiental. Adquiere relevancia
el hecho de que las limitaciones al ejercicio del derecho de propiedad, en virtud de la función social, se deban
establecer por ley al tenor de la norma constitucional en análisis. Sobre el particular, se han generado
criterios dispares en el caso de que la autoridad administrativa mediante decretos restrinja o limite el derecho
de propiedad en razón de su función social, en ejercicio de un ley. Así, las restricciones a la circulación de
Con respeto a la restricción del dominio basada en la función social del mismo, la justicia
constitucional ha evolucionado desde el principio de la reserva legal absoluta, en que sólo se puede restringir
por ley dicho derecho, a la reserva legal relativa, en que se entiende que la ley y el reglamento de ejecución,
siendo ambos un todo, exigen el cumplimiento de las exigencias de especificidad y determinación.
El artículo 19 nº24 inc.3º establece que nadie puede ser privado de su propiedad, del bien sobre que
recae o de alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio, sino en virtud de una ley general o
especial que autorice la expropiación por causa de utilidad pública o interés nacional, calificada por el
legislador. Esta disposición excluye terminantemente cualquier otra forma de privación del dominio de los
agentes económicos, tales como las nacionalizaciones, confiscaciones y otras formas utilizadas en el pasado.
También adquiere relevancia el hecho de que el precepto constitucional señale que el Estado no
podrá tomar posesión del bien expropiado sin haber pagado previamente la indemnización como, asimismo,
que el particular afectado podrá reclamar judicialmente del monto de la indemnización fijado
administrativamente.
Se debe tener presente que casi todos los cuerpos constitucionales del mundo consagran la
indemnización frente a una expropiación, salvo casos aislados como sucede con ciertas situaciones previstas
en la Constitución de Colombia.
En este caso, el Estado, si bien se reserva el dominio o propiedad sobre las aguas y minerales, es
evidente que atendida la concepción subsidiaria que de él se da, dichos bienes corresponderá explotarlos a los
agentes económicos privados, a través del régimen de concesiones y derechos de aprovechamiento que se
regulan en los Códigos de Minería y Aguas, respectivamente.
El artículo 19 nº25 de la Constitución establece que el Estado es dueño de esos recursos, pero que los
particulares van a explotarlos con ciertos requisitos y exigencias. No obstante lo anterior, el Estado viene de
todas formas a reservarse la explotación de ciertos minerales que considera estratégicos como el petróleo y el
uranio, atendida la preservación de la seguridad nacional.
El análisis de los principios del orden público económico de la Constitución Política de 1980 nos
permite advertir que se autoriza al Estado en su potestad reguladora para que a través de una ley limite o
restrinja el ejercicio de los derechos. Sin embargo, en el ejercicio de su rol regulador, el Estado no es
plenamente soberano, ya que le está prohibido vulnerar la esencia de los derechos y su libre ejercicio. Para
ello, primeramente, el artículo 1º señala que la acción estatal debe realizarse con pleno respeto de los
Si el orden público económico se ubicó en los preceptos de la Carta de 1980 y se desarrolla a partir
de ella en el ordenamiento jurídico infraconstitucional, adquiere especial relevancia analizar, a más de 20
años de la entrada en vigencia de la Constitución, la eficacia jurídica de los principios que lo involucran.
Dicho esfuerzo requiere la dedicación de un equipo investigador que recopile datos y antecedentes
suficientes, en un proceso de alta rigurosidad, quedando para este análisis sólo la misión de formular las
hipótesis acerca del orden público económico chileno.
1ª Hipótesis: Las condiciones económicas actuales exigen que el orden público económico debe estar consagrado en la
Constitución Política.
Esta hipótesis probablemente es la que cualquier estudioso del tema habría formulado en primer
lugar. Se trata de establecer que los principios que integran el orden público económico deben estar
contenidos en la Constitución Política de la República, ello porque dichos principios adquieren un mayor
grado de estabilidad jurídica y facilitan la inversión interna y externa.
Junto a la situación antes descrita, el nuevo paradigma que refuerza la iniciativa privada y hace que
el Estado retroceda -fenómeno de tipo global., sugiere “reglas del juego” claras en materia de propiedad
privada, libertad y trato no discriminatorio.
2ª Hipótesis: No sólo la historia fidedigna de la Carta de 1980 es la fuente del orden público económico, sino que la
universalidad de sus principios.
La adopción de un paradigma económico asumido en gran parte del orbe, a lo que se une el hecho
de que algunos de los principios que conforman el orden público económico constituyen derechos de
contenido económico-social, reconocidos en pactos internacionales, permite sostener que no sólo la génesis
de la Carta de 1980 es la fuente del concepto en análisis.
En este contexto, adquiere especial relevancia recordar los planteamientos de ilegitimidad de origen
de la Carta de 1980 y que podrían alcanzar, sin duda alguna, a los principios en análisis. De esta forma, la
necesidad de que el orden público económico exista y se mantenga, proviene de normas legitimadas e
3ª Hipótesis: El principio del rol subsidiario del Estado no se ha internalizado por los agentes económicos y la sociedad
chilena.
Junto a lo anterior, el rol subsidiario del Estado se enmarca dentro de una definición político-
económica de gasto público que, en su cuantía, dependerá de las condiciones macroeconómicas de cada
momento y en las que tiene una alta incidencia el escenario internacional. Esta situación lleva a que en
muchas oportunidades el Estado carezca de recursos para prestaciones destinadas a sectores que constituyen
una demanda no solvente como ocurre, por ejemplo, en materia de salud y educación.
Tampoco puede desconocerse el hecho de que el sector privado solicite subsidios y aportes
monetarios al Estado, cuando se ven amenazados sus mercados o requiere alcanzar mejores resultados de
competitividad.
Junto a lo anterior, se advierte en los últimos años una cierta judicialización en la materia, la que se
manifiesta específicamente con acciones de protección que pretenden, a través del resguardo de derechos
fundamentales, como el derecho a la vida, que el Estado asuma su rol subsidiario en el ámbito de la salud,
por ejemplo.
4ª Hipótesis: Permanentemente surgen conflictos con respecto a la regulación del ejercicio de la libertad económica.
Entre las manifestaciones legislativas sobre el particular sabe destacar la Ley nº 19.496 sobre
Derechos de los Consumidores y las regulaciones sectoriales en materia eléctrica y de telecomunicaciones.
La hipótesis antes señalada destaca la ausencia de una definición colectiva acerca de qué actividades
regular y la profundización de dicha regulación; ya que ésta no es totalmente cuestionada, e incluso existe
consenso casi absoluto respecto de sectores como el financiero (Ley General de Bancos) y del mercado de
capitales (Ley nº 18.450, sobre Mercado de Valores).
El derecho de propiedad va cediendo frente a otros derechos esenciales. Así, por lo menos, se
advierte en los fallos ordinarios de justicia, e incluso en la justicia constitucional.
Esta supremacía de derechos esenciales de “primer orden” por sobre el derecho de propiedad
encuentra su justificación en su función social, quedando aún pendiente definiciones en cuanto a “la forma”
en que se limita intrínsecamente al dominio, esto es, si se deberá cumplir con la reserva legal absoluta o
relativa, conforme lo preceptuado en el artículo 19 nº24 de la Carta Fundamental, en cuanto señala “Sólo la
ley puede establecer …”.
6ª Hipótesis: Se ha producido una evolución en la forma que se conciben y se aplican los principios que conforman el orden
público económico.
Esta hipótesis tiene su base de sustentación en las anteriores. Si bien no se ha producido ninguna
modificación a las disposiciones constitucionales que consagran los principios que conforman el orden
público económico, se advierte que la forma de concebir dichos principios y su aplicación ha evolucionado en
los casi 40 años de vigencia de la Carta de 1980. Como ejemplo de lo anterior, es posible advertir una
creciente y mayor participación del sector privado en actividades que el Estado se reservaba para sí, en
modalidades distintas a la privatización, como ha ocurrido con las concesiones viales o de aeropuertos. En
este aspecto, nos encontramos con una evolución del rol subsidiario del Estado.
En lo que atañe el al derecho de propiedad y su función social, los tribunales Superiores de justicia
han declarado en reiterados fallos la preeminencia de otros derechos constitucionales por sobre el dominio,
como ocurre con el derecho a la vida y a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, o en el fin
último del Estado: el bien común.
Los casos antes expuestos no hacen sino mostrar la evolución sustentada y la hipótesis que se plantea
a continuación.
7ª Hipótesis: El orden público económico tienen la suficiente flexibilidad para la adopción de decisiones propias de una
política económica estructural correctiva del modelo económico.
1. Concepto
Debemos partir por señalar que la noción que se tiene del mercado de capitales es bastante ambigua.
Sin embargo, y tratando de aproximarnos a él, podemos señalar que es aquel en que se coordinan la oferta y
la demanda de capital financiero en sus más variadas formas. Lo anterior implica la existencia de demanda y
oferta de dicho capital, esto es, dinero y valores o activos financieros, surgiendo intermediarios especializados,
regulados y controlados.
El mercado de capitales, atendiendo a los agentes que en él participan y su rol y las formas que
asume el capital, es posible clasificarlo en mercado financiero y mercado de valores.
El mercado financiero es aquél donde existen oferentes y demandantes de dinero, asignándose dicho
recurso por los intermediarios, bancos e instituciones financieras. Se debe hacer la salvedad de que
actualmente los bancos e instituciones financieras no sólo asumen el papel de intermediarios en el traslado de
recursos monetarios, sino que además, desarrollan otras operaciones que la Ley General de Bancos les ha ido
progresivamente autorizando, como por ejemplo, la de administrador de bienes de terceros, realizar
operaciones de cambio internacionales, la intermediación de valores, entre otras.
El mercado de valores, por su parte, es aquel en el que se ofrece y demanda todo tipo de valores
mobiliarios, y la función principal que tiene es lograr que los oferentes de valores logren captar dichos
recursos y, a su vez, permitir que los inversionistas tengan un amplio y variado portafolio de inversiones. En
este mercado, los intermediarios son los corredores de bolsa y los agentes de valores.
Efectuando un análisis del tema, es posible advertir que el mercado de capitales asume las siguientes
funciones:
El ahorro no siempre es voluntariamente asumido por los agentes económicos, sino que existen casos
en que por disposición de la ley se les impone, como ocurre en Chile con el sistema previsional del DL 3.500.
Desde la época de Keynes se han esbozado los factores que hacen propender al ahorro, donde se distinguen:
A. La seguridad
En cuanto a la seguridad, debemos señalar que las instituciones que actúan como
intermediarios deben ser confiables (bancos, sociedades financieras, corredores de bolsa) como,
asimismo, se deben utilizar diversos instrumentos para evitar los riesgos o abordarlos en forma
inmediata, siendo un ejemplo de ello la garantía estatal en los depósitos bancarios y los
B. La expectativa de ganancia
D. Liquidez
E. Tributación
La tributación constituye un elemento decisivo para el que desee ahorrar o invertir; ya que la
tasa de interés que se percibe es la que resulta después de aplicar el impuesto que grava la
rentabilidad de los capitales mobiliarios. Un régimen de exención tributaria a los ahorros los
hace atractivos, puesto que el ahorrante sabrá claramente que no deberá asumir el pago de una
tasa impositiva porcentual sobre los intereses o rentabilidades de sus activos financieros. Así, la
Ley de Impuesto a la Renta contiene exenciones en el artículo 39 y un incentivo al ahorro e
inversión en determinados títulos en el artículo 57 bis letra a).
2.2. Permite distinguir unidades económicas con déficit y unidades económicas con superávit
El dinero e instrumentos que lo representan van desde los agentes económicos que disponen de ellos
hacia los que lo necesitan, a través de los intermediarios especializados. Así, por ejemplo, si una empresa
tiene utilidades y ellas se depositan en un banco o se invierten en un fondo de inversión, dichos recursos son
colocados por el banco o un tercero o invertidos por el fondo en determinados proyectos.
2.3. Tiende al surgimiento de intermediarios que asumen cada vez una función más
especializada en la materia
Es un mercado y al existir competitividad, los agentes deben alcanzar una eficiencia suficiente para
tener una mayor participación en el mercado.
Al señalarse que es una asignación eficiente, se está aludiendo a que el capital financiero se coloca
respecto de aquellas actividades económicas rentables y no aquellas que presentan altos riesgos de
incumplimiento.
3. El Mercado Financiero
Es aquel en que confluyen los oferentes y demandantes de dinero y que se estructura formalmente a
través de intermediarios, que en forma casi exclusiva son los bancos y sociedades financieras. Sin duda, el
mercado financiero es aquel donde hay una participación más numerosa de sujetos: muchos oferentes de
dinero, intermediarios especializados y muchos demandantes de dinero. Lo anterior no implica, no obstante,
que sea el mercado donde m´s recursos financieros se transan, ya que atendida la naturaleza de los
instrumentos financieros involucrados en el mercado de valores, es en este último donde se vislumbra una
mayor cantidad de recursos financieros que son objeto de operaciones diariamente.
El mercado financiero actualmente se encuentra regulado por el DFL 3 de 1998 que contiene el
Texto Refundido, Sistematizado y Coordinado de la Ley General de Bancos. El citado texto legal deroga el
antiguo DFL 252 que sufrió serias modificaciones por la Ley 19.528 del año 1997, incorporándose en el
actual DFL 3, no sólo por el marco regulatorio de la actividad financiera, sino que además la estructura y
atribuciones de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, materia que antes estaba tratada
en el DL 1.097.
3.2.1. Es una actividad orientada por el Estado y, consecuencialmente, es una actividad en que
la libertad de las instituciones que en ella operan aparece limitada en función del interés
colectivo
No es una actividad libre que se desarrollo por cualquier sujeto de derecho, sino que se debe cumplir
con ciertos requisitos legales y una autorización previa de la Superintendencia de Bancos e Instituciones
Financieras. De esta manera, única y exclusivamente los entes estructurados conforme a la Ley General de
La Ley General de Bancos, DFL 3 de 1998, regula la actividad financiera en todos sus aspectos,
complementándose con las normas que emanan del Banco Central de conformidad a su ley orgánica y las
disposiciones que dicta la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras. De esta manera, se
advierte que la regulación de los bancos va desde la forma de constituirse hasta su funcionamiento y
administración.
Toda la actividad financiera está sujeta a control de parte de un órgano del Estado, siendo en nuestro
país la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras el órgano llamado a ejercer esta función de
fiscalización sobre los intermediarios. Cabe destacar que las facultades de la Superintendencia se han
extendido; ya que la ley que la regula establece un catálogo bastante amplio de atribuciones fiscalizadoras,
que van desde las visitas e inspecciones hasta la obligación de informar en forma regular cada vez que ella lo
requiera. Incluso, la última reforma, la de la Ley 19.528, facultó a la Superintendencia para calificar a las
instituciones bajo su control con respecto a su gestión y solvencia.
El Código de Comercio, en su artículo 3 nº11, enumera como actividad mercantil a las operaciones
de banco, por lo cual no existiría problema alguno para entender que dichos bancos están dentro del
concepto de comerciantes en el sentido amplio que señala el texto legal. La duda surge con respecto a las
sociedades financieras, puesto que el precepto antes citado sólo se refiere a los bancos.
Sobre el particular, debemos absolver esta interrogante señalando que las financieras se someten al
mismo régimen jurídicos y control de los bancos; ya que ellas desarrollan actividades de intermediación
financiera, debiendo entenderse que ellas se encuentran bajo el ámbito del artículo 3 nº 11 del Código de
Comercio.
Como se señaló, no cualquier sujeto puede desarrollar la actividad de intermediación financiera, sino
que sólo aquellos que por ley están facultados para ello. En nuestro país, las instituciones que están reguladas
y autorizadas para desarrollar la actividad financiera son: los Bancos; las Sucursales de Bancos Extranjeros; el
Banco del Estado; y las Cooperativas de Ahorro y Crédito.
Se debe precisar, no obstante, que de hecho hay empresas que otorgan créditos, a pesar de que su
giro es el comercio de bienes, como es el caso de los establecimientos comerciales y las grandes tiendas. En
este caso, si bien no asumen el rol de intermediarios financieros, sí otorgan créditos y actúan como oferentes
de recursos financieros para la adquisición de bienes de sus propias tiendas.
Es preciso señalar que el DFL 3 contenía un título especial que contenía reglas particulares para las
sociedades financieras, el que fue derogado por el artículo 3 nº14 de la Ley 20.190, por lo que en nuestro
ordenamiento sólo hay Bancos.
El Banco del Estado es creado hacia el año 1953, siendo actualmente regulado por el DL 2.079 que
fija su ley orgánica. En cuanto a su naturaleza jurídica, es una empresa autónoma, sometida al régimen de la
Ley General de Bancos y a los controles de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras.
La Ley Orgánica del Banco del Estado señala que su objetivo será “prestar servicios bancarios y
financieros con el fin de favorecer el desarrollo de las actividades económicas nacionales”.
En la década de los años 60, el volumen operacional del Banco del Estado era significativo, debido a
que existía la denominada Cuenta Única Fiscal, en la que se centralizaban todos los recursos del Fisco. Con
posterioridad, se autorizó a un significativo grupo de empresas e instituciones dependientes del Estado a
separarse de dicha cuenta.
Como se ha sostenido, la actividad financiera involucra intereses que no sólo miran a los particulares,
sino que a la sociedad completa, razón por la cual el mercado financiero no puede quedar entregado a la
buena voluntad de los intermediarios en cuanto al cumplimiento del marco regulatorio que les afecta. Surge
así el control bancario, que se desarrolla por un órgano del Estado con suficientes capacidades técnicas en la
materia y que se reconoce como una necesidad para cualquier sistema financiero sano.
El DFL 3, Ley General de Bancos, es el texto que refundió el antiguo DL 1.097 de 1975, pasando a
partir de 1998, a regular la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras. Con relación a la
estructura de este órgano, el artículo 1º del citado texto legal, establece que:
A. Fiscalización
- Velar porque las instituciones financieras cumplan con las leyes, reglamentes y cualquier
otra disposición que las rija.
- Ordenar que se rectifique o corrija el valor en que se encuentran contabilizadas las
inversiones de las instituciones fiscalizadas, si dicho valor no corresponde al real.
- Examinar, sin restricción alguna, y por los medios que estime del caso, todos los negocios,
bienes, libros, archivos, documentos y correspondencia de los bancos e instituciones
financieras.
- Impartir instrucciones y adoptar las medidas tendientes a corregir las deficiencias que
observase y las que estime necesarias para el resguardo de los depositantes u otros
acreedores y del interés público.
- Visitar, con la frecuencia que estime necesaria, las instituciones sometidas a fiscalización.
- Exigir a los bancos, la publicación de sus estados de situación al 31 de marzo, 30 de junio y
30 de septiembre de cada año.
C. Sanciones a imponer
Igualmente, se podrá amonestar, censurar o multar hasta por una cantidad equivalente a
1.000 UF a los directores, gerentes y funcionarios en general que resulten responsables de las
infracciones cometidas. La multa se comunicará al infractor y al gerente general de la empresa.
Si se está en presencia de una de estas sanciones, el Directorio deberá dar cuenta a la Junta
de Accionistas más próxima de ellas.
5. El Mercado de Valores
Por valores se entiende todos aquellos instrumentos representativos de dinero que pueden ser
transados en el Mercado de Valores y que podemos agrupar en las siguientes categorías:
Estos son aquellos en que se representa una parte alícuota del capital de una compañía y, a
través de ellos, las empresas pueden reunir importantes cantidades de recursos para efectuar una
inversión. Esencialmente, los instrumentos representativos de propiedad son las acciones de la
sociedad anónima.
Se les llaman bonos y no son sino títulos de crédito a un plazo determinado emitidos por el
Estado o una empresa, colocados en el mercado a fin de obtener recursos de los inversionistas.
Aquí, el que adquiere estos títulos no pasa a ser dueño de una parte alícuota de la sociedad, sino
que los adquiere para alcanzar una rentabilidad fija.
C. Instrumentos derivados
Es en este mercado en donde se obtienen recursos significativos provenientes del ahorro interno y
externo, los que se orientan a aquellos agentes económicos que emiten títulos para dicho objeto. Así, por
ejemplo, una empresa constituida en el país, desea financiar un proyecto de ampliación de una planta para
aumentar su producción: Para obtener financiamiento podría recurrir al mercado bancario o bien emitir
papeles (acciones o bonos), a fin de obtener de personas interesadas en invertir los recursos suficientes para el
proyecto respectivo.
El mercado de valores, por otra parte, se caracteriza por tener dos grandes intereses en juego. Por
una parte, la eficiencia para captar recursos en el interior de un país (ahorrantes locales) o en el exterior
(inversionistas extranjeros), y de esta forma incidir notablemente en el ritmo de crecimiento de la economía.
Por otra, se encuentra la transparencia del mercado, en virtud de la cual se logra entregar a los agentes,
niveles óptimos de seguridad de su inversión; ya que podrán acceder a conocer la información pertinente de
los emisores de valores, las características de aquéllos y su comportamiento en el mercado.
La regulación del mercado de valores se manifiesta como aquella que está orientada a lograr que se
resguarden los dos grandes principios de dicho mercado: eficiencia y transparencia.
En Chile, es la Ley 18.045, con sus reformas de las leyes 19.301, 19.389 y 19.705, el marco jurídico
del mercado de valores, sin perjuicio de la aplicación de otros cuerpos legales, tales como el DL 3.500 que
crea el nuevo sistema de pensiones; la Ley 18.657 que crea el fondo de inversión de capital extranjero; la Ley
18.815 que crea los fondos de inversión; y el DL 1.019 de 1979 que crea los fondos mutuos.
Sin duda alguna que la Ley 18.045 sobre Mercado de Valores es el texto fundamental en esta
materia, puesto que viene a establecer el marco jurídico general que inspira a toda la normativa que regula
este mercado, como asimismo viene a definir los mecanismos de fiscalización del mercado de valores y los
agentes económicos que participan en él.
La Ley 18.045, sobre Mercado de Valores da numeras definiciones de conceptos muy relevantes en la
materia, los principales son:
A. Valores
La Ley 18.045 establece que es cualquier título transferible, incluyendo las acciones, opciones
de compra y venta de acciones, bonos, debentures, cuotas de fondos mutuos, planes de ahorro,
efectos de comercio y, en general, todo título de crédito o de inversión (art. 3º).
Este concepto está desarrollado en el artículo 4º bis letra a) de la ley, señalándose que es
aquél en que los compradores y los vendedores están pública y simultáneamente participando en
forma directa o a través un agente de valores o corredores de bolsa en la determinación de los
precios de los títulos que se transan en él, siempre que se publiquen diariamente el volumen y el
precio de las transacciones efectuadas y cumpla con los requisitos relativos a número de
participantes, reglamentación interna y aquellos tendientes a garantizar la transparencia de las
transacciones que se efectúen, establecidas por la Superintendencia de Valores y Seguros.
D. Mercado informal
Si bien la ley no lo define, se puede inferir de ella señalando que es aquél formado por los
organismos (empresas, instituciones, personas) que realizan operaciones sobre valores, pero cuyo
objetivo principal no es realizar estas transacciones más que como operaciones esporádicas.
E. Accionista minoritario
Según el artículo 4º bis letra d) es toda persona que por sí sola o en conjunto con otras, con
las que tenga acuerdo de actuación conjunta, posea menos del 10% de las acciones con derecho
a voto de una sociedad, siempre que dicho porcentaje no le permita designar un director.
Del concepto antes transcrito, surge que el accionista minoritario para la ley supone 3
requisitos: i) el primero es positivo (que tenga acuerdo vigente de actuación conjunta con otros
accionistas); y dos negativos, ii) que posea menos del 10% del capital suscrito con derecho a voto
y iii) que no pueda designar un director de la sociedad.
F. Accionista mayoritario
Si bien la ley no los define, se extrae del aludido artículo 4º bis letra d) y del artículo 12 de la
Ley 18.045, disposiciones que lo conceptualizan como las como las personas que directamente o
a través de terceros (sean éstos personas naturales o jurídicas) posean el 10% o más del capital
suscrito de una sociedad, cuyas acciones se encuentren inscritas en el Registro de Valores o que a
causa de una adquisición, llegaren a tener dicho porcentaje.
1.1. Fundamentos económicos: La política monetaria como el objeto del Banco Central
Dentro de las políticas económicas generales, la política monetaria destaca por su objetivo final de
mantener la inflación baja y estable. Así se advierte la especial importancia que ha adquirido, a partir de las
últimas décadas, alcanzar como resultado tangible en las diversas economías un control de nivel de los
precios, lo que se ha denominado “tendencia antiinflacionista” y que ha centrado el interés de las autoridades
monetarias en ir reduciendo, en un horizonte de mediano plazo, la variación que experimentan los precios.
Lo anteriormente expuesto nos lleva a precisar que la política monetaria ha hecho someterse a sus
objetivos a la política fiscal del Estado; ya que éste no tendrá otra opción que acotar dicho gasto dentro de los
márgenes de liquidez que la autoridad monetaria haya definido en su oportunidad.
La política monetaria, como toda política económica, está integrada de instrumentos, objetivos
intermedios (variables) y un objetivo final, que analizaremos a continuación.
El objetivo final, hace algunas décadas, estaba compuesto, por lo que los economistas han
denominado “cuadro mágico”, esto es, el crecimiento, pleno empleo, estabilidad de precios, y equilibrio
externo (balanza de pagos), planteamiento que fue superado en los últimos años, entendiéndose que el
objetivo final de la política monetaria está en el control de la inflación o, dicho de otra forma, la estabilidad
de precios.
Si bien el objetivo final de la política monetaria es uno solo, éste adquiere importancia para el
cumplimiento de los otros objetivos coyunturales de la política económica (crecimiento, equilibrio externo y
pleno empleo); ya que una variación de precios que sea asumida por la autoridad de un determinado
porcentaje anual, permitirá crear las condiciones para el ahorro, la inversión y el consumo, componentes
esenciales para el crecimiento del producto a base del comportamiento de una demanda agregada dinámica.
Los fundamentos jurídicos del Banco Central se encuentran en la creación de un órgano con
facultades normativas que pueda poner en ejecución sus acuerdos sin que ningún otro órgano o poder del
Estado los revise. Destaca, entonces, la necesidad de contar con un Banco Central autónomo, siendo las
primeras manifestaciones de ella, la regulación de los Bancos Centrales de Estados Unidos (Reserva Federal)
y de Alemania (Bundesbank).
El Banco Central es un órgano de naturaleza constitucional, puesto que los artículos 108 y 109 de la
Carta Fundamental lo definen como una entidad autónoma, de carácter técnico, con patrimonio y
personalidad jurídica propios.
La Constitución Política de la República, en los artículos 108 y 109, dedica un capítulo completo al
Banco Central. El interés del constituyente fu introducir normas que aseguraran el carácter técnico y
autónomo del ente a quien se le encargaba la conducción de la política monetaria, incluyendo en ésta a la
cambiaria. Así, se llegó a definir los aspectos fundamentales que podríamos resumir en:
- Carácter autónomo del Banco Central, lo que se refuerza por su personalidad jurídica y patrimonio
propio.
- Se encarga a una Ley Orgánica Constitucional regular su composición, organización, funciones y
atribuciones. Se trata de la Ley 18.840 de 1989.
- Se establece expresamente que el Banco Central sólo podrá efectuar operaciones con instituciones
financieras, sean públicas o privadas, y se le prohíbe otorgar a ellas su garantía, ni adquirir documentos
emitidos por el Estado, sus organismos o empresas.
- Se establece que ningún gasto público o préstamo podrá financiarse con créditos directos o indirectos del
Banco Central, salvo que se dé el caso de guerra exterior o de peligro de ella, que calificará el Consejo de
Seguridad Nacional; el Banco Central podrá obtener, otorgar o financiar créditos al Estado y entidades
públicas o privadas.
- Se profundiza el principio de no discriminación arbitraria del artículo 19 nº 22 de la Constitución, al
señalarse que el Banco Central no podrá adoptar ningún acuerdo que signifique de una manera directa o
indirecta establecer normas o requisitos diferentes o discriminatorios en relación a personas, instituciones o
entidades que realicen operaciones de la misma naturaleza.
La Ley 18.840 constituye la Ley Orgánica del Banco Central, la que lo define en su artículo 1º como
un organismo autónomo, de rango constitucional, de carácter técnico, con personalidad jurídica, patrimonio
propio y duración indefinida.
En cuanto a su domicilio, la ley señala que el Banco Central tendrá su domicilio en la ciudad de
Santiago, pudiendo abrir o cerrar agencias, oficinas o sucursales dentro o fuera de la República.
El artículo 3º de la Ley 18.840 señala que el Banco Central tendrá como objeto velar por la
estabilidad de la moneda y el normal funcionamiento de los pagos internos y externos.
Conforme lo señala el inc. 2º del art. 3º de la Ley 18.840, para alcanzar el cumplimiento del objetivo
antes señalado, el Banco Central tendrá las siguientes atribuciones:
Con respecto a esta última atribución, el Banco Central deberá informar al Presidente de la
República y al Senado de las normas generales que emita al respecto.
5. Autonomía
La Constitución Política de 1980 contiene un título especial dedicado al Banco Central en que se le
reconoce su autonomía. En la Comisión de Estudios de la Nueva Constitución se determinó que este órgano
constitucional no fuera dependiente del Ejecutivo, razón por la cual gozaría de autonomía.
Así, al Banco Central se le entrega la atribución de llevar las políticas monetaria, crediticia y
cambiaria, para lo cual deberá considerar la orientación de la política económica del Gobierno.
El artículo 2º de la ley, señala que el Banco, en el ejercicio de sus funciones y atribuciones, se regirá
exclusivamente por las normas de esta ley orgánica y no le serán aplicables, para ningún efecto legal, las
disposiciones generales o especiales, dictadas o que se dicten para el sector público. Subsidiariamente y
dentro de su competencia, se regirá por las normas del sector privado.
De lo expuesto, surge que el legislador orgánico constitucional excluye del sector público al Banco
Central, ello en virtud de reconocerle una autonomía orgánica.
El criterio expuesto se advierte asimismo en las atribuciones que el artículo 18 entrega al Consejo, en
cuanto podrá determinar la política general del Banco, dictando las normas generales a las cuales deberá
ajustar sus operaciones y ejercer la supervigilancia y fiscalización superior del mismo. Por esto último,
evaluará el cumplimiento de las políticas y normas generales dictadas y el desarrollo de las operaciones y
actividades de la institución (nº2) y aprobar el reglamento del personal del Banco; establecer la estructura
administrativa de la institución y la o las plantas del personal; fijar las remuneraciones y cualquier otro
estipendio o beneficio del personal del Banco (nº 3).
El Consejo del Banco Central adopta acuerdos, los que se van incorporando en los compendios. Uno
de ellos es el Compendio sobre Normas Financieras y otro el Compendio de Cambios Internacionales.
Un aspecto interesante de analizar es la naturaleza jurídica de los acuerdos del Banco Central, esto
es, precisar qué tipo de normas son.
A la inquietud antes señalada, surgen variadas opciones, debiendo descartarse que sean leyes, ya que
éstas emanan únicamente del Legislativo, existiendo una norma expresa en la Constitución que reserva las
materias de ley. No son reglamentos ni decretos, ya que no emanan del Presidente de la República, y el
Banco Central no es parte de la administración central del Estado.
Pareciera ser, y esta es la noción más conveniente hasta ahora, que se trata de normas que emanan
del ejercicio de una potestad autónoma de un órgano del Estado, aun cuando la Contraloría General de la
República en alguna oportunidad las ha considerado, si es posible asimilarlas, a un decreto..
Tanto la Constitución como la ley orgánica reconocen esta autonomía financiera al establecer que el
banco tiene patrimonio propio y la potestad de aprobar su propio patrimonio y capitalizar las utilidades que
tenga. También se le prohibe efectuar préstamos al Estado para financiar el gasto público (salvo en caso
excepcional de guerra).
La Ley 18.840 lo que hay hecho es establecer que el Banco Central tiene personalidad jurídica y
patrimonio propio. Asimismo, ha entregado al Consejo del Banco Central la facultad de fijar las políticas
monetaria y cambiaria, orientadas a lograr la estabilidad de la moneda y el normal funcionamiento de los
pagos internos y externos.
Dicho Consejo, si bien tiene una generación de índole política; ya que en su designación participa el
Presidente de la República y el Senado (al mismo tiempo que la práctica ha demostrado que se han dado
negociaciones políticas que pretenden afianzar en el Consejo las tendencias económicas de las fuerzas
políticas más representativas del poder), una vez que los consejeros asumen sus funciones, debiesen
desempeñarse con total prescindencia de los distintos sectores a quienes afectarían las decisiones adoptadas
por el Banco.
Esta autonomía funcional del Banco Central, según se analizará más adelante, tiene como límite la
participación del Ministro de Hacienda en las sesiones y la obligación que se impone al Consejo de
considerar en sus acuerdos, la política económica general del Gobierno.
La autonomía de que goza el Banco Central no es absoluta; ya que diversas disposiciones de la Ley
18.840 constituyen limitaciones a ella, las que permiten sostener que se está en presencia de un órgano que
no ejerce poder soberano independiente. Las limitaciones se concentran fundamentalmente en:
- El artículo 6º inc.2º que señala que el Consejo al adoptar sus acuerdos, deberá tener presente la
orientación general de la política económica del Gobierno, lo que supone que el Banco no se podrá alejar,
en la definición e implementación de la política monetaria y cambiaria, de los objetivos y metas que el
Gobierno de turno se haya propuesto, en el plano fiscal, político y empleo.
Esta regla refleja la intención del legislador de que el Banco Central cumpla con una de las
exigencias que la Teoría le impone a toda política económica: La coherencia.
En la práctica, se ha observado en los últimos años, que el Consejo del Banco Central, ha ido
adaptando su política monetaria a las variables macroeconómicas demanda agregada,
crecimiento del producto, y empleo; y si bien se ha puesto como meta una variación anual baja
de la inflación, ello no ha impedido a los gobiernos aumentar el gasto público y relajar la regla
de superávit estructural.
- La designación de los consejeros por parte del Presidente de la República, con acuerdo del Senado y del
Presidente del Consejo, también elegido por el Presidente de la República, al tenor del artículo 7º de la ley.
- La facultad que la ley entrega al Presidente de la República para solicitar a la justicia la destitución de los
miembros del Consejo que han incurrido en conductas prohibidas en la propia ley.
- La facultad del Presidente de la República de destituir, por causa justificada, previo acuerdo del Senado, a
la totalidad o a alguno de los miembros del Consejo o al Presidente del Banco.
- La participación del Ministro de Hacienda en las sesiones del Consejo, con derecho a voz, pudiendo
proponer acuerdos e incluso suspender la aplicación de acuerdos o resoluciones por un plazo no superior a
15 días, salvo que la totalidad de los consejeros insista en su aplicación. Lo anterior, conforme al artículo
19º de la ley.
- La exigencia que establece el artículo 4º de la ley, en cuanto el Banco Central deberá informar al
Presidente de la República y al Senado respecto de las políticas y normas generales que dicte en el
ejercicio de sus atribuciones. Asismismo, deberá asesorar al Presidente de la República cuando éste lo
solicite, en todas aquellas materias que digan relación con sus funciones.
Del contexto de la Ley 18.840, podemos inferir que el Banco Central asume las siguientes
operaciones y funciones:
Esta función del Banco Central se encuentra establecida en el Párrafo 2, del Título III, señalando el
artículo 28º que es potestad exclusiva del Banco Central el emitir billetes y acuñar monedas. Asimismo, los
billetes y monedas emitidos y acuñados por el Banco Central serán los únicos medios de pago con poder
liberatorio y de circulación ilimitada.
Sobre el particular, se debe señalar que la emisión de circulante como exclusiva potestad del Banco
Central, constituye un medio de seguridad respecto de la política monetaria, ya que le queda vedado al
Ejecutivo asumir dicha atribución. En efecto, la emisión de circulante sólo procederá si existen reservas que
respalden colocar dinero en el mercado; puesto que si no es así, la inflación aparece como una consecuencia
casi segura.
La ley consagra reglas respecto de los billetes en el artículo 32º. Así, el Banco Central retirará de la
circulación los billetes o monedas en mal estado. Los billetes mutilados que conserven claramente más de la
mitad de su texto original podrán ser canjeados en el Banco por su valor nominal; si conservan un porcentaje
menor, podrán ser canjeados por su valor nominal cuando, a juicio exclusivo del Banco, se pruebe que la
porción faltante ha sido totalmente destruida. El Banco no estará obligado a canjear los billetes mutilados
que no estén comprendidos en el inciso anterior.
A) Tasas de encaje, que en conformidad al artículo 34º nº2 de la ley, no podrán exceder del
40% de los depósitos u obligaciones a la vista ni de un 20%, en el caso de los restantes depósitos
u obligaciones.
El encaje consiste en una cantidad de dinero que los bancos e instituciones financieras deben
mantener en caja, evidenciándose de inmediato el rol instrumental del encaje; ya que a través de
él se puede disminuir o aumentar el circulante de la economía. Por regla general, el encaje debe
ser en billetes y monedas de curso legal que estén disponibles o depositados a la vista en un
banco, sin perjuicio de que, excepcionalmente, el encaje pueda constituirse en valores o títulos
emitidos por el Banco Central.
De esta forma, el Banco Central al emitir papeles con una tasa de rentabilidad atractiva,
puede sacar dinero del mercado, o bien, si desea darle liquidez al mercado, puede comprar
papeles que emitan los bancos e instituciones financieras.
C) Abrir líneas de crédito a las empresas bancarias y sociedades financieras. Esto con
el fin de otorgarles refinanciamiento cuando lo requieran, mediante el descuento y redescuento
de letras de cambio, pagarés y otros efectos negociables, ya sea en moneda nacional o
extranjera.
A través de este mecanismo, el Banco Central en forma directa participa en establecer las
condiciones necesarias en el crédito bancario y liquidez de las instituciones financieras.
Al Banco Central generalmente se le denomina “el banco de los bancos”, es decir, el legislador ha
entendido que a él podrán recurrir las instituciones financieras cuando se encuentren en situación de falta de
liquidez. En mérito de lo expuesto, el artículo 36º de la Ley 18.840 concede numerosas facultades al Banco
Central para cautelar la estabilidad del sistema financiero, las que se justifican plenamente, atendido a que es
el mismo banco quien asume el rol de orientar a dicho sector. Estas facultades son:
- Conceder a las empresas bancarias y sociedades financieras créditos en caso de urgencia, por un plazo no
superior a 90 días, cuando éstas se encuentren con problemas transitorios de falta de liquidez, pudiendo
incluso adquirir de dichas entidades, documentos de su cartera de colocaciones e inversiones.
- Participar en las proposiciones de convenio a los acreedores que se generen por el estado de insolvencia de
un banco, estando habilitado para remitir parte de las deudas.
En efecto, la empresas aceptan como un dato el precio que existe en el mercado, y en función
de su nivel, deciden la cantidad que desean producir. Por eso se dice que los agentes económicos son
“precio-aceptantes”.
Sin embargo, en la práctica, los mercados no se comportan de esta manera, sino que poseen
distintos obstáculos que dan lugar a formas imperfectas de competencia.
1. El monopolio
Una segunda causa consiste en la explotación con carácter de exclusividad de ciertas técnicas
productivas. Así, la autoridad premia la innovación concediendo un cierto poder monopolísitico: la
patente. Del mismo modo, determinados servicios se conceden, por parte de las autoridades, con
carácter exclusivo a ciertas empresas, dando lugar a los denominados monopolios legales; como ocurre
con los servicios públicos concesionados.
Sin embargo, el monopolio crea una brecha entre la disposición de los consumidores a pagar y
los costos de los productores. Como dijimos, el monopolista ofrecerá el bien en cuestión a un precio que
es superior a su ingreso marginal, generando una pérdida irrecuperable de eficiencia o “costo social del
monopolio”.
El costo social del monopolio, derivado de la reducción de la producción, es igual a la suma de las diferencias
entre el precio que están dispuestos a pagar los consumidores y el costo marginal, para todas las unidades comprendidas
entre el nivel de producción monopolístico y el competitivo.
El monopolista ofrece una cantidad menor y a un precio mayor que aquella que estaría
disponible en un mercado de competencia perfecta. Justamente, las normas jurídicas que regulan las
formas imperfectas de competencia –como el derecho de la libre competencia y otras regulaciones
económicas- buscan que el precio y la cantidad de producción correspondan a aquella que es
socialmente eficiente.
Así, encontramos por una parte los “oligopolios”, es decir, aquella estructura de mercado en la
que sólo unos cuantos vendedores ofrecen productos similares o idénticos. Un ejemplo es el mercado
del petróleo, donde sólo un puñado de países son los productores y pueden determinar el precio del
bien, simplemente poniéndose de acuerdo (OPEP).
Como un mercado ologopolístico sólo tiene un pequeño grupo de oferentes, una característica
clave del oligopolio es la tensión entra la cooperación y el interés personal. El bienestar de un grupo de
oligopolistas mejora cuando cooperan y actúan como un monopolista, es decir, produciendo una
cantidad pequeña y cobrando un precio superior al costo marginal. Sin embargo, como a cada uno de
ellos sólo le interesan sus propios beneficios, existen obstáculos para que las empresas mantengan el
resultado monopolístico a lo largo del tiempo.
Entonces, los oligopolistas tienen incentivos para “coludirse”, es decir, para alcanzar un
acuerdo (cooperar) donde determinen las cantidades que van a producir o sobre los precios que van a
cobrar. Al grupo de empresas que actúan coludidas se le llama “cártel”. Como veremos más adelante,
ésta es una de las conductas anticompetitivas más graves.
Entender cómo cooperan los oferentes de un mercado con reducidos vendedores ayuda a
comprender el derecho de la libre competencia. Una de las mejores herramientas para hacerlo es
recurrir a la teoría de los juegos.
Un juego especialmente importante es el dilema de los prisioneros. Este juego permite comprender
lo difícil que es mantener la cooperación.
El dilema del prisionero es una historia sobre dos delincuentes que han sido capturados por la
policía: “Pedro” y “Juan”. La policía tiene suficientes pruebas para condenarlos por el delito menor de
tenencia ilícita de armas, por lo que cada uno pasaría un año en la cárcel. También sospecha que han
cometido juntos un atraco a un banco, pero carecen de pruebas fehacientes para condenarlos por este
delito mayor. La policía interroga a ambos en habitaciones separadas y ofrece a cada uno el trato
siguiente:
“Ahora mismo podemos encerrarte por un año. Sin embargo, si confiesas que han atracado un
banco e implicas a tu socio, te concederemos inmunidad y quedarás libre. Tu socio será condenado a
20 años de cárcel. Pero si confiesan los dos, no necesitamos su testimonio y podemos evitar el costo del
juicio, por lo que cada uno recibirá una condena de 8 años”.
Tabla ejemplificadora
JUAN
CONFESAR NO CONFESAR
Consideremos primero a Juan; reflexiona del siguiente modo: “No sé qué hará Pedro. Si se
queda callado, mi mejor estrategia es confesar, ya que entonces quedaré libre en lugar de pasar un año
en la cárcel. Si confiesa, mi mejor estrategia sigue siendo confesar, ya que pasaré 8 años en la cárcel en
lugar de 20. Por lo tanto, independiente de lo que haga Pedro, lo mejor que yo puedo hacer es
confesar”.
En los términos de la teoría de los juegos, una estrategia se llama “estrategia dominante” si es
la mejor para un jugador independiente de las que elijan otros.
En este caso, confesar es una estrategia dominante para Juan: pasa menos tiempo en la cárcel,
independiente de lo que haga Pedro.
Al final, ambos confiesan y pasan 8 años en la cárcel. Sin embargo, desde su punto de vista, su
resultado es terrible. Si hubiesen permanecido en silencio, ambos estarían en una mejor situación; ya
que sólo pasarían un año en la cárcel por la tenencia ilícita de armas.
Para ver lo difícil que es mantener la cooperación, imaginemos que antes de que la policía
capturara a Juan y a Pedro, ambos hubieran hecho un pacto de no confesar. Es evidente que este
acuerdo mejoraría la situación de los dos si ambos lo cumplieran. Pero ¿tienen verdaderos estímulos
para permanecer en silencio? Una vez que son interrogados por separado, aparece la lógica del interés
personal que los lleva a confesar. La cooperación entre los dos delincuentes es difícil de mantener, ya
que la cooperación es individualmente irracional.
El derecho de la libre competencia es una rama del derecho público económico que regula y
ordena los mercados, sancionando prácticas comerciales anticompetitivas y creando las condiciones
para intercambios eficientes.
Pertenece al derecho público, porque es una regulación que está fuera de la autonomía
privada. El derecho de la libre competencia se impone y obliga, incluso a los contratos libremente
celebrados. No obedece al principio de la autonomía de la voluntad, sino que al principio de legalidad.
Su naturaleza de “derecho público” se expresa, principalmente, en que el derecho de la libre
competencia habilita al Estado para actuar limitando la autonomía privada. Por eso se dice también,
que incluso formaría parte del “orden público económico”.
Tiene por objeto regular y ordenar los mercados. El derecho de la libre competencia parte de
una constatación básica: dejados a su libre desenvolvimiento, los agentes económicos tienen buenos
incentivos y la capacidad real de dejar de competir, perjudicando el bienestar social. Por ello, se hace
necesario que el Estado intervenga para lograr que los mercados funcionen correctamente.
Es una forma de intervención del Estado en las actividades económicas privadas, que tiene por
objeto que éstas cumplan con ciertos objetivos que se consideran necesarios para el bienestar colectivo.
Ello ha llevado al problema de tener que definir qué es una conducta que vulnere la libre
competencia. Estudiaremos primero el concepto de libre competencia y de libre concurrencia, para
luego analizar los distintos ilícitos en esta materia.
La ley chilena sanciona “cualquier hecho, acto o convención que impida, restrinja o entorpezca la libre
competencia, o que tienda a producir dichos efectos”. En términos igualmente amplios, la Sherman Act
norteamericana de 1890 dispone que “todo contrato o reunión que tenga por objeto constituir un
monopolio o de otra forma conspirar para restringir el intercambio o el comercio entre los Estados, o
con naciones extranjeras, será ilegal”.
Por tanto, el bien jurídico que se protege es, justamente, la libre competencia. Cabe
preguntarse en qué consiste, jurídicamente, dicho concepto.
La forma en que se materializan estas conductas ilícitas en los precios es variada y prolífica,
pero tienen todas en común que producen que el precio de un bien o servicio esté determinado por
factores extraeconómicos, de modo que no se producen como consecuencia de la libre competencia
entre los agentes del mercado.
Es decir, para que exista libre competencia es necesario, previamente, que los agentes
económicos estén en la posibilidad legal y real de entrar y salir del proceso de intercambio libremente.
Los obstáculos o impedimentos para hacerlo se denominan “barreras de entrada”. Se trata de ciertas
condiciones de un mercado relevante que encarecen sumamente el ingreso de nuevos competidores al
mercado.
Económicamente, Stigler nos dice que se pueden definir como “el costo de producir un bien que debe
soportar aquella empresa que desea ingresar a determinada industria; y que no soportan aquellos que ya se encuentran en
dicha industria”. Se denominan barreras porque este costo puede llevarla a ingresar a una industria
distinta o a ninguna en absoluto, por el nivel de desincentivo que significan.
a) En primer lugar, una de las barreras de entrada más importantes la constituye la existencia de
economías de escala de un determinado mercado relevante. Esto quiere decir que los costos
unitarios de producción disminuyen al aumentar la cantidad de unidades producidas. Típicamente, en
la provisión de servicios de utilidad pública (distribución eléctrica, distribución del agua y servicios
sanitarios, telecomunicaciones, etc.), la existencia de costos de escala hace más eficiente que el bien o
servicio sea proveído por un solo oferente monoplístico, en lugar de varios de forma competitiva.
b) En segundo lugar, pueden señalarse los costos hundidos o irrecuperables, es decir, la existencia de
grandes inversiones que deben realizarse para incorporarse al mercado que no se recuperan al
momento de salir de él. Por ejemplo, ello ocurre con la generación de energía eléctrica, donde la
construcción de una central hidroeléctrica representa un costo hundido; o bien, en la distribución de
servicios sanitarios, donde la instalación de las cañerías representa un costo hundido.
d) En cuarto lugar, existen las instalaciones esenciales (essential facilities), que podemos definir como
una posición especialmente estratégica que posee alguno de los agentes económicos en un nivel de la
cadena de comercialización que resulta esencial o indispensable para quienes participan en otros
niveles de dicha cadena para llegar a los consumidores finales. Al carecer de dichas instalaciones, los
competidores deben usar canales alternativos que pueden ser demasiado costosos. Son ejemplos de
instalaciones esenciales, por ejemplo, las antenas celulares, las líneas de transmisión eléctricas, etc.
Piénsese que el dueño de las antenas llega directamente al público. La empresa que no tiene antenas,
debe primero instalar las propias. La legislación obliga en estos casos, al poseedor de las instalaciones
esenciales a contratar con los demás agentes económicos, “facilitando las instalaciones”, de modo de
generar competencia en las etapas más avanzadas de la distribución.
La mayor parte de las legislaciones, incluida la chilena, para evaluar las práctica
anticompetitivas emplea los estándares desarrollados por la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Por una parte, determinados acuerdos –expresos o tácitos- han sido considerados
inherentemente anticompetitivos (per se unreasonable); por otra parte, ciertos acuerdos pueden ser
prohibidos sólo si un análisis de sus propósitos y efectos indica que dichos acuerdos restringen la
competencia de forma “irrazonable” (unreasonable).
En el caso Standard Oil c. Estados Unidos de 1911, la Corte Suprema de EE.UU. consideró que
“no todo contrato que restrinja el comercio es ilegal, sino sólo aquellos que irrazonablemente lo
restrinjan”. Es lo que se denomina the rule of reason. Para medir ese impacto, se ha considerado que se
deben apreciar todos los hechos relevantes.
Se ha sostenido que la legislación chilena toma como base la teoría económica, según la cual
las conductas que deben ser sancionadas son aquellas que reducen el bienestar de la sociedad, el que se
debe medir por la disposición de bienes o por la eficiencia económica.
☞ Acuerdos horizontales
Son aquellos acuerdos –expresos o tácitos- celebrados entre oferentes o entre demandantes de
un bien o servicio, que tienen por finalidad eliminar la competencia en una cadena productiva
completa.
Se consideran acuerdos horizontales los que pueden permitir a un grupo de empresas actuar
conjuntamente para lograr algunos de los atributos del monopolio como aumento de precios,
limitación de rendimientos y prevención de la entrada o de la innovación.
*) La colusión
Consiste en un acuerdo formal entre empresas que actúan en un mercado de oligopolio, que
recae sobre el precio, la producción total del sector de actividad, las cuotas de mercado, el reparto de la
clientela, la distribución geográfica del mercado, las ofertas, establecimiento de agencias de ventas,
distribución de beneficios o una combinación de estas prácticas.
Se regula en el artículo 3 a) LDLC, en el que se dispone que se considerarán, entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen, o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “Los acuerdos expresos o tácitos entre competidores, o las
prácticas concertadas entre ellos, que les confieran poder de mercado y que consistan en fijar
Como se desprende del texto legal, la colusión es un medio a través del cual se pueden producir
varios efectos anticompetitivos: monopolización, fijación de precios, cuotas de mercado, ventas atadas,
manipulación de licitaciones, etc.
La colusión (o cártel) puede ser un acuerdo manifiesto o clandestino; expreso o tácito. La ley
chilena es amplia en este sentido, pues la colusión es siempre el atentado más grave a la libre
competencia.
Consiste en una práctica comúnmente desarrollada por empresas dominantes (con poder de
mercado) o mediante colusiones creadas con tal objeto.
Se regula en el artículo 3 a) LDLC, en el que se dispone que se considerarán, entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “Los acuerdos expresos o tácitos entre competidores, o las prácticas
concertadas entre ellos, que les confieran poder de mercado y que consistan en […] fijar precios de
venta, de compra u otras condiciones de comercialización”.
Consiste en una práctica mediante la cual ciertos agentes económicos restringen la oferta de un
determinado bien o servicio, produciéndose, en consecuencia, un alza de los precios en relación a una
situación de competencia. Puede recaer sobre la clientela, sobre el tiempo o sobre el especaio de una
determinada actividad comercial o industrial.
Se regula en el artículo 3 a) LDLC, en el que se dispone que se considerarán entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “Los acuerdos expresos o tácitos entre competidores, o las prácticas
concertadas entre ellos, que les confieran poder de mercado y que consistan en […] limitar la
producción, asignarse zonas o cuotas de mercado…”.
c) La manipulación de licitaciones
Se trata de una forma particular de fijación concertada de los precios, mediante la cual las
empresas coordinan sus presentaciones a la contratación pública (concesiones de obras públicas,
contratos de suministro, etc.).
La manipulación de licitaciones adopta dos formas básicas. Primero, a través del acuerdo para
presentar ofertas idénticas, eliminando así cualquier competencia de precios. Segundo, a través de la
designación de aquella empresa que presentará la oferta más baja, de modo que las empresas se
dividen el mercado.
Se regula en el artículo 3 a) LDLC, en el que se dispone que se considerarán entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienen a
producir dichos efectos: “Los acuerdos expresos o tácitos entre competidores, o las prácticas
concertadas entre ellos, que les confieran poder de mercado y que consistan en […] excluir
competidores o afectar el resultado de procesos de licitación”.
☞ Acuerdos verticales
Los acuerdos verticales son aquellos mediante los cuales se monopolizan etapas contiguas del
proceso productivo. Visto desde la perspectiva de la empresa, ellas implican una expansión operacional
motivada por criterios de minimización de costos y maximización de utilidades.
La integración vertical de procesos productivos puede llegar a ser bastante eficiente, pues
permite que se alcancen economías de escala. Pueden señalarse como incentivos a la integración
vertical los siguientes:
a) La denegación de venta
Esta práctica puede tener varios fines: obligar a un minorista a respetar precios exigidos, es
decir, imponerle vender con descuento; apoyar un acuerdo de distribución exclusiva concluido con
otros vendedores; o reservar la venta del producto a cierta categoría de consumidores o a una cierta
zona geográfica.
Se regula en el artículo 3 b) LDLC, en el que se dispone que se considerarán, entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “La explotación abusiva por parte un agente económico, o un conjunto de
ellos, de una posición dominante en el mercado, fijando precios de compra o de venta, imponiendo
Consiste en la limitación impuesta por el productor de un bien o servicio, en orden a que éste
sea distribuido por un único comerciante. En otras palabras, el oferente de un bien o servicio obliga a
su contraparte a no negociar con las mercancías de su competidor.
El problema será determinar en cada caso, si esta exclusividad confiere al distribuidor un poder
sobre el mercado. Para que se considere ilícita debe crear una disminución real o potencial de la
competencia.
Se regula en el artículo · b) LDLC, en el que se dispone que se considerarán entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “La explotación abusiva por parte de un agente económico, o un conjunto de
ellos, de una posición dominante en el mercado, fijando precios de compra o de venta, imponiendo
a una venta la de otro producto, asignando zonas o cuotas de mercado o imponiendo a otros
abusos semejantes”.
Se regula en el artículo 3 b) LDLC en el que se dispone que se considerarán, entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “La explotación abusiva por parte de un agente económico, o un conjunto de
ellos, de una posición dominante en el mercado, fijando precios de compra o de venta,
imponiendo a una venta la de otro producto, asignando zonas o cuotas de mercado o
imponiendo a otros abusos semejantes”.
d) La imposición de precios
Se regula en el artículo 3 b) LDLC, el que dispone que se considerarán, entre otros, como
hechos, actos o convenciones que impiden, restringen o entorpecen la libre competencia o que tienden
a producir dichos efectos: “La explotación abusiva por parte de un agente económico, o un conjunto de
ellos, de una posición dominante en el mercado, fijando precios de compra o de venta,
imponiendo a una venta la de otro producto, asignando zonas o cuotas de mercado o imponiendo a
otros abusos semejantes”.
Son aquellos actos jurídicos por medio de los cuales una o más empresas (personas jurídicas)
buscan detentar mayor parte del mercado relevante de un bien o servicio.
Una fusión es un acto jurídico por medio del cual dos o más personas jurídicas deciden unir sus
patrimonios para crear una tercera persona jurídica, diferente de las fusionadas.
Una adquisición consiste en la compra de una persona jurídica por otra, la cual desaparece,
pasando a formar parte de la adquirente.
Ambos son, desde el punto de vista del Derecho Comercial, fusiones. La primera crea una
nueva persona jurídica, mientras que la segunda (por absorción) implica la adquisición de una persona
jurídica por otra. Ambos actos jurídicos son, en principio, legítimos. Para considerar si infringen o no la
libre competencia, este tipo de práctica se aprecia de acuerdo con el estándar de razonabilidad.
“Sólo se podrá proceder a la fusión de bancos, a la adquisición de la totalidad del activo y pasivo de un banco por
otro o de una parte sustancial de ellos, según la definición del artículo 138; o a la toma de control de dos o más bancos por
una misma persona o grupo controlador, o bien a aumentar sustancialmente el control ya existente, en términos que el banco
adquirente o el grupo de bancos resultante alcancen una participación significativa en el mercado, si los interesados
cuentan con la autorización de la Superintendencia a que se refiere este artículo”.
En todo caso, la Fiscalía Nacional Económica ha dictado una Guía Interna para el Análisis de
Operaciones de Concentración Horizontales. El TDLC se ha pronunciado sobre estas concentraciones
a propósito de su potestad consultiva.
Recordemos que se entiende por posición dominante la situación en que una empresa, por sí
sola o actuando conjuntamente con algunas otras empresas, está en condiciones de controlar el
mercado pertinente de un bien o servicio, o de un determinado grupo de bienes o servicios (OCDE).
Al efecto, se ha dictado la Ley nº 20.169 que define la competencia desleal en general, como
aquel acto de competencia desleal toda conducta contraria a la buena fe o a las buenas costumbres que,
por medios ilegítimos, persiga desviar la clientela de un agente del mercado (artículo 3). Además, el
artículo 4 define distintas hipótesis específicas de competencia desleal. En lo demás, la Ley nº 20.169 se
limita simplemente a dar reglas especiales para un ilícito de carácter civil. En consecuencia, no será
objeto de estudio detallado en este curso.
En todo caso, el artículo 10 de dicha ley se remite a las disposiciones de la LDLC, pues si en la
sentencia definitiva, firme, se establece que han existido uno o más actos de competencia desleal, el
tribunal que la dictó deberá remitir todos los antecedentes del juicio al Fiscal Nacional Económico,
quien tendrá la facultad de requerir al Tribunal de la Libre Competencia, atendidas la gravedad de la
infracción o la extensión del perjuicio provocado, la aplicación de la multa correspondiente de
conformidad con esta ley.
Se dan también reglas especiales sobre la multa aplicable, la que podrá ir desde las 2 a las
1.000 UTM, y se aplicará a beneficio fiscal. Para la determinación del monto de la multa, se
considerarán, entre otras, las siguientes circunstancias: el beneficio económico obtenido con motivo de
la infracción, la gravedad de la conducta y la calidad de reincidente del infractor.
El tribunal se ha pronunciado en varias ocasiones sobre las condiciones para que exista
competencia desleal. Se pueden identificar en su jurisprudencia dos grupos de casos relevantes. Por una
parte, los casos sobre publicidad abusiva y, por otra parte, los casos de uso abusivo de marcas y/o
patentes.
En los casos sobre publicidad abusiva, el TDLC ha tenido la oportunidad de decir que
constituyen prácticas que atentan contra la libre competencia la publicidad engañosa, que muestra al
oferente como el único del mercado. En cambio, la publicidad meramente comparativa sólo es ilícita
cuando es engañosa y además, busca crear o aumentar una posición dominante.
En los casos sobre ejercicio abusivo de la propiedad industrial, el tribunal ha sostenido que, en
principio, aunque una conducta consista en el ejercicio abusivo de los derechos que genera una marca
o patente, sólo es ilícita si tiene por finalidad –plausible- la constitución o aumento de una posición
dominante. Se consideran como actos ilícitos de uso de las marcas o patentes: impedir que otros
importen o comercialicen en el país productos originales de la misma marca, favorecer a una “empresa
relacionada” con la exclusividad de una franquicia, impedir el uso de denominaciones genéricas y usar
una marca para generar confusión en el consumidor.
Adicionalmente, y según lo establecido en el D.L. N° 211, toda sentencia definitiva del TDLC
y que imponga alguna de las sanciones contempladas en la Ley, son susceptible de recurso de
reclamación ante la Corte Suprema. De este modo, la Corte Suprema también puede tomar
conocimiento, revisar y resolver en causas materia de defensa de la libre competencia, si se interpone
un recurso de reclamación. Cabe señalar que la Corte Suprema chilena cuenta con salas especializadas,
y que las reclamaciones a las disposiciones del TDLC -de forma y fondo- son conocidas y tramitadas
por la Tercera Sala Constitucional.
El quórum para sesionar será de, a lo menos, tres miembros, y los acuerdos se adoptarán por
simple mayoría, dirimiendo el voto de quien presida en caso de empate. En lo demás, se estará a lo
dispuesto en el Párrafo 2º del Título V del COT, en cuanto fuere aplicable.
El procedimiento se rige por los siguientes principios, señalados en el artículo 20 inc. 1º:
i. Escrituración. El procedimiento es escrito, con la excepción de la vista de la causa.
ii. Publicidad. De acuerdo con las reglas generales, el procedimiento es absolutamente público.
iii. Oficialidad. Corresponde al tribunal impulsar la tramitación del procedimiento hasta su
resolución definitiva.
iv. Asistencia letrada. Las partes deben comparecer representadas por un abogado habilitado
para el ejercicio de la profesión Tiene como funcicultad de los aademes con efecto de cosa
juzgada, a travia de la Corte Suprema. Tiene como funcicultad de los a, conforme al artículo
1º de la Ley 18.120, sobre comparecencia en juicio.
Las consultas pueden recaer sobre hechos ya existentes, o bien, sobre hechos, actos o contratos
futuros que no se han realizado. Por ejemplo, si dos empresas quieren “fusionarse”, tendrán que
incurrir en gastos y por ello es importante saber de manera preventiva si la nueva forma empresarial se
considerará ilícita o no.
Cuando se consulta, hay una respuesta con condiciones sobre actos o contratos celebrados,
indicadas por el tribunal, y obligatorias para las partes. En cuanto al efecto obligatorio de estas
resoluciones, el tribunal ha sostenido que las resoluciones que dicta en ejercicio de su potestad
consultiva, son vinculantes para quienes pusieron en movimiento dicha atribución mediante la
formulación de una consulta, por lo que la consecuencia jurídica derivada del incumplimiento de las
medidas, condiciones o términos fijados en tales resoluciones para la ejecución o celebración del hecho,
acto o contrato respectivo, es la responsabilidad por infracción a las normas de protección de la
inactividad, según sea el caso, puedan poner en peligro la competencia en el mercado respectivo o
lesionarla derechamente (sentencia nº 86 de 30 de julio de 2009).
Es necesario distinguir a estas normas de los autos acordados, porque si bien desarrollan la
regulación legal y tienen carácter permanente, no se limitan a las cuestiones administrativas o
funcionales internas del tribunal, sino que tienen eficacia externa, general y obligatoria.
En el año 2003, se planteó ante el TC que, siendo un tribunal, sólo podrá adoptar decisiones
aplicables a las partes del juicio. El TC consideró constitucional esta facultad. Por una parte, porque se
respetaba el principio de legalidad (las instrucciones debían dictarse de conformidad a la ley) y por otra
parte, existía una razón prevalente: proteger la libre competencia.
En todo caso, usualmente se incluyen estas proposiciones como anexos a las sentencias que ha
dictado el tribunal en materias particularmente sensibles.
Le corresponde al tribunal ejercer las demás funciones que determinen las leyes. Por ejemplo,
el artículo 129 bis 9 del Código de Aguas exige informe para la constitución de derechos de agua
presuntivos; la Ley nº 19.542 que Moderniza el Sector Portuario Estatal exige un informe del TDLC
para las licitaciones de puertos bajo la modalidad mono.operador. Otros ejemplos son el artículo 29 de
la Ley General de Telecomunicaciones y el artículo 147 nº 4 de la Ley General de Servicios Eléctricos.
Es una institución que –en función del interés general-, tiene a su cargo los roles de
investigador y acusador de las infracciones a la ley, fiscalizador del cumplimiento de las disposiciones de
a) Dirección
Está a cargo del Fiscal Nacional Económico, quien es un funcionario de exclusiva confianza del
Presidente de la República, pero que para elegirlo debe someterse al procedimiento de la Alta
Dirección Pública regulado por la Ley nº 19.882. En cuanto tal, la ley señala expresamente que ejerce
la representación judicial y extrajudicial del servicio (art. 33 inc. 5º).
Para ser nombrado en el cargo, requiere además de los requisitos generales del Estatuto
Administrativo, poseer el título de abogado y haber ejercido la profesión por al menos 10 años, o bien,
haberse desempeñado por 3 años en la fiscalía. Dura 4 años en su cargo, pudiendo renovarse su
nombramiento por una sola vez.
La ley regula causales especiales en virtud de las cuales cesa en sus funciones, y el
procedimiento para hacerlas efectivas que opera, fundamentalmente, a requerimiento del Ministro
respectivo, con el informe favorable de la Corte Suprema y, finalmente, por Decreto Supremo.
La ley le garantiza al Fiscal Nacional Económico amplios medios para representar el interés
general, toda vez que puede, cuando lo estime necesario, asumir por sí o por delegado, la
representación de la Fiscalía en cualquier proceso e intervenir, de igual manera, en cualquier instancia,
trámite o actuación determinada ante los tribunales de justicia o autoridades administrativas o
municipales. Además, en sus escritos y actuaciones ante el Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia y los tribunales de justicia, la Fiscalía estará exenta de los impuestos que establecen las
leyes y los abogados que la representen podrán comparecer personalmente ante los Tribunales
Superiores.
b) Funciones y atribuciones
Antes de proceder al análisis de las diversas funciones de que goza la FNE, resumiremos
brevemente algunas de ellas que nos parecen muy interesantes, producto de la última reforma legal en
la materia (Ley 20.361 de 2009).
Como ya es sabido, parte de la reciente modificación del D.L. N° 211 estuvo destinada a
incrementar las facultades investigativas para el combate del delito de colusión, esto es, acuerdos
horizontales que incluyen explícitamente el boicot o exclusión de competidores y la colusión en
procesos de licitación. Estas nuevas facultades intrusivas, que se detallan en el Art.39 n), básicamente se
refieren a la de entrada y registro a recintos públicos y privados, con facultades de allanamiento y
descerrajamiento, interceptación de toda clase de comunicaciones, incautación de cualquier medio de
acreditación de la infracción, y la obtención de copias y registros de comunicaciones transmitidas o
recibidas por empresas de telecomunicaciones.
Naturalmente, estas facultades investigativas duras tuvieron cierta resistencia inicial durante el
proceso de discusión legislativa. De esta forma, como garante de los derechos de los potenciales
afectados, el uso de estas facultades por parte de la FNE requiere de resguardos, como son una doble
autorización judicial, la primera otorgada por el TDLC y la segunda por el Ministro de la Corte de
Apelaciones correspondiente.
Finalmente, y para completar las herramientas de “garrote y zanahoria” que marcan la pauta
en la detección y sanción de acuerdos horizontales, la modificación legal crea la figura de delación
compensada (en el Art. N° 39 bis), facultando al Fiscal Nacional Económico a ofrecer una exención o
reducción parcial de las sanciones que el TDLC determine para el delito de colusión, a aquel ejecutor
de la conducta que sea el primero en aportar antecedentes a la FNE, dentro del grupo de responsables
de la conducta imputada, o a otros ejecutores de ese grupo que aporten antecedentes adicionales en el
transcurso de la investigación, respectivamente. De este modo, el TDLC no podrá aplicar multa a
quien haya sido individualizado como acreedor de exención, ni una multa mayor a la solicitada por el
Fiscal a quien haya sido individualizado como acreedor de una reducción de la misma.
Es importante destacar aquí el hecho que la reforma legal planteó detalladamente cuáles son
los requisitos y condiciones necesarias para acceder al beneficio, a fin de disminuir la discrecionalidad
de la agencia para otorgarlo y brindando el máximo de certeza jurídica a los administrados.
i) Instruir las investigaciones que estime procedentes para comprobar las infracciones a
la LDLC.
Por regla general, debe notificar de su inicio al afectado. Sin embargo, el Fiscal Nacional
Económico podrá disponer que no se dé noticia del inicio de una investigación al afectado. Esta
facultad se somete a control judicial, pues debe contar con autorización del Tribunal de Defensa de
la Libre Competencia.
El fiscal puede contar con el auxilio de la policía para cumplir con esta tarea. La ley dispone
que con conocimiento del Presidente del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, la Dirección
General de la Policía de Investigaciones de Chile deberá poner a disposición del Fiscal Nacional
Económico el personal que ésta requiera para el cumplimiento del cometido o ejecutar las diligencias
que le solicite con mismo objeto.
Esta facultad está sujeta a control judicial preventivo. El Fiscal debe contar con la
aprobación previa del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, y autorización del Ministro de la
Corte de Apelaciones que corresponda de acuerdo al turno.
La actuación de la Fiscalía está sujeta a control judicial represivo. En caso que la Fiscalía
no cumpliere con alguno de los requisitos o formalidades indicados, los afectados podrán reclamar ante
el Ministro de la Corte de Apelaciones respectiva, el que resolverá de forma inmediata, en una sola
audiencia, sin forma de juicio y oyendo a las partes.
Si el Ministro considera que la medida ha sido ilegal, la ley prevé, asimismo, que los
antecedentes obtenidos constituyen “prueba ilícita”.
Los antecedentes que se obtengan en virtud del ejercicio de estas facultades, no podrán ser
utilizados por la Fiscalía en ninguna otra investigación, salvo que medie una nueva autorización
judicial.
iii) Arresto.
El artículo 42 dispone que el Fiscal puede apremiar a quienes entorpezcan las investigaciones
que instruya la Fiscalía Nacional Económica en el ámbito de sus funciones, mediante arresto hasta por
15 días. Esta facultad está sujeta a control judicial previo, pues la orden de arresto se dará por el juez
letrado con jurisdicción en lo criminal que sea competente según las reglas generales, a requerimiento
del Fiscal Nacional Económico, previa autorización del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia.
La voz “autorización” debe entenderse como aprobación de la legalidad de la medida solicitada.
Ante la Corte Suprema, el Fiscal Nacional Económico, por sí o por delegado, podrá defender o
impugnar los fallos del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia.
Respecto de las investigaciones practicadas por los Fiscales Adjuntos y de los cargos formulados
por éstos, el Fiscal Nacional Económico podrá hacerlos suyos ejerciendo sus funciones acusadoras ante
el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia o desestimarlos, con informe fundado a esta misma.
Los fallos, decisiones, dictámenes e instrucciones que dicten el Tribunal de Defensa de la Libre
Competencia o los tribunales de justicia en las materias a que se refiere esta ley.
Aquellos que solicite el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, en los casos en que el
Fiscal Nacional Económico no tenga la calidad de parte.
Dichos acuerdos los suscribirá con los agentes económicos involucrados en sus investigaciones,
con el objeto de cautelar la libre competencia en los mercados. Esta facultad está sujeta a control
judicial. El tribunal tomará conocimiento del acuerdo en una sola audiencia, sin forma de juicio,
convocada especialmente al efecto, dentro del 5º día hábil de recibidos los antecedentes, durante la
cual podrá escuchar alegatos de las partes comparecientes al acuerdo. El tribunal deberá aprobar o
rechazar el acuerdo en un plazo máximo de 15 días hábiles contados desde la fecha de la audiencia.
Estas resoluciones serán vinculantes para las partes que comparecieron al acuerdo y en su contra sólo
procederá el recurso de reposición.
ii) Requerir de cualquier oficina, servicio o entidad referida, que ponga a su disposición los
antecedentes que estime necesarios para las investigaciones, denuncias o querellas que se encuentre
practicando o en que le corresponda intervenir. El Fiscal Nacional Económico también podrá recabar y
ejecutar por medio de los funcionarios que corresponda, el examen de toda documentación, elementos
contables y otros que estime necesarios.
iii) Requerir de los organismos técnicos del Estado los informes que estime necesarios.
i) Solicitar a los particulares las informaciones y los antecedentes que estime necesarios
con motivo de las investigaciones que practique. Esta facultad está sometida a control
judicial. Las personas naturales y los representantes de personas jurídicas a los que el fiscal Nacional
Económico requiera antecedentes o informaciones, cuya entrega pudiere irrogar perjuicio a sus
intereses o a los de terceros, podrán solicitar al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia que deje
ii) Llamar a declarar, o pedir declaración por escrito, a los representantes, administradores,
asesores y dependientes de las entidades o personas que pudieren tener conocimiento de hechos, actos
o convenciones objeto de investigaciones y a toda otra persona que hubiere ejecutado y celebrado con
ellas actos y convenciones de cualquier naturaleza, respecto de algún hecho cuyo conocimiento estime
necesario para el cumplimiento de sus funciones.
i) Ejecutar y celebrar toda clase de actos y contratos sobre bienes muebles e inmuebles y sobre
cosas corporales o incorporales que integren el patrimonio del Servicio, incluso aquellos que permitan
enajenar y transferir el dominio y transigir respecto de derechos, acciones y obligaciones, sean
contractuales o extracontractuales. Dichas transacciones deberán ser aprobadas por resolución del
Ministerio de Hacienda, cuando se trate de sumas superiores a 2.000 UF.
iv) Convenir con otros servicios públicos y organismos del Estado, la transferencia
electrónica de información, que no tenga el carácter de secreta o reservada de acuerdo a la ley, para
facilitar el cumplimiento de sus funciones. Asimismo, y previa resolución fundada del Fiscal Nacional
Económico, podrá convenir la interconexión electrónica con organismos o instituciones privadas. Del
mismo modo, podrá convenir esta interconexión con organismo públicos extranjeros u organizaciones
internacionales, con los cuales haya celebrado convenios o memorándum de entendimiento.
El código de comercio chileno de 1865, que entró en vigencia en 1867, inspirado en el Código
de Comercio francés de 1807, dio amplia cabida al principio de la autonomía de la voluntad, sin
establecer protección alguna en favor del contratante que adquiría los bienes o requería la prestación
de los servicios. Los derechos de las partes quedaron regulados en el marco del contrato, cuyas normas
eran, por lo general, supletorias de la voluntad de los contratantes.
Durante el siglo XX, la autonomía de la voluntad fue limitada por la promulgación de las leyes
destinadas a regir la economía y a orientar y regular el contenido de ciertos contratos; fenómeno este
último al que se le denominó dirigismo contractual. Más tarde, la economía planificada cedió el
paso a la denominada social de mercado, en la que el Estado juega un rol subsidiario, pero que se
reserva el derecho de controlar, de supervisar la actuación de los sujetos y de las empresas para evitar
los abusos derivados del exceso de poder económico.
El conjunto de normas jurídicas que regulan las relaciones entre consumidores o usuarios y
proveedores, constituye el denominado derecho del consumidor. Este derecho se encuentra contenido
en distintas fuentes que, en orden jerárquico, van desde las Constituciones Políticas de los Estados hasta
las simples ordenanzas municipales, pasando por las leyes generales, decretos supremos y reglamentos.
Una de las primeras expresiones de este derecho se encuentra contenida en la Sherman Antitrust
Act, de 02 de junio de 1890, de los Estados Unidos de Norteamérica, puesto que se trataba de un texto
destinado a sancionar las prácticas contrarias a la libre competencia.
Otra manifestación de los orígenes del derecho del consumidor, es la ley alemana de 16 de
marzo de 1894, que obligaba a devolver el dinero o los bienes recibidos por un contrato, cuando había
un abuso, siendo nula cualquier cláusula que permitiera que el dinero quedase en manos del acreedor.
Desde mediados del siglo XX, los países introducen en sus ordenamientos jurídicos normas
constitucionales y legales destinadas a proteger los derechos de los consumidores o usuarios.
Los siguientes son los textos en los cuales se contiene, a través del tiempo, el derecho nacional
de tutela del consumidor o usuario:
El primer texto que en forma sistemática regula los derechos de los consumidores o usuarios es la
ley nº19.496 de 1997, que en la actualidad se mantiene vigente, pero que ha sido reformada por la ley
nº19.955 de 14 de julio de 2004 en los aspectos que analizaremos enseguida, y por la ley nº20.555 que
entre otras cosas, crea el Sernac Financiero. En adelante, para referirnos a esta ley en su texto actual,
utilizaremos la abreviatura LPC que significa Ley de Protección de los Derechos de los Consumidores
Finalmente, a fines de 2011 se dictó la ley nº20.555, que introduce ciertas modificaciones y crea el
SERNAC financiero.
Las reformas introducidas en la ley nº19.496 por la ley nº19.955 se refieren fundamentalmente
a las siguientes materias:
Cuando los contratos de adhesión se convirtieron en los únicos instrumentos idóneos para la
contratación masiva, fue preciso convertir al cliente en consumidor, es decir, transformarlo de
simple parte débil, en sujeto amparado especialmente por ele ordenamiento jurídico, donde se
establecen los derechos irrenunciables de los consumidores y los deberes de los proveedores.
De conformidad con lo previsto en el artículo 1 nº1 LPC, se entiende por “consumidores o usuarios
las personas naturales o jurídicas que, en virtud de acto jurídico oneroso, adquieren, utilizan o disfrutan, como destinatarios
finales, bienes o servicios”. Se trata de un concepto restringido de consumidor o usuario que se limita tan
sólo al destinatario final de los productos o servicios. Otras legislaciones dan cabida a una noción más
amplia de consumidor.
De acuerdo con la definición, deben cumplirse las siguientes exigencias para que estemos en
presencia de un consumidor o usuario:
b) Que el acto o contrato tenga por objeto la adquisición de bienes o la prestación de servicios
para el consumidor.
No se trata de nociones similares, sino que entre ellas existen las siguientes diferencias:
a) La clientela es un concepto abstracto que forma parte de los elementos del establecimiento de
comercio o de la empresa, desligado de los individuos que la componen. La clientela no puede
ser objeto ni sujeto de derecho. El derecho sólo puede proteger la clientela contra atentados
que puedan eliminarla o restringirla.
El Derecho Comercial clásico tiene como sujeto activo al comerciante, definido en el artículo 7
del Código de Comercio sobre la base de acto de comercio.
El empresario es el sujeto que organiza los factores productivos para participar en el mercado
de bienes y servicios. Es el actor del Derecho Comercial moderno concebido como derecho regulador
de la actividad de la empresa.
Según el artículo 2 de la ley nº19.496: “Son proveedores las personas naturales o jurídicas de carácter
público o privado, que habitualmente desarrollan actividades de producción, fabricación, importación, construcción,
distribución o comercialización de bienes o prestación de servicios a consumidores, por las que se cobre un precio o una
tarifa”. “No se considera proveedores [nos dice el inciso final de la misma norma] a las personas que posean un
título profesional o ejerzan su actividad en forma independiente”. Este inciso fue agregado por la ley nº19.955 de
14 de julio de 2004.
El propósito de la LPC está fijado por el artículo 1º de la ley nº19.946 y consiste en:
a) Regular las relaciones entre proveedores y consumidores.
b) Establecer las infracciones en perjuicio de los consumidores.
c) Señalar el procedimiento aplicable en esas materias.
Queda claro que con esta legislación se trata de proteger a los consumidores o usuarios, debido
a la vulnerabilidad que ellos tienen frente a los proveedores, confiriéndoles a los primeros un conjunto
de derecho a fin de que puedan llevar a cabo, en mejores condiciones, su vinculación con los segundos.
Le reforma introducida por la ley nº19.555 tiende a poner fin a las asimetrías existentes
entre consumidores y proveedores, aunque no podemos decir que ese objetivo se haya logrado en
plenitud, porque muchas de ellas no se subsanan por vía legal.
De conformidad con el texto del artículo 2 LPC, quedan sometidos a las disposiciones de esta
ley:
a) Los actos jurídicos que, de conformidad con lo preceptuado en el Código de Comercio u otras
disposiciones legales, tengan el carácter de mercantiles para el proveedor y de civiles para el
consumidor (actos mixtos).
b) Los actos de comercialización de sepulcros o sepulturas.
c) Los actos o contratos en que el proveedor se obligue a suministrar al consumidor o usuario el
uso o goce de un inmueble por períodos determinados, continuos o discontinuos, no superiores
a tres meses, siempre que lo sean amoblados y para fines de descanso o turismo.
No quedará sujeto a esta ley el derecho a recurrir ante los tribunales de justicia por la
calidad de la educación o por las condiciones académicas fijadas en los reglamentos internos
e) Los contratos de venta de viviendas realizadas por empresas constructoras, inmobiliarias y por
los Servicios de Vivienda y Urbanización, en lo que no diga relación con las normas sobre
calidad contenidas en la ley Nº 19.472, y
En todo caso, de acuerdo con lo previsto por el artículo 2bis LPC, no obstante lo dispuesto en el
artículo 2, sus normas no serán aplicables a las actividades de producción, fabricación, importación,
construcción, distribución y comercialización de bienes o de prestación de servicios reguladas por leyes
especiales, salvo:
Señalemos, a modo de precisión de la letra a) del artículo 2bis LPC, que se trata de actividades
mercantiles que están sujetas a una normativa especial, como ocurre por ejemplo con la actividad
bancaria, financiera, cambiaria, de intermediación de valores, de seguros, de medios de comunicación
escritos, radiales o televisivos, de telecomunicaciones, de transporte aéreo, etc. Sin embargo, en las
materias que estas leyes especiales no contemplan, como por ejemplo, publicidad, contratos de
adhesión, organización de consumidores, promociones, ofertas e información, son aplicables las reglas
de la LPC
a) La libre elección del bien o servicio. El silencio no constituye aceptación en los actos de
consumo;
Este artículo 3, incorpora además, en virtud de los preceptuado en la ley 20.555, los siguientes
derechos del consumidor de productos o servicios financieros:
a) Recibir la información del costo total del producto o servicio, lo que comprende conocer la
carga anual equivalente a que se refiere el artículo 17 G, y ser informado por escrito de las
razones del rechazo a la contratación del servicio financiero, las que deberán fundarse en
condiciones objetivas.
b) Conocer las condiciones objetivas que el proveedor establece previa y públicamente para
acceder al crédito y para otras operaciones financieras.
c) La oportuna liberación de las garantías constituidas para asegurar el cumplimiento de sus
obligaciones, una vez extinguidas éstas.
d) Elegir al tasador de los bienes ofrecidos en garantía, entre las alternativas que le presente la
institución financiera.
e) Conocer la liquidación total del crédito, a su solo requerimiento.
Sostenemos doctrinariamente que los acuerdos de colaboración de plazo indefinido, como por
ejemplo, el contrato de agencia comercial, el contrato de concesión mercantil, de distribución
comercial y joint venture, por nombrar los más conocidos, terminan por declaración unilateral. Más aún,
en la doctrina española, Diez-Picazo y Ponce de León sostiene que es perfectamente admisible la
posibilidad de una denuncia o desistimiento unilateral, aunque la ley o el contrato no otorguen
expresamente esa facultad, tratándose de contratos que contienen obligaciones duraderas o de tracto
sucesivo; que no tengan un plazo previsto de duración temporal, de suerte que según la ley o el negocio
jurídico, son de duración indefinida; y que se trata de relaciones contractuales en las que existe un
componente fiduciario o un intuito personæ, que se funden en la confianza recíproca de las partes, de
manera que cuando esa confianza desaparezca, surja la causa para ponerles término.
Por otra parte, no puede ejercerse el derecho de retracto cuando el bien materia del contrato se
haya deteriorado por hecho imputable al consumidor.
Tal prerrogativa puede hacerse valer en los siguientes contratos y de acuerdo a los requisitos
que señalamos a continuación:
a) En la compra de bienes y contratación de servicios realizadas en reuniones convocadas o concertadas con dicho
objetivo por el proveedor, en que el consumidor deba expresar su aceptación dentro del mismo día de la reunión. El
ejercicio de este derecho se hará valer mediante carta certificada enviada al proveedor, al
domicilio que señala el contrato, expedida dentro del plazo indicado en el en el
encabezamiento del artículo 3º bis de la LPC.
Los tribunales competentes en nuestro medio, han resuelto situaciones en que las empresas
proveedoras no han respetado este derecho ejercido por el consumidor. En tales casos se ha
discutido acerca de la prueba de los requisitos previstos en la LPC, como por ejemplo, si el
contrato se celebró por el consumidor efectivamente en un reunión convocada y concertada
por el proveedor con tal propósito.
b) En los contratos celebrados por medios electrónicos, y en aquéllos en que se aceptare una oferta realizada a través
de catálogos, avisos o cualquier otra forma de comunicación a distancia, a menos que el proveedor haya dispuesto
expresamente lo contrario. Para ello podrá utilizar los mismos medios que empleó para celebrar el
contrato, esto es, por comunicaciones o mensajes electrónicos y el plazo de 10 días para
ejercerlo se cuenta desde la celebración del contrato en el caso de los servicios, siempre que el
proveedor haya cumplido con la obligación de remitir la confirmación escrita señalada en el
artículo 12 A. De no ser así, el plazo se extenderá a 90 días. No podrá ejercerse el derecho de
retracto cuando el bien, materia del contrato, se haya deteriorado por hecho imputable al
consumidor.
En aquellos casos en que el precio del bien o servicio haya sido cubierto total o parcialmente
con un crédito otorgado al consumidor por el proveedor o por un tercero previo acuerdo entre
éste y el proveedor, el retracto resolverá dicho crédito. En caso de haber costos involucrados,
éstos serán de cargo del consumidor, cuando el crédito haya sido otorgado por un tercero.
Deberán restituirse en buen estado los elementos originales del embalaje, como las etiquetas,
certificados de garantía, manuales de uso, cajas, elementos de protección o su valor respectivo,
previamente informado.
Es interesante destacar que la inclusión del derecho de retracto en los contratos electrónicos es muy
necesaria, sobre todo si se tiene en cuenta que la característica fundamental de éstos es que se
trata de contratos entre ausentes, en los cuales el consumidor no tiene a la vista el objeto sobre el
cual versa la convención, aunque la página WEB del proveedor le permita acceder a diversas
fotografías o dibujos del mismo, de manera que al recibir físicamente el producto advierta que
no es lo que efectivamente desea o espera de él. En el comercio electrónico, la protección del
consumidor resulta todavía más necesaria que en el comercio tradicional.
c) Conforme al texto del artículo 3º ter de la LPC, se autoriza al alumno o quien efectúe el pago
en su representación, para que dentro del plazo de 10 días, contados desde aquel en que se
complete la primera publicación de los resultados de las postulaciones a las universidades
pertenecientes al Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas, deje sin efecto el contrato
con la respectiva institución, sin pago alguno por los servicios educacionales no prestados.
Este derecho de retracto puede hacerse efectivo siempre que se trate de alumnos de primer año
de una carrera o programa de pregrado y a condición que se acredite ante la institución
respecto de la cual se ejercita esta facultad, el hecho de encontrarse matriculado en otra
entidad de educación superior.
La institución educacional no puede, en ningún caso, retener con posterioridad al ejercicio del
derecho de retracto, ni los dineros pagados ni los documentos de pago o de crédito entregados
en respaldo del período educacional correspondiente, quedando obligada a devolver todos ellos
en el plazo de 10 días, contados desde que se ejercite el derecho aludido. Cuando se ha
conferido mandato general para hacer cobros futuros, éste queda recovado por el sólo
ministerio de la ley, desde la fecha de la renuncia efectiva del alumno al servicio educacional.
La entidad educacional se debe abstener de negociar o endosar los documentos recibidos antes
del plazo de 10 días señalado en el inciso primero del artículo 3ter LPC. Con todo, la
institución de educación superior está autorizada para retener, por concepto de costos de
administración, un monto de la matrícula, que no puede ser superior al 1% del arancel anual
del programa o carrera de estudios.
En efecto, hemos visto que la noción de consumidor surge cuando se hizo necesaria la
protección del mismo, ante la contratación masiva sujeta a condiciones generales, a las cuales estaba
obligado a adherir, llegando a constituirse en la parte débil, que el legislador no podía menos que
amparar.
A pesar que la ley establece y ampara los derechos del consumidor, de todas maneras sigue
siendo la parte débil en los contratos, frente al proveedor, organizado como poderosa empresa
económica, que dispone de tecnología y de estrategias para defender sus intereses. Siendo esto así,
parece lógico que esta legislación autorice la existencia de asociaciones de consumidores, que les
permitan defender sus derechos en forma colectiva. Sin ninguna duda, actuar colectivamente a través
de una entidad representativa es mejor que hacerlo en forma individual.
La ley chilena, luego de la reforma introducida por la ley nº19.955 confiere a las asociaciones de
consumidores no sólo facultades de simple información, difusión y educación, sino que además, la de
representar tanto el interés colectivo y difuso de los consumidores, pudiendo ejercitar las acciones y
hacer valer los recursos ante las autoridades administrativas y frente a los órganos jurisdiccionales.
Por último, es interesante destacar que gracias a la reforma introducida por la ley nº19.955, las
asociaciones de consumidores pueden participar en los procesos de fijación de tarifas de los servicios
básicos domiciliarios, tales como servicios sanitarios de agua y alcantarillado, luz, gas, teléfono, etc.,
todos los cuales hace ya largo tiempo han dejado de ser servicios públicos o empresas públicas y están
en manos de consorcios multinacionales, orientados esencialmente por fines lucrativos.
Cuando el tribunal, dentro del plazo de 3 años, declare temerarias dos o más demandas
colectivas interpuestas por una misma asociación de consumidores, puede, a petición de parte, en casos
graves y calificados, decidir la disolución de la respectiva asociación, mediante una sentencia fundada
(art. 7 inc. 2º LPC).
Para resolver un conflicto originado en una relación de consumo, lo normal es que los
consumidores o usuarios reclamen sus derechos ante quien los haya infringido, esto es, el proveedor,
que es la persona física o jurídica que explota el establecimiento o empresa mercantil donde hayan
adquirido el producto o donde se les haya prestado el servicio. Ahora bien, si el proveedor no da una
respuesta satisfactoria que resuelva el conflicto, es necesario ejercitar las acciones que provienen de tales
derechos.
Las acciones tienen diversos objetivos, entre los cuales se puede señalar:
Estos conceptos están descritos en el artículo 50 incisos 4º, 5º y 6º LPC, como veremos a
continuación:
a) Acciones individuales: “Son de interés individual las acciones que se promueven exclusivamente en defensa de
derechos del consumidor afectado”.
b) Acciones de interés colectivo: “Son de interés colectivo las acciones que se promueven en defensa de derechos
comunes a un conjunto determinado o determinable de consumidores, ligados a un proveedor por un vínculo
contractual”.
c) Acciones de interés difuso: “Son de interés difuso las acciones que se promueven en defensa de un conjunto
indeterminado de consumidores afectados en sus derechos”.
Según lo dispuesto por el artículo 50 A inc. 1º LPC, los jueces de policía local conocerán de
todas las acciones que emanan de esta ley, siendo competente aquel que corresponda a la comuna en
que se hubiere cometido la infracción o dado inicio a su ejecución, a elección del actor.
En el caso de contratos celebrados por medios electrónicos en que no sea posible determinar lo
señalado en el inciso 1º de dicho artículo, será juez competente aquél de la comuna en que resida el
consumidor.
Se trata de un procedimiento de única instancia, de manera que todas las resoluciones que se
dicten en él, incluida la sentencia, son inapelables. Además, las multas impuestas por el juez no pueden
exceder el monto de lo otorgado en la sentencia definitiva.
Este tipo de procedimiento queda entregado a la competencia de los juzgados de policía local.
Presentado el requerimiento, denuncia o querella, el tribunal ordena su notificación, fijando día y hora
para la audiencia de contestación y conciliación. La denuncia, querella o demanda deberá presentarse
En estos procedimientos, de acuerdo a lo dispuesto por el inciso final del artículo 50 A LPC,
serán competentes los tribunales ordinarios de justicia, de acuerdo a las reglas generales (el
procedimiento, sin embargo, a pesar de seguir las reglas del juicio sumario, estará sujeto a las
particularidades exigidas por la LPC). La sentencia definitiva que se dicte es susceptible de apelación, la
que se concederá en ambos efectos.
El artículo 58 LPC señala que son funciones del SERNAC velar por el cumplimiento de las
disposiciones de la presente ley y demás normas que digan relación con el consumidor, difundir los
derechos y deberes del consumidor y realizar acciones de información y educación del consumidor, y
especialmente:
f) Recibir reclamos de consumidores que consideren lesionados sus derechos y dar a conocer al
proveedor respectivo el motivo de inconformidad a fin de que voluntariamente pueda
concurrir y proponer las alternativas de solución que estime convenientes. Sobre la base de la
respuesta del proveedor reclamado, el Servicio Nacional del Consumidor promoverá un
entendimiento voluntario entre las partes. El documento en que dicho acuerdo se haga constar
tendrá carácter de transacción extrajudicial y extinguirá, una vez cumplidas sus estipulaciones,
la acción del reclamante para perseguir la responsabilidad contravencional del proveedor.
Partamos por señalar, a fin de no caer en confusiones, de que no existe una entidad especial
llamada SERNAC financiero, sino que se trata del mismo Servicio Nacional del Consumidor, cuyas
funciones se han ampliado al ámbito financiero, en virtud de la ley nº20.555.
Esta ley se aplicará a todos los productos y servicios de índole financiero, como créditos de
consumo, créditos hipotecarios, tarjetas de crédito, líneas de crédito, prestados tanto por bancos e
instituciones financieras, como por establecimientos comerciales, compañías de seguros, cajas de
compensación, cooperativas de ahorro y crédito u otros proveedores de servicios crediticios, de seguros
y, en general, de cualquier producto financiero.
• No pueden cambiar los precios, tasas, cargos, comisiones, costos y tarifas de un producto o
servicio financiero cuando el cliente solicite la renovación, restitución o reposición de su
soporte físico, como el plástico de la tarjeta de crédito;
• No pueden ofrecer o vender productos o servicios de manera atada, como cuando se impone al
consumidor la contratación de productos o servicios adicionales;
• Tienen la obligación de incluir en los contratos una serie de aspectos mínimos, como un
desglose de todos los cargos, comisiones, costos y tarifas; las causas de término anticipado al
contrato, la duración del contrato, el costo por término o pago anticipado, un anexo con cada
producto contratado, indicando cuáles son obligatorios por ley y qué productos asociados. Por
ejemplo, los seguros, que en la mayoría de los casos son voluntarios.
Por otra parte, los contratos por escrito sobre productos financieros, para hacerlos simples y
transparentes, deben contener:
• Un desglose de todos los cargos, comisiones, costos y tarifas que expliquen el valor efectivo de
los servicios prestados, incluso los que no forman parte directamente del precio o que
corresponden a otros productos contratados simultáneamente.
• Las causas que pueden hacer que el proveedor dé término anticipado al contrato, el plazo en
que se hará efectivo el término y el medio por el cual se comunicará al consumidor.
• La duración del contrato y las causas que puedan dar lugar a su término anticipado por parte
del consumidor. Debe decir también con qué plazo hay que dar el aviso previo de término de
contrato y si hay costo por término o pago anticipado total o parcial.
• Si la institución cuenta con un servicio de atención al cliente que atienda consultas y reclamos e
informar cómo acceder a él.
• Los contratos que consideren cargos por uso, mantención u otros fines deberán especificar
claramente sus montos, periodicidad y mecanismos de reajuste.
• Una hoja con un resumen de sus principales cláusulas. Este resumen debe ser estandarizado e
incluido en las cotizaciones, para que el consumidor pueda comparar.
Si un proveedor no respeta estas condiciones, se expone a una multa de hasta 750 UTM (más
de $29 millones). El cliente, además, puede pedir ante la justicia que se declaren nulas las
cláusulas de un contrato que no sigan estas indicaciones.
El Servicio Nacional del Consumidor deberá otorgar un sello SERNAC a los contratos de
adhesión de bancos e instituciones financieras, establecimientos comerciales, compañías de seguros,
cajas de compensación, cooperativas de ahorro y crédito y otros proveedores de servicios crediticios, de
seguros y, en general, de cualquier producto financiero, cuando dichas entidades lo soliciten y
demuestren cumplir con las siguientes condiciones:
a) Que el Servicio Nacional del Consumidor constate que todos los contratos de adhesión que
ofrezcan y que se señalan en el inciso siguiente se ajustan a esta ley y a las disposiciones
reglamentarias expedidas conforme a ella;
b) Que cuenten con un servicio de atención al cliente que atienda las consultas y reclamos de los
consumidores, y
c) Que permitan al consumidor recurrir a un mediador o a un árbitro financiero que resuelva las
controversias, quejas o reclamaciones, en el caso de que considere que el servicio de atención al
cliente no ha respondido satisfactoriamente sus consultas o reclamos por cualquier producto o
servicio financiero del proveedor que se otorgue en virtud de un contrato de adhesión de los
señalados en el inciso siguiente.
Los proveedores de productos y servicios financieros que deseen obtener el sello SERNAC
deberán someter a la revisión del Servicio Nacional del Consumidor todos los contratos de adhesión
que ofrezcan, relativos a los siguientes productos y servicios financieros:
Cuando el consumidor elige un contrato con Sello SERNAC, sabrá que ese Banco o
Multitienda tiene una oficina de atención al cliente que tendrá que resolverle su reclamo en máximo 10
días.
La empresa que no cumpla con lo que resolvió el servicio de atención al cliente o el mediador,
arriesga multas de hasta 750 UTM y a que le quiten el Sello SERNAC (viene a ser entonces, una
especie de label o etiqueta).
El Sello SERNAC sólo puede estar vigente si la empresa mantiene las mismas condiciones que
tenía cuando lo obtuvo. También se tomará en cuenta cómo se ha portado la empresa en ese tiempo
considerando las sanciones y el número de reclamos. Por lo tanto, si la empresa pierde el sello, debe
suspender de inmediato cualquier publicidad que lo mencione.
Finalmente, el SERNAC podrá designar como ministros de fe a ciertos funcionarios del Servicio
que podrán certificar los hechos que infrinjan la Ley. Esto significa que serán una especie de
fiscalizadores que podrán constatar en terreno si se produce una infracción y levantar un acta que
servirá de prueba en tribunales.
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