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“Yo no sé como aprendí a cantar los versos de El Torito, pero creo que lo
traía en la sangre desde que arrastraba troncos de madera por todo el
Magdalena”, dice Mingo Pérez. Quizás recogía los cantos y la memoria del
agua que llevaban y traían los negros bogas en las embarcaciones que
remontaban el río desde el siglo XVII, cantando en la urdidumbre de la
selva recién abierta en las riberas donde armaban sus rituales de
tambores, canto, coros y baile. En 1825 el viajero Carl August Gosselman
escribió un libro en donde señala que quien en el Magdalena “debe llevar
aguardiente para los bogas, a fin de que no se arrepientan de haber
emprendido el largo viaje”.
El caso es que los africanos congos llegaron por varias vías a Barranquilla.
Asentándose en los alrededores de los caños del Magdalena, buscando
espacios urbanos en los extramuros de los barrios Arriba y Abajo del río.
Mimetizándose en una especie de “camuflaje” simbólico con los mestizos
de un sitio de libres donde reprodujeron parte apreciable de su cultura
para pasar en cierta forma desapercibidos. A los que se sumarían otras
migraciones, como la de los negros cesantes de las obras del Ferrocarril de
Panamá, construido entre 1850 y 1855, para las obras del Ferrocarril de
Bolívar entre Barranquilla y Sabanilla comenzado en 1869 y terminado en
1888. La presunción surge dado que parte de los constructores de esta
obra en sus diversas épocas –como es el caso de Ramón Santo Domingo
Vilá-, tenían estrechos vínculos con Panamá donde fungió como
Gobernador y comandante de las tropas allí apostadas.
Una de las posible puertas de llegada y difusión de esta cultura las ofrece
Julio Mario Sanchez, director del Congo Reformado: “Soy artesano,
comerciante. Estoy en el rebusque intermitente. Esto es herencia familiar.
Esto lo tenía mi papa Manuel y mi hermano Atilano. Ambos
fallecidos. Venían desde 1962. Antes ellos militaron en el Congo Grande,
en el Toro Negro, que ya no existe. El Toro Negro quedaba en Carrizal. Era
de la familia Cabrera. Yo me encargo del Congo Reformado desde 1987. Lo
de Toro es por las reformas. En la primera época fueron los travestis y
después los maricas. Mi papá metió solo mujeres. Antes iban mujeres,
pero no eran participantes, se encargaban de dar la comida, de coser, eran
acompañantes, no participantes. Antes en las danzas de Congos se
pegaban los disfraces colectivos. Se pegaban monocucos, marimondas. Y
la fauna en general. El origen es africano. Esta danza llego desde
Cartagena, en los asentamientos africanos. Luego se riega por los pueblos
a las orillas del rio. Se fortalece en el barrio Arriba y Abajo. Antes solo
existía el Congo Grande y El Torito. El Congo Grande el director es Adolfo
Maury. El abuelo de Maury fue Ventura Cabrera”.
Luz Elena Guete, del Congo Campesino de Galapa, tiene su propia versión
de las índoles de los orígenes y de la trayectoria del grupo: “Mi padre es el
Presidente de la danza. Fue fundada en 1916. La tradición de 72 años en el
municipio. La danza nació de campesinos, de una asociación de
agriculturas. L a palabra congo significa congole y es una tradición. El
primer director fue Mercedes Acosta y después al señor Alberto Patiño,
compadre de mi papa y después a manos de mi papa José Vicente Guette.
El la recoge con siete integrantes. Antonio Polo la tuvo pero la dejo caer
por 3 años. Mi papa la recogió y ahora somos 75. Somos primer puesto en
Barranquilla. Todos los integrantes se dedican a la agricultura, se financian
con la yuquita con la roza. Esta danza llega de Cartagena. Cuando Alberto
Barros Patiño la tiene es una danza de hombres. Algunos se vestían de
mujeres. Esta danza es de puros hombres. El atuendo es africano. La
manta, la gola significa un manto guerrero y un arma que es el machete. El
turbante es también símbolo. Los espejos son lujos, pero se usan más en
Barranquilla”.