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La Psicología de la Cognición Social

Elena M Zubieta1

1. Introducción

El propósito de este texto es puntualizar algunos de los principales aportes de la Cognición


Social, muchos de los cuales están en la base de perspectivas más integradoras desarrolladas
en el ámbito de la psicología social europea en la década de los 70’ del siglo pasado como las
que propusieron Henri Tajfel y Serge Moscovici a través de las teorías de la Identidad Social y
de las Representaciones Sociales, respectivamente. Como bien indican Álvaro y Garrido
(2003), ambas responden a una forma de entender la realidad social que integra tanto niveles
de explicación psicológicos como sociológicos, atendiendo a la vez a especificidades históricas
y contextuales.
Sin embargo, no es posible entender aquellas robustas formulaciones si no se hace
previamente un repaso de algunas contribuciones fundamentales producto del esfuerzo de
dar respuesta crítica a los postulados del Conductismo, introducidos por Floyd Allport en la
Psicología Social a principios del siglo XX. Frente a las limitaciones de la perspectiva
conductista, los primeros cognitivistas ofrecieron una nueva aproximación con la que
revolucionar el campo de la Psicología Social proponiendo: un mayor énfasis en el estudio de
los procesos internos de los individuos, en lugar de en los resultados externos y en las
influencias externas de los grupos; la realización de análisis mucho más pormenorizados de
aquellos procesos, sobre todo los relacionados con la percepción de las personas y; la
medición de un mayor número de variables dependientes que permitiera un análisis más
detallado. A pesar de estas innovaciones, para muchos investigadores no hubo una respuesta
satisfactoria a los déficits que la Psicología Social exhibía en ese momento (Leyens & Dardenne,
1996).
La tradición cognitiva de la psicología social fue alentada particularmente por las ideas de
diversos psicólogos de origen europeo como Kurt Lewin, Fritz Heider y Salomon Asch. La
Teoría del Campo de Lewin contiene elementos cognitivos, pero es razonable afirmar que Asch
y Heider fueron las figuras seminales en el establecimiento del interés de la psicología social

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Ficha didáctica desarrollada para uso exclusivo de la cátedra de Psicología Social 2 de la Facultad de Psicología
de la Universidad de Buenos Aires.
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por los procesos de información-integración y pensamiento. Ambos trabajaron en Estados


Unidos desde la década de 1930, y Asch se educó en Nueva York, pero se nutrieron
considerablemente de las ideas de la psicología gestáltica alemana que subrayaba el hecho
de que las entidades complejas no pueden explicarse por la naturaleza de sus partes
constituyentes. Aunque Asch entendía que las personas no se las percibe del mismo modo
que a otras entidades, y que por lo tanto la psicología social no puede reducirse a la psicología
individual, ni él ni Heider intentaron seriamente construir una teoría de entidades o hechos
sociales irreductibles, como lo habría hecho Durkheim (Harré & Lamb, 1992). Aun así, sus
desarrollos ayudaron a delimitar al objeto de la cognición social –las personas y las relaciones
sociales- como diferente al objeto de la cognición “no social”, y con fuertes implicancias para
el funcionamiento en el entorno humano. Fueron más allá de esta distinción señalando que,
en realidad, toda cognición tiene un origen social, puesto que el conocimiento de la realidad,
y la forma en que las personas la procesan, surge y se desarrolla a través de la interacción
social. Se habla así de la aportación original que la psicología social hizo a la cognición ya que
la corriente dominante en Europa destacaba la dimensión social del conocimiento (Gaviría
Stewart & Silván Ferrero, 2013).
Para Páez e Insúa (1991), la cognición social se ocupa de los pensamientos que se activan
automáticamente o de forma más controlada en el sistema cognitivo de las personas y del por
qué, de cómo se almacena, organiza y recupera esa información social, de cómo se forman las
impresiones sobre otras personas y de cómo se explican los comportamientos. Para
desenvolverse en un medio social complejo como el caracteriza a los grupos humanos, las
personas necesitan poner en marcha diversos mecanismos mentales que les ayudan a resolver
los problemas que el medio les plantea continuamente. Esta necesidad ha hecho que se
desarrollen capacidades cognitivas que permiten la coordinación con otros y la intervención
eficaz dentro de un grupo, así como tendencias motivacionales básicas que impulsan a
hacerlo.
En el proceso descripto, es necesario que las personas den significados al mundo social, y
que esos significados sean compartidos por otros; lo que implica comprender, recordar y
predecir la conducta de otras personas, elaborar juicios e inferencias a partir de lo que
perciben de los demás, y adoptar decisiones en función de esa información. Esto es
precisamente lo que estudia la Cognición Social, así como también la influencia en esos
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procesos de la presencia de los demás, de la motivación (las metas) y del estado emocional en
cada situación concreta (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013).
La cognición del mundo social no es ya entonces considerada como algo invariable y
estático, sino más bien como construida activamente por los individuos, y determinada tanto
por los factores relacionados con la persona como con el ambiente que los rodea, el cual
moldea en cierta medida la interpretación. Es abundante la evidencia empírica que da cuenta
de cómo los procesos culturales y de socialización se relacionan claramente con la forma en
que las personas almacenan, procesan y recuperan la información (Moya, 1999).
Rodríguez Pérez y Betancort Rodríguez (2007) plantean cuatro hipótesis clave de la
Cognición Social de las que se derivan explicaciones que enriquecen el conocimiento sobre un
extenso repertorio de conductas humanas:
1) Las conductas humanas no son respuestas al medio, sino el resultado de una
interacción entre la información nueva y el conocimiento previo.
2) La racionalidad humana no es producto de la lógica, sino del uso de heurísticos que
potencian su capacidad adaptativa.
3) Los motivos, afectos y emociones no solo no interfieren en la racionalidad humana,
sino que son indispensables para lograrla.
4) Los aspectos no conscientes y automáticos, lejos de presentar un mundo instintivo y
paralelo al consciente, son una parte importante de escenario responsable de la
conducta.
Si bien se señaló que la Cognición Social irrumpe en los años 60’ del siglo pasado como
respuesta crítica a la perspectiva conductista, es en la década del 70’ donde se difunde en su
sentido más moderno y estricto, donde es socialmente compartida y construida, quedando
constituida por una serie de procesos que realizan de una forma parecida los diferentes
individuos y grupos que pertenecen a una misma cultura, sociedad o contexto social (Leyens
& Dardenne, 1996). En los desarrollos más actuales se refuerza la idea de que los individuos
construyen la realidad, percibiéndola en función de gran cantidad de factores que modifican
esa percepción, y generalmente haciéndola más útil y funcional. Uno de los agentes que más
influencia tiene en esa construcción de la realidad social es el contexto social en el que las
personas viven (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013).
Es importante destacar aquí las importantes raíces que la psicología social tiene en la
sociología, que ha demostrado un interés consistente en los valores y las creencias, incluso
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cuando las explica como productos de fuerzas históricas y sociales que están más allá de la
comprensión y el control individuales. Particularmente, la tradición norteamericana del
interaccionismo simbólico condujo a estudios sobre la interacción y el sí-mismo. Aunque la
interacción puede estudiarse sin referencia alguna a los procesos de pensamiento de los
individuos, como lo demuestra el trabajo etológico o de laboratorio, sin embargo, los
interaccionistas simbólicos consideraron crucial para todo el proceso de interacción a la
interpretación -o, en términos de Thomas, la “definición”- de la situación por parte de los

sujetos interactuantes (Harré & Lamb, 1992). Esto es fundamental en el enfoque de Erving
Goffman, quien afirma: “En el centro mismo de la vida interactiva está la relación cognitiva
que tenemos con quienes se encuentran presentes ante nosotros, relación sin la cual nuestra
actividad, conductual y verbal, no podría organizarse significativamente” (1983, The
interaction order, en Harré & Lamb, 1992, pp.84-85).

2. El Espacio Vital y la Teoría del Campo de Kurt Lewin

Aunque el origen de la Cognición Social se asocia al auge de


la investigación sobre percepción social y atribución, en realidad
los psicólogos sociales se han interesado por los procesos
mentales desde los inicios de la disciplina. Uno de los padres
fundadores de la Psicología Social científica, Kurt Lewin, de
Kurt Lewin
(1890-1947)
origen alemán que emigró a EE.UU en 1933, llamó la atención
sobre el hecho de que el contexto social influye en el individuo a través de la percepción e
interpretación que éste hace de él (Lewin, 1951).
Lewin procuró articular los psicológico y lo sociológico, en el sentido de Doise (1982),
(Blanco, 1988). Frente a la crítica a la psicología de que no había estudiado al organismo dentro
de su ambiente, además de olvidar la estructura social, y mientras la sociología no tenía en
cuenta lo biológico ni lo psicológico, aunque no exenta de críticas, el aporte Lewin ha sido
tremendamente relevante (Javaloy Mazón &Vidal Moranta, 2007).
De diversos modos su obra tendió un puente entre la psicología gestáltica, el estudio de la
personalidad, la motivación y la psicología social. Fundador de la Teoría del Campo, planteó
que la conducta es primordialmente una función de la persona y la situación presente. De esta
fusión surge el Espacio Vital, el campo psicológico que Lewin (1936) emplea para indicar la
multiplicidad de hechos coexistentes que determinan la conducta de un individuo en un
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momento dado. Este énfasis en el carácter interrelacional de la persona y el ambiente, una de


sus más importantes contribuciones a la psicología, se expresa en la conocida ecuación:

C (conducta) = f (P (persona) + A (ambiente))

En la terminología de Lewin la persona es al mismo tiempo el equivalente al espacio vital,


hace referencia al “sujeto que actúa” en ese espacio, y designa también de modo directo las
propiedades psicológicas del individuo. Incorpora las necesidades, creencias, valores y
sistemas perceptivos y motrices que, en interacción entre sí y con el ambiente objetivo
producen el espacio vital. Por su parte, el ambiente refiere por igual al ambiente objetivo y
psicológico. El ambiente psicológico, o el ambiente tal como existe para el individuo, forma
parte del espacio vital. Durante el desarrollo, el espacio vital cambia pasando a adquirir una
mayor diferenciación, uno de sus cambios involucra la dimensión temporal (Harré & Lamb,
1992). Esta intersección se muestra en la figura 1:

propiedades objetivo
psicológicas
creencias, valores

Personalidad Espacio Vital Ambiente


sistemas
perceptivos psicológico
y motrices

Figura 1. Componentes del Campo y Espacio Vital

Desde la introducción por Lewin del concepto de Espacio Vital y de otros conceptos de la
Teoría del Campo, se acepta en general la idea de que es torpe hablar de la conducta sin tener
en cuenta tanto a la persona como al ambiente. Para comprender la conducta se necesita no
sólo un conocimiento de la experiencia pasada de la persona, sino también el conocimiento
de las actitudes y capacidades presentes, así como la situación inmediata. Moscovici (1988)
considera a la Teoría del Campo como paradigmática dado su papel esencial en proponer una
visión global de las relaciones y comportamientos humanos. El campo comprende todas las
influencias conexas, afectivas e intelectuales que afectan un comportamiento determinado
cuando éste se produce; está compuesto de regiones interdependientes con cuya ayuda se
pueden analizar la manera psicológica con que las personas se presentan su mundo y actúan
unos sobre otros. Para el autor, “[…]Lewin logra trasladar la psicología de la forma, la Gestalt,
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a los fenómenos sociales y proporciona un lenguaje para describirlos […] Traza una visión de
los individuos y los grupos en tanto que fuerzas compactas, tensiones dinámicas que se
modifican mediante su contacto […]”, de esta forma, “[…] atrajo la atención de los
psicosociólogos sobre las construcciones mentales que dan forma a la acción y a las relaciones
humanas, construcciones excluidas por la visión dominante del conductismo” (Moscovici,
1988; pp.28-29).

Uno de los ejemplos que puede graficar la influencia de los postulados de Kurt Lewin es el
de la perspectiva relacional del estrés desarrollada por Lazarus y Folkman (1984). Frente a
análisis lineales y descontextualizados, que simplemente indicaban que ante una situación
novedosa, o imprevisible, las personas tenderían a estresarse, y por tanto desarrollaban
mecanismos generales para reducir el estrés; estos investigadores observaron que no todas
las personas reaccionaban de la misma forma frente a la situación de estrés, así como
verificaron diferencias en el tiempo y la forma de su reducción. En el área del estrés ambiental,
Lazarus (1966) incorporó a las perspectivas que destacaban la dimensión fisiológica los
componentes conductual y emocional para explicar las incidencias de factores ambientales en
el comportamiento. Ante estas respuestas diferentes a las situaciones estresantes, Lazarus y
Folkman (1984) consideraron clave identificar en cada proceso la naturaleza de la relación
entre sujeto y ambiente para poder entender el complejo modelo de reacción y sus
consecuencias adaptativas. Definieron al estrés psicológico como la relación particular que el
individuo establece con el entorno que es evaluado por aquel como amenazante o
desbordante de sus recursos y que, por tanto, pone en peligro su bienestar. Detectaron dos
procesos críticos que intervienen en la relación Individuo-Entorno: la evaluación cognitiva que
la persona hace de la situación -p.e. “de amenaza” o de “desafío”- y los recursos de
afrontamiento -p.e. locus de control, inteligencia emocional. El estrés remite a toda la
situación que va desde el estímulo o factor “estresor” hasta la respuesta o reacción causada
por el entorno. Las personas pueden afrontar de manera de Aproximación Activa o de
Evitación Pasiva, pueden Centrarse en el Problema - modificar la situación o acontecimiento
estresante – o en la Emoción - regular los estados emocionales evocados por la situación a
través de distintos medios -evitar la situación, reevaluar cognitivamente el suceso
perturbador, atendiendo selectivamente a los aspectos positivos, descarga emocional, etc.)
(Basabe, 2004).
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Lazarus y Cohen (1977) describieron tres categorías generales de entornos capaces de


generar estrés: los cataclismos, como los desastres naturales, la guerra, o un accidente
nuclear; los de carácter personal, como la muerte de un ser querido, y los denominados “de
fondo” por su carácter gradual, crónicos o casi rutinarios. Es en entre estos últimos donde se
sitúan los denominados “estresores” ambientales como la contaminación atmosférica, el
ruido, el hacinamiento residencial, el tráfico u otras fuentes de estimulación nocivas y que
demandan la adaptación de los individuos. Tanto si las personas consiguen adaptarse, como
si no, a los diferentes factores causantes del estrés, el organismo de las personas debe hacer
frente a ellos, lo que puede llevar diferentes costes en la salud (Javaloy Mazón & Vidal
Moranta, 2007). A grandes rasgos, como se muestra en la figura 2, se puede trasladar el
espacio vital de Lewin al proceso que plantea la perspectiva relacional del estrés.
Espacio Vital del Estrés

Evaluación Cognitiva Aproximación-Activa o


Estresor Recursos de Afrontamiento Evitación-Pasiva

Contexto

Figura 2. Proceso básico del estrés desde la perspectiva relacional.

Gaviría Stewart y Silván Ferrero (2013), plantean que en los años 70 del siglo pasado el
tradicional interés de los psicólogos sociales por los procesos mentales se cristalizó en una
perspectiva que promovió el desarrollo de numerosas teorías y métodos que permitían la
medición directa e indirecta de esos procesos mentales de una manera científica. Fiske y
Taylor (2013) lo asocian con la a parición dentro de la Psicología Social de dos modelos de ser
humano pensante, en términos de científicos ingenuos o de indigente cognitivo. Modelos que
se harán más evidentes en propuestas como la de Serge Mocovici de las Representaciones
sociales, o en lo que hace a los procesos de percepción social y formación de opiniones.

3. Información social y elaboración de juicios: los esquemas sociales

Ante la pregunta crítica de cómo las personas se enfrentan a la gran cantidad de


información que reciben del medio, la respuesta simple de la Psicología Cognitiva fue
comparar al cerebro humano a la computadora, pero la Cognición Social llamó la atención
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sobre el hecho de que los recursos cognitivos de los individuos son limitados, lo que los lleva
a hacer uso de estrategias que le permitan manejar toda esa información de la forma más
eficiente posible. Como bien señalan Gaviría Stewart y Silván Ferrero (2013), no se debe
homologar el término “eficiente” a la lógica, sino que refiere a adaptativo, que de ningún
modo tampoco implica conformidad. Las personas utilizan diferentes estrategias para lograr
esa eficiencia adaptativa, sin ser conscientes en general de ello. Rodríguez Pérez y Betancor
Rodríguez (2007) agrupan a estas estrategias en tres categorías orientadas a reducir:
 la información a procesar
 la cantidad de procesamientos necesaria, organizando la información y recurriendo a
conocimientos que ya tenemos almacenados,
 los procedimientos cognitivos necesarios para procesar la información y elaborar
juicios.
Cuando las personas se acercan a la realidad social que las rodea cuentan con información
que les ayuda a interpretar lo que ven y a saber lo que pueden esperar de las personas y las
situaciones con las que se encuentran. Ese conocimiento previo está almacenado y organizado
en una especie de estructuras cognitivas, en representaciones mentales sobre conceptos o
categorías de estímulos que sirven para interpretar y tener expectativas sobre ellos. Una
forma de denominar a esas estructuras es la de esquemas.

Los esquemas, como señalan Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), representan el


conocimiento abstracto que las personas tienen acerca de un grupo de estímulos que
consideran que tienen algo en común, y que incluye sus atributos y las relaciones que se
establecen entre ellos (Fiske & Taylor, 1991), son los “ladrillos de la cognición” o “las teorías
de andar por casa”. Sus funciones son:

 Clasificar, catalogar varios objetos, eventos, o personas, dentro de un mismo grupo.


 Inferir características adicionales con las que no contamos.
 Dirigir nuestra atención y la interpretación de las personas y situaciones con la que
nos encontramos diariamente.
 Como los esquemas suelen ser creados y solemos hacer uso de ellos de manera
compartida por las personas que pertenecen a una misma cultura, también nos
permiten comunicarnos con más facilidad.
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Aunque el número de esquemas puede ser ilimitado, en Psicología Social se han estudiado
algunos tipos de esquemas de forma especial, ya que son los que las personas utilizan con
mayor frecuencia:

 De personas: es el conocimiento global y abstracto que se tiene almacenado acerca de


individuos concretos (un amigo, un político, o el médico de cabecera), de tipos de
individuos (intelectual, fiestero, trepador) o de grupos (alemanes, bolivianos, o las
personas mayores), de cómo son esas personas y de cómo se comportan. Aquí se incluye
a las llamadas teorías implícitas de la personalidad, que son creencias a menudo
inconscientes de que ciertos rasgos o ciertos comportamientos van juntos. Por ejemplo,
si se cree que una persona es ordenada, se supondrá o inferirá que es también
disciplinada y metódica en el trabajo. Los individuos que muestran ese conjunto de
rasgos o esa serie de comportamientos representan un cierto tipo o categoría de persona
que lleva asociado el esquema correspondiente. Los esquemas sobre personas
pertenecientes a ciertos grupos, como los inmigrantes, las feministas o los ecologistas,
por ejemplo, aluden al concepto de estereotipo.
 De roles: contienen información sobre cómo son y cómo se comportan las personas que
ocupan un determinado rol en el grupo o en la sociedad (p.e. líder, ama de casa,
profesor). Permiten comprender y tener expectativas sobre las metas y acciones de esos
individuos y saber cómo debemos interactuar con ellos.
 De situaciones, scripts o guiones de acción: información sobre secuencias típicas de
acciones en situaciones concretas. Indica lo que se espera que ocurra en un lugar o
situación. Por ejemplo, el aprendizaje de guiones tiene un papel muy importante en el
comportamiento agresivo, la forma de resolver los conflictos a través de la imposición
de la fuerza física.
 Del yo: incluye las ideas más distintivas y centrales que las personas tienen de sí mismas.
Se almacena información de una forma más compleja y variada que cuando se lo hace
sobre los demás. Forman parte del auto-concepto.

Los esquemas se adquieren a través de los demás, p.e. la socialización o, en general, cuando
los otros le cuentan a una persona cómo funcionan las cosas, o por la propia experiencia. Basta
uno o dos casos para que las personas se formen un esquema y lo apliquen en los sucesivo
cuando se enfrentan a estímulos similares. A medida que se va encontrando más casos de una
categoría, el esquema correspondiente se va haciendo más abstracto –menos vinculado a
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casos concretos-, más complejo –con más conexiones entre sus distintos elementos-, y más
abierto a incorporar excepciones.

Los esquemas y creencias acerca de las otras personas y del sí mismo, y de eventos, con
frecuencia condicionan los comportamientos propios y de los demás, llegando a provocar el
cumplimiento de las mismas. Los esquemas y creencias se refuerzan, ya que se producen
numerosas situaciones en las que se confirma justo lo que las personas esperan, como la
denominada Profecía que se auto-cumple o el efecto Pygmalión. Este fenómeno puede tener
implicaciones en diversos ámbitos como el clínico, laboral o educativo, y es en este último
donde se ha mostrado de forma más clara.

Como bien extractan Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), la profecía que se cumple a sí


misma fue descrita por Merton en 1948 en el campo de la psicología social. Señalan que este
efecto tiene lugar cuando los perceptores que sostienen una determinada expectativa acerca
de otra persona, se comportan con ella de forma que su expectativa inicial finalmente se
confirme.

Como se mencionó, este tipo de efecto ha sido crítico


en el éxito o fracaso escolar, donde los resultados
positivos o negativos en el desempeño de los alumnos se
explicaban por las expectativas de los maestros acerca de
ellos, que terminaban confirmándose.

El efecto Pygmalión, asociado a la profecía autocumplida, proviene de la


mitología griega. Pygmalión era un escultor de la Isla de Creta que creó
una escultura de la mujer ideal, a la que dio el nombre de Galatea. Era
tan bella y tan perfecta que el escultor se enamoró de ella, suplicándole
día y noche a la diosa Venus para que la volviera una mujer real de carne
Pygmalión y Galatea y hueso. Venus escuchó sus plegarias e hizo su sueño realidad
(Rodríguez-Bailón y Palacios, 2013).

La activación de los esquemas se debe fundamentalmente a razones relacionadas con los


estímulos, con el contexto o con los individuos que los utilizan (Kunda, 2002). Se activan de
forma espontánea y funcionan como un filtro, de forma que se percibe y se recuerda
fundamentalmente la información que es consistente con nuestros esquemas, mientras que
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se ignora aquella que no es relevante. Tienen, por tanto, un lado práctico y un “lado oscuro”
asociado a los estereotipos y el prejuicio.

Hombre - Mujer

Figura 3. Activación de esquemas de género.

Debido a las ventajas que aportan al ahorrar esfuerzo a las personas en tener que evaluar
cada nueva situación desde cero, los esquemas muestran un efecto de perseverancia, que los
hace difícilmente modificables, incluso frente a información contradictoria. Es por ello que
cuando las personas se encuentran con información inconsistente con sus esquemas, el
proceso deja de ser tan automático, hay que dedicarle más tiempo y se tarda más en
procesarla.
Ante la inconsistencia, hay tres posibilidades:

 Resolver la discrepancia confirmando el esquema que ya tenía bien desarrollado,


rechazando la información inconsistente.
 Abandonar el esquema previo juzgándolo inadecuado.
 Incluir la inconsistencia en el esquema considerándola una excepción.

Aunque los esquemas aparecen como si fueran privados para cada individuo, en muchos
casos, especialmente en el caso de los estereotipos, los esquemas de roles y los scrips, se trata
de estructuras cognitivas compartidas, gracias a las cuales nos resulta posible comunicarnos
con los demás, sobre todo si pertenecen al mismo grupo o cultura.
En lo que hace al contexto, éste puede hacer a unos esquemas más salientes que a otros.
Entendiendo por saliencia a las características del contexto en el que aparece el estímulo y,
por tanto, más probable de ser incluido dentro de un esquema específico (Rodríguez-Bailón y
Palacios, (2013).

Figura 4. Contextos como facilitadores de saliencia de esquemas


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Como se grafica en la figura 4, surgen en los contextos sociales temas que se vuelven de
discusión social, que interpelan a las personas en relación a las conductas machistas, a la
desigualdad de género, a la ideología patriarcal, detrás del femicidio. O, respecto del derecho
individual al aborto, de una cuestión de salud pública que proteja a las mujeres en su derecho
a abortar y de las condiciones de riesgo de vida por falta de un marco legal. También surgen
los esquemas contrapuestos que sostienen una división prototípica de género en hombre
“instrumental y proveedor” y mujer “contenedora y afectiva”; o quienes consideran que no
está “en manos de los individuos decidir sobre la vida” o quienes asocian al aborto con
“asesinato”, entre otras. De las controversias entre los esquemas que portan los grupos surge
el conflicto intregrupal del que habla la Teoría de la Identidad Social, y la temática de la
influencia minoritaria de la que da cuenta Serge Moscovici.

A la saliencia de una temática que activa esquemas, entre los aspectos relacionados con el
perceptor que hace que aquellos sean empleados con mayor probabilidad están la
accesibilidad crónica y los objetivos y metas. La accesibilidad crónica, hace que cada individuo,
por distintas razones, tenga más frecuentemente accesible en su mente determinado
esquema y no otros. Los objetivos y metas que persiguen las personas también pueden hacer
que se activen o inhiban determinados esquemas (Rodríguez-Bailón & Palacios, 2013). La
problemática del femicidio o el aborto no será igual para las personas involucradas
activamente en la lucha en comparación con quienes no, así como será diferente para quienes
hayan tenido una experiencia más o menos directa con la problemática. Posteriormente en el
campo de la psicología social se hablará de familiaridad e identidad social como principios
organizadores de las representaciones y comportamientos que las personas tienen respecto
de un objeto de discusión social.

4. Percepción Social y Formación de Impresiones


Cronológicamente el área de la percepción social y de la formación de impresiones surgió
antes que la Cognición Social, de hecho, ésta se desarrolló a partir de la investigación sobre la
percepción social y atribución. Para almacenar la información social que la personas perciben
a su alrededor, el paso previo es la percepción social o el proceso cognitivo por el que las
personas son capaces de conocer al otro.
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4.1. El modelo Gestáltico de Salomon Asch, o modelo de los rasgos centrales

Asch, orientado por las creencias de los psicólogos de la Gestalt,


consideraba que los elementos de información que ingresan son
transformados por sus relaciones recíprocas, de modo que
cualquiera de esos elementos puede parecer diferente cuando se da
en una estructura distinta. De este modo, el significado de la unidad Salomon Asch
(1907-1996)
a la que pertenecen afecta el significado de los elementos
individuales, y no está en sí mismo determinado por el significado que dichos elementos
tienen en un estado de aislamiento recíproco.
Lo guiaba la idea de que el reconocimiento de la conciencia y el juicio en otros hace que
las respuestas de las personas a ellos sean completamente distintas de sus respuestas a otras
entidades. Por esta razón, la psicología social no puede ser reducida a la psicología individual
(Asch, 1952).
El planteo de Asch, conocido como de configuración gestáltica, parte de la idea de que,
en una lista de rasgos, cada uno de ellos depende del conjunto, puesto que lo que hace la
persona es formarse una idea general del otro, de allí el nombre del modelo, que alude a que
el todo es diferente a la suma de sus elementos, como defendía la escuela de la Gestalt.
En sus experimentos, facilitaba a los participantes de sus estudios la descripción de una
persona mediante una lista de rasgos que la caracterizaban (rasgos estímulos). Le pedía que
leyesen esos rasgos con atención y que tratasen de imaginar cómo era esa persona. Acto
seguido, les facilitaba una segunda lista de rasgos diferentes (rasgos respuesta) y les pedía que
indicasen en qué medida esos nuevos rasgos se podían aplicar, a su juicio, a la persona
descrita. Estaba convencido que entre la presentación de la primera y la segunda lista algo
ocurría en la mente de los participantes. Creía que, basándose en la primera lista de rasgos,
éstos se formaban una impresión global de la persona descrita. Por tanto, cuando se
enfrentaban a la segunda lista, llevaban ya preparada una idea general de cómo era esa
persona, idea que quedaba reflejada en la elección de los rasgos de la segunda lista.
Asch sostenía, y demostró en sus estudios, que algunos rasgos adquirían tal
preponderancia sobre el resto que eran determinantes en la impresión que se formaba en la
mente de los participantes. Los denominó rasgos centrales, porque influyen en el significado
de los demás rasgos y son, por tanto, responsables de la configuración de la impresión formal
que nos formamos de la otra persona. Al resto de los rasgos los denominó periféricos. El que
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sea central o periférico, no depende según Asch del significado del rasgo en sí, sino del
contexto, es decir, del resto de rasgos estímulo con los que aparece asociado.
Los participantes de los estudios resolvían las contradicciones cambiando mentalmente
el significado de alguno de los elementos inconsistentes. Un grupo de estudiantes recibía una
descripción de una persona desconocida que contenía los siguientes rasgos: inteligente,
habilidosa, trabajadora, afectuosa, decidida, práctica y prudente. Otro grupo recibió la
siguiente descripción: inteligente, habilidosa, trabajadora, fría, decidida, práctica y prudente.
La única diferencia entre ambas listas es que en una parece el término afectuosa y en otra fría.
A los miembros de ambos grupos se les pidió que se hicieran una idea de la persona estímulo,
que escribieran una semblanza de ella y que escogieran entre diferentes pares de rasgos cuál
creían ellos que caracterizaba a la persona presentada. Los resultados mostraron que los dos
grupos respondían de forma considerablemente diferente distinta tanto en la redacción de las
semblanzas -más positivas en el grupo que oyó afectuosa- como en la elección de adjetivos,
en el primer caso tendrá una configuración de sensato y en el segundo de calculador. Este
resultado se da porque afectuosa y fría son, en este contexto, rasgos centrales, sirven como
guías para la organización de la información en un todo coherente, e influyen de forma
determinante en el significado de inteligente, que es periférico.
La diferencia entre un rasgo central y uno periférico se aprecia en el impacto que tiene en
la impresión resultante. Cuando en otro experimento, Asch presentó los mismos rasgos
estímulo, cambiando el par “afectuoso-frío” por “cortés -descortés”, las diferencias en las
calificaciones de los rasgos respuesta fueron considerablemente menores que las halladas en
el experimento anterior (Moya & Expósito, 2007).
El cambio de significado se produce, primero en el campo descriptivo, pero acaba pasando
al evaluativo, es decir, no solo interpretamos de manera distinta el rasgo en cuestión, sino que
también lo valoramos más positiva o negativamente.

Inteligente Inteligente
Habilidosa Habilidosa
Trabajadora Trabajadora
Afectuosa Fría
Decidida Decidida
Práctica Práctica
Prudente Prudente

Sensata Calculadora

Figura 5. Rasgos centrales y periféricos según el Modelo de configuración Gestáltica


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Según Asch, el contenido y la función de una cualidad personal dependen de los demás
rasgos estímulo. Un par de rasgos determinado será central en unos contextos, pero no en
otros. De esta manera, no se trata de que la misma cualidad pueda ser central o periférica
según el ambiente, sino que cuando un rasgo cambia de contexto, y pasa por ejemplo de ser
central a periférico, se produce una modificación en su contenido o significado.
Lo que plantea Asch respecto a la creación de una impresión global no es otra cosa que la
formación y posterior aplicación de un esquema de persona. Aunque en sus tiempos no se
hablaba de este término, la investigación sobre el funcionamiento de los esquemas sociales
tiene como precedente precisamente sus estudios sobre formación de impresiones.
La diferencia entre central y periféricos implica que no todos los elementos tienen la
misma importancia en la impresión que las personas se forman de otra. Hay características
del contenido de la percepción que condicionan la relevancia otorgada a dicho contenido.
Rodríguez-Bailón y Palacios (2013) destacan algunos de los factores que influyen en la
formación de impresiones son:
 Efectos de orden: ¿qué posee una mayor influencia en la impresión que nos formamos de los
demás? ¿lo primero que conocemos de ellos, primacía; o la última información que nos llega,
recencia? Las investigaciones de Asch mostraron que la primacía es más potente que la
recencia.
Primacía: el orden en que se presentan las características de una persona tiene efecto
sobre la impresión que nos formamos de ella. Los primeros términos establecen una dirección
que ejerce un efecto continuo sobre los posteriores.
Recencia: tiene lugar cuando la información final produce un mayor impacto sobre la
impresión general. Probable que ocurra cuando la persona está distraída o tiene escasa
motivación por conocer a la persona.

inteligente terca inteligente inteligente terca


trabajadora envidiosa terca terca inteligente
terca inteligente trabajadora trabajadora trabajadora
envidiosa trabajadora envidiosa envidiosa envidiosa
envidiosa envidiosa envidiosa

Figura 6. Efectos de primacía, recencia, negatividad y positividad

 Información positiva y negativa: cuando no contamos con suficiente información, tendemos


a formarnos una visión positiva de los demás, y por tanto nos formamos impresiones positivas
16

de ellos- sesgo de positividad. Efecto que desaparece cuando se conoce, por mínima que esta

sea, una información negativa. La información negativa atrae la atención y adquiere una
importancia desproporcionada en la consiguiente impresión – sesgo de negatividad.

Cuando la información que conocemos acerca de una persona contiene elementos positivos y
negativos, éstos últimos tienen una mayor importancia en la impresión formada. Así, una
impresión negativa es más difícil de cambiar que una positiva, pues los rasgos que inducen a
una evaluación negativa parecen ser fáciles de confirmar y difíciles de desmentir, mientras que
los rasgos positivamente evaluados son difíciles de adquirir, pero fáciles de perder.
 Los estereotipos: una de las características que más capta la atención cuando se conoce a una
persona es el grupo social al que pertenece en función de su sexo, edad, nacionalidad, etnia,
clase, etc. lo que lleva a que la impresión que se forme sea consistente con los estereotipos
sobre ellos. Las personas tienden a fijarse en la información que confirma las creencias que
tienen sobre una persona en función de su pertenencia a un grupo, a categorías sociales.
 Teorías implícitas de la personalidad: creencias que las personas tienen acerca de rasgos o
características que aparecen unidos a las personas y por qué. Son similares en su
funcionamiento a los estereotipos, es frecuente que se las incorpore dentro de ellos.

Figura 7. Teorías implícitas y estereotipos sobre los otros.

 Apariencia Física: las investigaciones muestran que la apariencia física juega un papel
importante a la hora de formarnos las primeras impresiones sobre los demás, dado que es la
primera información que recibimos normalmente de alguien (efecto primacía).
17

 Enjuiciamiento social: Es poco probable que nos formemos impresiones y hagamos juicios
sobre personas que nos son susceptibles de ser enjuiciadas por nosotros. Es decir, si no nos
sentimos con capacidad o el deber de realizar juicios sobre ellas. Esto se asocia, en alguna
medida con temas o personas que se vuelven “objetos de discusión social” ya que su
explicación interpela a las identidades sociales y personales.

5. La Inferencia Social

Siguiendo a Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), las inferencias sociales o los procesos por
los cuales las personas van más allá de la información concreta que tienen sobre los otros y
sobre ellos mismos, se han considerado tradicionalmente procesos que llevan a cometer
errores en las impresiones o juicios.

Las autoras mencionan que, a la hora de hacer una inferencia, el primer paso consiste en
recoger la información necesaria para ellos, seleccionando aquella que se considera más
importante de toda la que tenemos disponible en un momento determinado. En este proceso,
parece que los individuos confían demasiado en los esquemas sociales que tienen accesibles,
así como en sus estereotipos, desestimando alguna información que puede ser muy útil o
exagerando la importancia de otra que puede ser incorrecta.

Muchas veces, las inferencias están influidas por las creencias y teorías previas, lo cual no
es malo en principio ya que son también una fuente de información, pero si lo es cuando esas
creencias y teorías sesgan el proceso –por ejemplo, buscando y teniendo en cuenta solo los
datos que las confirmen en lugar de considerar toda la evidencia disponible – e impiden
detectar posibles errores.
Aparte de las limitaciones del sistema cognitivo, la mayoría de las ocasiones en las que las
personas tienen que hacer un juicio sobre sus vidas diarias no tienen ni el tiempo ni la
motivación suficientes para llevar a cabo todas las operaciones que exige el modelo
normativo. En lugar de eso, lo que se hace es sacrificar la exactitud a cambio de la eficiencia
en función de nuestras metas en cada situación.
En esta “economía cognitiva” actúan los sesgos y los heurísticos (Rodríguez-Bailón y
Palacios, 2013):
 Ignorar las probabilidades previas, que existen de que se dé un suceso.
 Juicios de covariación. Estimar la probabilidad de que dos sucesos se den al mismo
tiempo, e ignorar información complementaria.
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 Correlación Ilusoria. Sobreestimar la relación que existe entre dos variables, o incluso
percibir una relación entre ellas, aunque no las haya. Importante en el origen de los
estereotipos.
Cuando se trata de extraer conclusiones a partir de información previa o emitir opiniones
sobre un objeto-estímulo, sobre todo si no disponemos de mucho tiempo o no tenemos un
interés especial en la precisión de nuestros juicios, recurrimos a reglas simples que nos
permiten hacer inferencias adecuadas sin sobrecargar nuestro sistema cognitivo ni dejarlo
colapsado para otro tipo de tareas. Estas reglas simples se llaman heurísticos.

5.1. Los heurísticos


Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), refieren a Tversky y
Kahnerman (1974) para definir a los heurísticos como los
atajos mentales que las personas utilizan para simplificar la
solución de problemas cognitivos complejos,
transformándolos en operaciones más sencillas. Las autoras
puntualizan aquellos que más han llamado la atención a los psicólogos sociales en relación a
los procesos de inferencia:
 De representatividad: estimar que un estímulo pertenece a un grupo social, no
teniendo en cuenta la probabilidad conocida de que ese estímulo pertenezca
realmente al grupo.
 De accesibilidad o disponibilidad: estimar la frecuencia o probabilidad de un evento
en función de la facilidad con que ejemplos concretos o asociaciones de éste nos
vienen a la mente.
 De anclaje y ajuste: establecer un punto de partida gracias al cual se realizan nuestras
inferencias.
Como bien señalan Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), las inferencias que las personas
realizan resultan de utilidad y son relativamente correctas. Sin embargo, en ocasiones, los
errores inferenciales llevan a cometer equivocaciones que tienen repercusiones muy
negativas, como por ejemplo el caso de la confianza excesiva en los estereotipos negativos de
grupos minoritarios.
Los sesgos y heurísiticos están muchas veces detrás de las conductas de riesgo. Son la base
de ilusiones de control o invulnerabilidad que dan a las personas una sensación de
19

tranquilidad cognitiva, produciendo el efecto contrario, es decir, aumentando la probabilidad


de ser sujetos de riesgo.
Las personas incorporan novedades casi cotidianamente a
su vida, afrontando niveles de estrés esperables que se
producen entre el tiempo que transcurre desde las primeras
conductas de reacción y esfuerzo hasta que éstas se vuelven
respuestas automáticas, hábitos, producto de incorporar la
Coronavirus
novedad a nuestro escenario previsible. COVID-19

Como se mencionó previamente, en las causas de situaciones estresantes de impacto


colectivo están las catástrofes, como los tsunamis, terremotos o inundaciones, o las guerras,
epidemias o pandemias. El mundo actual se enfrenta a los efectos de una nueva cepa del
coronavirus, el COVID-19, que activa, entre muchos, todos los mecanismos psicosociales que
subyacen a este texto.
El desarrollo de la pandemia, la emergencia sanitaria, enfrenta a los profesionales de la
salud a importantes desafíos orientados a reducir las conductas de riesgo. Desde la psicología
social, son importante todas aquellas estrategias orientadas al cambio de actitud -hacia la
protección-, sobre la base, entre otras, de lo que la disciplina ha desarrollado respecto de la
percepción social y la formación de impresiones.
En lo que hace a la información falsa o errónea, a la activación de esquemas previos, y al
uso de atajos cognitivos o “heurísticos”, se puede observar su presencia en los juicios de las
personas, como mecanismo defensivo esperable, pero que puede incrementar la aparición de
estereotipos, prejuicios, conductas discriminatorias, y comportamientos de riesgo.
Así, se observa que las personas pueden subestimar el nivel de impacto – sesgo de
representatividad, tranquilizándose pensando que es algo que ocurría en una geografía muy
distante, que solo afectaba a la cultura asiática y que, por tanto, era algo que no los iba a
afectar. Está demostrado que las personas tienden a creer que las enfermedades graves no
son comunes, y que las enfermedades comunes no son graves.
De la misma forma, las personas asocian la probabilidad de infección a un determinado
grupo social o cultural – por ejemplo, quienes pueden tomar un avión y desplazarse a
geografías distantes, como no forman parte de ese grupo y la posibilidad de contacto es nula,
es nulo el contagio, sesgo de disponibilidad o accesibilidad. El prejuicio y la discriminación se
da tanto a niveles intercultulares como intraculturales.
20

También las personas pueden buscar información o argumentaciones de expertos, de


representantes de la política de salud pública, o de figuras con alguna representación para
encontrar la explicación al suceso. De esta forma, están quienes adhieren a que “es algo poco
probable que llegue a nuestra sociedad o grupo”; los que concuerdan con teorías
“conspirativas o apocalípticas”; o los que sostienen que “a los que no tienen posibilidad de
subirse a un avión y viajar grandes distancias no les sucederá”. Estas argumentaciones, entre
las múltiples y variadas que se difunden pueden ser la base del anclaje de los juicios de las
personas, a las cuales se ajustan para explicar la aparición, desarrollo e impacto del fenómeno.
Esto son algunos ejemplos simples de la multiplicidad de argumentaciones a los que las
personas se exponen cotidianamente. Lo importante es destacar que ante lo que amenaza, lo
que crea incertidumbre, miedo y ansiedad, las personas utilizan la información disponible, que
generalmente tiende a confirmar sus creencias o esquemas previos, sin necesidad de
verificación o veracidad, aumentando la aparición de prejuicios, discriminación y, sobre todo,
los comportamientos de riesgo bajo una sensación de supuesto control e invulnerabilidad.

6. Consistencia y Disonancia Cognitiva


A la tendencia a evitar cogniciones contradictorias sobre la realidad social se la denomina
consistencia cognitiva. Durante la década de 1950 del siglo pasado investigadores como Fritz
Heider y León Festinger publicaron, en cierta medida con independencia recíproca, varias
teorías similares acerca de la tensión que surge de las creencias, conocimientos o actitudes
desequilibradas. Disonantes o incongruentes, son conductas motivadoras de la conducta
humana. En estas teorías también se puede observar la aplicación de los principios de la
Gestalt en el dominio de la Cognición Social. Durante dos décadas estos abordajes ejercieron
una gran influencia en la psicología social y estimularon una gran cantidad de investigación.
Probablemente la teoría de Festinger de la Disonancia Cognitiva ha sido de mayor impacto
mientras que la teoría de Heider de los “estados equilibrados” ha influido más a largo plazo,
en parte a causa de su teoría general sobre el conocimiento del sentido común (Harré & Lamb,
1992).
La Teoría de la Disonancia Cognitiva revolucionó la Psicología del momento al rebatir
algunos principios fundamentales del conductismo, poniendo en duda la utilidad del refuerzo
para modificar las actitudes. Intuitivamente, se puede pensar que a mayor incentivo mayor
será el cambio de actitud. Sin embargo, los estudios basados en esta perspectiva han
21

demostrado que no siempre es cierto. Una serie de sus postulados fueron verificados
empíricamente demostrando cómo la conducta cambia las creencias y las actitudes (López
Sáez, 2007).
La Teoría de la Disonancia Cognitiva trata de la consistencia
sobre el cambio de actitud: supone que una persona se comporta
de un modo que maximizará la consistencia interna de sus
sistemas cognitivos, y que los grupos también luchan por
maximizar la consistencia interna de sus relaciones interpersonales. León Festinger
(1919-1989)
El núcleo de la teoría es que dos elementos cognitivos
(pensamiento, actitudes, creencias) están en una relación disonante si de uno se seguirá el
reverso del otro. Como la disonancia es psicológicamente incómoda, su existencia impulsa a
reducirla, y a lograr consonancia. Además, cuando la disonancia está presente, la persona
evitará activamente las situaciones y la información que tienen probabilidad de incrementarla.
Harré y Lamb (1992) destacan que los postulados básicos de Festinger son simples y un
tanto vagos. Los elementos cognitivos son solo definidos de un modo muy general como “las
cosas que sabe una persona”. Sostienen que tampoco está claro si en el punto de “a un
elemento le sigue el opuesto del otro” se habla de inconsistencia lógica o psicológica. Sea cual
fuere el caso, la disonancia, según esta teoría, se experimenta como un estado desagradable
que el individuo tratará de reducir cambiando cogniciones o introduciendo nuevos elementos
en su sistema cognitivo. La tendencia a reducir la disonancia será mayor cuanto más alta sea
la proporción entre los elementos disonantes y consonantes en un sistema cognitivo.
Para recalcar que no se trata de un proceso relacionado con la búsqueda de racionalidad,
Festinger sustituye la palabra inconsistencia por otra menos lógica: disonancia. Igualmente,
sustituye consistencia por consonancia. Utilizando estos términos, formula dos hipótesis
básicas (López Sáez, 2007):
- La disonancia es psicológicamente incómoda, por lo que la persona trata de reducirla
y de lograr la consonancia.
- Cuando la disonancia está presente, además de intentar reducirla, la persona evita
activamente las situaciones e informaciones que podrían aumentarla.
Para Moscovici (1988), la teoría de la disonancia cognitiva constituye uno de los ejemplos
más brillantes de lo que denomina teoría operatoria, que trata de llegar a un mecanismo
elemental, desconocido hasta entonces, y que explica un conjunto de hechos. Da cuenta de la
22

satisfacción que produce la consonancia y de la ansiedad que provoca la disonancia, y de la


incitación que lleva a las personas a reabsorber el estado de disonancia que les inquieta y
perturba. Ante dos cogniciones disonantes se puede cambiar el comportamiento o cambiar
las cogniciones. Una de las principales estrategias del cambio de actitud deriva de la idea de
Festinger de que ese cambio puede generarse indirectamente cambiando primero la conducta
de una persona, como en una situación de obediencia forzada, y confiando en la disonancia
para poner en marcha el proceso.
Se sostiene que esta teoría elabora la exploración teórica del conflicto de Lewin tomando
su concepción respecto de que la situación anterior a la decisión difiere de la situación
posterior a la decisión. Gran parte de lo propuesto y verificado por la teoría de la disonancia
cognitiva sentaron las bases para conceptualizaciones más complejas de las actitudes en sus
dimensiones cognitivas, afectivas y conductuales, y en sus funciones de ajuste social y
expresión de valores. Dio lugar a discusiones e investigación sobre la naturaleza de los
procesos que subyacen a la disonancia tales como la disonancia y la ambivalencia, o los
procesos automáticos versus deliberativos. Sugiere problemáticas que pueden relacionarse
con lo que Moscovici (1961/976) retomará en la teoría de las Representaciones Sociales
respecto del principio de no contradicción y de polifasia cognitiva.

Figura 8. La disonancia cognitiva.

Finalmente, como señala López Saéz (2007b), están los temas de la disonancia y la conducta
grupal. La identidad social y la pertenencia grupal también pueden determinar que se utilicen
formas de reducción de la disonancia características de situaciones grupales, cuando una
identidad social determinada se hace saliente. Todos los individuos pertenecen a diferentes
grupos y todos esos grupos contribuyen a su auto-concepto. Así, una persona es hombre o
mujer, pertenece a una profesión, ha nacido en una región y puede ser creyente de una
determinada fe religiosa. Pero no todas estas categorías sociales son igualmente importantes
para el yo en cualquier situación. Cuando las características del contexto hacen especialmente
23

saliente una categoría, como por ejemplo la pertenencia regional, las personas tienden a
comportarse como un prototipo de esa categoría y a evaluar a su grupo más positivamente
que al resto de los grupos que, en este ejemplo, serían las personas de otras regiones.

7. A modo de cierre
Como se señaló en el inicio de este texto, el propósito fue exponer, de manera más o menos
sintética pero comprensible, aquellas contribuciones de la Psicología de la Cognición Social
consideradas como claves en los desarrollos posteriores de la perspectiva. Asimismo, se buscó
destacar la relevancia que los distintos análisis dieron a la esfera de la interacción, aun cuando
se observen limitaciones. Solo el posicionamiento en una mirada ternaria, tripolar o triádica
puede hacer comprensibles los complejos fenómenos de los cuales trata de dar cuenta la
Psicología Social.

Figura 9. Aportes de la Psicología de la Cognición Social

Las herramientas que de este texto se desprenden, esquematizadas en la figura 9, deben


ser incorporadas en contextos sociales, culturales e históricos específicos. Con las incertezas
y desafíos de cada época, y con las formas de resolverlos de cada sociedad y cultura.
Se invita entonces a recorrer las contribuciones aquí presentadas en tanto herramientas de
comprensión de totalidades más complejas, imposibles de discernir desde una perspectiva
única.
24

8. Referencias Bibliográficas

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25

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