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Elena M Zubieta1
1. Introducción
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Ficha didáctica desarrollada para uso exclusivo de la cátedra de Psicología Social 2 de la Facultad de Psicología
de la Universidad de Buenos Aires.
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procesos de la presencia de los demás, de la motivación (las metas) y del estado emocional en
cada situación concreta (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013).
La cognición del mundo social no es ya entonces considerada como algo invariable y
estático, sino más bien como construida activamente por los individuos, y determinada tanto
por los factores relacionados con la persona como con el ambiente que los rodea, el cual
moldea en cierta medida la interpretación. Es abundante la evidencia empírica que da cuenta
de cómo los procesos culturales y de socialización se relacionan claramente con la forma en
que las personas almacenan, procesan y recuperan la información (Moya, 1999).
Rodríguez Pérez y Betancort Rodríguez (2007) plantean cuatro hipótesis clave de la
Cognición Social de las que se derivan explicaciones que enriquecen el conocimiento sobre un
extenso repertorio de conductas humanas:
1) Las conductas humanas no son respuestas al medio, sino el resultado de una
interacción entre la información nueva y el conocimiento previo.
2) La racionalidad humana no es producto de la lógica, sino del uso de heurísticos que
potencian su capacidad adaptativa.
3) Los motivos, afectos y emociones no solo no interfieren en la racionalidad humana,
sino que son indispensables para lograrla.
4) Los aspectos no conscientes y automáticos, lejos de presentar un mundo instintivo y
paralelo al consciente, son una parte importante de escenario responsable de la
conducta.
Si bien se señaló que la Cognición Social irrumpe en los años 60’ del siglo pasado como
respuesta crítica a la perspectiva conductista, es en la década del 70’ donde se difunde en su
sentido más moderno y estricto, donde es socialmente compartida y construida, quedando
constituida por una serie de procesos que realizan de una forma parecida los diferentes
individuos y grupos que pertenecen a una misma cultura, sociedad o contexto social (Leyens
& Dardenne, 1996). En los desarrollos más actuales se refuerza la idea de que los individuos
construyen la realidad, percibiéndola en función de gran cantidad de factores que modifican
esa percepción, y generalmente haciéndola más útil y funcional. Uno de los agentes que más
influencia tiene en esa construcción de la realidad social es el contexto social en el que las
personas viven (Gaviría Stewart & Silván Ferrero, 2013).
Es importante destacar aquí las importantes raíces que la psicología social tiene en la
sociología, que ha demostrado un interés consistente en los valores y las creencias, incluso
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cuando las explica como productos de fuerzas históricas y sociales que están más allá de la
comprensión y el control individuales. Particularmente, la tradición norteamericana del
interaccionismo simbólico condujo a estudios sobre la interacción y el sí-mismo. Aunque la
interacción puede estudiarse sin referencia alguna a los procesos de pensamiento de los
individuos, como lo demuestra el trabajo etológico o de laboratorio, sin embargo, los
interaccionistas simbólicos consideraron crucial para todo el proceso de interacción a la
interpretación -o, en términos de Thomas, la “definición”- de la situación por parte de los
sujetos interactuantes (Harré & Lamb, 1992). Esto es fundamental en el enfoque de Erving
Goffman, quien afirma: “En el centro mismo de la vida interactiva está la relación cognitiva
que tenemos con quienes se encuentran presentes ante nosotros, relación sin la cual nuestra
actividad, conductual y verbal, no podría organizarse significativamente” (1983, The
interaction order, en Harré & Lamb, 1992, pp.84-85).
propiedades objetivo
psicológicas
creencias, valores
Desde la introducción por Lewin del concepto de Espacio Vital y de otros conceptos de la
Teoría del Campo, se acepta en general la idea de que es torpe hablar de la conducta sin tener
en cuenta tanto a la persona como al ambiente. Para comprender la conducta se necesita no
sólo un conocimiento de la experiencia pasada de la persona, sino también el conocimiento
de las actitudes y capacidades presentes, así como la situación inmediata. Moscovici (1988)
considera a la Teoría del Campo como paradigmática dado su papel esencial en proponer una
visión global de las relaciones y comportamientos humanos. El campo comprende todas las
influencias conexas, afectivas e intelectuales que afectan un comportamiento determinado
cuando éste se produce; está compuesto de regiones interdependientes con cuya ayuda se
pueden analizar la manera psicológica con que las personas se presentan su mundo y actúan
unos sobre otros. Para el autor, “[…]Lewin logra trasladar la psicología de la forma, la Gestalt,
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a los fenómenos sociales y proporciona un lenguaje para describirlos […] Traza una visión de
los individuos y los grupos en tanto que fuerzas compactas, tensiones dinámicas que se
modifican mediante su contacto […]”, de esta forma, “[…] atrajo la atención de los
psicosociólogos sobre las construcciones mentales que dan forma a la acción y a las relaciones
humanas, construcciones excluidas por la visión dominante del conductismo” (Moscovici,
1988; pp.28-29).
Uno de los ejemplos que puede graficar la influencia de los postulados de Kurt Lewin es el
de la perspectiva relacional del estrés desarrollada por Lazarus y Folkman (1984). Frente a
análisis lineales y descontextualizados, que simplemente indicaban que ante una situación
novedosa, o imprevisible, las personas tenderían a estresarse, y por tanto desarrollaban
mecanismos generales para reducir el estrés; estos investigadores observaron que no todas
las personas reaccionaban de la misma forma frente a la situación de estrés, así como
verificaron diferencias en el tiempo y la forma de su reducción. En el área del estrés ambiental,
Lazarus (1966) incorporó a las perspectivas que destacaban la dimensión fisiológica los
componentes conductual y emocional para explicar las incidencias de factores ambientales en
el comportamiento. Ante estas respuestas diferentes a las situaciones estresantes, Lazarus y
Folkman (1984) consideraron clave identificar en cada proceso la naturaleza de la relación
entre sujeto y ambiente para poder entender el complejo modelo de reacción y sus
consecuencias adaptativas. Definieron al estrés psicológico como la relación particular que el
individuo establece con el entorno que es evaluado por aquel como amenazante o
desbordante de sus recursos y que, por tanto, pone en peligro su bienestar. Detectaron dos
procesos críticos que intervienen en la relación Individuo-Entorno: la evaluación cognitiva que
la persona hace de la situación -p.e. “de amenaza” o de “desafío”- y los recursos de
afrontamiento -p.e. locus de control, inteligencia emocional. El estrés remite a toda la
situación que va desde el estímulo o factor “estresor” hasta la respuesta o reacción causada
por el entorno. Las personas pueden afrontar de manera de Aproximación Activa o de
Evitación Pasiva, pueden Centrarse en el Problema - modificar la situación o acontecimiento
estresante – o en la Emoción - regular los estados emocionales evocados por la situación a
través de distintos medios -evitar la situación, reevaluar cognitivamente el suceso
perturbador, atendiendo selectivamente a los aspectos positivos, descarga emocional, etc.)
(Basabe, 2004).
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Contexto
Gaviría Stewart y Silván Ferrero (2013), plantean que en los años 70 del siglo pasado el
tradicional interés de los psicólogos sociales por los procesos mentales se cristalizó en una
perspectiva que promovió el desarrollo de numerosas teorías y métodos que permitían la
medición directa e indirecta de esos procesos mentales de una manera científica. Fiske y
Taylor (2013) lo asocian con la a parición dentro de la Psicología Social de dos modelos de ser
humano pensante, en términos de científicos ingenuos o de indigente cognitivo. Modelos que
se harán más evidentes en propuestas como la de Serge Mocovici de las Representaciones
sociales, o en lo que hace a los procesos de percepción social y formación de opiniones.
sobre el hecho de que los recursos cognitivos de los individuos son limitados, lo que los lleva
a hacer uso de estrategias que le permitan manejar toda esa información de la forma más
eficiente posible. Como bien señalan Gaviría Stewart y Silván Ferrero (2013), no se debe
homologar el término “eficiente” a la lógica, sino que refiere a adaptativo, que de ningún
modo tampoco implica conformidad. Las personas utilizan diferentes estrategias para lograr
esa eficiencia adaptativa, sin ser conscientes en general de ello. Rodríguez Pérez y Betancor
Rodríguez (2007) agrupan a estas estrategias en tres categorías orientadas a reducir:
la información a procesar
la cantidad de procesamientos necesaria, organizando la información y recurriendo a
conocimientos que ya tenemos almacenados,
los procedimientos cognitivos necesarios para procesar la información y elaborar
juicios.
Cuando las personas se acercan a la realidad social que las rodea cuentan con información
que les ayuda a interpretar lo que ven y a saber lo que pueden esperar de las personas y las
situaciones con las que se encuentran. Ese conocimiento previo está almacenado y organizado
en una especie de estructuras cognitivas, en representaciones mentales sobre conceptos o
categorías de estímulos que sirven para interpretar y tener expectativas sobre ellos. Una
forma de denominar a esas estructuras es la de esquemas.
Aunque el número de esquemas puede ser ilimitado, en Psicología Social se han estudiado
algunos tipos de esquemas de forma especial, ya que son los que las personas utilizan con
mayor frecuencia:
Los esquemas se adquieren a través de los demás, p.e. la socialización o, en general, cuando
los otros le cuentan a una persona cómo funcionan las cosas, o por la propia experiencia. Basta
uno o dos casos para que las personas se formen un esquema y lo apliquen en los sucesivo
cuando se enfrentan a estímulos similares. A medida que se va encontrando más casos de una
categoría, el esquema correspondiente se va haciendo más abstracto –menos vinculado a
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casos concretos-, más complejo –con más conexiones entre sus distintos elementos-, y más
abierto a incorporar excepciones.
Los esquemas y creencias acerca de las otras personas y del sí mismo, y de eventos, con
frecuencia condicionan los comportamientos propios y de los demás, llegando a provocar el
cumplimiento de las mismas. Los esquemas y creencias se refuerzan, ya que se producen
numerosas situaciones en las que se confirma justo lo que las personas esperan, como la
denominada Profecía que se auto-cumple o el efecto Pygmalión. Este fenómeno puede tener
implicaciones en diversos ámbitos como el clínico, laboral o educativo, y es en este último
donde se ha mostrado de forma más clara.
se ignora aquella que no es relevante. Tienen, por tanto, un lado práctico y un “lado oscuro”
asociado a los estereotipos y el prejuicio.
Hombre - Mujer
Debido a las ventajas que aportan al ahorrar esfuerzo a las personas en tener que evaluar
cada nueva situación desde cero, los esquemas muestran un efecto de perseverancia, que los
hace difícilmente modificables, incluso frente a información contradictoria. Es por ello que
cuando las personas se encuentran con información inconsistente con sus esquemas, el
proceso deja de ser tan automático, hay que dedicarle más tiempo y se tarda más en
procesarla.
Ante la inconsistencia, hay tres posibilidades:
Aunque los esquemas aparecen como si fueran privados para cada individuo, en muchos
casos, especialmente en el caso de los estereotipos, los esquemas de roles y los scrips, se trata
de estructuras cognitivas compartidas, gracias a las cuales nos resulta posible comunicarnos
con los demás, sobre todo si pertenecen al mismo grupo o cultura.
En lo que hace al contexto, éste puede hacer a unos esquemas más salientes que a otros.
Entendiendo por saliencia a las características del contexto en el que aparece el estímulo y,
por tanto, más probable de ser incluido dentro de un esquema específico (Rodríguez-Bailón y
Palacios, (2013).
Como se grafica en la figura 4, surgen en los contextos sociales temas que se vuelven de
discusión social, que interpelan a las personas en relación a las conductas machistas, a la
desigualdad de género, a la ideología patriarcal, detrás del femicidio. O, respecto del derecho
individual al aborto, de una cuestión de salud pública que proteja a las mujeres en su derecho
a abortar y de las condiciones de riesgo de vida por falta de un marco legal. También surgen
los esquemas contrapuestos que sostienen una división prototípica de género en hombre
“instrumental y proveedor” y mujer “contenedora y afectiva”; o quienes consideran que no
está “en manos de los individuos decidir sobre la vida” o quienes asocian al aborto con
“asesinato”, entre otras. De las controversias entre los esquemas que portan los grupos surge
el conflicto intregrupal del que habla la Teoría de la Identidad Social, y la temática de la
influencia minoritaria de la que da cuenta Serge Moscovici.
A la saliencia de una temática que activa esquemas, entre los aspectos relacionados con el
perceptor que hace que aquellos sean empleados con mayor probabilidad están la
accesibilidad crónica y los objetivos y metas. La accesibilidad crónica, hace que cada individuo,
por distintas razones, tenga más frecuentemente accesible en su mente determinado
esquema y no otros. Los objetivos y metas que persiguen las personas también pueden hacer
que se activen o inhiban determinados esquemas (Rodríguez-Bailón & Palacios, 2013). La
problemática del femicidio o el aborto no será igual para las personas involucradas
activamente en la lucha en comparación con quienes no, así como será diferente para quienes
hayan tenido una experiencia más o menos directa con la problemática. Posteriormente en el
campo de la psicología social se hablará de familiaridad e identidad social como principios
organizadores de las representaciones y comportamientos que las personas tienen respecto
de un objeto de discusión social.
sea central o periférico, no depende según Asch del significado del rasgo en sí, sino del
contexto, es decir, del resto de rasgos estímulo con los que aparece asociado.
Los participantes de los estudios resolvían las contradicciones cambiando mentalmente
el significado de alguno de los elementos inconsistentes. Un grupo de estudiantes recibía una
descripción de una persona desconocida que contenía los siguientes rasgos: inteligente,
habilidosa, trabajadora, afectuosa, decidida, práctica y prudente. Otro grupo recibió la
siguiente descripción: inteligente, habilidosa, trabajadora, fría, decidida, práctica y prudente.
La única diferencia entre ambas listas es que en una parece el término afectuosa y en otra fría.
A los miembros de ambos grupos se les pidió que se hicieran una idea de la persona estímulo,
que escribieran una semblanza de ella y que escogieran entre diferentes pares de rasgos cuál
creían ellos que caracterizaba a la persona presentada. Los resultados mostraron que los dos
grupos respondían de forma considerablemente diferente distinta tanto en la redacción de las
semblanzas -más positivas en el grupo que oyó afectuosa- como en la elección de adjetivos,
en el primer caso tendrá una configuración de sensato y en el segundo de calculador. Este
resultado se da porque afectuosa y fría son, en este contexto, rasgos centrales, sirven como
guías para la organización de la información en un todo coherente, e influyen de forma
determinante en el significado de inteligente, que es periférico.
La diferencia entre un rasgo central y uno periférico se aprecia en el impacto que tiene en
la impresión resultante. Cuando en otro experimento, Asch presentó los mismos rasgos
estímulo, cambiando el par “afectuoso-frío” por “cortés -descortés”, las diferencias en las
calificaciones de los rasgos respuesta fueron considerablemente menores que las halladas en
el experimento anterior (Moya & Expósito, 2007).
El cambio de significado se produce, primero en el campo descriptivo, pero acaba pasando
al evaluativo, es decir, no solo interpretamos de manera distinta el rasgo en cuestión, sino que
también lo valoramos más positiva o negativamente.
Inteligente Inteligente
Habilidosa Habilidosa
Trabajadora Trabajadora
Afectuosa Fría
Decidida Decidida
Práctica Práctica
Prudente Prudente
Sensata Calculadora
Según Asch, el contenido y la función de una cualidad personal dependen de los demás
rasgos estímulo. Un par de rasgos determinado será central en unos contextos, pero no en
otros. De esta manera, no se trata de que la misma cualidad pueda ser central o periférica
según el ambiente, sino que cuando un rasgo cambia de contexto, y pasa por ejemplo de ser
central a periférico, se produce una modificación en su contenido o significado.
Lo que plantea Asch respecto a la creación de una impresión global no es otra cosa que la
formación y posterior aplicación de un esquema de persona. Aunque en sus tiempos no se
hablaba de este término, la investigación sobre el funcionamiento de los esquemas sociales
tiene como precedente precisamente sus estudios sobre formación de impresiones.
La diferencia entre central y periféricos implica que no todos los elementos tienen la
misma importancia en la impresión que las personas se forman de otra. Hay características
del contenido de la percepción que condicionan la relevancia otorgada a dicho contenido.
Rodríguez-Bailón y Palacios (2013) destacan algunos de los factores que influyen en la
formación de impresiones son:
Efectos de orden: ¿qué posee una mayor influencia en la impresión que nos formamos de los
demás? ¿lo primero que conocemos de ellos, primacía; o la última información que nos llega,
recencia? Las investigaciones de Asch mostraron que la primacía es más potente que la
recencia.
Primacía: el orden en que se presentan las características de una persona tiene efecto
sobre la impresión que nos formamos de ella. Los primeros términos establecen una dirección
que ejerce un efecto continuo sobre los posteriores.
Recencia: tiene lugar cuando la información final produce un mayor impacto sobre la
impresión general. Probable que ocurra cuando la persona está distraída o tiene escasa
motivación por conocer a la persona.
de ellos- sesgo de positividad. Efecto que desaparece cuando se conoce, por mínima que esta
sea, una información negativa. La información negativa atrae la atención y adquiere una
importancia desproporcionada en la consiguiente impresión – sesgo de negatividad.
Cuando la información que conocemos acerca de una persona contiene elementos positivos y
negativos, éstos últimos tienen una mayor importancia en la impresión formada. Así, una
impresión negativa es más difícil de cambiar que una positiva, pues los rasgos que inducen a
una evaluación negativa parecen ser fáciles de confirmar y difíciles de desmentir, mientras que
los rasgos positivamente evaluados son difíciles de adquirir, pero fáciles de perder.
Los estereotipos: una de las características que más capta la atención cuando se conoce a una
persona es el grupo social al que pertenece en función de su sexo, edad, nacionalidad, etnia,
clase, etc. lo que lleva a que la impresión que se forme sea consistente con los estereotipos
sobre ellos. Las personas tienden a fijarse en la información que confirma las creencias que
tienen sobre una persona en función de su pertenencia a un grupo, a categorías sociales.
Teorías implícitas de la personalidad: creencias que las personas tienen acerca de rasgos o
características que aparecen unidos a las personas y por qué. Son similares en su
funcionamiento a los estereotipos, es frecuente que se las incorpore dentro de ellos.
Apariencia Física: las investigaciones muestran que la apariencia física juega un papel
importante a la hora de formarnos las primeras impresiones sobre los demás, dado que es la
primera información que recibimos normalmente de alguien (efecto primacía).
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Enjuiciamiento social: Es poco probable que nos formemos impresiones y hagamos juicios
sobre personas que nos son susceptibles de ser enjuiciadas por nosotros. Es decir, si no nos
sentimos con capacidad o el deber de realizar juicios sobre ellas. Esto se asocia, en alguna
medida con temas o personas que se vuelven “objetos de discusión social” ya que su
explicación interpela a las identidades sociales y personales.
5. La Inferencia Social
Siguiendo a Rodríguez-Bailón y Palacios (2013), las inferencias sociales o los procesos por
los cuales las personas van más allá de la información concreta que tienen sobre los otros y
sobre ellos mismos, se han considerado tradicionalmente procesos que llevan a cometer
errores en las impresiones o juicios.
Las autoras mencionan que, a la hora de hacer una inferencia, el primer paso consiste en
recoger la información necesaria para ellos, seleccionando aquella que se considera más
importante de toda la que tenemos disponible en un momento determinado. En este proceso,
parece que los individuos confían demasiado en los esquemas sociales que tienen accesibles,
así como en sus estereotipos, desestimando alguna información que puede ser muy útil o
exagerando la importancia de otra que puede ser incorrecta.
Muchas veces, las inferencias están influidas por las creencias y teorías previas, lo cual no
es malo en principio ya que son también una fuente de información, pero si lo es cuando esas
creencias y teorías sesgan el proceso –por ejemplo, buscando y teniendo en cuenta solo los
datos que las confirmen en lugar de considerar toda la evidencia disponible – e impiden
detectar posibles errores.
Aparte de las limitaciones del sistema cognitivo, la mayoría de las ocasiones en las que las
personas tienen que hacer un juicio sobre sus vidas diarias no tienen ni el tiempo ni la
motivación suficientes para llevar a cabo todas las operaciones que exige el modelo
normativo. En lugar de eso, lo que se hace es sacrificar la exactitud a cambio de la eficiencia
en función de nuestras metas en cada situación.
En esta “economía cognitiva” actúan los sesgos y los heurísticos (Rodríguez-Bailón y
Palacios, 2013):
Ignorar las probabilidades previas, que existen de que se dé un suceso.
Juicios de covariación. Estimar la probabilidad de que dos sucesos se den al mismo
tiempo, e ignorar información complementaria.
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Correlación Ilusoria. Sobreestimar la relación que existe entre dos variables, o incluso
percibir una relación entre ellas, aunque no las haya. Importante en el origen de los
estereotipos.
Cuando se trata de extraer conclusiones a partir de información previa o emitir opiniones
sobre un objeto-estímulo, sobre todo si no disponemos de mucho tiempo o no tenemos un
interés especial en la precisión de nuestros juicios, recurrimos a reglas simples que nos
permiten hacer inferencias adecuadas sin sobrecargar nuestro sistema cognitivo ni dejarlo
colapsado para otro tipo de tareas. Estas reglas simples se llaman heurísticos.
demostrado que no siempre es cierto. Una serie de sus postulados fueron verificados
empíricamente demostrando cómo la conducta cambia las creencias y las actitudes (López
Sáez, 2007).
La Teoría de la Disonancia Cognitiva trata de la consistencia
sobre el cambio de actitud: supone que una persona se comporta
de un modo que maximizará la consistencia interna de sus
sistemas cognitivos, y que los grupos también luchan por
maximizar la consistencia interna de sus relaciones interpersonales. León Festinger
(1919-1989)
El núcleo de la teoría es que dos elementos cognitivos
(pensamiento, actitudes, creencias) están en una relación disonante si de uno se seguirá el
reverso del otro. Como la disonancia es psicológicamente incómoda, su existencia impulsa a
reducirla, y a lograr consonancia. Además, cuando la disonancia está presente, la persona
evitará activamente las situaciones y la información que tienen probabilidad de incrementarla.
Harré y Lamb (1992) destacan que los postulados básicos de Festinger son simples y un
tanto vagos. Los elementos cognitivos son solo definidos de un modo muy general como “las
cosas que sabe una persona”. Sostienen que tampoco está claro si en el punto de “a un
elemento le sigue el opuesto del otro” se habla de inconsistencia lógica o psicológica. Sea cual
fuere el caso, la disonancia, según esta teoría, se experimenta como un estado desagradable
que el individuo tratará de reducir cambiando cogniciones o introduciendo nuevos elementos
en su sistema cognitivo. La tendencia a reducir la disonancia será mayor cuanto más alta sea
la proporción entre los elementos disonantes y consonantes en un sistema cognitivo.
Para recalcar que no se trata de un proceso relacionado con la búsqueda de racionalidad,
Festinger sustituye la palabra inconsistencia por otra menos lógica: disonancia. Igualmente,
sustituye consistencia por consonancia. Utilizando estos términos, formula dos hipótesis
básicas (López Sáez, 2007):
- La disonancia es psicológicamente incómoda, por lo que la persona trata de reducirla
y de lograr la consonancia.
- Cuando la disonancia está presente, además de intentar reducirla, la persona evita
activamente las situaciones e informaciones que podrían aumentarla.
Para Moscovici (1988), la teoría de la disonancia cognitiva constituye uno de los ejemplos
más brillantes de lo que denomina teoría operatoria, que trata de llegar a un mecanismo
elemental, desconocido hasta entonces, y que explica un conjunto de hechos. Da cuenta de la
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Finalmente, como señala López Saéz (2007b), están los temas de la disonancia y la conducta
grupal. La identidad social y la pertenencia grupal también pueden determinar que se utilicen
formas de reducción de la disonancia características de situaciones grupales, cuando una
identidad social determinada se hace saliente. Todos los individuos pertenecen a diferentes
grupos y todos esos grupos contribuyen a su auto-concepto. Así, una persona es hombre o
mujer, pertenece a una profesión, ha nacido en una región y puede ser creyente de una
determinada fe religiosa. Pero no todas estas categorías sociales son igualmente importantes
para el yo en cualquier situación. Cuando las características del contexto hacen especialmente
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saliente una categoría, como por ejemplo la pertenencia regional, las personas tienden a
comportarse como un prototipo de esa categoría y a evaluar a su grupo más positivamente
que al resto de los grupos que, en este ejemplo, serían las personas de otras regiones.
7. A modo de cierre
Como se señaló en el inicio de este texto, el propósito fue exponer, de manera más o menos
sintética pero comprensible, aquellas contribuciones de la Psicología de la Cognición Social
consideradas como claves en los desarrollos posteriores de la perspectiva. Asimismo, se buscó
destacar la relevancia que los distintos análisis dieron a la esfera de la interacción, aun cuando
se observen limitaciones. Solo el posicionamiento en una mirada ternaria, tripolar o triádica
puede hacer comprensibles los complejos fenómenos de los cuales trata de dar cuenta la
Psicología Social.
8. Referencias Bibliográficas