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Columna de opinión 9 de agosto.

DE LA NEGLIGENCIA A LA COMBUSTIÓN

Todos hablando de lo de Uribe, pero en esta semana aconteció un suceso de mayor importancia.
La alegre y normal Beirut, que gozaba de su día como cualquier otro, se encontró de repente
sumergida en un panorama de desolación, hambre, tristeza e incertidumbre, además de una
profunda crisis política, económica y social de fondo. Una novia antes de casarse, un sacerdote
encomendándose a Dios, y cientos de personas pierden la vida, miles quedan heridas y el resto de
la población yace con sus finanzas por los suelos; algunos sin casa, sin comida, sin trabajo, sin
familia…pues como si fuera de película, luego de que un incendio llamase la atención
sobrevinieron dos estallidos de magnitudes inconmensurables. El cielo se nubló y las partículas
corrosivas colmaron la atmósfera, ahogando a los ciudadanos. Ahora está en ruinas.

Si se trata de señalar a los culpables se tiene que el barco ruso, en el que se encontraba el nitrato
de amonio, no pagó las tarifas portuarias y por tanto, fue confiscado. El problema surge cuando
los dirigentes del país se desentienden del asunto y dejan la embarcación ahí, ¡por seis años y
nueve meses! El nitrato de amonio es una de esas substancias químicas cuyo objetivo principal
se resume en facilitar la vida de la sociedad para hacer sus labores de manera más productiva y
eficaz. En este caso, se trata de 2750 toneladas de un sólido cristalino fabricado para servir a la
minería y la agricultura, siendo un fertilizante químico. Dado a que el compuesto actúa como una
fuente de oxígeno que acelera la combustión de otros materiales, sumado al tórrido sol libanés,
sumado a la humedad por el desuso y a la nula importancia que se le dio, formó la receta ideal
para que ocurriera esta tragedia. Cuando el incendio de un silo alcanzó el nitrato, no hubo vuelta
atrás.

Si aún les parece poco, hemos de saber que no es la primera vez que el incidente sucede. Ya han
ocurrido más de cuatro explosiones documentadas a lo largo de la historia. La primera fue en
1921, cuando una planta en Oppau, Alemania, voló por los aires. La segunda en 1947, en la
Bahía estadounidense de Gaveston (similar a la del martes); la tercera fue en Argentina, 1994,
como un atentado; la cuarta, en otro terrorismo a la ciudad de Oklahoma, EE. UU, 1995. Otra en
Tiajin, China y así…

¿Cómo es posible que las autoridades libanesas dejen pasar una cuestión como esta? Todos los
humanos cometen errores, pero eso no es una excusa para ser negligente e ignorar el deber de un
dirigente político, pues hasta donde sé, la función de un gobierno es precisamente la de velar y
cuidar por el bienestar de los ciudadanos. No traten de culpar a un marinero, ni a las medidas, ni
a otra estancia que no sea el régimen. El cinismo de la administración libanesa de pedir ayuda y
pasar por inocente y necesitada no tiene presentación. En primer lugar, hay una pandemia viral
que ha puesto en jaque a la humanidad, en segundo lugar, el Líbano no se caracteriza por ser una
fuerte economía que se pueda recuperar de una crisis grave, y en tercer lugar están los muertos,
heridos y desamparados que mientras leemos una columna de opinión, ellos están sufriendo de
hambre, desolación y desesperanza, con unos políticos incompetentes (como cierto país cafetero
en el que vivo).
Hasta la próxima semana.

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