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Los trastornos de la conducta alimentaria son uno de los problemas de Salud Pública
más serios de nuestros días, tanto por su prevalencia y necesidad de tratamiento
especializado, como por su tendencia a la cronicidad y la gravedad (Oliva et al.,
2011). Asimismo, la alimentación tiene importantes significados para el ser humano,
además de nutrir al organismo de los recursos que necesita y de eliminar el hambre.
En muchas ocasiones, la comida es utilizada para establecer relaciones sociales,
realizar ritos, mostrar poder, etc. El acto de comer ha sido siempre un acto social,
donde los alimentos y la comida son una manifestación cultural que define a los
diferentes grupos sociales. En nuestra sociedad cada vez se presta más atención a la
comida y, en especial, a la dieta. De este modo, no es de extrañar que en la práctica
clínica se encuentren, cada vez más, personas que sufren debido a sus hábitos de
alimentación.
Es importante destacar que los trastornos de la conducta alimentaria no pueden
reducirse a los deseos que estos pacientes tienen por controlar el peso, sin tener en
cuenta otros aspectos más profundos e intrincados. Los trastornos de la conducta
alimentaria pueden ser entendidos como expresiones de dificultades emocionales
internas que inducen a buscar, a través del control de la dieta y del cuerpo, algo de
seguridad en la vida. Tal y como señala Calvo (2010), “Los pacientes presentan
alteraciones del comer que repercuten de forma grave en su salud, pero su
comprensión completa requiere considerarlos el resultado de problemas
psicológicos y relacionales profundos insertados en una sociedad volcada en el
cuerpo” (Calvo, 2010, p.3). La alimentación, además, es fundamental en el
desarrollo psicológico, pues a través de la alimentación materna el niño conoce y
aprende las sensaciones de seguridad, bienestar y afecto.
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Desarrollo
En la sociedad actual, se percibe un incremento de enfermedades psicosomáticas, las
cuales constantemente se encuentran en análisis y estudios desde diversos enfoques
teóricos, como en el caso de los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA); siendo
su tratamiento constantemente actualizado, es por esta razón que son fenómenos
llamativos y relevantes para estudios desde diferentes disciplinas, ya que además,
presentan una alta implicancia en la sociedad junto con un aumento de casos en los
últimos años (Valverde, Rivera & Moreno, 2010).
Según la Asociación Americana de Dietética (2006) los TCA constituyen unos de
los trastornos más difíciles de tratar, siendo perjudiciales para la salud, por lo que su
tratamiento requiere de un equipo multidisciplinario de especialistas. (Bruch, 1973).
Estos trastornos se asocian a una baja calidad de vida, altas tasas de comorbilidad
psicosocial y mortalidad prematura (Portela, Da Costa, Mora & Raich, 2012). Son
definidos como “alteraciones específicas y severas en la ingesta de los alimentos,
observadas en personas que presentan patrones distorsionados en el acto de comer y
que se caracterizan, bien sea por comer en exceso o por dejar de hacerlo” (Méndez,
Vásquez & García, 2008, p.580). De acuerdo con el Manual de Diagnóstico y
Estadístico de Trastornos Mentales DSM-IV-TR (American Psychological
Association, 2002), se clasifican en tres tipos: Anorexia Nerviosa (tipo restrictivo y
compulsivo-purgativo); Bulimia Nerviosa (tipo purgativa o no); y Trastornos de la
conducta alimentaria no especificados.
Los trastornos de la conducta alimentaria constituyen alteraciones severas en la
ingesta de los alimentos, en personas que presentan patrones distorsionados en el
acto de comer en respuesta a un impulso psíquico. Este grupo de enfermedades
engloba a varias entidades que varían grandemente, clasificándose en: anorexia
nerviosa, "trastornos de la conducta alimentaria no especificados" y trastorno por
atracón. Todas son más frecuentes en las mujeres e iniciándose generalmente durante
la adolescencia siendo enfermedades crónicas.
El origen preciso no ha podido ser dilucidado, proponiéndose diferentes teorías al
respecto. La gran dificultad es que no existen tratamientos farmacológicos o
nutricionales de eficacia demostrada, por lo que éstos se dan mediante grupos
interdisciplinarios, basándose en psicoterapia, estrategias de apoyo durante el
proceso psicoterapéutico y un programa psico-educativo, proceso que lleva meses o
años. Estos grupos incluyen: psicólogos, psiquiatras, médicos internistas o
endocrinólogos y nutriólogos. Observaciones clínicas han llevado a considerar que
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existe una serie de sobreposiciones entre la anorexia nerviosa y la obesidad. En
algunos casos, el peso y las conductas alimentarias pueden cambiar en sus
expresiones en el mismo individuo. Algunas adolescentes que presentaron obesidad
importante desarrollan conductas alimentarias purgativas severas, con lo que logran
perder peso, desarrollando un cuadro clínico en todo compatible con bulimia
nerviosa. Estas observaciones no pretenden ignorar las enormes diferencias fisio
patogénicas y clínicas que existen entre los distintos trastornos de la conducta
alimentaria; su descripción trata de promover una percepción más dinámica de estos
fenómenos. Una visión más flexible y dinámica resulta de gran utilidad para
comprender y tratar estos padecimientos.
En la historia natural de la anorexia es casi una regla que las pacientes pasen de un
estado en el que predomina la restricción en la toma de alimentos, a otro en el que
se comienza a incrementar el consumo de alimentos pero que se acompaña de
fenómenos purgativos (vómito y uso de laxantes). Más aún, al seguir por años a
algunas pacientes anoréxicas se observa el desarrollo de una conducta de franca
bulimia nerviosa. Finalmente, unas pocas pacientes que en su adolescencia temprana
presentaron anorexia restrictiva, en la edad adulta presentan grados variables de
sobrepeso o incluso obesidad. Es interesante señalar que a medida que el peso
aumenta, mejora la funcionalidad social de estas pacientes, sin que esto garantice la
recuperación en los aspectos psicodinámicos y psiquiátricos
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La anorexia nerviosa es el trastorno del comportamiento alimentario (TCA) que
representa las tasas de mayor mortalidad de los trastornos psiquiátricos. De acuerdo
con Hoeck (2006), la incidencia de la anorexia nerviosa es de aproximadamente 8
personas por 100.000 cada año. Se ha visto un sustancial incremento de este trastorno
desde 1935 hasta 1999, en mujeres cuyas edades oscilan entre los 15 y los 24 años.
Anorexia nerviosa
a) Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal,
considerando la edad y la talla (p. ej., pérdida de peso que da lugar a un peso inferior
al 85 % del esperable o fracaso en conseguir el aumento de peso normal durante el
período de crecimiento, dando como resultado un peso corporal inferior al 85 % del
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peso esperable). b) Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, incluso
estando por debajo del peso normal. c) Alteración de la percepción del peso o la
silueta corporales, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación
del peligro que comporta el bajo peso corporal. d) En las mujeres postpuberales,
presencia de amenorrea; por ejemplo, ausencia de, al menos, tres ciclos menstruales
consecutivos. (Se considera que una mujer presenta amenorrea cuando sus
menstruaciones aparecen únicamente con tratamientos hormonales, p. ej., con la
administración de estrógenos). Especificar el tipo: – Tipo restrictivo: durante el
episodio de AN, el individuo no recurre regularmente a atracones o a purgas (p. ej.,
vómito autoinducido, abuso de laxantes, uso de diuréticos o enemas). – Tipo
compulsivo/purgativo: durante el episodio de AN, el individuo recurre regularmente
a atracones o a purgas (p. ej., vómito autoinducido, abuso de laxantes y uso de
diuréticos o enemas).
Bulimia nerviosa
Población
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Treasure, 2006) en la identificación e importancia de los factores de mantenimiento
del comportamiento de las personas con anorexia nerviosa por considerar que su
abordaje podría resultar francamente efectivo en el manejo de la problemática. De
hecho, uno de los grandes desafíos para la psicología ha sido el trabajo terapéutico
con estos pacientes ya que la complejidad que caracteriza al cuadro clínico que se
desarrolla supone el afrontamiento de numerosos y recurrentes fracasos terapéuticos
que se traducen en cortos periodos de estabilización o remisión y recaídas frecuentes
que generan un deterioro físico y emocional significativo de los pacientes, de sus
familias y de otros significantes.
Bases moleculares
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reciente concluyó que pacientes a los que se les administraba un agonista de la
dopamina presentaron ingesta compulsiva de alimentos y ganancia ponderal.
Referencias
Dr. Eduardo García-García (2008). Trastornos de la conducta alimentaria. Vasco
editorial.
Botella, L., & Grañó, N. (2008). La construcción del apego, la cohesión diádica y la
comunicación en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria. Apuntes de
Psicología, 291-301.
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