Está en la página 1de 10

Instituto Universitario Eclesiástico

Santo Tomás de Aquino


1er Semestre
CARRIZALEZ Manuel

LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA


Teología con diferentes formas históricas
Una obra de consulta teológica Llama a San Irineo de León “El primer gran teólogo
católico”. Irineo escribió las dos obras que de él nos han llegado, Adversus Haereses y la
demostración de la predicación apostólica, en las últimas décadas del segundo siglo, cuando
la persecución amenazaba la Iglesia desde el exterior y la confusión doctrinal se
desencadenada en el interior. Irineo elaboró una alternativa coherente y bien fundamentada
a las especulaciones doctrinales de maestros “gnósticos” cristianos como Valentín y
Basílides largos pasajes de su Adversus Haereses recogen las enseñanzas sobre Dios, la
creación y La redención, que Estos maestros afirmaban haber recibido como conocimiento
Salvador “genosis” de una transmisión oral que se remontaba a conversaciones con Jesús
resucitado no recogidas en los evangelios canónicos.
Contra las doctrinas que, según los gnósticos, habían sido reveladas solo a unos
pocos selectos, Irineo afirmaba enérgicamente lo que se enseñaba abiertamente y desde el
principio como “reglas de la verdad” en las Iglesias fundadas por los apóstoles originales de
Jesús. Está tradición doctrinal de las iglesias apostólicas pueden resumirse en tres artículos
fundamentales de fe en Dios Padre Creador, en el Hijo Redentor, y en el Espíritu Santo que
santifica y revela el plan de salvación. Mientras que los diferentes gnósticos a menudo
propagan sus ideas en medio de discordia, la fe de la Iglesia es un asunto de consenso
Universal, y en eso precisamente radica su poder básico de convicción.
Para Irineo, la teología es una actividad intelectual situada dentro de las
coordenadas del “esquema único de la fe”, tal y cómo se enseña la Iglesia el teólogo
explora la revelación permaneciendo siempre atento a lo que procede de los Apóstoles y lo
que ha recibido su corazón como contenido y estructura de la fe.
Si Irineo es el primer gran exponente de la teología vinculada a la tradición de la
Iglesia Orígenes de Alejandría es su homólogo, debido a su orientación respecto al texto de
la Escritura. Este maestro de la primera mitad del siglo tercero sostenía que, puesto que los
textos bíblicos estaban inspirados, se debían interpretar atendiendo su significado
“espiritual”, esto es, a lo que el Espíritu inspirador pretende de decir en ellos y por ellos .
Según Orígenes, todo creyente admite que la Escritura desvela “ciertos misteriosos
designios” mediante formas y figuras escogidas por el Espíritu para transmitir verdades
religiosas más ondas. Convencido de la inspiración bíblica, Orígenes se acercaba a su
trabajo de interpretación seguro de encontrar instrucción en textos que a primera vista
prometían poco.
En Irineo y Orígenes, por tanto, encontramos dos estilos diferentes de hacer teología
cristiana. Ambos eran buscadores de significados que trabajaban para formular y comunicar
lo que Dios ha desvelado de sí mismo y de su proyecto de salvar al hombre. Al extraer el
contenido y estructura del “esquema único de la fe” enseñado en las Iglesias apostólicas,
Irineo preguntaba: ¿Cuál es, pues, el sentido de la tradición?, ¿Cómo se compaginan las
alianzas?, ¿Qué podemos decir sobre las venidas (pasada, presente y futura) de Cristo?
Irineo parte del contenido singular de la fe básica y pasa después analizar numerosos textos
de la Escritura, para investigar por qué y él como de las relaciones de Dios con el género
humano.
Orígenes de Alejandría estaba convencido de que el Espíritu Santo había preparado
en Escritura un enorme y fecundo cúmulo de significado. Se acercaba cada texto bíblico
con la seguridad de que el espíritu santo habla Va allí a los clientes sobre Jesús y sobre sus
vidas en el Señor. Aunque hay partes a la interpretación espiritual de Orígenes que hoy nos
resulta forzadas y fantasiosas, su convicción fundamental se puede compartir: en la Biblia
Dios. Dios da sabiduría y consejo en abundancia. Basta que el teólogo interpreta
correctamente la palabra escrita para que los creyentes se enriquezcan profundamente.
Estas dos orientaciones fundamentales, hacia la tradición y la otra sea la Escritura,
son básicas en la teología cristiana.
Mientras que Irineo y orígenes ejemplifican orientaciones hacia las diferentes
fuentes de la teología, Lutero y Cano muestran como la teología adopta diferentes formas
de concentración y diferentes grados de coherencia. en el siglo XVI, Martín Lutero Expreso
el ideal de una intensa concentración teológica en una sola verdad central, mientras que el
influyente metodólogo domínico Melchor Cano expuso el ideal de una atención, de
extensión panorámica, a un notable número de fuentes teológicas.
Lutero es famoso por su polémica contra los principios básicos de la tradición
católica y por su principio de sola escritura. Pero en Lutero hay algo más. Sabemos que él
tuvo un impacto en numerosos creyentes y que su obra cambio el curso de la historia.
Una razón de la fuerza de la enseñanza del Lutero es el modo en que se remite
constantemente a una sola verdad básica. Lutero aprendió de San Pablo que sin Cristo
estamos atrapados irremediablemente en el pecado y la culpa. Pero en Cristo se recibe el
perdón, la justificación ante Dios y nueva libertad. Lutero atribuía una importancia
extraordinaria la justificación, tanto en sí misma como en cuanto principio que sea de
aplicar al tratar otras cuestiones teológicas.
Decía que el teólogo debe centrarse en los temas que componen la doctrina de la
justificación. Esa es la lente para ver a Dios y al género humano de un modo
auténticamente teológico.
La teología encuentra en el drama del pecado y la gracia el auténtico corazón de la
Biblia. En el amplio campo de las cuestiones doctrinales y éticas, el punto de referencia
constante, la estrella polar es la acción de Dios para salvar a los seres humanos mediante un
inmerecido don de la justificación y la vida nueva.
Para Lutero, la teología descansa en la experiencia del pecado y el perdón, de la
muerte y la vida. La Iglesia Católica formuló su respuesta oficial al desafío planteado por
Lutero y a las reformas protestantes en los decretos promulgados por el Concilio de Trento
(1545-1563). Pero, precisamente cuando el Concilio estaba a punto de clausurarse, los
dominicos de Salamanca, España, publicaron de locis theologicis, obra de Melchor Cano,
O.P, qué se convirtió en el primer tratado metodológico de la moderna teología católica.
La influyente obra de Cano sobre el método es fundamentalmente una expocisión de
como la tradición original se desarrolla dentro de las fuentes de las que el teólogo católico
extrae sus materiales. Hay ciertas reglas que gobiernan el trabajo realizado con cada locus y
que indican como se ha de deducir, de forma adecuada al lugar o fuente en cuestión, los
testimonios concretos sobre la verdad divina revelada. Cano se inspiró en el De oratore de
Cicerón y llamó a los loci los “domicilios” de todos esos elementos con que se lleva
adelante la argumentación teológica.
Canon coloca la Sagrada Escritura en el primer lugar entre los loci y explica su
verdad y autoridad canónica. El segundo locus teológico es el complejo de tradiciones
apostólicas procedentes de Cristo o de la instrucción del Espíritu Santo a los apóstoles y
que pertenece al patrimonio doctrinal perenne. Los dos primeros “lugares”, Escritura y
Tradición apostólica son las fuentes fundamentales en que da testimonio inmediato de sí
misma la palabra revelada de Dios.
Cano, como discípulo de Santo Tomás, no consideraba el trabajo teológico como
estrechamente dependiente de la autoridad, sino que pasaba a enumerar otros tres campos
en que podrían encontrarse materiales de relevancia doctrinal. Respecto a las principales
ubicaciones de las pruebas teológicas, estos loci son “anexos”, pero hacen una aportación
propia. Así, Cano enumerada como los tres últimos los y los argumentos de la razón
natural, las opiniones de los filósofos y las lecciones de la historia humana.
Después de Cano, y normalmente con referencia explícita a él, la teología
fundamental católica ha emprendido regularmente una exposición de las fuentes
doctrinales, igual que hacemos nosotros, esa “doctrina de los principios” es el complemento
natural de la exposición de la teología fundamental hace de la revelación, la credibilidad, la
fe y la transmisión del Evangelio en el mundo de la Iglesia. Una doctrina contemporánea de
los loci o fuentes tratará de ámbitos que no aparecen en Cano, como el testimonio de la
liturgia, el significado que se desprende del estudio de vida que destacan por su santidad y
experiencia de las Iglesias regionales o locales.
Así, dos figuras del comienzo de la Edad Moderna, Lutero y Cano, dan directrices
notablemente diferente sobre la práctica de la teología, Lutero la centraba en la verdad
fundamental de la soteriología: somos salvados por la gracia de Dios en Cristo, Cano, a su
vez, ofrece el recordatorio saludable de no pasar por alto ninguno de los miles de modos en
que Dios se revela. Ciertamente, el teólogo de hoy puede aprender de estos dos exponentes
del método teológico de comienzos de la era moderna.
Los documentos de la enseñanza magisterial católica trataron el ámbito y las tareas
de la teología en los años 1870 y 1950. la primera declaración formaba parte de la
Constitución dogmática sobre la fe católica. Dei Filius (24 de abril de 1870), del primer
Concilio Vaticano.
El Vaticano primero define la fe como la aceptación por gracia de lo que Dios ha
revelado. en la fe, la persona humana se somete a Dios aceptando como verdadero lo que
Dios comunica sobre sí mismo y el plan de salvación se ha dispuesto para el género
humano. La Escritura y las tradiciones procedentes de los apóstoles contienen esta
revelación, y la Iglesia la propone a la aceptación de la fe. Pero la fe, según el Vaticano I,
no es una aceptación ciega de la autoridad, pues Dios ha rodeado sus verdades reveladas de
una serie coherente de “signos de credibilidad”, tales como los milagros obrados por Jesús,
las profecías que cumplió y las notables cualidades de santidad y estabilidad que se
manifiestan en la Iglesia fundada por Jesús. Ciertamente, la revelación invita a los seres
humanos a trascender las evidencias perceptibles y las conclusiones racionales, a adherirse
a “misterios” como la Trinidad de las personas divinas, la encarnación de la Palabra divina
y los sacramentos dadores de gracia; pero la razón puede crear una atmósfera en la que el
asentimiento de fe tenga una lógica propia y una coherencia con el resto de la vida.
En un párrafo de sutil construcción, El Vaticano I describía las tareas principales de
la teología dentro de la casa de la fe. un teólogo atento a esta dimensión humana de la fe es
Santo Tomás de Aquino, que en un llamativo pasaje de su summa teologíae desarrolló la
idea de cómo el género humano necesita ser salvado precisamente por la palabra de Dios
que se encarna. La Encarnación promueve el bien humano de cinco maneras, y en cinco
maneras afines elimina males que degradan a los seres humanos. La búsqueda teológica
está, pues, profundamente vinculada con la búsqueda más fundamental de la mente y del
corazón humano: la búsqueda de la libertad y de la propia realización en Dios.
Finalmente, bajo la guía de Pío XII, la teología practicó un método “regresivo”, esto
es, se movía hacia atrás, desde su punto de partida en la enseñanza de la Iglesia actual,
hasta encontrar los orígenes de esta enseñanza en las formulaciones más antiguas, a veces
más primitivas de las fuentes. Las convicciones actuales guían al teólogo en su búsqueda
del sentido de textos anteriores, ayudándole a encontrar implicaciones quizás solo
oscuramente presentes en las fuentes. Las convicciones que subyace tras todo esto es que la
sustancia de la fe no ha cambiado a lo largo del tiempo y que la teología puede demostrar la
coherencia y continuidad existente entre las formulaciones anteriores y la fe de la Iglesia
expresada por su actual autoridad docente.
Con una mirada retrospectiva sobre esta sección relativa de los diferentes modelos
históricos del método teológico, se vuelven en la obra de Melchor Cano y las directrices de
Pío XII las ideas fundamentales de la “teología positiva”. Esta es la fase en que se sacan de
las fuentes las doctrinas que los teólogos sostienen, defienden y además explican. Sin
embargo, con la encíclica de Pío XII, el magisterio de la Iglesia se le asignó el primer
puesto entre los loci de la teología en su fase positiva. Lógicamente posterior a tal
investigación de las fuentes, viene a continuación la fase de reflexión o “especulativa”,
esbozada por el Concilio Vaticano I. En ella, la mente intenta comprender mejor lo que se
sostiene, integrando las verdades particulares en esquemas coherentes y significativos más
amplios
La teología a la luz del Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano segundo (1962-1965) es para la teología católica actual una
fuente continúa de orientación e inspiración. El Concilio enriqueció todas las ramas de la
teología, especialmente con cuatro impulsos importantes para el método de un teólogo.
Dicho impulso es: 1) la llamada inicial del Papa Juan XXIII a reformular el patrimonio
doctrinal, de modo que pueda traer beneficios saludables al género humano; 2) la nueva
comprensión por parte del Concilio de las fuentes teológicas, Tradición y Escritura y del
magisterio de la iglesia; 3) la adopción de la historicidad en las exposiciones doctrinales; Y
4) la estructuración de las doctrinas particulares de acuerdo con la “jerarquía de verdades”
subordinadas a la fe en Jesucristo.
Los tiempos exigen una nueva profundización en la herencia y un salto hacia
adelante en la profundización de la doctrina, a fin de hacerla más provechosa para producir
santidad y una vida verdaderamente humana. Así el Concilio debía volver a expresar el
tesoro qué la Iglesia lleva dentro de sí para beneficio de toda la familia humana. La
constitución del Vaticano II sobre la divina revelación, Dei Verbum, trata en primer lugar la
revelación y la fe, por las que Dios entra en amoroso coloquio con los seres humanos y, por
Cristo y en el Espíritu Santo, lo recibe en la comunión de vida con él.
La Dei Verbum ofrece una nueva comprensión de la tradición entregada por los
apóstoles de Jesús y transmitida posteriormente en la Iglesia. en las iglesias que fundaron
los apóstoles anunciaron la buena nueva del Evangelio, comunicando con ello dones
divinos a todos los hombres. El Ministerio de los Apóstoles incluye a la predicación, el
testimonio de vida evangélica y la fundación de las instituciones básicas de las
comunidades. La enseñanza de la Dei Verbum sobre la Escritura es amplia, la Biblia es, en
primer lugar, el mensaje de salvación en Cristo puesto por escrito por los Apóstoles y sus
colaboradores inmediatos (DV 7) pero los escritos apostólicos solo tienen sentido en
relación con la palabra de Dios dirigida primero a Israel.
Siguiendo cierto orden lógico, el Concilio pasa de esta declaración Global en favor
de la escritura a especificar que la Biblia es un fundamento permanente de todo trabajo
teológico y que el estudio de la Escritura Debería ser (el alma de la teología DV 24).
Sobre el magisterio, la Dei Verbum hace dos declaraciones que relacionan el oficio
de enseñar con la Palabra divina revelada en la tradición y la Escritura, a las que dicho
oficios sirve en forma dependiente y subordinada. En el capítulo II de la Dei Verbum, sobre
la transmisión de la revelación divina concluye con un párrafo conciso sobre el magisterio
(DV 10 ) dentro de la iglesia el magisterio tiene, Pues, un papel que jugar al servicio de la
palabra transmitida.
Así pues, la enseñanza oficial de la Iglesia está vinculada al testimonio escrito de la
Escritura y al espíritu vital Qué es la tradición. El magisterio no es una actividad creativa
dentro de la Iglesia, sino un Ministerio de comunicación que protege e interpreta el mensaje
y su significado original, dado de una vez para siempre por los profetas y los apóstoles.
En 1965, el decreto del Concilio sobre la formación sacerdotal incluye un párrafo
que insiste en qué la teología se comprometa a considerar la doctrina en la Historia y a
expresar la enseñanza de la Iglesia de un modo nuevo, para beneficio de sus
contemporáneos.
Una última aportación del Concilio Vaticano II el método teológico se encuentra en
el decreto sobre comunismo, acerca de la práctica del diálogo ecuménico (UR512). El
decreto urge a los participantes en el diálogo a Buscar significados más hondos, a usar un
lenguaje inteligible para las otras confesiones y a ser sensible a la interrelación de las
doctrinas particulares de la Iglesia. El tercer punto es claramente aplicable a toda la
teología. las doctrinas no deberían tratarse como átomos, aislados sino como partes de un
todo orgánico y complejo.
De hecho, se pueden construir diferentes órdenes jerárquicos que muestren el orden
y la coherencia sistemática de lo que Dios ha revelado, El imperativo básico es exponer las
verdades particulares de forma que se complementen, apoyen iluminen mutuamente. La
enseñanza de la teología debería fomentar el aprecio del orden intrínseco existente entre los
elementos de los que la fe sostiene profesa.
Las dos fases del método teológico
La teología sana oscila entre la escucha atenta y la elaboración activa y constructiva
del significado de lo que se Ha oído. La teología es rítmica, puesto que el teólogo va de
aquí para allá, e la consulta de las fuentes, con el fin de determinar su mensaje, a la
explicación de lo que su testimonio significa hoy para los creyentes.
En primer lugar, la teología se ocupa de las mediaciones de la palabra de Dios es
decir, de las variadas expresiones que Melchor Cano llamaba los “lugares” teológicos; de
estos la teología extrae testimonios sobre la verdad revelada de Dios. En este punto, el
teólogo se muestra sobre todo receptivo ante un significado ya dado al género humano.
Después, esta fase de escucha atenta se del paso de forma completamente natural, como en
la oscilación del péndulo, a una búsqueda más creativa e instituciones nuevas en los
mismos testimonios y de su importancia para la vida humana en el tiempo y el lugar donde
trabaja el teólogo.
Así pues, la teología es escucha atenta de los testimonios y reflexión crítica sobre la
palabra revelada. Pero lo es únicamente debido a que la fe es, en primer lugar, audición de
un mensaje de buena nueva y profesión de fe en la obra del Padre, Hijo y el Espíritu santo
una obra salvadora que envuelve iluminar creyente.
Los elementos de un método teológico completo
Debido a que la fase positiva, o de escucha, del trabajo teológico se ocupa del
testimonio de la Escritura y la Tradición, donde también está presente un abigarrado
intellectus fidei un método teológico adecuado debe tener en cuenta numerosas Fuentes,
normas y desafíos procedentes de la situación personal de cada cual. La tarea de una
escucha receptiva y atenta y también de una explicación constructiva requiere disciplina y
destreza; pero los tesoros de los testimonios bíblicos y tradicionales y sus innumerables
aportaciones para una vida sensata y Santa hacen que el esfuerzo valga verdaderamente la
pena.
EL TEÓLOGO: OYENTE D ELA PALABRA BÍBLICA
Las Escrituras canónicas y la teología
Al final de su epístola a Los (Gál 6, 14-16), Pablo escribe con grandes letras el
nombre de tres cosas que contribuyen la “regla” (en griego el kanon) de quiénes viven bajo
la paz y la misericordia de Dios: la cruz de Cristo, la libertad respecto a la exigencia de la
circuncisión y el ser una creación nueva en Cristo y en su Espíritu. Este canon comprende
lo que es normativo para el pensamiento el discurso y la conducta cristianos. Más tarde,
conforma el vocabulario cristiano se fue desarrollando en tiempos patrísticos, el término
“canon” acabó haciéndose equivalente a la lista oficial de los libros de la Escritura que dan
testimonio de la revelación divina. Los libros del canon bíblico son, por tanto, una fuente
normativa para la teología en su esfuerzo para expresar lo que la iglesia ha recibido en la fe.
En su uso vulgar, el término griego Kanon se refiere a lavar rígida o regla usada por
un artesano para asegurarse de que ha unido sus materiales de construcción de una forma
nivelada o recta en sentido figurado, un Canon es un modelo o norma por el que se juzga
correcto un pensamiento o enseñanza. En arte y literatura, los estudiosos de la era helenista
confeccionaron, en torno al 200 d.C, listas de aquellas obras antiguas de cualidades de
estilo tan reconocidas que debían recibir un estatuto canónico como modelo. En la Iglesia
cristiana, en este mismo tiempo, se estaba elaborando poco a poco la lista de sus libros
canónicos.La aplicación del término “Canon” a las Escrituras de la Iglesia es, de hecho, un
uso en el que el término tiene dos significados que coinciden parcialmente.
Sin embargo, cuando los cristianos hacen referencia a “las Escrituras” canónicas
aparece un Matiz diferente de significado, Matiz de Gran importancia para la teología.
Santo Tomás dice que la teología usa las escrituras como una fuente su propia de datos y
pruebas. La razón es que “nuestra fe se basa en la revelación echa a los Apóstoles y
Profetas, que compusieron las escrituras canónicas”. Así, los libros del canon tienen
autoridad en el trabajo teológico. San Agustín veneraba tanto los libros denominados ahora
“canónicos”, que creía firmemente que ninguno de sus autores se había apartado de la
verdad en lo más mínimo.
Por tanto, el Canon de la escritura es, en primer lugar, la enumeración completa de
los libros que la Iglesia recibe oficialmente de “los Profetas y apóstoles” como una parte
principal de su fundamento. Pero, en cuanto canónicos, estos libros sirven además de
Norma o criterio de lo que es adecuado ilegítimo en la comunicación de la verdad revelada
y la configuración de la vida cristiana.
El hecho de que el libro sea canónico, sin embargo, no equivale simplemente a su
Inspiración. La fe reconoce los libros canónicos como inspirados, pero esto deja abierta la
posibilidad de que otros escritos, no reconocidos actualmente como canónicos, fueran de
hecho compuestos con la asistencia carismática del Espíritu. Además, la inclusión en el
Canon no determina la autenticidad literaria de un libro, es decir, que haya sido compuesto
en realidad por la persona comúnmente mencionada como autor de la obra. La canonicidad
de una obra bíblica es plenamente compatible con el hecho de que la obra sea originalmente
pseudónima.
El Canon de la escritura sirve para identificar y delimitar para los creyentes, y para
los teólogos dentro de la comunidad de fe, un conjunto de obras recibidas y veneradas
como “palabras de Dios”, esto es, como transmisión en forma escrita del testimonio dado
por mediadores Escogidos sobre la autocomunicación de Dios en la Historia.
El teólogo y la Palabra inspirada
Un dogma fundamental de la fe cristiana es que el Espíritu Santo “hablo por los
Profetas” (Credo Niceno) y que todos los libros bíblicos están” inspirados por Dios” (2 Tim
3 16), para el creyente y para el teólogo, los libros de la Escritura no son como ningún otro
libro. Su texto vino a la existencia mediante la interpretación del Espíritu Santo con la
actividad de composición de sus autores humanos. Los libros bíblicos son expresiones
genuinas, en lenguaje humano, de predicación e interpretación histórica, de oración poética
e instrucción doctrinal; y, al mismo tiempo, son también, por inspiración, causas Auténticos
de la comunicación de Dios con el género humano.
Hablar de inspiración los significa Buscar en la Biblia ante todo poesía o retórica
inspiradoras, sino un testimonio coherente y fidedignos sobre la ternura de Dios en el trato
con sus criaturas. La Biblia misma procede de la “condescendencia” a por la que la Palabra
de Dios ha tomado forma (por nosotros y por nuestra salvación) en la inscripción que Israel
hace de su Alianza y en la variada documentación de los Apóstoles sobre su encuentro con
Jesús, el Siervo e Hijo de Dios
La palabra bíblica de Dios no nos enfrenta directamente con el resplandor de la
verdad divina en toda su gloria, sino a través de un medio accesible y terrenal: una
colección de libros, notable por su multiplicidad y variedad humana.
Entre los dones espirituales la inspiración bíblica es un carisma especial de
comunicación; y se otorga a quién sirve a la comunidad de fe escribiendo para que una
parte de la tradición qué es la base de la fe y la vida de dicha comunidad reciba forma
estable en un texto escrito. Esta noción teológica de inspiración se fija, en primer lugar, en
el don y carisma que subyace tras la obra de quiénes redactaron las cartas y compusieron
los evangelios del Nuevo Testamento. Gracias al Don espiritual los textos que escribieron
pueden servir en cualquier época posterior como instrucción válida, alimento sano y guiado
autentica de los creyentes cristianos. Por analogía, las expresiones escritas de la fe y las
costumbres de Israel, su oración y sabiduría, fueron agraciadas con una acción semejante
del Espíritu a lo largo de la vida del primer pueblo de la alianza y hasta la venida de
Jesucristo.
Un teólogo interpreta la Biblia
La interpretación teológica de la biblia comienza con el esfuerzo de recuperar lo que
el autor de un texto quiso decir aquellos a quiénes se dirigió originalmente. La fe en la
inspiración otorgada a los escritores bíblicos sustenta el imperativo de dedicar con
regularidad un tiempo al estilo exegético de los pasajes bíblicos. La misma obligación se ve
confirmada, además, por el hecho de que la iglesia acepta las Escrituras como canónicas y,
por tanto, como constitutivas de su propio fundamento.
Puesto que para los cristianos estos libros no son como los demás libros, su
contenido original debe ser una serie inquietud para la teología. Nuestra lectura de los
libros bíblicos conlleva, en primer lugar, un trabajo concienzudo y una intuición no
inspirada. Fue la escritura de los autores lo que el Espíritu Santo inspiró para que pudiera
ser un testimonio fiel de la revelación de Dios.
Así pues, un método teológico sano incorpora los resultados de la exégesis crítica,
ya que hay una poderosa fuerza de la gravedad que atrae al teólogo hasta los autores
bíblicos concretos y los pasajes específicos. La teología fundamental tiene que considerar
cÓmo la revelación divina se expresa en el breve credo israelita de Deuteronomio 26, 5-11
y en los pasajes evangélicos que describen las apariciones de Cristo resucitado a sus
seguidores. El teólogo que trabaja en cristología no puede ahorrarse el esfuerzo de estudiar
exegética mente el himno Filipenses 2, 6-11, sobre la humillación y exaltación de Jesús y el
prólogo del evangelio de Juan, sobre la Palabra por quién todas las cosas llegaron a existir
(cf. Juan 1,3)
Una teología moral cristiana que omita un estudio de tenido del Sermón de la
Montaña (Mt 5, 7) difícilmente puede tomarse en serio. La teología busca, pues, la
fecundidad por la que los textos bíblicos llegan expresar significados más desarrollados en
situaciones completamente diferentes de su contexto original.
Esta forma de interpretación complementa el primer esfuerzo, el de recuperar lo que
el texto significaba originalmente, pues procura entender lo que la biblia pretende decir
ahora sobre la economía todavía en curso mientras el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
llevan a cabo la salvación del mundo.
El Canon da a los cristianos una lista completa de los libros entregados para
alimentar la fe y aplicar la palabra de Dios a las circunstancias de sus vidas. El canon
cristiano tiene una forma peculiar, en primer lugar, porque junta los libros de la primera
alianza de Dios con Israel y los libros apostólicos que hacen referencia directamente a
Jesús. Está configuración canónica de la biblia es sumamente importante para todo el
pensamiento cristiano
Cada parte del canon cristiano tiene importancia para el pensamiento acerca de las
relaciones de Dios con la humanidad; y cualquier denigración marcionista de las escrituras
de Israel amenaza la vida misma de la teología y de la predicación cristianas.
Este canon bipartito exige el estudio del desarrollo religioso y doctrinal dentro de la
biblia. El hombre es invitado a dejarse instruir por la pedagogía bíblica, que lleva la mente
por diversas trayectorias, desde la promesa al cumplimiento, del tipo al anticipo y de los
intereses limitados a propósitos más universales.
Cuando los católicos insisten en ir más allá de la “Escritura sola” relacionando la
Escritura y la tradición, el fondo de la afirmación es que la biblia debe interpretarse desde
la perspectiva de la vida y la fe de la iglesia. La Iglesia ofrece a la Escritura un contexto
connatural, dónde es leída, entendida y relacionada de forma fecunda con la vida.
Así pues, el trabajo teológico con la biblia es un movimiento pendular
continuamente renovado, que va del sentido original de los textos al significado más rico
que han llegado a tener desde la perspectiva de la fe y la vida de la Iglesia. La primera fase
de investigación de los textos canónicos e inspirados es propiamente exegética, y esto
determina la dirección de los pasos siguientes. Pero con ellos no sé excluye, sino que se
posibilita la recuperación de ese plus de significado que tienen los textos cuando se vuelven
a leer en situaciones nuevas, a cierta distancia del acto de comunicación original.

También podría gustarte