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Por todo ello, nos preguntamos ¿Cuál es el futuro del Derecho Penal Panameño?
¿Está en un proceso de atomatización? ¿Se ha reducido la criminalidad? ¿El
Derecho Penal es un gestor de solución de los problemas sociales, económicos,
etc.? ¿Qué alternativas tiene el Derecho Penal?
El Derecho Penal tiene un futuro incierto, está inserto en una postura férrea de
atomatización, es decir, de combatir la criminalidad con el discurso de seguridad
ciudadana, que complacientemente la sociedad lo ha aceptado, aunque las
promesas de reducir la criminalidad han sido irreales y con eficacia simbólica.
Desde la aprobación del Código Penal del 2007, y sus 33 reformas, ha habido un
aumento progresivo de las penas, y se ha intervenido de manera emotiva creando
figuras simbólicas como el Femicidio y el Homicidio por encargo, y ahora con el
mismo criterio, se pretende incluir la Castración química para los delitos sexuales.
Además, el Estado ha empleado el Derecho penal como un gestor de solución de
problemas sociales, como única medida para enfrentar la criminalidad, y ha creado
delitos que castigan hechos idénticos ya sancionados en vía administrativa,
tributaria u otras y se ha generalizado la creación de tipos abiertos, ignorando la
función esencial que tiene el Derecho Penal de proteger bienes jurídicos, sin dejar
de mencionar otra de sus funciones de prevención que debe hacer disuadir al
delincuente de cometer delitos mediante la amenaza de la pena, aunque si esto no
se logra, el delincuente debe pagar con una pena por el delito cometido.
En el Derecho Penal Panameño del futuro, la pena es necesaria, así como también
un tratamiento humanitario en las cárceles, pero a corto plazo hay que hacer
correctivos ante el problema de una deficiente regulación penal, de la inflación de
normas penales y de su aplicabilidad, pues es evidente que ha habido un abandono
de la teoría del delito poniendo en peligro principios de seguridad jurídica, tanto por
parte de los legisladores, así como de algunos operadores jurídicos en la aplicación
de los principios limitadores (necesidad, lesividad, proporcionalidad), que en el caso
de estos últimos se exige una adecuada interpretación de los tipos penales (Corcoy
Bidasolo).