Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
ÍNDICE
3
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
4
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
1
“Imagen e Ideología Social en la Europa del S. XVII. Trabajo y Familia en Murillo y Martínez Mata” de
Bartolomé Yun Casadilla en PALOS, Joan Lluís Y CARRIÓ- INVERNIZZI, Diana: La Historia Imaginada:
Construcciones Visuales del Pasado en la Edad Moderna. Barcelona, 2008.
2
La Historia de la Cultura y la Historia de las Religiones no puede aparcar esta línea de investigación,
desarrollada ya por la Historia Económica. No podemos dejar de mencionar, por tanto, los avances realizados
en evolución cognitiva de la religión por el grupo de trabajo de la Universidad de Washington, encabezado
por el Dr. Pascal Boyer, que plantea que “El pensamiento y el comportamiento religioso pueden considerarse
parte de las capacidades naturales humanas, como la música, los sistemas políticos, las relaciones familiares
o las coaliciones étnicas” (Nature 455:1038). Igualmente destacados son los estudios sobre el córtex
prefrontal ventromedial, uno de los nodos centrales de la red emocional.
3
Merece la pena tener en cuenta los trabajos realizados en los años setenta y ochenta por James V.
McConnell sobre la transmisión genética de la memoria a través del micro-ARN, retomados con fuerza en la
actualidad. Sirva como breve introducción “¿Se Transfiere la Memoria?” de Jordi Solana en Historia y Vida,
Nº 496. Junio 2009.
4
“Cómo Interrogar a los Testimonios Visuales” de Peter Burke en PALOS, Joan Lluís Y CARRIÓ-
INVERNIZZI, Diana: La Historia Imaginada: Construcciones Visuales del Pasado en la Edad Moderna.
Barcelona, 2008.
5
BURKE, Peter: Visto y no Visto. El Uso de la Imagen como Documento Histórico. Barcelona, 2001.
6
Burke formula (Op. cit.) diez reglas de ponderación crítica de la fuente visual que pretenden dar respuesta a
esta pregunta.
5
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
7
Para este trabajo hemos estado utilizando fundamentalmente Estudios sobre Iconología, la obra de mayor
carga teórica de Panofsky.
8
La Historia del Arte según Tatarkiewicz (ojo, según él) se mueve entre el signo y el símbolo, es decir, entre
lo significado y lo significante. Así, signo y significado (no confundir con la acepción de significado que
introducen la idea de conocimiento a posteriori) están relacionados pues algo se significa porque tiene signo
(forma) que lo define exteriormente. Pero lo importante es lo significante, es decir, el símbolo que alude al
mensaje implícito en la elaboración intelectual del signo, en su plasmación material y en su posterior
interpretación o repercusión. Vitrubio, lo expresó acertadamente al decir “Lo «significado» es el tema que
uno se propone, del que se habla; «significante» es una demostración desarrollada con argumentos teóricos y
científicos”.
6
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
método de análisis9 en tres niveles10 capaz de buscar síntomas culturales en varias esferas
y explicar las alteraciones evidenciadas en la obra de arte que se estudia 11. El objeto
artístico adquiere así una significación colectiva que otorga al estudio de las imágenes un
valor añadido como fuente histórica, desplazándola de la creación meramente individual
hacia su consideración como expresión del imaginario cultural.
Por su parte Gombrich profundizó sobre la elaboración y percepción de los
símbolos, distinguiendo entre reconocimiento y recuerdo en la asimilación de la imagen
(en su caso pictórica). Para Gombrich el reconocimiento es automático 12, casi inconsciente,
mientras que el recuerdo es una construcción de la memoria. Esto se debe, según
Gombrich, al carácter esencialmente selectivo de la atención, que convierte la consciencia
intensificada de la realidad en algo imposible, siendo necesario aislar y seleccionar. De ahí
el valor de los símbolos para reproducir una realidad demasiado rica y variada, pues son
muchos más susceptibles de ser almacenados de forma utilizable, recuperándose con
relativa facilidad. La memoria, al decodificar las imágenes y reconocerlas, acude a
estímulos no idénticos que ha recibido antes, recordando y conociendo el mensaje 13. La
realidad, por tanto, queda reducida por la memoria a imágenes que son recuperadas en base
a los estímulos.
Cabe preguntarse entonces, teniendo en cuenta la concepción del objeto artístico
como producto y reflejo de una significación colectiva (tal como señala Panofsky), qué
9
PANOFSKY, Erwin: Estudios sobre Iconología. Madrid, 1980.
10
Panofsky postula tres niveles de análisis de la imagen:
a) Pre-iconográfico: La experiencia reconoce y describe objetos o hechos, siendo su objeto de estudio
los objetos artísticos. Es una Historia del estilo basada en la experiencia práctica.
b) Iconográfico: Reconoce los temas convencionales, su objeto de estudio es el mundo fe las historias y
las alegorías. Es una historia de los tipos.
c) Iconológico: Llega al conocimiento del significado intrínseco que comporta los valores simbólicos,
busca la penetración en la personalidad psicológica y en el espíritu de la época estudiando el mundo
de los valores simbólicos. Es una Historia de los síntomas culturales o símbolos, a saber, la
percatación a cerca de la manera en la cual bajo condiciones históricas diferentes, tendencias
esenciales de la mente humana fueron expresadas por temas y conceptos específicos.
11
Surge aquí una de las cuestiones claves de nuestra investigación: ¿cómo cambian los significantes de los
significados? La respuesta a esta pregunta implica así mismo la formulación de otras como ¿se pueden
controlar y censurar estos cambios de significante? ¿Cómo se lleva esto a cabo? ¿Es posible crear nuevos
significados de antiguos significados?
12
Aristóteles, es su Poética, ya afirmaba que había un placer derivado del reconocimiento. Según él,
“disfrutamos contemplando estas representaciones [de la realidad] porque, al mirarlas, aprendemos y
deducimos qué es cada cosa” (ARISTÓTELES: Poética. México, 2006).
13
Emanuel Loewy, al hablar de la creación de símbolos, formula el concepto de imágenes de memoria para
referirse a “los códigos confeccionados memorizables y aprendidos para representar imágenes según una
fórmula bien comprobada”. Gombrich prefiere los llamados esquemas de corrección apoyados en las
constancias estabilizadoras que permiten que no quedemos aturdidos con las apariencias fluctuantes.
Sobre estos conceptos podemos plantear interrogantes interesantes para el estudio de la censura de imágenes,
por ejemplo, si llega la censura a la modificación e instauración de constancias y, en caso afirmativo, cómo lo
hace.
7
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
14
GOMBRICH, E. H.: Estudios sobre el Arte del Renacimiento. Imágenes Simbólicas. Madrid, 1983
15
YATES, Frances A.: El Arte de la Memoria. Madrid, 1974.
16
QUINTILIANO: Instituto Oratoria. México, 2006.
17
Esta idea ya está presente en el famoso y anónimo (aunque frecuentemente atribuido a Cicerón) manual de
retórica Ad Herennium.
18
La asimilación de la lectura requiere de un proceso de racionalización del neocórtex o telencéfalo. Las
imágenes sin embargo no necesitan capacidad reflexiva, pues son recogidas por el cerebro límbico o
mesoencéfalo, que alberga las emociones y los sentimientos (“Diseño Inteligente y Emocional en las
Creaciones Humanas, ¿Por qué nos Gustan las Cosas?” de Aarón Reyes en el ciclo de conferencias Pensar la
Sociedad, celebrado en Sevilla en noviembre de 2008).
8
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
9
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
ARTISTA
OBRA DE ARTE Comunicación RECEPTOR
(productor Artística
de la obra)
10
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
11
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
“Mundo, un teatro”.
CALDERÓN DE LA BARCA: El Gran Teatro del Mundo.
12
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
a formar parte de esta manera del mundo suprasensible como espejo y contraposición a lo
sensible, vinculándola indisolublemente con lo religioso, de lo que forma parte.
32
GRUZINSKI, Serge: La Guerra de las Imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner. México, 1994.
33
Estamos de acuerdo con Gruzinski (GRUZINSKI, Serge: La Guerra de... Op. cit. p. 99) cuando afirma que
la esencia de la imagen Occidental son la imagen-memoria, la imagen-espejo y la imagen-espectáculo.
34
Como veremos más adelante la Iglesia Católica y el Estado Moderno fueron, desde la teatralidad del
Barroco, quienes mejor entendieron la condición de imagen-espectáculo.
35
GRABAR, André: L’Iconoclasme Bizantin. Paris, 1984.
36
Según afirma Plazaola (PLAZAOLA, JUAN: Arte e Iglesia... Op. cit.), muchos teólogos argumentan en el
misterio de la encarnación del Verbo y en la humanidad del Hijo de Dios dicha representación.
37
La Santa Biblia. Ed. San Pablo; Santiago de Chile, 1993.
38
Dobbs (DOBBS, E. R.: Paganos y Cristianos en una Época de Angustia. Madrid, 1975) resalta en el éxito
y la génesis del Cristianismo que es una religión romana y mediterránea donde la representación de lo divino
es fundamental y que, al convertirse en religión de estado, asumió los caracteres propios del culto estatal.
13
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
14
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
42
BATAILLON, Marcel: Erasmo y España. Estudios sobre la Vida Espiritual del Siglo XVI. México, 1966.
43
BESANÇON, Alain: La Imagen Prohibida. Madrid, 2005.
44
El papel de las imágenes es más cuestionado por el luteranismo desde las ideas básicas de su doctrina
(resumida en las máximas sola gratia, sola fide, sola scriptura, solo Christo), que propugnan una religión
construida sobre la justificación por la fe.
45
Calvino desarrolló con profundidad su postura de sobre las reliquias en La Institución Cristiana.
46
BESANÇON, Alain: La Imagen... Op. cit. p. 235.
47
BENNASSAR, M. Bartolomé (coord.): Historia Moderna. Madrid, 2005.
48
PLAZAOLA, JUAN: Arte e Iglesia... Op. cit.
49
Hay que entender la singularidad del caso mexicano, cuyas particularidades hacen que su Concilio haga
mayor hincapié en la forma, el contenido y la producción de las imágenes que en las modalidades de empleo
pues, “los indios ni saben pintar ni entienden lo que hacen, haciendo pintar imágenes indiferentemente”
(GRUZINSKI, Serge: La Guerra de... Op. cit.).
15
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
Pero, ¿cuál fue la postura del Concilio de Trento ante las imágenes? Cuando el 13
de diciembre de 1545 se inició la primera sesión del Concilio de Trento, la posición más
extendida entre los participantes en el mismo era la condena irrevocable de las herejías y la
afirmación de los principios de una Iglesia Católica Romana contra-reformada 50. En el
campo de las imágenes, frente a esta postura de reafirmación del dogma (que supone el
refrendo de las imágenes), hubo posturas divergentes: la religión severa de corte erasmista,
negadora del culto a imágenes milagrosas, la iconoclastia del protestantismo radical y las
teorías calvinista. En respuesta, Trento confirmó la doctrina tradicional sobre la veneración
y el uso de las imágenes51, condenándose a quienes niegan que las imágenes puedan ser
objeto de culto52.
Es necesario, con todo, ir más despacio y ser más específico. El decreto sobre las
imágenes, cabe señalar, no llegó hasta la sesión XXV, la última, celebrada los días 3 y 4 de
diciembre de 1563. En la misma se tocaron, entre otros muchos temas, la veneración de los
santos, el sentido y valor de las reliquias y las imágenes devotas. El decreto, en oposición a
la iconoclastia del calvinismo (especialmente francés) y el protestantismo radical, tenía por
fin defender la licitud del culto a las imágenes, asignando a las artes un papel específico y
concreto en la comunidad contrarreformada. Así, se resalta 53 la imagen como apoyo a para
la enseñanza religiosa, debiéndose cuidar la fidelidad histórica, requiriendo una estricta y
correcta disciplina en la versión de las historias sagradas, pidiendo el decreto que “por
medio de las historias de los misterios de nuestra Redención, descritas en pinturas y otras
representaciones, el pueblo sea instruido y confirmado en el hábito de recordar y meditar
50
PROSPERI, Adriano: El Concilio de Trento. Una Introducción Histórica. Ávila, 2008.
51
En la reafirmación del culto a las imágenes en la Iglesia Católica contrarreformada es importe la relación
con la imposición al clero del uso del latín (lengua sagrada) como opción para proteger la majestad de la
palabra de Dios es una de ellas. Si el protestantismo había tomado la imprenta como arma y la traducción de
la Biblia a lengua vernácula como instrumento, la Iglesia católica perdió con esta medida el espectro o
sentido de propaganda que estas versiones de la Biblia tenían. La imagen se convierte entonces en el
principal vehículo para transmitir la doctrina católica y formular, de manera precisa y definitoria, las
“verdades” que había negado el protestantismo.
52
También se condenan a quienes niegan que los santos puedan ser invocados, que las reliquias no sean
beneficiosas, estando estos cultos muy ligados con la veneración a las imágenes.
53
Frente a lo apuntado por Wittkower (WITTKOWER, Rudolf: Arte y Arquitectura en Italia (1600-1750).
Madrid, 1997), donde se dice que es en Trento donde se da la bienvenida al uso pedagógico de las imágenes,
es a partir de Edad Media, sobre todo desde la teorización de Tomás de Aquino y la Escolástica, cuando se
traza el sentido mnemónico (es decir, para ser recordados) y pedagógico (aprender lo que se desea recordar)
de las imágenes en la Iglesia Católica. Para Aquino, como para Trento, las imágenes tienen también un
sentido devocional (algo a lo que se admira, se rinde culto y por la cual el devoto está dispuesto a sacrificarse
-devovio del lat. sign. sacrificio-), adquiriendo por añadidura una significación cultual que defenderá la
Iglesia Católica tridentina y post-tridentina.
16
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
continuamente los artículos de fe”54. Se pretende justamente que el pueblo reciba de las
imágenes el conocimiento de la historia de la redención y los modelos sagrados a imitar.
Precisamente por el carácter pedagógico de las imágenes, el decreto condena y
previene contra los abusos55, proscribiéndose aquellas imágenes que puedan ser “ocasión
de error para gente ruda”, evitándose “toda hermosura, de modo que no se pinten ni
adornen imágenes de procaz hermosura”. Esta exaltación del realismo frente a la
idealización bella del Renacimiento pretende convertir en esencial la ostentación
manifiesta de la “verdad”/ el dogma por encima de las formas, invitando a crear imágenes
correctas y decorosas que apelen a las emociones de los fieles para trascender la palabra
sagrada. Al ser la línea delgada, el decreto se ve obligado a advertir igualmente de la
idolatría, recordando que “la veneración que se les demuestra se dirige a los prototipos que
estos representan”, siendo adorado lo que la imagen representa en ausencia 56. Se estaba
subrayando el “mal uso” y la confusión que, sin duda, generaban las imágenes.
Sin embargo, no hubo en el Concilio una definición específica sobre las imágenes,
ni tampoco una prescripción de reglas de creación de las imágenes. La interpretación del
espíritu tridentino del decreto en cuestión estuvo orientada a la defensa de la licitud del
culto a las imágenes frente a la iconoclastia y al uso didáctico de las imágenes, con
tendencia a un control puntual de la exactitud histórica y teológica de su contenido. Pero
no llegó más allá. Bien es cierto que el culto a las imágenes no fue sólo un instrumento
pedagógico sino también un arma de propaganda. Se multiplicó la representación de los
principales puntos de discordia dogmática entre católicos y protestantes, siendo muy
habituales en la Iglesia Católica pos-tridentina las imágenes de la Inmaculada 57, de los
santos, de la eucaristía (con Cristo repartiéndola), de la salvación por fe y obras (figura de
Cristo como salvador), del martirio que enaltece la piedad católica (Cristo crucificado
muriendo por amor), de la virtud heroica, de los milagros... Pero en ningún decreto aparece
una definición específica sobre imágenes más allá de su uso.
Ante esta indefinición tomará fuerza una rama literaria, representada por hombres
de la Iglesia sobre todo, como Carlos Borromeo, Gabrielle Paleotti, Jean Molanus, Gulio
da Fabriano, Raffaello Borghini, Romano Alberti, Comanini o Possevino, que buscan esta
54
Ver en WITTKOWER, Rudolf: Arte y Arquitectura... Op. cit. p. 21.
55
PROSPERI, ADRIANO: El Concilio de Trento. Una... Op. cit.
56
En este sentido es interesante la postura defendida por Roberto Belarmino (BELARMINO, Roberto:
Controversias. Roma, 1576), que entiende el culto a las imágenes como inferior a la persona.
57
La aparición del Atlas Marianus de Gumperberg, entre otras obras, ya nos apunta hacia una multiplicación
de las devociones de la Virgen y los santos.
17
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
58
Paolo Prodi ha sido el encargado de editar y realizar los comentarios de dicha obra (PALEOTTI, Gabrielle:
De Imaginibus Sacris et Profanis. Ed. Arnaldo Forni; Bolonia, 1991). Además, publicó una biografía en dos
volúmenes sobre el cardenal Paleotti (PRODI, PAOLO: Il Cardenale Gabriele Paleotti. Roma, 1959).
59
GARRIDO GARCÍA, M. A.: “La Imagen Predicada” de Miguel Ángel Garrido García en Etiópicas, núm.
2. Año 2006. p. 172-201.
18
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
de la Roa. Sobre estos teóricos de la iconografía sagrada y sus obras sobresale el canónigo
y censor de Felipe II, Jan Van der Meulen de Lovaina, Jean Molanus (1533-1585) y su
tratado De Picturis et Imaginibus Sacris (Lovaina, 1570). Apasionado teólogo convencido
del poder de edificación moral de las imágenes, introdujo ciertas normas en la iconografía
cristiana en un momento en el que los reformadores agitaban los espíritus católicos en
defensa de la iconoclastia. Apologeta de la imagen, Molanus defiende la idea del principio
de la analogía, recurriendo a la alegoría y a la metáfora como instrumentos para instruir al
pueblo. Partidario de que ce qui est interdit pour les livres l'est aussi pour les images, qui
sont les livres des illettrés60, definió imágenes concretas en sus obras, formulando formas
adecuadas de representación.
60
Traducción: Aquello que está prohibido en los libros lo está también en las imágenes, que son los libros de
los analfabetos. MOLANUS, Jean: Traité des Saintes Images. Lovaina, 1570 (en edición de París, 1996).
61
PROSPERI, ADRIANO: El Concilio de Trento. Una... Op. cit.
62
WITTKOWER, Rudolf: Arte y Arquitectura... Op. cit. p. 22.
19
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
20
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
consigue) las adversidades de la vida cotidiana68. Todo lo anterior debe entenderse desde la
indisoluble relación de la teatralidad con la necesidad de representación, creándose una
cultura69 de una alta significación simbólica donde la retórica, la metáfora y el oxímoron
vertebran la lógica barroca desde la neutralización del otro 70. Y es en esta nueva razón
barroca donde se despliegan la imagen y el objeto artístico, desde la persuasión
aristotélica71, en dirección contraria al Renacimiento.
Dirigida a los sentidos, la imagen barroca destaca por su pathos 72 teatral, su
ilusionismo y su dinamismo, representando formas desbordantes y desconcertantes. Bajo
este supuesto desenfreno, existe sin embargo un sometimiento a esquemas rigurosos, se
pretende transmitir un mensaje, expresándose la idea y el concepto (de ahí el concettismo
acuñando por Bauer) desde diferentes campos o metáforas. Contrario a la filosofía
platónica, donde la belleza remite a las ideas, el Barroco instaura una teoría de los efectos
donde lo trascendental no se agota en lo sensible sino acercándose a lo invisible y lo
suprasensible. La estética barroca esconde pues un esquema profundo (concepto), siendo el
símbolo escondido dentro de la alegoría barroca la luz que eleva a una potencia superior y
da sentido a la imagen. Esto que acabamos de mencionar se notará, por ejemplo, a nivel
estético, pues la imitación de lo natural ya no basta para alcanzar la experiencia estética,
vinculándose la belleza con fines pedagógicos, morales y religiosos.
Desplegando la esencia de la imagen Occidental 73, el Barroco supo entender con
exquisitez el carácter de la misma como objeto de comunicación, además de su perfil
irracional74. La imagen barroca enseña y deleita pero, sobre todo, en la intensa atracción
68
VV.AA.: El Barroco. Köln, 1997.
69
Frente a la visión tradicional de autores como Croce, Eugenio d’Ors o Facillon, impositores de un pensar
dicotómico que no comprende la desterritorialización, la proliferación, la obertura y la impureza, es decir, la
no disyunción de la problemática barroca, Maravall (MARAVALL, José Antonio: La Cultura del Barroco.
Barcelona, 2002) identifica el Barroco como un concepto de época, una sociedad de masas empobrecidas
donde cunde el anonimato, la inestabilidad social y la imposición represiva del poder. Maravall convierte la
cultura del Barroco en una suerte de conductismo integrado que prepara “respuestas a planteamientos”,
siendo el Barroco “el conjunto de medios culturales de muy variada clase reunido y articulado para operar
adecuadamente sobre los hombres [...] a fin de acertar prácticamente a conducirlos y a mantenerlos en el
sistema social” (MARAVALL, José Antonio: La Cultura... Op. cit. p 132). Nuevas posturas florecen
actualmente destacando la importancia de las tendencias periféricas las identitarias, unificadoras y
dogmáticas del centralismo, que trataría de evitarlas y reprimirlas (“Teoría del Barroco” de Alejandro García
Malpica en Mañongo, nº 23. Año XII. Vol. XII, julio-diciembre 2004.)
70
BUCI-GLUCKSMANN, Christine: La Folie du Voir. De l’Esthétique Baroque. París, 1984.
71
Aristóteles entiende la persuasión (ARISTÓTELES: La Retórica. Madrid, 1993) como un axioma
fundamental desde la transmisión de la experiencia emotiva.
72
Del griego (πάθος) emoción, sentimiento, enfermedad, en Historia del Arte designa la expresión de
emociones, pasiones o alteraciones extremas (FATÁS, Guillermo y BORRÁS, Gonzalo: Diccionario de
Términos de Arte. Madrid, 1980.
73
Ver nota 33.
74
Según Lacan (LACAN, Jacques: Ecrits. París, 1966), el mecanismo de las formaciones del inconsciente se
asimila a los mecanismos del lenguaje de acuerdo con dos figuras fundamentales: la metáfora y la metonimia.
21
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
ejercida sobre los sentidos, introduce en el teatro e invita a participar activamente en ella.
No se trata de ver el afuera sino de existir en la imagen, creando un discurso del cual el
receptor es parte. Y haciéndolo parte de la función, por seguir con la metáfora del teatro, se
pretende perpetuar el triunfo de la Iglesia, la gloria de la fe y el sacrificio mediante
símbolos que impresionan la mirada y la mente del espectador con un intenso e impetuoso
lenguaje visual.
Sin embargo, el discurso central, firme, económico y magistral del Barroco procura
expulsar el pensamiento móvil, ambiguo y polifónico, surgiendo la necesidad de control y
censura, trazando una línea central que evite y reprima la deriva hacia las periferias. Pero si
admitimos como hemos hecho la importancia de las excentricidades 75 y la multiplicidad de
voces que construyen programas de imágenes76 en el Barroco, y pese al éxito (como
dijimos no absoluto) del programa de la Iglesia Católica, no podemos dejar de formular
una serie de preguntas sobre las necesidades de control y censura de un centralismo que
intenta reforzar sus tendencias identitarias, unificadoras y dogmáticas frente a
excentricidades abiertas al disentimiento77.
El Barroco habría articulado así una forma de comunicación dirigida hacia el inconsciente, de carácter
irracional y apoyado en las imágenes.
75
“Teoría del Barroco” de Alejandro García Malpica en Mañongo, nº 23. Año XII. Vol. XII, julio-diciembre
2004.
76
“Por no Usarse. Sobre Uso, Circulación y Mercado de Imágenes Políticas en la Alta Edad Moderna”, p.44,
de Fernando Bouza en PALOS, Joan Lluís Y CARRIÓ- INVERNIZZI, Diana: La Historia...Op. cit.
77
En este sentido, la constante eónica de Eugenio d’Ors, entendiendo el eón como algo real e indestructible
que permanece debajo de las formas mutables, ha sido ya superada por la historiografía, que se plantea una
parcialidad que se suplementa hasta el infinito (aunque dicha fragmentación no pueda apropiarse del objeto
total).
78
La cultura debe ser entendida, entre otras cosas, como una represión de los instintos (CHIC, Genaro:
Pensamientos... Op. cit.).
79
El Barroco, como cultura de masas, supo manejar las imágenes como forma de comunicación de fuerte
tono irracional. Como hemos venido apuntando a lo largo de nuestro estudio, la lectura de las imágenes está
sujeta a un proceso distinto que la comunicación lingüística, más racional (sobre todo en el ámbito escrito), y
por ello tiene, en gran medida, mayor fuerza a la hora de ser usada como instrumento pedagógico y represivo.
22
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
23
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
24
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
80
PALOMINO DE CASTRO, Antonio: El Museo Pictórico y la Escala Óptica. Buenos Aires, 1944. p. 873.
81
Álvaro Pastor Torres (ROBLES, FRANCISCO y PASTOR TORRES, ÁLVARO: Historia de... Op. cit. p.)
habla del carácter popular de la coplilla. En este sentido es preciso contemplar, aunque la cuestión de la
cultura popular escape un tanto de nuestra temática, la idea de Redfield de la asimetría entre culturas
populares y culturas de élites (ambas en plural). Las culturas populares serían abiertas y transmitida por
medios informales mientras las culturas de élites serian cerradas. Y aún admitiendo la participación de las
élites en la cultura popular, resulta significativa el peso en el imaginario colectivo de la imagen de Francisco
Pacheco como censor de imágenes, si no titulado, al menos efectivo. Aunque eso lo veremos conforme vaya
avanzando el capítulo.
82
Bonaventura Bassegoda afirma (PACHECO, Francisco: El Arte de la Pintura; Introducción y notas de
BASSEGODA I HUGAS, Bonaventura; Madrid, 2009) que el sentido de la copla puede ser doble y referirse
al escaso talento pictórico de Pacheco.
83
Panofsky afirma, como ya hemos anotado, que las imágenes son transmisoras de las estructuras mentales
de las culturas.
25
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
26
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
después, en 1613, siendo entre esa fecha y 1624 89 cuando detentó esta preponderancia
dentro de la escuela pictórica sevillana. En 1625 inicia su declive al no cambiar sus ideas
estéticas frente a pintores más modernos como Zurbarán o Herrera “el Viejo”. Practicando
un arte hermético e inexpresivo, Pacheco siguió realizando encargos a partir de esta fecha,
aunque los últimos años de su vida destacaron más por su faceta de escritor y tratadista que
por sus obras, de indudable interés iconográfico.
El trabajo pictórico de Pacheco camina en parte en paralelo a su vida. Defensor de
un tipo de pintura que trata de mantener el romanismo aprendido en los tratados de Vinci,
Vasari e incluso Durero90, las obras de Pacheco nos interesan, más que por su valor
estético, por su ortodoxia iconográfica, reflejo del espíritu barroco contra-reformado. Las
pinturas de Pacheco son también representación de la mirada atenta y exhaustiva de un
hombre profundamente católico91 que, por creencia92 y profesión, estudia y consulta la
forma “correcta” de representación de las imágenes sagradas con el fin de enseñar la
doctrina de la Iglesia de Roma93, siendo constante su preocupación por el tema religioso.
Quizás por responder más a un proceso de aprendizaje y a la demanda del mercado,
las primeras obras de Pacheco puedan parecer de menor interés iconográfico. Copias de
originales ajenos al artista, conocemos su “Cristo con la Cruz a Cuestas” (obra no
conservada de 1589), la “Virgen de Belén” (1590), “San Juan Bautista” y “San Andrés”,
las dos últimas conservadas en la iglesia de Sta. María de las Nieves en Bogotá. La
teorización sobre estas imágenes en el tercer libro de El Arte de la Pintura les da, por el
contrario, un valor añadido, pues nos hace tomar consciencia del valor de estas imágenes
89
En 1624 Pacheco solicitó el cargo de pintor del rey tratando de aprovechar su renombre en Sevilla. Su
solicitud, sin embargo, fue rechazada, marcando este hecho un punto de inflexión en su carrera de pintor.
90
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio: La Sevilla del Siglo XVII. Sevilla, 1986. p. 296.
91
La obra de arte guarda una base ideológica y cultural (tanto de quien la realiza como de quien la
contempla) que resulta de una enorme carga anterior y que refleja desde aspectos personales y psicológicos
del artista (FREUD, Sigmund: Esquema del Psicoanálisis. Madrid, 1974) hasta elementos profundamente
intricados en el imaginario colectivo, del cual participan consciente e inconscientemente emisor y receptor.
92
Estamos de acuerdo con el profesor Genaro Chic (recogida en VV.AA. Esclavos de sus Palabras. El
Evangelio según la Historia. Sevilla, 2009. p. 52) cuando dice que “lo que más puede en este mundo es una
creencia”. No debemos por tanto despreciar (más bien todo lo contrario) la fuerza de las creencias,
especialmente en un mundo, el moderno fuertemente impregnado y familiarizado con lo religioso y lo
sagrado y donde las formas sacralizadas no dejan de fijar el mito.
93
Pacheco dedica el capítulo IX del libro II del Arte de la Pintura a explicar, a través de un discurso basado
en ejemplos históricos y comentarios sobre dichos ejemplos, como “la pintura ilustra y adelgaza el
entendimiento, tiempla el furor y la dureza de ánimo, hace al hombre blando y comunicativo, y de la
dificultad de conocerla y jusgarla” (PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p. 533). Se pone así de
manifiesto la concepción de la pintura (y por consiguiente de la imagen artística) como forma de
comunicación lenguaje irracional capaz de medrar en el entendimiento racional del hombre apelando a la
emoción transmitida.
27
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
28
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
de Barrionuevo en la iglesia de Santiago, donde se incluyen “San José con el Niño”, San
Juan Bautista”, “La Anunciación” y “La Virgen con Santa Ana y el Niño”100.
En 1604 Pacheco realizó su gran obra de tema mitológico, “La Apoteosis de
Hércules” de la Casa de Pilatos. No se extendió mucho en este campo, retomando la
temática religiosa en el retablo de la capilla de San Onofre (1606) del desaparecido
convento de San Francisco de Sevilla 101. El retablo está integrado por un conjunto de
pinturas de pequeño tamaño que constituyen unos prototipos que el artista repetirá
insistentemente en años futuros, tanto en su pintura como en sus escritos: “Santa Ana”, San
Juan Bautista”, “San Jerónimo”, “la Magdalena”, “San Miguel”, “San Pedro Mártir” y
“San Francisco de Asís”. Prototipo de esta repetición de imágenes es el retablo de la Iglesia
del Santo Ángel de Sevilla, de 1608, donde se asoma otra vez, entre otras, un lienzo de San
Juan Bautista, imagen que vuelve a pintar para un retablo el convento de San Clemente
(1613) de la ciudad hispalense.
El Juicio Final realizado para el convento de Santa Isabel (1611-1614) fue, por su
gran tamaño, su singularidad doctrinal y su nivel iconográfico, uno de los grandes retos de
Pacheco en el inicio de su plenitud artística y social 102. El vasto número de personajes, la
complejidad compositiva o el empeño por la moralidad y la corrección dogmática hicieron
que Pacheco considerara esta obra como un hito en su pintura. En su análisis posterior en
El Arte de la Pintura llegó a dedicarle dos capítulos, curiosamente en el libro II 103,
analizando en ellos los errores más comunes en la representación del Juicio Final,
refrendando la corrección de su pintura (curiosamente frente a la falta de decoro de Miguel
Ángel). Rechazo de los desnudos al margen (su preocupación por el decoro le llevó criticar
a Miguel Ángel aun sin conocer su obra en primera persona), Pacheco centrará su
preocupación por la confusión en cosas como las acciones de los demonios 104, los atributos
100
A todas estás imágenes se les dedica un epígrafe en el libro tercero de El Arte de la Pintura.
101
VALDIVIESO, Enrique y FALCÓN, Teodoro: Francisco Pacheco: 350 Aniversario de su Muerte.
Sevilla, 1994.
102
Por este motivo, y por la preocupación por el decoro de Pacheco, algunos escritores eclesiásticos como
Francisco de Medina asesoraron al autor, que incluso publicó en El Arte de la Pintura las aprobaciones que
Gaspar de Zamora hizo a la obra, poniéndolas a debate.
103
El título de los capítulos, tercero y cuarto respectivamente, son “En que prosigue la materia del decoro” y
“En que concluye la aprobación de la pintura del Juicio y la materia del decoro”, siendo estos algunos de los
capítulos que versan sobre iconografía fuera del libro III (PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p. 307-
340). El hecho de que parezca que este último capítulo sea un añadido de Pacheco en busca de saciar su
inquietud religiosa nos de una idea de la importancia que tuvo para el autor la pintura del Juicio Final,
imagen por otra parte muy debatida y polémica a raíz de las pinturas de Miguel Ángel en la Sixtina.
104
“Pintan también diferentes figuras de demonios atormentando (...) algunos indecentísimamente, conforme
a los pecados que cometieron; lo cual representa antes de estar jusgados, ni de haber acabado de resucitar”
(PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p. 310). Detrás de está preocupación se esboza la reafirmación de
la postura católica en lo que respecta a la salvación, pues se defiende tanto la salvación por obras como la
29
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
de los ángeles o la posición de la Virgen 105, buscando crear una imagen pedagógica,
espectacular y que sirviera de espejo y camino hacia lo sagrado, dentro siempre de los
cánones de la Iglesia Católica. El Juicio Final106, imagen profundamente barroca107, aparece
entonces como un instrumento de la cultura del Barroco articulada dentro de un lenguaje
comunicativo creado por ella misma.
Otra imagen sobre la cual Pacheco se afanó en debatir fue la de Cristo Crucificado,
que en las representaciones de 1614 y 1615 aparece con cuatro clavos 108. La cuestión, sin
embargo, se le escapó de las manos ya que, al presentar esta iconografía para su
aprobación109, el Duque de Alcalá aceptó los cuatro clavos pero criticó el título de la cruz
basándose en la reconstrucción de las sagradas reliquias de la Santa Cruz conservadas en la
basílica de Sanra Croce in Gerusalemne y apoyándose en las sugerencias de Luis del
Alcázar. Por el contrario, el jesuita Francisco de Rioja, asesor de Pacheco, había aprobado
dicha imagen, generándose una polémica abierta entre el jesuita y el Duque de Alcalá.
Pacheco decidió entonces mantenerse al margen para conservar las relaciones con el
Duque de Alcalá y su amistad con Rioja, limitándose a reflexionar sobre la cuestión de los
clavos desde su afición erudita y decorosa110.
obligatoriedad de un juicio que mida pecados y virtudes (PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p. 310).
105
Pacheco tiene interiorizada profundamente la organización piramidal del poder y de la sociedad y la aplica
también a la iconografía y a la organización del mundo celeste. Por ello pone “a la Virgen de rodillas a la
mano derecha, y a San Juan Bautista de la misma manera a la isquierda (...) y debaxo a los Apóstoles
sentados, acompañados de todos los demás santos”
106
La comparación de la iconografía del Juicio Final planteada y dibujada por Pacheco y la realizada, por
ejemplo, por Francisco Herrera “el Viejo” en 1628 pues permite comprobar las semejanzas y diferencias en
la representación. En este caso, a excepción de la ausencia de los ángeles portando los atributos de la Pasión,
que aparecen en Pacheco pero no en Herrera, ambos cuadros presentan innumerables similitudes, desde los
desnudos decorosos a la posición de la Virgen, pasando por el perfil de San Miguel Arcángel “en el medio
del cuadro, armado, pesando almas” o de “Cristo Nuestro Señor, Juez universal, asentado cum
potest(PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p. ate magna et maiestate” (PACHECO, Francisco: El Arte...
Op. cit. p. 310). Podríamos intuir, a falta de hacer una exploración mayor de obras de la misma iconografía,
que la del Juicio Final era una imagen más o menos aceptada por todos, alejada de controversias más allá del
debate sobre el desnudo, en ambos cuadros decorosos.
107
La iconografía del Juicio Final está indudablemente impregnada de la influencia jesuita.
108
Unos años antes, concretamente en 1611, Pacheco había pintado una imagen de crucificado con tres
clavos, introduciendo la iconografía de los cuatros clavos con posterioridad.
109
El concepto literario de aprobación es propio del mecanismo del censor, encargándose de juzgar la
corrección doctrinal de una obra y ponderar con brevedad los aspectos más destacados de la misma. Someter
todo escrito para publicar a este mecanismo era obligado por ley, pero además era un procedimiento de
control del discurso que el escritor de la época buscaba como acto necesario de sometimiento a la doctrina.
La novedad reside en que en estas ocasiones es un cuadro o un dibujo lo aprobado, indicando la aprobación
de imágenes tanto el aumento de dignidad de la pintura (según lo apuntado por Bassegoda) como la
posibilidad de censurar las obras pictóricas. Someter algo a aprobación supone, primero, la necesidad de
ajustar la imagen a los criterios de quien aprueba y, segundo, la posibilidad de ser rechazado. En este sentido,
resulta interesante como Pacheco presenta voluntariamente sus imágenes a aprobación, lo que indica un alto
nivel de auto-represión e interiorización de la censura y, en última instancia, el triunfo de la cultura del
Barroco.
110
El Arte de la Pintura se limita a recoger dos cartas (una de Rioja y otra del propio Pacheco) que solo
refuerzan el aparato erudito, tratando la parte amable de la disputa quince años después. Para conocer más
30
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
31
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
Pacheco no fue un genio como pintor (ni tampoco como tratadista) pero sí fue un
observador curioso, diligente, despierto, meticuloso y honesto. Consciente de sus
limitaciones, Pacheco trató constantemente de ejercer de persona culta, hecho para el cual
tuvo la necesidad de ampararse en las opiniones de otros. Su gusto por la autoridad y la
aprobación le hicieron convertirse, dada su personalidad anteriormente descrita, en
protagonista y dinamizador cultural en los ambientes literarios sevillanos, siendo amigo de
múltiples personajes ilustres de la sociedad sevillana, lo que le propició un evidente
beneficio.
Pacheco, responsable trabajador reconocido por su gremio y por la ciudad, sabía de
lo novedoso en lengua castellana de su discurso iconográfico y teórico, manteniendo
contactos con autores eclesiásticos y consultores. Con carácter informal y sin un número
fijo de participantes, Pacheco logró formar un grupo de amigos que se reunían para discutir
cuestiones de índole teórica, pictórica y doctrinal en la erróneamente conocida como
“Academia” de Pacheco113. Los participantes pueden disociarse en tres grupos, no tratando
a todos con igual intensidad114:
a) La generación anterior a Pacheco (1564-1644), entre quienes se encuentran su tío el
canónigo Pacheco (1535- 1599), Baltasar de Alcázar (1530- 1606), Fernando de
Herrera (1534- 1597), el jesuita Gaspar de Zamora (1543-1621), Francisco de
Medina (1544- 1615) y Pablo de Céspedes (1548- 1608).
b) La generación del propio Pacheco, con el jesuita y teólogo Luis de Alcázar (1554-
1613), el también jesuita Juan de Pineda (1558- 1637) y los poetas Juan de Arguijo
(1567- 1622) y Rodrigo Caro (1573-1647).
c) La generación posterior, con veinte años menos, donde se incluyen personajes tan
destacados como Juan de Jáuregui (1583- 1641), Francisco de Rioja (1583- 1659),
el tercer duque de Alcalá (1583- 1637) y Juan de Fonseca y Figueroa (1585- 1627).
113
Estamos de acuerdo con Bonaventura Bassegoda a la hora de decir que la llamada Academia de Pacheco
era entendida más como un grupo de amigos que como una corporación normativa. Sin embargo, no
queremos obviar los ríos de tintas que han corrido sobre el papel teorizando sobre el tema. En este sentido,
Gómez Canseco (GÓMEZ CANSECO, Luis: Rodrigo Caro, un Humanista en la Sevilla del Seiscientos.
Sevilla, 1986. p. 211- 226) afirma que es Rodrigo Caro, en Claros Valores en Letras, el primero en hacer
referencia a ella al escribir “Francisco Pacheco, célebre pintor en esta ciudad, cuya oficina era academia
ordinaria de los más cultos ingenios de Sevilla y forasteros”. Palomino (PALOMINO DE CASTRO,
Antonio: El Museo Pictórico... Op. cit.) pregonará también la idea de la academia. El propio Pacheco, en El
Arte de la Pintura, potencia la idea de su existencia. Sin embargo, la idea de funcionamiento de ésta como
colectivo o institución parece difícil y compleja, sobre todo viendo la complejidad del asunto y la variada
índole de personas participantes. Documentalmente, además, tampoco está institucionalizada.
114
El Arte de la Pintura cita a muchos otros intelectuales y amigos vinculados de alguna u otra forma a
Pacheco y a la “Academia”, como es el caso de Antonio Ortiz de Melgarejo. La mayoría fueron un intento de
relanzar el prestigio social de un Pacheco que, cuando empezó a escribir El Arte de la Pintura, estaba social e
intelectualmente en un segundo plano.
32
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
En una diferenciación más personalizada debemos destacar las figuras del canónigo
Pacheco, que lo llevó a Sevilla, y a Medina, que actuó como su protector y a quien Pacheco
cita en numerosas ocasiones por sus conocimientos amplios en teología y pintura. Su
relación con los jesuitas también estuvo marcada por el apoyo teológico que le podían
proporcionar, apoyándose numerosas veces en su parecer.
Pero fue sin duda con la generación posterior con la que mantuvo vínculos más
estrechos. Así, con Jáuregui mantuvo profundas discrepancias en el análisis del Juicio
Final de Miguel Ángel. Con el tercer duque de Alcalá se movió en cordialidad y el respeto,
no teniendo con él una relación estrecha pese a las reuniones que la academia celebró en la
Casa de Pilatos. Con todo, nunca quiso romper el vínculo ni enfrentarse con la que era en
aquel momento la primera casa nobiliaria de Sevilla, hasta el punto de preferir mantenerse
al margen en el debate sobre el título de la cruz que tuvieron el tercer duque de Alcalá y su
más cercano asesor y protector Francisco de Rioja115.
Éste último fue, desde la muerte de Francisco de Medina (1615), el asesor de más
confianza de Pacheco, habiendo varias pruebas de sus amistosas relaciones. Rioja colaboró
en El Arte de la Pintura en al menos cinco ocasiones (Pacheco cita en varias ocasiones su
Aviso de las Partes del Predicador), acercó a Pacheco a la figura ascendente de un
prometedor Gaspar de Guzmán (con el tiempo conde-duque de Olivares) y favoreció la
carrera de Velázquez en Madrid116, siendo sin duda su colaborador más cercano.
Estamos obligados a deducir del círculo de amistades de Pacheco y de la relación
ambos cuestiones varias: La primera de ellas es la constatación del interés existente en
torno a la definición de las imágenes sagradas y su iconografía, generando un debate
centrado en la correcta representación de las mismas. La segunda cuestión, ya reseñada en
páginas anteriores, es la necesidad de tener una persona con autoridad y/o poder 117 que
apruebe la imagen, poniéndose de manifiesto tanto los mecanismos de censura de la
exterioridad que tiene el sistema como, al solicitarse voluntariamente dicha aprobación, las
115
El talante de Pacheco en lo que a relaciones sociales y personales se refiere es tendente a mantener su
posición de prestigio y proteger sus intereses y los de los suyos, huyendo del conflicto para conservar su sitio
en un entorno que por estamento social no le correspondía y donde se sentía débil.
116
VV. AA.: Velázquez y Sevilla (2 volúmenes). Sevilla, 1998.
117
Como señala acertadamente el profesor Genaro Chic, no es lo mismo la autoridad que el poder. La primera
parte pertenece al ámbito de lo emocional, y consiste en la capacidad que tiene una persona (física o jurídica)
de atraer a los demás en pos de sí, sin obligarles a hacerlo. Así, por ejemplo, una autoridad en medicina no es
el que manda en los médicos obligándolos a actuar de determinada forma, sino el que con su ejemplo desata
los deseos de los demás médicos de seguirlo para poder avanzar en el desarrollo de su profesión. En cambio
el poder es la capacidad, que puede ser perfectamente legal y consentida, de obligar a los demás a actuar de
determinada manera, haciendo que se obedezcan las leyes, por ejemplo. Entendiendo esto, será también
importante para nuestro estudio llegar a conocer los niveles de poder y autoridad de Pacheco en los distintos
ámbitos en los que se movía.
33
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
34
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
un canónigo de igual nombre, tiene como aprendices a Alonso Cano, hijo del ensamblador
Miguel Cano, y a Velázquez, que se casó con la hija de su maestro. Otro ejemplo conocido
es el de Martínez Montañés, maestro del gremio de escultores, que tuvo entre otros
discípulos a Juan de Mesa, que empezó con Andrés de Ocampo, tío de Francisco de
Ocampo, también discípulo de Montañés y cuñado de Jerónimo Hernández, siendo Felipe
y Francisco de Rivas, a su vez, discípulos de Juan de Mesa122.
Esta realidad estaba fundamentada en una estructura que, a lo largo del siglo XVI y
al calor del papel de Sevilla como “metrópolis de las Indias” 123, se había atomizado,
reglado e institucionalizado124, pero que no había sabido responder con un avance hacia la
industrialización a la enorme demanda y al aumento de los productores exteriores,
afectándoles la crisis económica y demográfica que se dibujaba desde inicios del siglo
XVII. Los gremios artísticos y suntuarios, sin embargo, fueron notables excepciones,
habiendo ganado para ellos un comercio que se extendía más allá de Sevilla y Andalucía, y
que respondía al mercado americano125. Precisamente por la abundante producción se
generaron recelos, con conflictos que se resolvían dentro de unas ordenanzas minuciosas.
Las ordenanzas reglamentaban, entre otras cosas, la estructura del gremio, formado
por una triple jerarquía de aprendiz, oficial y maestro. Regulada por contrato, la relación
entre el maestro y oficial era de dependencia mientras que el contrato de aprendizaje era
distinto, pues obligaba al maestro a enseñar el oficio al menor 126 a la vez que utiliza su
trabajo (retribuido o no). La preponderancia y la capacidad de decisión de un maestro
como Pacheco en el taller era, como puede comprenderse, máxima. Así lo atestigua un
contrato de trabajo establecido entre el también maestro de taller (en este caso de escultura)
Juan Martínez Montañés con Francisco de Villegas, oficial, donde se estipula que el oficial
debe hacer “todo aquello que me digere y ordenare”127.
122
ROMERO MUÑOZ, Vicente: Los Gremios de Sevilla. Sevilla, 2001.
123
ROMERO MUÑOZ, Vicente: Los Gremios... Op. cit. p. 77.
124
Los gremios alcanzaron su máximo esplendor a finales del reinado de Carlos I e inicio del reinado de
Felipe II, con diversas actas y reglamentos que regulaban su actividad, con tendencia a fortalecer a los
talleres y los maestros. No llegaron, sin embargo, al nivel de los gremios americanos, donde los artistas
europeos lograron que las corporaciones pudieran ejercer el derecho de supervisión técnica, comercial e
ideológica (GRUZINSKI, Serge: La Guerra de las... Op. cit.).
125
Fernando Bouza (“Por no Usarse. Sobre Uso, Circulación y Mercado de Imágenes Políticas en la Alta
Edad Moderna” de Fernando Bouza en PALOS, Joan Lluís Y CARRIÓ- INVERNIZZI, Diana: La
Historia...Op. cit.) advierte la importancia del valor de las imágenes como mercancía puesto que la demanda
y reproducción mecánica terminaron por crear un mercado. Por esta razón, no podemos dejar de tener en
cuenta la relación entre iconografía y mercado como línea de trabajo para futuros trabajos.
126
En Castilla ser menor significa tener menos de veinticinco años.
127
Archivo de Protocolos: Oficio IV. Escribano Juan Fernández de Ojeda, fecha 14-7-1614.
35
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
128
Martínez Montañés consigue ingresar en la cárcel a su aprendiz Alonso de Barragán, que se fugó. El
aprendiz, tras confesar no querer aprender el oficio (“e yo di mi petición pidiendo soltura porque yo no quería
aprender el dicho arte”) y reconocer una deuda económica de 300 ducados, es condenado a ausentarse de
Sevilla y sus arrabales para siempre, no volviendo a residir en ella sin permiso del maestro (Archivo de
Protocolos: Oficio VII. Libro 3º, fecha 3-9-2009). Curiosamente, Montañés lo readmitió tres años después.
129
No podemos en este punto olvidar el peso del mercado sobre la producción pictórica pues las imágenes se
convirtieron en una mercancía reclamada desde diversos sectores, sabiendo perfectamente los pintores que
producían para el mercado que se usaba y que no, siendo importante a quien se destinaban las imágenes.
130
Cada gremio estaba representado por un alcalde e inspeccionado por un veedor, que vigilaba el
cumplimento de las normas, variando su número según las ordenanzas. Al desaparecer el alcalde en 1525 el
veedor acaba asumiendo su rol, velando por el cumplimiento de las ordenanzas. Para desempeñar esta
ocupación el veedor, cargo elegido anualmente por el gremio, debía visitar tiendas y talleres para comprobar
las minuciosas especificaciones sobre productos, almacenamientos, aprendices...
131
PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p.23.
36
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
importante de la posición de Pacheco dentro del gremio: era una persona con crédito
suficiente como para desempeñar una obligación representativa en el ámbito municipal. La
capacidad de Pacheco para ejercer esta labor, por tanto, no estaría meramente basada en el
poder sino que también se apoyaría en el prestigio, mostrando la facultad de convencer a
sus compañeros (no evitando tampoco pleitos y golpes de mando)132.
132
Del poder y el prestigio de Pacheco en el mundo gremial nos da idea el pleito que sostuvo con Martínez
Montañés tras haber pintado el escultor las imágenes del retablo de Santa Clara sin estar examinado como
“pintor de imágenes” (los pintores se dividían, según las ordenanzas, en imaginero, doradores, pintores al
fresco y sobre madera y sargueros). Ver en GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico, RODA
PEÑA, José y SÁNCHEZ HERRERO, José: Nazarenos de Sevilla. Sevilla, 1997.
133
“Observaciones sobre el Arte de la Pintura como tratado de Iconografía” de Bonaventura Bassegoda en
Cuadernos de Arte e Iconografía. Nº 3, año 1989. p. 185-196.
134
“Observaciones sobre el Arte de...” Op. cit.
135
LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino: Retratos y esculturas de Traza Sevillana. Sevilla, 1928. p. 89.
136
BENNASSAR, Bartolomé (Coord.): L’Inquisition Espagnole. París, 1979.
37
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
particular interés por las preposiciones que revelaban oposición o ignorancia del dogma y
resistencia al mensaje de la Iglesia pos-tridentina. En el siglo XVII, aunque el Tribunal de
Fe ralentizó (con excepciones) su actividad, acomodándose a las estructuras sociales 137, los
delitos de herejía se convirtieron en imperantes en su represión, debiendo los fieles “creer
en los artículos de fe, en todo lo que contienen los libros canónicos y en todo lo que la
Iglesia ha decretado como material de fe”138. La creencia en la existencia y el culto a Dios,
a la Virgen y a los santos139 debía ser practicada de forma rigurosa, castigándose la herejía
de manera proporcional a la “gravedad” del error. Así, en una clasificación de
proposiciones erróneas y malsonantes según temas140 observamos que un 33,8% son
errores o proposiciones irrespetuosas contra Dios, la Trinidad, la Virgen o los santos,
mientras que un 15,4% lo era contra los sacramentos y el carácter sagrado de los objetos de
culto.
Las imágenes sagradas, al contrario de lo escrito por Bassegoda, no escaparon a
esta vorágine por la ortodoxia iconográfica, y si bien la cultura hizo su papel represor, es
innegable que hubo una vigilancia de dichas imágenes pues, aunque los sínodos
provinciales no hablen de las imágenes mucho más de lo que hace Trento, las visitas
pastorales141 reflejan continuas propuestas de modificación de esculturas y pinturas para
adecuarlas con los redefinidos y reforzados dogmas conciliares. Testimonios documentales
de esta censura de imágenes son, por ejemplo, la reacción que provocó en el Santo Oficio
los jeroglíficos murales del claustro, pórtico y capillas del convento de San Francisco de
Reus (1662)142 o la manipulación de la imagen del santo patrón de los hidalgos en Biescas
(1649)143. Existía, por tanto, una vigilancia específica de las imágenes sagradas y una
137
La Inquisición tuvo la capacidad, según Jaime Contreras (CONTRERAS, Jaime: Historia de la Inquisición
Española. Madrid, 2004), de enarbolar un discurso de propaganda de sí misma que terminó por instalarse en
los esquemas vivenciales de grandes sectores de la población, que acabó desarrollando “una cultura colectiva
de asentamiento y adhesión”. Es decir, terminó por interiorizar la represión.
138
BOEGLIN, Michel: Inquisición y Contrarreforma en el Tribunal del Santo Oficio de Sevilla (1560-1700).
Sevilla, 2006.
139
En una sociedad profundamente sumida en lo religioso y con una religión fundada en la convicción de la
existencia de una multiplicidad de fuerzas activas y sagradas, los actores divinos eran constantemente
invocados e intervenían en lo cotidiano, suponiendo un escándalo cualquier contradicción con la fe vigilada.
Esto da mayor valor a la representación de imágenes sagradas, que no sólo enseñan la correcta ortodoxia sino
que marcan modelos presentes en la vida diaria de las personas.
140
BOEGLIN, Michel: Inquisición y Contrarreforma... Op. cit.
141
El Archivo Arzobispal de Sevilla posee una vasta documentación al respecto que resultará fundamental en
la continuación de nuestro estudio.
142
Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 4451-2. Proceso sobre los versos que se pusieron en el convento
de San Francisco de Reus. 1662. El Sr. Fiscal contra fray Joseph Soler, guardián del convento, y contra fray
Pontich, lector de dicho convento.
143
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Inquisición. 125-1. Proceso contra Pedro de la Abadía, herrero
y vecino de Bisecas.
38
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
censura activa de la heterodoxia, buscando la Iglesia Católica que sus imágenes tuviesen el
monopolio de lo sagrado. Llegados a este punto un posible campo de estudio es el análisis
de estas fuentes para establecer una clasificación de las imágenes censuradas, analizar qué
imágenes han sido censuradas y por qué, cuáles han sido las correcciones y si
efectivamente estas imágenes fueron modificadas, sustituidas o eliminadas.
Otra cuestión es el carácter y la verdadera funcionalidad de la “comisión para
visitar las pinturas sagradas”. Al respecto hay que decir que, en contra a lo que ocurría en
México144, donde la Inquisición se encargaba de nombrar eclesiásticos para que ejercieran
de “calificadores”, no se conoce en principio un cargo específico de censor de imágenes
más allá del propio Pacheco. La Inquisición, sin embargo, tiró de otros mecanismos para
ejercer el control de las imágenes sagradas, sobre todo por la elaborada red de colaboración
social que el Santo Oficio supo desplegar a lo largo y ancho del territorio bajo su
jurisdicción145. Porque la Inquisición, con un éxito extraordinario, comprometió a sectores
sociales muy significativos que constituyeron la forma de colaboración más explícita entre
el propio Tribunal y la sociedad que lo circundaba. En el seno de estos colaboradores
destacaron los llamados familiares y comisarios, un conjunto de personas que, a modo de
agentes locales, formaban el tejido social sobre el cual descansaba la estructura discursiva
del aparato, asegurando la presencia del Santo Oficio en el tejido social. Con funciones no
bien definidas, su actividad debía referirse a cuestiones de protagonismo y equilibrio en el
juego de las influencias locales, siendo mínimas sus actuaciones.
Los familiares eran laicos que formaban grupos informales de incidencia variable y
sin función específica, aunque no ejercían una vigilancia explícita de la ortodoxia.
Desempeñaban su función gratuitamente aunque el cargo traía aparejado moderados
privilegios jurisdiccionales y una mejora notable de su condición social 146. El
nombramiento de Pacheco debía pertenecer a este grupo pues, aunque nominalmente se
144
La Inquisición se estableció de manera efectiva en México en 1571 y desde el principio se reservó el
derecho de la supervisión de imágenes, aunque de manera efectiva únicamente impusiera algunas
modificaciones. Básicamente, las autoridades eclesiásticas se dedicaron a explotar de todas las maneras
posibles el favor del que gozaban el culto a las imágenes, aunque la tampoco se guardó de perseguir
confusiones y excesos. Entre los ejemplos de esta postura podemos subrayar el proceso contra un sacerdote
mexicano del siglo XVII, que afirmaba que una imagen de un santo no era más que un pedazo de madera y
fue reprobado: “es verdad, pero aquel era Su imagen y semejanza y como tal se le debía respeto” (AGN,
Inquisición, vol. 283. fol. 522), o la reprobación de una pintura por sus inexactitudes iconográficas, al
representarse a Cristo desnudo hasta la cintura mientras que, según los evangelios, “iba vestido cuando
llevaba la cruz” (AGN, Inquisición, vol. 628. exp. 5).
145
CONTRERAS, Jaime: Historia de la... Op. cit. p. 63-78.
146
En un primer momento sólo podían ser familiares los mayores de edad, casados, “quietos y pacíficos” y de
natural cristiano viejo; se incluyeron después exigencias como las de los no extranjeros, de oficios y
profesión honorables alejados de la vileza de oficios mecánicos y ruines, acabando por exigirse también la
legitimación del grupo familiar, ennobleciéndose definitivamente el cargo.
39
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
refiere a una comisión, las características del cargo de Pacheco concuerdan mejor con las
de un familiar147. Sobre todo porque las funciones que conllevaba el cargo no iban mucho
más allá de lo que Pacheco hacía como alcalde-veedor y maestro de gremio, especialmente
teniendo en cuenta las difusas funciones del cargo. El nombramiento supondría, eso sí, el
reconocimiento y prestigio social que un maestro no tenía fuera de su ámbito. Pero sobre
todo, en materia iconográfica, le otorgaba el poder y el respaldo de la Inquisición (el
mismo que buscaba en sus aprobaciones) a la hora de crear, estudiar, modificar y prohibir
imágenes sagradas. Por eso no es tan importante el ejercicio efectivo del nombramiento ni
el prestigio que le aportaba (que lo eran), sino la legitimidad que confiere tener o haber
tenido una “comisión para visitar las pinturas sagradas” a la hora de hablar y escribir sobre
iconografía, otorgándole esto una gran influencia como autoridad en la materia.
147
Los comisarios eran curas-párrocos y canónigo que encarnaban el ideal contrarreformista en los
principales pueblos del reino, asistiendo a detenciones, dirigiendo investigaciones de limpieza de sangre,
realizando tareas de colaboración y pastorales, además de otras tareas complementarias (al menos en teoría).
Pacheco, en contra a lo que nominalmente pueda parecer, no encaja como comisario, estando sus funciones y
su perfil más al de familiar.
148
Pacheco trabajó en El Arte de la Pintura en los tres años que van de 1634 hasta enero de 1638, no siendo
publicado hasta 1648. Otra cuestión es que no existiera antes un borrador (Bassegoda habla incluso de una
primera versión) y textos anteriores y recogidos en la obra. En cuanto a las distintas ediciones cabe decir que
tenemos la suerte de conservar el manuscrito autógrafo sometido al censor y rubricado por éste en el Instituto
Valencia de Don Juan de Madrid, según la trascripción de Francisco Javier Sánchez Catón. Algo se sabe de
su historia a partir de 1796, año en el que fue estudiado por Ceán Bermúdez. Otra cosa es su primera edición
de 1649, por ahora un misterio insoluble. Lleva eso sí su preceptiva licencia de ordinario, disfrutando de un
privilegio de diez años, editándose en corta tirada (probablemente por la penuria económica).
149
PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p.20-50.
150
COBOS, Mercedes: Archivo Hispalense. Sevilla, 1987. p. 115-122.
151
“Imagen e Ideología Social en la Europa del S. XVII. Trabajo y Familia en Murillo y Martínez Mata” de
Bartolomé Yun Casadilla en PALOS, Joan Lluís Y CARRIÓ- INVERNIZZI, Diana: La Historia Imaginada:
Construcciones Visuales del Pasado en la Edad Moderna. Barcelona, 2008. p. 256.
40
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
buena formación, notablemente superior a la de sus colegas, le permitió elaborar una obra
donde resumir y globalizar la ciencia de la pintura de manera erudita y sistemática, pero
donde también, empujado por sus inquietudes personales y sin abandonar el carácter
popular y devocional, formuló normas sobre la representación de imágenes que luego
fueron seguidas por varios artistas.
No obstante, Pacheco era un teórico discreto que, de forma constante, utiliza
ejemplos prácticos y cita libros, obras y artistas para elaborar o formular propuestas
formales o iconográficas152. De ahí la importancia de la identificación de sus fuentes
bibliográficas y de su biblioteca, de los cuales no existe un inventario documentado.
Bassegoda hizo una clasificación mediante el análisis filológico de El Arte de la Pintura
que arroja muchas luces al respecto y de las cuales haremos algunas anotaciones.
Como un aspecto general se aprecia en esta clasificación su extraordinaria
formación en lo que hoy llamamos literatura artística. Cabe resaltar el conocimiento de la
Historia Natural de Plinio “el Viejo”153 o de los Diez Libro de Arquitectura de Vitrubio,
manejando casi todo lo que se podía leer sobre pintura hasta enero de 1638: De Pintura de
Alberti; Due Lezzioni... (1546) de Benedetto Carchi; Vite (en su segunda edición de 1568)
de Vasari; el Dialogo della Pittura (1557) de Ludovico Dolce; el tratado de Durero sobre
las proporciones (en traducción italiana); o la primera edición de Het Schilder Boeck
(1604), obra del flamenco Van Mander. Otros textos menos conocidos como los
Documentos de Leonardo, la famosa carta de Castiglione a Rafael (1559) o la carta de
Miguel Ángel a Aretino indican su notable conocimiento de la literatura artística. Entre los
autores españoles cabe destacar las obras de Juan de Arfe (De Vari Commensuración para
la Scultura y Architectura, de 1585), Juan de Butrón (Discursos Apologéticos, de 1626) y
Juan Valverde de Hamarusco (Historia de la Composición del Cuerpo Humano, que
publicó en Roma en 1556). No usó, probablemente involuntariamente, libros de autores tan
sobresalientes en el tema como Danti o Zuccari. Tampoco leyó Regionamenti (1588) de
Vasari ni Il Figino (1591) de Comanini. Aunque esto no le restó un ápice de erudición
artística.
152
En una reciente defensa de tesina sobre Pablo de Céspedes Alfredo Morales comentaba que la mayoría de
los libros y autores que aparecen en su tratado no los leyó en su mayoría pues, como suele decirse, Pacheco
“miente más que escribe”, ya que a veces dice cosas sin comprobarlas Libros y autores a los que no ha leído
en su mayoría. Suele decirse que Pacheco “miente más que escribe” ya que a veces dice que fulanito hizo o
dijo tal cosa sin comprobarlo o sin ser cierto.
.
153
Citado en numerosas cuestiones iconográficas, Plinio era uno de los autores clásicos favoritos de Pacheco.
41
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
154
En la biblioteca y la bibliografía de Pacheco se refleja la tradición erasmista española (pese a la inclusión
de los libros de Erasmo en el Índice de libros prohibidos de 1558. También es significativa la cercanía
intelectual de Pacheco a los jesuitas, al fin y al cabo brazo ejecutor de la Contrarreforma.
155
El profesor Carlos Alberto González Sánchez está llevando a cabo una la línea de estudio que actualmente
relaciona la censura de imágenes con la producción y el mercado literario, con trabajos todavía sin publicar.
156
El tema de la representación iconográfica de la Virgen fue uno de los que más preocupó a Pacheco,
dedicándole varios epígrafes en las Adiciones, donde no se recoge por cierto la iconografía de la Inmaculada,
una en las que Pacheco ejerció mayor influencia. Fue Imitación de Nuestra Señora, obra del propio Francisco
Arias, una obra muy utilizada para apoyarse en su autoridad, como lo fue también la posteriormente citada
Historia Deiparae Virginis Mariae, de Cristóbal Castro.
157
Los “Flos Sanctorum” (género muy típico de una Contrarreforma que, frente al protestantismo, producía
hagiografías y títulos de santos por doquier) fueron la principal fuente de Pacheco a la hora de analizar y
establecer la imagen de los santos, usándose además algunas historias particulares. También empleó con
frecuencia el conocido Martirologio Romano de Cesare Baronio.
158
La tradición e influjo de la literatura espiritual en Castilla es, pese a su carácter heterodoxo, innegable.
Pacheco no escapa de ella, apareciendo entre las obras manejadas por el mismo Libro de Oración y
Consideración, de fray Luis de Granada, De los Nombres de Cristo, de fray Luis de León, Comentario al
Salmo 44 y Audi Filia, ambas de San Juan de Ávila. También es significativa su participación en la polémica
del copatronazgo entre Santiago Apóstol y Santa Teresa de Jesús (1619-1620). En este sentido nos gustaría
resaltar los trabajos de Rafael Pérez García (PÉREZ GARCÍA, Rafael: La Imprenta y la Literatura Espiritual
Castellana en la España del Renacimiento. Gijón, 2006), que empleamos en los esbozos de nuestro trabajo.
159
“La Imagen Predicada” de M. A. García Garrido en Etiópicas. Núm. 2, año 2006 (p. 181).
42
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
160
Escritor de muy diversas obras, desde poemas laudatorios a debates, fue incluso editor y protagonista de
los ambientes literarios sevillanos. Al margen de El Arte de la Pintura, escribió Libro de Descripción de
Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones (1599), además de múltiples poemas de no
excepcional calidad. Como editor logró sacar Poesías Varias (1631) y Tratados de Erudición de Varios
Autores.
43
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
teoría, sus partes y sus excelencias respecto a otras artes. En estos capítulos, entre otras
cosas, elogia el decoro de Rafael, inferior a Miguel Ángel en el tratamiento de los
desnudos (de quien critica sus errores en el decoro), dibujo al Greco como un hombre culto
y agudo, reconociéndole su capacidad para la pintura religiosa (aunque sin compartir
muchas de sus opiniones), y analiza la invención, el dibujo y el colorido, para él los tres
pilares básicos de la pintura. Pacheco también aprovecha su tratado para ajustar cuentas
con algunos de sus rivales, criticando duramente y de manera injusta, por ejemplo, a Juan
de Roelas, sobre todo por su falta de decoro.
Porque El Arte de la Pintura, aunque no es explícitamente un tratado iconográfico,
trata desde la inquietud iconográfica de Pacheco la falta de decoro, la importancia y el
valor de la pintura como vehículo para las imágenes sagradas, y la teorización de estás
últimas. Dichas cuestiones, aunque se trataron también en los libros primero y segundo, se
desarrollan sobre todo en el libro tercero, que como apunta Bassegoda rompe la
articulación de la obra para dar salida a las preocupaciones de Pacheco. Y es que, como
hemos repetido ya en varias ocasiones, Pacheco no deja de ser un hombre de la época
profundamente turbado por la cuestión religiosa y fuertemente imbuido en la esencia de un
Barroco que utiliza la imagen para enseñar y afianzar su doctrina.
44
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
Pacheco se inmiscuye también, como todo aquel que trabaja sobre iconografía, en
el debate sobre la validez y la importancia de las imágenes como objetos sagrados, como
puede leerse en los capítulos X y XI del primer libro163. Pero la originalidad de los
planteamientos de Pacheco en estos capítulos es nula, entre otras cosas porque copia
literalmente164 los capítulos VI, VII, XII, XVII, XVIII, XIX, XX, XIX, XXV, XXVI,
XVIII y XXX del De Imaginibus Sacris et Profanis de Paleotti. Argumentalmente se
delibera sobre si es noble o no el arte de formar imágenes (resolviéndose a favor de la
nobleza), el origen de las imágenes profanas, el origen de las imágenes sagradas, el por qué
de su introducción en el pueblo cristiano y de la licitud y bondad de las imágenes sagradas.
Para esto último se trata de las finalidades de las imágenes, se abunda en la socorrida
comparación entre el pintor y el orador, se glosan los efectos de las imágenes sobre los
fieles, se aducen las autoridades y tradiciones eclesiásticas que aprueban el uso de
imágenes y finalmente se explica el tipo de veneración que merecen en el culto católico.
Toda esta argumentación que Pacheco toma de Paleotti no es más que la exaltación y
proclamación del triunfo de la postura de los católicos frente a los protestantes acerca de
las imágenes y su culto, viéndola también el sanluqueño como la utilidad trascendente y
piadosa de la pintura165.
Curiosamente, en la descripción de imágenes que hace Pacheco en las Adiciones
del capítulo tercero la preponderancia del cardenal Paleotti desaparece, siendo sustituida,
según en caso, por Molanus o por autores que tratan la cuestión de manera específica. Las
imágenes analizadas son, según el orden aparecido en el libro, las siguientes:
- Pintura de la Santísima Trinidad.
- Pintura de los ángeles.
- Pintura de los demonios.
- Pintura de San Joaquín y Santa Ana a la Puerta Dorada.
- Pintura de la Purísima Concepción de Nuestra Señora.
- Pintura de la Natividad de Nuestra Señora.
- Pintura no usada de Santa Ana.
- Pintura de Santa Ana dando lección a Nuestra Señora.
163
Los títulos de estos capítulos son, respectivamente, “De las diferentes maneras de nobleza que acompañan
a la Pintura y de la utilidad universal que les trae” y “Del fin de la pintura y de las imágenes y de su fruto y
de la autoridad que tienen en la Iglesia Católica”
164
Esta práctica es muy común entre los autores del siglo XVII y no debe causar extrañeza ninguna.
165
Es preciso resaltar el valor que se da a las imágenes, y más concretamente a la pintura, como elemento de
comunicación diferente al lenguaje, capaz de impresionar y enseñar mediante códigos más vinculados a lo
emocional.
45
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
46
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
47
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
refutación de la iconografía de Santa Anna enseñando a leer a la Virgen luego pintada por
Murillo y esculpida por Montes de Oca.
Más éxito tuvo Pacheco a la hora de fijar otras imágenes, como es el caso de Cristo
servido por los ángeles tras vencer las tentaciones del demonio, que pintaron Pablo
Céspedes y el propio Pacheco: “a la boca de una cueva de peñascos, una ,esa sobre uno
dellos; y en medio de lo más ancho, sentado Cristo en otro, con su túnica y manto carmesí
y azul, levantados los ojos al cielo y las dos manos bendiciendo la mesa y el pan al modo
antiguo, como sacerdote en la misa; y, por ser antes de la comida, con un pan de a libra;
sobre la servilleta, cuchillo y salero, agua en un vaso de barro, con unas uvas en un plato,
por principio; a la cabecera de la mesa, y detrás della, un ángel principal en pie, con su
toalla al hombro, como maestresala, con un cuchillo en la mano derecha y con la siniestra
alzando la cubierta de un plato con dos robalos, cocidos, que trae un ángel, que está delante
de rodillas, y otro, detrás de la vinagreras de Talavera señaladas con aceite y vinagre; al
lado derecho de Cristo, tres ángeles en pié, con instrumentos músicos, arpa, laúd y lira
grande, entreteniendo y solazando a su Señor y cantándole la Vitoria; dos, o más, ángeles
niños en el aire, esparciendo flores sobre la mesa; una claridad en el cielo, a la parte
izquierda del cuadro, por donde baxan los ángeles volando, con platos de postres cubiertos
y un alegre país, demás de la gran cueva, y desierto, con algunas fieras y animales cerca y
lexos”170.
Muchas más imágenes sagradas son descritas, al calor del respaldo de una amplia
bibliografía y diversos consejos, a lo largo del libro tercero de El Arte de la Pintura. Con
una lógica interna que combina cronología y jerarquía sagrada, este tercer libro se presenta
como la respuesta a las inquietudes iconográficas de Pacheco, pero también, como una
reafirmación del arte como un lenguaje de carácter subjetivo que contribuye a enseñar,
impresionar y comunicar el mensaje de la Iglesia de la Contrarreforma. Iglesia está que,
para combatir la excentricidad y proclamar su triunfo, edificó una cultura que establecía
mecanismos de censura activa y también pasiva, es decir, la interiorización de unos
valores que hacen a la población, masa, no atentar contra el orden establecido.
170
PACHECO, Francisco: El Arte... Op. cit. p.639-640.
48
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
49
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
50
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
BIBLIOGRAFÍA
Libros:
- ARISTÓTELES: Poética. México, 2006.
- BARTRA, Roger: El Salvaje en el Espejo. Barcelona, 1996.
- BATAILLON, Marcel: Erasmo y España. Estudios sobre la Vida Espiritual del Siglo
XVI. México, 1966.
- BENNASSAR, M. Bartolomé (coord.): Historia Moderna. Madrid, 2005.
- BERNAL RODRÍGUEZ, Antonio M., COLLANTES DE TERÁN, Antonio y GARCÍA
BAQUERO, Antonio: Sevilla, de los Gremios a la Industrialización. Sevilla, 2008.
- BENNASSAR, Bartolomé (coord.): L’Inquisition Espagnole. París, 1979.
- BESANÇON, Alain: La Imagen Prohibida. Madrid, 2005.
- BOEGLIN, Michel: Inquisición y Contrarreforma en el Tribunal del Santo Oficio de
Sevilla (1560-1700). Sevilla, 2006.
- BUCI-GLUCKSMANN, Christine: La Folie du Voir. De l’Esthétique Baroque. París,
1984.
- BURKE, Peter: Visto y no Visto. El Uso de la Imagen como Documento Histórico.
Barcelona, 2001.
- CALDERÓN DE LA BARCA, Pedro: El Gran Teatro del Mundo. Madrid, 2003.
- CHARTIER, Roger: El Mundo como Representación. Barcelona, 2002.
- CHIC, Genaro: Pensamientos Universitarios. Écija, 1999.
- COBOS, Mercedes: Archivo Hispalense. Sevilla, 1987.
- COLLANTES DE TERÁN SÁNCHEZ, Antonio: Una Gran Ciudad Bajomedieval:
Sevilla. Sevilla, 2008.
- CONTRERAS, Jaime: Historia de la Inquisición Española. Madrid, 2004.
- DOBBS, E. R.: Paganos y Cristianos en una Época de Angustia. Madrid, 1975
- DOGUET, Jean-Paul: L’Art comme Communication. París, 2007.
- DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio: La Sevilla del Siglo XVII. Sevilla, 1986.
- ELIADE, Mircea. El mito del eterno retorno. Madrid, 1967.
- FATÁS, Guillermo y BORRÁS, Gonzalo: Diccionario de Términos de Arte. Madrid,
1980.
- FERNÁNDEZ LÓPEZ, José: Programas Iconográficos de la Pintura Barroca del Siglo
XVII. Sevilla, 2002.
- FREUD, Sigmund: Esquema del Psicoanálisis. Madrid, 1974.
51
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
- GALLEGO, Julián: Visión y Símbolos en la Pintura Española del Siglo de Oro. Madrid,
1984. p. 176-187.
- GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico, RODA PEÑA, José y SÁNCHEZ
HERRERO, José: Nazarenos de Sevilla. Sevilla, 1997.
- GOMBRICH, E. H.: Estudios sobre el Arte del Renacimiento. Imágenes Simbólicas.
Madrid, 1983.
- GOMBRICH, E. H. La Imagen y el Ojo. Madrid, 1987.
- GÓMEZ CANSECO, Luis: Rodrigo Caro, un Humanista en la Sevilla del Seiscientos.
Sevilla, 1986.
- GRABAR, André: L’Iconoclasme Bizantin. Paris, 1984.
- GRUZINSKI, Serge: La Guerra de las Imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner.
México, 1994.
- HARFORD, Tim: La Lógica Interna de la Vida. Madrid, 2009.
- HARFORD, Tim: El Economista Camuflado. Madrid, 2009.
- LACAN, Jacques: Ecrits. París, 1966.
- LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino: Retratos y esculturas de Traza Sevillana. Sevilla, 1928.
- MARAVALL, José Antonio: La Cultura del Barroco. Barcelona, 2002.
- MOLANUS, Jean: Traité des Saintes Images. Lovaina, 1570 (en edición de París, 1996).
- NAVARRETE, Benito: Precisiones y Adiciones al Catálogo de Alonso Vázquez y
Francisco Pacheco. Sevilla, 1995.
- PACHECO, Francisco: El Arte de la Pintura; Introducción y notas de BASSEGODA I
HUGAS, Bonaventura; Madrid, 2009.
- PALEOTTI, Gabrielle: De Imaginibus Sacris et Profanis. Bolonia, 1582 (en edición de
Arnaldo Forni; Bolonia, 1991).
- PALOMINO DE CASTRO, Antonio: El Museo Pictórico y la Escala Óptica. Buenos
Aires, 1944. p. 873.
- PALOS, Joan Lluís y CARRIÓ- INVERNIZZI, Diana: La Historia Imaginada:
Construcciones Visuales del Pasado en la Edad Moderna. Barcelona, 2008.
- PANOFSKY, Erwin: Estudios sobre Iconología. Madrid, 1980.
- PÉREZ GARCÍA, Rafael: La Imprenta y la Literatura Espiritual Castellana en la
España del Renacimiento. Gijón, 2006.
- PLAZAOLA, Juan: Arte e Iglesia. Veinte siglos de Arquitectura y Pintura Cristiana.
Guipúzcoa, 2001.
52
Lo Sagrado y lo Prohibido Francisco Huesa Andrade
Artículos:
- “Diseño Inteligente y Emocional en las Creaciones Humanas, ¿Por qué nos Gustan las
Cosas?” de Aarón Reyes en el ciclo de conferencias Pensar la Sociedad, celebrado en
Sevilla en noviembre de 2008.
- “La Imagen Predicada” de M. A. García Garrido en Etiópicas. Núm. 2, año 2006.
- “Observaciones sobre el Arte de la Pintura como tratado de Iconografía” de Bonaventura
Bassegoda en Cuadernos de Arte e Iconografía. Nº 3, año 1989. p. 185-196.
- “¿Se Transfiere la Memoria?” de Jordi Solana en Historia y Vida, Nº 496. Junio 2009.
- “Teorías del Barroco” de Alejandro García Malpica en Mañongo. Nº 23, año XII, vol.
XII, julio-diciembre 2004.
53